2022-05-29

SU MAJESTAD EL REY ENRIQUE IV NUESTRO SEÑOR HABEBA UNA GRANDE VERGA

 

 

 

 

La cuarta década de Alonso de Palencia detractor y cronista de Enrique IV

 

Digna de una novela policíaca es la peripecia del manuscrito de la cuarta década de la Gesta Hispaniorum de Alonso de Palencia desde su redactada por  un amanuense italiano que “fusiló” su latín porque las actas fueron recogidas de oído hasta su entrada en el archivo de la Academia de la Historia sito en el palacio del Nuevo Rezado, ese caserón de la calle del León, una de las arterias del viejo Madrid donde abría sus puertas la gran pescadería de los maragatos y había varias librerías de lance, cerca de donde vivieron Cervantes y Lope y tuvo su convento Tirso de Molina.

 En ella hace unos años me encontré yo una vez con mi profesor de Arte, Azcarate y le convidé a una copa de ginebra en una cutre taberna que debió de alarmar al viejo profesor y salió pitando. Si hubiese sido don Marcelino Menéndez y Pelayo entre cuyas pasiones figuraban después de los libros el orujo montañés y el anís tal vez no se me hubiera hecho tal desprecio pero es que uno es un poco vagabundo de las estrellas y mis singladuras por el mar de la verdad y de la ciencia me llevan a océanos etílicos.

 Los libros son compañía y soledad pero gracias a estos navegantes de la literatura, las bibliotecas, los archivos y los tenderetes de los libreros de lance- el más singular el de Riudavets en Moyano en la época que me ha tocado vivir- entre los cuales me cuento el vulgo puede tener noticias ciertas de problemas de la historia de España aun no resueltos. Para mí es mucho más novela de intriga este manuscrito que el propio código D´Avinci.

Durante la guerra de Independencia los anales de Alonso de Palencia fueron a parar al monasterio de Montserrat y allí lo conservaron los benedictinos hasta la desamortización de Mendizábal en que llegaron los infolios a Madrid.

 La aldaba de la suerte estaba llamando a la puerta. Durante la segunda parte del XIX los escritos de Alonso de Palencia estuvieron sujetos a una profunda controversia sobre su autenticidad y si sobre era conveniente verterlos al castellano del latín, habida cuenta de las barbaridades contra un augusto monarca español que en sus páginas se injertan.

 A la primera pregunta los eruditos dijeron que en vista de la antigüedad del papel y de la letra gótico humanista dijeron que sí, pero el amanuense que lo compuso al dictado del propio autor era anónimo y a la segunda unos dijeron que no y otros que sí.

 El mamotreto a día de hoy sigue sin traducir. Fue uno de los pocos que se salvó de la quema. Otras obras de este mismo autor que era un escritor compulsivo como algunos trozos de su Guerra de Granada quedaron perdidos. Las Décadas fueron un poco la joya de la corona de la docta institución junto con la Gesta Roderici Campodoci o Poema del Cid.

Don Enrique IV vivió sólo medio siglo pero los cincuenta años de su existencia desde 1425 hasta 1474 en que fallece en Madrid fue una época muy interesante en los anales españoles porque representan un tiempo de cambio que marca el fin de la edad media y el comienzo de la moderna. Pocas figuras de la monarquía castellana por otra parte han hecho correr tanta tinta de plumas agitadas siendo tan vilipendiadas al propio tiempo.

 Ya apuntamos arriba cual pudiera ser la razón de tanto menoscabo y una de ellas el haberse ganado la enemiga del pueblo elegido como consecuencia de los desmanes acaecidos en Burgos reinando su abuelo y los de Segovia de 1410 con el robo sacrílego de las hostias catorcenas. Parece ser que no hubo en Segovia a diferencia de Burgos tumultos ni asaltos a la aljama. Todo quedó en desagravios eucarísticos y la institución de las procesiones devotas a las que tan inclinados mis paisanos. Que acudían embelesados a escuchar los sermones apocalípticos y antisemitas que pronunciara san Vicente Ferrer en la iglesia del Cristo del Mercado. Hablaba en valenciano y sus oyentes le entendían en castellano. En estas diatribas contra judeos Dios debía de hacer un milagro.

Los incidentes más notables fueron por este orden:

-         Toma de la plaza de Gibraltar (1462) que costaría arduo trabajo y muchos muertos. El recuerdo del asalto a Gibraltar y al fuerte de Archidona determinarían en su personalidad de bon vivant una inclinación a los pactos y a los consensos. Enrique IV si hubiera vivido en el posfranquismo a lo mejor se hubiera hecho de UCD. Le repugnaba derramar sangre, no le gustaban los extremos y ante la infamia y el ataque frontal se observa en él una constante: la escapada.

-         Se registra la primera sublevación de Cataluña instigada por los franceses pero ahí el que iba a ser su hermano político Fernando de Aragón hila fino y compra las voluntades de los barceloneses para que no se separen de la corona de Aragón y en 1463 se decretan las paces con Luis.

-         Conflictividad con Portugal y con Navarra. El monarca castellano conjura el recelo de los navarros y de los lusitanos mediante sendos matrimonios los cuales fueron muy desgraciados.

-         Revueltas de los nobles y de la iglesia, en una crisis social que aboca a una guerra dinástica y va a ser el germen de la sublevación de las comunidades.

-         Su reinado no puede desligarse del de su padre Juan II el cual tuvo un reinado turbulento a la sombra del gran valido Álvaro de Luna pero no por ello menos interesantes pues la corte fue mecenas de artistas, poetas, juglares,  pero de él heredó la medrosidad y el carácter irresoluto y la pasión por las artes y las cosas buenas de la vida, incluso algún que otro gatillazo.

Por último hay que estudiar dos aspectos biológicos interesantes. Enrique IV era hermano de un costado de Isabel la Católica y del príncipe Alfonso por cuyas venas corría sangre lusitana, hijos ambos de Juana de Portugal y aquel de Blanca de Navarra. La segunda esposa de Juan II murió loca en el castillo de Arévalo a los cuarenta y dos años de enviudar y esta esquizofrenia por la consaguinidad viene a brotar en la mujer de Felipe el Hermoso hija a su vez de los Reyes Católicos que arrastró una vida longeva y solitaria en el castillo de la Mota. Otro paralelismo que ocurre es la muerte prematura de Alfonso quien llegó a ser coronado rey con el nombre de Alfonso XII pero no llegaría a gozarlo. Murió exhausto después de una noche de amores e igual le acaecería a su sobrino nieto el infante don Juan príncipe de los Reyes Católicos en plena mocedad. La historia maestra de la vida muestra a los hombres en sus miserias y en sus grandezas, la eterna pasión de mandar, que promueve batallas y conjuras sin cuento, y el ardor sexual, rueda de la existencia, sólo que en ciertos casos acerca al hombre a la muerte. Eros y Tanatos son hermanos gemelos Es la primordial lección que se concluye de esta apasionante y embarullada historia que nos narra en sus anales el bueno de Alonso de Palencia tratando de estudiar un poco la condición humana.

 

 

 

 

 

 

 

ENRIQUE IV TENÍA UNA GRAN POLLA

 

“E EL Rey dom Enrique Nuestro Señor aveva una grande verga nos daba deleite como cualquier ome pagando su débito viril en la coyunda”. Este testimonio aportado por las meretrices de Segovia y  que recoge el gran Dr. Marañón a humo de pajas en su magistral estudio biológico sobre el tan denostado rey castellano tira por tierra, al parecer, todas las acusaciones de impotencia que contra su real persona descargó la historia.

 La historia no la escriben los vencedores sino los traidores y este puede un caso manifiesto de interpretaciones de tercería interesada y capciosa.  Los parciales de su hermana doña Isabel le sentaron las costuras. ¡Pobre hombre, un pelele difamado en los anales! Las cosas sin embargo no fueron tan negras como las pintan ciertos autores- Con don Enrique Castilla acusa los estertores de una nueva época, la moderna y eso trajo convulsiones sociales: carestía de monedas de vellón, bandidaje que venía de Francia e Inglaterra, un cúmulo de malas cosechas pero los cronistas obvian la gran arquitectura de aquellos años de los últimos castillos mudejares, la invención de la imprenta que tuvo por escenario un pueblo de la provinvia donde se dieron a la estampa los primeros documentos en letras de molde. El rey y el obispo contrataron los servicios de un ambulante bohemio del que apenas se sabemás que el nombre: Juan Parix, que viviría en  el alcazar. Los sinodales de Aguilafuente se publicaron de la mano de este maestro en 1492.

A Su Majestad se le quiso mucho en Segovia donde tenía su corte gran parte del tiempo cuando se iba a cazar a los montes de la Despernada. Curiosamente vivo cerca del castillo de Villafranca donde estaba la guarnición de este castillo en los predios de las dos Villanuevas la del Pardillo y la Cañada que por entonces eran tan sólo monte pero aun quedan las eras de la antigua villa hoy desaparecida. Su abulia y su amor a la caza puede que se confundiera con la impotencia y no era otra cosa que cierto desencanto con aquella Castilla que le tocó vivir plagada de intrigas y de conspiraciones promovidas por la nobleza, la jerarquía y los judíos. Tedium vitae. Hastío de la vida. Desencanto de la política.

 Tanto el historiador Alonso Palencia como Hernández del Pulgar eran amanuenses a favor de su hermana Isabel a la que se denominó la Reina Católica, amanuenses amañadores porque exageraron o deformaron algunos sucesos y sólo el franciscano Diego Enríquez del Castillo al que nombró don Enrique su cronista particular tras la muerte de Juan de Mena, se permite hablar con cierta discreción y benevolencia sobre estas supuestas mermas de Enrique IV pero sin echar su cuarto a espadas a la hora de desbaratar ciertos infundios. Desde luego le tocó tarifar con aquellos arzobispos como don Alonso Carrillo que era una mala bestia. Aun se le puede contemplar a su reverencia de cuerpo entero vestido de pontifical ante el convento de las monjas de San Diego, de mediana estatura, renegrido, calvo y con malas pulgas. Tarifar con dicho prelado no debió ser fácil porque era un señor de horca y cuchillo y enseguida sacaba la espada. Utilizaba el báculo cual arma arrojadiza. Era un aguerrido prelado prevenido en frontera.

 Él fue el promotor de la gran afrenta denominada el pelele de Arévalo. Este acto infausto no ocurrió en la villa arevalense sino en Ávila. En comandita con el obispo de Calahorra el cual sería más tarde el cardenal Mendoza – tuvo 33 hijos naturales reconocidos-, el marqués de Villena don Juan de Pacheco y después de destronarle arrebatando de su cabeza la diadema de la corona, el cetro de su mano y el manto de armiño de sus espaldas nombraron soberana y heredera a doña Juan la Beltraneja supuestamente habida de su matrimonio con la reina doña Juana la portuguesa pero de cuya concepción hablaban las malas lenguas fue debida a don Beltrán de la Cueva la Beltraneja.  En fin un bochornoso espectáculo porque aquella imagen era una retrato del propio monarca.

