2021-10-11

 

POR EL CAMINO DE SANTIAGO

 

 

 A PERRO VIEJO NO HAY TUSTUS PERO AUN VALEMOS ALGO

 

 

Antonio Parra

 

Con el Calixtino por libro de cabecera, guía y vademécum de peregrinaciones, un legajo del siglo XII escrito por un tal Américo Picaud, un gabacho que ya nos pone de vuelta y media a los españoles esgrimiendo los antecedentes que esboza la picaresca sobre buen pueblo pero mala gente que dijo el otro cuando se topó con los muros de Benavente (escopeta nacional y España sin españoles sería el paraíso terrenal), mi amigo don Xanti y yo nos hemos echado a los caminos, bordón en la diestra, nuestras recias botas, nuestros buenos peales, buenos propósitos y mejores resoluciones en el alma que pecadores fuimos y pecadores somos. El vino que no falte. Y el breviario de antes de la nueva reforma también iba en la mochila. Para espantar el diablo que no deja de enredar incluso en las soledades cantábamos en latín los maitines y laúdes a la aurora con el preciso himno monacal de “Iam lucis”, la tercia antes de la siesta, vísperas con el primer rayo del crepúsculo y completas al entrelubricán somnoliento. Nos lo pasamos bomba.  Damos grandes rodeos al pisar las ciudades pero los viejos lugares de la Transcantábrica posábamos en veneración. Esquivábamos las carreteras y los farolillos rojos de los puticlubs que animan las cálidas noches agosteñas, cabe el arcén de las autovías, los apartábamos con un vade retro. A estas edades no es para que te den una medalla de condecoración si no te llama la atención la jodienda. A perro viejo no hay tustús. ¡Oh pecadores de la nueva Babilonia!

En una localidad del camino cantamos la  Passio a dúo al pie de un Santo Cristo milagroso y lo hicimos con tanta unción, mi buen Xantipa de grave y yo atacando los agudos del cronista que narra los acontecimientos en la noche del Jueves Santo, un diácono ruso se nos agregó y bordaba los bajos del repertorio de Palestrina, que el cura y algunas beatas nos invitaron a chocolates con churros. Grande es nuestra fe y grande es España por más que me pongan como un trapo.

-Eso no tiene enmienda. A otra cosa mariposa.

Y dijo el Marquillos de Obregón y es a lo que iba pues no puedo desenredar ese enredijo de misterio que me hace tirarme al monte, claro, o buscar el refugio de las tabernas, pues la frase forma parte del laberinto en el que estamos inmersos:

Si eres por ventura español donde quiera que llegues has de ser mal recibido aunque te pongan buena cara. Que aquesa ventaja hacemos a los nacionales del mundo ser aborrecidos de todos; cuya sea la culpa yo no lo sé.

Ni yo tampoco pero vengo empapado del rocío de las veredas, con la música de algún malvís entre las orejas, el rumor del agua cerca de las cárcavas,  la visión edénica de los gollizos y cuchillares, restos de antiguos glaciares que alfombran la manta de los montes de la Robla, el silencio edénico de los castañares ocultos entre las sierras, los cristos rotos y las imágenes venerandas de santos arrumbados que esperan en las iglesias cerradas a cal y canto, el tañer del cimbelillo en las ermitas del monte que a veces nos parecían tocar solas y nos parecía milagro no sé por qué, el donaire de algunas mesoneras que no niegan una sonrisa y un vaso de agua al peregrino, la borrina de los puertos, suspiros de tul en el paisaje de encaje, o el sonido isócrono de las olas sobre la mar de Vegadeo. O los ecos del canto de una salve al atardecer en alguna aldea perdida del Bierzo. O la armonía de la catedral de Santiago que dicen que el que llega allí por primera vez  se transforma; si está triste se alegra y, si enfermo, cura de toditas todas, y si nervioso le penetra en el alma una calma infinita que trastoca el hervor diabólico, el tráfago luciferino de la ciudad hediendo a azufre y a exhausto de tubo de escape. Transpuesto el monte de Gozo, es cosa digna de mención que parece que se te alegran los pies y dejan de protestar como en algún tranco de la ruta en que estuvimos a punto de tirar la toalla. Gracias al vino que es sangre de Cristo y la fe. Toda esa belleza y dolor que trajo al mundo el cristianismo y que para mí sigue siendo la religión alegre y verdadera diga lo que diga don Haro Tecglén. Tachín tachén. Áteme esa mosca por el raro. Y luego en la catedral compostelana estaban los paneles que mezclan el cielo con la tierra del Pórtico de la Gloria. La perfecta caja acústica de la ortofonía con que fueran diseñadas las bóvedas. El canto llano que ensalza con salmos acompañantes el movimiento pendular del botafumeiro. Los miembros cansados, el rostro contento.

 ¿Habremos conseguido la gran perdonanza? No lo sé ni tampoco me importa mucho. Se hace camino al andar y es más importante  Hemos ido por las ranuras de la puerta estrecha pero aquí hemos vuelto con nuevos bríos y con fuerzas de refresco.

No hay no puede haberlo país más bello en la tierra. En mi zurrón, yo hubiera querido meter en mi zurrón de peregrino tanta hermosura. No me cabía  tanto amor en las alforjas. Al volver de Compostela regresaba ligerito y casi repartiendo besos.

-Oye a ver qué hacemos.

-Vamos de correría.

-¿De correría sin la guardia civil?

-De romeros camino de Compostela. A misa no voy porque estoy cojo pero a la taberna poquito a poco.

-Alguna vez habrá que compaginar la religión y la diversión y con esa idea fija en la mente hicimos la salva de los andantes. Una hogaza de pan tierno, algunos torreznos y tajadillas de la olla que saben a gloria en pleno campo y algún  que otro laustibideo con un par de besos al jarro. Y de hoy en un año que el Dios nos conserve en paz y buenos

-Qui multo peregrinanntur paulo minus santificantur (mucho peregrinar y santificarse poco.

-Eso es el del Kempis. Imitación de Cristo. Pero aquel monje flamenco dice que luego se suicidó o que murió mal y por eso no lo canonizaron aunque gracias a su libro- admirable poder de la literatura que una cosa es predicar y otra dar trigo- canonizaron a muchos. Ya ve usted lo que son las cosas. Ese librillo es una fábrica de santos aunque con un poco de oscurantismo, un si es no es misoneísta y sobre todo quietista. Hoy si viviera el anónimo autor lo escribiría de otra forma. En la actualidad los émulos del evangelista actúan de otra forma pero se sigue el modelo copiando. Cristo alfa y omega hoy ayer y siempre. Y lo demuestra el hecho de que siga habiendo tantos crucificados y tantos crucifijos incluso en el canalillo del tetamen de Prosperina. Las nuevas chulas se colocan el símbolo al pecho que no saben lo que es pero que en el fondo las debe de proteger en medio de la hoguera de sus vanidades. Que les sienta como un tiro a tanta paganía.

-Cruz al revés.

-No creo que llegue a tanto. Es la puñetera coquetería. Ya sabe usted que si tres son los peligros del alma mundo, demonio y carne, las mujeres agregan otro que las pierde: el buen parecer. Pero yo quería volver a la Imitación pues de niño lo repasé cien veces.

-No me vaya usía a salir con toda una teología de la peregrinación que ya sabemos por donde va y los sabuesos de la información o de la inquisición andan peinando las Web en pesquisas de sospecha y si con barbas san Antón y si no la Purísima Concepción. Hechos. Y nada de dichos. Facta non verba que dijo el clásico. Cíñase a la banda.

Pues eso mismo. Salimos don Xanti y yo- su nombre de pila es Xantipa- un hermoso día de la transfiguración después de llevarle laureles  a san Salvador cuya talla se venera desde hace siglos en un rincón junto a uno de las responsiones del lado de la epístola en la catedral ovetense. Allí es un día grande el 6 de Agosto y cumplimos la promesa del viejo rito de llevar el ramo y colocarlo a los pies de la imagen en la peana. El que a Santiago va y no visita San Salvador por honrar al siervo se olvida del Señor.  Y tanto.

Por eso, muchos a Oviedo lo llevamos en el corazón. Es la ciudad de siempre, nuestro “oppidum” anímico, un refrigerio de cortesía y de elegancia, oasis en el desierto intelectual que nos aqueja, punto de fuga, venero de dichas y de desdichas, memorial de recuerdos, unos buenos y otros no tanto. Oviedín del alma, sombra de la aceitera donde don Fermín enfilaba su catalejo, plaza del Fontán y fachada de san Isidoro donde jugaba a la pelota Tigre Juan. El cuerpo podrá salir de tus recintos sagrados pero el alma jamás te abandonará. ¿Oviedo? ¡Presente!

A mí me nacieron en Segovia de la misma manera que a Clarín lo parió su madre en Zamora por una casualidad pero es – omnium consensu- que yo me he vuelto pixuetu hasta las cachas y hasta lo dice mi forma de parlar y de expresarme con giros y expresiones de la antigua fabla jovial. Dejamos la Argañosa y el roquedo del Padrún a un lado y a la vera del Nalón río matriz de las Españas con un descansín en Mieres del Camino para yantar dimos vista tras largo trajín a los airosos muros de Santa Cristina de Lena en lo alto de un mogote que fue para los primitivos asturcones monte sagrado  al que escoltan rodales de castaños y un buen manto de abedules de copas esquemáticas y tronco albar.

Dios debiose de echar siesta en el paraíso antes de venirse a fundar por aquí estas encartaciones donde los horizontes son sublimes, buen refugio para el que venga huyendo del moro, o de la quema y quiera vivir a escondido. El oratorio de Santa Cristina joya embelesada del ramirense reina señero en el horizonte. Es la llave de los puertos.

Sacha, nuestro ruso y del que hablaré más adelante hizo la genuflexión prosternada según el rito bizantino ante el altar de la santa. Estaba abierta la ermita  y delante del iconostasio, en pié, como mandan los cánones, entonamos el Akathistos el más antiguo himno a la Madre de Dios que se conoce. Como se nos había olvidado el griego a Xanti y a mí que también estuvo conmigo en el seminario de Comillas, lo tarareábamos dejando que el diácono ruso llevase la voz cantante. Respondíamos a la plegaria con el radesti (alégrate) cuando el oficiante concluía una de las veintitantas estrofas. Ora pro nobis.

Fue emocionante y como se nos hizo de noche allí mismo en aquel Tabor de veneración  de la vieja España cristiana tiramos la boina y acampamos la noche, para, al alba, con el sol ya en las bardas de Campomanes, acometimos la recia subida al Pallares que no es grano de anís.

-Antoñito mucho te pesan las arrobas.

-Más me pesan mis pesares por mis pecados.

-Pero estás aun hecho un recental. Tira palante.

El bordón, la capa de límiste o paño de Segovia de color amusto (pardo), el sombrero capón en son de penitencia, la calabaza que yo sustituí por una cantimplora militar que me legara mi pobre padre recuerdo de los campamentos y las maniobras y todos los arreos del peregrinaje debían de ser un curioso espectáculo para los que pasaban por aquellas soledades. Estampa curiosa que no pertenecía al tiempo del ordenata y del móvil.

