2021-03-11

 





VIVA EL CID CAMPEADOR CABALLERO DE CRISTO

 


Decía Larra el afrancesado que había que candar el sepulcro del Cid con siete llaves. Yo digo lo contrario:"¡qué buen vasallo si hubiese buen señor". España debe volver a su historia, olvidándose de la cretinización ambiente y la cobardía que nos envuelve a los españoles que hemos renunciado a nuestra lengua y a nuestra historia. Fue don Rodrigo Díaz el caballero muzárabe casado con una fiel asturiana el que peleó por España para ganarse el pan siguiendo los consejos paulinos de que la vida es milicia, un constante batallar, batallando a veces contra los moros y otros con ellos en contra de aquellos condes jactanciosos, tocados del morbo visigótico (ENVIDIA) y preterido por un rey que no le supo comprender porque ya lo dijo el Cantar de Mio Cid Castiella face los omes y los desface. Se apoyó para sus campañas en el oro judío sin reparos  a engañar a estos con la estratagema del arca llena de arena que hizo pasar por tesoro de oros. Fue la semblanza de un luchador contra la injusticia y el mal inscritos en la condición humana. Pasó en la afrenta de Corpes cuando sus dos hijas doña Elvira y doña Sol fueron ultrajadas por dos mangantes. Vita militia est. Batallemos sí pero sin violencia y sin rencor buscando el reino del amor y la justicia; lo demás se nos dará por añadidura. Fue un templario, un verdadero caballero de Cristo al que injurian ahora los que reescriben nuestra historia y ponen todo del revés. En España quedan muchos malvados y traidores. Abramos el sepulcro del Cid que pervive aun cuando lo robaran y profanaran los franceses. Devolvamos a Raquel y Vidas usureros la jugada. Sus adeptos nos tienen enemiga y omecillo, desde entonces, para hacernos desaparecer como nación

 

Lutero llevaba razón

 


CONTRA EL CELIBATO Y EL ESCÁNDALO

 

Una nueva peregrinación a Canosa. El Papa viaja a Alemania y en Erfurt patria de Lutero se reúne con el gran imán y el gran rabino, abraza al obispo protestante. Ah Lutero un fraile genial que en su crítica al papado en sus 99 tesis hincadas a las puertas nieladas de la catedral de Wittemberg la “clavó” pero estaba poseído del diablo. Su rebelión hizo correr la sangre por los campos de batallas de Europa en absurdas guerras de religión. Era verdad: la primacía del obispo de Roma era un convencionalismo y como tal no está en los Santos Evangelios. Obedeció a las exigencias políticas de Carlomagno fundador del Sacro Imperio. San Juan de Letrán era una corte pagana donde pululaban cardenales simoníacos y de donde venían los bulderos a predicar las Indulgencias. Con dinero podía comprarse vida eterna. Roma nido de efebos y de meretrices. Este agustino imbuido de esa soberbia típica de los eclesiástico, ese corazón de piedra ante las miserias humanas, llevaba razón en el fondo. Erró en las formas. Desnudó los altares y obnubilado por las epístolas de San Pablo quiso reformar la Iglesia a palo seco. Nuda Escritura. No sabía que el depósito de la fe es obra de la tradición, de los cantos, de la belleza, de la arquitectura, de los misales, de las epactas y de los ornamentos.

 

CATALINA BORA

Sin misterio no hay religión. Creía que Dios era alemán y al introducir la lengua vernácula en el ritual el protestantismo ganó eficiencia pero perdió universalidad. Hoy arde en el infierno en compañía de Catalina Bora la monja a la que amó y otros heresiarcas: Calvino, Zwinglio, Enrique VIII. Alemania otra vez. Los españoles mandamos nuestros tercios a Flandes y con nuestra sangre bajo el cetro y la espada de Cesar efundimos con generosidad nuestra sangre para defender al papa de las rapacidades del elector de Sajonia y aquellos malditos frailes. Pero Lutero puso el dedo en la llaga. Su orgullo le obnubiló, desconocía que había otra Iglesia legitima heredera de los apóstoles que cantaba los kyries en Constantinopla y el turco la degolló. El heresiarca de Erfurt fue demasiado lejos. Hoy esa Iglesia que está viva en Rusia, en el Este y en todo oriente medio puede ser la salvación de una Roma que acusa el pavor de la deserción, de los seminarios vacíos, las feligresías que menguan y de los jóvenes alejados de la Iglesia, aparte de los escándalos sexuales que vamos a tratar aquí y que abordo en mi libro “Seminario vacío: los pecados mortales de la Iglesia”. Creo que la primera autoridad del catolicismo me está dando la razón.

La solución no está en la infalibilidad papal, el dogmatismo, sino la vuelta al episcopado, la dirección colegiada, la renovación litúrgica y un acto de contrición. Volver a la sencillez y grandeza del Credo Niceo. Nuestro símbolo de la fe. Suprimir las conferencias episcopales y resucitar el concilio o los sinodales magistral fórmula de administración jurídico que los ortodoxos conservan al igual que la liturgia en todo su esplendor y de símbolos sacramentales. Un regreso al protestantismo o la vuelta a la sinagoga que han preconizado los dos últimos obispos de Roma puede ser un germen de destrucción ocasionada por la macrocefalia (una cabeza muy grande y un cuerpo pequeñito y menguante) y es que la Iglesia romana se ha politizado en demasía. Ama demasiado el poder desde el culto a la personalidad, del rebozo mediático y el afán de dineros.

 

CORRUPTELAS

Nunca habla de Jesucristo este pontífice, aunque en sus discursos de vez en cuando suelta caer la palabra dios. ¿Es el bueno de Benedicto 16 un panteísta? Tampoco ni una mera alusión ni de pasada a los escándalos- en Alemania fueron una plaga ocasiónate de la gran desbandada precisamente cuando Ratzinger era arzobispo de Colonia- de los delitos sexuales:Corrupción de menores, homofilia ni al celibato eclesial que es la asignatura pendiente del clero romano. Que estigmatizaron a mucha gente, dejaron tarados de por vida a no pocos seminaristas y monaguillos, sembraron el dolor y la tristeza en infinidad de familias y fueron circunstancia desencadenante de adulterios y de gestaciones interrumpidas por parte de los clérigos y sus coimas. La jerarquía a este respecto barrió debajo de la alfombra y utilizó la táctica del ocultamiento y del “hush up”. Cuando el cura tenía un lío con una feligresa, sodomizaba al sacristán o le bajaba las bragas en la sacristía a una monja el obispo sencillamente se limitaba a mandar al interfecto a otra parroquia. La soberbia, la hipocresía y la carencia de sentimientos y de escrúpulos, la poca delicadeza, han sido los pecados mortales de esta poderosa Iglesia tan poco acorde con las normas evangélicas. Por eso su fundador alternaba con publicanos y pecadores y detestaba a los piadosos a los que decían Señor, Señor y habló claro y tajante: “es más difícil que un rico entre en el Reino que un camello con dos jorobas pase por el ojo de una aguja”.

