2022-11-09

 

Vicente Espinel. Marcos de Obregón

 

 

 

Plaza de santa Catalina de los donados. Voy al Santo Niño del remedio. Es una de las plazas aun recoletas que quedan del antiguo Madrid. De allí fue capellán Vicente de Espinel autor de una novela que se engloba dentro del género picaresco, marcos de obregón, pero que es una semblanza autobiográfica de la España del siglo de oro finales del XVI e inicios del XVII una España que recorrió en veinte años de intenso caminar y cuyos mares navegar así como los dominios de Nápoles y Flandes como soldado y como marino al servicio de la escuadra, la segunda Invencible que iría a luchar contra los ingleses comandada por el almirante asturiano don pedro Menéndez de Avilés. En uno de los bajeles tomó el grado de alférez pero aquella malhadada expedición nunca zarpó del puerto de Santander. Se declaró la peste.

 

Protegido por el conde duque de Olivares acabó ordenándose sacerdote el viejo soldado y obtuvo una capellanía primero en una iglesia de Ronda. Más tarde, un beneficio en el cabildo de San Ginés. Se enmarca, pues, en el capítulo de los grandes de la literatura castellana junto con Lope, con Calderón, con Mira de Amescua o Góngora todos ellos sacerdotes. Es una deuda que tiene nuestra lengua con la iglesia española que acogió en su seno a aquellos pobres vagabundos librándoles del hambre y la pobreza.

 

Espinel fue también músico y maestro de capilla. Añadió a la guitarra una sexta cuerda. Gran parte de su composición polifónica anda perdida pero debió de ser el gaditano un gran chantre o precentor. Lo que no fue óbice para gozar y padecer de una vida aventurera llena de sobresaltos y de peligros que superó “merced a su gallardo entendimiento”. Su Marcos de Obregón a decir de la crítica supera por la veracidad y la contextura de su narrativa de hechos reales al Lazarillo o al  Guzmán de Alfarache. Encuentra ciertas similitudes con el Estebanillo con cuyo autor debió de coincidir en Flandes pero su estilo es menos abigarrado y conceptista. No se puede codera con el Buscón que es un libro aparte pero todas estas obras del genero picaresco coinciden en:

 

a) la existencia apabullada y trajinante de los personajes.

 

b) el hambre como preocupación existencial ya que en sus páginas no hay sexo y todas los lances de amor acaban de mala manera como lo que le pasó a Marquillos saliendo de Bilbao que por no entender el vascuence no pudo declarársele y acabó siendo arrastrado por el azud de una alberca que por poco se le lleva la corriente y en Zaragoza (dice que los aragoneses son celosísimos) con otra ventanera. En la picaresca el sexo se aborda de una manera bufa y de pasada, lo que revela cierta misoginia del carácter hispano. Terrible cosa es la mujer. Y el que casa de viejo pronto entrega el pellejo. Satiriza y de qué manera a los maridos lo mismo que Quevedo. Pero el gran teatro clásico no podría ser comprendido sin los malentendidos y sin los cuernos. De las costumbres amorosas de aquella centuria mejor no hablar. Las carrozas que subían arriba y abajo del Prado madrileño eran prostíbulos ambulantes donde se fornicaba a calzón caído y con las cortinillas echadas, las puertas del carruaje cerrados a cal y canto haciendo de mamporreros los lacayos.

 

c) la longanimidad en las adversidades, la resignación cristiana y el desarraigo. En el fondo dentro del pícaro late un alma mística que desprecia al mundo y a sus vanidades.

 

Espinel nació en la hermosa y arriscada ciudad de Ronda hacia 1545. Sus padres eran de origen asturiano, encomenderos a los que los Reyes Católicos asignaron tierras en Andalucía cuando se ganó Granada. Hidalgos pobres. Su progenitor había sido soldado con el Gran Capitán y al mandarle a estudiar a Salamanca le entrega una bolsa con pocos dineros y una espada que el joven no sabe qué hacer con ella y la empeña a unos hojalateros en el Potro de Córdoba. Cruza una Mancha semidesierta expuesto al peligro de los bandoleros moriscos, a los cuatreros, a los venteros y a los carreteros una profesión que maldice… Dios me libre de rufianes en cuadrilla y los arrieros eran por lo visto de mala condición, robaban a los que portaban en el carro y violaban a las mujeres que iban de recua. Las ventas son igual de pestilentes “donde suele haber malas aguas por lo que importa beber vino” y los mesoneros en lo redomazos se traen un aire con los arrieros, todos ellos moriscos y de condición inicua. Impía gente son los arrieros y sin caridad crueles a tal extremo que su misma crueldad va contra natura. Como tratan tanto con las bestias algo dellas siempre se les pega. Tienen muchas posadas y pocos amigos. Así nos describe la venta de Cardeña en el paso de Despeñaperros, todo un lugar común en la literatura picaresca.

 

En Salamanca se presenta vestido de ferreruelo y de una sotanilla de veintidoseno de Segovia. En la ciudad del Tormes va a correr no pocas aventuras como las novatadas aunque están no son tan rigurosas como en Alcalá el Buscón dixit. No puede pagar el pupilaje de casa no le llegan dineros y entra a vivir con otros estudiantes en el refugio donde el hambre y sobre todo el frío de los crudos inviernos serán origen del cuento del zancarrón de un mulo que echaron a la lumbre pensando que era un tuero y olía a rayos. Todo lo soporta con la virtud de la paciencia “que es amiga del buen humor y del donaire”. Salamanca la blanca tenía buenas pastelerías. Los estudiantes pasan la hora del quiete o recreo en el Desafiadero. Marquillos se pone a dar clases de canto para socorrerse pero tales lecciones aunque bien dadas estaban mal pagadas. Y con las mismas hace un canto al saber y a esa vida oculta que se encuentra agazapada entre los libros donde el ser humano puede encontrar consuelo a sus desventuras. No se murieron de asco por lo de la pata del mulo que echaron a la lumbre. Fueron castigados a diez azotes por aquella travesura.