Los pueblos están casi desiertos, las casas deshabitadas. Ya no quedan niños y probinos los viellos no pueden ni tenerse pero alguna abuela salió a la puerta para saludarnos deseándonos buen viaje.

-Vayan con Dios

-Y que Él a usted la  acompañe, hermana.

Hace treinta años hubiésemos sido un espectáculo y hubiéramos arrastrado tras nos a una recua de rapaces saliéndonos al camino a pedirnos una estampa o una perra para caramelos.

El peligro de los romeros jacobeos eran los canes. Ahora es la velocidad y hay que hacerse a la cuneta no te lleve por delante un treinta ruedas. Algunos camioneros saludaban con deferencia y otros con compasión al vernos vestidos de aquellos capisayos pasados de moda. Una malos pelos y la cara pintada de daifa que por lo que dijo nada amistoso llamándonos cabrones y del pepe por la ventanilla:

-Relicarios, tenéis más moral que el Alcoyano.

Era una rubia de bote y a mí quedaron ganas de retrucar lo del bueno de Jimmy que ya se sabe rubia de bote el chocho morenote por no caer en su misma falta de decoro y devolverla el corte de manga.

-Andididiai.

Otro motorista nos hizo el signo cabruno. Por lo visto le irritaba nuestra cruz de palo al pecho, la calabaza, la ristra de veneras y la esclavina penitente. Nosotros respondiendo bien por mal contestábamos con el signo apotrocaico o señal de la cruz que es aval de paz, de reconciliación y de volver la otra mejilla. En fin que parecíamos unas antiguallas en este siglo de vórtices y de telediarios para perder el resuello. Les da corte nuestra presencia. Nos persignamos. El paisaje era de auténtico cuento de hadas. Los pueblos de la derecha reclinados sobre el vértigo de la montaña parecían figurillas de un belén. Tanta hermosura quitaba la respiración.

Abandonamos morriñosos Asturias pero respirando a pleno pulmón el aire limpio de las cumbres. Don Xanti que anda un poco frayau con lo del azúcar perdía huelgo en algunos recuestos y hubo que parar varias veces hasta coronar el alto.

Arbás, arriba de las revueltas de Pajares, vino a darnos las tardes. Es también un emplazamiento producto de alguna nuncupativo a Júpiter pues los romanos sabían donde alzar sus piedras y prueba de ello es que en todos los lugares elegidos por ellos uno se siente siempre a gusto. Eran los arva o campos. En este emplazamiento mágico y magnífico se establecieron los cistercienses. Era el primer monasterio de las Monas o Nonas, nueve en total que abrían el paso a los límites astures como un cordón de oración y de trabajo. Fue una de las fundaciones más antiguas de los bernardos. El sitio le encantaba a Menéndez y Pidal, oriundo de Pajares, y todos los veranos se perdía por aquí.

Pero de estos extremos, así como de otros, sobre qué hacíamos tres sexagenarios locos embarcados en la aventura del Jacobeo así como de quien eran mis misteriosos acompañantes, un cura corito al que le habían quitado las letras dimisorias por darle al cristal y un diacono ruso que no sabemos de donde había salido se lo contaré en la próxima entrega, si Dios me guarda alguna semaneja más, sobre mis andanzas por el camino de Santiago, y si vuesas mercedes me dan gracia y un poquito de su paciencia. Por el momento, vale. De regreso saludo a mis lectores que a buen seguro no me habrán echado de menos pero de algo hay que morir y algo habrá que escribir y más se perdió en Cuba y regresaron cantando.  Vueltos a la faena, la verdad es que te añoraba, Madrid, que ya no te quedas sin gente sino más llena a rebosar. Pues antes que te olvide, Virgen de Atocha, se secará la fuente de la alcachofa, que decía  Luis Candelas que tampoco vivir muy lejos de la Mariblanca y fue allí donde le apiolaron.

Viene usted hoy de una euforia que lo tira.

 Pues sí la verdad es que no me puedo quejar de la vida.  Parezco un buque de guerra dispuesto al combate.

 Hombre, no creo que esto sea la guerra

  

 

 

Me estoy temiendo la fecha de 2009 por algo que diré ayuso  con motivo de la llegada masiva de las pateras y el libro de las grandes reivindicaciones históricas que algunos dedos malignos abren hacia atrás y con tal de causar el mayor daño, con ánimo de injuria y grave daño moral, y de escupirnos en la sopa. Reivindicarán estos la memoria de Miramamolín y los intelectuales del pesebre se entregarán a la disipación y lucubración inteligente sobre el regreso de la algara. Esto de la alianza de civilizaciones no es más que un pretexto para execrar nuestro pasado y volvernos las mangas del revés. Los  moros tuvieron que partir porque, vencidos en el campo de batalla, no quisieron aceptar nuestras reglas. Sencillamente no se adaptaron y picados de su orgullo se mofaron de los usos y costumbres. Han pasado cuatro siglos y seguimos en las mismas.

 Fray Hernando de Talavera a raíz de la toma de Granadas fue encargado por los Reyes Católicos de predicarles el Evangelio, tratarles benigno y con tolerancia pero los imanes reían en las propias barbas del arzobispo y confesor de la reina santa o se limpiaban el culo con las páginas de Marcos y Lucas. Total que siguieron aferrados a sus costumbres y practicando el bandolerismo. Tuvo que venir Cisneros, más drástico y puño de hierro en guante de seda pero menos contemporizador, y devolver el ten con ten haciendo con el Alcorán en la plaza pública una almenara. Lo que ha ocurrido el 7J testimonia que por desgracia el islam aunque predique la paz con la boca pequeña en el fondo es una preceptiva de guerra. Alá es grande. Este grito que entona el almuédano todos los días cinco veces desde lo alto del minarete es una convocatoria en verdad a la yihad.

¿Tendrá que volver a meterlos en vereda don Juan de Austria?

Triste realidad que a los españoles ocho siglos de continuo batallar lo refrenda pero aquí no se quiere ver la realidad, nos  venden humo y lo compramos a toneladas (ay si el humo gravara) con eso de la alianza de las civilizaciones, todo un invento que les sirve a los hijos del Imperio Dañado de antídoto o de pretexto para reconquistar la promisión mientras que para el Occidente será todo una triaca que acusará sus efectos mortíferos no tardando mucho. Nos dan belladona y la ingerimos por esa boquita como si fuese tila o hierba maría luisa. Hemos metido el enemigo en casa y estamos incubando los virus deletéreos que acabarán con nuestro organismo. Lo de esos chicos paquistaníes del Yorkshire y tan británicos que uno vendía fishandchips corrobora tal presunción. Y aquí cuando las morerías tan populosas como las de Barcelona, Valencia, Madrid o el Viejo Reino de Aragón y nada digamos de Murcia porque esta gente no ha venido  a ciegas sino guiados por sus consuetas que les han apuntado el papel de vengadores de Boabdil, la emprendan a hostias con ese furor ciego, ese fanatismo que los caracteriza, veremos grandes motines y convulsiones interétnicas. La secuencia de bombas y atentados terroristas no ha hecho sino comenzar.

-No hay que olvidar tampoco lo que pasa en Yugoslavia.

-Ni en el Bronx.

Esto del melting pot va a causar a nuestros nietos más de un dolor de cabeza. El mestizaje que practicaron los españoles en América, nunca los ingleses ni los alemanes protestantes, fue uno de los regalos del catolicismo a la cristiandad pero está visto y comprobado que sin la cohesión de los lazos  religiosos esto de la mezcla de razas es un wishful thinking... la religión y de ahí religare es lo que más ata y vincula al persona pero los españoles nunca estuvimos tan desvinculados.

Me temo que el 1609 se convierta en una gran vendetta contra el rumbo y el perfil de uno de los aspectos más señeros de la historia: el triunfo de la fe evangélica. Vendrán los comisarios y farautes de los poderes oscuros e intentarán transformarla en el watershed de 1492. Al fin y al cabo todos sabemos que moros y judíos en España siempre se en tendieron bajo cuerda y de hecho Rabat es un gran bastión sefardí. Y ambas creencias participan del mismo odio a la Cruz. Por eso dentro de cuatro años nos invadirán los estudios, monografías, simposia y seminarios acerca de la morisma. A Isabel la Católica que es para los castellanos como nuestra reina madre la volverán a poner a caldo y decir que era una guarra. Ya nos conocemos. ¿Quién erigirá y pondrá de nuevo en su sitio el pendón de nuestros mayores? ¿Quién se prosternará ante la cruz alzada? ¿Cuándo resucitará España? La están repoblando de etnias diversas metiendo en la piel de toro gente a mogollón y haciendo un barrido de memoria de cara a 1609. Es la hora de las tinieblas. Aleve y a la agachadiza pues aquí el pueblo no nos enteramos de nada a través de los surcos oscuros menea sus infames albarcas el sembrador de cizaña.

En ese cantoral se conmemora la expulsión de los moriscos por Felipe III. Ayer una alaroza en el autobús, sayas y mantillas, el velo de los pudores sobre la cabeza, yihlah, y móvil último modelo, me miró con odio, un odio viejo africano. Los ojos de esta muchacha no transmitían curiosidad o coquetería femenil sino revancha. A su manera iba pidiendo guerra. Pedía la mano que le quitara tanto refajos. De la misma manera que muchas esas madrileñas del todo destocadas que nos vienen haciendo un calvo desde sus levis que por detrás allá donde la espalda pierde su casto nombre, descubren el canalillo de la rabadilla y por delante los dulces y amenos recovecos que descienden al monte de Venus. ¿Qué metemos al pájaro en el infierno, niña? Oiga se está pasando usted tres pueblos.

Debía de haberse dado cuenta de mi vista pesquisidora anterior porque dicen que la cara es espejo del alma y yo soy incapaz de engañar y mi rostro debió de expresar involuntariamente la sorpresa del contraste. Mientras las españolas van medio desnudas con esos vaqueros ajustados que abrochan muy por bajo la cintura y dejan al aire el glúteo, nos fotografían el canal de la rabadilla allá por donde la espalda pierde su honesto nombre, insinuando por delante las montuosidades pilosas de la zona púbica., Las tapadas erre que erre  en su numantinismo talar. Son muy suyas estas jarifas.

-Parece que las viste una modista enemiga.

 -Quiá. Estas no van a la moda y gastan poco en ropa.

La insolencia y el gesto de desafío de la morita a mí me dio que pensar y es para que muchos políticos se llamaran a andana  contrasta con la indiferencia y suavidad de nuestras cristianas que salen a la calle prácticamente en taparrabos. Con sus abuelas eso no pasaba. En la Castilla profunda y hasta en Baleares que es más morisca todavía se tapaba a la hembra de los pies a la cabeza.