El urdidor verdadero, el que manejaba los hilos  de la conjura en la sombra, muñidor de todos los enredos, fue uno de esos personajes siniestros que de vez en cuando cruzan por la historia de España: el marqués de Villena “ni palabra mala ni obra buena”, De don Juan de Pacheco quiromante y conocedor de sortilegios y artes diabólicas se hablaba que tenía dominada la voluntad regia, que le había dado un bebedizo. Marañón presume muy bien que don Enrique sufriera de melancolía en parte porque la reina portuguesa debía de ser un caso parecido a doña Urraca, una ninfomaníaca que a los moros por dinero y a los cristianos de balde. El rey empezó a sentir la depresión psicológica a raíz del repudio de su primera esposa doña Blanca de Navarra de la que no hubo descendencia al parecer por esterilidad de la soberana,  y esto consta por el testimonio del privilegio de “fiel de fechos”(una especie de báscula moral que levantaba acta de los actos humanos incluso los más insospechables), bárbara e inaudita costumbre de los tiempos medievales porque en las bodas regias y para conjurar los achaques de bastardía y de cuestiones de legitimidad que dieron pábulo a no pocas guerras se colocaban en la cámara regia tres pajes, un notario y dos pincernas y todos ellos testificaron que doña Blanca era virgen y que fue desvirgada en la noche de bodas, como corresponde, y que el lienzo que pusieron sobre el lecho fue manchado con sangre y  esperma. El paño de pudores dijo, máquina de la verdad, que su Majestad no tuvo contratiempos en su noche nupcial. No sucedió pues lo que cuenta Góngora en su inmortal soneto:

Con Marfisa en la estacada

Entrose tan desguarnido

Que su escudo aunque hendido

No pudo rajar la espada

No se vio en trance tan crudo

Ni vuestra vergüenza pudo

Cuatro lágrimas llorar

Siquiera por dejar

De orín tomado el escudo

Estos mirones pudieron dar cuenta de que el rey no era impotente y que tenía todos el aparato genésico en condiciones. Era un varón de aventajada oscura, de aspecto taciturno y reservado, tardo en sus reacciones, de enfermizo semblante, y dicen los cronistas que “allá donde ponía los ojos mucho le duraba el mirar”

 Los juicios que vierte Marañón sobre la impotencia de don Enrique acaso fueran juicios de parte o meras conjeturas sectarias: el pie valgo, el aspecto fofo y algo feminoide de su persona (no vamos a entrar en detalles), aunque es posible que esa perdida de la virilidad ocurriera debido a una enfermedad de carácter urinario como el mal de piedra y a lo mejor un cáncer de colon o de próstata, agravados con la edad. Se le acusaba al propio tiempo de verse rodeado de una guardia morisca – nada de particular tenía esto porque el rey cristiano se fiaba, lo mismo que Franco, más de los musulmanes que de los cristianos- y de haber adoptado algunas de sus costumbres como sentarse a la morisca y deleitarse con música de adufes, gaitas y chirimías.  Hablaba la algarabía.

Tales cargos señalaban que era “una ofensa a la religión cristiana el traer consigo a moros infieles y de holgar y salir a cazar en su compañía y que esta gente eran expulsos o prófugos de Granada donde no habían querido seguir la facción del rey Chiquito (Boadil) y que forzaban a las cristianas que encontraban de camino”.

Para mí al igual que para muchos historiadores todas estas hablillas son el resultado de la falsedad, del mal ejemplo, el ansia de poder y la hipocresía de aquellos príncipes de la iglesia: el ya mentado Carrillo, el cardenal Mendoza, el obispo de Coria, Iñigo Manrique, el almirante don Fadrique Enríquez que era el suegro del rey de Aragón don Juan padre de Fernando el católico, y era judío converso. Todos ellos más que en el bienestar de sus súbditos y el ejemplo y la edificación de sus fieles tenían su mira puesta en las riquezas, en los devengos, martiniegas, diezmos y primicia. El pueblo esquilmado gemía bajo la bota de todos estos tiranos, algunos eclesiásticos como los maestres de Santiago que por acá dieron bastante guerra y los de Calatrava, y otros de la más encopetada nobleza que se jactaban de traer sangre de los godos y de venir de la pata del Cid.

 La historia demuestra que esta divinización de los templarios se corresponde con una verdadera demonización, con los poderes ocultos Aquellos monjes soldados asimilados a monasterios fronterizos en punto a cristianismo dejaban bastante que desear por crueles y malsines y opresores del pueblo como fue el caso de la trama de la famosa comedia de Lope, Fuenteovejuna: un reitre calatraveño abusa de una moza y el pueblo pide cuentas al rey que entonces estaba por encima de la Iglesia

Le hicieron abjurar a don Enrique en la reunión habida en la villa de Cigales (buen vino debieron de beberse aquellos cabrones) pero luego el rey como era irresoluto y de carácter inhibido se volvió atrás y se fue a cazar puercos a los montes de la Mocha Chica y de Navalcarnero y ello daría lugar a toda una guerra civil, a las banderías famosas castellanas del siglo XV a los despechos del maestre de Calatrava don Pedro Girón a varias luchas y batallas entre castellanos y portugueses por culpa de la Beltraneja: las batallas de Toro y Albuera y al tratado de los Toros de Guisando, un punto de inflexión en la historia española, pues no hay mal que por bien no venga, en el que Enrique IV nombra su sucesora y princesa de Asturias a su hermana Isabel.

Hay en Segovia o había dos olmas principales. Una era la de San Miguel donde fue jurada reina la princesa de Asturias un 12 de diciembre de 1474 y otra la olma del convento de San Antonio el Real aledaño al palacio del monarca.

La leyenda dice que fue el rey nuestro señor don Enrique de Trastamara el que la mandó plantar y yo la he visto oronda y solemne echar ramas muchas primaveras a este prodigio forestal pues estaba cerca del Campillo, donde comienzan los arcos del acueducto y donde yo jugaba de niño al fútbol en los terraplenes del campillo. Esta olma fue talada en los años 80 a efectos de la grafiosis una enfermedad forestal que acabó con nuestras famosas olmedas, pero la conseguí fotografiar.

Cuando iba a mi pueblo ante esta olma me cuadraba y me echaba a temblar, guay de mi España. Don Enrique al que tanto quisimos en Segovia porque fue un poco el alma de la ciudad, que recibió como señorío propio a la edad de catorce años de su padre el rey don Juan II y a la que gustaba de llamar mi Segovia no fue ni tan impotente ni tan malo como argumentan sus detractores. Es un consuelo saber que “tenía una grande verga”, una buena polla castellana, vaya. Con lo que querrá decirse que era un hombre como los demás, ni mejor ni peor, muy campechano y convivial como eran en otra época los que nacieron a los pies del acueducto, que gustaban de comunicarse, darse los buenos días, acudir a las ferias y a las bodegas, echarse de vez en cuando una cana al aire, devotos hasta cierto punto y don Enrique profesaba un fervor muy significado a san Antonio de Padua y pertenecía a la cofradía de las cinco llagas, (lo enterraron en Guadalupe de hábito franciscano) pero sin pasarse, amante del traguillo en la bodega y una charla con los amigos ante una ración de escabeche bonito de cubillo en que se contaban historias de cuanto entonces y se adobaba la conversación entre besos al jarro y de hoy en un año, salud es lo que hace falta, que en el cielo le veamos, si se brondaba por un difunto, con retraheres y chascarrillos, en una palabra, un castellano de pura cepa, nada engreído y al que la corona le venía un poco grande y acaso el cetro le pesara más de la cuenta, prefería la cachava. ¿Entonces por qué le difaman? Por crueldades de la política y por veleidades del destino. Trataremos de esclarecerlo en este libro.  La historia -vuelvo a insistir- en este país no la escriben los vencedores sino los traidores.

 

ENRIQUE IV Y LA IGLESIA

 

La iglesia española había adquirido un gran poder e independencia frente a Roma gracias al llamado Cisma de Occidente. Una gran parte de los prelados de Castilla y Aragón se inclinaban por el pontífice de Aviñon en cuya sede se instaló uno de sus nombres de mayor relumbre: el Papa Luna Benedicto XIII. Hubo obispos tan significados como el primado de Toledo Gil de Albornoz que estuvieron con la “legalidad” y la legalidad entonces no era el Vaticano.

 Se produce entonces una literatura y una tradición irreverente hacia la primacía papal habida cuenta que el poder en este lado de la cristiandad residía en el episcopado. Roma estaba lejos y no tardó en condecorarse con una aureola negra de corruptela, perversidades, puterío, practicas simoniacas y esta corriente de opinión se detecta en autores castellanos como Juan de Mena, el Marqués de Santillana, el Arcipreste de Hita y el de Talavera. Estas invectivas se disfrazan de alegoría como en el “Laberinto de Fortuna” (en la corte de Roma se excomulga a los vencidos y a los vencedores se corona”) y otras son más directas como en el “Libro del Buen Amor” (yo vi en Roma do es la santidad que todos al dinero facían humildad). La Silla Apostólica es considerada un comodín y como juzgado de última instancia para dirimir litigios y sobre todo pleitos matrimoniales.

 Enrique IV quiere ver anulado su matrimonio con Blanca de Navarra y ello ocasiona una de las muchas contiendas civiles entre el príncipe de Bearne y la corte castellana. Pio II reclama dineros y fa largas. Esto de las nulidades matrimoniales va a ser uno de los grandes negocios del palacio de San Juan de Letrán. Entre los reinos cristianos veían en el Papa la última ratio o suprema corte de apelación cuando querían dar marcha atrás en sus bodas, y éste con estos dimes y diretes y sus monseñores hacían caja. El sexo ha sido una fuente de divisas para la curia romana porque así son los humanos y porque el catolicismo se ha entendido como un problema de bragueta desgraciadamente en desdoro de las enseñanzas evangélicas. En sus predicaciones Jesucristo pasa de largo y como de puntillas en lo que se refiere a las relaciones entre hombre mujer. Sólo anatematiza contra aquellos que promueven el escándalo pero aquí tenemos a toda una ingente masa de confesores, curadores de almas y directores de conciencia que con mentes enrevesadas sembraron el bullicio, los escrúpulos y el dolor en muchas almas tiernas, haciendo caso omiso de los traumas que han causado en sus dirigidos cuando se han producido abusos sexuales.

 La Moral y los Cánones nos llevarían siempre a un terreno pedregoso de quien peca, cómo y con quien. Por ejemplo, en la edad media se consideraba un pecado muy gordo ver desnuda a la mujer. Sólo estaba permitido el coito dentro del tálamo conyugal y así y todo sin morbo, a pelo, el aquí te pillo, aquí te mato porque incluso dentro del lecho de los esposos el goce se consideraba una desviación de la moral cristiana. De Roma llegaban las bulas de cuaresma, los reescritos, los anatemas, las sentencias inculpatorias por concubinato o la absolución de culpas que eran materia reservada al Papa. Estas prácticas se consideraban una rutina pero el pueblo era muy creyente, creía en el cielo, el infierno y el purgatorio, y al expirar dejaba mandas de misas y de limosnas o hacía donaciones pro anima que tanto han Enriquecido a la Iglesia. Los obispos eran magnates y sus clérigos próceres.

Gozaban de inmunidad penal y en parte su poder se acercaba al de los mismos reyes. Sin embargo, dentro de esta jerarquía corrupta y dominante de los siglos XI al XV, cuando los arzobispos eran próceres y señores de horca y cuchillo, nunca estuvo el cristianismo tan arraigado y seguro de sí mismo pese a las limitaciones de sus pastores que a veces eran lobos disfrazados de piel de oveja, ni fue tan firme la fe. Existía el convencimiento de que el cristianismo era la religión verdadera y mi país con razón y sin ella. Se moría por esa fe. ¿Por qué? Porque había un propósito común de avance frente al Islam y una liturgia que se extendía por toda Europa desde Portugal hasta Suecia y desde Inglaterra al Principado de Moscú. ¿Y el Papa? Bueno, bueno, dejémoslo estar. El pontificado no era un fin sino un medio como timonel de la Iglesia. Lo importante era Cristo.

Entonces la Iglesia tenía un cuerpo muy grande y una cabeza pequeñita que no se asomaba a la televisión y vivía prisionera en San Juan de Letrán, lo que exacerbaba su carácter mágico. Se le besaba el pie y todos los reyes querían ganar como mejor trofeo de sus vidas la rosa de oro o ser proclamados defensores de la fe como ocurriría con Enrique VIII de Inglaterra el cual despechado en sus anhelos de disolver su matrimonio con Catalina de Aragón, se puso de manos traseras, renunció a esa fe que defendía y fundó una iglesia por su cuenta. Al intentar rebasar el límite de sus competencias el pontificado se produjo la hecatombe religiosa de la edad moderna. En parte Roma tuvo la culpa de Lutero y de Calvino.

 La otra culpa de la rebelión la tuvieron las epístolas de San Pablo que desencadenaron una tormenta de fundamentalismo y de Biblia a palo seco. Castilla se va a quedar sola en la quijotesca defensa de la utopía papal aunque los castellanos fuesen poco fervorosos en sus practicas religiosas pero siempre respetaron la tradición. Enrique IV, aunque tibio con moderación, favoreció a los franciscanos y hace donaciones y mandas para que las clarisas abriesen dos conventos en la ciudad. En uno de ellos estaba instalado su palacio y esta generosidad hacia los frailes menores se repite en Madrid y en Toledo donde dice la tradición que tuvo amores con una monja que era priora de aquella congregación.

