2023-06-28

EL ENANO NAZI DE KIEV ES UN ICONOCLASTA NO CONTENTO CON DESAMORTIZAR LAS PROPIEDADES DE LA IGLESIA ORTODOXA Y VENDERLAS A MAECHANTES EXTRANJEROS, DERRIBAN LAS ESTATUAS DE GOGOL, BABEL, PUSHKIN, EHREMBURG BULGAKOV. A MARCHANTES EXTRANJEROS IMPONE LA OBLIGATORIEDAD DEL INGLÉS COMO PRIMERA LENGUA EN LAS RDVURLAS. LOS UCRANIANOS ERMPIEZAN A PENSAR QUE ES UN DEMENTE, DERRIBAN LAS ESTATUAS DE ÌSHKIN DE GOGOL, DE ISAAC BABEL BULGAKOV Y TROS GRANDES ESCRITORES UCRANIOS QUE SE EX`RESABAN EN RUSO

 

Volodymyr Zelensky presentó dos proyectos de ley a la Rada a la vez

Volodymyr Zelensky presentó dos proyectos de ley a la Rada a la vez

Mientras tanto, Zelensky recibe invitados, Andrzej Duda y Gitanas Nauseda, los presidentes de Polonia y Lituania. Ambos países son un puesto de avanzada en Europa tanto de la rusofobia como de la OTAN. La Alianza está planeando allí las llamadas brigadas de refuerzo en nuestras mismas fronteras. Así son los vecinos de la región de Kaliningrado. Y como regalo aparte para Duda, se puede entender la iniciativa de Zelensky de trasladar uno de los días festivos. Para que ya no coincida con el aniversario de la formación de la organización Bandera de la UPA, es reconocido como extremista en Rusia y prohibido.

Un tema delicado para Varsovia: la masacre de Volyn, organizada por nacionalistas ucranianos, fue reconocida a nivel del parlamento polaco como genocidio. Kyiv hoy es generalmente una fuente de noticias que atrae a la zrada legislativa. Grigory Emelyanov descompondrá todo.

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Junio
2023

Божественная литургия 28 июня 2023 года, Храм Петра и Павла в Лефортово,...

SAN IRINEO CONTRA YUDEOS

 

SAN IRINEO CONTRA IUDEOS

Por Antonio para Galindo

Tirsosacra@terra.es

Tres de julio San Irineo. Su nombre significa paz y una invitación a la paz y a la reconciliación en el calendario. Y una bella liturgia de la cual trasunto estos párrafos. Del canto de entrada: “su boca anunció la ley de vedad y jamás se halló engaño en sus labios. En paz y en verdad caminó siempre y apartó a muchos de la senda del mal”. Y de la colecta: “Señor y Dios mío, que concediste a Irineo, pontífice y mártir, combatir con la verdad de su doctrina las herejías y lo confirmaste en la paz de tu Iglesia, concede a tu pueblo constancia en la religión y paz en nuestros días. 

Pero, sobremanera, glosó un párrafo de la carta a Timoteo inserta en la misa de este día: .. “Porque vendrán días en que muchos no sufrirán la santa doctrina sino que sentirán comezón en los oídos y acumularán una caterva de maestros según su capricho y cerrando el oído a la verdad, lo aplicarán a patrañas. Más tu vigila, evangeliza, profetiza, trabaja, cumple con tu ministerio”...

San Irineo escribió muchísimo, discípulo de san Policarpo el ateniense, y sufrió más. Por desgracia gran parte de sus escritos se perdieron en el caos de los siglos, las persecuciones, las quemas.

 Aunque quedan algunos que lo revelan como uno de los grandes Santos Padres. Sin ir más lejos, fue el inventor de la mariología. Y yo regreso de mi pueblo empapado con la fuerza telúrica de los huesos santos. Estuve bailando al santo y rezando un padre nuestro ante la sepultura de mi padre. Regresé nuevo. Empapado de la luz de Castilla, traspasado por el rayo que no cesa de esos capiteles de la ermita de San Vicente donde el obispo bendice sus dos dedos enguantados en la quiroteca y esas dos aves del paraíso, en la columna contigua, que entrelazan sus pescuezos y se abren el uno al otro heridas en la pechuga. Mana la sangre. Son pelícanos. 

Y dos grifos horrísonos que tanto me impresionaron desde niño. Pasan los años y sigo sin comprender el sentido y el mensaje de esas figuras de los capiteles historiados del románico de mi pueblo. Lo mismo que aquella talla cincelada en una de las misericordias catedralicias del coro de Zamora: un tonsurado que le daba caña a un mono y más abajo un fraile con la cabeza de lobo que cuidaba el corral de las gallinas.

 Todo un símbolo de estos tiempos versos donde las palabras se trastocan. Paz quiera decir guerra, Blair es enviado en misión de paz a Mezoriente después de haber sido culpable de la guerra de Irak, tanta sangre derramada dios mío, y una mina israelí, por arte de birlibirloque periodístico – el control de la media se hace impositivo- se convierte en un coche bomba de alcaída. 

Que nos digan quien es alicaída. ¿Dónde está Bin Laden? ¿Quién maneja las claves? ¿Dónde están las llaves matariles? Y así sucesivamente.

 Pero regreso el alma pletórica de paz y el corazón renovante de fuerzas tras subir a aquel camposanto en el alcor que huele a matas de serpol y tomillo aromático que llamamos burrero donde se alza una cruz románica que corona la fabrica de un edificio misterioso en el que se abre en los vanos de un campanario cuyos ventanales parecen ojos que miran desde arriba a los transeúntes del sendero y a los transeúntes de la vida abajo. 

Muros románicos, contrafuertes ramirenses, un cimborrio ojival y varias cruces del temple. Es el sueño de los que allí descansan y los méritos de la sangre derramadas por Cristo lo que me impulsa a decir la verdad por más que esta franquezas lesione mis intereses. 

Después de todo vivimos en una burbuja de mentiras autocomplacientes. Nadie se atreve a decir las cosas por su nombre pero al pan, pan. 

Esa fuerza de mis mayores que únicamente transmite el cristianismo. Claro que la paz y la energía que pasan los escritos de san Irineo – escribió Contra Iudeos y lo descatalogaron, lo borraron del mapa [¿no les suena un poso eso?] y la mayor parte de sus libros se perdieron o quedaron inéditos

 No es la paz de los cementerios ni esa energía telúrica que despiden las catacumbas, lo que yo pretendo, mi misión no sea traer la paz a las malas conciencias sino guerra a los sepulcros blanqueados, fuego al muñeco, balacera contra el espantapájaros que trajeron los interpuestos, aunque vengo como nuevo después de cantar en San Gregorio, a la que nosotros llamamos La Torre, el oficio y sentir la presencia de los que me precedieron.

 Allí dieron tierra a mi padre Silvino, a mis abuelos Benjamín y Leonides a varios tíos carnales, a mis do hermanos infanticos Henar y Juanjo y a los viejos guerrilleros que anduvieron con la partida del Empecinado. 

Entoné bajo las arcadas del viejo presbiterio el Símbolo de la Fe y debieron de volear las campanas en el cerrado que fueron bajadas a la iglesia de abajo en tiempos de Carlos III pero en mi ilusión auditiva a mí me pareció escucharla y no tocaban a muerto sino a gloria y resurrección. 