Mahoma que era un lascivo sabía sin embargo lo que se hacía pues en el juego amoroso loo que se guarda resulta más provocativo que lo que se ofrece al amante. El cristianismo que viene de Roma y de su pasión por el desnudo adora a un Dios crucificado que deja patente bien su humanidad viril velada por un paño de pudores. Toda una lección. Pero nuestros abuelos renunciando a los usos y costumbres quisieron también encerrar a sus mujeres y recatarla y aprendieron la costumbre de los musulmanes de celar la hembra.  Y tanto la celamos y guardamos con siete llaves que de ahí nos vino el renombre de celosos Yo he visto ir en mi pueblo ir a misa a las tapadas. Si se encontraban camino de la iglesia con un hombre que no fuese su marido tenían que hacer la vista gorda.

-Ni tanto ni tan calvo.

   -Pues sí.

   -¿Me permite que le cante una copla de Segovia?

    -¡Mientras no estorbe!

 

    -Allá va:

               Arriba abajo /que a mi novia le he visto el refajo/ abajo arriba que a mi novia le he visto la liga

           Es una  vieja canción mozárabe como lo era el “Me casó mi madre” donde se capta esa doble moral, ese sentido ambiguo de la gente fronteriza.

 Estoy  por cantársela a la alaroza en el autobús de Brunete, que de tanto resayo como lleva en el cuerpo va provocativa y a lo mejor  me entendería. Además hoy me voy de v vacaciones y me importa todo un cojón de Mahoma. Donde las dan las toman. Sí señor.

CRONICA GENERAL: LOOR DE ESPAÑA

 

Antonio Parra

 

He leído los interesantes y emotivos trabajos de mi vecino de página, Félix Arbolí (cada uno tiene su estilo y su manera de hacer y al que Dios se lo dio san Pedro se la bendiga) y he pensado que para los que sentimos el periodismo y vibramos – a veces demasiado- con la palabra este tiempo y esta Web no pueden ser más interesantes. Gracias, José Luis Navas. Los que nos hemos pasado la vida haciendo un periodismo objetivo y estamos un tanto cansados de atenernos a las tres famosas seis W anglosajonas (who, whom, where. what, why, when) de las escuelas de periodismo nos desquitamos con esta visión personalísima del mundo que debe de llegar con los años y es un poco fruto de la edad provecta.

 El egotismo se ha instalado en nuestras vidas. Para eso a los viejos reporteros nos han hecho columnistas y columnista, egotista; acaso en igual medida que lo de “traduttore traitore” o traductor traidor de los italianos. Mas, esto de escribir aparte de un acto de reconciliación con el mundo es como rendir culto a nuestro amor de juventud. Las palabras no envejecen de la misma forma que el buen amor no muere jamás. Ahora bien que cada palo aguante su vela. Uno no es nada untuoso, arrastra una visión satírica de la existencia y a veces caigo en la tentación de dar leña. Un resabio del mundo escolástico de mi juventud. Nadie más ardoroso y vehemente que un clérigo cuando se encastilla en una tesis teológica. Pronto llegan los argumentos ad hominem o los palos; y los circunspectos dómines se llaman de todo. A jesuitas y dominicos les he visto yo en Comillas andar a mamporros por una simple coma o la conjunción copulativa de un silogismo.

 De lo que nadie debe de dudar es de nuestro amor a España, nuestra adscripción plena a la Iglesia y a esa fe que recibimos en la pila bautismal y de nuestra pasión por la verdad o lo que a nosotros nos parece la verdad, caiga quien caiga. ¡Bendito sea Dios! Por mucho que nos desmelenemos el cacúmen, creo que ninguno de nosotros, pobres plumíferos agitados en el egotismo agraz y torcaz, sería capaz de escribir una página tan hermosa y tan limpia como la  que extraigo de la crónica general de Alfonso X el Sabio:

“Pues esta España que dezimos, tal como el paraíso de Dios, ca riégase de cinco ríos caudales que son el Ebro, Duero, tajo. Guadalquivir, Guadiana, cada uno dellos tiene entre sí et ell otro grandes montañas; e los valles et los llanos son grandes e anchos, et por la bondad de la tierra et ell humor de los ríos llevan muchos frutos abondados (abundantes)… España es abondada de mieses, deleitosa de fructas, viciosa (llena) de pescados, sabrosa de leche de todas las cosas que della fazen; lana, venados, caza, cubierta de ganados, lozana de caballos, provechosa de mulos, segura et bien bastida de castiellos, holgada de buenos vinos de abundamiento de pan, rica de metales... briosa de sirgo y cuanto se faze dél, dulce de miel y de azúcar, alumbrada de cera, cumplia de óleo, alegre de azafrán. España, sobre todas, es engañosa, atrevida y sobre mucho esforzada en lid, ligera en afán, leal al señor, afincada en estudio, paladina en palabra, cumplida de todo bien. No hay tierra en el mundo que se le asemeje en abundancia, nin se iguale ninguna a ella en fortalezas et pocas ha en el mundo tan grandes como ella. España sobre todas es adelantada en grandeza et más que todas preciada en lealtad. ¡Ay España. No hay lengua ni ingenio que pueda contar tu bien!… Pues este regno tan noble, tan rico, tan honrado, fue derruido et estragado en una arremetida de desavenencia de los de la tierra que tornaron sus espaldas en sí mismos unos contra otros, así como si les faltasen enemigos; et perdieron allí todos, ca todas las ciudades de España fueron presas de los moros et quebrantadas et destruidas a manos de sus enemigos”

Poéticas palabras del buen Rey Sabio que nos debieran hacer reflexionar en esta solazada mañana de pascua. Una maravillosa prosa que nos invita a la meditación. Entre nosotros el guerracivilismo como denuncia este texto inigualable y profético es rémora antigua. Yo se lo pasaría por el pico a los lendakaris, ibarreches, a los del bloque BNG, a los separatistas mallorquines, catalanes y valencianos, a los cantonalistas del viva Cartagena este pasaje escrito por un rey que escribió en gallego enxeibre las Cantigas allá por el siglo XIV y se puso manos a la obra en romance cuando quiso anunciar a sus súbditos algo de más monto y sustancia. Considero un privilegio rescatarlo de su descatalogamiento y poder colgarlo aquí. Reflexionen, hermanos. Se nos va la fuerza por la boca. Inmersos en  nuestras discusiones bizantinas, el enemigo vuelve a rondar la plaza. Y éste nos divide con fruslerías y disquisiciones inanes sobre si serán galgos o podencos. Importa más que nunca España. El futuro de España. Unámonos. Que la unión hace la fuerza. Un consejo de nuestro gran Rey Sabio.

 

 

LAS CONTRADICCIONES DE TOLSTOI

 

Antonio Parra

 

Tolstoi es el genio egocéntrico alternante contradictorio en cuya persona se alcanza la cima en literatura rusa y acaso también de la novelística de todos los tiempos. Los periodos de fervor religioso los alterna con visitas esporádicas a casas de tolerancia o yaciendo en plan aquí te pillo aquí te mato con las mujeres de sus siervos por lo cual se crea en su espíritu un ridículo complejo de culpa que le conduce a la actitud de poses beatonas y compungidas. Parece que toda su vida estuvo prendiendo una vela a dios y otra al demonio. Todo lo anota.

 Es un autor que suele dejar poco en el tintero pues sabe mejor que nadie escribir largo sin caer en el solecismo farragoso ni en el tópico. Todo lo rumia. Es el típico literato que se autoflagela sin que los hechos y aconteceres de su peripecia vital lo apabullen. Conoce el secreto para sacar la cabeza a flote en medio del torbellino. De su particular autoflagelación salen cuentos y novelas y en su afán de introspección guarda analogías con Fran Kafka. Se entusiasma con el evangelio de San Mateo y con Rousseau. Brujulea entre los fervorines místicos, la lascivia y el complejo de culpa. Sus prosas de exaltación evangélica hasta pudieran resultar nihilistas. Es un iconoclasta a la vez que un esmerado pintor de iconos.

 En sus escritos surgen los cantos de alabanza jamás escuchados hacia la persona de Jesús compaginadas con diatribas hacia los popes y hacia la iglesia estamental. Dice cosas muy crudas y acaso exageradas de la Ortodoxia denominándola lugar sin más alma que el vacío de una mascara. No es un escritor divino a lo Dostoievski de cuya profundidad carece. Vividor y realista, su tinglado se monta de tejas abajo. El más allá le preocupa menos que el dolor y el sufrimiento del ser humano como ser para la muerte. Su religiosidad se convierte así en filantropía. De modo que resulta el más humano y compasivo de los escritores.

Si de tarde en tarde se mofa de Iván Turgeneff y con Turgeneff de toda la escuela occidentalita de Petrogrado, mentores de la idea del cambio y propulsores de la democracia decabrista, Tolstoi se siente desconcertado cuando llega a Londres “una ciudad de autómatas” en la que se percibe la decadencia y el egoísmo de occidente donde todo es tan frío o en Paris donde se indigna ante los despojos de Napoleón el insolente genio de la guerra. Veía en Bonaparte un precursor maligno de Hitler y no toma partido Tolstoi ni por los zapadnietski o defensores de la occidentalización rusa ni de los raskolniki mentores a ultranza del nacionalismo cósmico y de la idea mesiánica de la Santa Rusia.

 El 3 de marzo de 1861 cuando el zar proclama la manumisión de los siervos anota Tolstoi en su diario la grandeza del acontecimiento tan trascendental para los destinos de su patria. Dicho amor y deferencia para con los humildes no obsta para que continúe conservando sus maneras aristócratas de barin rural que con frecuencia utiliza el knyt (látigo) para golpear a los criados perezosos. Cuando era oficial en Sebastopol a su ordenanza también le mide las costillas por el menor pretexto con frecuencia para desahogar su frustración. Tolstoi de baja estatura (media un metro setenta) era sin embargo muy forzudo. Idealista puro y siempre saliendo en defensa de los ideales y aspiraciones más nobles en su vida privada, según sus biógrafos se, distinguía por la tacañería. Contaba hasta la última copeca.

 Y sin embargo gran jugador era capaz de gastarse un millón de rublos a la ruleta durante una sola noche. Carecía de sentido de la medida. Él era grande como su obra misma. No tiene moldes. El conde Tolstoi es occidentalita y rusófilo según que racha o qué viento sople. El mayor de los escritores rusos no pertenece a Rusia ni a sí mismo. Pertenece al alma humana. En su trascendencia se muestra universal. Puede defender con entusiasmo el valor eterno de la literatura sin las contaminaciones espurias de la política para mejorar la vía de conocimiento hacia las verdades inmutables del ser humano.

 Huye del mundo, se refugia  en su hacienda, en su dacha, pero tampoco puede vivir sin la comunicación de las gentes. Es un filántropo  un propedéutico y un pedagogo y al mismo tiempo dentro de su aura de misticismo flota un ambiente diabólico. Su conocimiento se acerca a las verdades inmutables del alma humana pero con frecuencia reniega de su afán esteticista, sale de su torre de marfil y huye a los prostíbulos y las tabernas. Pero también existe otro Tolstoi político que redacta manifiestos que asume posturas y escribe cartas de protesta al zar o libelos a favor de la manumisión de los siervos. Redacta pancartas contra la guerra.