La consecuencia a extraer de esta interpretación es que con frecuencia hacen más por Jesucristo los que se consideran a sí mismos pecadores que santurrones. Porque tan importante como la fe es la tradición y es por ende que al convertirnos en martillo de herejes en Trento los españoles nos enfrascamos en la defensa de una causa perdida. ¿Ocurrirá otro tanto con el mundialismo, el entendimiento entre civilizaciones de ZP? Otra vez don Quijote y Sancho. Los españoles no solemos ser gente pragmática aunque en este país haya muchos listillos

En las Gesta Hispaniorum sale a relucir esta desconfianza hacia la primacía romana que se compadece con la alegría de vivir aunque fuese en pecado mortal. Los obispos no solían decir misa a diario, tarea que delegaban en sus capellanes. Únicamente oficiaban en las solemnidades. Y éstas tenían un poco de convención social y un mucho de espectáculo porque la Iglesia no consiste meramente en cánones y en casuística. Relata un historiador del siglo XVII que un confesor niega la absolución a un penitente porque había tenido cinco cópulas con su mujer en una misma noche… quinque in eadem noctem; eso era lascivia y un mal uso del sacramento del matrimonio destinado a la procreación no al deleite. Esta obsesión sexual que tanto daño hizo a la iglesia puede que sea una aberración de su doctrina soteriológica. La iglesia es también filocalía, culto a la belleza, melodía y misterio.

 La misa no viene a ser más que la representación alegórica y teatral del drama de la redención. Después de eso, que cada uno haga de su capa un sayo y allá con su conciencia. La norma evangélica es el ideal al que aspira todo bautizado a sabiendas de que contempla una meta inalcanzable. Los hombres hemos sido fraguados en barro.

 La fe del carbonero tan denostada tiene entonces lados inefables. Y un poco es la fe del carbonero la que practica Enrique IV quien no acaba de entender al primado Carrillo, su enemigo jurado. Se muestra humilde y pese a todo mantiene en su corte a un cabildo de capellanes. Uno de ellos será Diego Enríquez del Castillo quien escribió la crónica de la batalla de Olmedo pero un día que se fue de putas le robaron el ms. Seguramente los parciales de Alonso de Palencia.

Quinque cognitiones in eadem nocte. Que barbaridad. Entonces los había que eran superman. Sin embargo a estos clérigos disolutos, a estos obispos que iban a la guerra y tenían sus mancebas, creo que nadie se atrevería a profanarles una capilla o entrar una noche en un templo a robar hostias consagradas. Los culpables se expondrían a un buen ladrillazo de Roma. La iglesia de entonces era plaza fuerte. En la actualidad se bate en retirada y eleva a los altares a jerarcas tan dudosos como Wojtyla. Yo me quedaría con don Alfonso Carrillo que sigue ostentando su báculo y su mitra en esa estatua de bronce de Alcalá mirando para Cisneros que tampoco era manco por eso cabo y se fue a pelear con el sarraceno a Oran. Pero este concepto de la fe se defiende con la espada y de que la letra con la sangre entra la habían asimilado los cristianos de la tradición muslímica y de los largos años de brega durante la Reconquista. “Mete tu espada en la vaina” recomienda Jesús a Pedro en el huerto de Getsemaní cuando Cefas en un arranque de coraje corta la oreja a Malco uno de los que bajaron a prenderlo. Ciertamente el pensamiento cristiano es pacifista y “dejado” en los brazos de la Providencia pero la religión católica la integran seres humanos pecadores y de la misma forma que los mahometanos no siguen la ley del Corán con frecuencia y los judíos caminan por la historia de espaldas al Sinaí porque también son pecadores no se puede pedir peras al olmo ni exigir la perfección a la jerarquía eclesiástica de la cual ellos carecen. Esta actitud es muy condenable pero se encuentra muy extendida cuando se recrimina a los seguidores del Crucificado matar en nombre de la Cruz. Sin embargo los ocho siglos de la Reconquista¿ no fueron una guerra defensiva y en cuanto tal lícita según el pensamiento del padre Vitoria?

 

 

 

 

 

ENRIQUE IV Y LOS JUDÍOS

 

Se ha intentado comparar a Enrique cuarto mal llamado el impotente con Carlos II el Hechizado pero todos los historiadores son contestes de que no puede haber parangón tal. El Trastamara era valiente- fue el primer monarca que devolvió a España el peñón de Gibraltar y resultó herido en la toma de Archidona al poco- vicioso amante del vino y de las mujeres aunque es posible que también de los mozos y la sospecha de su bisexualidad no probada habrá de ser investigada por los investigadores, muy poco rezador y su amistad con los moros le hace ser sospechoso a algunos de sus contemporáneos de sectario de Mahoma. Le gustaba la caza, correr toros y cañas y más de alguna vez se le vio en algún torneo sobre el palenque pese a su horror a la sangre por las heridas inferidas en el asalto a las almenas de Archidona. Mientras el Austria era un imbecil y un caso clínico de los desastres a los que puede llevar la naturaleza: enano, casi deforme y supersticioso, puesto que creía en fantasmas  y en aparecidos. No Enrique IV no fue el baldón de la monarquía absoluta ya que en su época de convulsiones, revueltas y aventuras se crearía el germen de la unidad de la patria. Su hermanastra Isabel va a recoger el testigo. Los más calamitosos reinados que convirtieron a España en una caricatura de sí misma fueron dos: uno absolutista con trazas de constitucional el de Fernando VII y otro constitucional con trazas de absolutista el de Juan Carlos I al que puso Franco. Éste no solamente no ha recuperado Gibraltar sino que entregará Ceuta y Melilla a su primo el alauita y puso el país a los pies de los caballos norteamericanos que estampan sus cascos apocalípticos contra el empedrado internacional; la eventual secesión de Cataluña, el pavoroso desempleo juvenil, la llegada en masa de inmigrantes de todos los rincones del planeta y seres tan despóticos y repelentes como Esperanza Aguirre, Aznar don José Mari, ZP, Federico Trillo, Bono don José, el Chávez, Rajoy don Mariano soplando gaitas y doña Trino la culona la cancilleresa que pasa la mano por el lomo a la Obamesa y por supuesto Rubalcaba, ZP, y ese león de Grau catalán arbitro de todas las instancias y caldo de todas las salsas Pujol el caganer, que recuerdas a los antiguos validos medievales siempre a la caza de un momio y defensores cada uno de su parcela local para afianzar la privanza. Con don Enrique España aun en agraz se estaba fraguando mientras con don Juan Carlos se descompuso y esto parece la corte de los milagros trufada de una turba de soplones y aduladores: Herrera en la Onda, los malditos tertulianos como Fernando Jáuregui, Pilar Cernuda y la cohorte de cantamañanas que se configura con el enano Lucas el de las radios de la mañana hasta llegar a don Herrera en la Onda que iba para cantante y se quedó en radiofonista  más chulo que un ocho. En periodismo mejor no hablar pues ahí tenemos a don Tirantones Coloraos con su gran tonsura que se permite el lujo de haber mujer de plexiglás. Todos ellos nos machacan las meninges o nos aterrizan los ojos con novelones de gran calado como los de Carmen Navarro la hija del Yale o los folletines de Pérez Reverte, haciendo gracia al lector de mencionar a los de la telebasura y la prensa del bulevar en cuyo pináculo se encarama el áulico Hola, protolameculos nacional donde manda un cura astur que de primeras era republicano y al que conocen con el alias del Hormiga, con todas las revistas del colorin detrás. Entre unos y otros dejaron a España y a la gran cultura española convertida en un patatar lituano. Y todos estos buitres, epitome de la ambición y las ansias de poder dejan muy pálidas las esferas de aquellos maestrantes y magnates de la nobleza castellana de la decimoquinta centuria castellana: El primado Carrillo, renegrido, petizo, hombre correoso, generoso con los de su bando, violento, infumable eclesiástico, los obispos de Coria y de Mondoñedo, don Pedro Girón, don Suero de Quiñones el del paso honroso del Órbigo, el duque de Betanzos y otros muchos de la cuadrilla. Que aquellos prelados al lado de los “modelnos” se han quedado en hermanitas de la caridad. Ellos nos han tirado al lago de las pirañas. Con ellos por ellos y en ellos España va cuesta abajo.

 El solo hecho de haber ganado la plaza de Gibraltar al año siguiente de ser coronado debiera de hacer del Trastamara uno de los monarcas más honorables del elenco, pero aquí hay una conspiración sepulcral para los hechos medulares y los hombres que los claros varones de Hernando del Pulgar hoy son botarates se publica la gallofa, se persigue a los buenos escritores y los libros escritos en el reinado del Rey Felón duermen el sueño de los justos dentro de un cajón, olvidados en un altillo o una gaveta. En cuanto a lo de impotente vayamos por partes Porque ahí queda el testimonio de las putas de Segovia que don Enrique estaba mejor armado que un carabinero, como aseguraban las pilunguis de Segovia. Es un hecho ineluctable que se enamoró de una azafata portuguesa de su segunda mujer doña Juana de Portugal que se llamaba doña Guiomar de Castro. La reina la echó fuera de Segovia pero doña Guiomar siguió siendo visitada en Arévalo donde la puso casa y renta; y otro de sus romances lo tuvo nada menos y nada más que con la abadesa de un monasterio de Toledo que se llamaba sor Benilde. ¿No haría Enrique IV a pelo y a pluma? Que va o por lo menos no era tan impotente como dicen los que le calumnian, entre ellos el doctor Marañón que fue un buen judiazo.

Entonces, ¿de donde le viene tanta infamia? Muy fácil. Sus relaciones con los judíos adquirieron un sesgo poco favorable porque ya en tiempos de su padre últimos años del reinado de Juan II se produjo el ultraje sacrílego de las sagradas formas en la iglesia de San Facundo que conmovió a la ciudad. La hostia que hervía en un caldero de la sinagoga empezó a subir por el aire y se produjo el llamado milagro de la Catorcena. Parece ser que tales actos sacrílegos suelen producirse cuando los judíos tienen mucho mando y es suceso continuo y lamentable en la España de 2011 al igual que lo era en la España de 1418: quema de las puertas de la iglesia católica de Santa Catalina en Majadohonda, atentado contra varios templos de Barcelona, robos de copones en los Carabancheles y así sucesivamente. El hecho en la Segovia del siglo desencadenó toda una conmoción popular. Esa enemiga o animadversión no sé si justificada pero real tenía un trasfondo económico porque los judíos eran los alcabaleros y freían a impuestos a la comunidad. Por otra parte se daba el hecho curioso de que los hijos de Moisés se bautizan aunque en oculto sigan practicando la Ley Vieja. Este parece ser el caso de Alonso de Palencia burgalés que era algo pariente de Pablo de Santamaría el rabino de Burgos que convertido a la fe de Jesús llega a arzobispo y su hijo Alonso de Cartagena al que se atribuyen las Coplas del Provincial y que sería obispo de Málaga era pariente de Palencia. En ese contexto habría que examinar el origen de las opiniones que vierte contra el soberano embadurnadas de contumelia y de hechos reales. Medias verdades. Su IV Década alude a las indecisiones y a los calamitosos sucesos por las burlas que cundían por todo el reino sobre los cuernos que le puso don Beltrán; sin embargo, su paternidad la reconoce su propia mujer doña Juana en Buitrago cuando es interpelada al respecto por el cardenal de Albi cuando iban a casar a la Beltraneja con el rey francés.

-¿Jura, Majestad, que Juana es hija del rey su marido?

-Sí, lo juro- dijo la portuguesa con un acento que tenía cadencias de fado. Su voz se perdió por los montes y valles de Somosierra

Se pasa por alto el que plantara por vez primera vez el pabellón castellano en la Roca de Gibraltar y amen de eso fuera el promotor de las guerras de Granada. Mucho apreciaba a los moros porque hablaba el árabe y había adoptado algunas de sus modas o lucía en el campo armas arábigas pero fue el primero en darse cuenta de que la unidad nacional tendría que tener un trasfondo de unidad de las tres religiones a la sombra de la cruz. Su hermana Isabel recogerá esa antorcha.