Con tanta fuerza del sonido que se espantaron las torcaces anidando en los clavijeros. Voló una mirla, rota la soledad del cotarro y su escondite de ásperos silencios, dejando tras sí toda una lechigada de pajarinos muertos. Tan. Tan. Tan tarantán. 

Era como si me devolvieran el eco de aquellos sanpedros de mi niñez cuando yo vi a uno que se llama Claudio y que duerme aquí (hic jacet) arremangarse la camisa y coger la melena de roble de la campana gorda a la que llamábamos La Felisa, pues también las campanas tenían nombre y se bautizaban por entonces, con fuerza de tres mozos [el Claudio el de la Tía Vinagra era mu flamenco] y tocar a vísperas.

 La vieja fe. Los tiempos cambian. En mi pueblo que dio tantos misioneros y había tantos cante misas, la bandera siempre se izaba blanca sobre el mástil de la torre anunciando que había un cura nuevo.

Y ya no hay misacantanos, hoy asiste un cura polaco a su cargo todo un arciprestazgo. El de Sacramenia, de la villa y tierra. Pero ¿Qué ha pasado aquí? ¿Nos hemos vuelto paganos en esta Castilla de pan llevar y de cristianos viejos? 

Algo de eso debe de haber o que el dios de los españoles no es la Santa Trinidad sino Mamón. Rendir culto al dinero. Mucho han cambiado los tiempos. ¿Pero tanto?

 No me lo explico, o sí me lo explico, leyendo los títulos de algunos libros de san Irineo. Otro que expulsaron de la sinagoga. Otro al que echaron del círculo por cantar la epístola, por contar la verdad que nos enseñó Jesucristo. La cristofobia sigue siendo tan recalcitrante y empecatada como en el siglo segundo de nuestra era.

 Han regresado los judaizantes y todos se han vuelto peperos y el personal habla por boca de ganso: lo que les cuenta la COPE y sus rabinos sobre todo ese que acude a las manifestaciones tocado de un gran sombrero que o lo mercó en Portobello y a lo mejor pertenecía a uno de los del Mayflower. Peregrino es el personaje que es el único que publica en este viejo país. Lo han convertido en depositario de la Historia de España 

Arengas por las mañanas, requisitorias por las tardes, mítines y libelos por la noche. Mohatras a todas las horas. Donosos necios siempre en la necesidad de novedades y mudanzas. Palaciegos chismes al retortero. Perdularios de la pluma y el micrófono que profazan. 

Sacrílegas sacerdotisas que barruntan carnaza. Rosas insatisfechas que cortan trajes de la honra, pues ellas viven en deshonran. Merdellonas y fregonas designadas funcionarias. Vanidad de vanidades. Una pulga subida al lomo de un elefante que mucho manda y tanto tienes tanto vales. 

Han institucionalizado el chisme y con la calumnia y el chisme juegan sus respectivas.

Pero regreso a Madrid y a Zapatero – por eso les llevan los demonios y ya les roen ya les roe por do más pecado había- les pega un baño en el parlamento al jefe de la desleal oposición.

 

 ANEJIRES REFRANES CANTABLES (del arabe)

Váyase poco a poco

Moreno mío

Porque todos vengamos

A un tiempo mismo



Al pasar el arroyo del Alamillo

Los manojos de rosas

Se me han perdido

Mi morena es

Puro lirio

Clavel

Cristal luciente

ORO FINO


Venganza de mujer

Castigo duro

Ay hermosura mortal

Cometa al viento


Mas valéis vos, Antonia

Que la corte toda


Si os partiedes al alba

Quedito, pasito, amor

No espantéis al ruiseñor



Rio de Sevilla

Quien lo pasase

Sin que la mi servilla (zapato)

Se me mojase



Mariquilla me llaman

Los carreteros

Voyme con ellos


Barcos enramados van pa Triana

El primero de todos

Me lleva el alma


Las sombras avisaron

Al caballero

No salgas de Olmedo


Doce panes de la proposición

Doce panes doce tribus DE RONDÓN

angeles, siento el batir de sus alas en el jardín de atrás

 

ANGELES DE PAZ

Sol de junio. Un verano más. Mayo vino florido como pocos y los campos están verdes que son bendición. Madrid parece Asturias. Rosas de mi pénsil. Madreselvas que hacen más tupida la valla. El vecino trastea con la azada en el jardín. El amor crece en abundancia y en la acacia que podé este invierno hay un nido de mirla. Ha pasado un ángel y nos quedamos en silencio reverente como el serafín de la Anunciación de Fra Angélico. Mis queridos monjes a través de radio Blago del lejano monasterio de Valaam entonan el Oficio de la Virgen esta mañana y los coros triunfales proclaman a dúo:

-Radesti. Alégrate, ten alegría, María.

Así hasta 24 veces.

¿Cómo será la primavera en Kaluga? Sibir. Norte. Siberia. El deshielo trajo las rosas y sobre los prados cuajados de hierba crece la flor de la “rasputitsa”1. Por eso cantan los frailes:

-Alégrate, virgen María.

Los ángeles cruzan sus alas por el éter y golpean en armonía los movimientos binarios, bits and bites de la Red. Los Ángeles de Israel con su espadón de fuego que nos guía lleven al pueblo de Israel a la tierra prometida.

El Reino de Zion no es más que el imperio de Cristo. Una llama en el camino. Sólo con la luz del corazón no con la razón se puede entender esa perspectiva. Después de las duras luchas de Pentecostés vuelven los Coros a la tierra.

¿ Los Ángeles existen?

Uno, aunque nada puede demostrarse, cree humildemente que sí. Su presencia es constante en el Antiguo Testamento (el que llevó a Daniel prendido por los cabellos a Babilonia; el ángel de Tobías; el que libertó a los Macabeos. El ángel que echó a Adán y Eva del Paraíso o el ángel exterminador del juicio final que vendrá cabalgando un caballo bermejo tocando la trompeta a cuyo estampido se alzarán todos los muertos con los mismos cuerpos y almas que tuvieron. Yo creo).

-Ia viery2

En hebreo los llaman Malachim y la liturgia de san Juan Crisóstomo y de san Basilio no sería nada sin la repetición constante de su nombre en las letanías. Durante la eucaristía se interpreta en las misas solemnes eslavas la Xerubinskaya o canto del Querubín. Roma reserva la angélica para el grito de Pascua y se suplica su intercesión en todos los prefacios. Ángeles, arcángeles, Tronos, Dominaciones, Potestades. Hay hasta nueve órdenes en la milicia celeste y todos ellos con una misión que cumplir. Son los enviados de la luz pero para que exista la luz tiene que haber la oscuridad. El mal complementa al bien y algunos establecen que el ángel caído y los secuaces de Luzbel el rebelde y antagonista de Miguel el que se alzó contra Belial cuando hubo aquella revolución en el cielo. Mitologías, dirán algunas pero yo rezo todas las noches al ángel de la guarda dulce compañía no me desampares ni de noche ni de día, la oración que me enseñó mi madre casi en la cuna y he detectado en no pocas ocasiones su ayuda. La teología nos advierte que los Ángeles son mensajeros entre dios y los hombres y al crear el mundo Dios designó el ministerio y las funciones de los nueve coros. En ellos creen no sólo los católicos. También los israelitas y los musulmanes. Ojalá vengan pronto los ángeles de la reconciliación de las tres culturas. Son seres incorpóreos, inteligentes dotados de la ciencia infusa ubicuos invisibles intangibles. Son protagonistas y antagonistas de la historia que es una perpetua lucha entre el mal y el bien. Miguel contra Luzbel. Y hubo una batalla en el cielo.

