2022-06-08

 CAMPANAS DE SANTA MARTINA

Abajo en el valle

sonaban los días de fiesta

ya no

era la voz de bronce

la voz

de Dios

los rusos las llaman

kolukol

eufóricas bells

y en alemán glocke

los campaneros

se fueron al paro

valgame dios

Roma

eje de la gran conspiración ya no quiere escuchar

el tintineo

de sus badajos

un papa de mirada siniestra

las desterró de las tgorres

en lo alto la cruz

nadie a pesar de todo

podrá en su osadía

capar a dios

el diablo andaba

por la torre

y un ángel lo defenestró

Suenen las campanas

repiques de gloria

gritos de victoria y resurrección

FERIA DEL LIBRO. MÁS DE LO MISMO. TODAS QUIEREN SER VIRGINIA WOLF. LAS ESCRITORAS QUE REDACTAN REIVINDICACIONES VAGINALES (articulo retrospectivo)

 OLÍA A CADAVERINA EN LA FERIA DEL LIBRO 

Antonio Parra 

Garbeo por la Feria del Libro matritense y me tuve que tapar las narices. Olía talmente igual que por el tanatorio de la M30. Así dicen también que olía, yo no lo viví afortunadamente, en Auschwitz. A chamusquina de quemadero. Están exhumando cadáveres, fosas comunes de la guerra civil, algunas, las que les interesa y “cantan” que tú no veas. Son cosas de la coprología y la necrofilia hispana saltando a nuestras letras de molde. Nos gusta regodearnos en nuestras cazcarrias y por ese camino, escucha, oh  patria mi aflicción, nos podemos ir todos a la mierda. 

Estaban los de siempre. Los que tienen bula para publicar. Sus paridas. Sus refritos. Ofuscaciones. Liendres morales. Las telarañas de su pasado, cobwebs. Las plumas que mojan en un viejo rencor. Pero el nombre es el que vale. La firma es la que sale al mercado. Algunos por prurito de lucro o deseos de aparentar y meter bulla no vacilan en destazar el cadáver de su propio padre. Nosotros nos regodeamos en la casquería y ellos se embolsan veinte millones. 

El ex flecha y el ex falangista ex comunista ex anarquista ex samurai y ex lama , el yin y el yen, el pelota de Lara, el comisario político, tertuliano del todo y la nada, de lo blanco y lo negro, y del azul al rojo, una vez yo tenía un camarada, allí, metido como el publicano en su telonio, en una de las muchas casetas firmaba libros sin parar. Una novela por entregas  en la que cuenta cómo a su progenitor se lo cepillaron los nacionales. Hecho confuso y una de tantas felonías con que nuestra avilantez cainita se despachó a sus anchas durante el 36. Falta sacar algunas muestras de ADN para cotejar datos y probar la mayor y la menor. De momento nego minorem subsumptam, Pero ni son todos los que están ni están todos los que son.  Un poco más allá el hijo de otro novelista del exilio  sumido en esta búsqueda por el corral de los huesos guerrero-civilistas trataba de encontrar el cadáver de  su madre fusilada. Aventaba cenizas. 

 Siento verdadero pavor pues me temo que  en este ejercicio lucrativo mirando al tendido y tratando de encontrar a los que moran en la nada no existe ánimo de hacer justicia ni de condenar los atropellos sino de condonar el espíritu revanchista. Puro esperpento. Volviendo a las andadas nos podemos convertir en estatuas de sal. 