 

JERARCAS

De espaldas al Calvario los jerarcas siempre estuvieron de parte del Gran Poder. Al menos, en la edad media en muchas diócesis del Sacro Imperio se reclamaba a los curas un “impuesto de putas”. Todos los curas tenían moza y la famosa ama de llaves cumplía las funciones de mujer del párroco sin tener necesidad de pasar por la vicaria. Juan Ruiz arcipreste de Hita estuvo once años a la sombra en el penal eclesiástico de San Torcaz por alzarse contra la imposición celibataria que incoara un pontífice de Aviñon. “Monseñor, nos quita las buenas para que nos vayamos con las malas” le escribió a su obispo.

Ay de vosotros, escribas y fariseos, que miráis la paja en el ojo ajeno y no veis la viga en el vuestro”. Todos recordamos aquel chiste que se contaba en las fiestas de los pueblos. Llegó un obispo en visita pastoral e inspeccionando la casa rectoral donde vivía el arcipreste de aquel lugar no vio más que una cama grande de matrimonio. ¿ Cómo es eso, Dionisio que aquí hay únicamente un lecho para dos? Inquirió el prelado y don Dionisio con todo su candor le dijo: “No se preocupe su Ilustrísima. Ponemos una tabla entre medias de separación”. “¿Y qué hacen cuando viene la tentación?”. “Pues quitamos la tabla. No hay problema”.

Hubertus Mynarek un cura alemán secularizado cuenta en su libro “eros y clero” la gran desbandada que se produjo en toda Europa después del concilio. Unos 400000 sacerdotes colgaron los hábitos. La causa principal, que la mayor parte no pudo atenerse a las leyes de la continencia. El celibato-declara Mynarek- contradice la ley natural. Engendrar, procrear obedece al código genético de las hormonas del hombre pecador. Pero la continencia impuesta a los sacerdotes-funcionarios es artificial. Una estipulación disciplinaria convencional. Concretamente el canon 2368 del Iuris Canonici.

Jesucristo nunca habló del sexo. Sólo condenó el pecado de escándalo y dijo que el que abandona al padre, a la madre o a la esposa para seguirle ganaría un puesto en el reino de los cielos.

Castrarse por amor a Cristo y en busca de la perfección es una virtud heroica asequible a muy pocos. El premio de los que abrazando la utopía andan a la procura del ideal. Sin embargo, la naturaleza humana siempre lastrará el peso de la carne. Únicamente suele llegar en la edad provecta. De ahí la sabia disposición de la primitiva de ordenar presbíteros a hombres de alguna edad. Es lo que significa “presbíteros” (ancianos) alguien que está más allá del circulo de las pasiones. Sólo se puede servir al altar con un corazón puro cuando haya pasado el ardor genésico. Por eso propongo en mi libro que aquellos seminaristas de entonces pero imbuidos de la juventud del salmo “Ad Deum qui laetificat juventutem meam” pudieran disfrutar de una alegre “vejentud”. Sería una manera de devolverles la dignidad y la honra que les arrebataron.

 

NO LO HAN QUERIDO RECONOCER

La iglesia católica moderna no ha querido reconocerlo. Por lo que un voto de continencia a los 22 años en un varón normal representa muchos peligros. En el caso de los invertidos el sacerdocio siempre constituyó un paraguas bajo el que se esconden homofílicos, paidófilos, escribe Mynarek. Según este sacerdote alemán secularizado, el confesionario por desgracia no es el tribunal de la penitencia sino un rincón morboso donde se cuchichean asquerosidades y una garita desde la cual ciertos confesores han caído en el abominable pecado de la solicitación de sus confesadas. Conocí al penitenciario de una antigua colegiata española cuyas inquisiciones a sus penitentes sobre todo mujeres bordeaban la delectación morbosa. Porque decía que no se peca en el mismo grado contra el sexto mandamiento si tu novio te besa a rosca. La gravedad de materia depende de los centímetros de lengua que el ardoroso amante introduzca en la boca de su prójima y no es lo mismo un coito que se realiza quitándose el sostén y el camisón o el acto se realiza a pelo. Aquel confesor se sabía al dedillo el derecho canónigo pero sus procacidades asustaban a muchas de sus pupilas. Para evitar el asqueroso morbo que ofenden a la dignidad de una mujer no sería mala cosa que el sacramento de la confesión fuese administrado por diaconisas que sólo podrían absolver a mujeres. De la misma manera que un policía masculino no cachea a una presunta delincuente, tarea que suele realizarse por policías del genero femenino así grandes males ocasionados en el confesionario podrían evitarse si los varones “descargan el saco” con sacerdotes y las mujeres con diaconizas. Ese cajón ha servido no pocas veces en lugar de solicitación y del reclinatorio a la cama. Los curas polacos para los que el celibato nunca representó gran problema ya que en aquel país muchas señoras tienen a gala acostarse con un sacerdote y darle un hijo aunque sea bastardo había tres palabras que orientaban la vida de un párroco koreck (el tapón de la botella) woreck (los dineros del cepillo) y rozporek (mujeres y sexo).

 

TRAUMAS

Estas deficiencias en la orientación sexual y psicológica desencadenarían verdaderos traumas en el alma de los que se educaron en colegios religiosos o seminarios: complejos de culpa, hipertrofia, inseguridades de todo tipo, una espiritualidad ñoña a fuer de ridícula, borracheras místicas –no pocos de aquellos ex no pudieron superarlos y se dieron al alcohol- neurosis eclesiógenas emanadas de la formación recibida en el que la desviación del instinto generó válvulas de sustitución, señala Mynarek.