-Non serviam- gritó Luzbel

-¿Quis sicut Zeus?

Y a ese gritó se alzó el divino Mijail. Donde existe el mal existe el bien. Perpetuamente se escucha ese dúo. El diacono de Valaam acaba de cerrar la cancela dorada del iconostasio. Un misterio se oculta tras la puerta de los dones y aparece el ángel de la resurrección. Al que buscáis no está aquí. Resurrexit. Ha resucitado. ¡Qué reconfortantes llegan esas palabras desde el país de la resurrección para los que ambulamos en medio de dudas y tinieblas. Sólo la contemplación de la belleza del cuadro de Fra Angélico que tengo ante mí y la escucha de la divina melopea de los anacoretas siberianos que esparcen su melodía por Internet me hace percibir la trascendencia del mensaje evangélico. Es el Cristo de la Belleza que nos mira con compasión desde la luz de los iconos al que escoltan los querubines de la adoración. Hermosos mancebos que visten holgadas túnicas. Tan plásticamente definidos por el arte gótico. Pero también están esos angelotes de los retablos barrocos representados en medio de una coreografía recargada de retorcidas columnas de corinto que tocan el adufe con sus hinchados carrillos las carnes rollizas que enseñan la pilila y muestras un par de alitas grotescas. Son como los amorcillos romanos. Ángeles paganos que nos hacen sonreír. Hoy como abunda la paidofilia y con tanto pederasta por ahí sueltos a esos angelillos habría que ponerles un paño de pudor, un taparrabos. Pero las alas son otro distintivo para significar que son ágiles y se hallan siempre expeditos para cumplir su mandato de intermediarios entre el cielo y la tierra. Ángeles de Foszoli, de Franz Floris, De Ticiano, de Rembrandt y de Murillo. Son la temática constante en la estatuaria católica. En el Este los Ángeles bizantinos son más formales hieráticos, casi siempre efebos de cabelleras dorados imbeles, adolescentes a los que no les cerró la barba ni les cerrará nunca pues para eso son Ángeles. Epicenos, asexuados.

Uno que se pasó muchas tardes de su juventud [yo creía entonces sólo en el bien y en la belleza y la filocalía cristiana me sedujo; para mí no había mal sobre la tierra] yendo y viniendo al Paseo del Prado estudiando el arte de Fra Angélico llegó al convencimiento de que los grandes maestros del Quatrocento italianos al pintar estos mozos tan amanerados debían de ser un poco maricas y con la descripción de estos efebos- Fra Angélico pinta a dos de ellos cogidos de la manita- quisieron salir del armario y es que la homosexualidad abundó en los conventos.

Los pobres frailes eran hombres, formados del barro, sin que esta tara merme un ápice la maestría del genio italiano. Ni tampoco ha disminuido mi fervor por ellos. Rezo el ángel de mi guarda cada noche ya digo y alguna vez este ser extraño al que no he visto jamás la cara pero cuya presencia presiento me ha sacado en más de un apuro: de la bronca de alguna taberna o se presentó de repente en ese adelantamiento precipitado en la autopista o nos encuentra los objetos perdidos o nos pone en contacto con la hija perdida. Ay mi Helen.

Ha pasado un ángel. Dios pone la mano. Ángeles mensajeros. Heraldos del destino. Angela mirna nastalnika. Su impetración es constante en la solemnidad de las misas de Bizancio. Se trata de los Ángeles eucarísticos que consagran el pan y el vino.

Su devoción y advocación está definida en el concilio de Nicea. Son criaturas muy superiores a los hombres que se encuentran en presencia constante de Dios. Creamos en los ángeles. Invoquémosles en nuestra aflicción. Yo estoy un poco derretido por la piedad y compasión hacia la humanidad doliente que camina mientras enciendo una nueva pipa.


miércoles, 28 de junio de 2023

1 derretimiento

2 yo creo

 

ANTONIO PARRA Página 7 28/06/2023 - 7 -

Antonio parra

tirsosacra@terra.es




A LA SOMBRA DEL HÓRREO


Hace veintiocho veranos en una de esas mañanas paradisíacas de sol del litoral asturiano en las escaleras de laja del hórreo junto a uno de los pegoyos estaba mi padre afilando una furaco (palo) con la azuela y a su lado mis hijos Toñín y Almu. Les saqué una foto que titulo tres generaciones juntas. La de la guerra, la posguerra - a ésta pertenecía pero no salía en la foto- y la del futuro. Mis hijos niños entonces son hoy hombres y mujeres del siglo XXI. Y hurgando en mi archivo encontré un artículo que publiqué en varios diarios de provincia. Estaba a punto de echar el cierre la prensa del Movimiento comprada por Jesús Polanco al que Dios haya perdonado. Un servidor mantuvo hasta el final una colaboración y una columna que acabó cuando recibí una carta de una señora que hoy firma en el País, Sol Gallego Díaz, con un gracias por los servicios prestados, dándome la absoluta. Pero me cupo el honor de echar el cierre a aquella gran cadena periodístico en el que tantos camaradas míos, gente de pluma eminente y entusiasta con España, la de entonces, la de de después, la de siempre, que ya duermen la paz de los silencios o montan guardia junto a los luceros. A veces estos centinelas me gritan desde la garita de una estrella donde seguramente andan de plantón escudriñando el universo y es como si yo recibiera una vaharada de energía. Que me impulsa a sentarme ante el ordenador con el mismo entusiasmo con que antaño ametrallaba mi Olivetti bailando con las 24 redondas blancas de Pedro Salinas un minueto, una jota, un corricorri y a veces un vals. Bailar, comer escribir y cagar todo es hasta empezar. Ladran los perros del alba. Las alanas de ataque pero que les habré hecho yo a estas pibas ¿Por qué se vienen a mi rabadilla? Las guardiesas de Auschwitz me apuntan con sur metralleta. Hay algo sacrílego en su escrutinio. La censura. Las comisarias. Los perros alsacianos de los KZ. El mundo para ello tiene que ser un campo de concentración, borrar la memoria, tergiversar la historia. Estas patrañas pueden ser un pretexto para convertir la aldea global en un gulag desde el que nos escrutan minuciosamente las jefas de línea. Para las que el odio es un trajín y un negocio la revancha. Un talquina poíno. Hoy tengo añoranzas del hórreo, quiero zafarme del babeante y hediondo aliento de estas cancerberas sacrílegas y de mala calaña. Hijos de la gran Z, nietas de Zaratrusta van de zetas nazistas y guionistas duro oficio el de escribir penosa mi vocación de libertad. La boca me sabe mal. Nunca se me hubiera ocurrido en mis vacaciones a ir a visitar un Lager en las republicas bálticas que hoy son un bastión de discípulos de Hitler. Prefiero escuchar al Presi o picare leña debajo del hórreo maternal. Esas mujeres, mis verdugas, son una pesadilla A uno le reafirma la presencia muda pero cierta que yo siento de todos aquellos relevos. No me rindo. Nuestro compromiso con la libertad y con el ser y el interés de España se remoza con el canto de estos guripas - old soldiers never die, tampoco los periodistas- que desciende en las sublimes noches de agosto desde los luceros. Ni me invade el desaliento o la melancolía. Decía Alarcón que condenar a un artista al silencio es como recibir tres penas de muerte. Pero a los que vienen preparados con el puñal de los traidores o la mordaza de los suripantas les hago un corte de manga. Seguiré escribiendo mientras me queden arrestos y el último anhelito tendría yo que suspirarlo sobre el tablero de mi ordenador, consciente de que tras de tiempos vienen tiempos y confortado con la amonestación de san Pablo de que nos derriban pero no nos rematan. Cartas como la de la tal doña Sol la he recibido muchas veces a lo largo de mi vida profesional - no sé que les habré hecho yo a algunas mujeres pero me consuela conocer que me detractan las feas, los reviragos, las mediocres, y me alaban las guapas, gracias Carmen Calvo, gracias Almudena- pero las meto en la trilladora de papel. Hago un corte de manga. Que se chinchen que se tronchen.