 

 

 

 

ENRIQUE IV AGRIDULCE REINAR

 

Aquella navidad de mi niñez tocamos la zambomba, hicimos música rascando la botella de anís con el almirez y cantamos villancicos ante el belén que había colocado mi hermano Nano adornando con musgo el portal traído de las peñas de la cantera donde se afanaba en su pobreza el Tío Enrique y su cuervo al que había enseñado a hablar y a decir palabrotas a los chicos. Con papel albar se hizo una especie de arrollo y a la orilla estaban las figuritas de las lavanderas. Un pastorcito iba camino del portal con un cordero al hombro. La cena pobre consistió en castañas y algo de asado. El villancico que cantamos aun resuena en mis orejas. “Sobre tu cunita niño he visto arder una farolica como la del tren… que alumbra con gas a la medianoche y a la madrugá” era un cantar ferroviario y era apropiado para aquel momento pues vivíamos al lado de la estación cerca de la Dehesa Boyal que donó al concejo Enrique IV y donde se celebraba por san Pedro la gran feria de ganado. El pitido del tren traspasaba el silencio de la madrugada. Habíamos aprendido cuando dormíamos y la señal acústica de los convoyes que iban lejos nos despertaban a distinguir a un mercancías que solían circular hasta el alba, del correo de Santander o del automotor de Medina o los trenes militares que llevaban soldaditos hasta África. Mi padre se puso algo melancólico recordado otras navidades del ayer, los pensamientos se alejaban en la evocación de las Nochebuenas en la majada o en el frente de Teruel. La nochebuena se viene la nochebuena se va y nosotros nos iremos para no volver más. Levantados los manteles, mi padre me preguntó si iba a misa de gallo y yo le dije que sí, tengo que ayudar. ¿Quién es el capellán? Don Valeriano. Pues abrigate, hijo. No olvides el tapabocas ni el pasamontañas. Había caído una gran nevada y era tan brillante la luna que la noche parecía iluminada. Hasta llegar a la fuente de la Dehesa tenía que pasar el puente de Valdevilla, atravesar la cuesta que eleva el Río clamores al ocultarse como un Guadiana, cruzar por entre medias de la Base Mixta y la cárcel cerca de los jardines de Villangela, desde donde se subía por la plaza de toros a los centenarios depósitos de agua del acueducto, la fabrica de Caretas donde se fabricó el biscuter y la de Klein donde se fabricaran caretas antigas de la primera guerra mundial. Todo era campo por aquellos días de mediado el siglo XX pero en el siglo XV tupido bosque donde solía cazar el Rey Nuestro señor y sería precisamente en una quinta de recreo donde se alzaría el palacio-monasterio bajo la advocación de San  Antonio de Padua, san Antonio el Real. Hacía yo el recorrido cuatro veces dos por la mañana y dos por la tarde y me conocía cada recoveco, cada castaño de Indias y allí empezó mi fascinación por roma y por la historia de España desde aquel día que vi sacar unos huesos en una rumba romana que excavaron a la puerta misma  de donde estaba la casa del capellán de las hermanitas de los pobres. En el epígrafe se decía que la difunta era una “puella” (muchacha) que falleció a los quince años. Tanto el capellán don Pablo como don Valeriano leyeron el epígrafe y rezaron una oración por el eterno descanso de aquella adolescente muerta en los tiempos de Trajano. Hacía frío y me abrigué con el tapabocas. En la dehesa boyal dormían los rebaños de la Mesta miles de cabeza de ganado. Los mastines me ladraban al pasar pero el rabadán de vigilancia me advirtió que caminase sin miedo, los perros no te harán nada, chaval, y menos hoy, repuse hoy que ha nacido Dios:

-¿Vas a misa de gallo?

-Sí, señor.

-Pues felices pascuas, zagal.

Cerca de la base mixta y frente al dispensario antituberculoso me asomé a la verja donde yacía desportillado un carro de combate de la primera guerra mundial, ruedas enormes, ¿Qué haría en Segovia aquella reliquia de la batalla del Somme? Rápidamente al rebufo de los muros leprosos de la huerta de las monjas, altos muros misteriosos de adobe me planté en el convento escondido entre un bosque casi de olmas. Como don Valeriano se había puerto malo le sustituyó como oficiante el capellán del hospicio don Ramón. Que era un cura alto con un gran corpachón que remataba en una cabeza de garbanzo y una voz profunda. Conocía todos los misterios de la historia de España aquel buen capellán. Entré en la sacristía y sor Fuencisla la demandadera ya tenía preparadas las vinajeras, sentí su voz detrás de las cortinas de la clausura del coro bajo:

-Buenas noches, sor Fuencisla.

-Buenas noches, hijo y alegría.

-Sí, señora, alegría y placer que esta noche nace el niño en el portal de Belén.

-Me gusta ¡qué bien te los sabes! Debes de ser un chico listo.

-No se crea, sor, el latín no se me da mal pero no me entran las matemáticas

Sor Fuencisla estaba más contenta que unas pascuas y me dijo que en el convento hubo fiesta y tambien entonaron villancicos al Niño Jesús como en todos los hogares españoles por tan señalada fecha. Al poco llegaba don Ramón que venía tosiendo- pues era un empedernido fumador y moriría el hombre al poco tiempo de la caja cambios- desde el zaguán un tanto azacaneado y moviendo para los lados la cabeza y con las botas cubiertas de nieve manteos y capisayos al desgaire accionando los brazos largos. Pendulaba en todas direcciones  el buen capellán su cabeza insignificante y pequeñita, de garbanzo. Sí; tenía un melón ridículo sobre los hombres pero en aquella testa cabía toda la historia de España de la cual nos daba clases magistrales y se cabreaba muchísimo cuando aquellos libros de texto ponían cosas muy desagradables sobre el monarca de la granada y del reinado agridulce.  Por eso en el seminario los latinos le pusimos de mote Don Cicerón que es lo que significa el apodo en la lengua del Lacio. Creo que por ese cabo me convencí de que el rey segoviano había sido difamado y que sería preciso rehabilitar su figura de tanto escarnio.

 Se vistió el presbítero a toda prisa los ornamentos blancos y yo mismo con otro monaguillo que se llamaba Otero salimos con paso solemne de la sacristía, uno portaba el cirial y el otro un incensario. El coro empezó a entonar la antífona:

Asperges me, Domine, hisopo et mundabor. Lavabis me et super nivem dealbabor.

Miserere mei Deus secundum magnam misericordiam tuam. Vidi aquam egredientem de templo et omnes ad quos pervenit aqua ista salvi facti sunt et dicent: aleluya

Las notas gregorianas del asperges  en tono andante ma non tropo resonaban hermosas cantadas por las voces blancas de las clarisas y habían sonado en aquel templo desde su fundación por el rey don Enrique nuestro Señor durante medio milenio. Era el catolicismo “at work” en su gloriosa tradición de “business as usual”. Pasan las generaciones, nacen y mueren los hombres, las primeras que lo cantaron yacían en humildes sepulturas, amortajadas con el cordón franciscano de tierra en la Huerta del Nogal en el patio central del convento. Luego don Ramón con su voz cascada y potente de fumador empedernido pronunció el exorcismo:

Exaudi nos domine sancte páter aeterne Deus et mittere digneris sanctum angelum tuum de coelis qui custodiat, foveat, protegat, visitet atque defendat omnes habitantes in hoc habitáculo

El preste sabía que su negocio tenía que ver con la eternidad y rogaba para que alejase el espiritu del mal a todos los moradores de aquella casa. Amen. Estaban todas las lámparas encendidas. El retablo de la crucifixión con sus maravillosas figuras de arte flamenco en relieve, tan vividas y tan copiadas al natural que hacían pensar en cómo era el rostro de los hombres en la edad media, no sólo los reyes sino los menestrales, los rabadanes y los tejedores que iban y venían a Flandes con la lana de las merinas de Segovia, refulgía como los chorros del oro. San Antonio de Padua, talla neogótica, con un misal en la mano, y su cerquillo de fraile menor iluminándole el rostro En las paredes de damasco colgaban algunos cuadros religiosos con reporteros en los cuales se representaba el escudo de armas de los Reyes Católicos, (que dotaron al convento, si bien fue su predecesor el que lo fundara habilitando para la ocasión una finca a la afueras que tenía para sus recreos cinegéticos) y escenas de la Natividad y allí estaban los bancos de roble macizo que lucían entremedias las armas de Castilla y el blasón del penúltimo de la Casa Trastamara: una granada. Buen símbolo porque decía don Enrique:

-He aquí mi agridulce reinar.

Estaban vacíos los bancos porque debido a la gran nevada había acudido poco personal a aquella misa del gallo. Únicamente cuatro viejas así como el carpintero Geroteo el mejor feligrés de aquella comunidad, una buena persona pero que tenía fama de empinar el codo un poquito y aquella nochebuena había pimplado de más porque olía a anís que le llevaban los demonios cuando fui a darle a besar el portapaz. Con esa generosidad de los beodos el bueno de Geroteo y sonriéndome cordial sacó de la pelliza una moneda y me dio un duro de plata:

-Toma, monago, tu aguinaldo.

Pocas veces a lo largo de mi carrera como monaguillo y seminarista he visto brillar tanta alegría y tanta munificencia como en los ojos de aquel borrachín. Tampoco tanto oro. El cristianismo suele ser generoso. Un duro cinco, pesetas de las de entonces constituían un dineral para los niños de mi edad. Guarde Dios tu alma cristiana, Geroteo y este gesto me persuade en mis convicciones de que nada es lo que parece en este mundo que hay que ir con pies de plomo a la hora de enunciar juicios de valor. Cuando fue a besar al Niño y yo sostenía a don Ramón el humeral, Geroteo con paso vacilante y la cara roja me guiñó un ojo. La misa terminó en la efervescencia y candor con que la liturgia católica guarda para esta santa noche. En la iglesia hacía un frío que pelaba porque no había calefacción ni estufas por aquel entonces. Sin embargo puede ser y así ahora lo pienso que la luz que fulgía de la estrella del portal de Belén calentase nuestros cuerpos y nuestras almas. Ya en la sacristía las buenas monjitas nos agasajaron con vino de misa soplillos y pastas. Sor Fuencisla que me tenía buen concepto me encareció que fuese bueno y que estudiase y que siguiera devoto de San Antonio. Así lo soy y lo he sido toda mi vida. El órgano remató glorioso una fuga de Bach interpretada por una de las hijas de Santa Clara de Asís que en el siglo había estudiado siete años de conservatorio, Sor Jesusa, y las notas golpeaban caricias sobre los empinos de las bóvedas de crucería y los arcos escarzanos y conopiales. Dirigiendo mensajes de amor divino hacia la luna llena que asomaba yerta y pasmada por entre los vitrales de la nave del crucero Una nochebuena más. A la salida y entre  la euforia de los vapores del licorcillo de consagrar más de tres copas generosas me tomé con la aquiescencia del capellán y de la propia priora que un día es un día, bajó un arco que lleva al salón del trono, tuve una visión. Yo vi acercarse a un caballero, llevaba sobre los hombros un ropón de cordero que le cubría la pelliza, un turbante como los de los moros. Era rubio, trabado de hombros, una barba rojiza, los pies grandes, las manos como manoplas de segador y un aspecto campechano pero había una indecisión que recobraba su persona, timidez y amabilidad, transmitía llaneza y familiaridad. Bien pudiera pasar por un tratante de los que acudían al azoguejo  los jueves de mercado y que después de comer cordero asado  regado con clarete de Peñafiel se ponían un palillo entre los dientes y se sentían felices en su pobreza, pero había una distinción en su rostro y unos ojos claros y misteriosos de rey godo, cuya sangre corría por sus venas mezcladas con las de todas las dinastías de Europa: los Valois, los Plantagenet, los Lancaster y la de la casa de Anjou y de Viana  y un cierto reposo pleno de dignidad, porque, “donde ponía- escriben los cronistas- la vista mucho le duraba el mirar. Este lento mirar le convertían en un ser distinto a los demás.  A todas luces se trataba de un personaje majestuoso. No debía de ser muy friolero aunque bien pudiera ser que los cuerpos gloriosos no acusan el acoso de los incidentes climatológicos ni padecen enfermedades. Era don Enrique igual que yo me lo imaginara. Me recordaba a mi abuelo con su nariz y con sus fuertes corvas, la cuadratura algo petiza de los labrantines que por aquellos días se pasaban la vida inclinados sobre el surco, segando, bieldando, dando haces en ese ir y venir castellano que llaman acarrear. Todo es movimiento y variación.

Se fue a sentar junto a una mesa de pino junto a un altar y se reclinó sobre el respaldo del sillón frailuno. Había mandado traer un brasero y de vez en cuando revolvía la ceniza con una badila.

-Hace frío en Segovia y mucho más la noche de Navidad. Ven, chiquito.

Comprendí quien era el fantasma. Mis sueños o mis delirios me habían trasladado hacia el propio Rey el cuarto de los Enriques de Castilla.

-         Aquí estoy, Majestad.

-         Somos paisanos. A ti te bautizaron en San Millán y yo recibía las aguas santificantes en la de San Martín.

-         ¿Y eso cómo lo sabe, Majestad?