 

La obra tiene un sentido gnómico en clave moralizante con una proa cuajada de refranes y de sentencias. No hay que desesperar. Cuando una puerta se cierra otra se abre pues más gusto se halla en un higo que en ceinte calabazas. ¿Cómo luchar contra los males estudiantiles que son la pobreza y la desnudez? Espinel no otorga otro remedio que poner buena cara al mal tiempo. La humildad ante los poderosos es el fundamento de la paz y la soberbia, la destrucción de nuestro sosiego. Agua y ajo por tanto y mucha resignación cristiana.

 

En Córdoba le roban un macho y en la feria de Ronda se lo tratan de vender unos gitanos. Era una acémila de muy mal carácter que tiraba al jinete, se espantaba e iba a la empinada con harta frecuencia. El mulo atraillado parecía manso pero Marcos sospecha. Y efectivamente querían venderle el mismo que le habían robado y en un tente mientras cobro antes de llevarlo al mercado le dieron a beber un azumbre de vino. Cuando se le pasó la borrachera el animal volvió por donde solía y no se cansa de dar patadas y respingos. Si bien me quieres trátame como sueles. Escasee la carne en el garabato por falta de gato y uno tienen ventura y otras ventrada. Unos ensillan y otros cabalgan. Al protagonista de esta narración le pasan mil desdichas pero pronto se resabia y aprende a afrontar los engaños. Su hégira discurre por caminos inciertos y mal resguardados pernoctando en ventorros donde se dormía con un ojo solo y había que andar listo no te dieran por zumaque un vino que el ventero tasaba como de calidad y con más hojas que un calepino. Se encuentra con donilleros y con clérigos de mala ralea que rezaban en latín con acento gallego y a veces con fantasmas y aparecidos. Las ventas donde para son la de la Murga en Ademuz, la de Viveros en Alcalá y la famosa venta de de viveros en plena sierra morena donde recalaban a la sazón todos los viajeros que pasaban de Castilla a Andalucía. 

 

CANTO A LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

 

 

 

Hijo de un hidalgo de gotera ovetense que se afincó en Ronda el autor de Marcos de Obregón obra insigne de la gran literatura picaresca nos embarca en las galeras que fueron a Lepanto y nos muestra los caminos que llevan a Flandes y además puso una cuerda más a la guitarra española. Asendereado personaje y escelso escritor, su prosa limpia, castiza y salpicada de donaire, se parangona con la de Miguel de Cervantes.

 

Cuando todos iban a estudiar a Alcalá, el rondeño, por su parte, con una espada que le dio su padre, viejo soldado a las órdenes del Gran Capitán, que pesaba más que él y que empeña en un mesón del Potro de Córdoba arriba a la ciudad del Tormes y a la vista de sus torres prorrumpe en esta loa: “ vi en aquellas columnas sobre quien estriba el gobierno universal de toda Europa las bases que defienden la verdad católica. Vi al padre Mancio cuyo nombre estaba ya esparcido por todo lo descubierto… vi al abad Salinas el ciego el más docto varón en música especulativa que ha conocido la cristiandad no sólo en el genero diatónico y cromático, sino en el armónico de quien tan poca noticia se tiene hoy[1] y que fue sucedido en la cátedra por Bernardo Clavijo doctísimo en entender y obrar el concento y el concierto de partituras, hoy organista de Felipe III”.

 

Comenta después este aprendiz de la supervivencia que es frecuente contraer sarna los estudiantes primerizos merced a la blancura del pan tierno y el agua finísima que e bebe en Salamanca, “mala para los dientes”. En resolución, recomienda a los estudiantes no estragarse ni abusar de la comida o la bebida y emplearse en los comedimientos de la templanza “que conserva la salud y aviva el ingenio”. Es la misma conjetura con que nos apabulla a los lectores y degustadores de esos tesoros de la lengua castellana que son las novelas de esos pobres seres humanos, esos pequeños diablos corredores que son los pícaros a lo largo y lo ancho del mapamundi.

 

Otros catedráticos a los que menciona es al doctor Medina facultativo de prima en aquel claustro y gran médico.

 

El elogio que hace de los libros tampoco queda atrás y son frases esculpidas en la celda o en la torre de marfil de estudiosos y poetas.

 

los libros hacen libres a los que les quieren bien. Con ellos me consolé en la prisión que se me aparejaba y satisfice el hambre en un pedazo de pan conservado en una servilleta envuelta en un papel que traía un capítulo de alabanza al ayuno. ¡Oh libros, fieles consejeros, amigos sin adulación, despertadores del entendimiento, maestros del alma y gobernadores del cuerpo, guiones para bien vivir y centinelas del bien morir”

 

Protagonista de esta novela dechado de perfección del genero picaresco es el hambre, compañera de cama de la resignación, cómitre de la longanimidad y amiga del buen humor y del donaire. He aquí reflejado en el espejo de las páginas de Marcos de Obregón el carácter español en sus miserias y en sus grandezas, sus euforias y sus congojas, baluarte del catolicismo en defensa de cuyo empeño se granjea la enemistad de todos e incluso la ira y el recelo de los Papas. Castilla he aquí que se ensimisma, se adoba en una segunda piel, la del escepticismo senequista, pelea con la espada en Flandes y esgrime en las Américas el crucifijo. España siempre con la cruz a cuestas, escarnio de todos y contra todos, transporta sus sueños de redención mesiánica, fatigada de Europa, a bordo de las carabelas. Es el mismo concepto que explaya a lo largo de sus libros ese gran patriota que se llamaba Francisco de Quevedo y Villegas.