A mis muertos no me los toquéis. Dejadlos ahí. Descansen en paz. Son muertos del otro bando y, por lo tanto, de segunda fila. Sin relieve y de poca sustancia. Aquel cura de Soto al que fusilaron a las puertas de la rectoral. Aquel pariente lejano víctima de una saca en Barcelona. Gastaba corbata e iba a misa. Se lo llevaron, lo “dieron el paseo” no sabemos dónde ni en qué tierra yace porque lo tiraron al mar. Aquella Herminia de la que en mis días adolescentes tanto escuché hablar monja carmelita en Guadalajara befada y maltratada y seguramente violada a la que fusilaron y enterraron en cal viva. De todos esos muertos me resisto a hablar. Son muertos de segunda categoría. ¿Por qué? ¿Quién tuvo la culpa? ¿Murieron en el nombre de España? 1Que va! Muchos de aquellos pobrecitos no sabían por qué morían. Tuvieron la mala suerte de encontrarse en el bando equivocado cuando estallaron los odios. Eran gente bien pensante, que llevaban corbata y a lo mejor iban a misa de doce y a la tartde a la playa pero más por costumbre que por otra cosa. Gente conformista que entendía poco de política. Fueron víctimas del odio,   la vesania y la avaricia y esa BURRIEZ HISPANA. Alguien que le tenía tirria. Eso es muy común aquí, Por una linde. Por una novia o por un despecho amoroso o por una palabra mal dicha o alguien al que no dieron los buenos días una mala mañana. 

Eran muertos del otro lado. Gente anónima. No se llamaban ni García Lorca, ni Machado – este no murió a mano airada pero fue un mártir de la causa y su tumba fue objeto de peregrinaciones programadas a Colliure durante el franquismo- o José Antonio. Una historia un poco exagerada. Buen poeta, eximio prosista y algo zaleo. A veces acudía al “insti” (llegué a conocer a una alumna suya a la que le dio clases de francés) con la bragueta desabrochada y las solapas de americana cubiertas de ceniza. Don Antonio, mire qué… Ah sí hija, sí.  Pues no me había dado cuenta, mecachis.  

Vivía en la plaza de los Desamparados barrio de San Esteban donde estaba a pupilo y una patrona le mataba de hambre y para ir a sus clases tenía que enfilar por las Canonjías la calle Escuderos lóbrega y muy ventilada con portales que exhibían piedras heráldicas. Y donde vivía en un palacete del siglo XIV mi amigo Nani el medio volante de la Gimnástica Segoviana. Que también lo conoció. Iba al Columba en el azoguejo a tomar café. Por los adoquines de mi ciudad paseó su desaliño indumentario, su tristeza proverbial y su sentido del humor. Esta es una de las facetas que se le desconocen. Es uno de los mayores humoristas en nuestro idioma. Tuvo algunas novias. José María Moreiro nos ha descubierto quién era Guiomar (María Zambrano) pero parece ser que hubo otra que era también profesora. En fin, un hombre como los demás. Con sus virtudes y defectos y al que ahora intentan “colosalizar” hinchando un poco el perro. 

¿Señorito? Pues sí, amigo Umbral. Don Antonio era un señorito en el mejor sentido de la palabra bueno pues fueron señoritos, como usted, don Francisco que gasta chalina y a veces foulard, los que trajeron la republica y que no hay que adscribir a los de un bando solo porque señoritos no fueron sólo los fachas: Azaña, Macía, Companys, Aguirre, don Miguel Maura, Lerroux,  los hermanos Franco, Ortega eran todos unos señoritos. Fueron un poco los responsables del fregado y el pueblo del procomún el Juan Español tuvo que pagar los desperfectos de aquel desaguisado republicano que algunos invocan y que, si las cosas vuelven a ponerse feas, se largarán al extranjero murmurando la frase aquella de no es esto, no es esto.  

Por las caseteras muchas féminas diletantes, crucificadas de la letra muerta. Trepan por la cucaña. Buenas serian si escribieran con la mano y con la vagina. Andan encoñadas con este oficio. Mejor que se dedicaran a otra cosa,  Todas quisieran ser Virginia Wolf. En la feria del libro madrileña carrusel de vanidades y más de lo mismo. Ni están todos los que son ni son todos los que están. Dándose aires. A los buenos escritores españoles el Régimen/ oclocracia los mandó al exilio y yo me considero en el cupo. Por eso no voy am Paseo de Coches del Retiro de tanto fracaso y decepción. Dios me perdone. 