Son interesantes asimismo sus relaciones con Turgeneff al que maltrata de palabrea y de obra llegándole a desafiar a duelo, que nunca se celebró. A pesar de que el autor de Humo fue el que introdujo a Tolstoi en el mundo literario de Petrogrado. Semejante desafección habla de una cierta mezquindad por parte del genio aunque bien puede ser que sus altercados fuesen resultantes no más que de sus celos. Celos literarios. Pasó algún tiempo en una comuna y de hecho fue uno de los primeros autores comunistas que se adelanta a Karl Marx y a los rabinistas ingleses con el evangelio en la mano, lo que implica una crítica demoledora de los principios de la iglesia establecida, pero no es capaz de arrogar los usos y costumbres, hez del decadente occidente, que con la pluma fustigaba pero a los que se abrazaba en la vida real.

Le roía la pasión del naipe. En su vida privada resulta un pedagogo y un inmoralista a la vez.  Magnánimo y cicatero frecuentador de ventorros y lupanares que sabe a la vez desenvolverse como pez en el agua en los ambientes come il faut de los salones peterburgueses. Es sátiro y fauno a la vez que manso galán enamorado y elegante autor de erotismo platónico. Estas son sus contradicciones. En él aletea el espíritu de la objeción. El arte es un perpetuo contraste, un unda maris que carece de ética como la propia historia donde la noción del bien y el mal se pierde en un laberinto de calles sin nombre que vive en perpetua contradanza. Son los movientes de sístole y diástole en los que se teje toda crónica.

 El novelista experimenta  lo mismo que San Pablo del aguijón de la concupiscencia. Hace penitencia, se reprocha a sí propio su liviandad, formula buenos propósitos y establece un esquema de enmienda un plan de vida, pero vuelve a caer. Sus intenciones se desbaratan en un minuto nada más toparse con un bello palmito o con unas garbosas caderas femeninas moviéndose con contundencia. Dijo Lev Tolstoi que el arte es una hermosa mentira una visión espectral que interpone ante nosotros el diablo para que nos dejemos seducir. Menudean entradas en su diario con llamadas al propósito de la enmienda. Anuncia con frecuencia que dejara la literatura para dedicarse a peregrinar y que va a romper su compromiso con las letras pero un poco más adelante este minucioso memorialista dice todo lo contrario.

 Al autor de Ana Karenina el aguijón de emborronar papel le acucia hasta los últimos días de su existencia. Murió a los 82 años después de un berrinche con su mujer en la sala de espera de una estación de ferrocarril en el sector de Astapovo. Huía de los libros y del mal genio de su esposa; fue un vejador eminente este gran conocedor de la condición femenina. Y, ligero de equipaje, quiso ir al encuentro de la muerte. La vida y la obra del genio fueron una contradicción in terminis pero fue un favorito de los dioses. Tuvo suerte con las mujeres. Con los editores. Con el público. A los 24 años hace lo que tantos y tantos aspirantes a los laureles de la fama. Termina un manuscrito va a correos y lo envía a un editor al cual desconoce, cruza los dedos y espera en el maná llovedizo de los aires. Es cuando un escritor juega a la lotería y se marcan los rumbos de su destino. Tolstoi tuvo suerte pero esto no suele ser así en la mayoría de losa casos.

 Semanas adelante, el joven teniente artillero encuadrado en un regimiento de combate de Armenia recaba respuesta satisfactoria del editor. Su texto ha entusiasmado a Nebrashkov dueño de una imprenta en Moscú. Nebrashkov sería fiel a Tolstoi durante la mayor parte de su carrera literaria por encima de las veleidades, demasías y abusos tan  característicos del literato. Aunque con algunas limitaciones, el librero promete dar a la estampa la novela que lleva por título  Infancia. 

Se trata de una obra primeriza pero en la cual destellan algunas cualidades del que sería monstruo de la literatura universal como las dotes de observación o el plasticismo de sus descripciones, la soltura de las tramas, o la buena yuxtaposición o ensamble del escenario. En  Adolescencia, que vendría de seguido, Tolstoi tantea el camino. Le falta aun mucho por alcanzar aquel estilo suyo tan peculiar y que es denominado en novela tolstoiana (novela río) que define a la vida y a los hombres a sus pasiones y dolamas. El ser y la nada en el tiempo finito porque en realidad el hombre no es nada.

 De allí en adelante la carrera del joven valor poco a poco y al igual el arroyo de aguas bravas descubierto por Nekrashov pasa a ser una inmensa red fluvial, un río caudaloso de aguas pandas como el Volga. En la inmensa estepa el torrente se calma.

El lecho del río es amplio y hace meandros pero no se saldrá de madre. Tiene un objetivo la gran novela como testimonio de los avatares de la existencia humana (guerras amores, desamores, ascensos, caídas, el rotar de las estaciones bosques- el misterioso bosque ruso (les) y grandes extensiones fincas como Yashnaia Polaina. O  casas que se deshacen, matrimonios rotos, incomprensiones, el valor castrense y la santidad, las rameras, los remeros los borrachos los monjes exclaustrados y esa inmensa población flotante de iluminados o yurodivi que recorre la estepa. Y por ultimo aborda el tema de la muerte. La pluma de Tolstoi transita como a lo largo de un espejo a través de estas realidades. Los tiempos mudan. Las estructuras avanzan o retroceden pero el hombre continúa idéntico a sí mismo. En sus perplejidades. En sus ensueños que el destino se encarga de desenhetrar. Esta es una de las partes del drama vitalista que plantea Tolstoi como Shakespeare, como el Dante, como Cervantes.

 Que nada cambia, que el hombre sigue siendo igual, pese a las redenciones y a los proyectos mediúmnicos, la acción filantrópica de los gobiernos, las predicas de los misioneros y los proyectos de reforma. Domaremos a la naturaleza pero al ser humano no se le podrá domar. Es incontrolable y problemático. La prosa de Tolstoi es plana y de una portentosa sencillez, mas, poderosa en su efectividad. No busca alifafes ni requilorios. La prosa de Tolstoi no es altisonante como la de Pushkin sino llana ni endiabladamente mágica como la de Chejov. Podrá carecer de la ternura de éste pero es más eficaz. Concibe la vida como un inmenso río madre en el que desembocan muchos afluentes y todos ellos van a dar a la mar que es el morir según el concepto manriqueño.

 El tono que elige es a la vez épico y elegiaco. Todo Tolstoi es el Volga. Un remero que cruza. Un batelero que avanza narrando y contando. En el alveo de este caudal fluvial está lo ancho y lo estrecho lo profundo y lo alto. En una palabra asume todas las dimensiones narrativas. Todos los perfiles. Carece de altibajos. Constituye un pavoroso enigma de sindéresis dentro de las fluctuaciones contradictorias del comportamiento humano. Una de sus obras menores pero que mejor definen su carácter y de las menos estudiadas es  la muerte de Ivan Illich. Refleja un gran conocimiento clínico y eso que el autor no era médico. Sólo un profundo psicólogo. Se empapó de vida antes de sentarse a redactar. Extrajo Tolstoi su arte de la experiencia. Su trayectoria como artillero en una de las interminables guerras del Caúcaso fue determinante. Como soldado fue irregular e indisciplinado. Sólo le fue conferida la cruz de santa Ana de segunda clase. Nunca fue un oficial brillante como su hermano Nikolai. Sin embargo, sus aventuras bajo las armas serán el magma que impregne su potencial novelístico.

En Crimea recogió datos para cargar el volcán narrativo que es Guerra y paz. En aquellas cargas de la caballería cosaca, en aquellos lances de honor, el robo, el rapto, la quema de aldeas, las batidas de tierra quemada o la ingesta de vodka siempre copiosa, la holganza con mozas y paseos a escondidas entre el oficial y la chaval que terminaban en el pajar. Amor a escondidas. O las noches enteras ante el tapete verde.

Todo esto impresiona su sensible retina de escritor. Como visor de la vida humana en un par de líneas sabe captar una situación o esenciar a un personaje. En la muerte de Ivan Illich narra el drama de un matrimonio desvencijado de la pareja formada por Ivan Illich y Praskovia Fiodorvna. Él es un brillante magistrado al que le van bien las cosas. Ha triunfado en la vida pero no en el amor. Son frecuentes las riñas  y los altercados con su mujer (quizás un traslado autobiográfico del borrascoso matrimonio del propio novelista). Ella es ambiciosa, dominante. Él es bueno pero débil.

 No obstante, Ivan se desvive por dar un buen pasar a su mujer y a los suyos. No escatima ningún esfuerzo para que a su familia no les falte nada de nada. El juez de distrito, Ivan Illich, consigue un ascenso y es enviado a otra provincia. Tanta es la ilusión que embarga al protagonista que en los trabajos de restauración y mudanza ayuda a los obreros y a los criados pero poniendo una cortina se cae de la escalera. Se lastima una costilla. Un golpe sin importancia; sin embargo aquella lesión intercostal va a degenerar en un cáncer. Para colmo, a su mujer no le gusta cómo Ivan  ha decorado el nuevo hogar. Un drama. Tolstoi lo consigna en una párrafo

“Praskovia Fiodorovna echaba la culpa a su marido de todos los reveses sufridos en la nueva residencia. La mayoría de los temas de conversación entre marido y mujer conducía a viejas querellas y a cada instante estaban a punto de surgir nuevos altercados. Quedaban sólo escasos períodos de amor que se hacían muy breves. Eran islotes a los que aportaban un momento para adentrarse luego en el mar de hostilidad latente en el cual el matrimonio naufragaba”

En este libro plantea Tolstoi la soledad e incomunicación en la cual transcurren las vidas humanas incapaces de franquear las barreras de incomprensión y de egoísmos circundantes. Cada uno vivía en su mundo. Iván en sus negocios curiales dentro del afán de una existencia anodina y de provincias. Creía darle todo a su mujer. Pero todo cuanto le daba no era bastante. Praskovia vivía en su mundo, en sus puestas de largo, en sus trajes de noche. En el fondo se mostraba resentida con su esposo pero disimulaba esta aversión bajo una capa de apariencias y de convencionalismos. No era capaz de entender a su marido a quien el fatal golpe en el costado se le había declarado en un dolor lancinante. Piensa a lo primero que es algo leve un simple mal de ijada. A veces se queja pero su mujer le dice le dice que es un aprensivo y un blando que vaya a un medico en  vez de estarse todo el día lamentándose.