Las heridas dejaron una cicatriz indeleble. Y todo por esa obsesión sexual que fue el caldo de cultivo de la mariconería en estos institutos de formación religiosa. Un espacio cerrado con muchos adolescentes a los que les explotan las neuronas y sus torrentes sanguíneos son un mar de testosterona al faltar la hembra sienten la atracción efébica. Es un hecho natural e insoslayable. En la iglesia antigua, dice el autor, se desconocían tales aberraciones que son endémicas en la iglesia actual. Y es que los cánones referentes al celibato nunca se incoaron hasta el Concilio de Trento y aún así la norma fue trasgredida abondo por muchos cleritos. De la masturbación y el onanismo mejor no hablar.

 

SINEISACTENTUM

En la iglesia primitiva, la hispano visigótica, la merovingia y la irlandesa los sacerdotes no eran solteros y hasta los monjes del desierto para aplacar el ardor de los sentidos, para no volverse locos y dejar la vida eremita practicaban una especie de amor platónico el sineisactentum que consistía en permitir que una mujer les visitase en la cueva siendo su compañera espiritual. San Jerónimo por ejemplo vivía con una amiga. San Frutos se santificó en la Pedriza segoviana en compañía de su hijo Valentin y su esposa Engracia. Hasta la fundación de Montecasino y la llegada de los benedictinos en toda la cristiandad los monasterios eran mixtos. Ocurrió en los cenobios asturianos y de las Batuecas de rito hispano mozárabe como en Liébana, Prámaro en San Martín de Luiña, San Martín de Oscos, Pravia y todos los del “asturianum conventum”. Y se mantienen aun hoy en Rusia que mantiene comunidades de orantes bastante florecientes y algunas son mixtas. Y es que el cristianismo no es o no debe ser un asunto de enaguas o de problemas de bragueta. Ahora bien en sus prevenciones antifeministas – a la mujer no se la empezó a dar importancia hasta el Renacimiento, los judíos y los griegos decían que la mujer carecía de alma- acuñado en la máxima escolástica mulieri non est credendum, la Iglesia egoísta y sabiamente se curó en salud y se libró de no pocos pleitos al alejarlas del altar.

San Pablo el fundador de todo esto mandaba callarlas en la sinagoga, Taceat mulier en synagoga. Hablaba entonces el apóstol como un hebreo helenizante.

¡Ay Eva! Por ti entró el pecado en el mundo y ahí tenemos al padre Danielou eminente teólogo que sufrió un infarto el año 1974 cuando subía las escaleras de una casa de cita en el barrio de Pigalle. O al papa León IX que murió “on the job” como dicen los ingleses. Casados o solteros la cosa no tiene enmienda. Sólo nos salvará el amor. El amor de Cristo. Eso es lo único importante. En esta tesis que le llevó a la justificación por la fe Lutero tampoco andaba muy descaminado de la verdad. Ojalá hubiese sido italiano en vez de un alemanote de genio diabólico

 

 

 

EL VIRUS DEL JUICIO FINAL

 

DON JAIME FERRÁN Y CLÚA CON PASTEUR Y KOCH INVENTÓ LA VACUNA


Virus quiere decir en latín veneno. Y “bacillus” bastón. Bacilos y virus nos golpoean con dureza pero hay una poandemia mucho más morbosa y peligrosa que es la que nos inoculan en el alma los informativos del miedo- da la sensación de ser todo un montaje. A los que profesamos la duda nos tildan de negacionistas. Negamos el holocausto por asimilación pero qué tiene quyue ver esto con los dos millones de muertos que ha causado esta fómide en un solo año. Al meditar sobre el tema es como si se cerniera sobre mí la amenaza de los hornos crematorios.algunas ocasionaron muerte súbido a los inoculados.

Hoy la prensa nos informa stricte et late sententia sobre el morbo de Wuhan, pero son pocos los que indagan sobre la etiología de este bacilo y sus esporas, sus particulares, su profilaxis y las diferentes vacunas que han aparecido como hongos en otoño. Hay la Pfizer, la rusa, la oxoniana, y otras muchas. Han sido fabricadas deprisa y sin una información suficiente sobre sus características y daños colaterales. Un proceso que llevó a Pasteur años de manipulación en la probeta. A los españoles nos cumple el honor de un tarraconense al que no debemos olvidar el doctor Ferrán que dio con la clave del morbo de la peste asiática a principios del pasado siglo. Pasteur había descubierto que mediante la combinación de leucocitos de una oveja muerta con otros de una viva estos animales sanaban.

Ferrán fue más allá, inyectando virus vivos del cólera en enfermos de la gripe del 18 obtuvo un resultado más que favorable: de 100 inoculados sólo se murieron 2 lo que representó un triunfo de la lemología (la rama de la medicina que trata sobre las epidemias) fue un proceso largo y costoso, no exento de críticas por parte de los galenos del Establishment.

También Pasteur y Koch en sus estudios sobre la insulina tuvieron fracasos y soportaron dicterios de los médicos tradicionales.

El Covid (yo no soy experto en el tema) a juicio de algunos entendidos no procede de la naturaleza. Es el resultado de una combinación química de forma sintética. El morbo se ha extendido por el planeta con celeridad y ha causado más de ya dos millones de muertos. No procede de los murciélagos ni de los chimpancés ni de las ratas ni de los caballos como otros miasmas ocasionadores de las grandes epidemias que ha padecido la humanidad.

Hoy quiero rendir un homenaje a este catalán que se sentía español hasta la médula a pesar de retratarse en la prensa de la época con barretina y animo a los virólogos a seguir trabajando concienzudamente y sin alarmismos frente a este veneno mortífero que algunos llaman ya en plan apocalíptico el virus del juicio final

 

SEXO EN LOS CONVENTOS



Cuando yo era latino me “picaba la mosca” con gran intensidad. Las hormonas apretaban lo suyo sin remedio y a mí me daba pena de mí mismo. Tenía poluciones nocturnas y un día al ir al baño sin querer tuve mi primera eyaculación. Fue un acto involuntario deleite solitario. El semen venía pidiendo paso. Bienvenido a la vida.

Tales desventuras fueron para mí causa de no poca zozobra. Me veía de patitas en el infierno. Acudí al rector que era un hombre de gran talante castellano viejo don Julián García Hernando que hizo una confesión de parte:

Hijo, a mí a tu edad a mí me pasaba lo mismo pero conseguí vencer la carnalidad.