- Chapándomela - gritaron algunos camaradas cuando iban a ser conducidos ante el pelotón en la cárcel de San Antón. Pero por otra parte unos guripas de la columna Mangada que fueron habidos tras un rifirrafe con los legionarios y sometidos a sumarísimo consejo de guerra y condenados a muerte hicieron lo propio: morir a la española, el sarcasmo y el desprecio hacia el tirano o la befa del diácono Lorenzo frente al verdugo: “Vuelca la parrilla para el otro lao que de este ya estoy torrao”. Se negaron a rezar el “señor mío Jesucristo” y se pusieron a cantar todos a coro “Mi Jaca”. Una bonita y muy musical manera de rendir cuentas a dios. Nunca pasa nada - lo decía José Antonio - y si pasa qué importa. Los brigadistas debían de ser de la cuenca minera. Debió de pertenecer a la cultura del hórreo ese granero maternal, pósito de los recursos familiares que nos sirve de despensa.

El hórreo- decía yo en un recorte de “Patria” de Granada que guardo del 2 de septiembre de 1982, justo hace un cuarto de siglo- está donde siempre. Al lado de la casería, pequeña catedral ciclópea de castaño macizo. Es una construcción misteriosa, tutelar con alma. En ello se guarda no ya el maíz y las cebollas para el avío, pues la casa está deshabitada - sino los relicarios: el baúl del indiano que regresó de Cuba, la silla de montar, el bombín y las espuelas del abuelo Pepe, antiguas facturas y alguna carta, ninguna de amor todas ellas referentes a compras y transacciones. Lo rodea un muro de cuatro metros por el que trepa la serpentaria y la madreselva. Su cantería tenía una función: resguardarlo de los vientos pero estas defensas servirían de poco pues una noche de febrero se alzó un vendaval de viento gallego o ábrego, que daría en tierra con todo su maderamen de casi trescientos años. Sin embargo cuando yo trazaba estas líneas aun faltaba casi un lustro para que se produjese el fatal desenlace.

El valladar le abriga de las brisas del mar. En esta parte de la marina adonde sopla con insistencia el viento del oeste que aquí llamamos el gallego y no era otra cosa que el ábrego se suele encasquetar al horreum latino entre tapiales corraleros. Al lado hay un aljibe que servía para abrevar al caballo del abuelo. La sombra de esta construcción prehistórica nos recuerda los antiguos palafitos que habitó la humanidad cuando la cultura era más lacustre y la mayor parte de la superficie terrestre estaba cubierta de agua. Descubre un encanto interior, intramuros, la dicha del hallazgo de lo viejo. España interior, perro que ladra hacia los adentros pero atado con la cadena. Sólo se ve el cimborrio de teja rojiza donde medra la parietaria. Tierra adentro donde hay mejor tempero el hórreo se desparrama por somos y vargas (uno los encuentra en los lugares más increíbles) pero aquí en la marina los cierzos acabarían con ellos en cuatro días. El hórreo de mi familia es de castaño el barrancal y las paredes los pegoyos o peanas de roble. Sobre el machón cimero del dintel firmó la obra veinte años antes de la revolución francesa hizolo Lucas Fernández 1789.

Total que este fue uno de las construcciones rústicas que describe Jovellanos cuando vino a visitar la Concha de Artedo donde se quiso construir el gran puerto de Asturias en tiempos. Y aunque empieza a vencer por alguna teja que se llevó el aire e inició la peligrosa gotera aguantó de sobra el paso de los años. Lo malo es lo que dice el refrán: “casa deshabitada y hórreo sin mies pronto darán de través”. 

Pese a su solidez augusta, nuestro pobre hórreo familiar está para pocos trotes [pronto se vino abajo].Si pudiera hablar esta madera crecida en el castañar de primaverales lejanas ¿Qué historias nos podría referir? ¿Qué flores se habrán calcificado sobre esas vigas y machones? ¿Qué sanjuaneras lejanas habrá oído cantar? Colgaduras de mazorca en el barandal ¿Quién puso el ramo? ¿Cuántas lágrimas de rapaza no habrá regado? El hórreo no es ya meramente el espíritu de Asturias sino su menester sacerdotal. Todo eso que hizo a España y no sabríamos explicar. Y como España es esta construcción pródiga y misteriosa. Hasta parece cambiar de color según se mire en día de sol o de lluvia. Hay toda una relación de humores intercadentes entre el hombre, este palafito ancestral y el paisaje. Al alma del hórreo como al alma de esta región no se puede llegar sin algunas sorpresas. Es cuestión frumentaria, vida animal. La subsistencia pero también la magia y la relación con el más allá. En ella encerrados, la borona y el pan de escánda,  la la foz y el garabato y también el alma del lugar. Las almas de los antepasados que van de acá para allá.

A sus aleros vuelve eternamente el alma de nuestros difuntos. Su magia sacramental libra a la casería de los espíritus malignos y de las malas cosechas. Desde el alto del hórreo las brujas hacen escaleras para volar. Parecen cuervos pero son almas en pena en realidad. Sus leyes son las mismas que las de la guestia caminar de día que la noche es mía. Los campesinos de estos sexmos no se acercan a los hórreos en las noches sin luna.

Despensa y granero es también en hórreo altar de nuestras creencias. Hórreos chaparros. Hórreos empinaos y hórreos también como dejados de la mano de dios que parece que van a caerse de un momento a otro.

¿Cayó el hórreo?

Sí. Cayó.

Todo tiene un fin en esta vida

Algunos hórreos a veces me lo ha parecido cuando he llegado a la aldea después de una romería parecen que tienen formas humanas. En ellos viven quizás los enanitos del bosque. 