Así que este exhibicionismo de la última feria del libro me empavorece. No me parece cabal hurgar tanto en el pudridero. Dejemos a los muertos que entierran a sus muertos, 

 

2022-06-07

CUENTO INTEMPORAL DE SEGOVIA

 

 

LA CATORCENA ES ALGO MÁGICO 

Antonio Parra 

  

Yo te di una espada(I gave you a sword). Gracias  por eso, Señor. The word and the sword. Palabras y espadas y en ese empeño seguimos lansquenetes de la palabra retornando al Alma Mater. Vientos de profecía. Entierrate grano. Mañana serás espiga. El viento de la historia a veces huracán otras brisa pasa página ¿Los ves? En un pocillo les estás dando de comer. Cuando ellos van tú ya regresas. Ponen el grito en el cielo. Nietos de los fariseos se rasgan la camisa, hacen trizas las filacterias. Se proclaman demócratas y abanderados del contraste de pareceres pero la fortuna te guarde de pisarles un callo. Dices que recurres a la descalificación y el insulto cuando son precisamente ellos que carecen del sentido del humor los que te están insultando. 

 Otros porque les cantas las verdades del Barquero y tú se las dices al lucero del alba, sin ir más lejos al propio Fraga cuando te vedó prohibir sobre Gibraltar están dispuestos a tirar de navaja. O lo que sea. Insidiosos e instalados. Bueyes duendos de ojos romos más falsos que los denarios de Judas que sirven, están sirviendo, para comprar campos de Haceldama. Don Tarariri que te vi ese que gusta de enfocar el problema vasco y el catalán a su manera, ese don Cómodo de la triste figura y que pluma en ristre la moja no en tinta sino en vesania mejor estaba vendiendo libros en Moyano porque escribir no es lo suyo. Se cree Shakespeare o Dickens pero no es Zola ni Flaubert ni Cervantes ni Palacio Valdés. Es sólo la hermana San Sulpicio. Corniveleto ya digo y mucha leña por la cabeza. Le dicen el buey suelto y es un manso. Sus derrotes son peligrosos. ¿Qué dijo? Dijo: 

     -   Ha blasfemado. Es un energúmeno. ¿Por qué? Por defender la unidad de España. 

-        Yo voy a lo mío. 

-        Ellos a lo suyo. Y nosotros a lo nuestro. 

-         Son los de la estirpe tornadiza. Mala raza y peor baba. Se entienden con el bereber bajo cuerda, pero con sus carros de combate arrasan Gaza; pasan mensajes a los gudaris asesinos, sufragan el convite de catalanas   vendettas de la Campana de Huesca y tú, Verum, que siempre  viste crecer la hierba, tiras de la manta y les coges en renuncio, sus improperios se escuchan en San Pedro Abanto, pasada la Fuencisla. 

-        ¿Dónde estaba el ventorro? 

-        Allí mismo. Donde invocábamos a Fray Jarro cuando éramos guajes y después de la novena entrábamos a tomar unos chatos y allí encontrábamos al Tío Loco con su mandil verde a rayas y cara de palo. En ese lugar bajo la parra que da sombra nos “mojábamos” a gusto viendo nadar a los peces del río creo que fui feliz si es que la felicidad existe en este perro mundo. 

-        Pues había un letrero que a mí me hizo mucha gracia: más vale aquí dentro mojarse que enfrente ahogarse. Y enfrente pasaba el  Eresma. No es que llevase mucha corriente pero sí la suficiente para dar la última aguadilla y máxime estando pedo. 

-        Mucho os gusta el traguillo a los de Segovia. 

-        Sanguis Christi inébriame. Sangre de Cristo. Laus tibi Deo que hace un mes que no te veo. 

-        ¿Y el corpus? 

-        Eso es otra historia. El Corpus es un monasterio de Claras donde ocurrió el milagro de la Catorcena. Allí estaba la sinagoga y allí fue el sacristán de San Facundo a entenderse con el rabí y le vendió a Cristo por treinta maravedíes de moneda forera. 

-        Volver a empezar. Estamos en las mismas. 

