2022-02-15

               MONDOÑEDO (I)

 

              XXXXAntonio Parra

Poco antes de llegar a terra chá, la que cantó Rosalía, subiendo a Galicia por Castropol, alzándose sobre una serna que guarda reliquias arqueológicas de un castro, al agrego de trochas y pomaradas que lo resguardan un poco de los tundidores vientos gallegos que siembran siempre el beneplácito de la lluvia sobre Asturias, donde al ábrego lo llaman “cuando sopla el gallego”, está Mondoñedo, que parece que se levanta sobre las gafas del querido Álvaro Cunqueiro.

 Altar de Merlín, templo de los encantamientos, mágico campamento de nuestros sueños literarios.

De mozo yo soñaba con un sitial en el coro de su bella catedral y a la sombra de la silueta de una talla de la Virgen que llaman La Inglesa en una de las capillas de la pérgola y que trajeron los españoles de allá en un galeón de la Invencible quisiera dormirme para siempre.

Mondoñedo, ciudad sagrada, el pequeño Santiago, imprime carácter. Los peregrinos medievales, antes de llegar a Lavacolla, se bañaban en la Fonte Vella y al pasar por la Ponte do Pasatempo echaban un suspiro, lanzaban una piedra al río, formulaban un deseo y ese deseo por lo general se cumplía.


 Un obispo revestido de pontifical y calzado con zapatillas de seda (cáligas) el Sábado de Témporas de Adviento me daría la tonsura, un sobrepelliz, la muceta y una vela para el Oficio de Maitines.

Luego ahorqué los hábitos. A pesar de todo creo que fui toda mi vida un buen seminarista que acarició el anhelo de una vida levítica de labores y de días, según Hermes Trimegisto y las preces del breviario romano.

De alguna forma velé las armas, me invistieron caballero, con la acolada triunfal y el toque de varas en el abrazo del prelado que me dio a probar el cáliz y a besar la epacta y las sacras de plata. Algo indeleble. El cristianismo se afianza con los caballeros andantes que ponían la pluma y la espada al servicio de la defensa de la Trinidad y tenían por dama de sus pensamientos a la Virgen María.

Algunos se quedaban en curas de responso de blanca y maravedí. Ya lo dijo el refrán: “Mi olla, mi misa y mi María Luisa”

Mas, eso carece de importancia. Lo que pasa es que algunos, con cierta deformación profesional, han querido transformar la religión de Jesús en un problema de bragueta. Y no. El punto fundamental es la fe. Los hipócritas nos acusan de no poner en práctica el cúmulo de cosas que profesamos. ¿Y ellos? La protervia y la hipocresía han servido de pretexto a la felonía tiránica.

En 1836 quitó los bienes de una Iglesia que de manos muertas que hacían caridad, siendo los monasterios inmensamente ricos, sus moradores morían pobres igual que pajaritos, y no hay que ver lo que dejaban los defroques (algún breviario descosido, el par de sandalias o de zapatos motilones, la cogolla oliendo a sudor y el hábito raído) para ponerlo en las manos “vivas” de una burguesía origen de nuestro caciquismo.

Gracias a los curas se suavizaron un poco nuestras costumbres y para demostrarlo es la labor social de esas cofradías y esos gremios que ponían paz en los pueblos y mandaban paz a los vecinos. Se quiera o no, fue la SRI lo que dio cohesión a este país.

No hay catolicidad sin órdenes de caballerías.

España es la parte de ese todo que llaman catolicidad. Por eso nos define el Quijote. Con su liberalismo, con su tolerancia, con su amor por la defensa de los afligidos y dominados — un caballero sale a desfacer entuertos y a salvar la honra de las doncellas— la novela cervantina es un desafío al Corán. Nos fraguamos como nación en la brega recia y numantina  contra el Islam, avasallador y sanguinario, que cree poco en la dignidad del individuo y basa su fuerza en la lealtad de la masa. Ahora volvemos a padecer sus razzias, siquiera se mantengan por el momento sólo en el plan intelectual por el momento se trata de campañas propagandísticas de las fuerzas sufragáneas de las entidades oscuras y sus ediles mediáticos pero las amenazas pueden convertirse en algaras a sangre y fuego.

Conviene que suene ya de una vez el grito de anúteba- que es la respuesta cristiana a la yihad ¿no lo sabían?- y que en los campanarios de nuestras iglesias  repique la voz del bronce anunciando el peligro. Eso, que hablen las campanas. Los curas están dormidos, entregados a sus soliloquios bizantinos y a su parenética utópica. Va a ocurrir lo mismo que entonces.

 Cuando el turco se presentó a las puertas de Santa Sofía 1453 el archimandrita discutía plácidamente con sus pendolistas si los ángeles tenían dos alas o seis. La primera providencia del mameluco fue cortarle la cabeza al diácono que cantaba el Evangelio, y al presbítero que oficiaba misa en el altar lo hicieron chicharrones dando los sarracenos una vez más prueba de la “tolerancia que les caracteriza” y en la que sólo cree Moratinos.

 La eucaristía quedó in medias res pero el sacerdote que oficiaba antes de expirar formuló una profecía: El rito que yo he comenzado otro lo terminará. No sabemos si volverá a ser de nuevo cristiana Constantinopla.

Mondoñedo, de momento, sí lo es. Por eso lo quiero tanto. Pero puede que todo esto que yo sueño no sea más que una quimera, una utopía.


Soy español y aspiré, como tantos y tantos de mi generación, a un lugar al sol entre las filas de la clerecía.

Bien están los santos en los altares pero aquí hay que comer todos los días y la Iglesia, sociedad perfecta donde las haya, supo apañárselas bien por ese renglón. Misas y ollas. ¿Qué pasa? Donaciones pro anima  y culto a las reliquias, ciertamente. 

Pero ustedes no comen jalufo y dicen que es pecado - menuda tontería- combinar lacticinios con carne y pescados en la ingesta, y el que copula con menstruante o toca un cadáver comete pecado y necesita abluciones de purificación.

 De gustibus et religionibus non disputandum. Sin embargo ¿por qué nos dan tanto la vara? ¿Por qué esos ataques envenenados a la SRI?


 Bueno que iba para cura y eso no creo que sea una deshonra ni que me llamen rebotado. Uno lleva muy adentro todo ese bagaje de vivencias y de proposiciones y cantos a la Virgen de los Tránsitos.

 Por supuesto, es una institución humana y más humanitaria de lo que algunos se piensan, pues cree más en la caridad que en la filantropía. Está revestida de poder y cargada con todos los símbolos de la autoritas que viene de lo alto por influencia de los cultos sincretistas y de los flámines eleusinos. Los pueblos que desconocen el derecho romano o vivieron de espaldas a la Fe andan todavía en taparrabos, mirése por donde se mire y digan lo que digan los volterianos, los émulos de Torquemada con su palmeta de lo políticamente correcto.

Yo creo que Torquemada, como buen judío, era un poco más liberal, que todos estos mendas que nos sueltan el rollo a todas las horas y hablan por boca de ganso y que militan en el ateísmo trabucaire. Con los bretes, la pihuela y el cepo que nos pusieron andamos.

Ya somos autosuficientes. Suprimamos las religiones. Hay que acabar con el cristianismo. Creo que la Directora de Asuntos Religiosos, esa  hija de la Carabias, memorable colega que se pasó toda una vida escribiendo para el periódico de los curas, aquel Ya, tan ponderado de la calle Mateo Inurria, fragua de periodistas que crecieron a los pechos del cardenal Herrera Oria, y ahora ha implantado el Corán en las escuelas, dominada por un furor no sabemos si uterino o tornadizo, se está pasando un poco.

Mira con cara de Euménide que atraviesa y sólo es la hermana de la Carmen Rico Godoy RIP, la chica que tenía Piniés para coger el teléfono en su oficina de la ONU, que iba para ministra y sin perecer en el empeño, claro está, ha acabado al frente de la Secretaria de Asuntos Religiosos.

 ¿Qué hace una atea en la Oficina de los Creyentes? El poder es tan goloso que hasta las feministas de base podrían convertirse al Zancarrón de Mahoma y aceptar el velo que las impongan los imanes después de apostatar del credo que me parece que profesaba su madre, la aburridísima Carabias, y de aljamiarse.

Su apostasía sería un canto a la cultura multiétnica en aras del melting pot. Invocan el mestizaje para justificar la invasión.

El otro día le oí gritar a un energúmeno: “Hay que arrasar Irak y al día siguiente bombardear el Vaticano”. Cristo tiene la culpa de todos nuestros males por lo visto. ¿Dónde está Ben Laden? ¿Quién es? A mí me parece que es un fantasma hijo del odio y la revancha. No nos perdonan lo de Clavijo. Es un Santiago al revés, producto de mentes retorcidas y de diseñadores de imagen que se esconden en las espeluncas del rancio rencor contra el Galileo. Empolvadas pelucas dieciochescas.

En unos cuantos traileres o imágenes muy raquíticas y trucadas de TV, nos lo han pintado de túnica y turbante, alquicel al viento a lomos de un caballejo sahariano o mongol.  Símbolo del mata cristianos perfecto, dando calabazadas, hollando nuestras testas a golpe de alfanje y de cimitarra, reclamando las parias de primavera, exigiendo el tributo de las Cien Doncellas a los del Bierzo. Lo de las pateras es una añagaza- Berbería conoce muy bien el Estrecho-para invadir estos reinos otra vez. Y otra vez tendremos que pagar la fonsadera o tributo de guerra al taifa. ¿Será Chaves el visir de un nuevo Boabdil el Chico resurrecto? De cualquier forma el paisaje de nuestra geografía rural se va a llenar de alminares con el cuarto creciente en claro desafío a la cruz que preside la torre de nuestros campanarios seculares. Ese es reto. España, despierta. Eso te prevenimos, te anunciamos.

A mí me hizo pensar en el moro Almanzor del que un copista de Silos allá por el año 1000 retratara su efigie a golpe de cálamo: murió Almanzor ya se pudra en el infierno. Ben Laden parece su hijo, azagaya que se esgrime contra nosotros en el terror del 2000, pero mucho más mortífero porque no se le ve, ni quién es ni donde está, y golpea cuando como y donde le da la gana.


Por eso yo me refugio, en plena efervescencia de este terror milenarista, a la sombra de las torres de la catedral de Mondoñedo. Allí un obispo como Dios manda, monseñor Gea Escolano, ha hecho sonar el toque de clarines y timbales de la anúteba.

 Llego aquí a husmo de una esperanza. Busco la querencia de sus campanas, nostalgia vieja de sus rúas blasonadas, tengo ganas de comer pulpo y de trasegar algo de ribeiro, sentarme al pie de la “Fuente Vella” como lo hacía Álvaro Cunqueiro, escuchar la gaita cuando la Rapa das Bestas o  por los Remedios. Perderme por las rutas senderistas de Muiño Lavapés y sus bosques con sus trasgos donde están los manes, lémures y penates de la castrametación romana que es el origen verdadero del casco antiguo mindoniense.