Son construcciones de tablones encajados. En su estructura no se verá ni un solo clavo. Este ajuste se realiza a flor y requiere suma pericia. 

Por eso porque son humanos y tan salidos de la mano del hombre se metamorfosean. Son desmontables. Ir de acá para allá y colocarlo en el lugar que al amo se le antoje. El arte de montea o diseño del hórreo es antiguo y misterioso casi un secreto de estado que las familias se transmiten unas a otras. 

 Lo trazaban a ojo los carpinteros de carena, poniendo hitos y lo ensamblaban en varias jornadas. La soldada del horrero era un día de bueyes. Mucha fama tuvo en Asturias los horreros de Cabaña Quinta. Eran una especie de aristócratas de la carpintería. El hombre de las cavernas pasó después a instalarse en estas construcciones lacustres a salvo de la humedad y al resguardo de las alimañas. También tenían cada una de sus cuatro estípites peanas o pegollos – algunos eran de seis pies- tecnología para evitar que subiesen los ratones y otros incómodos huéspedes roedores. 

El hórreo asturiano es diferente a una panera y nada tiene que ver con el cabazo gallego. Pero estas son distinciones muy sutiles de la cultura de las que merece la pena hablar en otra ocasión


LEONOR DE CASTILLA Y SU MEMORIA EN CHARING CROSS

 ENGLAND MADE ME THERE I WAS HAPPY AND I FOUND MY LOVE I AM FULL OF REMORSE HOW STUPID I WAS THEN

 
















 LEONOR DE CASTILLA REINA DE INGLATERRA FIEL ESPOSA DE EDUARDO I


 


Pocos españoles conocen la historia de esta reina castellana nacida en Burgos hija de Fernando III el Santo fallecida en 1290 y enterrada en la catedral de Westminster.


 Para mí era una remembranza solícita cuando salía del metro (el tubo que dicen los castizos) y afloraba ante la cruz allí elevada por el rey su esposo. Charing Cross fue una de las doce cruces construidas en la vieja city. Sólo se conservan tres.


Asimismo cuando visitaba la catedral de Lincoln una de las más hermosas del gótico perpendicular inglés veía su estatua labrada en la magnífica portada junto a su esposo Eduardo. Otra vivencia predica era el recuerdo de Catalina de Aragón inhumada en la catedral de Peterborough primera mujer de Enrique VIII y es que las españolas dieron mucho juego una vez casadas con monarcas ingleses.


La historia nos dice que Doña Leonor cuya estatua yacente aparece con la toca de las casadas (almaizar) indicativo de su estado.


Las solteras se adornaban el pelo con el garbín o diadema con redecilla. El sepulcro fabricado por el escultor catalán Guillermo Torrell es una maravilla que guiada el silencio de la eternidad en espera de la resurrección de la carne.


Doña Leonor parió quince príncipes y princesas, fue muy querida por el pueblo inglés que vieron en ella el sello de la lealtad y fidelidad matrimonial.


A vuela pluma se me brinda el pensamiento de la dignidad y respeto de aquellas españolas madre coraje fieles hasta la muerte al lado de sus maridos, mujeres fuertes, en una época como la actual cuando los españoles nos desayunamos con la noticia de un uxoricidio o un crimen pasional. A mí me parece que estos crímenes no han de ser tomados a la ligera.


 Ellos no sólo tienen la culpa de tanta brutalidad.


Hay que indagar en las causas remotas y próximas de derramar la sangre de lo que más se quería y por qué se produce el terrible axioma de “la maté porque era mía”. Algo terrible está pasando.


Yo culpo en parte a la sociedad y a la banalidad con que se aborda algo tan sublime como es el amor de marido y mujer. Me decía mi padre el pobre que el que levanta la mano contra su costilla se hace daño a sí mismo.


 Por eso traigo esta mañana a colación el ejemplo de Leonor de Castilla siempre al lado de Eduardo I al que acompañó a la Novena Cruzada.


Cuentan las crónicas que le salvó la vida absorbiendo ella el veneno inoculado en el brazo del rey cuando fue picado por una víbora. Gracias a esta reina las relaciones comerciales  con las Islas entre Santander y los puertos asturianos de Villaviciosa se estrecharon con la exportación de vino, trigo, aceite, telas, hierro.


Una de las vías de navegación más antiguas de Europa era la que unía de Southampton con Gijon según cuenta don Gaspar de Jovellanos.


Aconsejo a las españolas que trabajan en Reino Unido que se santigüen y musiten una plegaria cuando salgan de la boca del metro de Charing Cross como hacía yo en mis años londinenses. England made me.


En España yo nací pero Inglaterra me hizo un hombre y Leonor de Castilla como reina fue todo un paradigma. Ojala esta doña Leonor  de Borbón, nuestra Princesa de Asturias, la joven adolescente hija de don Felipe y doña Leticia siga los pasos de su predecesora y aprenda en ese colegio de País de Gales, donde irá a formarse, las normas del buen gobierno para consolidación de la monarquía española que siempre estuvo relacionada con la inglesa. 

ENRIQUE IV EL IMPOTENTE

 El monarca misterioso







AGRIDULCE REINAR



Aquella navidad de mi niñez tocamos la zambomba, hicimos música rascando la botella de anís con el almirez y cantamos villancicos ante el belén que había colocado mi hermano Nano adornando con musgo el portal traído de las peñas de la cantera donde se afanaba en su pobreza el Tío Enrique y su cuervo al que había enseñado a hablar y a decir palabrotas a los chicos. Con papel albar se hizo una especie de arrollo y a la orilla estaban las figuritas de las lavanderas. Un pastorcito iba camino del portal con un cordero al hombro. La cena pobre consistió en castañas y algo de asado. El villancico que cantamos aun resuena en mis orejas. “Sobre tu cunita niño he visto arder una farolica como la del tren… que alumbra con gas a la medianoche y a la madrugá” era un cantar ferroviario y era apropiado para aquel momento pues vivíamos al lado de la estación cerca de la Dehesa Boyal que donó al concejo Enrique IV y donde se celebraba por san Pedro la gran feria de ganado. El pitido del tren traspasaba el silencio de la madrugada. Habíamos aprendido cuando dormíamos y la señal acústica de los convoyes que iban lejos nos despertaban a distinguir a un mercancías que solían circular hasta el alba, del correo de Santander o del automotor de Medina o los trenes militares que llevaban soldaditos hasta África. Mi padre se puso algo melancólico recordado otras navidades del ayer, los pensamientos se alejaban en la evocación de las Nochebuenas en la majada o en el frente de Teruel. La nochebuena se viene la nochebuena se va y nosotros nos iremos para no volver más. Levantados los manteles, mi padre me preguntó si iba a misa de gallo y yo le dije que sí, tengo que ayudar. ¿Quién es el capellán? Don Valeriano. Pues abrigate, hijo. No olvides el tapabocas ni el pasamontañas. Había caído una gran nevada y era tan brillante la luna que la noche parecía iluminada. Hasta llegar a la fuente de la Dehesa tenía que pasar el puente de Valdevilla, atravesar la cuesta que eleva el Río clamores al ocultarse como un Guadiana, cruzar por entre medias de la Base Mixta y la cárcel cerca de los jardines de Villangela, desde donde se subía por la plaza de toros a los centenarios depósitos de agua del acueducto, la fabrica de Caretas donde se fabricó el biscuter y la de Klein donde se fabricaran caretas antigas de la primera guerra mundial. Todo era campo por aquellos días de mediado el siglo XX pero en el siglo XV tupido bosque donde solía cazar el Rey Nuestro señor y sería precisamente en una quinta de recreo donde se alzaría el palacio-monasterio bajo la advocación de San Antonio de Padua, san Antonio el Real. Hacía yo el recorrido cuatro veces dos por la mañana y dos por la tarde y me conocía cada recoveco, cada castaño de Indias y allí empezó mi fascinación por roma y por la historia de España desde aquel día que vi sacar unos huesos en una rumba romana que excavaron a la puerta misma de donde estaba la casa del capellán de las hermanitas de los pobres. En el epígrafe se decía que la difunta era una “puella” (muchacha) que falleció a los quince años. Tanto el capellán don Pablo como don Valeriano leyeron el epígrafe y rezaron una oración por el eterno descanso de aquella adolescente muerta en los tiempos de Trajano. Hacía frío y me abrigué con el tapabocas. En la dehesa boyal dormían los rebaños de la Mesta miles de cabeza de ganado. Los mastines me ladraban al pasar pero el rabadán de vigilancia me advirtió que caminase sin miedo, los perros no te harán nada, chaval, y menos hoy, repuse hoy que ha nacido Dios:

-¿Vas a misa de gallo?

-Sí, señor.

-Pues felices pascuas, zagal.

Cerca de la base mixta y frente al dispensario antituberculoso me asomé a la verja donde yacía desportillado un carro de combate de la primera guerra mundial, ruedas enormes, ¿Qué haría en Segovia aquella reliquia de la batalla del Somme? Rápidamente al rebufo de los muros leprosos de la huerta de las monjas, altos muros misteriosos de adobe me planté en el convento escondido entre un bosque casi de olmas. Como don Valeriano se había puerto malo le sustituyó como oficiante el capellán del hospicio don Ramón. Que era un cura alto con un gran corpachón que remataba en una cabeza de garbanzo y una voz profunda. Conocía todos los misterios de la historia de España aquel buen capellán. Entré en la sacristía y sor Fuencisla la demandadera ya tenía preparadas las vinajeras, sentí su voz detrás de las cortinas de la clausura del coro bajo:

-Buenas noches, sor Fuencisla.

-Buenas noches, hijo y alegría.

-Sí, señora, alegría y placer que esta noche nace el niño en el portal de Belén.

-Me gusta ¡qué bien te los sabes! Debes de ser un chico listo.

-No se crea, sor, el latín no se me da mal pero no me entran las matemáticas

Sor Fuencisla estaba más contenta que unas pascuas y me dijo que en el convento hubo fiesta y tambien entonaron villancicos al Niño Jesús como en todos los hogares españoles por tan señalada fecha. Al poco llegaba don Ramón que venía tosiendo- pues era un empedernido fumador y moriría el hombre al poco tiempo de la caja cambios- desde el zaguán un tanto azacaneado y moviendo para los lados la cabeza y con las botas cubiertas de nieve manteos y capisayos al desgaire accionando los brazos largos. Pendulaba en todas direcciones el buen capellán su cabeza insignificante y pequeñita, de garbanzo. Sí; tenía un melón ridículo sobre los hombres pero en aquella testa cabía toda la historia de España de la cual nos daba clases magistrales y se cabreaba muchísimo cuando aquellos libros de texto ponían cosas muy desagradables sobre el monarca de la granada y del reinado agridulce. Por eso en el seminario los latinos le pusimos de mote Don Cicerón que es lo que significa el apodo en la lengua del Lacio. Creo que por ese cabo me convencí de que el rey segoviano había sido difamado y que sería preciso rehabilitar su figura de tanto escarnio.

Se vistió el presbítero a toda prisa los ornamentos blancos y yo mismo con otro monaguillo que se llamaba Otero salimos con paso solemne de la sacristía, uno portaba el cirial y el otro un incensario. El coro empezó a entonar la antífona:

Asperges me, Domine, hisopo et mundabor. Lavabis me et super nivem dealbabor.

Miserere mei Deus secundum magnam misericordiam tuam. Vidi aquam egredientem de templo et omnes ad quos pervenit aqua ista salvi facti sunt et dicent: aleluya

Las notas gregorianas del asperges en tono andante ma non tropo resonaban hermosas cantadas por las voces blancas de las clarisas y habían sonado en aquel templo desde su fundación por el rey don Enrique nuestro Señor durante medio milenio. Era el catolicismo “at work” en su gloriosa tradición de “business as usual”. Pasan las generaciones, nacen y mueren los hombres, las primeras que lo cantaron yacían en humildes sepulturas, amortajadas con el cordón franciscano de tierra en la Huerta del Nogal en el patio central del convento. Luego don Ramón con su voz cascada y potente de fumador empedernido pronunció el exorcismo:

Exaudi nos domine sancte páter aeterne Deus et mittere digneris sanctum angelum tuum de coelis qui custodiat, foveat, protegat, visitet atque defendat omnes habitantes in hoc habitáculo

El preste sabía que su negocio tenía que ver con la eternidad y rogaba para que alejase el espiritu del mal a todos los moradores de aquella casa. Amen. Estaban todas las lámparas encendidas. El retablo de la crucifixión con sus maravillosas figuras de arte flamenco en relieve, tan vividas y tan copiadas al natural que hacían pensar en cómo era el rostro de los hombres en la edad media, no sólo los reyes sino los menestrales, los rabadanes y los tejedores que iban y venían a Flandes con la lana de las merinas de Segovia, refulgía como los chorros del oro. San Antonio de Padua, talla neogótica, con un misal en la mano, y su cerquillo de fraile menor iluminándole el rostro En las paredes de damasco colgaban algunos cuadros religiosos con reporteros en los cuales se representaba el escudo de armas de los Reyes Católicos, (que dotaron al convento, si bien fue su predecesor el que lo fundara habilitando para la ocasión una finca a la afueras que tenía para sus recreos cinegéticos) y escenas de la Natividad y allí estaban los bancos de roble macizo que lucían entremedias las armas de Castilla y el blasón del penúltimo de la Casa Trastamara: una granada. Buen símbolo porque decía don Enrique:

-He aquí mi agridulce reinar.

Estaban vacíos los bancos porque debido a la gran nevada había acudido poco personal a aquella misa del gallo. Únicamente cuatro viejas así como el carpintero Geroteo el mejor feligrés de aquella comunidad, una buena persona pero que tenía fama de empinar el codo un poquito y aquella nochebuena había pimplado de más porque olía a anís que le llevaban los demonios cuando fui a darle a besar el portapaz. Con esa generosidad de los beodos el bueno de Geroteo y sonriéndome cordial sacó de la pelliza una moneda y me dio un duro de plata:

-Toma, monago, tu aguinaldo.