-        Psé. Bueno pues echaron la hostia a un caldero de aceite hirviendo en son de mofa y de cachondeo sacrílega tenida. Al freír será el reír y algunos se les heló en plena boca la carcajada.  Como era Jueves Santo querían hacer torrijas pero de repente entre el espanto de los presentes la sagrada forma empezó a subir y subir hasta el techo, abrió un boquete en la bóveda y cruzando los cielos las torres los puentes y los acueductos de mi querida ciudad fue a descender por la Costanilla de los Desamparados hasta el convento de Santa Cruz. En una celda estaban sacramentando a un novicio dominico. La hostia se posó sobre los labios del moribundo y le sirvió de viático y tanto le sirvió que a los pocos días aquel enfermito desahuciado estaba como una rosa escribiendo latines y haciendo silogismos. 

-        No me venga usted con historias morunas, Verumtamen. El convento de Santa Cruz era el mismo del que fue prior Torquemada. Deberían quemarlo. 

-        Tiene un retablo muy bonito y allí han levantando una universidad privada. Cela fue el testaferro pero los dineros eran  de la mafia. La misma que reconvierte nuestras viejas basílicas en  discotecas, los conventos en campus y asfalta la costa al grito de “I ll buy you out” y con una buena mentalidad para los negocios. Jesús Gil cabalga de nuevo. Tiene muchos émulos el uxamense  que así se llamaba en la edad media a los de Burgo de Osma y donde como en Hervás  judíos los más. 

-        A este paso las fiestas de Catorcena – el milagro del sacristán traidor y de la hostia por los aires – habrán  de ser suprimidas por políticamente incorrectas. Incitan al odio étnico. 

-        Ni mucho menos. Exalta el misterio de la Eucaristía. Cristo se quedó a morar con nosotros. ¿Eso les molesta? 

-        No sé pero lo que sí está claro es que harán lo posible por quitarla. Debíamos organizar una rogativa o un acto de desagravio. 

-        Ah como recuerdo aquellas verbenas, los bailes de candil bajo los almeces de la Plaza de Muerte y Vida o en los Corrales del Cristo del Mercado. La fiesta iba por barrios y a cada parroquia le tocaba organizarla una vez cada dos septenados. O plazo para renovar las células. A mi que soy bautizado en San Millán me tocó una vez llevar los ciriales. Era un niño cumplidos los catorce. Cuando volvió a pasar la ronda y el pasacalles tachin tacha chundara rá abandonaba la mocedad y emprendía la madurez. Estas fiestas eran el reloj biológico del pulso milenario de una ciudad que siempre se caracterizó por poner los paños al púlpito en loor a Jesús Sacramentado y aquí a la tarasca el Dia de la Minerva que es la octava del corpus la molemos a palos. 

-        Bueno pues de hoy en un año. 

-        Eso. Corpus Christi salva me. Ya sabes la bella oración que compuso san Ignacio verdaderamente un santo eucarístico para después de comulgar. Y sanguis Christi inébriame. Emborráchame con tu sangre Señor. Pues la verdad que yo pecador de mí la tomé demasiado ad pedem literae. Y a lo largo de mi existencia he atrapado algunas curdas. No me las doy de santo. 

-        ¿Conoces la parábola del santo bebedor? 

-        No. Ni falta que hace. 

-        Y tanto pero quod scripsi scripsi que dijo don Poncio Pilatos. Aquí de lo que se trata es de borrar la memoria o manipularla. 

-        Ya. 

No hay quien pueda con ellos. Son como gorriones o como trapenses disipados duro cacarear en el coro y picotear en el refectorio. Luego cencerrear por la Misa de Gallo. Han pasado dos generaciones. Seis papas descendieron al sepulcro. La estema de los años arrancó unos cabellos de tu frente y apenas ya te puedes peinar a raya. Eres ya talludito y troncal, la curva de la felicidad  hasta convertirse en la peligrosa protuberancia de la ptosis, doble barbilla y tres papadas, enuncian tu llegada a la linde del carcamal por más que tu espíritu se proclame  joven talmente  como el de un misacantano. 