¿Cómo, su reverencia?

Duchas de agua fría, mortificación de la vista, del olfato, del tacto y devoción a la Virgen María y ya sabes lo que aconsejan los santos padres al respecto. Si la dejas un día ella te dejará un mes y si un mes un año y si un año toda la vida.

Creo que el padre espiritual decía verdad porque era lo que se entendía por un santo. Muy humano, se hizo cargo de su larga familia de Campaspero (Segovia) era un gran escritorista, gran orador y conocedor de la historia de España en Iberoamérica.

Sus clases magistrales influyeron en mi modo de ver el catolicismo y la gran obra mesiánica de los españoles durante la cristianización del gran continente. De esas ideas que me marcaron el camino no abdicaré nunca como tampoco de mi amor a la Iglesia Católica y es que don Julián un verdadero santo no le daba demasiada importancia a las cuestiones del sexto mandamiento que nos trajo por la calle de la amargura durante los años de la Gloriosa.

Sin embargo, yo pobre adolescente de dieciséis abriles ni las duchas de agua fría ni la lechuga, buen remedio para la continencia a decir de los padres del yermo, que devoraba ni el cilicio o las disciplinas con que me sacudía todas las noches conseguían que “bajase aquello”. Antes bien se enervaba de lo lindo. Algunos se frotaban el miembro con ortigas. Uno no llegó a tanto pero fue una de las razones por las cuales abandoné el seminario un año antes de empezar la teología con gran pesar de mi pobre madre que del disgusto por poco se muere.

Andando el tiempo me daría cuenta que esta obsesión por el sexo en los internados de aquel entonces era algo morboso. Una simple exigencia de la naturaleza que los poco avisados pretendían convertir en epicentro de nuestra religión. Los más sesudos teólogos al abordar el tema pasan sobre él como de puntillas. Hoy para mí ya un abuelo setentón constituye parvedad de materia. Son cosa pequeña si se siguen las normas de la concupiscencia. No se puede matar el amor, es ir contra la vida. Por el contrario el sexo puede abocar a pecados colaterales como el crimen por celos, el adulterio, la violación, la pederastia y otros apartados que muy explícita y condena el Derecho Canónico. Desgraciadamente hay que concluir que aquella falta educación sentimental fue el principio de falsas conductas y desvíos. Traumas que dejaron séquelas de por vida. Sigo creyendo que el coito entre hombre y mujer está en función de la conservación de la especie, que es sagrado el amor como es la vida y un crimen imperdonable el aborto o la eutanasia aunque reconozco que de los seminarios salieron muchos curas capones y no pocos garañones. La literatura castellana refleja los estragos y escándalos causados por los malos sacerdotes católicos. En mi experiencia son pocos los que consiguieron la observancia del celibato y transigieron con venustas inclinaciones poco edificantes que se hubieran evitado si los sacerdotes pudieran casarse tener mujer e hijos y alimentar a una familia como ocurre en Rusia.

Fernández de Samaniego 1745-1801 ha pasado a la historia por sus fabulas antropomórficas como la “Cigarra y la Hormiga” “la Raposa y las uvas” pero como fue habitual entre los enciclopedistas del siglo XVIII pone en evidencia a los curas y a los frailes por su hipocresía sexual. Cuyo es el poema “El voto de los benitos”. Aquellos buenos monjes benedictinos que practicaban el “ora et labora” de su fundador y observaban cada uno de los artículos de la Regla no pudieron sofrenar el duende del priapismo.se establecieron rogativas, aumentaron las mortificaciones, algunos se arrojaban desnudos a un almiar lleno de ulagas. Sin remedio “pues debajo del hábito más abultaba el bulto”. El abad entonces llamó a la comunidad a capítulo. Ninguno aportó solución al caso excepto el hermano portero que dijo que todas las semanas venía a visitarlo una lavandera que lo dejaba nuevo y limpio. “Y de tal manera lo mío me sacude que en tda la semana no se me alborota mi tramontana”. Oyó el abad mitrado el consejo y decretó que se añadiese a las reglas del convento que ningún fraile ni profeso ni donado pudiera vivir sin lavandera. Y concluye Samaniego:

El abad dejó al punto aquel voto establecido con presteza

Y a los monjes alzando la cabeza

Dijo:

El señor nos ha oído

Cuando así remedia

Nuestras desgracias

Cantemos pues:

Agimus tibi gratias

Omnipotens Deus

amen


este es el seilla de mi padre que paz descanse


 

 