 He aquí otra manifestación de crueldad femenil. Acude Iván a un especialista. Vagas respuestas. Que si el intestino grueso que si el riñón flotante. La enfermedad sigue su curso. Los dolores se hacen insoportables. Pero el hombre no se puede quejar ante su familia o le sale su esposa con cajas destempladas: “no te tomaste las pastillas”. Su único consuelo es leer la Biblia y como Job cae en un letargo que determina  su abandono. Todos lo han abandonado. La referencia tolstoiana es el gran libro de Job. En esta novela magistral no solo se traza un cuadro de costumbres de la época. Se va más allá al establecer un diorama de la soledad del hombre sobre la tierra. El tema no es la enfermad sino la incomunicabilidad de los seres. La soledad ante la muerte. En este retrato se podrán mirarse muchos ivanes Illich. Nadie escucha los lamentos ni se compadece de este Job ruso de provincias. El pobre tuvo una agonía terrible. Estuvo en un grito durante tres días. Sólo Gerasimo su fiel siervo le ayuda a portar la cruz en el último trance. Pasa las noches junto a la cabecera del enfermo sosteniéndole las piernas en alto para hacerle más llevadero los terribles dolores.

 El dolor siempre estaba ahí en las tripas agazapado, sordo, inexorable. La morfina no le hace efecto. Gerasimo con su caridad es el contrapunto al egoísmo de Praskovia. El enfermo aguarda a la muerte tendido en el diván. Tolstoi traza la desesperanza de un paciente terminal que vuelve la cara a la pared que llora en silencio. Los días se parecen a las noches y nunca acaba de amanecer. El paciente no duerme. Está postrado. Solo se amodorra algún rato en que le aquejan pesadillas. Se entretiene midiendo las grecas del techo empapelado de la habitación o contando los boliches del cabecero de la cama.

 Toca anheloso con sus manos flácidas el embozo de las sabanas, un gesto que tienen todos los agonizantes y que anuncia la llegada del próximo final. La sombra del pathos aletea en torno a la trama de esta novela de dolor. Las estrellas callan. La naturaleza se desentiende. Pobre del que se muere. Los deudos no quieren saber nada y las lágrimas de la viuda son siempre aparentes. La viuda rica que con un ojo llora y con otra repica que decía Clarín. Abandono. Infelicidad infidelidad. Fatalismo. Hay observaciones terriblemente proféticas en las que se constata la idiosincrasia de un enfermo terminal a los 45 años. El caso de Ivan Illich agonizante se sigue repitiendo a diario en todos los hospitales del mundo. Se da cuenta de que la mujer a la que ha amado es un ser extraño. Un fantasma.

Hay una idea que salta en esta powesti (narración corta) y que se repetirá como en una caja de resonancia en otras composiciones tolstoianas. Hay una idea que flota sobre el relato pleno de una amargura misógina. Muy sencillo y paradójico. La mujer que da la vida es también símbolo de la muerte. La ardid del diablo y la mujer forma parte del gran diseño diabólico que interviene también en la realización de la Historia. Según Tolstoi, en Eva subyace una voluntad diabólica, un elemento separador, cizañero que aleja al hombre del proyecto de su felicidad- y esto es lo que significa diabolos en griego: el interpuesto. Tolstoi estudió esta lengua durante varios años para obtener un acceso mas profundo al conocimiento de los evangelios y luego a dominar tanto el griego clásico como el coiné perfectamente y solía repetir que todos los cristianos debían de conocer esta lengua de la que dimana la guía de fuentes del cristianismo. Los caracteres femeninos que traza siguen el patrón del NT.

Y para él la mujer es mitad my mitad un amasijo de gracia y de pecado. Los desterrados hijos de Eva estamos condenados a arrastrar el peso de la culpa. En un cuento que titula  El Diablo (chiort) un barin acaba matando a tiros a una campesina. Y en el Padre Sergio, otro cuento maravilloso, basado en la vida de san Hilarión el eremita que reza y aguarda a la muerte en su snik o cueva de eremitas, se le aparece Satanás en forma de mujer. Si tu ojo te escandaliza arráncatelo etc. El siervo de dios sigue al pie de la letra la norma evangélica pero –la historia ofrece a consideración la preeminencia del mal, un arduo problema metafísico- a pesar de haberse yugulado la mano con un destral sucumbe a la tentación. Ese es el tenor de la historia, muy pesimista, de este autor nada espiritualista. Y por consecuencia de una gran modernidad positivista: el hombre es pura fisiología, el amor una cuestión de combinaciones químicas y no hay nada al otro lado de la cerca. Eso lo dice un literato que escribió una novela tan importante como es Resurrección. No se estaba refiriendo a la de Cristo, claro está sino a la de las plantas. Contradicciones señeras del alma rusa.

 CUANDO UN NOVEL RECIBE EL PREMIO NOBEL y SE LLAMA VARGAS LLOSA.

 

 

 Íbame yo un poco a la agachadiza con mi flash de dos mil duros de adquisición novísima en noche calurosa de septiembre tan tórrido y tan seco como mayo junio julio y agosto que aquí en Madrid todo es polvo y nada de lodos que casi se nos olvidó como es el agua caediza y de qué color es el barro. Noche de estreno que suele ser noche rumbosa. Se habían prendido las candilejas del Reina Victoria. El flash-caminaba yo pensando para mi capote que no me lo robe  cualquier de estos chorizos hampones que riegan con sus truhanerías y tirones la noche madrileña y sabe dios por donde van a asomar la oreja.

 Luego resulta que esos pobres chavales que tanto miedo infunden a las señoras que van al rosario y de aspecto algo atrabiliario melancólico cual diría el otro no matan una mosca, mal que les pese a su catadura. Se trata de africanos y de tercermundistas en tránsito a los que no alcanza para pagar la pensión y prefieren forzosamente por compañera la luna de Valencia. O de Madrid pero lo malo es tener miedo al miedo. Lo peor, la psicosis. Ningún percance me sucedió entre la boca el metro y la carrera de san jerónimo. Para colmo llegué al estreno con mis aparatos de retratar, hice una reverencia al conserje quien a su vez devolvió me el saludo con otra venia.

-Pase caballero.

Todo era luz. Todo eran alfombras. Perfumes caros y vestimenta chic de la gente importante y nocherniega. Había esa elegante discreción que solo suelen tener los españoles cuando van al teatro. Y lo malo es que me había colado de rondón a la fiesta guiado por mi suerte y mi olfato periodístico de paraparazi.

Recuerdo que una noche como esta por poco lo muelen a palos los Queen Fusilers en Falls Road de Belfast por ir a hacer un reportaje de un atentado con mi aparatoso flash. Es mas a este reportero lo derribaron al suelo y molieron a palos dos gorilas de Kissinger cuando éste se encontraba cenando en una fonda italiana de la tercera avenida. Los zaguanetes de la gente importante creen por lo visto en el dicho que el mejor retratero es el reportero muerto o el retratero deslomado. Sin embargo aquí los guardaespaldas del presidente –se nota que son guardias civiles- se3 abren paso sin brusquedades y todavía sonrie3n. Nunca he trabajado con mi propia policía. La de mi país. Eso es un valor activo de bienes raíces asset. Por otra parte una cámara de fotos sirve para disfrazarse de diablo cojuelo. Pero era la noche de fortuna.

 La verdad es que se me había pasado el atragante de la cena con una noticia que leí en un periódico que aseveraba que en lima mueren deshidratados en verano en los barrios de los bajos fondos una media de 450 personas. Sin embargo este mal regustillo se me pasó pronto cuando empecé a tirar placas como un condenado a la hermosa gente las beautiful the guys and dolls de la noche matritense. Me había colado en el Reina Victoria para ver una obra de Vargas Llosa.

Gran esfuerzo de interpretación y un ambiente chejoviano flotando sobre los diálogos pero sin la dulzura del gran dramaturgo ruso – Vargas no es más que un perulero circunciso al que todo el mundo hace la ola no te fastidia no me descrismes esto lo escribía yo hace 25 años y no suelo variar en mis veredictos. Mucho cholito y mucha guajira silbante del lenguaje del mango y esa verborrea latina que no va a ninguna parte. La Ciudad y los Perros es una novela de aprendizaje mediocre que se nos ha colado como un best seller los hay que tuvieron suerte en la vida y no se a que logia se abrazaron a o que pila bautismal donde no está el bautista por supuesto pero aquí el que tienen padrino se bautiza, ciudad de los perros y mucho perro.

Aquella noche de octubre del 82 yo no sabia que el indito de que bueno que viniste se iba a transformar en el heraldo del intercambiador las arrolladoras oleadas de gachipijos tomando Madrid y que bueno que viniste. La obra se llamaba la señorita de Tacna váyase usted a saber quien era aquella señorita. Recuerdo una frase de esta prójima seguramente una madame Bovary a la peruana: “ante el placer venéreo no hay ni marido ni hijos ni chulos ni dios un poco fuerte no. Mientras los cholitos de lima mueren de inanición aquí tenemos al señor vargas Llosa reflexionando sus propios polvos. Él pertenece a la clase aristoc5rata trasfretada y transterrada, una aristocracia “latino” que juega a la ruleta rusa y sólo parece existir para sus orgasmos. Vino a España a hacer las americas y se quedó.

 Todo un contraste. Me salí de la función. También a la agachadiza. Cuando uno se aburre en un teatro lo mejor es salir a echar un cigarro al vestíbulo o contar los minutos mirando pal claravoyo o ver lo blanca que tiene la cara la señora del guardarropa. Ni siquiera los desnudos de Rosalía Dans fueron capaces de animar la obra que se vino abajo en interés como una melaza. Hace poco más de un siglo a clarín y no le3jos de aquí a Clarín le silbaron un drama en tres actos “Teresa” pero no se puede comparar a Vargas Llosa con clarín con todos mis respetos. Sin embargo como este indito parece que cae bien a la parentela y gusta a las señoras pues dicen que es guapo no le silbaron ni patearon la obra. Antes bien llegaron a saludarle las autoridades. Todo el mundo al besamanos. Todos le hacían la ola. A mi me amostazaba tanto rendibú, el mucho  paripé.

 Por allí llegue a columbrar al Gran Ciprés y su mujer pianista cara de enterrador. Parece ser que al final del drama cunde el aburrimiento o el desencanto. Los espectadores parecían decepcionados de que su ídolo no estuviera a la altura de circunstancias y el papanatismo local hizo sus pros. De contras nada. El señor Vargas que nos parece un mediocre escritor se presentan en esta como si  fuera el embajador de todas las musas del olimpo vivir para ver. En el patio de butacas se había dado cita todo el encanto de la burguesía. Venían a ver al maharajá de los Andes. Don Vargas sonríe falso luciendo su dentadura de brahmán. Parece indio. No un cholito o de barman o un cruce de razas. La obra suya todo hay que decirlo no estuvo mas de dos semanas en cartel. Menos mal

 

viva la guardia civil la pilarica los protegerá

 LA PILARICA

En el primer banco se sentaban los doce guardia civiles de guarnición. Era un sargento el jefe de puesto de la comandancia de un pueblo asturiano posado en un valle a la riba de un río. Hay que atravesar un puente sobre el ejido donde pasta alguna que otra “Cordera” maternal y que para mí seguirá siendo vaca abuela con todo lo que digan - el peligro hoy no es el matadero de Noreña sino esa extraña enfermedad que trae a los ministros del ramo de cabeza: vacas locas- y luego se accede a través de una calle larga que se recuesta entre las peñas.