 Ibas para canónigo y mira tú cómo todos estos te bieldan tu parva. Pero poco más. Te dieron una espada y quince talentos. ¿Los has empleado como dios manda? No sé, Señor. Aquí llego con mi barba cana y mi barriga. Algo atolondrado y gozoso pero impasible el ademán. Trato de guardar tus mandamientos. Te sigo en la distancia. 

 Cuarenta y tantos años después y la vida sigue igual. Regreso a mi Alma Mater. La puerta verde está cerrada pero por encima del dintel hay un letrero en mármol gris y con caracteres desleídos que dice: “En esta Casa de la Compañía vivió el P. Lainez”. Era el hombre de confianza del Padre General que no se fiaba mucho de Ribadeneira el gallego que le hacía momos por detrás. 

      -Había otro en el grupo de los primeros discípulos de San Ignacio:  Polanco. 

      -A ese que ni mentarlo. ¿Vale? 

 El gran hastial de piedra gris. Por entre las socarrenas del muro de sillares alzan su melena desangelada matas de parietaria y el cardenillo se ceba sobre los tres bolinches que orlan la base y los lados del triangulo de la fachada. Se trata de una iglesia jesuítica no hay más que verla. Tan angular y biselada verdadera roca de Israel. Todas imitan al Giesú de Roma en una de cuyas capillas nuestro padre general decía misas de tres horas y arrobadizo pues Dios le concediera el don de lágrimas se anegaba en llanto y en devoción. ¿Por qué lloras, Ignacio? ¿Por los pecados de la vida pasada: caballero de Olmedo y por cortejar en Arévalo a la reina Germana? No. Lloro porque en este cuerpo pecador se ha manifestado la gracia. Cristo será el campeón. Y este mensaje de esperanza que plasma en piedra el monumento del Jesús romano transmigra a todos los templos que edificara la Orden desde su creación. La acrotera impresionante promontorio tiene una disposición triangular en función de la espadaña que señala la recoleta plaza  tiene una disposición triangular en función de la cruz de la espadaña - estilo herreriano neto y granito escurialense- que señala el cielo de la recoleta Plaza del Seminario que desemboca a través de un callejón frío y batido por todos los vientos en la de los Espejos. Más allá la de San Martín que tiene delante del ábside un impresionante rincón medieval. 

 Segovia ciudad mística y guerrera. Al fondo de la exedra se alza la estatua del Comunero  Bravo dando sombra al escaparate de la tienda de Blas Carpintero el alfayate que me cosió la primer sotana. Me retrotraigo a las tardes solaneras del otoño: becas rojas y esclavinas al viento y un chusco bajo la hopalanda que teníamos hambre y cuando nos daban ganas de comer le pedíamos pan en los paseos a uno que llamaban Pénjamo y en lo alto la cabeza el bonete terceronado o juniorado según el curso académico del alumno. Este gorro en determinadas testas era bisunto. ¿Y tú qué me das, Nicolás? Te echarán del seminario y te darán la carta de despido en el trabajo pues no eres archivero colegiado ni tienes oposiciones ganadas ¡Siempre igual! Mucha democracia y muchos derechos humanos para los de fuera naturalmente pero laboralmente he sido siempre un apestado. ¡Dios las que me hicieron pasar! Siempre me he sentido un ciudadano de segunda mano. 

 En este país de carnés lo que importa es tener un título. Es clasista como la madre que lo parió. Se iba a estudiar para ser no para saber y mi equivocación máxima que yo me comía los libros con este segundo propósito teniendo en cuenta de que la sangre si no entra con sangre al mismo sirve de purificación. Aprendíamos música coral y canciones viejas al compás de compasillo. No sé si éramos felices pero nos enseñaban el concepto de la disciplina desde un primer momento. El bonete se alzaba a compás manos arriba cuando nos cruzábamos con algún sacerdote. Los canónigos que acompañaban al deán don Fernando Revuelta o el cura de Santa Eulalia que deambulaba solo y era algo zambo quiero decir que andaba con los pies para adentro.  

