LOS CUARENTA SOLDADOS MÁRTIRES EN EL LAGO
HELADO PATRONOS DE ARMENIA
A la hora del desayuno nos leíoan el martirologio
romano. Aquel seminarista de Valdesimonte abría un libro grande de pastas rojas
y proclamaba a los que en defensa de la fe recibieron la corona del martirio. El
diez de marzo de hace ya más de medio siglo nevaba en Segovia y Valdesimonte
con su voz potente e impostada que no necesitaba micro nos hizo la relación del
pequeño Melitón un niño de pocos años que se dirigió al lago helado donde cuarenta
soldados de una de las legiones del emperador Domiciano habían sido encerrados
por rechazar ofrecer incienso a los dioses. El suplicio era terrible y digna de
la crueldad de un romano.
Uno de
los milites aterido de frío, no soportó el suplicio; entonces el centinela que
los vigilaba vio en el cielo una corona de laurel y en medio de una nube
apareció Jesucristo triunfante. Conque se unió a la cohorte en sustitución del
compañero que chaqueteó. La madre del niño Melitón daba voces alentándoles a
todos exhortándoles a perseverar. El laconismo y la concisión con que se
relataban estos hechos en aquel libro escrito en griego en latín y en
castellano quedó en mi grabado para siempre. Era algo fabuloso e increíble pero
la fe supera cualquier duda. Desde entonces he ido por los caminos del mundo recordando
a aquellos legionarios romanos que aguantaron la nieve y el hielo por amor del
Crucificado. ¿Qué importa que se nos caiga la moca en medio de la cellisca? Soy
un liberal e incluso libertario en cuestiones seculares el mundo cambia con el
progreso pero hay cosas inamovibles como la liturgia el acerbo de la fe los
dioses oscuros y los dioses diáfanos. Mis pies se mancharon de barro conocí el
hielo y el desamor de la vida misma pecador de mí pero la grandeza de los que
confesaron su esperanza en el evangelio y por ella dieron su vida me vuelve inmutable.
"De nimis non curat praetor" decían los licurgos de la vieja
Roma. Pelillos a la mar. Que si el papa que si el cisma que divide a Bizancio. No
hay que preocuparse de nimiedades ni hacer caso a los vaivenes de la política y
la mezquindad de muchos hombres. En cierto sentido soy un mártir de la fe
porque navego contra corriente y me encomiendo a san Melitón patrono de
Armenia. Los cuarenta del lago helado anticiparon el holocausto del gran pueblo
armenio a principios del pasado siglo cuando fueron aniquilados por el turco. Sueño
en el vino armenio y en la nueve blanca del monte Erbus allá donde posó el arca
de Noé tras el diluvio universal. Ellos son la tribu perdida de Israel. Este pensamiento
me ayuda a portar mi cruz. l
LOS cuaranta pertenecíann a la Legio XII "Fulminea", recibieron la corona del martirio el año 342 imperando Domiciano
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