LAS NUEVE MUSAS


Las nueve musas van de camino

Por la senda ardiente del destino

Jácaras cantando y fandanguillos

Centellan las estrellas

Sus vestidos

Perlas y brocados

En lo alto de la noche

Del enero frío

Venus me prendió

Con sus encantos

En dulces arreboles

Lejanas luminarias que no cesan

De alumbrar la oscuridad

Oh Terpsicore yo te admiro

Vago por las calles en tu carro

Ya ha amanecido

Escucho de tu lira

La música en que vivo

LOS CUARENTA SOLDADOS MARTIRES EN EL LAGO HELADO PATRONOS DE ARMENIA A la hora del desayuno nos leíoan el martirologio romano. Aquel seminarista de Valdesimonte abría un libro grande de pastas rojas y proclamaba a los que en defensa de la fe recibieron la corona del martirio. El diez de marzo de hace ya más de medio siglo nevaba en Segovia y Valdesimonte con su voz potente e impostada que no necesitaba micro nos hizo la relación del pequeño Melitón un niño de pocos años que se dirigió al lago helado donde cuarenta soldados de una de las legiones del emperador Domiciano habían sido encerrados por rechazar ofrecer incienso a los dioses. El suplicio era terrible y digna de la crueldad de un romano. Uno de los milites aterido de frío, no soportó el suplicio; entonces el centinela que los vigilaba vio en el cielo una corona de laurel y en medio de una nube apareció Jesucristo triunfante. Conque se unió a la cohorte en sustitución del compañero que chaqueteó. La madre del niño Melitón daba voces alentándoles a todos exhortándoles a perseverar. El laconismo y la concisión con que se relataban estos hechos en aquel libro escrito en griego en latín y en castellano quedó en mi grabado para siempre. Era algo fabuloso e increíble pero la fe supera cualquier duda. Desde entonces he ido por los caminos del mundo recordando a aquellos legionarios romanos que aguantaron la nieve y el hielo por amor del Crucificado. ¿Qué importa que se nos caiga la moca en medio de la cellisca? Soy un liberal e incluso libertario en cuestiones seculares el mundo cambia con el progreso pero hay cosas inamovibles como la liturgia el acerbo de la fe los dioses oscuros y los dioses diáfanos. Mis pies se mancharon de barro conocí el hielo y el desamor de la vida misma pecador de mí pero la grandeza de los que confesaron su esperanza en el evangelio y por ella dieron su vida me vuelve inmutable. "De nimis non curat praetor" decían los licurgos de la vieja Roma. Pelillos a la mar. Que si el papa que si el cisma que divide a Bizancio. No hay que preocuparse de nimiedades ni hacer caso a los vaivenes de la política y la mezquindad de muchos hombres. En cierto sentido soy un mártir de la fe porque navego contra corriente y me encomiendo a san Melitón patrono de Armenia. Los cuarenta del lago helado anticiparon el holocausto del gran pueblo armenio a principios del pasado siglo cuando fueron aniquilados por el turco. Sueño en el vino armenio y en la nueve blanca del monte Erbus allá donde posó el arca de Noé tras el diluvio universal. Ellos son la tribu perdida de Israel. Este pensamiento me ayuda a portar mi cruz.

 


LOS CUARENTA SOLDADOS MÁRTIRES EN EL LAGO HELADO PATRONOS DE ARMENIA

 

A la hora del desayuno nos leíoan el martirologio romano. Aquel seminarista de Valdesimonte abría un libro grande de pastas rojas y proclamaba a los que en defensa de la fe recibieron la corona del martirio. El diez de marzo de hace ya más de medio siglo nevaba en Segovia y Valdesimonte con su voz potente e impostada que no necesitaba micro nos hizo la relación del pequeño Melitón un niño de pocos años que se dirigió al lago helado donde cuarenta soldados de una de las legiones del emperador Domiciano habían sido encerrados por rechazar ofrecer incienso a los dioses. El suplicio era terrible y digna de la crueldad de un romano.

 Uno de los milites aterido de frío, no soportó el suplicio; entonces el centinela que los vigilaba vio en el cielo una corona de laurel y en medio de una nube apareció Jesucristo triunfante. Conque se unió a la cohorte en sustitución del compañero que chaqueteó. La madre del niño Melitón daba voces alentándoles a todos exhortándoles a perseverar. El laconismo y la concisión con que se relataban estos hechos en aquel libro escrito en griego en latín y en castellano quedó en mi grabado para siempre. Era algo fabuloso e increíble pero la fe supera cualquier duda. Desde entonces he ido por los caminos del mundo recordando a aquellos legionarios romanos que aguantaron la nieve y el hielo por amor del Crucificado. ¿Qué importa que se nos caiga la moca en medio de la cellisca? Soy un liberal e incluso libertario en cuestiones seculares el mundo cambia con el progreso pero hay cosas inamovibles como la liturgia el acerbo de la fe los dioses oscuros y los dioses diáfanos. Mis pies se mancharon de barro conocí el hielo y el desamor de la vida misma pecador de mí pero la grandeza de los que confesaron su esperanza en el evangelio y por ella dieron su vida me vuelve inmutable. "De nimis non curat praetor" decían los licurgos de la vieja Roma. Pelillos a la mar. Que si el papa que si el cisma que divide a Bizancio. No hay que preocuparse de nimiedades ni hacer caso a los vaivenes de la política y la mezquindad de muchos hombres. En cierto sentido soy un mártir de la fe porque navego contra corriente y me encomiendo a san Melitón patrono de Armenia. Los cuarenta del lago helado anticiparon el holocausto del gran pueblo armenio a principios del pasado siglo cuando fueron aniquilados por el turco. Sueño en el vino armenio y en la nueve blanca del monte Erbus allá donde posó el arca de Noé tras el diluvio universal. Ellos son la tribu perdida de Israel. Este pensamiento me ayuda a portar mi cruz. l

LOS cuaranta pertenecíann a la Legio XII "Fulminea", recibieron la corona del martirio el año 342 imperando Domiciano

estas mujeres celebran el dia de la mujer trabajadora a pico y pal consagradas a cristo. el monasterio es un muro de protección contra las acechanzas del maligno ora et labora el trabajo y la caridad las hace libres algunas recuerdan el primer amor en el siglo

 

REMEMBER YOUR FIRST LOVE

A Story From the Life of a Far-away Monastery

    

Hidden among forests and bogs in the middle of the Central Russian plains, a tiny women’s monastery dedicated to the Iveron Icon of the Mother of God was about to celebrate its patronal feast.

Everyone in the community—the dozen nuns, Mother Olga at their head, and Grandpa Anatoly, the monastery’s stable hands, carpenter and gatekeeper—were preparing for this important date very seriously.

A month before the day of festivities, Mother Olga sent out invitations to all the monastery’s benefactors. These were people who had, in one capacity or another, helped the monastery, tucked far away from civilization, survive in immensely difficult conditions. Of course, invitations were sent to the abbesses of all the local women’s monasteries.

When inviting guests to the feast day, she could have easily just sent text messages. In this particular case, however, text messages weren’t appropriate. In the end, what is a text message? It is not something you can hold in your hands. It pales in comparison to an envelope with an enclosed card and a formally written invitation with the date and the location of the event. It is an expression of the sender’s hope that the addressee will show respect and pay homage to a tiny monastery by taking part in the services in the small, cozy church and stay for a festive dinner following the service.

Well in advance, three days before the arrival of a local bishop and numerous guests, a few women arrived at the monastery to assist the nuns. They carried out the same duties as the nuns (who were mostly elderly). They took care of the monastery grounds, cleaned up the church, cooked and set the table.

When the special day arrived, everyone including the nuns and the volunteers, welcomed the guests. It was rare to see so many people gathered in the church. Typically, there were about five or six residents of the nearest village at a Sunday service, with a few dozen coming for Pascha or the Nativity services. Anytime there was someone at a weekly service, they were visitors from afar.

“Isn’t it great!” Matushka Olga would say.