 

Las noticias que da de la Salamanca universitaria del XVII son cabales: las pastelerías del Desfiladero, las calles de Santa Ana y san Vicente, la posada de Gálvez donde estuvo a pupilo y para sacudirse si buen apetito daba lecciones de canto “bien dadas pero mal pagadas”. Un pícaro ha de estar siempre no sólo a la que salta sino también tener buenas tragaderas. El asqueroso episodio del zancarrón del mulo que los pobres pupilos echan a la estufa tratando de sacudirse el frío de un crudérrrimo jueves de febrero creyendo que era un leño y por poco se atufan todos da una idea de las condiciones de vida de la Salamanca de aquellos tiempos. “Hacía tanto frío que en echando agua en la calle se tornaba cristal”. El siglo decimoséptimo de la era en Europa produjo un gran cambio climático, algo que seguramente tuvo que ver con las manchas solares. Los geólogos hablan de una nueva glaciación hacia 1623.  Hubo cambios extremos y mudanzas en la temperatura. El invierno de 1623 fue el más crudo en varios siglos y en 1666 los calores fueron tales que muchos creyeron que venía el fin del mundo. Se quemó la gran ciudad de Londres.

 

La prosa de Vicente Espinel es muy musical y agradable como la de la mayor parte de los escritores que tienen buen oído. Maneja el contrapunto. Por eso no se hace indigesta, une a su amenidad el fruto del buen consejo- “la humildad frente a los poderosos es fundamento de la paz y la soberbia, la destrucción de nuestro sosiego”. Para él el oficio de escribir es enseñanza de la paciencia y conformidad con la desventura y reveses de fortuna. A tal efecto moralizante de la escritura  tan importantes son las fábulas de Esopo como las estratagemas de Horacio. Más gusto se encuentra en un higo que en una calabaza. Este oficio de longanimidad es uno de los aprendizajes del estudiante salmantino que vive en la pobreza y la desnudez. El dolor es el crisol del amor. Este concepto inusual en otros libros del género acredita a Espinel como el más católico de los picaros españoles. Marcos de Obregón es un hijo del barroco.

 



 

 

Vida y obra del Estebanillo González hombre de buen humor compuesta por él mismo

 

I

Cargar en España para descargar en Flandes… porque desestimando los hispanos lo bueno que encierra su patria sólo dan estima a las raterías extranjeras. Estas son frases de esta novela picaresca, la más completa, acaso la más ácida y desvergonzada, la de un soldado de los tercios viejos, aunque siempre procuraba hurtar el cuerpo a las balas alemanas o suecas o haciendo los más bajos oficios cuarteleros como ranchero o furriel, bien cargada la escopeta de donaires y estratagemas, pues nos dice que la misión de un soldado es sobrevivir pero en esta supervivencia afanosa el autor anónimo hijo de un converso va demasiado lejos criticando la heroicidad de aquellos militares al servicio del rey.

No cree en el heroísmo del Miles Gloriossus (su autor debió de ser un clérigo que conocía la obra de Plauto) el buen Esteban, pero se muestra tan ingenioso en sus salidas que consigue el perdón de su coronel, del almirante y hasta del verdugo, porque formó parte de la tripulación del maestre Colona y posteriormente en el ejército del Cardenal infante. Peinó el viento y fatigó las selvas, navegó todos los mares y combatió en todas las ciudades de Europa: Milán, Nápoles, Rocroi, Innsbruck, Viena, Brujas, Mastrique, Nimega, por más que siempre procurando cobertura en la retaguardia como marmitón o jefe de cocina en campaña. Su testimonio bufonesco y deformado-una furibunda diatriba contra los estragos de la guerra- fue recogido por los partidarios de la leyenda negra, parcialmente, y sólo en aquellos puntos que les interesan como tesis y antítesis, soslayando el aspecto libérrimo y tolerante del alma española en aquellas pavorosas guerras de religión. Guillermo de Orange por ejemplo no hacía prisioneros. Enemigo capturado, enemigo muerto. El Estebanillo no es la obra de un motolita cualquiera ni de un bufón. Hace una defensa de la fe católica desde la oposición a través de unos ojos aparentemente picarescos.

No era un tonto y parece bien informado aunque, de lo que se desprende de tanta correría que hacen del protagonista un mílite ubicuo, no pudo tener los dotes de la bilocación mística. La narrativa da la sensación de que se metió en batalla y que estuvo en todo el fregado, pero físicamente esto es imposible.

Las escenas de su novela parecen copiadas del cuadro de la Rendición de Breda, vista desde la óptica de uno de los más ínfimos soldados, de un mandria, que fue machacante de los sargentos del mariscal Espínola, ese que pinta Velázquez en la rendición de Breda.

 En todas sus hazañas se muestra indiferente a la adversidad, taimado, descreído, antisocial o poco solidario como se dice ahora[1][1] con las miserias ajenas y las propias, sucio y desnudo sin demasiada afición a la honra, la riqueza, los amores lo que la sociedad de su tiempo en tanto aprecio colocaba, resultando el bufón de corte (pudo ser también el enano de las “Meninas”) un místico en potencia por el desapego a las cosas del mundo, profeso de la orden de la desventura y de la Hermana Pobreza por único dios su propio pellejo, hábil y sutil en el manejo de la lengua, habla en germanía pero su español es de tal calibre que por lo acendrado del estilo supera a toda la novelística del genero, el Lazarillo incluido y los libros menores de Cervantes. No pudo ser testigo de tantas guerras ni andar metido en tantos follones, lo cual evidencia la habilidad del narrador para contar las cosas igual que si las hubiera visto. Tampoco cabe duda de su estampa autobiográfica.

El libro está escrito en primera persona pero ello también ocurre en el Pedro de Urdemalas atribuido al doctor Laguna. El médico de Carlos V nunca pudo viajar a Turquía. Cuando se lee este viaje para cuya escritura el autor recopiló mucha información y testimonio de personajes epocales en el lector cunde la impresión de que se trata de una vivencia personal, siendo todo imaginativo. Recoge la información de centones, habladurías, lo que se escribía y decía en aquella época. El siglo XVII fue muy hablador.