A mano izquierda hay un bar acera por frente del cuartelillo de la Benemérita y otro chigre más que se saltea con un taller de reparaciones de bici y un tercer figón más que regenta Mariano Proficuo dando a la plaza sombreada por la presencia de un carvajal secular cuyas ramas tocan los perfiles del alar de la iglesia y enraman como si fueran una pérgola del laurel de Baco la casa café de la panadera. Ésta debió de ser una mujer de buen ver pues más que comediados los setenta y próxima a los ochenta sigue pechugona ella y tan flamenca. Tiene el pelo rojizo y fabrica unas enfiladas exuberantes y tiernas igual que sus pechos.

Se la podría componer algunas endechas y dirigir unos buenos cantares a esta panadera comprensiva y rumiante que se trae un aire manso y ejemplar con las vacas que pacen en el sel de la entrada pasada la ferretería de Carola después de virar por la curva y ya estamos en el ojo mismo del valle al que mi vivir o la fuerza del destino me trajo rodando por las pendientes de la casualidad o de un secreto designio que llevamos al nacer todos en la frente y cuyo sentido oculto vamos desmadejando cada día de nuestra existencia. Nuestro porvenir cuelga de los cuernos enroscados del buey Apis.

Pues era el día de la Columna Nuestra. La Virgen sonreía en su trono de jaspe de su altar lateral en la iglesuca íntima llena de fervores tutelares y el anagrama mariano por todas partes; templo de traza cuadrada muy propia del arte visigótico que no utiliza el círculo para nada. Diseño primitivo y rural, la traza románica conocería siglos adelante las excrecencias prendas y arrequives del barroco. En la nave de la epístola había un altar que representaba con mucho entremetimiento y pompa el árbol de Jetsé todo de colorines, muy rural, primitivo y tosco pero con un resultado que no podía ser más certero porque inducía a centrar el alma en el recogimiento. Un movimiento de piedad al tiempo que una sonrisa embargaba al visitante. Debajo del coro había un confesionario de castaño de traza cuadrada en cuyo dintel ponía el número de su data. Había sido construido en 1808, fecha evocadora de muchos sentimientos

en cualquier español por poco patriota que se sienta un español. La junta de Asturias fue la primera en alzarse contra Napoleón. Esta comarca verdadero riñón de los concejos y cabildos todavía resulta efervescente en todo a lo referente a nuestro pasado. Por eso aquí se siente con más fervor que ninguna otra parte el sentido de la fiesta nacional. Al menos yo vibré el doce de octubre del 2000 con toda aquella escolta de gastadores rindiendo honores ante el altar mayor.

Tengo que decir que el arcipreste don Quintín pronunció un sermón muy sentido de los que por desgracia no se escuchan en nuestro templos desde que dirige los designios de la barca de Pedro ese polaco tan misterioso y comprometido con los poderes fácticos de la trilateral. Por eso tengo que aducir que la homilía del humilde sencillo cura de aldea me llenó de consuelo. Don Quintín, pequeño, algo calvo y rechoncho al que yo convido a culines o a una pinta en la taberna de la plaza adquirió ante mí una elevada talla moral que sobrepujaba a la del propio cardenal primado o el purpurado de Madrid. Porque si los príncipes de la Iglesia compasan y comanditan, transigen, tragan, ponen el cazo, acepto, lo que tú digas, vamos allá, París vale una misa, etc., con el orden terrenal los humildes clérigos de misa y olla se desentienden de esos planteamientos acomodaticios generales. Se les obliga a vivir hombro con hombro cabe el pueblo, sus problemas reales, sus zozobras, lejos de la retórica curial, los rescriptos y bulas papales; en una palabra, el Jesús de carne y hueso, hijo del carpintero y de María, el que talaba arados, mesas, ventanas, algún yugo de ciprés, la ventana que salía de sus manos no la carcomía la sarcoma, ni se abría con el viento recio de marzo, vedaba entrada a los ladrones.

Pero aquí estamos rozando uno de los enigmas más maravillosos de esta institución de origen divino a la cual los hombres bulderos y boleros han querido transformar a su capricho. Querían una iglesia hecha a su medida como una dulleta de encargo pero lo cierto es que a la institución empecatada y corrupta ya que siguiendo las indicaciones de Montesquieu -¿no fue el que dijo que todo el poder corrompe y el poder absoluto más todavía?- sólo le puede lavar la cara un san Francisco. Así la iglesia quedará a salvo de la ignominia gracias a un diácono.

La Tradición puede operar maravillas en misa de doce. En la ceremonia aleteaba un sentir antiguo que conectaba el presente con el pasado y nos colocaba delante de la mirada lo acontecido hacía muchísimos años y es que la memoria puede operar milagros. Es un divino don al que ahora combaten con tanto empeño los que hablan de borrarla en aras de su invento. Está visto que el legrado de memoria es uno de sus objetivos. Quieren convertirnos a todos en sapos y se inventa monsergas y acuñan consignas para que nos convirtamos a sus intereses. Tendrán bastante trabajo si de lo que se proponen es hacer que baje de su pedestal la Virgen del Pila

SAN FRUTOS EN TIEMPOS DESCREIDOS

 SAN FRUTOS PASA LA HOJA SOBRE SEGOVIA POLTRONA EGOISTA DESCRISTIANIZADA Y PECADORA

 

Bueno 25 de octubre. Un año más y San Frutos barbas de piedra bordón penitente de la Tebaida eremítica no pasa la hoja y mejor que no la corra porque entonces se acabaría el mundo. Yo no sé si se habrá acabado el mundo pero lo que sí sé es que se acabó aquella Segovia que conocí de niño. San Frutos los corra a gorrazos con su cachava. En primer lugar al obispo, luego al alcalde, y después al director del Adelantado que tuvo la desvergüenza de negarme una reseña una breve gacetilla a mi libro SZEMINARIO VACIO un canto a Segovia y un a obra de arte. Estoy tan orgulloso de ella como el admirado Leopoldo Alas cuando dio cima a la Regenta.”He aquí una obra de arte”, dijo Clarín al ver su obra salir de los tórculos cuando acaba de cumplir cuarenta años. Yo terminé la mía ya sesentón, tres años de trabajos. La Regenta estuvo congelada más de setenta años y la mía la acaban de poner las fuerzas vivas – Segovia la llamaban la ciudad de los caciques- en el frigorífico. Ellos tratan de hacer de mí un hombre nulo, me confieren la investidura de no person. No existes. Eres un meteco en tu patria. Han destruido la vieja cultura. No son cristianos. San Frutos no es más para ellos que una figura borrosa, un santo que no existió, una mera excusa para el botellón. Pajaritos fritos y dar la vuelta a la ermita del santo y a lo mejor no te vuelven a doler las muelas. Ahora han abierto una senda para que hagan pedestrismo sus señorías y hagan deportes. Sociedad hedonista y egoísta, insolidaria, mírame y no me toques. Pero los viejos cronicones no dudan del transito por la tierra de este santo varón que, harto de la ciudad que le vio nacer, de la poltronería y el hijo, hijo que bien estamos, cobramos la pensión… vívese ahora muy superior. Tenemos una tele de plasma, un pisito y un gorrino en la cohorte que vengas para la matanza oye, echa un trago, de tejas abajo. Por el encintado del acueducto arcos arriba se pasea muy gallardón el obispo don Opas. Hemos vuelto a abrir el portón. Don Ulfilas asomado al campanario de Santa Columba le hace coro y don Rodrigo por el amor de una mora entrega al sarraceno las llaves de España. Aquí se vive muy agustísimo, hijo. La princesa del pueblo sale todas las tardes por la tele y nos hace tururú la muy morritos. ETA ya no matan y los políticos y los periodistas son millonarios. Corrupción a gran escala. Mientras, el justo el que dice la verdad es perseguido, ninguneado, lo colocan la clámide  El príncipe galardona a un cohén. Esto parece una casa de putas. Entiendo porqué nuestro santo tutelar cogió los bártulos y se largó al yermo. A practicar el contemptus mundi y la apatheia (indiferencia ante las cosas humanas y apatía por lo temporal para ganar la vida eterna) Allí rezaba día y noche, ayunaba, nunca se cortaba el pelo y las uñas, se alimentaba de escarolas, muerdazos, tomillos y cardos. El que quiera salvar su vida la perderá con el regalo y el que la desdeñe la salvará. Desprecio de las cosas del mundo. Contemplación. Vivía en régimen de la tebaida de los anacoretas de Asia Menor, que se llamaba sinesactetum en el que se permitía la presencia de mujeres en los monasterios para dulcificar la vida y apaciguar los ardores de la tentación. Aquellos – hombres y mujeres – sí que eran santos de una sola pieza. Pero a muchos segovianos tenía que bajar del edículo en la puerta de la catedral y correrlos a gorrazos. Yo le dejaba la escalera.




LOA Y CONSIDERACIONES SOBRE SAN FRUTOS PROTECTOR DE LAS MAL CASADAS

  

BALADA Y LOOR A SAN FRUTOS PAJARERO

 

Bajo las naves colosales de la catedral más airosa de Castilla (pulcra leonina, dives burgalensis, alta segoviensis; la lady de las catedrales góticas la llaman, el canto del cisne del gótico tardío) sollozan los violines. El contralto ataca un solo allegro ma non tropo. Bordonean los bajos y a mí me parece que todos los 25 de octubre un ángel se nos aparece  a los soñadores como este servidor, católico sentimental feo y algo mayor que subimos a Segovia para cantar el himno de San Frutos nuestro glorioso patrón. Y la amada melodía que tantos recuerdos evoca en lontananza de vida y memoria flota y revolotea sobre los pináculos de la catedral de mi pueblo, se encarama a los empinos, salta a la pídola de arbotante en arbotante, hace un quiebro volandero como una golondrina sobre el carpanel de más arriba o se pone a jugar al tute con las ánimas vestido de sobrepelliz en una esquina del triforio.  

Los muertos  son convidados a la fiesta protagonistas de este concierto allí cuando el otoño por los campos de mi patria viste sus últimas sedas y se disfraza en la naturaleza de los mejores colores del año. ¡Dios cuanta belleza!

Uno piensa que no puede haber religión más hermosa que nuestro catolicismo. Aquí se rinde culto a la perfección. A eso lo llaman filocalía. El culto - razón llevabas Manolo Vicent en tu estupendo artículo sobre la desacralización de nuestra religión que trajo primero Lutero y luego la reforma litúrgica del último concilio pero trataré de probar, querido Manolo, que te equivocas- no puede ser a palo seco. Tiene que estar sujeto a los reverberos más viscerales e íntimos. Cristo era un griego helenizante y debió de amar todas esas cosas que hacen digna una existencia. Haber nacido y haber vivido a la sombra de una catedral siempre imprime carácter. Y yo fui seise en esta catedral y siempre que entro bajo la puerta de San Frutos que es nuestro Sarmental parece que estoy escuchando las queridas voces de los canónigos:

-Niños a coro – tronaba el deán don Fernando Revuelta desde las gradas del presbiterio.