-        Aparca aquí.  

-        No me da la gana. Buena la hiciste. Llenaste el tanque de diesel con gasolina y el auto se te quedó en medio de la autopista. Has jodido el coche. 

-        De todas formas purgamos el motor y pude llegar a mi pueblo. Cuando vi desde Juarrillos la excelsa mole de la “aceitera” que así llamamos a la torre de la catedral mi alma se iluminó. Al ver esta escalera del cielo. La piedra se hace llama. 

-         El cura de Santa Eulalia (y no me entretengas) se llamaba don Benito y caminaba escoltado por su madre, una tía y el ama que era una moza de buenas partes a la cual los coadjutores miraban de reojo y más de un cura la haría un favor por soñar que no quede ¿De pensamiento también se peca? Pues sí parece que sí. 

 El ama de llaves del cura de Santa Eulalia se llamaba Cirila y unos carnavales la cantaron la parrala bajo el alfeizar de su ventana. Sin embargo, pelillos a la mar. Recordemos que la iglesia siempre fue tolerante con todas estas flaquezas de la condición humana. Todos estos pensamientos se arremolinan tarde de julio polvareda del tiempo cuando salí a dar un paseo vera de ailantos y bajo la sombra relamida de una sofora bastante escuálida que adorna mi jardín. La mujer me arrancó una zarzamora pretextando ser un arto pero a mí me pone muy nervioso esto de que me arranquen mis flores.  

Que en España por dicho de eso nadie puede decir que este cura no es mi padre. Había llegado hasta mi alma mater en una de las muchas peregrinaciones que dan impulso a mis días. No sabía qué hacer en mi urbanización. Tengo la patria dolorida y el alma en vilo. Volvamos a Segovia, me dije. 

En verdad toda mi existencia ha sido un largo retornar hacia el pueblo en qué nací pero no me llevaba ningún propósito ni hoja de ruta. Sólo los mal trenzados recuerdos y el deseo del vino. No había perdido la fe en mi dios pero sí en cuanto me rodeaba. El presente y el ayer en mi memoria factual juegan al escondite. Por ejemplo, ahora estoy en Brennen Steinen pero quería retornar a Bridgehead. Más tarde en la oficina sentí el taedium vitae pero sigo teniendo ese amor al estudio, ese entusiasmo por la verdad y por todo lo bello, bueno y santo del mundo que  se me inculcó en estas aulas complutenses. Felices se apiadan den la memoria los Hijos de San Ignacio. Unos recuerdos fueron buenos. Otros, malos. A ellos les debo mi vida y mi muerte. El guaje es “ansí”. Para lo bueno y para lo malo. Per intellectum ad Deum. No hay más cáscaras. Para mí Dios está encerrado en las páginas de un libro. 

 Han puesto tras las cristaleras una verja de hierro verde que disuade a los del botellón y un poco más tarde me transfiguro al adolescente que fui. Al curilla retorno que fui. Mediados de los cincuenta cuando el día de San Frutos el sastre carpintero me trajo la primera sotana. La mía me aguardaba en un banco de madera de los tránsitos. Ponerme aquella prenda por primera vez me hizo mucha ilusión creo que no dormí aquella noche y me tiré de un brinco ilusionado al primer toque de campana. Yo me sentía alguien importante. Crecí en medio de una sociedad que consideraba a los obispos y a los generales como el Súmmum bonum. Todo un ideal de vida: o la milicia o la cruz. 

 Aquella sotana recién confeccionada por Blas Carpintero, aquel sastre judío que tenía una gran nariz un sello de oro y una manera de tocar que no te molestaba cuando te tomaba medidas por la pernera apunta nene y una mujer gordísima que abultaba por tres de él no sé como se las apañarían en la cama, me puso en el camino de las estrellas. Per aspera ad astraUn dicho muy cierto porque en aquel caserón del siglo XVII las pasé canutas. Me había propuesto ser santo. En el bolsique del guardapolvos llevaba un cuentapecados  una especie de rosario que servía para contar las faltas o las transgresiones al Reglamento. O las jaculatorias que decías en voz baja por el camino. No resistir a la tentación de beber un vaso de agua cuando se tenía sed por ejemplo era una falta. 