Pocas veces a lo largo de mi carrera como monaguillo y seminarista he visto brillar tanta alegría y tanta munificencia como en los ojos de aquel borrachín. Tampoco tanto oro. El cristianismo suele ser generoso. Un duro cinco, pesetas de las de entonces constituían un dineral para los niños de mi edad. Guarde Dios tu alma cristiana, Geroteo y este gesto me persuade en mis convicciones de que nada es lo que parece en este mundo que hay que ir con pies de plomo a la hora de enunciar juicios de valor. Cuando fue a besar al Niño y yo sostenía a don Ramón el humeral, Geroteo con paso vacilante y la cara roja me guiñó un ojo. La misa terminó en la efervescencia y candor con que la liturgia católica guarda para esta santa noche. En la iglesia hacía un frío que pelaba porque no había calefacción ni estufas por aquel entonces. Sin embargo puede ser y así ahora lo pienso que la luz que fulgía de la estrella del portal de Belén calentase nuestros cuerpos y nuestras almas. Ya en la sacristía las buenas monjitas nos agasajaron con vino de misa soplillos y pastas. Sor Fuencisla que me tenía buen concepto me encareció que fuese bueno y que estudiase y que siguiera devoto de San Antonio. Así lo soy y lo he sido toda mi vida. El órgano remató glorioso una fuga de Bach interpretada por una de las hijas de Santa Clara de Asís que en el siglo había estudiado siete años de conservatorio, Sor Jesusa, y las notas golpeaban caricias sobre los empinos de las bóvedas de crucería y los arcos escarzanos y conopiales. Dirigiendo mensajes de amor divino hacia la luna llena que asomaba yerta y pasmada por entre los vitrales de la nave del crucero Una nochebuena más. A la salida y entre la euforia de los vapores del licorcillo de consagrar más de tres copas generosas me tomé con la aquiescencia del capellán y de la propia priora que un día es un día, bajó un arco que lleva al salón del trono, tuve una visión. Yo vi acercarse a un caballero, llevaba sobre los hombros un ropón de cordero que le cubría la pelliza, un turbante como los de los moros. Era rubio, trabado de hombros, una barba rojiza, los pies grandes, las manos como manoplas de segador y un aspecto campechano pero había una indecisión que recobraba su persona, timidez y amabilidad, transmitía llaneza y familiaridad. Bien pudiera pasar por un tratante de los que acudían al azoguejo los jueves de mercado y que después de comer cordero asado regado con clarete de Peñafiel se ponían un palillo entre los dientes y se sentían felices en su pobreza, pero había una distinción en su rostro y unos ojos claros y misteriosos de rey godo, cuya sangre corría por sus venas mezcladas con las de todas las dinastías de Europa: los Valois, los Plantagenet, los Lancaster y la de la casa de Anjou y de Viana y un cierto reposo pleno de dignidad, porque, “donde ponía- escriben los cronistas- la vista mucho le duraba el mirar. Este lento mirar le convertían en un ser distinto a los demás. A todas luces se trataba de un personaje majestuoso. No debía de ser muy friolero aunque bien pudiera ser que los cuerpos gloriosos no acusan el acoso de los incidentes climatológicos ni padecen enfermedades. Era don Enrique igual que yo me lo imaginara. Me recordaba a mi abuelo con su nariz y con sus fuertes corvas, la cuadratura algo petiza de los labrantines que por aquellos días se pasaban la vida inclinados sobre el surco, segando, bieldando, dando haces en ese ir y venir castellano que llaman acarrear. Todo es movimiento y variación.

Se fue a sentar junto a una mesa de pino junto a un altar y se reclinó sobre el respaldo del sillón frailuno. Había mandado traer un brasero y de vez en cuando revolvía la ceniza con una badila.

-Hace frío en Segovia y mucho más la noche de Navidad. Ven, chiquito.

Comprendí quien era el fantasma. Mis sueños o mis delirios me habían trasladado hacia el propio Rey el cuarto de los Enriques de Castilla.

- Aquí estoy, Majestad.

- Somos paisanos. A ti te bautizaron en San Millán y yo recibía las aguas santificantes en la de San Martín.

- ¿Y eso cómo lo sabe, Majestad?

- Las almas de los difuntos somos espíritus puros y podemos penetrar en todos los misterios de la condición humana. Conocemos el pasado el presente y el futuro. He venido a darme una vuelta por mi heredad. Este era mi palacio de verano. En vida a mí me gustaba mucho cazar. Cuando abatía un jabalí lo asábamos a la estaca en esa cocina enorme del monasterio que tú habrás visto y luego nos lo comíamos en amistad aunque por su ley la carne de cerdo estaba prohibida. Menudas cuchipandas.

- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Eran todos ellos moros de Aragón.

- Ya pero cuando el hambre aprieta vacan las normas y prescripciones del Alcorán. Dios es uno. Y mis súbditos bebían vino a escondidas. Eran mis mejores soldados. Como albañiles insuperables. Xadel Alcalde un morisco de Burgos con su cuadrilla de alarifes construyó estos muros donde tú estás. Eran los que trabajaban por estos reinos. De mi huerto se cuidaba un tal Abderramán y cultivaba un pejugal que era digno de ver por sus lechugas y sus rábanos. Ese Abderramán edificio el monasterio del Paular. Era todos ellos moros de Aragón.

No me sorprendió aquella respuesta de aquel bien rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear. En aquella fatiga se reflejaba quizás la eternidad del mundo. Dentro del movimiento y variación todo es igual y también la sabiduría del conocimiento de los hombres. La condición humana sigue aferrada a los principios de la casuística. Me dijo que uno nacía ladrón, otro forzador de doncellas, aquel homicida y esotro para la gramática o la especulación. Unos se entregan al vino y a los placeres de la panza y otros sólo prueban el agua. Unos blancos y otros negros, unos grandes y otros chicos. Unos valetudinarios y enfermizos y otros que no toparon jamás con un galeno. Y entretanto realizaba estas reflexiones jugaba con la granada de su blasón como si fuese una pelota. Ama y haz lo que quieras, comentaba san Agustín pero eso es sólo retórica. Nunca se podrá acomodar a esa perspectiva de amar al prójimo como a ti mismo. Tales expresiones no resultaban sino hablar bonito. Tu pusilanimidad alteza nace de tu sabio conocimiento del ser humano. Prefiero cazar por esos montes. Las alimañas del campo son menos dañinas que algunos palaciegos de mi corte. Eligió buen símbolo como lema para su reinado agridulce. La granada es el fruto que más se parece al almibar y al acíbar. Más que un blasón era una profecía. Entraremos en Granada mas eso quedará para mis sucesores. ¿Y de qué nos servirá vencer a los moros si no somos dueños de nostros mismos?, dijo en un tono más reflexivo. La iglesia se había transformado en palacio. Sonó un rabel y unos puericantores cruzaron la habitación y saludaron al Rey:

-Buena pascua y buenos años, Alteza.