Aunque gallego de Salvatierra, desprecia a su patria con una frase que haría a más de uno del BNG llevarse las manos a la cabeza… no hay cosa más grande que no tomarse uno en serio a lo propio o que saberse reír de sí mismo… “antes puto que gallego”… “soy Estebanillo González y fui niño de las escuelas, gorrón de nominativos y llamador de molleras. Romero, medio tunante, fullero de todas las tretas, aprendiz de guisar panzas, soto alférez de cien banderas,”.

II

Se conjetura que su padre, un físico judío que curaba en la corte de Carlos V, que se retira a Galicia emulando al del Lazarillo que cera un soldado que regresa a Salamanca al disolverse su compañía. Parece el Estebanillo emular al Lazarillo, pero hay pasajes en los cuales la supera, dibujando un cuadro de costumbres de la época tan maravilloso, trepidante como desenfadado que hacen pensar en una cosa: que no en vano fue nuestra nación-España contra todos, decía Quevedo- el primer país del mundo de grato vivir y fácil amar, a despecho de las penurias y congojas de un galleguiño que marcha a Roma en busca de fortuna y en recorridos por el orbe ejerce todos los oficios: paje, escudero, estudiante, buhonero, cohén de una coaxca (burdel), monaguillo de un clérigo y ordenanza de un capitán de los tercios viejos. Es también anónima esta obra, aunque publicada casi medio siglo más tarde que la de su paradigma.

 El autor debió de ser, lo mismo que el de Lázaro de Tormes, o un cura rebotado a la delincuencia, o  un soldado de los del tornillo, esto es, desertores que acaba en galeras sentado en el duro banco del cómitre junto a los remos, la barriga llena de torreznos y de frascas del tonel, harto de vino y comiendo tajadas de raya y filetes de tiburón, en coloquio perpetuo con los atunes pues aquí una de tres o iglesia, mar, o casa real. Boga, boga, marinerito.

La escuadra castellana era temida a través de los siete mares. El protagonista conoció las tres bazas como seminarista en Alcalá, embarcado en la marina de guerra comandada por Antonio de Oquendo el que combatiera a los piratas ingleses que asolaban las costas de Cádiz. En un pueblo de Córdoba, estando un capitán de banderas “haciendo gente” después de su naufragio en el Golfo de las Yeguas[2][2] vio los fuegos de San Telmo haciéndose soldado de tierra en Arahal. El cabo o capitán de aquella compañía marchaba para Mastrique pero, como de los arteros se hacen los osados, volvió a desertar quedándose en el Potro de Córdoba de vendedor ambulante. Comió el potaje de frangollo[3][3] de los cuarteles, compartió tasajo bacalao y cecina[4][4] con la chusma de forzados.

Arreó mulas cerriles y cabañiles con los monteros de Sierra Morena. Fue lugarteniente de pobres, mozo de espuelas de un caballero santiaguista, galán de monjas y flor de conventos a cuyos muros se arrima en procura de la sopa boba. Lo mejor de la picaresca es lo que tiene de exagerado, de esperpéntico. No deja de ser más que una deformación literaria de la realidad como la novela negra o el western de invención anglosajona. Lo que ocurre es que aquí son más realistas y tratan los autores de hacer un poco de crítica social. La vida se vivía con mayor intensidad por tales fechas.

Esculpe un cuadro brioso de costumbres, un kaleidoscopio de la vida bajo el reinado de Felipe III y de Felipe IV cuando paradójicamente España se militariza y la gente viaja de modo constante. El imperio español era aun el mayor de Europa y no había sobrevenido aun el declive que con tanto tesón intentan adelantar los apasionados de la Leyenda Negra. El hambre y la penuria eran mayores en Inglaterra, los Nederlands o Francia, de donde llegaban todos los buhoneros de Madrid a vender baratijas y alfileres a la dama boba. Vualá. Pero esos no nos lo cuentan. España era el país más libre de la Tierra. El verdugo de la Torre de Londres no paraba de cortar cabezas y en Paris se organizaban a cada poco noches de San Bartolomé.

 Tardaría casi dos siglos más en ponerse el sol  de los Austrias pues en Flandes el  Apolo español calentaba a los hugonotes a conciencia, que para eso allí estaban los tercios del Duque de Alba. ¿Quién dijo que España estaba machacada? Con el cuarto de los Felipes nuestra monarquía alcanza su glorificación visto a través de la lente cóncava y convexa de un gallego cara linda y mucho donaire que decía de sí mismo ser un hijo de puta… pues antes puto que gallego.

 Hijo de padre desconocido que debió de ser un cura o un militar. Desde las orillas de Rivadavia se dirige a las riberas del Betis atravesando Portugal que seguía siendo español por aquel entonces y nos cuenta sus aventuras. Gustábale  el trago por cierto… “soy un cuba en Sahagún y en San Martín pellejo, piezgo y odre en Rivadavia, del de Montilla consuelo y al de Sacramenia no le hago ascos”[5][5].

Se embarca con la flota, se desembarca, es pícaro de costa[6][6]. Sube, baja, sale y entra del calabozo, pega alguna que otra cuchillada, participa en un duelo. La acción de la novela es un truculento vaivén que a veces marea o cansa porque las tretas y añagazas son siempre las mismas y no tan ingeniosas como las de Lázaro de Tormes aunque cuando engaña a los judíos de Ruana demuestra que no hay cuña peor que la de la misma madera. El episodio se parece al de los yangüeses del Quijote y al cervantino daca la cola, asturiano.

III

 El Esteban se hace pasar por el hijo de un portugués quemado por la Inquisición y se presenta en la sinagoga de Rouen a que le socorrieran, con unos papeles, y una redoma en que traía las cenizas de su progenitor que fue carne de hoguera, según les contó a sus “protectores” que al escucharles no paraban de soltar el guay y de hacer aspavientos de dolor, y hablándoles en su lengua les pidió ayuda. Pero la cendra era un pufo.  