Sin Roma y sin sus dioses antiguos tampoco tenemos catolicidad. Una queimada no viene mal de vez en cuanto y allí la dan buena en cualquier taberna del barrio de Os Molinos o en un bar cabe soportales en la plaza. La mejor empanada del mundo yo la probé allí una vez que fui con mi abuelo a la Feria de San Lucas.

 Latines - y Mondoñedo es ciudad rica en pan, en agua y en ellos- todos los que se quieran pero también hay de vez en cuando que darle gusto al cuerpo. Cunqueiro, fabulador genial y uno de esos gallegos buenos que uno se va encontrando por la vida y la hacen más llevadera, era un adalid del queso de afoga el pito y del arroz con grelos. Se escribe y se piensa mejor al día siguiente de una buena trapallada.

A Dios rogando y con el mazo dando; pero el arcediano y el racionero y el pertiguero salían a comer con el obispo de vez en cuando. Domine labia mea aperies et os meum nuntiavit gloriam tuam, desde luego, pero la carne es flaca y aquí estamos de paso.

 Y ése es Cunqueiro: un Lúculo de la literatura que siempre parecía de coña pero en el fondo era muy serio de talento y talante. Su espíritu humanista, bondadoso y algo zumbón, mora en este ciudad. Sus libros son una cátedra de tolerancia, caridad y de libertad y todo eso que amamos con pasión los cristianos viejos. Y es la grandeza de esta concepción algo pelagianista de las relaciones con Dios.

No hay que machacarse los sesos. Tratar de imitar a Jesús es más simple que todo pero partiendo de la base de que somos falibles y fraguados en el barro y que nunca llegaremos a esa meta de perfección pero Él, amoroso, suple las carencias de nuestras imperfecciones con el testimonio de su sangre derramada.

Cristo es la libertad, el gran  Eleuterio o alfaqueque de nuestros cautiverios por el pecado. Más lejos no sé ir.

 Eso es hasta donde llegan mis luces. Los misticoides tienen mucho peligro y los iluminados derivan en algo peor. Por eso conviene, para aprender manera y no olvidar lo que decían los escolásticos quod decet perderse por las calles de esta vieja ciudad, altar de nuestra civilización.

 La Barca de Pedro nos la están convirtiendo en una almadía. Para que recupere el rumbo es recomendable regresar a los principios acudiendo a las plumas preclaras de aquellos obispos que tuvo esta sede fundada c. 866 e instauradora del rito santiaguista como la de fray Antonio de Guevara, titular de la mitra mindoniense y que escribió tanto como Alonso de Madrigal. La silla curul, faldistorio de la sabiduría, donde se sentaba el autor de Menosprecio de Corte y alabanza de aldea está tal y como él la dejó y aun puede admirarse en una sala del Museo Diocesano al igual que la cama donde dormía. Por las trazas debía de ser el hombre de baja estatura.


 El cabildo catedralicio estaba en la obligación de pronunciar en los treintanarios  los vodos (votos al Señor Sant Yago) entre cuyas obligaciones se abonaba la defensa de la fe apostólica contra la apostasía y de la nación hispánica. ¡Santiago cierra España! Recuerdo y deprecación. Anúteba. Golpe de llamada a la defensa.

 Los vodos que se cantaban en la catedral de Mondoñedo al amor de un órgano de tudeles pregoneros, estrangules asmáticos y un fuelle gotoso, eran el bajo latín medieval que traían los peregrinos en su parlar con algunas palabras en alemán y otras en vasco recogidas de camino: Gott Sanct Yagu. Herr Sanct Yagu, ultreia ad fines terrae, aurrerá, Boanerges, adjuva nos. Bajo la bóveda de crucero sonaban magníficos. Eran un clamor enardecido de voluntades conjuntas ante el peligro común. A mi manera, yo vengo aquí a pronunciarlos cada año santo.

El corolario de esto nos llevaría a lejanas conclusiones. La principal: que la SRI no es algo meramente interior (esotérica) como querían los luteranos y aquellos conversos iluminados como Miguel de Molinos o los pasmados de Llerena. Su concepción equívoca del Amor les llevó a los capellanes y directores espirituales- mucho tráfago y trabajo tuvo con estos curas la pobre santa Teresa- a aberraciones múltiples como acostarse con sus confesandas o a dejar preñado a un convento entero de monjas como ocurrió con aquel limosnero del Monasterio de San Plácido en la calle del Pez de Madrid, que quiso llevar a  sus pupilas camino del cielo y,  pastor, las pastoreaba borregas del infierno bajo el lema agustiniano de “ama y haz lo que quieras” según cuenta Marañón. De toda aquella represión sexual de los colegios de ursulinas salieron todas estas vírgenes locas que nos desgobiernan y tratan de imponer el feminismo a ultranza y la ley seca del espíritu, a base de trágalas y de revanchas puñeteras.


 No; el cristianismo no puede ser un problema de bragueta. Ha de ajustarse a una moral natural y entrar en los límites de una cierta decencia. Algunos jesuitas tuvieron mucho la culpa de ciertas demasiadas y obsesiones por ese cabo. Conviene la morigeración de costumbres y es un tema en el que insiste el obispo de Muniebriga preconizado a la sede mindoniense en 1498 en su primera pastoral recomendando a los canónicos y beneficiados que no tengan barragana y que si criada hubieren que la oculten y no convivan con ella. El problema es antiguo puesto que ya el arcipreste de Hita se quejaba a su obispo Gil de Albornoz de la implementación del celibato, una recomendación de un concilio de Toledo hacia el 453 y que tarda más de diez siglos de ser costumbre entre los ordenados de mayores: “Eminencia, nos quita las buenas para que nos vayamos con las malas”.

La Iglesia es también una barca de piedra, un edificio secular hecho de sudor, argamasa y sufrimiento de sus hijos. Altas miras y amplias aspiraciones pero también pegada al barro. Algo externo o exotérico. El fundamento está en la Tradición, en los Santos Padres y en el Derecho Romano. Los juristas y casuísticos nos la amasaron en cánones y exhortos, silogismos, un rito, un calendario, una epacta. Las águilas teológicas (Tomás de Aquino, Bernardo de Claraval, Scoto o san Buenaventura) con un vuelo y una altura de miras cuya visión hoy causa pasmo pusieron la letra a la música del canto gregoriano.  Por eso me parece a mí de una entidad cuasi perfecta. Su inspiración es divina. Su organización es humana y, en consecuencia, falible y perfectible. Hay que andar listos. Un ojo en el cielo y otro en el suelo, que decía Aguaviva el primer prepósito general de los jesuitas. Confundir el esoterismo, que desdeña el culto exterior y se atiene únicamente al legado de la Revelación, que cada uno interpreta a su manera, con el exoterismo o parte administrativa es también confundir el culo con las témporas. Está pasando y esa es una de las razones de la gran crisis de fe y el desconcierto (erramos como ovejas sin pastor) interior que se vive en estos tiempos del “quiliasmos”. Que el Señor venga en nuestro auxilio. La catolicidad de Mondoñedo, por eso me gusta tanto, no es una fe de beatas, sino de caballeros prevenidos en frontera.

18 de septiembre de 2004

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


                                MONDOÑEDO II

 

Antonio Parra

“Virgen Santísima, protegenos con tu manto”. La frase la tomo de un cuento patético del ruso Ivan Bunín “El epitafio”. Es un latigazo a las conciencias en forma de profecía. Resulta que en una aldea de la estepa había una cruz y sobre ella, surmontada, una imagen de la Madre de los Afligidos. Las gentes acudían al lugar de vez en cuando para pedir protección para sus cosechas, salud para los suyos y la intercesión de lo alto ante las desgracias y baticores del día a día. Decían: “Virgen Santísima, cúbrenos con tu manto”. Pero poco a poco el pueblo fue despoblándose, la cruz se cubrió de polvo. Dejaronse de presenciar allí actos conmovedores o liturgias piadosas. La fe se fue enfriando. Aparecieron los fantasmas de la esterilidad y el hambre. El dulce rostro de la Virgen se oscureció, nos dice Bunin. Nacieron en la tierra sedienta el aciano, heraldo de la sequía y el plateado armuelle o bledo, nuncio del hambre. La cruz dio con sus brazos en tierra y el icono de la dulce Theotokos se derrumbó. La cruz gris caída en el suelo sería olvidada de todos. Otras gentes de otras razas y de otras lenguas que vinieron a repoblar el lugar la olvidaron. “¿Con qué santificará la nueva gente su nueva vida? ¿A quién pedirá la bendición para su febril y ruidosa labor?”, concluye preguntandose el autor ruso que publicó esta pequeña obra maestra de apenas tres páginas en 1900.

Aplicada a nuestros días y al hic et nunc del desasosiego español, el cuento de Bunin  mantiene una vigencia absoluta. Su descorazonador mensaje me salpica nada más llegar a Mondoñedo, la tierra natal de Álvaro Cunqueiro. Vengo en búsqueda de amaneceres y de páginas perdidas y hasta parezco escuchar su voz plateada de chantre. La ciudad sigue con su paz manifiesta y el inmenso rosetón cisterciense de la catedral es un tiovivo de colores donde los rayos al sesgo del entrelubricán giran acariciando con todos los matices del espectro las impostas de la nave del crucero. No habrá en otro sitio del mundo atardeceres tan bellos como los que se admiran en este templo que fue sede del obispo san Rosendo, lugar señalado por los templarios y de planta cuadrada, catedral de dimensiones modestas que hacen pensar no sé por qué en los regalos del domingo de Piñata. Su arquitectura barroca inspiró a las iglesias coloniales de Filipinas y Méjico.


La serenidad con que me recibe una de las más viejas sedes episcopales de Hispania pues parece haber sido fundada por uno de los siete varones apostólicos que comisionó san Pablo como legados del Evangelio a la bronca Piel de Toro contrasta con las turbulencias de mi espíritu. No puedo apostatar. Ya soy muy viejo para cambiar de religión ya en el tranco final de mis días. A buenas horas mangas verdes pero este verano las catedrales y antiguos santuarios de devoción se han llenado de turistas indígenas que se paseaban por la pérgola de San Vicente de Ávila con una sonrisa irónica en los labios o farfullando el topicazo de siempre: “Hay que ver lo bien que vivían los curas mientras el pueblo se moría de hambre” o “La Iglesia es poder. Siempre estuvo del lado de los pudientes”. Hacían fotos a la desesperada y observaciones matizadas de desafecto por la estupidez de sus padres y sus abuelos por creer en todo aquellas historias de viejas.