Don Enrique se les quedó largo rato mirando pero no pronunció palabra. Subía y bajaba la música del rabel alternando la clave de los arpegios. Uno de los juglares de palacio con motivo de la Navidad para hacer dedos componía un madrigal a su amada. Un rabino con un cantoral enorme con herrajes se llegó hizo una reverencia y le besó la mano. El librote que llevaba bajo el brazo era el Talmud con todas las enseñanzas. Se sentía el ladrar bronco de los lebreles de la jauría. Piafaban los mulos en las caballerizas. El pastelero de Madrigal en la cocina alimentada por leños de roble preparaba un guiso preferente. Otros rancheros doraban la carne de un buey que sería servido al día siguiente en el convite que daba su Majestad todos los años por estas fechas a los nobles de Segovia, al corregidor y al obispo. Le miré de nuevo y su aspecto era de total fatiga como si humillado y preterido hubiera alzado bandera blanca frente al cruel destino. Entonces despareció la visión. Todavía me dio tiempo a vagar por las dependencias de la mansión. Estaba habitada por frailes menores de la observancia y por claustrales. Los descalzos discutían con los calzados. Uno de forma muy violenta apostrofaba a un compañero que decía llamarse fray Pedro de Villacastín por habersele visto por malos pasos a altas horas de la madrugada por los lupanares de Segovia y este respondía que acompañaba al rey en estas giras por la ciudad a casa de las visitadoras y que más pecaba la lengua que el ojo. Contó la historia de doña Guiomar de la cual el rey estaba muy prendado con gran enojo de la reina doña Juana. Otro de los religiosos contaba cosas maravillosas del monarca no sólo sus proezas sexuales de quinque in eadem nocte sino su fuerza inaudita de domador de leones porque tenía una partida de estos animales que le había regalado el rey de Granada y que él solo entraba en la jaula para darles de comer y que estas fieras en lugar de atacarle le lamían la mano. Observantes y claustrales se llevaban a matar por lo que la conllevancia resultaba harto problemática en aquel monasterio. Pleitos entre claustrales y observantes, la cosa llega hasta Cisneros y parece mentira que perteneciendo ambos bandos a la misma orden del cordón sus actitudes tengan poco de seráficas y mucho menos de cristianas. Igual ocurre entre los agustinos regulares y los monacales, el Carmen descalzo y los que llevaban zapatos.



Al rey cristiano de ojos cansados que parecía harto de pelear le hastiaba la vehemencia con que cada feudo enarbolaba su estandarte porque -sepan cuantos- era un príncipe que detestaba la violencia y se desmayaba a la vista de la sangre. Me preguntó qué que era lo que quería ser de mayor y torció el gesto.

-Tú no vales para clérigo ni para político. Tienes alma de guerrero pero como eso no puede ser, abrazarás la vida áspero e ingrata de las letras; escritor, mi cronista.

Aun desconociendo a punto fijo cual era el significado de aquel augurio que enunciaba (ciertamente, a mí me gustaba emborronar y mandaba mis articulitos y mis cuentos al “Sígueme” y a la “Hoja parroquial y alguna vez mi nombre en letras de molde) la idea me atraía. Escribir por tu propia cuenta y riesgo, tener ideas personales, no vivir a lo borrego, no comulgar con ruedas de molino y pensar por boca de ganso, lo que diga la masa, peligroso oficio y arriscado afán. Me iba a uncir al yugo compartiendo el infortunio y la soledad del hombre de letras. Largas vigilias, trabajo perdido, mayúsculas decepciones, mensajes del naufrago dentro de una botella. Vivir hablando y pensando con los difuntos apartándose de los vivos. A sabiendas de querer robar el fuego sagrado a los dioses y de entrar en el laberinto de Creta burlando al cancerbero universal, ese que no habla, no sabe no contesta y cuando lo interrogas hace un movimiento de sí o no con la cabeza. Recorrer el dédalo de la literatura si no llevas contigo el ovillo de Ariadna es exponerte a las cornadas del Minotauro que es un mihura que no falla ninguna de sus embestidas. Los pensadores son humillados y ofendidos. Al vulgo no se le puede llevar la contraria que sólo cree en el poder y en la riqueza en los placeres del lecho y de la mesa.

-Pese a todo, niño segoviano, conocerás el Bien, la Verdad y la Belleza. Y ese es el Cristo- dijo su Majestad rompiendo un largo silencio de taciturnos pensativos- Aunque se desprecie la doctrina y las togas cedan a las armas. Serás rebelde y comunero.

-Entraremos en Granada, señor.

-Eso se hará. Pero yo no lo veré. Boabdil chiquito entregará las llaves de la alhambra a mi sucesora y hermana. Se habrá consumado un sueño, culminaremos el prpósito de venganza de la ignominia de la Cava Florinda. Ese es el sueño de España, la unidad nacional bajo el reinado de la cruz. Yo no sé si lo he conseguido pero pelée en Gibraltar y aquí estan las heridas en mi cuerpo para probarlo y mis caballeros, Enrique de Guzmán y el Conde de Niebla colocaron el pabellón de Castilla en lo alto del peñote.

-Actualmente sólo hay ingleses y moros.

-Hasta que Gibraltar no sea tierra española cundirá la desazón y volverán los bandos y las armas de los españoles unos contra otros-dijo el Monarca Misterioso. Y prosiguió:

-Soy amigo de moros porque quiero atraerlos hacia nuestra causa. Son buena gente pero acérrima. Muy cabezotas, hijo, muy cabezotas. Lo malo es que detrás del moro está el judío y ambas religiones confabuladas contra nosotros constituyen un enemigo casi invencible. Ello forma parte sin embargo de la maldición de don Rodrigo.

Casi me dieron ganas de abrazarle pero como sabía que era un ángel o un trasgo que bullía en mi cabeza no me atreví. Me quedé mirando para el artesonado de siete faldones que se alzaba sobre nuestras cabezas, una maravilla del arte morisco, con las estrellas de David labradas en pan de oro y toda esa esgrafía morisca de talante tan segoviano que huye de estampar en las paredes la figura humana y se entrega a los arabescos y ajarafes, en labor de ataujía, para no desairar al Profeta. Las tres culturas bajo la preeminencia de la cruz eran impronta enriqueña y se perdió mi mirada entre los baquetones y boceles de la capilla de Santa Úrsula. Más arriba coronaba el palacio la espadaña de ladrillo rojo con su tejadoz liso de pizarra, su tortea y su veleta. La campana estaba sonando a maitines y en el halda podría leerse la inscripción latina Henricus me fecit.

-Muchas misas me habrán dicho las queridas monjas

el aire se remansaba y cruzaba los ámbitos del monasterio una inusual quietud. Estábamos en el salón del trono el rey y yo arropados por la imagen del querido san Antonio que él donara y un cristo atado a la columna que debió de salir del buril del Divino Morales. Defenderemos la verdadera fe y Dios nos ayude. De lo que ocurra después mejor no preocuparse. Alguien llorará sobre nuestras cenizas. En la sala capitular la tumba que él construyó para su enterramiento. Lo inhumaron en Guadalupe al lado de su madre la portuguesa doña Juana. Recordé un cantar que me enseñó mi madre al Antonio divino y santo:

si busca milagros, mira: muerte y error desterrados

miseria y demonio huidos leprosos y enfermos sanos

el mar sosiega su ira, redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos

el peligro se retira los pobres van remediados cuéntenlo los socorridos díganlo los paduanos



En aquel instante el espectro despareció y yo me perdí por los pasillos del gran laberinto de la