Todos con el rabí a la cabeza aflojaron la mosca y le dieron junto con una bolsa de monedas un salvoconducto para que se presentase ante un “mercadante” de París, pues decía que iba a Viena a ver a unos parientes, recalando primero en la capital de Francia (¿No serían estas cenizas falsificadas un anticipo de la profecía del Shoah?) y les explicaba cómo se había quedado sin dinero, cosa imperdonable en uno de la tribu de Leví, pues al pasar por Pirineos fue asaltado por unos ladrones.

Los hebreos se mostraron conmovidos por la historia que les contara el portugués en ladino (toda una patraña) y le pidieron algunos de aquellos polvos para quedárselas como reliquias de mártir pero él dijo que no les podía dar más, que se le acababan y quería guardar alguna para sí[7][7], y ellos bendijeron al peregrino y cantaron la chemá[8][8]… el dio de Israel te de infinita gloria pues mereciste corona de mártir.

Con los veinticinco ducados que escotaron aquellos buenos hijos del profeta Moisés en la faltriquera y una carta de recomendación para el tratante de París, de su mismo gremio, Estebanillo tomó el olivo orgulloso y ovante… alegre de haber salido tan bien del encuentro con aquella gente que siempre engañan y jamás se dejan engañar. Según confiesa en un párrafo del capítulo más brillante y de una gran penetración psicológica sobre el carácter de sus hermanos de tienden a la exageración a montar el cristo, suspicaces y descreídos.

 Muy ufano se muestra de haberles dado el timo de la estampita con aquellas cenizas de un quemado por la Inquisición, reemprendió ruta. Mucha gente hoy en Europa, empezando por el ministro de Justicia. Gallardón debieran de haberse palpado la ropa antes de promulgar como dogma de fe casi escatológico un hecho que siempre será discutible y al que todo el mundo ha de decir Amen. Los polvos de este pícaro sirvan para evitar y prevenir tanta credulidad. ¿No estaremos aceptando una estafa histórica que destruirá a la religión cristiana y a muchas naciones?

No pudo ser más gloriosa su entrada en Paris con dinero fresco y la promesa de un empleo… cata Francia, Montesinos, cata París la ciudad, escucha cantar en ladino a los mercachifles prófugos de Sefarad.

El que le esperaba entre grandes reverencias, porque los informes no podían ser mejores, le puso a vender agujas. Pertenecía la tienda a otro de los expulsados de España que se llamaba Granados y por lo visto se sabía de coro el romancero y lo contaba por tierras ajenas para su consuelo de desterrado  con voces tan poco entonadas que resonaban por todo el faubourg de Saint Germain des Prés.

Los parroquianos se preguntaban unos a otros por el nombre del que cantaba y temiendo no iría a llover se decían:

-Nous aurions de la pluie, monsieur.

-Ah bon

-Tiens, ils sont içi les espagnols

-Deja?

-Oui

Luego se fue a ver al embajador de Felipe IV que se llamaba el Marqués de Mirabel, don Antonio Dávila y Zúñiga, gran diplomático supuestamente de la tribu de Abrahán pero bautizado por lo que alcanzaría preeminencias en la corte del francés que seguía curando lamparones todavía según nos informa el protagonista de esta novela[9][9]

IV

 Nos cuenta que en Cazalla (Sevilla) cada día cogía a un lobo por las orejas y a una zorra por el rabo[10][10]. Haciendo alarde de ese menoscabo de las cosas del mundo que caracteriza al pícaro y al místico (la honra, las riquezas, el nombradío, el abrigo, la salud, la potencia sexual, echar cinco casquetes en una noche toledana) no le da demasiada importancia a que lo tomen por cornudo, en Constantina tiene a un cabrero por amo el cual no se siente avergonzado de echarse a cuestas un cabrito de pitones considerables “a causa de ser el animalejo de buen tamaño”.

 En mística este tropo se denomina santa indiferencia y Sta. Teresa lo explaya en su célebre soneto “Vuestra soy para vos nací”.[11][11] Al sexo y eso que dicen el amor no lo tiene en mucha estima Estebanillo aunque tampoco lo desdeña, si a mano viene.

 La carencia de obsesiones carnales y de pasiones [la maté porque era mía] otorga al libro ese desenfado y donaire que impregna sus páginas, con dosis de senequismo, aguante ante las adversidades, estoicismo y hasta resignación cristiana, lo cual tampoco quiere decir que la satisfacción del apetito genésico no fueran en aquella época tan cabal como en la actualidad. O más. No había televisión ni luz eléctrica.

 El gran protagonista de la novela picaresca son Hambre y  Desnudez. Pues la pereza engendra pobreza y aquellos haraganes no pegaban golpe. Comer más que holgar era el primer objetivo… “vendí mi hijo de cabra por cuatro reales, aplaqué el cansancio con ostiones[12][12] crudos y camaroncitos con lima. Fuime a dormir a la calle La Galera donde hospedan de ordinario a la gente de mi porte”. Así entra en Sevilla persignándose pues al andaluz hazle la cruz. A la mañana[13][13] siguiente se fue a la Cartuja donde le dan de comer los hijos de San Bruno habas o frangollos y ración de brandevín (brande wine, brandy o coñac.

 La verdad es que los vagamundos de aquellas horas de imperio pudieron comer caliente y huir de los corchetes acogiéndose a altana en los refitorios  y claustros de los monasterios. Demuestra cuan ruin era la suerte que corrían aquellos pobres soldados, que, habiendo expuesto al tablero sus vidas por favor al rey,  en pago, los desdichados recibían no más que desdén; y en fatiga  pululaban por los caminos y trochas de media Europa como espectros, licenciados de las levas por mutilación, por deserción o porque expiró el contrato… Tocaban caja en esta villa para ir en corso contra el Inglés…De esta forma- el estilo es muy lacónico y desenvuelto en toda la obra- se nos narra cómo se apuntó el “héroe” al tercio y se fue a combatir a los herejes, más que por patriotismo, pues nos asegura que para él la bandera de Carlos V no era más que una sábana pintada, por la hambruna.