All those she wanted to see at the monastery’s feast rose to her call and arrived for the service. Everyone came but Matushka Olympia, the abbess of a large monastery located up on a hill in a local town, visually looming and dominating over the area. It is an ancient monastery, built hundreds of years ago. The town was fused out of nearby residents who chose to live close to the monastery. Before the throngs of tourists even step out of the buses, the tour guides flood them with information about the history of the monastery and the saints with their glorious names, familiar even to those who typically avoid going to church.

Not only does a federal highway cut the town into two parts and pass right by the monastery, but thanks to anniversary celebrations of great local saints, the monastery received major governmental funding for the restoration of its churches and its ancient walls.

“Well,” Matushka Olga thought to herself, “that’s where the tourists pour in. Why would they come to visit us? What could they see? That monastery is ancient, it’s got history. Matushka Olympia can do things at a completely different level, and we’ve got nothing. That’s why she has a lot of sisters, and even her car is better than ours…

“She didn’t come. But why would she? Really! Our priest is old. Thank God, he’s got a pension. We wouldn’t be able to support a young priest. What if he had a big family?” Matushka Olga squirmed just thinking of it. “Up there, they’ve got quite a few clergy, even a deacon. Their service is the real deal. Of course, it’s worth going to see and they have plenty to show. That’s why they always have people. We can’t even come close to them.

We can only serve a no-frills dinner. Whatever we grow in our gardens is what we offer to our guests. We are grateful to the volunteers who come and help us with canning during harvest time. A local fishmonger’s shop owner donated her choicest fish for the patronal feast. May God grant her health, she is always willing to help us! At least, it’s not too embarrassing to have the guests over. Mother Olympia’s table is so richly laid for the patronal feast that we can’t keep up with her. That’s why she didn’t come. Why would she?”

The nagging thoughts about the abbess of a major urban monastery who hadn’t shown up kept circling around in her mind like flies, never allowing her to concentrate on prayer.

“What’s wrong with me?” Mother Olga though, catching herself and outraged at her thoughts. “Leave me alone!”

When these thoughts would retreat for a moment, Mother Olga would calm down and make the sign of the cross after the petitions proclaimed by the protodeacons. She’d bow, and then, in fright realize that she had started judging again.

She decided to approach the Chalice last. She stepped forward in tears, chastising herself for doing nothing but envying Matushka Olympia throughout the service on such a significant and festive day in the life of their small, tight-knit community. She envied and judged her.

When she came to the Chalice, getting ready to accept the Body and Blood of Christ, she crossed her hands and said with feeling:

“The most unworthy, the most sinful, and envious Abbess... Olympia.”

She opened her mouth to receive Holy Communion, and only then realized what she had just said. As it sank in, she stood there with her mouth open.

Vladyka stopped his hand just as he was about to administer Communion to Mother Olga, smiled, and quietly asked:

“So, Olympia, you say? I am sure she is a sinner, though I am not her spiritual father. Unworthy and envious? Well, who am I to judge? Olga, think about yourself. More importantly, remember your first love.”

And said no more. He gave her Communion, turned around and walked back into the altar.

Afterwards, there was the cross procession, followed by congratulations. The nuns offered a present to Vladyka, and he offered one for the monastery in turn. The guests crowded around Mother Olga with greetings, gifts and kind wishes. The bad thoughts that tormented her during the Liturgy receded after she had communed. She joined everyone at the table, taking delight in their festive gathering.

Having seen Vladyka off and said her goodbyes to guests, Mother Olga cleaned tables as she mentally processed the events of the day. She pondered about the time when she approached the Chalice. It was as if she had been burned by Vladyka’s words, “Olga, remember your first love.”

What did he mean by “first love?” Olga had been tonsured soon after she graduated from university. During her studies, she had shied away from the usual student gatherings and spent weekends at church. She remembered how she joined fellow parishioners on her first trip to a women’s monastery, and how much she enjoyed it. Having visited it once, the abbess-to-be made a custom of going to that monastery during summer breaks and felt at ease while she was there. She truly felt comfortable in that place. So it’s no wonder that when she was in her final year at the university, she couldn’t imagine herself anywhere else other than in a monastery. Olga was tonsured by the same bishop who had come to their monastery’s patronal feast. Even during the tonsure ceremony, she caught his attention, so he spent a bit of time talking to her and left the monastery feeling quite content.

It should be noted that Vladyka had set a course to open monasteries in his diocese from the very beginning. He revived ones that had once existed, whereas others appeared in places where no monastery had been before. What’s interesting is that there wasn’t any particular plan in place. Nothing at all. The situation simply called for the restoration of monastic life.

Someone recalled how, a long time ago, there was a group of sisters of mercy who resided near this particular village out on the plains. Soon, their group formed a sisterhood that lived according to a monastic rule. It was granted monastery status only during the reign of the last tsar.

Perhaps no one would ever have remembered this story had it not been for the local villagers, or their descendants who lived next to the old monastery, who visited the services, prayed and labored together with the sisters. As it happens, the ancient Iveron icon of the Mother of God was the most sacred in the monastery. It was much older than the monastery itself and neither the monastics nor the parishioners doubted that it was a wonder-working icon.

After the revolution, the new authorities cracked down on the nuns so quickly that none of them had time to think that their holy icon was in grave danger. Armed soldiers invaded the village unannounced, and led the monastics away the same day, loading them in empty carts and taking them to the nearby town. Not one of them ever returned.

When the soldiers left, the villagers entered the church. Understanding that the nuns would never return, they took the remaining icons to their homes for safe-keeping.

Over eighty years had passed when the grandchildren of those peasants came to the nearby city and handed over the wonder-working Iveron icon they had kept safe to the bishop. “Here,” they said. “Your Grace, we did what we had to and saved the icon. Now it’s your turn to decide what to do next.”

The bishop visited that village. He was shown the area where the monastery had previously stood. Nothing was left, not even the foundation could be seen. But the icon had returned. It meant that the Mother of God gave Her blessing, or else it wouldn’t have appeared here.

In order to restore a monastery, they needed people, and prayers, in the first place. Who could he send to bear the heavy cross of building this monastery from the ground up, in the middle of a field? Who would agree to unreservedly lay down their lives here?

That’s when his thought turned to the young nun Olga. He remembered her jubilant gaze after her tonsure, and her ardent desire to serve God.

“She can handle it,” Vladyka thought, “For she loves God.”

Initially, he wanted to invite her to the diocesan office, but then thought it better to go visit her at the monastery.