 Ante tales fenómenos cada vez más frecuentes uno no puede por menos de sentirse un meteco en su propia patria. Los nuevos usos y costumbres me han vuelto un bicho raro. Ya no soy de los vuestros. Esto que llamamos democracia y qué no sabemos en definitiva qué será o en qué acabará ha conseguido sus objetivos: despoblar y descristianizar a España. Los turistas españoles con sus cámaras en ristre y su ir y venir de marcianos recién aterrizados, tal me parecía su desafecto, me hacían pensar con pavor en la conseja del cuento de Iván Bunín: el cristianismo se nos muere. Cierto que la Iglesia es poder pero ninguna institución más que ella hizo tanto por la gente. Que en sus manos se acumularon muchas riquezas, ciertamente.


Es, sin embargo, una verdad solo en parte pero las grandes mentiras están confeccionadas a base de medias verdades. De sólo pensarlo se me ponen de punta los pelos ante la idea de ver convertida la Cartuja de Miraflores en un museo. Y esa es la política que con toda la mejor intención del mundo, algunos cayeron en el lazo, que late bajo los esquemas de magnas exposiciones como las Edades del Hombre. Sentí verdadera indignación cuando en una de las vitrinas vi un portapaz que yo he llevado a dar a besar cuando era seminarista en la catedral de Segovia. Está visto quieren arrinconar a Dios. Convertirlo en una reliquia del pasado. El cuerpo místico de Cristo es un cadaver y la comunión de los santos una entelequia. Los hijos de la tiniebla han hecho bien los deberes mientras se durmieron en los laureles los muchachos de la luz. No quiero pensar que tengamos una Iglesia de manos muertas como la quiso el masón de Mendizabal. Quizás haya sonado el golpe de gong para una segunda desamortización. Tanto boato es testimonio de un esplendor sacrosanto.

 No puede prosperar cualquier religión sin misterios eleusinos. Las piedras preciosas, las casullas y capas pluviales recamadas de oro, los pectorales, los cálices, las custodias triunfales, las navetas e incensarios de oro macizo, todo el boato y rigor del rito romano sólo sirven para emitir un mensaje: que el poder viene de Dios. Durante toda la edad media para complacer a los artistas Cristo se hizo arquitecto, poeta, músico. Ninguna religión frisó tan alto como la del Crucificado en torno a estética. Hasta puede afirmarse sin lugar a engaño que todo el arte occidental brota de la roca de la Cruz y estuvo manando incesante sobre Europa este raudal por mucho que los volterianos de Chirac pretendan ningunearnoslo. El hecho se tiene por sí solo. Los datos ahí están.

Peor todavía sería el enterramiento de la cruz y la imagen de la Virgen hecha pedazos ante el paso de la horda de las nuevas generaciones agnósticas, ácratas, adoradores de deidades diferentes y con otras parafernalias. Así, saldada la vieja deuda del rencor, habríamos alcanzado el objetivo de la descristianización. Es el mensaje subliminal que subyace bajo este afán de cerrar al culto los templos y abrirlos a la curiosidad turística como exvotos del pasado. Los pueblos sin religión resultan mucho más maleables. Algunos prelados, advertidos de lo turbio de la maniobra, pusieron a la Conferencia Episcopal  sobre aviso.

Sin embargo, Cunqueiro que se me aparece entre las chispas de un albar cristalino de mi primer ribeiro que trasiego en un bar cerca de los soportales me advierte bufón que tampoco es para ponerse así. Su recuerdo me alienta y me dice: “No te amargues ni te hagas mala sangre, chico. Ya se les pasará”. Dios es más poderoso que Merlín y érase un hombre que se parecía a Orestes. No les voy a dar la clave secreta de cómo el novelista mindoniense había penetrado la trama organizativa que circuye al Amadís de Gaula y a otros grandes libros de la caballería andante. El escritor al que yo llegué a conocer personalmente murió en 1981 pero su espíritu ronda el caserío de esta villa. Es como un “genius loci” literario que se pone al frente de una interminable romería de menciñeiros, meigas y caminantes. La fabula forma también parte del contexto.


No seriamos nada sin sueños y sin encantamientos. La historia de España desde luego parece encandilada por un delirio quijotesco. Pocos habrán podido advertir en Don Quijote una solapada pero ardua y tenaz feroz crítica a la Iglesia Católica que Cervantes concebía como una especie de gran libro de caballerías lleno de capítulos que hacen suspirar de emoción y con lances rocambolescos. Sin exaltación no hay altura y resulta que Cervantes tiró el guante y salió del envite bastante quebrantado murmurando entre dientes a un Sancho al que también mantearon aquello de “Con la Iglesia hemos topado Sancho”. Tenía Cervantes algo de gallego o, al menos, su familia era oriunda de estos valles. Puede que esta no sea más que una hipótesis pero para entender a la Iglesia Católica y a la Caballería andante hay que haber pisado Mondoñedo.

Ahora cuando resulta que la historia se desata los dedos se nos vuelven huéspedes y nos echan en cara las viejas andanzas. ¿Os acordáis de cuando entonces?, vocifera el inquisidor, todo cambió. Pues ahora a pagar la deuda. Meto en adobo los malos augurios, pongo entre cordones y entre chavetas de procesos inquisitoriales la imputación maliciosa henchida de cainismo y de viejos rencores que incrimina a la Iglesia por delitos que nunca cometió. Hasta se me atraganta el ribeiro pensando en estas desazones pero la estólida fachada de la modesta catedral con sus muros recios y su rotundo rosetón, uno de los mayores del mundo para gloria del arte cisterciense y que hace pensar en la flor del agua prendida en una sima submarina o de un ventanal por donde asoman dos ciegos que siguen ahí mirándome, me reconforta. Solidez ancestral. Estos edificios fueron construidos pensando en la eternidad. Suenan horas en la torre y acaricia el enmorrillado de la rúa bajo el beso de la lluvia el bordón de un peregrino que acaba de cruzar la plaza.

 Cervantes no era cristiano viejo pero en su pluma llegaron a fundirse el alma de las tres religiones. Sus prosas emiten un mensaje de reconciliación que casi parece imposible entre españoles. Y a España no es posible jamás tenerla sin caballeros andantes, sin escuderos y sin fregoniles Maritornes. Es quijotesca, sanchopancesca y muy dado a los devaneos de Celestina. Mujer ventanera. Mujer ventanera, pasa de calle y es verdad. Y venternera locuaz. El talante nacional es caprichoso y pendular.


Los gallegos sin embargo tienen otro mirar. Son los que siempre arrimaron el hombro dispuestos a echar una mano sin darle la más mínima importancia a su heroísmo y como quien no quiere la cosa cuando por aquí hubo palos. Los libros de Cunqueiro son todos así. Irreverentes y a la vez profundamente serios y escritos en un castellano en que acaricia el oído el retumbar lejano de la caracola de la saudade. Algo parecido sabía hacer Cela. Es, desde luego, otro approach. Afrontan la existencia con otro miramiento. La cachaza del gallego nos tranquilizó a lo largo y a lo ancho de nuestras grandes tragedias nacionales. Aunque Galicia puede tener también una aire chambón y acérrimo de algunos afiladores con rechifla y que van por ahí algo esquinados y zumbones haciendo sonar el castrapuercas que es para echarse a temblar como ocurrió cuando lo del Prestige, lo normal es la mentalidad humorística y la cordialidad. La meseta lucense- ya lo sabemos- carece de las melosidades de Puente Deume. En Mondoñedo uno come bien y mejor se bebe. Prueben el aguardiente de hierbas.

 No se puede entender a la catolicidad sin caballería andante y España fue la mejor patria de los caballeros andantes que vinieron siempre de Inglaterra como el mago Merlín un personaje de Cunqueiro que va por las calles de esta ciudad con su sotana y esclavina de peregrino. Me lo topo de manos a boca y afirma ser peregrino por la paz. No es un duende sino un personaje de carne y hueso. Se llama Manuel Montero Rego al que Cunqueiro llamaba meu libreriño do camara. Regentó una librería en la calle de la Concepción y ahora, jubilado jubiloso, se nos ha hecho caballero andante de la palabra y del buen consejo.  En su compañía saldría yo a desfacer entuertos por esas veredas. Ya, empero, para tales trotes me sobran arrobas en el cuerpo y me falta en el alma la candorosa ilusión de la juvenil edad.

-¿Qué, don Manuel, hace un ribeiro?

-Ya no bebo, señor y se me hace tarde para ir a un cante misa.

Un cura aparece plantado con su gran corpachón en la antojana de la iglesia de los Remedios mirando para el infinito y esperando a una feligresía que parece renuente a acudir.  Se muestra como  un aparecido sobre el atrio fantasmal. La desolación de esta iglesia despoblada y vacía contrasta con otra escena que presencié en el convento de san Francisco en Santiago pocos días después. Aparcan varios autobuses y empiezan a bajar gallegos que venían a un entierro. Debieron de venir en número de más de dos mil. Muy bueno debía de ser el muerto. Tenía muchos amigos pues de lo contrario tal multitud no pudiera haberse dado cita en su funeral. Sí ¡qué bueno era! Estas cosas sólo pueden ocurrir en Galicia.


 Tampoco se podrá entender a España sin Galicia. No sirve darle vueltas. No puede haber tres ciudades más diferentes y a la vez más íntimamente unidas que Compostela, Toledo y Sevilla. Entre estas tres reinas de nuestro urbanismo existen  sin duda elementos de cohesión. Son la impronta de una huella secular en las que la fe externa e interna es parte de un todo armonioso de un alma misteriosa, la de un país como España que fue cuna de civilizaciones. El cuento de Ivan Bunin, no obstante. Sigue siendo acicate de mi desasosiego pues se me aparecen sus cruces destronadas, los altares profanados, y la risa del diablo resonando por entre las naves de las catedrales vacías y las nefastas harpías abortistas alzando el trente por las sacristías desmanteladas. ¿Volverán a repetirse esas escenas terribles de nuestro pasado inmediato? ¡Ah puede una gota de lodo sobre un diamante caer! Pero su fulgor se oscurece sólo de momento.

He leído las capitulares y actas de la catedral de Mondoñedo redactadas por su archivero Enrique Cal Pardo y que abarcan desde el siglo XV hasta el XVIII. En estos documentos impera una misma tónica que habla de cartas de pago, recudimiento, transacciones, anatas, diezmos, martiniegas, caloñas, fonsaderas, catastros sinodáticos, juros de heredad, raciones y momios, y  oposiciones a canonjías que se desarrollaban en la sala capitular delante de una clepsidra, todo el tiempo que tardase en bajar del compartimento de arriba al de abajo la arenilla era el tiempo con que contaba el opositor para disertar de su tesis. El tribunal emitía su voto secreto mediante unas habas. Las judías blancas para el aprobado y las negras para el suspenso. Licet, non licet. Apto. No apto. El sistema de selección eclesiástica lo asimiló nuestra administración. De ahí venimos y en esas estamos. Antes las iglesias estaban para algo. Servían de centro de acogida a las deliberaciones del consejo. Las reuniones del común se celebraban en el atrio. Y, dentro, se cantaba y se bailaba en honor del Sacramento. Lo de estar callados como en misa fue una disposición que vino después de Trento. Esto aun no se lo han explicado a la gente que vive ajena a la historia de España y de la Iglesia, una perenne caja de sorpresas.