-         Las almas de los difuntos somos espíritus puros y podemos penetrar en todos los misterios de la condición humana. Conocemos el pasado el presente y el futuro. He venido a darme una vuelta por mi heredad. Este era mi palacio de verano. En vida a mí me gustaba mucho cazar. Cuando abatía un jabalí lo asábamos a la estaca en esa cocina enorme del monasterio que tú habrás visto y luego nos lo comíamos en amistad aunque  por su ley la carne de cerdo estaba prohibida. Menudas cuchipandas.

-         Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Eran todos ellos moros de Aragón.

-         Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Era todos ellos moros de Aragón.

No me sorprendió aquella respuesta de aquel bien rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear. En aquella fatiga se reflejaba quizás la eternidad del mundo. Dentro del movimiento y variación todo es igual y también la sabiduría del conocimiento de los hombres. La condición humana sigue aferrada a los principios de la casuística. Me dijo que uno nacía ladrón, otro forzador de doncellas, aquel homicida y esotro para la gramática o la especulación. Unos se entregan al vino y a los placeres de la panza y otros sólo prueban el agua. Unos blancos y otros negros, unos grandes y otros chicos. Unos valetudinarios y enfermizos y otros que no toparon jamás con un galeno. Y entretanto realizaba estas reflexiones jugaba con la granada de su blasón como si fuese una pelota. Ama y haz lo que quieras, comentaba san Agustín pero eso es sólo retórica. Nunca se podrá acomodar a esa perspectiva de amar al prójimo como a ti mismo. Tales expresiones no resultaban sino hablar bonito. Tu pusilanimidad alteza nace de tu sabio conocimiento del ser humano. Prefiero cazar por esos montes. Las alimañas del campo son menos dañinas que algunos palaciegos de mi corte. Eligió buen símbolo como lema para su reinado agridulce. La granada es el fruto que más se parece al almíbar y al acíbar. Más que un blasón era una profecía. Entraremos en Granada mas eso quedará para mis sucesores. ¿Y de qué nos servirá vencer a los moros si no somos dueños de nosotros mismos?, dijo en un tono más reflexivo. La iglesia se había transformado en palacio. Sonó un rabel y unos puericantores cruzaron la habitación y saludaron al Rey:

-Buena pascua y buenos años, Alteza.

Don Enrique se les quedó largo rato mirando pero no pronunció palabra. Subía y bajaba la música del rabel alternando la clave de los arpegios. Uno de los juglares de palacio con motivo de la Navidad para hacer dedos componía un madrigal a su amada. Un rabino con un cantoral enorme con herrajes se llegó hizo una reverencia y le besó la mano. El librote que llevaba bajo el brazo era el Talmud con todas las enseñanzas. Se sentía el ladrar bronco de los lebreles de la jauría. Piafaban los mulos en las caballerizas. El pastelero de Madrigal en la cocina alimentada por leños de roble preparaba un guiso preferente. Otros rancheros doraban la carne de un buey que sería servido al día siguiente en el convite que daba su Majestad todos los años por estas fechas a los nobles de Segovia, al corregidor y al obispo. Le miré de nuevo y su aspecto era de total fatiga como si humillado y preterido hubiera alzado bandera blanca frente al cruel destino. Entonces despareció la visión. Todavía me dio tiempo a vagar por las dependencias de la mansión. Estaba habitada por frailes menores de la observancia y por claustrales. Los descalzos discutían con los calzados. Uno de forma muy violenta apostrofaba a un compañero que decía llamarse fray Pedro de Villacastín por habersele visto por malos pasos a altas horas de la madrugada por los lupanares de Segovia y este respondía que acompañaba al rey en estas giras por la ciudad a casa de las visitadoras y que más pecaba la lengua que el ojo. Contó la historia de doña Guiomar de la cual el rey estaba muy prendado con gran enojo de la reina doña Juana. Otro de los religiosos contaba cosas maravillosas del monarca no sólo sus proezas sexuales de quinque in eadem nocte sino su fuerza inaudita de domador de leones porque tenía una partida de estos animales que le había regalado el rey de Granada y que él solo entraba en la jaula para darles de comer y que estas fieras en lugar de atacarle le lamían la mano. Observantes y claustrales se llevaban a matar por lo que la conllevancia resultaba harto problemática en aquel monasterio. Pleitos entre claustrales y observantes, la cosa llega hasta Cisneros y parece mentira que perteneciendo ambos bandos a la misma orden del cordón sus actitudes tengan poco de seráficas y mucho menos de cristianas. Igual ocurre entre los agustinos regulares y los monacales, el Carmen descalzo y los que llevaban zapatos.

 

Al rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear le hastiaba la vehemencia con que cada feudo enarbolaba su estandarte porque -sepan cuantos- era un príncipe que detestaba la violencia y se desmayaba a la vista de la sangre. Me preguntó qué que era lo que quería ser de mayor y torció el gesto.

-Tú no vales para clérigo ni para político.  Tienes alma de guerrero pero como eso no puede ser, abrazarás la vida áspero e ingrata de las letras; escritor, mi cronista.

Aun desconociendo a punto fijo cual era el significado de aquel augurio que enunciaba (ciertamente, a mí me gustaba emborronar y mandaba mis articulitos y mis cuentos al “Sígueme” y a la “Hoja parroquial y alguna vez mi nombre en letras de molde) la idea me atraía. Escribir por tu propia cuenta y riesgo, tener ideas personales, no vivir a lo borrego, no comulgar con ruedas de molino y pensar por boca de ganso, lo que diga la masa, peligroso oficio y arriscado afán. Me iba a uncir al yugo compartiendo el infortunio y la soledad del hombre de letras. Largas vigilias, trabajo perdido, mayúsculas decepciones, mensajes del naufrago dentro de una botella. Vivir hablando y pensando con los difuntos apartándose de los vivos. A sabiendas de querer robar el fuego sagrado a los dioses y de entrar en el laberinto de Creta burlando al cancerbero universal, ese que no habla, no sabe no contesta y cuando lo interrogas hace un movimiento de sí o no con la cabeza. Recorrer el dédalo de la literatura si no llevas contigo el ovillo de Ariadna es exponerte a las cornadas del Minotauro que es un mihura que no falla ninguna de sus embestidas. Los pensadores son humillados y ofendidos. Al vulgo no se le puede llevar la contraria que sólo cree en el poder y en la riqueza en los placeres del lecho y de la mesa.

-Pese a todo, niño segoviano, conocerás el Bien, la Verdad y la Belleza. Y ese es el Cristo- dijo su Majestad rompiendo un largo silencio de taciturnos pensativos- Aunque se desprecie la doctrina y las togas cedan a las armas. Serás rebelde y comunero.

-Entraremos en Granada, señor.

-Eso se hará. Pero yo no lo veré. Boabdil chiquito entregará las llaves de la alhambra a mi sucesora y hermana. Se habrá consumado un sueño, culminaremos el prepósito de venganza de la ignominia de la Cava Florinda. Ese es el sueño de España, la unidad nacional bajo el reinado de la cruz. Yo no sé si lo he conseguido pero peleé en Gibraltar y aquí estan las heridas en mi cuerpo para probarlo y mis caballeros, Enrique de Guzmán y el Conde de Niebla colocaron el pabellón de Castilla en lo alto del peñote.

-Actualmente sólo hay ingleses y moros.

-Hasta que Gibraltar no sea tierra española cundirá la desazón y volverán los bandos y las armas de los españoles unos contra otros-dijo el Monarca Misterioso. Y prosiguió:

-Soy amigo de moros porque quiero atraerlos hacia nuestra causa. Son buena gente pero acérrima. Muy cabezotas, hijo, muy cabezotas. Lo malo es que detrás del moro está el judío y ambas religiones confabuladas contra nosotros constituyen un enemigo casi invencible. Ello forma parte sin embargo de la maldición de don Rodrigo.

Casi me dieron ganas de abrazarle pero como sabía que era un ángel o un trasgo que bullía en mi cabeza no me atreví. Me quedé mirando para el artesonado de siete faldones que se alzaba sobre nuestras cabezas, una maravilla del arte morisco, con las estrellas de David labradas en pan de oro y toda esa esgrafía morisca de talante tan segoviano que huye de estampar en las paredes la figura humana y se entrega a los arabescos y ajarafes, en labor de ataujía, para no desairar al Profeta. Las tres culturas bajo la preeminencia de la cruz eran impronta enriqueña y se perdió mi mirada entre los baquetones y boceles de la capilla de Santa Úrsula. Más arriba coronaba el palacio la espadaña de ladrillo rojo con su tejadoz liso de pizarra, su tortea y su veleta. La campana estaba sonando a maitines y en el halda podría leerse la inscripción latina Henricus me fecit.

-Muchas misas me habrán dicho las queridas monjas

el aire se remansaba y cruzaba los ámbitos del monasterio una inusual quietud. Estábamos en el salón del trono el rey y yo arropados por la imagen del querido san Antonio que él donara y un cristo atado a la columna que debió de salir del buril del Divino Morales. Defenderemos la verdadera fe y Dios nos ayude. De lo que ocurra después mejor no preocuparse. Alguien llorará sobre nuestras cenizas. En la sala capitular la tumba que él construyó para su enterramiento. Lo inhumaron en Guadalupe al lado de su madre la portuguesa doña Juana. Recordé un cantar que me enseñó mi madre al Antonio divino y santo:

si busca milagros, mira: muerte y error desterrados

miseria y demonio huidos leprosos y enfermos sanos

el mar sosiega su ira, redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos

el peligro se retira los pobres van remediados cuéntenlo los socorridos díganlo los paduanos

 

En aquel instante el espectro despareció y yo me perdí por los pasillos del gran laberinto de la existencia.

 

 

VIVES RECOPILACIÓN

 

No creo que Vives marchara al exilio por temor represiones inquisitoriales sino por negocios. Enigmática figura que canta a Valldaura en sus libros al tiempo que lanza andanadas contra el amor cortés tan de moda en su tiempo. Acaso fuera un disciplinario combate la tiranía de la guerra elogia la templanza en la mesa mientras describe sus banquetes domestico comida opípara manjares suculentos le gustaba la cerveza y la gota fuera tal vez ocasión de la gota que le acortara la vida ┼ a los cuarenta y ocho años despotrica contra los teólogos gladiadores de lo divino pero en sus colaciones escrituras esboza fórmulas que hoy día son de provecho pues aconseja escribir corto triturado y bien dicho “No tomes la pluma cuando te sientas agitado por el odio, la ira, el miedo o la ambición. Ajusta las cuentas en sucesivas cartas al papa Adriano VI, al rey de Inglaterra Enrique VIII y al mismísimo Felipe II. Sus instrucciones a la mujer cristiana en que manda la sumisión al esposo hoy no tendrían cabida aunque bien pudieran ser un antídoto contra la violencia domestica que se desparrama por el mundo. Yo creo que vivía en una nube. O era un tanto arrogante o no practica lo que predica. Tal vez fuera un poco arrogante. De su pasión por Jesucristo y su amor a la iglesia romana no caben dudas, no embargante que disemina por todos sus escritos proverbios adagios con reminiscencias talmúdicas y en ello delata seguramente su origen converso.

A ratos, se muestra oscurantista, y fustiga la concupiscencia del saber: “el escritor ha de escribir meditar y enmendar mucho y ha de publicar muy poco, piense que su escritura permanece para siempre” destilemos, por tanto, nuestras prosas y que nuestros libros adquieran el título de quintaesencias. Otro vicio vitando del intelectual es el orgullo del filosofo que da en pensar que los demás son bestias o que “el infierno está en los otros” (Sartre( ( Los jurisconsultos enredan a los pequeños con ambages leguleyos les mandan al patíbulo o les arrebatan su fortuna. Pleitos tengas y los ganes. Evita el orgullo y la presunción pues la sabiduría del más docto entre los letrados es nada en comparación con lo que ignora (“tan embotados tenemos el ingenio que ni centramos el corte de las cosas”). A veces los labradores, los zapateros remendones y los hombres de las clases inferiores, muestran sentimientos más elevados que muchos intelectuales. Humildad, amigos, humildad y decoro. Vives entra a saco con la insipiencia de la erudición. Muchos politólogos y tertulieros de hoy o toda esa canalla que pulula por las redes sociales de seguro que no leyó a Luis Vives. Pues todo en la vida rebosa ignorancia y error. Sólo sé que no sé nada.

▬¿Lo entendiste?

▬No

▬Seguro que eres un burro.

▬Y tú más.