Iba al husmo de las perolas y del rancho del cuartel. Su capitán era don Pedro de Ulloa En esta primera parte se describen aquellos encuentros guerreros (autenticas sarracinas) de las guerras de Flandes. En la segunda parte del libro el autor se muestra menos escéptico, no rezuma su estilo tanta desfachatez ni tanto donaire. Porque segundas partes, y aquí ocurre al revés del Quijote, nunca fueron buenas. La trama sigue tejiéndose de embustes y fechorías contadas con no poco despejo y desparpajo. El tomo segundo es un buen cuadro de campaña para conocer las operaciones guerreras y asaltos en los que participaron los Tercios Viejos. Pero todo eso lo veremos después

 

24/10/2012


 



[1][1] Lenguaje de los hermanos, surgió con la guerra de las Comunidades, un lenguaje cifrado que por Cantalejo llaman gacería

[2][2] Era el espacio comprendido entre el Puerto de Santa María y Canarias temido por los navegantes a causa de sus temporales

[3][3] arroz con legumbres

[4][4] dieta casi exclusiva de los embarcados

[5][5] tres zonas españolas famosas por sus caldos

 

 

 

 

[6][6] los que desvalijaban las embarcaciones y robaban a los marinos cuando estaban borrachos o dormidos. Eran muy hábiles descuideros y carteristas. Eran del Gremio de la Ganzúa que también describe Cervantes

[7][7] yo como mostrando un poco de sentimiento, diles amplia comisión, reservando algunas de aquellas cenizas para mí pues perdí parte de dichos polvos en una tormenta que tuvimos en el Estrecho de Gibraltar

[8][8] plegaria hebraica

[9][9] se creía que el rey de España era exorcista capaz de expulsar demonios y el de Francia curaba la escrófula (lamparones) y las llagas del mal gálico o sífilis

[10][10] una buena borrachera

[11][11] Vuestra soy para vos nací ¿qué queréis hacer, Señor de mí? Dadme alegría o tristeza, dadme riqueza o pobreza, sol con nubes, sol sin velo… pues del todo me rendí ¿qué queréis, Señor, hacer de mí?

[12][12] ostras

[13][13] la palabra es de origen inglés


 

VOLVIENDO A LA GARRAFATINA

 

 

 




Me releo, consuelos de mis relecturas que son mis desventuras.  Una pena que todo este esfuerzo de mi redacción ininterrumpida caiga en baldío.  Palabras de desahogo que no llegarán a un oído y remembro la parábola del Sembrador.  Buena y mala semilla.  Pero, para semilla las cenizas de Agustín, mi primo que acaba de morir a los cincuenta años, polvo escondido debajo de las raíces fuertes de una malva.  Tirábamos y no las podíamos arrancar. ¡Cuidado, no te hagas daño! 

Sigo bajo la impresión de muestra nada y vuelvo a mascar garrafatina, los frutos de la acacia; garrafatina lo llamábamos. Eran las peladillas del pobre, algo con que entretener el hambre en las sesiones de cine los domingos sin merendar. Habas contadas. Se echaba como afrecho en el pesebre de los rumiantes. 

Garrafatina no es más que el fruto del algarrobo disecado.  Las que compraba yo a la Isabel la de la cesta viuda de guerra que paseaba su pobreza y sus churros, a perra chica, por el real de la feria por las fiestas de San Juan y san Pedro.  Ya no hay real en aquella dehesa boyal de Enrique IV por  Sampedro.  Plantaron olmos y han crecido.  Hoy hay un bosque,  camino de la estación. El cuartel de la GC sigue ahí; así con sus ventanas cerradas y la puerta mayor pintada de verde, el color del cuerpo de los beneméritos hijos del duque de Ahumada.  Garrafatina para todos. 

En la plazoleta de Santa Eulalia crece solemne el viejo almez.  Es el árbol de las catorcenas.  Sus ramas amparaban los gallardetes de las fiestas tristes con farolillo rojo, olor a fritanga y garrapiñada y estruendos de tiro al plato, y hasta me pareció escuchar los ejercicios de música de aquel dulzainero en el portal de una casa de Cantarranas donde planeaban las moscas.  La casa del hidalgo, el palacio de los Buitrago en ruinas, habitada por fantasmas dicen que en ella moró el Dómine Cabra, sigue con sus soportales sobre macizos intercolumnios de granito y un letrero en la ventana que pone: se vende.

¿Zabarcera señá Isabel adonde te habrás ido caminando con tu cestilla, hijo, hijo? ¿Y tus pendientes de aljófar aquellos que gastaban las segovianas, y el recuerdo de tu marido muerto en guerra, toda de luto por él y ¿por los que llevaron a presidio?  Mis vivencias de Segovia son puras.  

Luz de Segovia cromatismos inconfundibles, vida y recuerdos. ¿Dónde se han metido las chovas augurales anidando en las socarrenas de las murallas en cuyos sillares romanos estaba escrita en piedra alguna parte de nuestra milenaria historia?

Había una piedra augural frente a la casa donde yo nací dedicado a un tal Juvenal filio de Juvenalis, según el epígrafe,  dedicado a Júpiter por un tal Juvenal, hijo de Juvenal, cabe la puerta del Socorro. Miraba yo aquellas grafías, embelesado; que luego determinaron, para mi desgracia o suerte, mi vocación de latinista. Un poco más arriba crecía una mata grande de parietaria.  Todas estas sensaciones levitaran en la memoria y parece que estoy viendo salir una tarde de verano a un oficial de la IPS con una sonrisa de oreja a oreja de la casa de la Farela. Somos polvo y en polvo nos convertimos pero aquel alférez no había ciertamente echado polvos en el vino, pues los sulfitos marean y dan dolor de cabeza, sino donde corresponde, y como Dios manda. ¡Oh, gran pecador!  Y sin enmienda. 