 En todo este gran aparato exterior concerniente a la disciplina eclesial canónica se echa en falta naturalmente el pietismo. Los libros capitulares, albaranes de compra y venta, registran propiedades y hablan poco de las cosas de Dios. Pero a los clérigos la fe se les supone como el valor a los militares. La iglesia tuvo en sus orígenes mucho de teatro y algo de banco, organización perfecta donde se amortizaban los dineros. Sin el oro de san Pedro no hubiese sobrevivido. Fue ese oro el que ha despertado siempre la codicia de los Sans culottes jacobinos. Son los que arramplaron luego con el cepillo.


Al propio tiempo, estos legajos del pasado hablan elocuentes de ese afán que siempre tuvo la Iglesia de vida apartada del mundanal ruido. Raciones, rentas y coro y un ver desfilar las estaciones del año una tras otra con sus fiestas, acontecimientos, bateos, funerales, cosechas, pomaradas, rochas, huertos del  níspero, exenciones y privilegios, ajustes de cuentas y devengos que se pagaban por san Lucas, san Miguel o san Martín. Horacio y los griegos que preconizaban el apartamiento de las cosas del siglo influyeron en esta visión del mundo en medio de una sociedad agrícola y rural. Los cantorales y becerros de coro yacen amontonados en un desván. Si sus páginas hablarán, qué de buenas historias podrían contar. Se nos muestra el lecho de un obispo. No podía aposentarse en más austero apartamiento el prelado Luján.

Parte fundamental de la visita a este museo diocesano es la que nos muestra una sección dedicada a exponer las cáligas o las sandalias de oficiar misa pontifical de los diferentes ordinarios que tuvo la diócesis mindoniense. Estos zapatos cada uno de ellos con los colores litúrgicos muestran primorosos bordados sobre la seda natural. Haciendo con juego con estas piezas de la ornamentación episcopal está la quiroteca donde se guardan los guantes con que el obispo oficiaba e impartía con ellos la bendición cada uno de un color diferente según la clase de misa que se oficiase. “Yo soy el obispo de Roma, para que te acuerdes de mí toma”. Tenía que ser una bofetada pero se convirtió en caricia. Era la acolada, el toque de varas que supuso mi confirmación, allá en la lejana infancia. Debía de ser por Adviento o por Cuaresma porque la quiroteca que guanteaba la mano de mi obispo al que recuerdo (se llamaba Daniel Llorente de Federico) era morada. Con esa bofetada me convertí en soldado de Cristo. Los católicos - en eso llevaba razón el bueno de Iñigo de Loyola- pertenecemos a una insólita Orden de Calatrava. Que vuelvan los templarios con los ciriales y la cruz alzada. Un acólito venía detrás enrollando su capa magna y los añafileros hicieron la salva al entrar don Daniel en la catedral. Años triunfales. Una nube de incienso perfuma en el recuerdo en mi memoria del  segundo día más feliz de mi vida, el de mi confirmación. El primero fue el día de mi primera comunión.


¿Qué nos ha quedado de todo aquello? Quirotecas y cáligas. El acetre, la naveta,  una carraca de Semana Santa, el capelo del cardenal Arriba y Castro que rigió esta sede y al que llaman el obispo santo, o el báculo de san Pelayo, otro prelado visigótico de la heptarquía mindoniense allá por el siglos VIII, objeto de culto que tuvo que ser enajenado por el cabildo para mejorar la cubrición de las techumbres del templo catedralicio. El báculo que también puede admirarse en el museo es objeto de ciertas mofas sacrílegas por parte de aquellos que han convertido al actual titular de esta diócesis en papamoscas de sus juegos, blanco de sus invectivas terroríficas, aventadoras del humo satánico y del cisma que tiene amedrentada a la grey. Raza de víboras. Sepulcros blanqueados. Los legados del pueblo duro de cerviz desde su atril  manejan los viejos tesauros eclesiales. Madre ¿por qué callas?

Hablábamos el otro día José Luis Navas y yo sobre este silencio de Dios que está haciendo de nosotros mártires ideológicos en el seno de una iglesia que otorga y calla o exules en nuestra propia patria porque estamos asistiendo a acontecimientos sorprendentes que no entendemos y por los que nos sentimos desbordados, preteridos y tachados de fachas nosotros que contribuimos, como pocos, a la alborada de la libertad y al advenimiento de la democracia en este país. Porque aquí lo que nos falta es un Quevedo. No he de callar por más que con el dedo tocando ya los labios ya la frente silencio avises a amenaces miedo. Estábamos consternados y sorprendidos por este mutismo en la cúpula jerárquica ante esos millones de homicidios que supone la legalización del aborto o la tibia actitud ante el matrimonio de homosexuales y estos fervorines arco iris que incluso jalean desde el Vaticano. Hasta el punto que medios de difusión próximos a la jerarquía no han dudado de tomar parte en el ejercicio de tiro al blanco contra monseñor Gea Escolano al que califican de retrógrado y cavernario. Eres más tonto que el obispo de Mondoñedo  dicen los que le quieren poner la coroza de una especie de Blas Piñar de la conferencia episcopal. Son unos expertos consumados en el arte del insulto y del libelo. Son los hijos de los desamortizadores de siempre, los que siempre se alzan con el santo y la limosna en este país, y ahora se definen como albergue de la nueva teología Pueblo de Dios. Puras invenciones maniqueas. Y aquí pueblo de Dios somos todos. Ha nacido una nueva iglesia del silencio.


He tomado la resolución, en compendio de todo esto, yo que siempre fui algo ácrata y liberal pero profundamente piadoso a pesar de indigno hijo de la SRI, de acudir al obispo Gea estas Témporas a que me imponga las manos y me confiera la diaconía. Las ordenes menores ya las tengo. A la ceremonia le voy a invitar a mi querido amigo José Luis Navas. Que venga con su acompañamiento de columnistas y de reporteros y todos juntos iremos luego a venerar a la Virgen inglesa que tiene un trono en una capilla del testero de la catedral de este bello pueblo lucense, sublime pecio de aquella debacle que fue la Invencible. Que la Madre del Amor Hermoso nos ponga bajo su manto y proteja nuestra vejez como protegió nuestra juventud. Seguimos siendo jóvenes en el corazón. Unas diáconos para lo que haga falta y para lo que ustedes gusten mandar. No quisiera ver cumplida, por lo demás, la conseja/profecía del cuento de Ivan Bunin sobre mis carnes y las de mi patria y aunque haya indicios que así nos lo dan a entender y muchos síntomas de destrucción que hacen pensar.

Antonio Parra

Día del Pilar

12 de octubre de 2004

 

 

 

CARTA A LAURA PONTE MARTÍNEZ

 

Antonio Parra

Querida Laura: Honra merece el que a los suyos se parece y de padres gatitos, hijos michines, que dicen por mi comarca y eres también alta y delgada como tu madre a la que llamábamos en la Escuela de Periodismo, aquella pequeña universidad de Pedro Aparicio La pastora Marcela, ojos rasgados color avellana, y de la cual andaban todos enamorados como burros entre clase y clase, oye me pasa los apuntes, el terror de Pedro Go o las explicaciones iterativas de Bartolomé Mostaza, aquel pequeño Marcelino de Zamora que a mí siempre me dejó para septiembre. Ya se sabe: la mujer y la manzana, asturiana. A Marcela la creían todos gallega por su dulzura melosa y su acento cantarín de las encartaciones de Puente Deume, pero ha nacido en Sotrondio. Es de la cuenca minera.


 Y tu padre, un gallego de buena planta, excelente periodista con el que comparto pasión y profesión y nunca ideas políticas, esa zanja que separa a los españoles, fue el que se casó con la Marcela, habida cuenta de su inteligencia y otras prendas que desconozco, aunque, según supe, y ese también es un drama - los gacetilleros a veces no somos buen partido, tenemos manías y andamos siempre azacaneados con eso del recado de escribir, y muchos de nosotros llevamos las tres D fatídicas: deprimidos, dipsómanos, divorciados- aunque sólo relativamente. Me hizo mucha gracia verle vestido de pingüino al bueno de Ponte Mittlebrun, que ha emparentado nada menos que con los Borbones, él que siempre se las dio de rojo y pudo sobrevivir y ser amado y respetado en una villa tan de derechas como Luarca. Iba de bracero, padrino y madrina, con la infanta doña Pilar. Una imagen interesante y llena de contrastes.

Con ese ferrete coruñés que le caracteriza espero que cuente sus impresiones de  tan alto momento. No es cosa de todos los días conducir al altar a tu hija camino del altar para casarse con un sobrino del monarca. Seguro que no le cabrá un piñón por el culo, aunque lo disimule y hombre sin grandes aspiraciones que busca un poco el Beatus ille horaciano y un pequeño rincón donde escribir no dé quizás cuartos demasiados al pregonero. Debe de sentirse orgulloso haber sacado adelante a una familia en un tiempo tan difícil y de tantos cambios el que nos ha tocado vivir y veros llegar adonde habéis llegado tanto tu hermano como tú, a quienes- tengo una memoria muy borrosa de todo aquello- de Londres os traía caramelos y hasta creo que llegué a regalaros una pequeña radio. Erais los dos unos guajes preciosos. Creo que ya entonces llamabas la atención por esos dos ojos impresionantes de gacela que eran los de tu tía Laura y tu tía María Martínez Zapico. Creo que en la ceremonia luciste los pendientes que ella te regaló y que no pudo llevar en la suya. Nuestro himeneo fue aplazado la misma víspera. Yo me iba a casar con María, mi Dulcinea del Sotrondio. Entonces estábamos todos un poco locos. Eramos la generación de mayo del 68. Tu tía cuando entraba en clase con aquellos trajes de chaqueta, esa buena percha que la naturaleza os concedió, causaba en el aula, aquella sección de Inglés de la Facultad de Filología, verdadera impresión. Tú eres la que más te parece a ella. En lo garbosa, en lo indecisa y calculadora, en lo buena persona, en lo camaleónica, en lo alta y buena moza. Todavía estoy recordando sus guantes de cabritilla. Iba siempre de punta en blanco aquella ovetense. Salimos algunas veces y la acompañaba a su colegio mayor en la calle de Alonso Cano pero no fue hasta años más tarde, ya concluida la carrera, que formalizáramos una relación que fue un desastre. Creo que yo, pobre periodista con manías grafómanas y un tanto bohemio, no era el más adecuado para ser media naranja de una chica tan inteligente y con pretensiones aristócratas. ¡Virgen de Covadonga, la que se preparó! ¿Qué fue de aquel amor? Se transformó en humo de las cartas que quemé una tarde de melancolía en mi piso de Kensington. Fue la punzada del sentimiento de una equivocación y el amargo recuerdo de una noche de pesadilla. Por todo aquello y por lo que a mí me toca pido perdón. Fue algo muy bonito y platónico mientras duró pero sin aplicaciones. Estaba abocado al fracaso.