Predica el valenciano el sentido común y desautoriza a aquellos que piensan que las ideas elevadas  pueden exponerse en lengua vulgar, lo cual supone un varapalo al latín. Precisamente es el idioma que él utiliza. He ahí otra de sus contradicciones. Es un error acceder a los caprichos del niño acostumbrándole a la blandura y a la glotonería. Serán esclavos de los vicios. Toda una regla de oro para esta civilización consumista: que las niñas sean preparadas para el matrimonio aprendiendo a coser hilar y bordar para saber atender a los menesteres de la casa con modestia pudor, cortesía y honestidad, persuadiéndoles en la guarda de la castidad que es el tesoro de toda la mujer.

Esto suena a chino en el ambiente orgiástico de depravación y promiscuidad de nuestras juventudes. A los más aptos reténgaselos en la escuela. La escuela ha de ser seminario para la formación de sacerdotes. Los demás que aprendan un oficio de acuerdo con sus diversas inclinaciones.

Otra de sus obsesiones son los libros de caballería y novelas pastoriles contra los que endosa dictámenes retrógrados con apóstrofos rancios “las mujeres han de apartarse de semejantes libros como si los consideraran hijos de la víbora y el escorpión”. Es aquí donde surge la furia del converso y el talante inquisidor. Si hubiese sido cura, hubiera echado de la iglesia a las mujeres en manga corta y a las minifaldas las hubiera corrido a gorrazos. Sus escritos poseen la vehemencia de los talmudistas intolerantes. Lamento tener que desdecirme de la dulzura con que presenté a este valenciano en el capitulo que dediqué a los humanistas de la Reforma en mi tratado sobre la autoría. Vives anatematiza la depravación clerical pero de una manera menos cómoda y sin la jocundidad que esgrime el doctor Laguna aunque el valenciano filosofe con más ganas que el segoviano. “La verdadera fortaleza no consiste en matar, abatir, destruir; eso es propiedad de las bestias. La verdadera fortaleza esta en reprimir los vicios, sobreponerse a los azares de la fortuna y en no temer sino a la quiebra de nuestra probidad… los placeres del alma y los del cuerpo son incompatibles; si nos damos a los corporales, no sentimos los espirituales y viceversa”.

Con respecto al amor diferencia al amor divino del concupiscente. Este genera envidias, recelos y afán de posesión carnal. No es verdadero amor, dice, sino reclamo de los instintos disfrazado de la belleza terrenal que es efímera y cambiante. Con  este axioma se carga toda la literatura galante de su siglo. Mal llamado el siglo de Amor.

Cree en la inmortalidad del alma y sostiene que la religión le ayuda al hombre a encontrar la perfección, algo que desconocen los gentiles. Lo explica en sus Comentarios a los Salmos Penitenciales en los cuales desdeña las enseñanzas de los filósofos paganos ▬ Aristóteles Cicerón Séneca, Plutarco ▬ para proponer como modelos a los profetas y santos del Viejo Testamento. Exhorta a abrazar la vida cristiana como purgación del alma para amar y comprender a su Creador.

 “Sin Cristo todo hombre es un cúmulo de vanidades”.

Aspira a un cristianismo autentico bajo la piedra de toque de la caridad pero sin anatemas ni excomuniones y mutuas acusaciones de herejía y reproches (barruntaba la  que se venía encima las luchas teológicas de su siglo que abrieron la puerta de grandes guerras y mortandades en el Viejo Mundo) Y tanto sabes como lo que obres. Del castigo de Dios nadie podrá huir ni escaparse en un caballo al galope. Resulta desconcertante y dilacerante en sus comentarios al Salmista, al anunciar que le está llegando el castigo al orbe que se dice cristiano sólo de boquilla. Idea talmúdica. Vives respira por la herida y muestra al converso que llevaba en su interior. Huid de los vicios que os persiguen. Es un heraldo de la reforma. ¿Te duele la injuria? Quizá te traicione tu amor propio pero no te preocupes, porque Dios será tu vengador. Él te vengará mejor, sin riesgo para ti y donde más le duele al enemigo, pero no pidas venganza contra nadie no sea que te caiga en contra. Al leer tal frase siento que todo el montaje del Holocausto como obra del demonio se viene abajo. ¿Acaso tu crees que no hiciste nada malo para no merecer castigo? Pongámonos pues en manos de Dios. ¿Aborrecido? Si por tu culpa caíste, enmiéndate, ponte en sus manos. Él no te abandonará. Es amigo fiel. Sábete que sobre los poderosos está Cristo. (Del libro Preparación del alma para la oración). La gracia fluye al alma por la tolva de la humildad y el acatamiento de la divina presencia. Vives se muestra dentro de sus inefables contradicciones y paradojas un místico de primera categoría. En política se decanta por la republica a dirigida al bien común. El gobierno del pueblo y para el pueblo pero advierte que es peligroso enfrentarse a la multitud, bestia de cien cabezas. Las tiranías pronto se desmoronan. Estos avisos los esparce en sus cartas al Papa, al rey de Inglaterra, a Felipe II, al archiduque de Sajonia y al obispo de Lincoln. Se muestra preocupado ante Adriano VI por el desorden que reina en Europa.

Escribe que responder al denuesto con denuesto es como querer limpiar el lodo con barro, no seas tan delicado que una palabreja te traspase. Ir con amenazas es cosa de mujerzuelas. Reírse de si lo bueno es maldad de lo malo crueldad de lo mediano necedad. La ira que te amenaza aplácala con lágrimas y penitentes suplicas de perdón ante Dios y los hombres. No es torpeza impetrar perdón. Torpeza es tener a Dios y al hombre por enemigo. Dios trajo el amor la concordia y la paz y el diablo, meritísimo artífice los bandos, las facciones, las querellas, riñas contiendas y guerras con los que medra e impera en el mundo. Dios que quiere salvarnos inspira benevolencia el diablo que quiere perdernos enemistades y animo de dilatar fronteras y someter a los rivales con encarnizada saña. No haya paz para los impíos exclama el salmista oráculo divino. “Misión vuestra es santísimo padre Adriano con arreglo a los preceptos de nuestra fe como cuyo interprete gobiernas el orbe decirles a los príncipes cristianos que esta guerra entre hermanos y lo que es mas grave entre bautizados en el mismo bautismo es una guerra inicua criminal e impía que se opone a las enseñanzas de san Pablo sobre el cuerpo místico de Xto. Ni el de Sajonia ni Francisco I ni Enrique VIII le hicieron al papa holandés y consejero de Carlos V mucho caso. Este papa tenia un pasado era el responsable de que hubieran estallado en castilla las guerras de las germanías y de las comunidades. No podían faltar en un converso las alusiones a la pureza de sangre un prejuicio que infatuaba a la sociedad castellana, la inglesa, la francesa y por supuesto la alemana. “La verdadera y sólida nobleza nace de la virtud. A decir verdad todos estamos formados de los mismos elementos y Dios es padre de todos. Desmonta con su tesis los prejuicios de la teología de la predestinación y un dios solo para los elegidos o que solo los nacidos de la estirpe de David o los descendientes de Mahoma entrarán en el paraíso. Desde las torres de Brujas el filosofo español se asomaba al antemural de las fratricidas guerras religiosas algo que ha vuelto ahora y sentía vértigo, el honor es consecuencia de la virtud y no de los genes de la misma forma que la soberbia es madre de la envidia la maledicencia, la calumnia  que muerde a escondidas y de la ira. Discípulos de Cristo versus los de Plutón pero he aquí un rico mercader era una de las familias más adineradas de su tiempo predicando a favor de los pobres la mesa bien abastada y regalada defendiendo al desnudo, haz lo que yo digo no hagas lo que yo hago. Son paradojas manifestaciones de la sabiduría que una cosa es predicar y otra dar trigo. Y ello le da pie a Vives influido por las enseñanzas de su amigo Erasmo a criticar a las ordenes mendicantes que viven  de las limosnas del sufrido pueblo y fomentan la vagancia la pobreza y la sopa boba de los conventos, aspira a una religión desmantelada de sus adornos  y ese cristianismo de base que tanto tentó a los incautos y que fue pretexto de no pocas venganzas y sacrilegios, parece desoír las palabras del Salvador siempre tendréis pobres entre vosotros pero a mi no me tendréis, no os preocupéis que comeréis y o que beberéis no llevar consigo alforjas ni saco. Este carisma convirtió al cristianismo platónico en una religión mistérica que no busca la utopía ni la revolución social sino la salivación y la paz de las conciencias. Lo exotérico y lo esotérico en el cristianismo juegan a tres bandas es necesario aceptar los tres rigores no se puede entender un catolicismo a palo seco. Son las aberraciones bíblicas la trampa donde cayeron Lutero Calvino y Wosley. Ideales tan sublimes luego cuesta tarea ponerlos en ejecución. Seamos humildes, hablaba de una comunidad que este converso jamás permitió en su casa. En punto a mujeres nada de afeites ni amoríos la pata quebrada y en casa ese es el mensaje de su opúsculo instrucción de la mujer cristiana. Le honra, sin embargo, haber salido en defensa de Catalina de Aragón arriscando su vida contra la voluntad de su tutor en Oxford el rey Enrique VIII le escribe varias cartas a las cuales no contesta afeándole discretamente su conducta para con su mujer natural la hija de los reyes católicos a la cual había dado libelo de repudio-. Su actitud  fue mucho más tibia que la de Moro al respecto. Porque temiendo las represalias del soberano que le destituyó de su cátedra de Oxford y le manda arresto domiciliario en su domicilio en Londres, temiendo ser conducido a la Torre, hue a Flandes. El 13 de enero de 1531 escribe al monarca británico exhortando a que se piense dos veces la idea de otro matrimonio. Enrique VIII pone orejas de mercader a la demanda y entierra a Catalina en el castillo de Peterborough. Enrique VIII pide a Luis Vives que acuda a Londres para actuar como testigo en la defensa del juicio contra Catalina y cuyo abogado defensor sería el legado del Papa el cardenal Campeggio. La negativa de Vives a regresar a Inglaterra irrita a don Enrique y enoja a doña Catalina que en una casa le acusa de cobarde y de traidor. La hija de los reyes católicos  se queda sin amigos y muere pobre y triste. El humanista valenciano tambien da a la reina cantonada. Es un personaje contradictoria. Unas cosas son las palabras y otras los hechos. No tengo más remedios que reseñar los puntos oscuros de su biografía.

 

 

 

JACK B. PRIESTLEY

 

Los ingleses son buenos diaristas Priestley a Yorkshire man reading his memories takes me back to the West Riding I lived and loved typical yorkshireman outspoken honest blunt. Bradford the moors the country of de Austen arouses in me memories. Memorias de juventud, uno es del pais donde encuentra el amor. No eres ni de donde naces ni de donde paces sino de donde amas. chancletas y pelerinas de detrás de la fabrica maestro escuela lana cruda perifollos, faroleadas y lagoterías la gente por acá le da a la húmeda zalameros entrepiernas hilados y piezas obtuvo un primer trabajo en la galería del cisne  para los restaurantes económicos Lyons mechas entrepeines coletas chinas. El escritor cardó la lana en las tenerías de Bradford una ciudad que cuando Jack nació era cristiana anabaptista y hoy es musulmana poblada por pakistaníes.  Pero la lana por él deshilada que queda entre los peines después de haber sacado el estambre se le metió alma adentro y se convirtió en prosa. He ahí el síndrome del hilo de Ariadna.

Hilo fino de lana horas vacías tengo miedo a las horas vacías ocioso fumador que andaba detrás de las chicas el estanquero se llamaba Salomón y Gluckstein un misterio no hay una sola pista de su primer amor. Murió o octogenario en el año 75 ewn su barrio de Chelsea. Las pacas de lana esparcidas en revoltijo los clasificadores la pipa en la boca y la gorra echada hacia atrás la mugre de la industria dandismo de pantalones bombachos. Estro profético un día radiante almacenando ilusiones apacentando envidia soy un hombre arcadio que me paseo por la galería del cisne sargas y estambres claraboyas de las logias del cisne la revolución industrial creación picoteando la mecanografía está hecha para los copistas vuelven a mí aquellas lluviosas tardes de verano. Bosque desparecidos y convertidos en carreteras atestadas de gente que no sabe dónde ir.

Narra el cambio de ciclo. Escritor en su buhardilla con una biblioteca fabricada con cajas de naranjas a manera de estante.