 El pertiguero don Benedicto iba de aquí para allá resoplando con mucho meneo de haldas y de manteo. Le sudaba hasta la muceta con las carreras que se pegaba ¿Dónde iba don Benedicto que estaba muy gordo pero al que le sobraban bríos? ¿A qué todos esos baticores? Sonaban añafiles y timbales, una costumbre de la edad media y el señor obispo hacía el ingreso en su sede.  Aquel obispo ya quedan pocos como él era el último de su generación todo un obispón y los de ahora obispillos nada más. ¿Para qué rezar en la ermita cuando uno conoce la catedral? Tres acólitos arrastraban su capa magna de lo menos ocho metros y el maestro de ceremonias ordenaba a voces al organista don Celso:

-Celso, toca que viene el obispo.

Todos los 25 de octubre los hijos de la tierra nos reunimos en el altar que guarda las reliquias de San Frutos a cantar el himno.

Las notas trepan por lo alto de la bóveda entre vaharadas de incienso al infinito. Es la magia de los misterios eleusinos. El eco de las voces se pierde por los empinos  y va a meterse bajo las alas del serafín que exhibe una batuta de cristal y hace arpegios con las notas de una melodía ancestral que nosotros todos nos sabemos de memoria: “Al siervo bueno infiel que rogando sin cesar consigue bienes eternos, etc”. Aquella estrofa le salía bordada a mi amigo Marianillo. ¿Qué habrá sido de él? ¿Cantaría misa?

El 25 O es en Segovia una fiesta mágica. Del amor y la bienandanza nada de políticas. Nosotros honrábamos a San Frutos con el que llegaban las bandadas del jilguero del malvís y del golorito  porque nuestro patrón es un santo ecológico donde los haya. Es un dies fastus que dirían los latinos. Nada que ver con 11M ni con 11S –una nueva forma de catalogar los zarpazos de la bestia en el calendario-. El 25 de octubre es la fiesta del amor y de los pájarillos. San Frutos Pajarero llega cuando el otoño va de vencida. El vino en el lagar, el grano en la troje, los pámpanos de la vid materna convertidos en mostelas para nuestro calentamiento los días cortos, el mosto nuevo y las primeras nieves que coronan el vértice de las sierras.

El eco de las notas retorna por obra y gracia de uno de esos maravillosos misterios de la ortofonía y del Christus Musicus las sonoridades de este himno triunfal a este padre de la patria y a este santo de la tierra cuya existencia real fue una nebulosa pero como fe es creer en lo que no vimos cepos quedos que en mi pueblo no somos luteranos. Santo de casa dicen que no hace milagros. Creo que es erróneo ese aforismo. San Frutos pajarero hizo bastantes. Recuerdo aquellas visitas a su ermita durante mi infancia sobre un alcor en un impresionante risco adonde íbamos a ver la cuchillada de San Frutos el tajo que pegó sobre la roca viva, fe de Moisés camino de la tierra prometida, y se abrió una zanja y los moros que lo iban persiguiendo se los tragó la tierra, quedando todos sepultados en el abismos. Cuchillares y gollizos del Río Duratón donde estableció el campamento aquel glorioso cenobita que huyó al desierto en compañía de su mujer Engracia y de Valentín, su hijo (los cronistas les nombran como hermanos pero nuestro siervo de Dios y que pertenece a los ámbitos de la Leyenda Aurea vivió en un tiempo en que el celibato no había sido implantado entre los clérigos aunque lo hubiera aprobado el concilio de Elvira tres siglos antes) asqueado de la corrupción en la corte del rey godo. El reinado de Witiza vuelve a estar de moda que son los mismos perros con otros collares y regresamos a situaciones parecidas. Confieso que a veces me dan pujos de cerrar la tienda y emular a mi patrón largándome a la pedriza una legua de Sepúlveda a un tiro de piedra de un pueblo que llaman Caballar y cerca de los arribes del Duratón y desparramar mi boina por aquellas soledades en espera del tiempo que me quede en contacto con la naturaleza observando el vuelo del águila, cantando mis letanías. Escuchando el aullido del lobo o el bronco ladrar de los mastines. Villano en su rincón. Yo solo en mi cueva rodeado de mis libros y mis rosarios en compañía de mi perra trujillana. Haciendo penitencia por los muchos pecados de mi vida. Cada día es mayor el saco, Señor.

En aquellas soledades debió de establecerse la primera laura monástica de los visigodos fugitivos. Me refiero a las Cuevas de los Siete altares a las espeluncas de Peña Colgada en Fuentesoto,  cascajares y pobedas de Navalilla, las mastabas de Sacramenia y de Membibre de la Hoz. San Frutos debió de ser uno de aquellos cristianos procedentes del sur que venían huyendo de la quema esto es de la persecución sarracena. Tarik y sus secuaces para que aquellos que sigan creyendo en la tolerancia muslímica –sólo se invade a sangre y fuego- primero segaban cabezas luego hacían preguntas. Los que querían salvar la piel tenían que esconderse. Y a mi que no me digan a estas alturas – el otro día hablaba con un israelí y me confirmaba en mis supuestos- la reconquista fue un guerra justa. Fue una guerra defensiva. Se trataba de salvar una civilización Hay circunstancias en que los cristianos podemos acudir al recurso de la espada en defensa de muestra tierra de nuestras libertades de nuestra forma de entender el mundo. Desgraciadamente, habiéndose dado de mano todo lo que signifique ideal y afanes nobles hoy las guerras han dejado de ser altruistas y estallan por motivos económicos.

En esta hora difícil para estos reinos yo vuelvo a encontrar refugio y amparo en la cayada de San Frutos. La de la cuchillada. La que hendió la peña. Sus perseguidores fueron tragados por la tierra. Yo estoy seguro de que tales valimientos intercesores tendrían una aplicación práctica en estos mementos cuando el cristianismo es atacado desde todos los flancos. Manolo Vicent no parece comprender en su columna este milagro de san Frutos. Invocar a Lutero es como llamar al exterminador y el propio Lutero aquel mal fraile agustino murió empavorecido y aterrorizado con la que se preparó en Europa con sus prédicas de regreso a la estricta disciplina de las Escrituras. Desnudó los altares y combatió la superstición y nos dejó un cristianismo sin fastos ni fiestas a palo seco. No entendió que el mensaje de Jesucristo nada más humano es tolerancia y perdón y un hacer la vista  gruesa ante los errores del ser humano. Las iglesias luteranas con sus altares desnudos y arrebatadas de su hornacina las imágenes distorsionaron el mensaje evangélico. Uno entiende la religión cristiana como algo melifluo. Tiene que haber en él magia y misterio palabras asombrosas que no se comprendan. Ciertas referencias al abracadabra. Que penetre por los ojos y que nos venga por el oído. Fides ex auditu. Y sin tradición no vamos a ninguna parte. Para los protestantes todo es Biblia. Hermenéutica. Tiene que haber un cierto lujo estético. No quisiéramos tener que regresar a Chateaubriand y a su obra vértice El Genio del cristianismo para demostrar que ninguna religión alcanzó ese Súmmum bonum de las grandes catedrales góticas de los misterios eleusinos y del placer estético. San Frutos es un santo adscrito a esa leyenda áurea y su fiesta es para nosotros una un día mágico con connotaciones entrañables y una inmensa nostalgia mientras las notas del himno se esparcen gloriosas por la bóveda en medio de una inmensa armonía y de ese concento gozoso que extasiaba a fray Luis de León cuando escuchaba algún motete de Palestrina o de Salinas noche serena. Un año más y otro año menos. Hubiera querido visitar su ermita en Caballar y volver a ver aquellos exvotos y exuvia (muletas, fotografías de hijo que volvió con bien de la guerra o de la muchacha que salió con bien de la operación, bragueros, alforjas, la navaja de un asesino que no dio en el blanco o la bala del Rif que se presentó sin avisar y san Frutos puso la mano) que se guardan en la sacristía del antiguo monasterio de benitos de Silos. Aquellos aperos y aquellos trebejos testimoniales que tanto me impresionaron cuando era niño. Pero hay que regresar al tajo. Me hubiera quedado en Segovia ensimismado oyendo cantar a los jilgueros como solían allá por Tejadilla en el Campillo por los tajamares camino de Hontoria o por las gargantas del Eresma detrás del Peñascal o las cuestas de La Lastrilla. Un santo local transformado en mito. Les cazábamos con liga – hoy está prohibido – y con qué ganas tirábamos varetas los chaveas por aquellos riscos. San Frutos Pajarero. San Frutos bendito. Nuestro santo titular. Un año más y un año menos. Sus barbas derramadas sobre el libro en el pórtico de la catedral aquel libro que tiene una hoja a medio pasar. Cuando esta hoja regrese a su sitio se habrá acabado el mundo según una tradición. Pero fe vuelvo a insistir, es creer lo que no vimos. Y yo me entiendo y dios me entiende lo que decía Unamuno. Continuamos leyendo en un libro de Piedra. Mientras san Frutos desde su Tebaida no pase la hoja....

 

 


 

















2021-10-10

 HISTORIAS DE FUENTESOTO. EL NIÑO LOCO

 

En la iglesia e Fuentesoto pequeña modesta y con algún desaliño, construida bajo el reinado de Carlos III, antes era románica, olía a flores ahumadas, a retamar pinariego, a humo de las velas cuando se apagaban los hacheros. Había goteras y por un hueco del techo se colaba alguna paloma, también vimos un día una pareja de mochuelos. Por aquel boquete se colaba la lluvia la claridad de los solsticios. Las golondrinas anidaban en lo alto del retablo y revoloteaban en torno la cabeza coronada de espinas del cristo crucificado que remataba la bóveda. Alguno de la parroquia se distraía viéndolas volar y mirando para arriba. Pensaban que era el Espíritu Santo que bajaba a la hora de alzar.

La traza del templo era pueblerina. Imágenes toscas ocupaban los rincones de las capillas. Sumaban casi medio centenar. Las tallas de Nuestra Señora y la de san Antón eran las más importantes. El 17 de enero cuando la iglesia honra la memoria del santo eremita que un cuervo alimentaba trayéndole cada mañana un panecillo era la fiesta de aquella aldea segoviana. Venían los músicos de Peñafiel y los confiteros de Aranda. Había baile y la orquesta tocaba subido a lo alto de un carro del país. El abuelo se ponía la camisa nueva guardada entreaño en el arca. A los chicos nos daban una peseta para comprar garrapiñadas de Alcalá o hacer una puesta en el bote del Tío Bigotes. Los viejos sentados en los chimorretes de la plaza veían partidos de pelota a mano. También se jugaba al chico de a perra gorda. San Antón en lo más álgido del invierno porque arreciaba la cuesta de enero solía traer sol para alegrar la fiesta. Por la noche helaban y los “corines” se calentaban con buen vino de la bodega o con aguardiente.