Aquello no podía terminar sino de mala manera y María con su firme decisión de darme calabazas el día antes de la boda me ahorró un divorcio con todo el dolor y quebranto que eso apareja para la gente de mi generación. Flotan las imágenes imprecisas de algunas excursiones a Avilés y al puerto de Tarna. Varios viajes y encuentros que sostuvimos en Londres y una bonita visita a Cambridge sin más conclusiones. Para torear y casarse, dice el refrán, hay que casarse, y tu tía y yo eramos por entonces nada más que dos pardillos. Demasiada utopía y escasas conclusiones prácticas. María, mi Dulcinea del Sotrondio, era todo una señora y yo no estaba a la altura, no fui digna de su corazón, aunque tampoco conviene exagerar la nota. ¿Fue mi gran amor? No lo sé. Por aquellas calendas teníamos todos la cabeza a pájaros.

 Una noche de septiembre de hace justo treinta años en el Parque de San Francisco se me vino el mundo abajo. Me dejaron solo y abandonado como los pobres en los pajares. Hubo que avisar a los invitados que deshicieran las maletas, algunos ya con el pie en el estribo del avión, ponernos en contacto con los hoteles. Sólo encontré apoyo y alguna palabra de consuelo en mi director Rafa García Serrano: “Parra, no serás el primero ni el último”. Pero el baldón no hay quien me lo quite.  Me abandonaron todos (la familia, los hermanos, los amigos) como a Cristo en Getsemaní. Mi hija Cristi me dijo el otro día una gran verdad: “Papí, tienes un ángel de la guarda super fuerte”. Aquella noche en Oviedo tuvo bastante trabajo. Si me lo hubiera dicho antes, me hubiera evitado venir desde Londres y los gastos- encargué el traje de novio a un sastre judío de Savile Row- habrían sido ahorrados, así como el trauma que supusieron aquellas calabazas al pie del altar, más vale tarde que nunca, a lo largo de mis días. Pero calma. No se ha de desesperar ni perder la fe en Dios que sabe escribir al derecho con letras torcidas.


No sé si será verdad. Hasta me emborraché y di un sonoro. Mi amigo Teodoro Llorente, el comisario de Oviedo, compañero de fatigas en el seminario, me sacó de la trena. Recuerdo tres colores: el color negro de la Star del secreta que me puso manos arriba, el verde de la puerta del calabozo donde me retuvieron aquella noche, y el blanco cadavérico de mi rostro al mirarme en el espejo de una habitación en el hotel. Me acordé de un verso de Quevedo “Católica y cruel Majestad”. Los hombres me habían abandonado. Un cura post conciliar de la escuela Galatea de Tarancón se había metido de por medio y me dieron entre todos el taranconazo. Aunque lo que más me dolió fue el  abandono y el trauma que supuso por primera vez salir de una comisaría como un vulgar chorizo o un uxoricida. Los hombres me abandonaron. Dios creo que no. Tampoco me dejó tirado aquel gran escritor falangista que estaba por entonces al frente de la agencia Pyresa. ¡Bendita sea su memoria! No aguantaba borboneos,  y yo tampoco.

Laura, estabas muy guapa con tu velo de desposar estilo camp y tus varas de azahar. Let bygones be bygones. Lo pasado, pasado que reza el refrán inglés. Pero ese aspecto tan camaleónico de tu semblante, esa capacidad para disimular, me recuerda a alguien. Eres una artista de las maniquíes, la reina de las catastas, tan elegante como tu tía. Quiero recordarte en este epitalamio un tanto amargo y con efecto retroactivo, que la vida da más vueltas que una noria. Tras de tiempos vienen tiempos. Que no pierdas nunca ese golpe inocente de tu mirada de cierva. Yo recuerdo que en amaneciendo el 24 de septiembre de 1974 tomé un taxi camino de Ranón para coger el primer avión destino a Inglaterra. Al salir de Oviedo, como Sta. Teresa me sacudí el polvo de los zapatos, prometiendo no volver. El hombre propone y el de arriba dispone. Al año siguiente estaba de vuelta para casarme con una ovetense. Es la mujer de mi vida, la madre de mis cuatro hijos como cuatro soles, hoy mi santa que me aguanta y con la que, dentro de lo posible, he sido feliz. Así que me tira el Fontán y como testigo de cargo podría contar muchas cosas interesantes de la Asturian Connection, la boda del príncipe con Leticia, Fernández Campo, los hermanos Ansón, Graciano, las plumas galanas de la Nueva España. Hoy el poder en España pasa por las coordenadas de Vetusta. Oviedo también le subyugaba al “comandantín”como despectivamente lo llamaban esos carbayones, pues también les parecía poco partido, y mira después la que preparó, y nadie haría tanto, pese a los despechos, por esa Asturias a la que profundamente  amaba. Su sucesor sigue sus pasos y es que la Cuna de la Reconquista tiene implicaciones mágicas. Nuestro destino, Laura, está escrito en las estrellas. Que seas, hija, muy feliz. A mis los hados me llamaron a esa bendita región. Lo demás es tierra conquistada. Y tú me parece que también diste el braguetazo. Norabuenas y parabienes. Aun me sigo haciendo cruces de cómo pude salir indemne de aquélla. O el Señor premia a la inocencia o es verdad lo que dice mi Cristi de que tengo un ángel de la guarda que está hecho todo un zaguanete que me libra de los peligros e incluso de mí mismo.

20 de septiembre de 2004

judios moros y cristianos








 

maggy oaks dimite mi regimiento en ruinas














 

cada foto es una historia

2022-02-14

 CENTENARIO DE PASSOLINI (5-3-1922/2-11-1975)


Fue uno de eso genios que de tarde en tarde a lo largo de los siglos produce Italia como Miguel Ángel, el Dante, Fra Angelico, Tintoretto. Leonardo, Vivaldi. 

Fulguran los cielos de la historia dejando una estela inextinguible. Passolini al cual sus enemigos sólo se fijan en sus defectos, su comunismo, su marxismo a lo Gramsci y su fascio ─su padre un teniente de carabineros salvó a Benito Mussolini de un atentado─ pero más allá de sus ideas políticas se situaba un genio que dio la vuelta a la literatura italiana, revoluciona el cine italiano con la magia del neorrealismo.

 No solía utilizar actores profesionales en sus películas. Contrataba gente de la calle, hijos del hampa o “fiorellas” del arroyo como aquel morito del Bocaccio que soñaba en una noche de amor y acaba sumido en la mierda de una privada en timado por una “teaser” napolitana que le roba sus doblones.

Nadie ha hecho circular en imágenes la vida real en la edad media tal como era en los tiempos de Bocaccio, Chaucer, Villon, Quevedo, como él. Sus encuadres son perfectos. Revolucionó con ellos el Séptimo Arte.

Recuerdo que en mis años en Londres vi centenares de veces aquellas cintas en un cine de barrio de South Kensington.

 El Decamerón creo que fue una de las grandes cintas que aparecieron en el siglo XX con sus retahílas lascivas no exentas de humor: el robo y la profanación de la tumba del obispo de Nápoles, el marido cornudo que se ríe como un tonto al ver a su mujer dentro de una tinaja con el amante dándola por detrás me gusta más, o el imponderable hortelano de las monjas que se hacía pasar por mudo y acaba pasándose por la piedra a toda una nutrida comunidad de hijas de Santa Clara las que tienen un pájaro tordo que se pasea del coro al caño y del caño al coro. 

Toda vez que aquellos trabajos eróticos lo tenían extenuado. De repente el mudo empezó a hablar. Tocaron las campanas y las monjitas proclamaron el milagro por toda la ciudad. Passolini como cineasta, como artista, como novelista, como periodista del Corriere della Sera se sale. No se puede encasillársele. Rompe su genio la horma de lo convencional. 

La Iglesia Católica a la cual critica muy severamente hay conjeturas que de que ordenara su asesinato en colusión con la mafia. 

Fue un hombre venerado y discutido en la Italia del pasado siglo. Su Pasión según san Mateo fue una obra maestra que produjo innumerables conversiones en los años sesenta. Incluso L Osservatore Romano escribió que nadie ha penetrado en el carácter y en la personalidad de Cristo como aparece en este retrato del Nazareno. Passolini se fija en su humanidad.

 Es Dios pero no hay que dejar a un lado su humanidad. Sufre, padece hambres y sed, cae enfermo y sana, está sujeto a las necesidades fisiológicas, seguramente tuvo alguna pasión amorosa. Se encoleriza con los cambistas del templo, toma un látigo y llama a los fariseos raza de víboras. Siempre se juntaba con putas y pecadores. Mea, se arrasca, come y caga y se junta con malas compañías, con publicanos. Fue igual a nosotros excepto en el pecado. Escoge a sus discípulos rudos pescadores y algunos, gente del hampa como Mateo, un Dios pero un hombre como los demás. Yo no creo que fuese un comunista. 

Jugaba Pier Paolo con las ideologías. Encuentra a Marx un judío oscuro demasiado envarado pero fustiga al comunismo y dice que la sociedad del consumo es un apéndice del comunismo y del fascismo. 

Ambas ideologías mitificaban al soldado, al héroe y al militar pero las democracias sólo piden clientes. Consumir gastar. Conozco sus libros bastante bien y entiendo sus diatribas contra Stalin y contra Freud porque consideraba a los homosexuales una deviación de la normalidad. 

Creo que llevaba razón porque el amor inverso a mí siempre me pareció contra natura pero es parte de la condición humana, una merma de la naturaleza que hay que tener en cuenta y aceptar. Según él en todo varón hay un contingente de femineidad. Sea como fuera,  en esta lucha en defensa del mundo gay ser erige en heraldo de los nuevos tiempos. 

No deja de ser misterioso e incluso estremecedor el hecho de que esta postura firmara su sentencia de muerte. Se adelantó a su tiempo. Un gran ser humano. Una mentalidad rebelde. 

Para mí  es Pier Paolo Passolini un verdadero santo laico sin tener yo que  cohonestar ni bendecir sus inclinaciones sexuales, a mi juicio desviadas (misterios imponderables de la condición humana), pero la sexualidad es imprescindible para entender al hombre de hoy y al de todos los tiempos y como decía mi abuelo “cada quisque la mete donde puede y donde le dejan”. Por fortuna ya pasaron aquellos tiempos cuando los maricas iban a la hoguera. La iglesia debiera canonizarlo.