Aquella casa misteriosa junto al convento de santa Isabel era fascinante como una mala tentación, contra cuyas puertas acorazadas de cinc los chicos de ayer arrojábamos pedradas. ¡Que sacrilegio!  Acantear al amor era ir contra la vida, pero, como entonces, decían que era pecado y que te ibas al infierno, pues eso: a cantazo limpio. Y a pesar de todo, las cigüeñas seguían machacando el ajo sobre los belvederes románicos.

¡Oh, Segovia de mis amores ciudad perfecta elevada en la cúspide con un aire inmarcesible, columna de la iglesia!  Sus cien torres son otros tantos misteriosos silogismos.   

Torre de san Justo y del Salvador y el cimborrio de san Clemente vigilan los días y las noches segovianas extramuros dando escolta a los cipreses detrás de la tapia del cementerio del Santo Ángel en otro cerro más allá de la carretera.  La muerte tiene su literatura y su sobrecarga por estos sexmos.  La muerte no existe. Es tan familiar a nuestros recios huesos que pasamos sobre ellas como de puntillas. 

Taller de recauchutados del pobre Quico Sabaté. ¡Cuantos se han ido!  Y Ramón el peluquero catalán que arreglaba a Cirilo Rodríguez en la barbería del Azoguejo y la señora Antonia su madre, aquella refugiada que vino de Lérida huyendo de los bombardeos de la batalla del Ebro, la que me lavaba la ropa.  Una resaca de emociones de versos, los que publiqué en el querido Adelantado, cuando lo dirigía Cano de Rueda. Torrentes de papel se arremolinan en mi memoria. Montones por los que andamos encaramados dando voces. Segovia en el recuerdo.  Segovia en el corazón. 

Voy a perderme por las tabernas de los barrios y en Cándido daré gusto a mis quijadas y despedir a todo eso que se va con besos al jarro. Y esto no es una figura retórica, quiero decir un cleuasmo, sino palabra de vida y de verdad.  Parapléjica actitud.  Os estoy mirando, años que se fueron.  Sic igitur ad astra, yo remozo mis clásicos.

 

carta desde Hull primavera de 1966 me compro la primera máquina de escribir quería ser literato

 


 

carta de Hull

30 de diciembre 1966

queridos todos. Acabo de comprar esta máquina con la cual os escribo. Sólo costó 12 libras muy barata. Estaba en un escaparates de rebajas y me dije ea quiero ser escritor pues necesito un arma de combate y una herramienta hela acá diréis que soy un derrochón pero no pude sujetar el impulso mi cuenta bancaria está aun en positivo me quedan 30 pounds para acabar el mes me he convencido que este es un buen puesto y se puede ahorrar un poco vengo a salir por unas 3000 pesetas y mantenido el alojamiento aparte puedo permitirme algún lujo como ir al cine y tomarme una pinta en un pub que llaman las llaves cruzadas lo único que pido es salud para ir tirando me alegra saber que estáis bien muchas gracias a Ponciano por su misiva veo que sigue tan particular e inteligente da gusto tener una familia tan buena. Te deseo, Ponciano, suerte en tus negocios de agente comercial colegiado he tenido un montón de cartas mucha gente me felicitó las pascuas.

Bueno

 



 

D. H LAWRENCE EL AMANTE DE LADY CHATTERLEY

 

El sexo carece de sentimientos no tiene piedad es una mecánica en la cual se impone el proceso de selección natural. Mucho gimieron los poetas exaltando la belleza de cristal de sus amadas amor cortés contra amor carnal estamos hechos del barro. En la amargura o la casualidad fuimos concebidos, y en medio de cierta asquerosidad del coito menstural , y entre esterores venimos y entre estertores nos vamos. Sujetos a la maldición biblica parirás los hijos con dolor que pesa sobre nosotros. Cierta amargura se siente cuando un escritor de categoría descubre la cruda verdad de esos "facts and figures" del caracter inglés, tan pragmático.

Sin embargo la explicación biblica acaso no sea suficiente. Se rompe el botijo hagamos cacharritos y a eso de los nueve meses... Eros y Tanatos van de la mano. Es una píldora dificil de tragar un hecho que deja sin palabras a los jueces a los moralistas a los sociologos. Se rompe el hiemen sin consideración alguna obedeciendo a los imperativos del instinto. Las religiones trataron de sublimar este hecho pero ya digo no es suficiente.

Impervida ante los sentimientos humanos la madre naturaleza no sabe ni contesta ante el llanto de los amantes despechados y la cosa acaba en los desastres que a diario presenciamos en los telediarios el crimen pasional.

El feminismo reduccionista puro y duro trata, asimismo, de obviar el axioma de que la hembra está hecha para concebir y parir aunque sea el sexo fuerte y se relegue al varón el papel de zangano de la colmena. ¡Pobre señor!

El Islam al abominar de la pornografía posee, dicen unos, una respuesta más contundente que el cristianismo frente a este hecho inelutable y aterrador a mi juicio el papel de madre y educadora y el puesto que ha de tener la mujer en el harén.

La destrucción de este equilibrio biológico mediante una liberación del erotismo incide en la depravación de costumbres y la degenaración de un país.

Un poco dura es dicha sentencia, pero todos estamos aquí a causa de un momento de pasión entre un hombre y una mujer. Tanto la anticoncepción como la represión del deseo- un verdadero derecho - o la manipulación exclusiva de la sexualidad como un instrumento de placer va contra natura. Sin embargo, no se le puede poner puertas al campo.