Vladyka explained the situation to the young nun.

“You’ve got energy and faith. You can do it.”

“Vladyka, at least tell me where the former monastery was located.”

The bishop pointed to a place on the map and handed her a decree appointing her abbess of the non-existent monastery.

“Vladyka,” whispered the young nun. “Is there anyone who could help me?”

“Yes, there is,” the bishop nodded. “The Lord and the Most Holy Mother of God.”

Day after day, she spent countless hours in the reception areas of big bosses in Moscow. She talked to people of power and influence. Some of them would readily jot down her phone number, others promised to give it a thought. In the end, no one offered any real help. She spent weeks in Moscow, staying wherever she could. There were times that she had to spend the night at the railway station.

Once, she went to attend a Sunday liturgy at the Church of “The Joy of All Who Sorrow” Icon of the Mother of God. She knew the church well from her years as a student and would often come to venerate this wonder-working icon of the Most Holy Mother of God. That morning, she came to church earlier than usual, before the faithful had arrived for the service. She got down on her knees and prayed to the Most Holy One for help:

“Matushka, I beg you, help me in my sorrow, I need your help. Help me to restore the monastery founded in honor of your holy name. Send those who can help and those who could join me in prayer. I refuse to believe that your Iveron Icon was revealed to us for no reason. Surely, we have your blessing to restore the holy monastery. I cannot do it on my own. I knock at the door and ask, but nothing works. Help me!”

Mother Olga prayed, assuming her prayer was hidden from those around her. She prayed and didn’t notice that she was doing so at the top of her voice, all but crying aloud. At a certain point, she felt someone fall to their knees beside her. She didn’t care if it was a man or a woman, but she felt that she was no longer alone. The feeling was so clear, so she took her eyes off of the icon and, through her tears, looked at the person next to her.

She couldn’t tell if it was a man or a woman, but she saw the other person’s eyes filled with tears, and heard, “You need me and I need you. I will help you. Be it construction materials or money, I can help. But you must help me save my daughter. She is a drug addict, nearly done for. You and your monastery, pray for my daughter.”

“But there is no monastery, there’s absolutely no one but me! Just you and me!”

“Well, then it will be just you and me. We will start building it and praying.”

And that’s how the restoration of the monastery of the Iveron Icon of the Mother of God began: two women who found each other, and a girl with a drug problem.

Time went by. First, they built a solid home with a house church and monastic cells from scratch. Next was a small, new church (a small one was all they needed), which served as a home for the old icon of the Most Holy Mother of God that brought together the ascetics of today with the long-suffering nuns of old.

The woman that Matushka Olga had met many years ago in a Moscow church, in front of the wonder-working icon, found eternal rest next to the monastery church she had helped build at her own expense. Her daughter grew up, got a degree and then got married. Now she is a mother of two darling daughters and happily married. She and her family often visit the monastery and leave the capital during the summer break to come and work, helping the nuns gather hay for their goats.

Olga remembered those times, both challenging and wonderful, as well as the true Christian love that governed the lives of a handful of enthusiasts at the root of the monastery’s restoration.

“Now think of that,” Matushka Olga said to herself with a start. “Some of our dearest friends weren’t at the feast. No one thought of sending them an invitation! True friends like them come even without a formal reminder.”

Alarmed, she hastily dialed their number and heard a familiar voice at the other end, “Dear Matushka, happy feast day! I am sorry we couldn’t come. The girls got sick. We decided not to call you, I know you’ve got plenty of things to worry about. As soon they get better, we will come to our monastery. We miss you!”

“Come as soon as you can! We are one family and I really miss you, especially today.”

She sighed and added, “You know, it turns out that it’s really important to remember your first love.”

Priest Alexander Dyachenko
Translation by Liubov Ambrose

Pravoslavie.ru

3/10/2021

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11M HOLOCAUSTO QUÍMICAMENTE PURO URDIDO POR UNA MENTE FRÍA Y DEMONÍACA



Ya van 16 años. Fueron 190 muertos. ¿Arriba lo sabían? Abajo seguimos a blancas. Me llaman de una emisora extranjera para preguntarme si los españoles se sienten más seguros frente al terrorismo. Buena pregunta pero no sé qué responder. Esa es la pregunta del millón que dicen los cursis pero a tientas y a ciegas estamos. ¿Quién mató al lobo feroz? ¿Quién pondrá el cascabel al gato? La derecha culpa a la izquierda y ésta, desde el gobierno, tampoco sabe, no contesta y asegura no haber tenido arte ni parte en la muerte de su hermano, mientras por la Piel de Toro cunde la sombra de Caín. ¿Etarras? No tenían tecnología. Tampoco esa mentalidad demoníaca que colocó en raíles y vagones de un tren descendente de Alcalá a Madrid. ¿Qué clase de fulminante emplearon los asesinos? Tampoco están de acuerdo los forenses. Desaparecieron las huellas dactilares y los investigadores sobre el gran bocazo que retumbó hasta el parque del Oeste se topan con un muro de silencio que ha sido durante un sexenio el de las patrias lamentaciones. Flota en el ambiente una nube de intoxicación informativa que se abate sobre los españoles. Hay mucha madeja y mucho hilo pero cuando llegas al final del ovillo te encuentras con un laberinto. Es como entrar en el reino de las fuerzas oscuras. Contra el cetro de un dios saturnino que no duda en devorar a sus hijos nadie sabe con qué mira. El aire, cargado, mefítico, plagado de embustes y contradicciones de los propios testigos, hiede a conspiración. El undécimo día de aquel mes de marzo del fatídico 2004 España dejó de regir sus propios destinos porque los que rigen en el país se han hecho invisibles aunque aparentemente la autoridad viva se ejerza desde Zarzuela, Moncloa o la Carrera de San Jerónimo. Sólo de visu, prima facie. Y mucho blabla y dale que te pego a la sinhueso. Talk. Talk. Talk. Hablar y hablar pero las palabras pueden convertirse en golpes de martillo que da el sepulturero para cerrar la caja del muerto. Toc. Toc. Toc.

