una lesbiana de toda la vida, se nos ha colao
De nimis non curat praetor
El adagio forense latino lo aprendí
cuando estudiaba Derecho Romano. ¡Qué belleza el de este apotegma para los
tiempos que vivimos en la desolación de la mentira la pornografía y las falsas
expectativas. Dice la alcaldesa de Barcelona que los españoles somos unos
genocidas. Yo no sé de dónde habrá salido esta piba.
Un poco
arrabalera sí que es, lenguaraz y atormentada por sus exabruptos inanes. El
pretor no juzga minucias.
Al que,
convulso, se exaspere en desaforados gritos, insultos e invectivas que le apliquen
la camisa de fuerza. Madre España cuanto te escarnecen y humillan el día de la
Pilarica. Madre España, madre Roma.
Mamamos todos
franceses ingleses, italianos, rumanos, portugueses, catalanes, astures y
gallegos todos de la ubre de la loba capitalina. Ella posee pechos generosos
como aquella rubia de “Armacord” una nodriza superdotada. La primera vez
que contemplé Roma con mis propios ojos me entraron ganas de gritar:
▬Madre. Madre. Mio Dio… mama mía
Se esparció el eco por las fuentes de
Caracalla en medio del calor de agosto.
Madre Roma,
madre España, que nutristeis con la leche de la cultura a tantos pueblos en un
proyecto civilizador que no tiene parangón en la historia. Ahí les duele a
muchos, al igual que a esta primera vara del Consejo de los Ciento, que se
despacha con semejante alcaldada. Debe de ser esta hebrea de sangre
municipal y espesa, terca por su madre aragonesa.
Doña Ada
Corau no ha leído a Melo aquel historiador portugués que vivió como soldado de
un escuadrón de caballería al mando del marqués de Vélez la guerra de Cataluña.
Ha sido mi libro de cabecera este verano.
En sus páginas me he topado con el
rostro enfurecido de las turbas que hoz en ristre cortaron la cabeza a un
catalán honesto como era el marqués de Coloma que pedía serenidad y proclamaba
el consenso.
Una venganza
catalana en toda regla fue aquella, pero se estrelló contra los
ejércitos de Felipe IV y del Conde Duque de Olivares. Hoy aquellos soldados están
"missing".
Eso sí, por
aquí se habla mucho de los legionarios que sacan pecho y lucen su mascota un
carnero del que se hacen chistes. La cabra se llama Pablo y nos ha
salido rana. ¿Cabra o cabrón? Chivo expiatorio y de la cáscara amarga como la
señora alcaldesa que no esconde su orientación sáfica desde que salió del
armario.
La Colau debe de ser una de aquellas
furias que ataban a la cola de los caballos a los soldados hechos prisioneros
de los regimientos reales o echaban aceite hirviendo en plenas ramblas a
la cara de las damas sospechosas de “españolistas”.
Es la misma furia, la misma saña, el
mismo odio de aquella desazón en aquel entonces. Sólo que don Felipe VI no es
Felipe IV. Va de borbones y vamos de nones. Y don Rajadizo el mirifico tampoco
es el Conde Duque, un primer ministro tan grande que llevaba al Estado en la
cabeza, un estado que sus tristes sucesores están haciendo trizas.
Tampoco aparece por ninguna parte
al Tercio de Sicilia que metió en vereda a los alborotadores de aquella
rebelión ni vive siquiera en la Moncloa un Manuel Azaña que mandó a
la artillería contra el palacio de la Generalidad y salió Companys el de los 72
fusilamientos de Montjuich con los brazos en alto. la orden del presidente,
poco contemporizadora, era la de tiros a la barriga.
Aquel Luis
Companys, un militar que traicionó su jura de bandera, no se distinguió nunca
por su valor en el campo de batalla. Era un "chorizo" como lo
sería su sucesor don Jordi Puchol.
En Marruecos, capitán corrupto, se
quedaba con los haberes de los soldados, a los que quitaba la masita, y
los moros le llamaban el asesino.
Una crisis
así – ni Rajoy ni el Borbón lo han entendido, pero el “Verrugo” sí que lo
entendió- sólo se solventa con “tiros a la barriga” y de “nimis non curat praetor “
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