Las notas de las editoriales rechazando mis obras algo que a mí me sucedió aspirante a literato desde  la oficina de una empresa lanera. Tuve que empapelar   las paredes con notas de devolución. Escucho la voz de Mr Hugh es una voz de music hall humo de Scunthorpe dulce y cálida porque no podía ser de otro modo el ti,bre de voz del padre de Suzanne. Tomo uch Yorkshire in me. Después de la Gran Guerra había demasiadas tumbas de soldados. La flor de la juventud inglesa pereció en el barro del Somme.

Había que aborrecer la música y me solidarizo con la frase de Graham Green “England made me” que nos definió. 

El novelista encuentra trajo como pianista y es uno de los grandes impulsores de la revista musical juguete cómico o teatro de variedades de entreguerras.

Priestley fue representando en España años cincuenta y se parece un tanto al de Brecht, siente la obsesión del paso del tiempo. En sus memorias ▬ mágicamente escritas ▬ recomienda la literatura para opugnar esa sensación de vacío y desolación que nos deja la fugacidad de la vida. Da una explicación a su adición a fumar en pipa: “Es una forma de asir lo que se desvanece, porque nos vamos transformando en humo al vivir” El ejercicio de la literatura vale para todo. Si estas abatido, escribe, si algo te preocupa escribe, si algo te encoleriza estampa tu ira contra  un papel  Criminal estupidez de la gran guerra. Todo lo que pedía era una libra a la semana, una taza de té  y una casita de campo. Rostros como el mío budines ceñidos caras como panes. Buchipluma persona que dice y no cumple. Vocales cerradas en Londres las vocales son más abiertas que en el condado de York. Una parte mia sigue estando en Bradford. llevo en Londres cuarenta años o estoy en Estocolmo, pongamos por caso, pero sigue mi espiritu pululando por Market street, escuchando las campanas del consistorio y entonces mi ingenio se vuelve melancólico y retozón recordando las caras y el habla de los paisanos del condado donde nací. Oh, Tony boy, you are a Yorkshire man. Releer a Priestley, adelante el inspector ¡cuantas cosas te recuerda!

 

 

 

  CISNEROS A LOS ALTARES

Antonio Parra

Clama no ceses dice el salmista y el que tenga oídos para escuchar que esté atento nos dijo Jesucristo.¡Con la que está cayendo! Pero el oficio de présago y agorero está en decadencia. La historia de los acontecimientos humanos es un perpetuo cambio, una transformación incesante. Quiero decir apocalipsis. Bella palabra griega que corresponde a uno de los libros más difíciles de comprender y que hay que leer con tiento. Con el apoyo de las andaderas que brindan los textos de los Santos Padres o la hermenéutica magistral que ha caracterizado la sabiduría de la Iglesia Católica que en este caso es legataria de la verdad. Una interpretación ad líbitum de los oscuros versículos joánicos nos puede conducir al desastre. Porque también los cabalistas y esa es mi convicción al cabo de más de tres lustros de estudio y hubo un tiempo en que creí en apariciones y en saludadoras marran el golpe. Humo de Satanás. Nadie sabrá por muchos acrósticos y muchas carteles al revés que quiera interpretar con soltura de prestidigitador y se devane los sesos cuando vendrá la Parusía.

 Por eso me gusta Francisco de Cisneros porque fue un gigantesco guardián de la fe española en un ámbito de libertad y de contraste de pareceres a la luz de la Revelación un venator scientiae (cazador de sabiduría) que decían los antiguos. Un escudriñador de la Escritura desde la custodia de la ortodoxia. Los libros sagrados necesitan estudio y vela con el asesoramiento de las exegesis autorizadas. Sin un bagaje mínimo de conocimientos nadie puede erigirse en heraldo de la palabra de Dios.

 La polémica que sostuvo con su colega y sin embargo amigo y compañero en el confesionario de la Reina Hernando de Talavera la ganó. Éste propiciaba la utilización de la lengua vulgar en los oficios divinos para darselo mascado al feligrés  y Cisneros le contestaba que no que para eso ya estaban los catecismos y que había que guardar celosamente las tradiciones místericas y la parte de magia que corresponde a toda religión y de rito. En el Golgotha por ejemplo se habló mayormente griego pues Cristo era un judío helénico a lo que parece con un poco de latín por los soldados de Pilatos y también hebreo.

La experiencia de los acontecimientos que son de nuestros días parecen haber dado la razón al insigne franciscano de Torrelaguna. La lengua vulgar a veces no guarda la fe sino que la destruye. O si no miren el desarreglo y mar de confusión en que ha quedado la liturgia tras el Vaticano II y a las que Ratzinger quiere poner coto.


Talavera era un buen monje jerónimo con fama de santo decía y cuanta verdad es “la fe de los cristianos y las obras de los moros”; llegaba el tiempo de las grandes contiendas religiosas y ese pensamiento fue la chispa que encendería la hoguera luterana años más tarde con la teología de la justificación por las obras. Y de política entendía muy poco y donde fracasó él en la pacificación de la Alpujarra pues en sus gustos y costumbres hasta puede que el arzobispo de Granada se aljamiara un poquillo; Cisneros que era un galgo corredor para el gobierno de los estados y no un softy (compadece al pecador y fustiga siempre su pecado era su norma) a partir del conocimiento que tenía de los hombres decía que nuestra religión es letra pero no letra muerta y hay que asesorarse e instruirse especular. Por eso fundó la Complutense y se puso al frente del proyecto de versión de la Políglota. De modo que su estatura dentro de la Iglesia Católica resulta de una talla prócer y nadie se explica cómo es que no ha subido a los altares este fraile mendicante que fue tan limosnero y al que la mitra no se le subió a la cabeza. Utilizaba el poder al servicio de la causa de la justicia y del buen gobierno nunca por el medro propio ni el personal interés.

Su causa lleva incoada desde siglos atrás - y una idea que brindamos al actual sucesor de Pedro Benidicto XVI proximo a venir a españa- pero ha encontrado una sorda oposición en un pasillo vaticano que todos sabemos quienes son pero que fue el mismo que profanó la tumba de Paulo IV el papa Caraffa con inscripciones groseras y ha dado carpetazo al proceso de beatificación de Isabel I de Castilla .

Fray Pedro Quitanilla OFM encauzó las oportunas diligencias para abrir la causa de canonización tras su muerte en Roa el 8 de noviembre de 1517 a los 82 años en olor de santidad. Todo el pueblo lo aclamaba como santo y pasaba sobre su catafalco tratando de obtener alguna reliquia. Durante el reinado de Felipe IV en 1655 dio instrucciones a su embajador ante la santa sede para que moviera el asunto y escribió varias cartas al papa pontificante Inocencio X. Buenas palabras pero sin resultado. Alguien movía los hilos cortocircuitando las propuestas. En la actualidad sigue aparcada. Lo mismo que la de Isabel. Se han obtenido pruebas inconcusa de práctica de la virtud en grado heroíco por sendos augustos personajes del plateresco hispana y hasta algún milagro se ha conseguido por su intercesión pero alguien se opone ¿Por qué? Pues que lo explique Paloma Gómez Borrero


 Ambos personajes para nuestra desgracia han sido el eje central de la hispanofobia. Todo un fenómeno histórico. Odio satánico a la manera de ser y a la concepción del mundo de los españoles auténticos paladines de la defensa de la religión católica. De poco nos ha servido. Con la iglesia hemos topado Sancho. Les sigue un poco más detrás Cristóbal Colón cuyo centenario celebramos lo mismo que el acceso de Fray Francisco a la Regencia del Trono en virtud de la Concordia de Salamanca en 1506 un hecho que no se celebró en Salamanca sino en un humilladero del pueblo de Villafáfila cerca de las charcas y camino de Puebla de Sanabria.

. Interlocutores de este conciliabulo Fernando de Aragón, Felipe de Austria y el arzobispo de Toledo. Don Fernando, que era muy voluble e inconstante como buen político, engañó a su yerno y puede que de aquel conclave surgiera la decisión de acabar con el petulante flamenco. El joven moriría dicen que envenenado al cabo de aquel verano. La reunión tuvo lugar en junio y el principe fallece a últimos de septiembtre ; Colón  en noviembre. Pero hay también una boda. La de Germana de Foix un princesa gala de 18 años con el viuda de Isabel de Castilla. Fernando tenía 54 años y no andaba ya muy bien de las cañerías por lo que el matrimonio no tuvo descendencia y hasta hay duda de que llegase a consumarse. El Rey busca el asesoramiento de curanderas y pide yerbas. Se le había acabado la munición después de los cinco hijos legítimos y otros tantos naturales a los que dejó bien colocados. A uno en la Silla arzobispal de Zaragoza a las restantes monjitas de Santa Clara en Madrigal.

Por entonces los frailes sobre todo los franciscanos predicaban cosas horrendas contra los alemanes. Se está gestando la revuelta de los comuneros que tiene un caracter religioso. El libro de referencia de toda esta parenética el Apocalipsis. Porque también a principios del quinientos creía la gente que se iba a acabar el mundo. No se acabó. Lo que vino fue el siglo del amor que es como conocen los historiadores al XVI. Bien tiempo de apocalipsis. La b de Tpony Blair y la de Bush de la que uno de esos terroristas de la web en tono de amenaza dice que da mala suerte.  Pero tengo que escribir de eso. Contar cómo una gorda en la playa se la estalla el bañador y cae redonda sobre la arena y tienen que venir los bnomberos a tapar el agujero con una leyenda que dice quam terribilis est locus iste (que terrible es este lugar) no me apetece. Tiempo de cambio. Apocalipsis a todo meter.

 El origen de esta caústica narración atribuida al Discipulo Amado autoría que los últimos escrituristas ponen en duda es una incógnita que toda su vida tuvo con el alma en vilo a Francisco de cisneros [Gonzalo en el siglo, y que hijo de un hidalgo pobretón y muy probablemente de ascendencia conversa originaria de ese insignificante pueblo de los Campos Góticos en León alcanzó la silla toledana la segunda Roma] y fue una de las razones que le movieron a la titánica empresa de hacer imprimir la biblia políglota cotejando los textos más antiguos de los Evangelios, las epistolas y el viejo testamento. Ardor de intelectual mesiánico.


Partía de una premisa que el reino de Dios el verdadero Israel y el tiempo de la promesa se había refundido en la idea imperial del trono español pueblo elegido como albacea del legado veterotesmentario davídico y brazo de la ley del heredero de las apostoles esto es el pontífice romano. Trono y altar. Salvación de los pueblos y que todas las naciones de la tierra conocieran a Jesucristo. Ese era el sueño por lo que los motivos que le indujeron a la acción y este fraile menor era todo energía no podían ser más altruistas ni quijotescos.

Sólo por la Biblia Políglota - seis cumplidos y densos tomos en folio mayor con la yuxtaposición de textos- le hubiera hecho acreedor del mérito de subir a los altares. También tuvo otros. Su sencillez de vida. La morigeración de las costumbres y su práctica incesante de la penitencia que le dieron ese aspecto de eclesiástico enteco austero y de facciones demacradas con las que aparece en los retratos. Debajo de la rica seda de los atavíos episcopales (se cuentan hasta diecisiete ornamentos que van desde las cáligas la quiroteca escarlata con labores de hilo de oro el anillo y el pectoral de diamantes) llevaba el habito de estameña y el cordón de San Francisco. En su palacio de toledo había un lecho de maderas preciosas con dosel de blondas y reposteros de seda con repujados de oro pero él no dormía ahí. Se echaba en un jergón de paja en un tabuco adyacente de cuya pared desnuda colgaban unas disciplinas y un cilicio y en las cuaresmas dormía en el santo suelo. Sus ayunos ayunos hicieron época y or eso le llamaban la galga en pieles por lo enteco y demacrado de aspecto..

 Dormía sólo cuatro horas y se afeitaba de noche para no perder el tiempo con la luz cenital. Tan singular austeridad monástica llegó a oídos del papa. Y Aljandro VI en 1495 le envia un breve para que suavice sus penitencias y viva con forme al decoro y los fastos de un príncipe de la Iglesia. Le obedeció pero debajo de la púrpura llevaba siempre el escapulario franciscano de tela áspera.

Siendo canónigo en Sigüenza estudió la Judiciaria pero abominaba de que le echaran las cartas y esto no tiene nada particular cuando precisamente hasta los mismos papas consultaban oráculos y tenían su propio astrólogo. Señalan algunos biógrafos que el espíritu de la profecía no le abandonó en sus días. Adelantó el día, la hora y la fecha de su muerte y predijo el estallido de la guerra de las Comunidades. Padeció persecuciones y calumnias por amor a la justicia.