El amante de Lady Chatterly (auténtico novelón) fue un libro prohibido en Inglaterra desde su publicacón en los años 20 hasta 1961 cuando un jurado popular lo sacó del entredicho. Su autor estuvo acusado del delito de obscenidad.

D.H Lawrence tuvo que emigrar del país, se asentó en Nuevo Mexico. Casado con una alemana recibió todos los palos del Establishment. Le acusaron de nihilista, de bolchevique e incluso de fascista y de nazi.

Está por ver si tuvo alguna relación con  los facciosos de Morley o con Lord Haw-Haw, el locutor de Radio Berlín, que muriera en el palo por colaboracionista. ¿Fue un camisa negra? En realidad y cualquiera que sea la respuesta le cupo como destino la persecución que aguarda a los genios.

Su prosa alcanza alturas en el idioma inglés sólo superado por Shakespeare y es una deliciosa oferta de los sentidos por la acuidad y solercia con que maneja la lengua, al describir actos escabrosos, tanto en el habla clásica como en la dialectal porque la sociedad británica ha estado siempre dividida en clases sociales (arriba y abajo) y la prosodia de que le hace el individuo al expresarse le asigna un lugar en la sociedad.

Es por lo que no prosperaron allí a diferencia de entre nosotros los españoles donde se está tratando de dar vida a formas de hablar ya fenecidas como el bable el gallego, la fabla cataloaragonesa o el castúo.

Todo vale en ese intento revolucionario y oscurantista que trata de poner patas arriba un idioma tan bello y tan noble como el de Cervantes.

Para los británicos, en contraposición, lo vernácula es un signo de desprestigio social. "You have to speak proper English".

"Lady Chatterley Lovers´s" narra los amores de una condesa, Constanza (Connie), con el guardés, Oliver Mellors, de la finca de su marido, Clifford Chatterley, un acaudalado industrial propietario de minas en la región de los Midlands que regenta una mansión en Wragby Hall en el norte de Inglaterra. 

Connie y Clifford contraen matrimonio  en agosto de 1917. El novio es llamado a filas. Parte a la guerra de Flandes y es herido por una granada que le deja paralizado de cintura para abajo.

En las coordenadas del drama se conjugan el amor carnal y el espiritual. La impotencia convierte al protagonista Clifford en un tipo peculiar. Se desarrolla la parte anímica mientras queda anquilosado por la impotencia la parte carnal. Triunfa Lord Chatterley en las finanzas. Mientras su esposa, Connie, bella y elegante, se aburre en la jaula de oro.

Con tales prolegómenos ya tenemos cocinado el pisto de este plato fuerte y provocador servido en forma de fábula pero muy amarrado al presente; es evidente que todo aboca al adulterio. Encuentra la lady el amor con un miembro de la servidumbre al que va a visitar en su cabaña y vive intensos momentos de  delirio maravillosamente descritos por la solerte prosa de Lawrence. Epos y Pathos manos a la obra. Sin embargo Ethos o la fuerza moral se inhibe. Los Cielos muestran su rostro inescrutable ante las pasiones. No dictaminan una sentencia, no dicen si esa acción está bien o está mal. La naturaleza marcha de espaldas a la ética. Los predicadores desde sus púlpitos de mármol pondrán el grito en el cielo. E inútilmente se desgañitan. Bramarán los puritanos. Tendrá solución la cosa? Me parece que no. El ser humano no cambia mientras avanza el progreso y se dispara la carrera de adelantos tecnológicos.
El estudio de los personajes es perfecto lo que acendra el interés de la acción (cuando tomas el amante de Lady Chatterly entre las manos no puedes dejarlo hasta llegar al punto final y yo he vuelto a releer esta obra al cabo de cuarenta años y he visto plasmado en el libro episodios de mi vida e incluso de la sociedad en medio de la cual vivo donde el sexo de alto voltaje es una fuerza, la fuerza de la Red) de este texto profético que anuncia la llegada de un tiempo nuevo, la caída del imperio británico - Mellors sirvió en la India en regimiento de lanceros como teniente del ejército colonial - la irrupción de las masas embrutecidas que piden ser dominadas y sometidas a la férula de pan y circo y, sexo , por supuesto.

Por primera vez en la lengua inglesa se describe con todo detalle, sin caer en el barrancal de la pornografía, la mecánica funcional del coito, los lugares recónditos, el sexto ojo del cuerpo humano que no es lo que se dice muy estético, la exuberancia de falo.

Es esta obra un homenaje a Príapo en un intento por resucitar el sincretismo de las deidades mitológica. El autor nos revierte a los cultos ancestrales paganos y escribe sin rubor las palabras prohibidas en inglés pero que están a toda hora en el lenguaje de la calle en los chistes verdes o en los gags de los cómicos caricatos: fuck, prig, cunt, de forma triunfal, sin dar de lado a lo violento y sucio de los olores, las diferentes posturas que despiertan el sector oscuro y ninfomaníaco de la protagonista; la pasión viene de la mano de la curiosidad, ese morbo por conocer y experimentar. Eros y Tanatos son dos hermanos gemelos. Al caer en las redes de Cupido nos hacemos novios de la muerte.

Es un clásico, pero a este adalid de la literatura inglesa sus paisanos le negaron el pan y la sal.

La Iglesia de Inglaterra puso los libros de Lawrence en el Índice. Fue procesado por el tribunal Supremo bajo la acusación de atentar contra la moral y las buenas costumbres.

Parece ser que resulta un pecado para los cursis y eso de remar contra corriente de la ramplonería y el convencionalismo imperante descubrir la cruda realidad.

Si bien es cierto que Old Vailey levantó el interdicto hoy las obras de este tremendo escritor, nefasto para algunos, siguen en la alacena de las novelas raras y curiosas. El nombre de D.H Lawrence para los ingleses no ha podido resarcirse de los baldones y sambenitos que pesaron sobre él.