Por la Cuesta La Fuencisla bajo los alamos centenarios y cerca del convento de Santa domingo de bella y juvenil labra neogótica nos cruzábamos en aquellos deambulatorios de los jueves por el invierno con el arcipreste de Zamarramala. Parece que le estoy viendo algo miracielos tieso como un palo y morando por lejanías. Le hacíamos el hilo y bonetes arriba haciendo honor a las prescripciones del código de urbanidad eclesiástica que era libro de texto bajo el lema de ad educandos discípulos le saludamos desbocándonos. Algunas de estas prescripciones eran algo rancias pero otras me han servido para demostrar a muchos cafres mi buena crianza. Hoy este convento que yo conocí hospicio es una importante universidad de pago y de mucho tronío. Que Fr. Tomás de Torquemada fuese prior de este convento de dominicos y de que Domingo de soto fuese padre maestro de novicios ya es un tanto. Torquemada no tiene estatua. Domingo Soto, el martillo de herejes de Trento, sí. Pero la han decapitado varias veces. Se conocen que quieren mandarlo a la toza en efigie. 

-        Una gamberrada. 

-        Ni mucho menos, una judiada. En mi pueblo nos conocemos todos y aquí donde se dijo del judío la maula queda bastante memoria histórica. Así que juntos pero no revueltos. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. ¿Me entiendes? 

-        No me digas más. 

El bueno de don Jesús que debía de tener lo menos ochenta años pero que se movía con el garbo de un misacantano se fatigaba algo y acostumbraba a descansar en el berrueco que le sirvió de almohada a sus beatas posaderas a san Juan de la Cruz cuando subía a confesar a la Santa en el convento de San José justo por detrás de los Jardinillos de San Roque. Y ésta  decía porque les criticaban y había murmuraciones en la ciudad por tan largo tiempo en el confesionario: “ De Segovia ni el polvo de los zapatos” y se sacudía el calzado al abandonar la ciudad por la Puerta del Sol. 

-        Buenas tardes tenga usted. 

-        Vayan en paz de buen quiete los seminaristas. 

El cura de Zamarramala  hablaba bien y predicaba mejor. Tenía el mirar huido tras los lupos de concha y a veces apestaba a aguardiente que echaba para atrás pero  no las cogía lloronas ni era hombre que tuviera mal vino. Sus cogorzas eran hieráticas y solemnes por lo general. No daba escándalos aunque algunas veces lo vieron acometer la subida a La Lastrilla haciendo eses. Creo que era de un pueblo que llaman San Pedro De Gaillos que guarda entre sus costumbres una danza ancestral ibera que llaman el paloteo. Como el tío Tocino. 

-        ¡Cómo atacaba la caja aquel buen hombre! ¡Qué dedos!   

-        ¿Y al Agapito Marazuela lo conociste? 

-        Sí, precisamente bajo la sombra de un chaparro que había en la puerta del ventorro de San Pedro Abanto. Estaba tomándose un jarrillo con el padre de Julián un amigo mío. 

-        Pues conociste al último juglar de  Castilla la Vieja. 

-        Ya lo creo 

Tengo grabado el sonar limpio de la dulzaina mora en las mañanas claras de primeros de verano por las fiestas de San Pedro. La arrebolada. Era como un canto sagrado. Algo mágico como las fiestas de la Catorcena que nos arrebataron. 

-        El buen tintorro no nos lo quitarán. 

-        No sé que quieres que te diga. Esto está cambiando mucho y me parece que para mal. 

Pues al querido don Jesús que todos los días se andaba veinte kilómetros asi estaba él delgado como un palo y derecho igual que un huso y se bebía media cantara le abultaba algo siempre debajo de los manteos. Era la botella. Cuando llegaba al Columba a tomar café con unos canónigos ya se había metido un litro entre pecho y espalda y en el viaje de regreso otro tanto. ¡Pobrecillo!  Era un alcohólico. Más. Otro sombrerazo. 