 El iracundo y temperamental arzobispo Carrillo primado de Toledo lo tuvo entre rejas seis años por haber antepuesto la potestad papal a la autoridad del metropolitano a causa de una sinecura o nombramiento parroquial lo que a este eclesiástico que era soberbio y un producto típico de la mentalidad episcopal del renacimiento le sacó de sus casillas. Estos trabajos los soportó con longanimidad y buen talante. era manso nunca iracundo pero tenaz.


Un hermano suyo Bernardino también canonigo seguntino y al que protegió de por vida quiso asesinarlo ahogando a monseñor con una almohada. Del cainismo hispano por lo que parece no se libraban las curias ni los conventos. Tampoco entonces pero en lugar de enviarlo a galeras o dejar que se pudriera en una mazmorra de la cárcel de Orense donde se enchironaba a los tonsurados que hubieran cometido crimenes le asignó una annata de ochocientos ducados. También fue casto a la manera del Povrello de asis “mi padre san Franciso” decía y no se le conocieron escándalos ni bastardos en contra de la norma habitual de aquel tiempo. Su predecesor en la prelacía primada de Toledo Mendoza, el cardenal de España y también el tercer rey de España le llamaban tuvo hasta diecisiete y un dia se los presentó a la reina que por todo comentario repuso “Ya veo ya los bellos pecados del cardenal”. Incluso ordenó labrar un sepulcro para unno de sus hijos naturales cerca del altar mayor. Cisneros cuando le sucedió lo mandó colocar en un lugar oculto pero perdonando siempre los “pecadillos” del arzobispo que había sido su mentor cuando entró a formar parte del cabildo catedral de Sigüenza. Este perdón es un indicio de que el para nosotros “santo” arzobispo regente de que practicó las virtudes teologales en grado heroico el principal prerrequisito de un candidato a los altares..

Luego está el hecho de que en la persona del Cardenal convergen algunos relatos proféticos. El fraile que salía con él a pedir por los campos de la alcarria una noche tuvo un sueño en el que vio cómo su pobre y hambriento compañero sería elevado a la Silla de Toledo o una mujer que se le apareció en Gibraltar cuando estaba a punto de embarcar hacia Berbería para predicar la buena nueva a los musulmanes disuadiendole de su decisión al tiempo que le anunciaba “Convertirás a los infieles de otra manera. Entrarás con la cruz triunfal en la tierra de Agustín y romperás  cadenas y grilletes libertarás cautivos”.

Efectivamente en 1509 caían los muros de la ciudad de Orán bastión del turco y los postigos de aquella ciudad se abrían en un “attolite portes principes capita vestra” de caracter milagroso - los agarenos por lo general y desde la reconquiste española en sus guerras con los cristianos siempre han llevado las de ganar- mientras una escolta de clérigos del acompañamiento del cardenal entonaba ese gran himno de nuestra de que es el Vexila Regis prodeunt (adelante los estandartes de Rey). Dirán que no es bueno que un obispo se cale la celada y se vaya a combatir a la morisma. Sin embargo, aquel buen fraile había leido mucho la Biblia y se había empeado con las campañas bélicas que hicieron contra los enemigos de Israel Josué o el Santo Rey David. Además heredaba la tradición, estricta para la mentalidad de la época, de los obispos prevenidos en frontera. Sus antecesores en la sede primada fueron nada menos que un carrillo, un Gil de Albornoz o el obispo don Jernome del Cid de las Victorias. Fueron tiempos en que había que blandir la espada siguiendo el consejo paulino Vita militia est. Y en verdad la vida es batalla. Además no hubo papas más belicosos y guerreros que casi todos los de la Edad Media y del Renacimiento.


  Sus panegiristas consideran al Cardenal un benefactor de la humanidad. Fue recio en la lucha pero magnánimo en el perdón con los vencidos. Al rescatar el misal mozárabe que wse había utilizado en las iglesias españoles supedidatas al califato quiere creo yo tener un gesto de reconciliación con los musulmanes a los que invita a abrazar el catolicismo empleando prácticas, abluciones y rezos que están más proximos a la mentalidad coránica. Los cristianos de esa norma no sólo pagaban pechas al cadí sino que incluían el nombre del sultán en sus letanías pidiendo para él la gracia de Dios, la paz y la concordia junto con la bendición de los frutos de la tierra. Y gracias a él se conserva el rito visigótico en la catedral de Toledo en una capilla a la que están afectos quince beneficiados.

Duarante el Califato se oficiaban misas en seis iglesias de Toledo y otras tantas en  Córdoba. Los templos quedaron cerrados con las persecuciones de los almorávides pero la mozarabía seguía bautizando a sus hijos y enterrando a sus muertos de ocultis conforme a los rituales visigóticos. El cardenal regente los saca del olvido como un símbolo de la supervivencia de la Iglesia en medio de tiempos extremos pues creía firmemente que fuera de ella no había salvación y se compadecía de los “pobrecitos” que no conocían a Jesus. Esta tolerancia y magnanimidad la pone en práctica desde su puesto de Inquisidor General. Durante su mandato no hubo quemaderos a diferencia de lo que ocurre bajo su predecesor Torquemada que era de origen converso por cierto y a Antonio de Nebrija al que formaron proceso inquisitorial por su libro Lebrija le nombra su asesor en lengua latina y hebrea y le nombre catedrático de castellano en la universidad de Alcalá. Su condición de marrano no fue óbice. Ahí lo tenemos: un judío que abre con su llave maestra los tesoros de la lengua castellana.

Todo este cúmulo de pruebas le conceden un aval más que suficiente para que su causa de beatificación sea incoada pero ya digo tales iniciativas chocan de frente con las maquinaciones vaticanistas de un lobby poderosísimo, el que promocionó la causa de Escrivá de Balaguer por la vía expeditiva y anda en los mismos pasos con la de Wojtyla [¿se podrá reemplazar la teología de la Crucifixión por la del Holocausto? Yo me pregunto. La cosa tiene su intríngulis y en la elevación de los tales a los altares, el uno un heroe nacional polaco pero que con su empoecinamiento en abatir el Muro brindó la piqueta a los enemigos de la fe para que destruyeran a una Europa cristiana y milenaria, sigo pensando humildemente a la vista de los resultados que se equivocó. Y el otro un prelado muy discutido en la propia España. La cosa tiene su miga] , el que se ha opuesto con ahínco al de la causa de la Reina de Castilla y el que profanó la sepultara en san juan de Letrán de Paulo iV. Quizás no haya peor cuña que la misma madera. Pero en fin dejemoslo todo en manos del Señor.


Hombre de estado y la energía andando embutida en una piel tan correosa y tan frágil quiso hacer la reforma monástica adelántandose a los protestantes que la precaria situación del clero regular estaba pidiendo a gritos. Guerras, pestes y la emigración a Indias que comenzaba eran elementos determinantes de que la vioda religiosa atrajera a los más indiseables y a los más iluminados que no buscaban el camino de perfección sino la sopa boba y los garbanzos asegurados motivo de escándalo porque había cenobios convertidos en lupanares y picaderos donde los frailes y los señoritos del lugar se corrían las grandes juergas. Las disputas entre conventuales y observantes franciscanos le trajo por la calle de la amargura y fue la causa de las muchas calumnias que contra su persona de condición recta magnánimo pero autoritario se fraguaron. A los canónigos de Toledo que no querían coro ni estar encerrados trató de meter en vereda. Todo el cabildo acostumbrado al relajo al absentismo y al nepotismo de sus predecesores se puso en pie de guerra contra Cisneros. Al obispo de Zamora que alzó pendones contra él amenazó con arrasarle la catedral arrasar la ciudad y sembrar ala “bien cercada” de sal. Se rindieron. Luego, indulgente, perdonaba a los infractores y echaba en el olvido las injurias y afrentas personales pero de primeras era un disciplinario austero incoercible. Justo el prelado que la indómita iglesia hispana en aquellos tiempos de cambio necesitaba.

También le llamaron el “obispo edificante” porque tenía esa sed insaciable de reforma indulgencia y beneficiencia para sus semejantes que algunos denominan “faraonismo” (creo que Gallardón cojea del mismo pie) y para los romanos era meramente “cupiditas aedificandi” una manía por construir como otra cualquiera pero que gracias a ellas Castilla se inundó de templos y colegiatas de buena labra, colegios y hospitales y otras muichas obras pías. Y de universidades. Concebía el ejercicio del mando como un servicio público y a este propósito no le animaba la filantropía o el deseo de perpetuar su nombre el amor a la Iglesia de Jesucristo y el amor a españa..

LUCHA CONTRA EL TERROSIMO Y LA PIRATERÍA islámica

Es por ello que no vacila en trocar el pileo cardenalicio por el casco de soldados y ya anciano y mermado levantar gente y prevenir una escuadra contra el Sultán (Marruecos, siempre Marruecos) y embarcarse en una aventura militar que permitió a los cristianos la conquista de Orán con suerte alterna puesto que si bien redimió muchos cautivos con la toma de aquella plaza luego su hueste cayó en una celada agarena en la isla de Gelbes.cuatro de mil de sus hueste pereció de hambre y de sed. Su visión de las cosas era la de un estadista moderno que tuvo que verselas  al principio de la edad moderno con ese fenomeno tan contemporáneo que se da en llamar terrorismo fundamentalista.


Y terrorista fundamentalista era Barbarroja quien en sus incusrsiones contra el Levante español con sus lanchas y cayucos sembraba el terror de sus habitantes. Éste que perdió un brazo en la toma de Orán juró odio eterno contra el Cardenal Regente. el famoso pirata del turbante cuya mera mención nos aterrorizaba ya desde niños era un español de pro converso a la fe del Profeta y que había nacido a unos pasos del lugar donde yo escribo esta semblanza en Villafranca del Castillo dentro de los muros de esa fortaleza que fue escenario de una de las peores batallas  de nuestra guerra civil Brunete y donde un tabor de regulares se hizo fuerte contra los infantes de Líster y los internacionales. Cuando paso por allí y contemplo los matacanes y almenas de la fortaleza me hago cargo de una realidad: los moros son valientes y aguerridos. Barbarroja bautizado con el nombre de Rodrigo dio en llamarse Horuc de Mitilene cuando se pasó al Turco.

Cisneros fue ek primero en darse cuenta de que la pugna contra los profesos de Mahoma será una lucha apocalíptica hasta el fin de los tiempos pero no le animaba en esta dura brega ningún afan de revancha o enemiga personal sino su fe ferviente y la creencia de que el islam es una secta pero era magnanimo en sus conquistas y victorias contra los moros. Nunca arrasaba sus campos y perdonaba a la población instandoles a bautizarse y en todo caso si este extremo no era hacedero permitiendoles el uso de sus ritos y la practica de la religión en la clandestinidad. No sabemos si se equivocó en la idea de que el cristianismo tiene prelación sobre las otras dos religiones monoteistas pero a ese afán dedicó todo el cúmulo de sus energías. Lo creía sin dubitaciones y anhelaba ver a todos los pueblos de la tierra unidos bajo el estandarte de la cruz. He ahí otro considerando que debiera ser un tanto en su haber para promocionar su canonización.

Ciertamente no tratamos de enhebrar en estos puntos el arquitrabe de una hagiografía. En su biografía, qué duda cabe, hubo miserias que eran la de los egoísmos y apetencias humanas pero nuestro buen fraile pasó sobre ellas como de puntillas y sin contaminarse del barro al pisar el lodazal. A Germana de Foix les privó de sus villas de Santa María de Nieva, Olmedo y Madrigal y le deja sólo en posesión de la de arévalo en razón de sus dispendios. Se gastaba todas las rentas  que le legó Fernando el Católica en bailes saraos y banquietes y por eso la llamaban la pinguis et bona pota. Debió de empinar bien el codo la francesa y sus amoríos en Arévalo hicieron época. Despues de fallecer Fernando vuelve a contraer nupcias con el duque de Brandenburgo y más tarde con el de Calabria. Tal disipación al buen fraile no le pareció bien. Soportó con longanimidad los despechos y menoscabos del señor al que servía. El Rey Católico tuvo celos de él y su nieto Carlos en manos de sus validos flamencos le trata con despecho. Todo lo soportó la “galga en pieles” el hombre más calumniado de Castilla. Los oprobios u cainismos no le abandonaron hasta la misma hora de la muerte acelerada por una carta injuriosa y desconsdierada del emperador Carlos V pero él la recibe con entereza murmurando el salmo Domine in te speravi.