Божественная Литургия. Неделя о мытаре и фарисее

🔴Сегодня важно поблагодарить Бога! Благодарственные молитвы и молебен Ак...ALABEMOS A DIOS EN ODO Y A TODAS HORAS

 QUE NUNCA SE SUPO EN LA HISTORIA QUE HICIERA BULTO LA GENTE DE SORIA (dicho castellano)

 

Ejercicio inane el que vivimos ayer los segovianos. Soy de Castilla la vieja y a mí esto de los comicios me ocasionan tedio no puedo reprimir mi desazón a sabiendas de que esto de las urnas que carga el diablo son puro fingimiento todo amañado de antemano. Los ganadores están designados juegan con las cartas marcadas. Soros es el amo de la baila lanza sus infusorios sus bendiciones y anatemas. Yo que soy un anarquista cristiano soy lanzado por estos desalmados a las tinieblas exteriores con el bordoncillo de extrema derecha. Pues nunca se supo en la historia que la gente de Soria hiciera mucho bulto en la historia. En mi pueblo lindante con la provincia de Soria ay cuanto de acuerdo de aquel rincón en la cornisa del mapa castellano tierra de buen vino y buen pan blanco de mollete si quieren tildar a uno de jilipollas lo llaman soriano y dicen ahora que ese partido el de la España Vacía ganó y que peperos y socialistas pactarán y harán consensos y entendimientos bajo izquierda. Ante el grito que viene el lobo. Que están ya aquí están los de la derecha de vox otro partido e soros. Escuché decir a mi abuelo cuando íbamos a acarear una frase quie vendría en esta situación al pelo:

─Aparejad la mula, chiquitos, que vienen los de Olmedo.

Pues eso. Apaga y vayámonos

Божественная литургия 14 февраля 2022, Свято-Успенская Святогорская лавр... misa solemne de san valentin desde el monasterio de la Asunción de Moscú

2022-02-13

LA MESTA FUE MORISCA


LA MESTA ERA MORISCA

Antonio Parra

La mesta mixta era morisca. Cruce de razas, empalme de caminos. Ribazos y cañadas apriscos y majadas. Escuchaba de niño el tintineo del esquilón del morueco  o carnero padre que iba al frente de los rebaños al cruzar por el Puente de Valdevilla. Siempre sentí pasión por los que van delante al frente y miran al horizonte y no los rezagados que hacen la agachadiza, los que no se determinan, raza de víboras los llamó  el Cristo, fariseos, hipócritas y comprendo al Cid – Castiella face los homes y los desface, el buen vasallo si hubiera buen señor que peleaba tanto a favor del moro como el cristiano- y aquel rumor de grey me impresionaba. Ya se van los pastores a la Extremadura esto es a la frontera. Soy hombre de frontera. Me calificarán los malvados de personaje pero yo sé bien lo que me digo. Dentro de mí lo mozárabe.

Nunca seré jamás un tornadizo ni un oportunista. Quod decet et  non decet, decían los latinos. Ocho siglos de convivencia con el Islam han dejado marca en nuestras almas. Sí. La mesta era morisca. Gente de avanzadilla en los dares y tomares de la política y las pelas con el realengo y el abadengo. Sólo cuando había aceifa o guerra entre los propios reyes cristianos o los taifas no salían a la trashumancia. Era un código de valores en esa libertad libérrima de los españoles. Sabían que a veces el moro podía ser más cabelloroso, más hospitalario que el cristiano.

 En su vocabulario se amontonan los vocablos de origen arabe:. Rafala que era la escolta de caballería montada que escoltaba a los pastores y la anafaga o provisiones de boca que iban en la impedimenta con los mulos con las sartenes, perolas y anafes. La anafaga yo la he visto avanzar detrás entre los jumentos porteadores.

 Sobre la mesta casi todo está dicho gracias a un norteamericano K. Klein que escribió un libro magistral acerca de esta organización económica, financiera y social que no se dio en ninguna parte de Europa sino en Castilla, Aragón, el reino de valencia y el Reino de Murcia. Pero no todo está aprehendido. Su ordenamiento jurídico se fija por Alfonso X el Sabio  en el Fuero de Cáceres 1256. Es un documento escrito pero las reglas de la mesta que es un régimen de aparcería y de derechos de paso o transito tenían una estructura oral-los pastores no sabían leer aunque supieran muy bien tocar el caramillo- en los tratos de avenencias sellados por la robla o alboroque (otra palabra de las montañas del Rif) venga esa mano ajustando a los pastores desde San Martín a la virgen de Agosto.

 Las pagas se hacían en especie. Bodigos y corderos recentales  por san Juan de Junio. Curiosamente a san Juan Bautista tan bien lo veneraban los musulmanes españoles como uno de los profetas que permite el Corán. Iban en cuadrillas de cien a doscientos para un rebaño pero había majadas que llegaban a contar con hasta mil operarios entre rabadanes, pastores de honda y zagales (más nombres moros) y gobernaban ganado mostrenco o comunal y mesteño o ajeno.

 Los caminos reales de la mesta vulgarmente cañadas cruzaban España de norte a sur hasta el Guadiana sin penetrar en Andalucía por obvias razones. Se pagaba el aliud  en maravedíes y en moneda forera pues los deudores no admitían pago en especie a los terratenientes que eran en su mayor parte los nobles que se beneficiaron por las encomiendas otorgados por los reyes y de los obispos y ordenes militares. Aliud es el nombre de un pueblo cerca del Burgo de Osma  y en moro significa judío lo que indica que eran hebreos los encargados de hacer las transacciones. Estamos en la España de las tres culturas y la cosa funcionó dentro de lo que cabe. Oro. Oro que paga salarios. Atropellos de los fanáticos como Almanzor y los almohades pero a veces los descalabros los cometían las rapiñas de la Iglesia. Con la de  Calatrava y la de Santiago hubieron no pocos pleitos los pastores de la mesta y a estos conflictos de jurisdicción trató de poner fin con sus ordenanzas el Rey Sabio quien por cierto tampoco se llevaba muy bien con el alto clero.

 Un primado de Toledo trajo a Alfonso a mal traer y lo tuvo que desterrar de sus reinos. Sin embargo la mesta pateó caminos de reconciliación y de acercamiento y elevó puentes pues aquellos pastores sorianos tuvieron que cruzar no pocos puentes y muchos vados y pasar muchas noches al relente. Tenían sus propios alcaldes y regidores. El Fuero de Cáceres se supone al fuero de Alcaraz algo posterior. Y para demostrar que aunque tolerante y mozarabe todos los concejos se harían en el nombre de la Trinidad.

 En la sierra de Albacete se denomina al ganado mostrenco de los castellanos ganado pejuguero pero hay pocas diferencias. Estas reuniones donde los jueces y alcaides (más palabras árabes, de caíd jefe) oían la causa de las querellas y litigios. Eran abiertos y se celebraban en pascua florida y la de Pentecostés.

 Si Castilla fue la creadora de la Caballería andante y quijotesca, la Mesta me parece algo digno de subrayar por ser una institución típicamente española porque representa la Caballería Trashumante en el trajín de los siglos. No eran guerreros. Viajaban al sur en son de paz. Toda la provincia e incluso la diócesis de Madrid es un resultado de aquel afán mesteño de las cañadas segovianas que atravesaba los puertos por Somosierra y Peñalara y llegaban a lo que se denominaba Tierra Madrid y de ahí el dicho de que la capital española es el pueblo mayor de la provincia de Segovia.

 Aunque algunas de las cañadas han sido destruidas por el afán urbanístico me honra de vivir en un pueblo mesteño que se llama Villanueva de la Cañada. Gracias a los antiguos pastores hoy muchos madrileños tienen sendas ecológicas para hacer pedestrismo. Ojalá (adverbio de modo que significa así lo quiera Alá) pues se conserven. A pesar de todo siguen viniendo a Madrid los rebaños por el otoño y cruzan la Castellana que era cañada real.

 La mesta empezó a decaer en el siglo XV después de las guerras dinásticas de los Trastamara y el Honrado Concejo de la Mesta pasa a denominarse Comunidad de Villa y Tierra. La literatura pastoril y las Coplas de Mingo Revulgo denotan esa capacidad que tenían los pastores para reírse de todo y poner en solfa los despropósitos incluso de la corona. A Enrique IV en dicho texto se le describe como una “haragán que folgaba entre los setos”.

La mesta es el talante libérrimo de todo español que huye al campo en busca de los espacios y los horizontes abiertos y de vida en comunión con la naturaleza en esta tierra que es España agraciada de dones como decía Alfonso X en su crónica general pero donde patrón no manda marinero. La mesta no era más que esa mozarabía que se echa al monte. Que buen vasallo si hubiese buen señor y que en el siglo XIX se torna guerrillero.

 El pastor tiró la garrota y cogió el trabuco. Una pena que en nuestras escuelas se estudie catalán, gallego, inglés, vascuence y se dé de lado al árabe una lengua que tuvo mucho que ver en la formación del castellano y en la mentalidad de las gentes que habitan en este país. Propongo lo morisco como nexo de unión de las culturas y de diferenciación positiva para salvar incluso a la cristiandad.

Pero Roma nos impuso su férula. Ay. Roma locuta  causa finita. Muchos cánones pero escasa caridad.  Total. Hoy  antevíspera de la sarracina del centenario de 1609 me siento mozárabe si no morisco recordando a los rebaños que cruzaban  los puentes de mi infancia y el morueco egregio que iba adelante con el cencerro al pescuezo. El carnero abriendo paso era imagen del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, recuerdo importante cuando hay tantos malos pastores y lobos disfrazados de cordero que nos desollarán si nos descuidamos. Tolón. Tolón.

 

13/02/2022


 

 


 

Tatiana Tarasova & Georgi Proskurin - 1965 Europeans LP TATIANA TERESOVA CUMPLE 75 AÑOS UN ANGEL DEL BALET

ADELANTE HOMBRE DEL 600 Y0 TAMBIEN CONDUJE UN SEILLA EN LA FOTO MI PADRE Y MI TIO DIONISIO


 




esta foto la tomé en lo alto del cerro de Sacramenia, estaba en ruinas el viejo templo miguelino. Gracias a Dios hoy está reconstruida pero vacía protegiendo el campo y sugiriendo posibilidades proféticas que traza una raya blanca sobre el paisaje, un enigma de la vida humana. El arte románico es testimonio elocuente de la filocalía un concepto platónico que habla de trascendencia de nuestra existencia humana como tiempo de preparación para la eternidad
a

 

REMEMBRANZAAS SEGOVIANAS de mi libro SEMINARIO VACIO

 

EL ADELANTADO DE SEGOVIA.

El Adelantado” ha salido “El Adelantado” lo voceaba por la calle Real con bronca y acatarrada voz un señor con boina que tenía cara de buena persona seria y fría y acento de segoviano cuando entrábamos en el Portalón a comprar pipas o un cucurucho de castañas pilongas a la seña Isabel viuda de guerra que a su marido Zoilo cabo pieza artillero se lo mataron los republicanos en el Alto León durante la primera embestida los primeros días de guerra y estaba echando la pobre los papeles para poner un estanco que no se lo pusieron nunca, y pendientes de aljófar-no se los quitaba nunca y era una nota saliente de coquetería femenil en medio de aquellos lutos y aquel dolor de la posguerra que no fue tan triste como algunos dicen sino algo más cachonda y fraternal de lo que determinados mendas suponen pues los españoles por aquel entonces éramos pobres pero honraos y lo pasao, pasao que teníamos que tirar palante- cuando no a la Tía Concha que subía y bajaba calle arriba calle abajo con su bandeja atada al cuello con un cinturón de cuero regalo seguramente de alguno soldado compasivo. La Concha vendía el pirulí de la Habana algo de regaliz de palo juanolas para la tos y a veces otras muchas cosas.