-        ¿Qué va a ser, señor arcipreste preguntaba el pincerna del Columba el que estaba en los reales de lo que fue iglesia del mismo nombre a la sombra de los arcos del Azoguejo. 

-        Ponme un sol y sombra, hijo. 

-        In vino veritas. 

Pero ya digo el cura de Zamarramala era un borracho muy digno. Bajaba por la pendiente con la teja de cachemira en su sitio aunque a veces buscase la querencia de las tapias de la Casa de la Moneda para exonerar su vejiga. O lo otro que como dijo el otro el buen morapio te hará cagar y por eso diz que el Vega Sicilia cura todas las enfermedades al llevarse los malos humores para allá. Así y todo era la comidilla de toda la ciudad y en una ocasión cuando su empinar el codo fue a más el obispo don Daniel Llorente de Federico me acuerdo del nombre de mi obispo con el mismo orgullo con que algunos veteranos recuerdan el nombre del coronel de su regimiento cuando eran sorches le retiró las letras dimisorias. Suspensión a divinis y el bueno de don Jesús no podía decir misa ni consagrar a Dios. Se trataba de medidas cautelares que duraban menos de  una cuaresma pues don  Daniel que era recto pero de muy buen corazón siempre le amnistiaba llegada la Pascua de Flores. Tampoco habrá que echar en el olvido que don Jesús era un hombre muy caritativo. Todo lo daba. No vivía con manceba ni ama ni dios que lo fundó y durante los aciagos días de la guerra civil fue el pararrayos de muchos furores. A muchos rogelios les sacó de la cárcel o de la tapia del mismo paredón. ¿Creen que se lo agradecieron? Pues no. Vivimos en un país de rencores decía Unamuno. Era un cura muy servicial pero tenía ese defecto o esa debilidad por el traguillo. Y eso aquí no se perdona. 

Su sombra se me aparece cuando doblo la esquina de la Plaza El Seminario. Es un fantasma eucarístico que me recuerda las catorcenas de aquellos días. Verbena y parranda y en la sacristía buen jerez rosquillas de palo y algún soplillos. Entonces al acabar de aquella terrible guerra los españoles éramos como más fraternos y bienquistos. Nos sentíamos perteneciendo a un grupo o dentro de un redil. Verdaderamente aquellas catorcenas de la solidaridad y del paloteo eran algo mágico. Me traen a la memoria tiempos de perdón. ¿Cómo se explica ese trastorno? 

 Yo me explico y yo me entiendo y dios me entiende.. Nos hemos vuelto adoradores de Baal. Y hemos cambiado de religión, hemos renegado de nuestra patria, de nuestros valores, de nuestra fe, del amor al hermano y allí donde antes se leía Caridad hemos puesto filantropía o solidaridad. Estamos instalados en la cultura de la queja y en el sofá de don Comodón. Y ahí nos las den todas. Y nos las van a dar y en un carrillo no tardando mucho. Hemos sacado a Jesús del sagrario como a un príncipe destronado y en su lugar hemos puesto grandes carteles de palabras vacías: Derechos Humanos, Solidaridad, Memoria Histórica. La iglesia está vacía y el ara sin los huesos santos y los púlpitos mediáticos se nos han llenado de demagogos. a eso es lo que nos conduce reemplazar el dogma de la crucifixión por el supuesto contendible del holocausto. Y estos demócratas de pacotilla se cabrean y te lanzan anatemas cuando les sacas los colores y les coges en un renuncio. Si no haces nada por defender tu patria y tu nación entonces no tienes derecho a quejarte mamón de que te la invadan los forasteros aunque en Segovia ya digo todos nos conocemos y llamamos a las cosas por su nombre y sabemos por dónde van los tiros y de dónde viene la cosa. 

Tarari que te vi. Continuará la historia. Por favor, no se sulfure