ABALLANDO LAS OVEJILLAS
Aballaba yo mis ovejillas y ci
cruzar un vestiglo por los cielos del monasterio. Era un monstruo con cara de
zorra cuerpo de mujer y las cejas muy anchas y negras de ala de cuervo y
recordaba el rostro de Eduardo Alan Poe.
No me afligí pues estoy
acostumbrado a extrañas visiones imaginativas. Es mucho más peligrosa y cruel
la realidad. Su escolta era una cuadrilla de mozos matuteros que entonaba
cánticos epinicios a la muerte de Petrarca. Como contramedida cruzó subido en un
carro con ruedas de nube un diácono portando el cáliz del Grial. Todas esas
escenas formaban parte del "dolce
stil novo" y luego vi acercarse por el camino a una comitiva de
borrachos. Todos pronunciaban elocuentes discursos.
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