La Concha otra pobre era hermana de la Felisa muy guapetona ella y que según dicen y casi lo puedo certificar como testigo de vista no como usuario que uno era un niño por aquel entonces a juzgar por las largas colas de hombres que aguardaban turno ante su puerta de su chiscón ubicado en la Casa la Troya donde nací yo a todas horas había ejercido el oficio más viejo del mundo en la Corte y hasta dicen que fue querida de don Inda don Indalecio Prieto quiero decir y era de ideas.

No la fusilaron de milagro, pero la emplumaron y la cortaron el pelo no por puta sino por roja. La Concha pregonaba por las ferias de san Juan o en la tablada que llamen Dehesa del Rey Enrique IV mal llamado el impotente, donde se preparaba el ferial detrás de la estación y mismo al lado el cuartel de la GC el pirulí de la Habana a perra gorda a perra chica caramelos de limón y menta que el que no los come revienta (era la caramelera un prodigio de la publicidad por el sistema del boca a boca) y a real la media docena.

 Cuando la romería de San Marcos por abril o pasado verano en las fiestas de la catorcena se escuchaba la voz aguardentosa de la Concha dale que dale anunciando a real su mercancía:

-        A ral…. A ral…ral… el pirulí de La Habana para el nene y la nena.  Fresa. Limón y menta el que no los toma revienta

Antes de salir a vender le gustaba su copa de anís o su copita de ojén y salía a despedirla su hermana la Feli en negligé.

 Las dos eran altas y la Felisa lo que se dice una mujerona con aquellos tupés apelmazados sobre las sienes y su cara de mirar antiguo depiladas las cejas que se parecía un poco a la gitana de Romero de Torres el pintor que pintó a la mujer murena la de los billetes de cien pesetas.

 Un domingo por la tarde que había un bautizo porque habían bautizado a un chico que tuvieron la Serafina (pobre serafina que alma más buena, recogió a la Feli desahuciada por la sífilis y se la llevó a morir a su casa) la de la tía Carnerita y su marido el Iglesias, un socialista histórico que acababa de salir del penal de Cuellar y era un rapsoda de profesión que recitaba “El Pillayo” de Gabriel y Galán mejor que nadie, estábamos a la puerta de San Valentín una cuadrilla de chaveas esperando el arrobo y que se estirase el padrino que si no le espetábamos al bueno del padrino aquello de arrobo cagao que a mí no me han dao si cojo al chiquillo le tiro al tejao, pues se presentaron la Concha y su hermana.

 La Feli tan cariñosa como siempre me estampó un par de besos en los carrillos que olían a aguardiente o a vino peleón que tiraba pa atrás pues en la Casa de la Troya esto es en San Valentín numero 4 yo era una personalidad porque mi padre el hombre en aquellos años del hambre nunca volvía a casa del cuartel de vacío.

Venía con él el machaca con un saco chuscos de las sobras de mayorías un fardel de judías o de patatas el rancho mismamente o los desperdicios de las perolas que le regalaban los rancheros y los repartía entre los inquilinos de la corrala.

Todos eran pobres y pertenecían al bando de los perdedores. Sólo había tres familias que habían hecho la guerra con Franco: las dos solteronas del tercero Maruja y Carmen que iban a misa todas las mañanas a la catedral y eran muy amigas del precentor o maestro de capilla don José del Moral una de ellas enfermera de Falange. El cabo de la guardia civil al que llamábamos el señor Juan y del que hablaré después pues al retiro se colocó como portero vigilante en nuestro seminario y allí le veíamos muchas tardes con su gesto adusto entretenido con la lectura del Adelantado de Segovia que se leía hasta los anuncios.  Le interesaban en particular las esquelas.

Era un hombrón. Infundía un poco de respeto cuando le veíamos abandonar el domicilio y estaba de servicio con el tricornio las cartucheras los correajes y el máuser que debía de pesar sus quince kilos. Él se lo echaba al hombro como si nada. A la espalda un zurrón y escarcela impresionante.

Iban de correría y a la puerta de San Valentín le aguardaba el otro número de la pareja un guardia menudito un jijas pequeño renegrido pero con un gran bigote cuyo nombre era Venancio. Se cuadraba ante su superior.

-Sin novedad mi cabo.

 -Pues andando que es gerundio- entonces decía el señor Juan

 Y los dos que parecían la l y la i se perdían calle arriba y desparecían al trasponer la arcada umbría de la puerta del socorro que tenía una repisa con un arcángel flamígero desenvainando la espada y al otro lado un altar con una virgen románica y su galería. Llevábamos una vida militarizada.

 Siempre me impresionó el cabo tan  serio y cara de pocos amigos. Sonaban sus pisadas en la escalera y todo el tillado se resentía. Era un hombrón y mucho más con el chopo a las costillas. No solía dar los buenos días pero una excelente persona y, jubilado, le recuerdo leyendo el Adelantado en su garita de la portería del seminario.

El mal humor y la esquivez de su carácter eran fruto de la enfermedad que tenía. Padecía una próstata muy maligna que le llevó a la tumba. Creo que era un noble hijo del duque de Ahumada. Sirvió a la Benemérita cuarenta años y a la Iglesia los últimos siete de su existencia. Una vida de servicio, aunque fuese un civilón a la antigua uno de aquellos mangas verdes que nos hacían poner pies en polvorosa cuando asomaban la gaita y el perfil inconfundible de la pareja avanzaba por los caminos. Guardia civil caminera te llevará codo con codo, Lorca dixit.

 El otro vecino de derechas de aquella corrala era mi padre Silvino que gloria esté. Era el que traía el rancho del cuartel. Los chuscos sabían a gloria por ejemplo a la familia de la señora Antonia la catalana viuda de otro fusilado por los franquistas. Vinieron a Segovia  desde Lérida después de un bombardeo con lo puesto y yo prácticamente me crié en aquella casa y crecí escuchando hablar catalán una lengua entrañable para mí pues fueron las palabras primeras que escuché en mi infancia cuando hablaba aquella familia que compartían derecho a cocina con Serafina la hija de la Carnerita casado con el Iglesias del que ya hablé y hermana de Claudio el chato que era el portero de la Gimnástica Segoviana y cuando jugaba en el Peñascal a mí me dejaba pasar de balde a ver el fútbol por ser hijo del sargento Parra.

Claudio cuando estaba en la puerta me colaba y así me colé a ver muchísimos encuentros de tercera división de la Gimnástica de gorra.

Claudio tenía una hermana la Carmen a la que hizo un chico un italiano cuando los balillas de Mussolini estuvieron de asiento en Segovia durante la guerra, -tener un hijo de soltera en aquellos tiempos era una cosa bastante peliaguda por aquello del que dirán y las habladurías- el Antoñito que sería muy amigo mío pues en la infancia no entiende uno de tales prejuicios y los dos salíamos juntos a nidos por Tejadilla.

Me quisieron como a un hijo las de Lérida y yo bajaba a que me diese croquetas la señora Antonia que estaban más ricas que las de mi madre y a sentarme en la cadira[1] que era más cómoda que las de casa.

Desde entonces siento una veneración y respeto por la lengua de Verdaguer y digo yo que qué tendrá que ver el habla con la política. Los hijos de la señora Antonia se llamaban Ramón el peluquero, Quico que tuvo un garaje de recauchutados en el Camino Nuevo, la Juani que me crió prácticamente y vendía helados mantecados en el Columba por el verano y Agustina a la que llamábamos la Agus que era la que hablaba más en la jerga ilerdense de todo el grupo en un catalán elegante y señorial que a mi me sonaba a uvas y queso y las uvas con queso saben a besos.

En el tercero mirando para las cuevas del Pinarillo vivía la señora Segunda a la que siempre recordaré viejita y encorvada sobre el fregadero lavando cacharros y cerca del puchero de la cocina de carbón. Era tan pequeñita que no alcanzaba la taza del fregadero sino era subiéndose a un tuero. Tenía una cara muy bondadosa, siempre vestía de negro y un lobanillo al lado del labio inferior de la que salían unas cerdas algo así como una barba de tres pelos. O cuatro

 A un hijo se lo fusilaron cuando el Alzamiento. Pertenecía al partido comunista y le dieron mulé en el foso del Alcázar y a otro Gabriel porque era cojo e impedido que sino también le “pasean”.  Nunca se recuperaría de aquel golpe la señá Segunda.

La poliomielitis determinó que aquel hombre tan inteligente estuviera condenado a una silla de ruedas.

 Los del Frente de juventudes le fabricaron por mediación de don Tomás que era el jefe de abastos y que vivía en la casa de la esquina justo al lado de la muralla un coche silla y pedaleando con las manos se desplazaba todas las mañanas a la estación del norte a vender pipas caramelos y cromos.

 La bajada por la escalera del querido Gabriel era tan sonora aunque mucho (plon, plon peldaño va peldaño viene y además el resuello de su penoso respirar) más trabajosa que el del cabo de la Benemérita.

Quico el catalán  le agenció unas rodilleras con neumáticos de camión y unas chanclas para las manos y a rastras se deslizaba desde el tercero hasta el cochecito que le aguardaba a pie de calle.

Era todo un experto en el manejo de su vehículo y los amigos le llamaban el rey de la montaña por la celeridad con que subía las cuestas manoteando sobre los pedales y en una ocasión pues era muy decidido se propuso hacer el viaje hasta Madrid pero al llegar al Portachuelo antes de San Rafael pinchó una rueda y tuvo que traerlo a casa la Guardia Civil precisamente el señor Juan que por aquellos días estaba de servicio por aquellos pagos unos dicen que tras la pista de unos quinquis que robaban gallinas por la Losa y otros que a cazar gamusinos.

Fue una noticia muy comentada en la localidad y salió su foto en el Adelantado pues la hazaña del cojo tuvo mucho mérito. A Gabriel se le quería mucho y todos conocían por lo que le había sucedido que Franco no era santo de su devoción. Sin embargo él y mi padre se hicieron muy amigos y a veces discutían –sin reñir- de política.

Cuando nos mudamos de casa a las casitas militares del Puente de Valdevilla mi padre me mandaba bajar a comprar el Adelantado por toda la pista que no sé si el periódico valía un real como los pirulís de la Concha pero a mí – jo papá no tengo ganas- se me hacía muy larga la caminata hasta el quiosco del Tío Braguetita que estaba junto del Regimiento pero yo no hacía gratis el mandado.