Se trata de una forma de hacer la guerra de una forma psicológica en plena era nuclear causando el menor número de bajas posibles- y digo bien, el menor número de víctimas- pero a base de un impacto anímico gigantesco poniendo a contribución todo el maquiavelismo porque para los que orquestan estos golpes el fin justifica los medios, de las que son capaces los gobiernos en la sombra. Aquí ya no se mueve nadie. Todos recordamos cuando mataron a Kennedy, cuando voló por los aires el Dodge Dart de Carrero Blanco, cuando Tejero entró en el Congreso pistola en mano y allí estaba José María García radiando el acontecimiento, cuando el hombre llegó a la luna, o se cayeron las torres gemelas, terrorífico espectáculo. De la misma forma, tenemos muy presente la imagen muy nítida y viva de aquellos idus de marzo. España dejó de ser igual: sin ejercito pero con mucha policía. Resignación general y aceptación de los hechos consumados. Se inauguró el tiempo de las supuestas libertades, las relaciones humanas se han vuelto más conflictivas, se abrieron las fronteras y han llegado a España cerca de diez millones de extranjeros, la nueva esclavitud, el “melting pot” hispano en plena ebullición. Barbota la olla social. ¿Explotará?

No obstante, existe la noción generalmente aceptada de que el terrorismo pues no hay mal que por bien no venga ha conjurado de momento el peligro de una conflagración nuclear. Meciéndonos a todos de paso el miedo en el cuerpo.

Recuerdo aquella mañana nítidamente. Dormitaba yo de madrugada de 2004 con la radio encendida y en la duermevela escuchaba la cantinela de la reportera. Leía las noticias una tal Parrilla que era la nieta de mi vecino el guardés, cuando vivíamos en Marqués de Vadillo, de una finca toledana y me preparaba para acudir al ministerio después de seis años de ausencia. Me había llamado la jefa de personal en un tono de ultimátum. Había sido suspendido de empleo pero no de sueldo cuando entraron los del PP y me habían mandado a mi casa. Mi situación laboral y personal era angustiosa y sin respaldos. Yo flotaba entre medias de un limbo.

-I was the dangling man.

Mi vida pingaba del vacío. Un poco más de cuerda y habría acabado en el osario de los suicidas. La Ministra de Cultura era la Hija del Ganadero. Yo me dije qué raro. La víspera había acudido a la Plaza del Rey y encontré aquello patas arriba como si se presintiese el relevo. Todas las encuestas daban por caballo ganador a Aznar pero la atmósfera en Cultura era la de demenagement. Por lo visto la Aguirre a sabiendas de que cesaba tal vez remordiéndola la conciencia quisiera ponerse a bien con Dios y tal vez conmigo. Pero en España un país donde todo es posible y donde todos los gatos son pardos se montan los tinglados de la injusticia, como estos sobre todo en situaciones críticas. Este país es un laberinto. Había movida. Aquel revuelo olía a cuerno quemado. Nunca le perdonaría yo a esa señora que ayer se disfrazó de torera por lo que me hizo. Ella representó el ápice de la persecución de la cual fui objeto. En las alturas flotaba un hongo tóxico y se respiraba un aire letal a pesar de las encuestas. Había sequía y las radios propalaban la angustia de los pantanos vacíos. Se vivían momentos tensos no sólo a causa del clima áspero sino a causa de una campaña de las elecciones generales algo atípica. Pues si no llueve, preparad una rogativa a san Marcos. Hemos sido muy malos y Dios castiga sin piedra ni palo.

Por aquella convocatoria a rendir cuentas tan de súbito y a la agachadiza asumí que en todo aquello había gato encerrado. De lo que iba a ocurrir arriba lo sabían. ¿Servicios secretos? En todo caso no serían los del Cni que andan siempre a la quinta pregunta sino aquellos tipos con gabardina blanca y sonotone que bajaban por la calle de Alcalá la noche del 23F. Eso también yo lo viví. Nunca sabremos la verdad. A fuerza de mucha información nos intoxican.

La voz entrecortada de la becaria Parrilla anunciando el choque de trenes confirmó las sospechas de la conspiración. Todo Madrid era revuelo. Habían llegado corresponsales de todo el mundo y hasta puede que se hubieran fletado aviones ex profeso. ¿Quién había dado el queo?

Todo estaba demasiado en caliente y vivo como para despertar una confusión organizada. Fui entrevistado por una cadena sueca y dije lo que me parecía a mí: no habían sido los moros.

En todo aquello intuí el montaje de una mano negra de un holocausto perfecto. ¿Por quién? Los mismos que lloraban en el duelo fueron los que levantaron la mano contra aquellos pobres conmuters inocentes. La idea no se me ha ido de la cabeza. Durante meses y meses Jiménez los Santos y otros compadres mediáticos no dejaron de atizar la hoguera de la confusión. Se puede desinformar informando por el procedimiento acumulativo. Que si las mochilas, que si las furgonetas, que si los moritos de Lavapies, que si los guardias de la comisaría de Avilés y un tal Trashorras que proporcionó el fulminante sacado de una mina abandonada de Tineo. Largo nos lo fiáis y ahí estaban los del Mundo, Bernstein y Woodward a la española, que querían atar cabos de los hilos invisibles de aquel Watergate castizo, opera bufa, sainete, si no hubieran perecido en el incidente 192 personas quedando maltrechas más de mil, en que también había fontaneros pero, ay, también doscientos muertos sobre la mesa.

Don Pedro Jota padece el síndrome megalómano del Washington Post. Quiere un scoop. Le gustan las negras. Le cogieron en un medio in medias res cuando se lo montaba con una en un prostíbulo. Un cameraman oculto en un armario grabó la escena en toda su lascivia.

Profesionalmente me parece un periodista ridículo porque España no es América pero va por la vida con complejo de numen divino de la información. Total un lío. Los españoles tuvimos nuestro 11S en aquel 11M y las cosas siguen sin aclararse. Un crimen perfecto. Demasiados alibis y demasiadas coartadas inextricables. Yo tengo mi propia teoría y la expliqué ante los corresponsales suecos. Entoné un réquiem en los altares y velatorios que se alzaron en la calle. Uno de Euskaltelevista que no escuchaba aquel kyrie desde hace mucho tiempo quedó sorprendido de la solercia y concento con que entoné aquel gorigori en latín y por toda respuesta le dije que yo había sido cura. Me vieron en la tele mucha gente. Hoy el crimen sigue sin resolverse. Ni creo que se resolverá jamás. Estamos en manos de quienes estamos. Y el que manda, manda. También en la información.