¿Cómo es que a Antón –pensaba el Maudillo para sus adentros- siendo un santo penitente lo pintan con esa cara de pillo? ¿Con ese escapulario mugriento que parece no lavarse nunca y ese cerdito que lleva del ronzal?

Todos los domingos mientras ayudaba a misa al cura don Saturnino el niño no dejaba de mirar para arriba. Le hubiera gustado hablarle, decirle por lo menos “buenos días” pero san Antón estaba callado como un cartujo. Su indiferencia era casi monacal. Aquel bienaventurado de la Tebaida egipcia no quería saber nada de aquellos chicos que van a melones y a veces les coge el guarda o se dedican a destruir nidos. Para eso su amigo Vicente era todo un experto, se sabía todos los niños de collaba que empollaba la pájara en las suertes viejas. A lo mejor es que piensa que todos somos unos sarnosos decía Maudillo entre si

-Pero cómo quieres que te hable san Antonio, pedazo de adobe. Las visiones de los santos sólo pueden tenerlas aquellas personas que se pasan la vida rezando como tu abuela Rita

-¿Sí?

-Pues claro hombre claro

-A tu abuela rita ya se le han aparecido Dios y la Virgen muchas veces

Quien así hablaba era Elpidio el de la Melania, número uno en la escuela, el hijo del alcalde a quien su padre quería levar al seminario pues decía que era muy listo y valdría para cura.

La abuela Rita es baja y es coja, tiene mal genio. Lleva siempre un bastón de enebro para zurrar la badana a sus nietos que no se reportan o no hacen bien los mandados. A la abuela Rita no le gusta ir a meses porque dice que si las nueras… ella solita, bien solita, bien se vale y cada uno en su casa y Dios en la de todos. No quiere agobios. Ella su misa y su novena y su bastón. Los viernes acostumbra a quedarse en la iglesia un rato más para el Vía Crucis. Por enero empiezan a cacarear las pollitas y va al nidal a recoger los huevos. La víspera de las Candelas los quintos le robaron una gallina clueca para correr el gallo y bien que lo sintió, demonio. El incidente puso a la abuela Rita de un humor de perros. El Maudillo pagó los platos rotos cunado al salir de la escuela se dirigió a casa de sui abuela con la bolsa donde traía la enciclopedia y el pizarrín.

-¿Abuela usted vio por casualidad a san Antón?

Ante la pregunta la vieja se quedo de un aire y sin saber por donde tirar.

-¿Qué haces tú aquí, modorro, ya te dieron suelta?

-Vine a preguntar una cuestión importante. Elpidio me dice que usted como tanto reza tiene amistad con el cielo y se le aparecen los santos. ¿Y san Antón cómo es?

-Pues como le pintan hijo: la barba larga, la calva patriarcal y el cochinillo que le acompañan como un perrillo de aguas pero tú estás un poco salvaje, Maudillo, dejan los santos que bien están en los retablos. No cumpliste lo que te dije, te olvidaste de una formalidad. Al venir a casa de tu abuelo ¿qué se dice?

-Buenas tardes tenga usted señora Rita

-¿Y después?

-Besar la mano

-Buenas tardes tenga la mi señora

-Ahora ya puedes pasar

El muchacho sigue a través de un pasillo largo camino de la cocina. En ese corredor lóbrego como la cueva de Montesinos le daba la tía Jjuanilla la pobre sopas al Salvita y Pedro el sacristán cortaba el pelo a los hombres porque ejercía ese menester de barbero, hombre de muchos oficios pobre seguro. En aquel tiempo todos éramos pobres aunque felices pues no había otra cosa. La tía Rita estaba haciendo buñuelos y soplillos. Y la Tía Maricruz a la cual llamaban “Nuestra Señora de los Siete Tobillos” por su pie equino echaba de comer a las gallinas. Olía bien y se estaba caliente al lado del llar.

—¿Quieres tomar pan?

―Maudillo dije que no con la cabeza agitando su rubia pelambrera pues entonces date ligero, ve a la fuente a llenar la botija de agua. Después merendarás.

La fuente estaba a unos cien metros de donde tenía la abuela el corral. Era un manantial que escupía un torrente casi una catarata desde el interior de la roca viva. Llenó el cántaro, y ya se iba a volver cuando se escucha un tumulto y ruido de voces y alaridos. Venía la vacada y se había escapado una res pero cómo sería la cara de san Antón. El gañán del Fermín que arreaba a la boyada desde la vega de Pecharromán pegaba grandes voces e iba pegando brincos haciendo mover la tralla con agresivo bagtaneo triunfal:

Apartaisus que va torionda busca el toro padre y es peligrosa; tiene el celo por vez primera vez la novilla que hasta ayer era chota.

A las voces del mayoral la gente que pasaba par allá buscaba burladero en los soportales o se escondía a la puerta de los pajares o debajo de los carros.

El Maudillo que siempre había sido más valiente que nadie se quitó la chaqueta y a modo de capa quiso torear al eral:

― Eh, toro

―Maudillo quitate de hí que te amurca ¿no ves que está torionda y se tira al bulto?

Pero el chaval como si nada… cuando se quiso recordar ya estaba en el suelo derribado más por el miedo que por los cuernos del astado la vaca pasó de largo a toda velocidad. Debía de tener buienas entrañas. En la caída a Maudillo se le quebró el botijo y resultó con un siete en los pantalones. Cuando regresó al hogar la abuela Rita sacó su bastón a pasear y le puso al niño el culo como un tomate. Después de la paliza le dio de merendar. Las barbas de san Antón no eran barbas merovingias de chivo, eran más bien cartoplanas.

Mariano de la Melania que se preparaba para el seminario venía de dar lección con el señor mestro:

―¿Qué, zurraronte la badana?

―Tú eres un gilipollas. Y toda la culpa es tuya

El Maudillo crispó los puños y le largó una patada al Melania para que no se entrometiera jamás en donde nadie le llamaba. El Mariano regresó a casa chorreando sangre por las narices. Pasaba por allí el Tío colodro que se llamaba Nicolás aunque unos  decían Colodro y otros Coñete pues insertaba en sus conversaciones la palabra coño y le gustaba jugar al puño puñete. Todas las tardes iba a la bodega y regresaba a casa hablando con las estrellas y haciendo eses con sus albarcas. Era el borracho de Fuentesoto.

―Cuantos besos habrá dado usted al jarro, tío Coñete

―No muchos pero te participo que me gusta el traguillo. El vino es vida

―Ya, ya

―Tú que sabrás, modorro, de los avatares de la existencia. Yo estuve en la guerra y por poco me matan. En el botiquín el capitán medico me dio un cucuruchito de aguardiente y reviví. Los rojos nos hicieron una emboscada pero yo gracias al vino sobreviví. Saltaparapetos lo llaman

―¿Fue la Virgen la que estuvo de su parte o fue San Antón los agentes de aquel milagro permitiendo que volvieses a Fuentesoto sano y sano, tio Nicolás?

― No sé quío, no sé. Tal vez fueran los dos a la vez. Por eso cada mes les llevo un bodigo y mando decir una misa por el cabo de mi batallón que cayó en la batalla de Brunete.

El tío Colodro alias Coñete bebía sin parar tratando de evitar los malos recuerdos de la guerra. Por su parte el Maudillete estaba obsesionado con las barbas de San Antón. Quería entender qué pasaba allá arriba, quería ver a Dios que dicen que se le apareció a un pastor y le habló desde lo alto de una encina del somo.

De ordinario no suele ir nadie a la iglesia. Por eso el cura cerraba el templo después de misa. Desde muy antiguo desde los tiempos de los moros hubo una batalla en Fuentesoto culo roto siete varas y otro poco (decía el cantar), los sarracenos atacaron aquel recinto, los cristianos  les tiraban piedras desde la torre y no pudieron pasar, pero quedó un hueco en la pared y por esa ranura se introdujo Maudillo con la idea de hablar con los santos a solas. Se conoce que no había ningún bienaventurado de servicio aquel día. El niño llamó y llamó sin respuesta alguna. Toda la milicia celeste se había ido al bar para celebrar cualquier batalla contra la hueste de Luzbel.

― ¿Y a nosotros?

― A vosotros que os den por el ano― dijo san Pedro ― calma, un poquito de calma y esperad. Que habrá para todos.

 ― Esperaremos si es preciso toda la eternidad.

― Uy largo nos lo fiáis. Eso es mucho esperar.

Una urraca afanosamente estaba construyendo un nido en la cima del retablo por encima de la cabeza que representaba al Padre Eterno. Maudillo alzó la vista hacia los ángulos de la bóveda de luneto y observó con gran sorpresa que san Antonio Abad no estaba en su sitio. Había bajado de a hornacina y se paseaba por las gradas del presbiterio.

― Ahí va

Pasó junto a él y llevándose el dedo índice a los labios le dijo a Maudillo

― Chist, vengo de la Tebaida y ya no se puede hablar. Mi regla es más estricta que la de los cartujos. Ni media palabra o te capo, te mando al infierno con Satanás.

Entonces Maudillo, que sólo escuchaba a su cerebro no a la voz del santo, se desató en un largo coloquio, le confió sus planes: quería ser seminarista, que su hermano Crescencio viniese con bien de la mili que pariese un ternero la vaca Marela y unas cuantas cosas más. San Antón seguía de monitor de los misteriosos silencios. Cosas incomprensibles dudas nos asaltan a los creyentes pero hay que seguir en el machito, no desanimarse. Fe es creer lo que no vimos. Las golondrinas alteaban en torno a la cabeza coronada de espinas del Redentor y sus gorjeos un tanto fúnebres eran para recordar aquella tarde en Jerusalén cuando el velo del templo se rasgó y tembló toda la tierra.  Eso que no era Semana Santa ni tiempo de misterios, ello ocurrió por las cabañuelas cuando las lunas de agosto. Vertía lágrimas el cielo a través de las lágrimas de San Lorenzo. Las golondrinas estaban perdiendo la calva del pobre santo pero sus cagamentos eran agradables al Señor, no eran blasfemias como las que lanzaba el  tío carretero al cuadrar el aro de hierro a las ruedas. San Antón la gallina pon seguía dándose paseos patriarcales por los ánditos de la iglesia. Los demás santos de la corte celestial permanecían en sus edículos quietos. El niño no se daba cuenta de que no puede haber ni interacción ni intercambio entre el mundo real y el  trasmundo. Los que zarpaban por el istmo de la laguna Estigia jamás volvían. Era una mañana de primavera y Fuentesoto amaneció pleno de vida. Por las rendijas entraban efluvios dl huerto de don Adolfo el señor médico. Era un perfume que recordaría toda su vida. Los santos no eran de carne y hueso sino de cartón piedra. Maudillo no lo sabía. Así que si con barbas san Antón y sin ellas la Purísima Concepción