 Recababa de mi progenitor una perra chica esto es cinco céntimos. Nuestro periódico era muy conservador y de derechas o más bien de tono objetivo e imparcial por lo que resultaría inconcebible que el señor que lo voceaba en el Portalón cerca de la Casa de los Picos muchas tardes pudiera aportar a los titulares algo de su cosecha como ocurrió en cierta ocasión en León con Genarín- Jesús la que se preparó- y pregonaba el diario Proa de la prensa del Movimiento.

Una tarde en que había pimplado más de la cuenta y no se le acercaban clientes le puso titulares sensacionalistas al rotativo él mismo y se inventó la noticia:

-Proa…Proa… ha salido Proa… últimas noticias. El Papa Su Santidad Pío XII cuelga los hábitos, y se fuga del Vaticano con la Hilda… Proa. Ha salido Proa. La pareja se va Honolulu de viaje de novios.

La gente se arremolinó en torno al pregonero que despachó su mercancía en un suspiro. Se produjo un alboroto, casi una conmoción social ante la indignación de las gentes bienpensantes que no había sabido percibir una broma de borracho y a Genarín se lo llevaron a la trena los guindillas.

Pero eso solo podía pasar en León tierra de cazurros, en Segovia jamás.

Allí éramos un poco más señoritos circunspectos y delicados. Pobre Genarín esa es otra historia. Todo el mundo conoce su triste final. Lo arroyó un camión de la basura mientras exoneraba el vientre y la vejiga cerca de la muralla romana una noche de viernes santo.

En Segovia había otros singulares personajes como Mariano Conejo el hospiciano que tenía una voz poderosa e iba por las casas a pedir con su traje marrón de los presos y espiaba a las mujeres mientras fregaban la escalera. O Fernandito que una vez se disfrazó de fantasma en la Alameda e iba asustando con una sabana a las parejas. Uh…uh...uh. El Fernandito era un aprendiz de lo que ahora se llama violencia sexual, un violador en potencia, vamos, pero la gente se lo tomaba a chacoteo.

El mismo Tío Braguetita era otra personalidad local. Había estado en Rusia con la División Azul. Regresó del frente del Este con un pie congelado. Le dieron un quiosco pero se emborrachaba con frecuencia y cuando estaba beodo iban los chicos a cantarle:

        -Tío Braguetita… tío Braguetita.

        -Si voy ahí chiquitos os meto un brazo por una manga.

Hacía un amago de salir de su tendejón y los malvados chavales  que le arredraban emprendían una carrera sin parar hasta los jardincillos de Santa Eulalia donde crecía y crece un centenario y señorial almez todo un orgullo de la botánica segoviana. Vuelta y otra vez:

        -Tío Braguetita…. Tio Braguetita.

Pero aquel veterano de una de las guerras más cruentas que ha tenido la humanidad era inofensivo incapaz de matar una mosca. Hay que decir que no cumplió la promesa de maternos un brazo por una manga.

Algunos de sus camaradas ex combatientes se acercaban a visitarle entre ellos el teniente Ricardo que era nuestro vecino un artillero alto y cenceño que debajo de la guerrera siempre llevaba camisa azul y bajaba a comprarle el Arriba y hablaban de los viejos tiempos y de las fatigas del frente de Novgorod y de Leningrado.

El quiosquero que se llamaban Crescencio departía en largas parrafadas con el teniente Ricardo y con el brigada De la Paz también divisionario, aunque todos le conocieran por el apodo de la dichosa bragueta y eso porque la gente que se fija en todo observó  un día que tenía que orinar con frecuencia y tenía un perico dentro de su garita para hacer pis que debía de padecer poliuria o incontinencia de orina y olía por allí a meaos que tú no veas y por el verano todas las moscas del barrio venían a posarse en su bragueta con ronchones sospechosos lo que era recelo de diabetes pero el tío Braguetita no murió del azúcar ni del tenesmo.

Se le cantó el gorigori por otras causas. Una borrachera de anís. La cogió temblona y se lo llevó por delante.

 Sereno era una delicia de paisano. Nos decía algunas palabras en ruso y a mí me enseñó el paternóster en ese idioma…. Otse nash

 La estepa había cambiado su percepción del mundo y decía que el pueblo ruso aunque se les motejara de comunistas y de rojos perdidos eran buena gente. Él mismo ostentaba un icono de la virgen María que le regaló una baba (vieja) o una panienka (moza en polaco) cuando pasó por Grodno que en este momento no me acuerdo a punto fijo.

 De lo que sí me acuerdo es de la bondad de aquel rostro cansado y vencido por los sinsabores de la vida pero que no perdía jamás la paciencia y la serenidad. Nunca nos dijo chico si voy ahí os capo que eso si que hubiera sido más morrocotudo y es con lo que nos amenazaba, por ejemplo, el tío Juvenal el tendero de Castrobocos que tenía peores pulgas.

Don Crescencio sólo se atrevía a sentarnos las costuras de manera más leve: meterle a uno un brazo por una manga no debía de ser gran cosa.

Su entierro se recodará en los anales de la ciudad como uno de los más multitudinarios. Vinieron coroneles y generales entre ellos Muñoz Grande y el general Infantes mandó un telegrama de pésame.

En el Arriba el periódico que llevaba siempre el teniente Ricardo bajo el brazo y era uno de los mejores periódicos que se publicaban en España por las firmas que en él aparecían desde Eugenio D´Ors hasta don Pío Baroja y el mismo Ortega- estamos hablando de una España no de revancha sino de reconciliación- yo me hinché a escribir crónicas desde Londres desde Nueva York así como en  los otros cuarenta y tantos restantes de la querida prensa del Movimiento.

 En el Adelantado hice mis primeros pinitos literarios y di a la estampa mis primeros versos como un romance al Eresma glosando a Gerardo Diego.” Río Eresma río Eresma que vas camino del Duero para estar contigo a solas esta tarde he bajado solo y triste. He bajado con el viento... etc”. Muy malos versos y casi una copia del romancero pero todavía traen un perfume de aquel ayer- años 62 al 64- y algunos números de entonces aun los conservo.

 Recuerdo la bondad con que el director Cano de Rueda aceptaba mis ripios. Pero eso de ver mi firma estampada en la página literaria de los jueves me hacía sentirme un tío importante, casi un Tolstoi. En este rotativo tabloide que tenía forma de sábana y muy pocas hojas probé yo ese veneno, esa comezón que deja en el alma el duende de las imprentas.

. Río Eresma, Río Eresma que vas camino del Duero… Adelantado de Segovia uno de los diarios más antiguos que se publican en España humilde y entrañable y sin demasiadas paginas. La voz de aquel señor con voz ronca que pregonaba el vespertino en el portalón atiza en mí recuerdos de la niñez

 

domingo, 13 de febrero de 2022



[1] silla

 

ADA COLAU Y SUS COLADURAS QUE PUEDEN SUMIR EN LA VIOLENCIA A ESPAÑA.... sed de nimis non curat praetor





una lesbiana de toda la vida, se nos ha colao



De nimis non curat praetor

 

 

 

El adagio forense latino lo aprendí cuando estudiaba Derecho Romano. ¡Qué belleza el de este apotegma para los tiempos que vivimos en la desolación de la mentira la pornografía y las falsas expectativas. Dice la alcaldesa de Barcelona que los españoles somos unos genocidas. Yo no sé de dónde habrá salido esta piba.
Un poco arrabalera sí que es, lenguaraz y atormentada por sus exabruptos inanes. El pretor no juzga minucias.
Al que, convulso, se exaspere en desaforados gritos, insultos e invectivas que le apliquen la camisa de fuerza. Madre España cuanto te escarnecen y humillan el día de la Pilarica. Madre España, madre Roma.
Mamamos todos franceses ingleses, italianos, rumanos, portugueses, catalanes, astures y gallegos todos de la ubre de la loba capitalina. Ella posee pechos generosos como aquella rubia de “Armacord” una nodriza superdotada. La primera vez que contemplé Roma con mis propios ojos me entraron ganas de gritar:

 

▬Madre. Madre. Mio Dio… mama mía

 

Se esparció el eco por las fuentes de Caracalla en medio del calor de agosto.
Madre Roma, madre España, que nutristeis con la leche de la cultura a tantos pueblos en un proyecto civilizador que no tiene parangón en la historia. Ahí les duele a muchos, al igual que a esta primera vara del Consejo de los Ciento, que se despacha con semejante alcaldada. Debe de ser esta hebrea de sangre municipal y espesa, terca por su madre aragonesa.
Doña Ada Corau no ha leído a Melo aquel historiador portugués que vivió como soldado de un escuadrón de caballería al mando del marqués de Vélez la guerra de Cataluña. Ha sido mi libro de cabecera este verano.

En sus páginas me he topado con el rostro enfurecido de las turbas que hoz en ristre cortaron la cabeza a un catalán honesto como era el marqués de Coloma que pedía serenidad y proclamaba el consenso.
Una venganza catalana en toda regla  fue aquella, pero se estrelló contra los ejércitos de Felipe IV y del Conde Duque de Olivares. Hoy aquellos soldados están "missing".
Eso sí, por aquí se habla mucho de los legionarios que sacan pecho y lucen su mascota un carnero del que se hacen chistes. La cabra se llama Pablo y nos ha salido rana. ¿Cabra o cabrón? Chivo expiatorio y de la cáscara amarga como la señora alcaldesa que no esconde su orientación sáfica desde que salió del armario. 

 

La Colau debe de ser una de aquellas furias que ataban a la cola de los caballos a los soldados hechos prisioneros de los regimientos reales o echaban aceite hirviendo en plenas ramblas a la cara de las damas sospechosas de “españolistas”.

 

Es la misma furia, la misma saña, el mismo odio de aquella desazón en aquel entonces. Sólo que don Felipe VI no es Felipe IV. Va de borbones y vamos de nones. Y don Rajadizo el mirifico tampoco es el Conde Duque, un primer ministro tan grande que llevaba al Estado en la cabeza, un estado que sus tristes sucesores están haciendo trizas.

 

Tampoco aparece por ninguna parte al Tercio de Sicilia que metió en vereda a los alborotadores de aquella rebelión ni vive siquiera en la Moncloa  un Manuel Azaña que mandó a la artillería contra el palacio de la Generalidad y salió Companys el de los 72 fusilamientos de Montjuich con los brazos en alto. la orden del presidente, poco contemporizadora, era la de tiros a la barriga.
Aquel Luis Companys, un militar que traicionó su jura de bandera, no se distinguió nunca por su valor en el campo de batalla.  Era un "chorizo" como lo sería su sucesor don Jordi Puchol.

 

En Marruecos, capitán corrupto, se quedaba con los haberes de los soldados, a los que quitaba la masita, y los moros le llamaban el asesino.
Una crisis así – ni Rajoy ni el Borbón lo han entendido, pero el “Verrugo” sí que lo entendió- sólo se solventa con “tiros a la barriga” y de “nimis non curat praetor