2023-06-28

SAN IRINEO CONTRA YUDEOS

 

SAN IRINEO CONTRA IUDEOS

Por Antonio para Galindo

Tirsosacra@terra.es

Tres de julio San Irineo. Su nombre significa paz y una invitación a la paz y a la reconciliación en el calendario. Y una bella liturgia de la cual trasunto estos párrafos. Del canto de entrada: “su boca anunció la ley de vedad y jamás se halló engaño en sus labios. En paz y en verdad caminó siempre y apartó a muchos de la senda del mal”. Y de la colecta: “Señor y Dios mío, que concediste a Irineo, pontífice y mártir, combatir con la verdad de su doctrina las herejías y lo confirmaste en la paz de tu Iglesia, concede a tu pueblo constancia en la religión y paz en nuestros días. 

Pero, sobremanera, glosó un párrafo de la carta a Timoteo inserta en la misa de este día: .. “Porque vendrán días en que muchos no sufrirán la santa doctrina sino que sentirán comezón en los oídos y acumularán una caterva de maestros según su capricho y cerrando el oído a la verdad, lo aplicarán a patrañas. Más tu vigila, evangeliza, profetiza, trabaja, cumple con tu ministerio”...

San Irineo escribió muchísimo, discípulo de san Policarpo el ateniense, y sufrió más. Por desgracia gran parte de sus escritos se perdieron en el caos de los siglos, las persecuciones, las quemas.

 Aunque quedan algunos que lo revelan como uno de los grandes Santos Padres. Sin ir más lejos, fue el inventor de la mariología. Y yo regreso de mi pueblo empapado con la fuerza telúrica de los huesos santos. Estuve bailando al santo y rezando un padre nuestro ante la sepultura de mi padre. Regresé nuevo. Empapado de la luz de Castilla, traspasado por el rayo que no cesa de esos capiteles de la ermita de San Vicente donde el obispo bendice sus dos dedos enguantados en la quiroteca y esas dos aves del paraíso, en la columna contigua, que entrelazan sus pescuezos y se abren el uno al otro heridas en la pechuga. Mana la sangre. Son pelícanos. 

Y dos grifos horrísonos que tanto me impresionaron desde niño. Pasan los años y sigo sin comprender el sentido y el mensaje de esas figuras de los capiteles historiados del románico de mi pueblo. Lo mismo que aquella talla cincelada en una de las misericordias catedralicias del coro de Zamora: un tonsurado que le daba caña a un mono y más abajo un fraile con la cabeza de lobo que cuidaba el corral de las gallinas.

 Todo un símbolo de estos tiempos versos donde las palabras se trastocan. Paz quiera decir guerra, Blair es enviado en misión de paz a Mezoriente después de haber sido culpable de la guerra de Irak, tanta sangre derramada dios mío, y una mina israelí, por arte de birlibirloque periodístico – el control de la media se hace impositivo- se convierte en un coche bomba de alcaída. 

Que nos digan quien es alicaída. ¿Dónde está Bin Laden? ¿Quién maneja las claves? ¿Dónde están las llaves matariles? Y así sucesivamente.

 Pero regreso el alma pletórica de paz y el corazón renovante de fuerzas tras subir a aquel camposanto en el alcor que huele a matas de serpol y tomillo aromático que llamamos burrero donde se alza una cruz románica que corona la fabrica de un edificio misterioso en el que se abre en los vanos de un campanario cuyos ventanales parecen ojos que miran desde arriba a los transeúntes del sendero y a los transeúntes de la vida abajo. 

Muros románicos, contrafuertes ramirenses, un cimborrio ojival y varias cruces del temple. Es el sueño de los que allí descansan y los méritos de la sangre derramadas por Cristo lo que me impulsa a decir la verdad por más que esta franquezas lesione mis intereses. 

Después de todo vivimos en una burbuja de mentiras autocomplacientes. Nadie se atreve a decir las cosas por su nombre pero al pan, pan. 

Esa fuerza de mis mayores que únicamente transmite el cristianismo. Claro que la paz y la energía que pasan los escritos de san Irineo – escribió Contra Iudeos y lo descatalogaron, lo borraron del mapa [¿no les suena un poso eso?] y la mayor parte de sus libros se perdieron o quedaron inéditos

 No es la paz de los cementerios ni esa energía telúrica que despiden las catacumbas, lo que yo pretendo, mi misión no sea traer la paz a las malas conciencias sino guerra a los sepulcros blanqueados, fuego al muñeco, balacera contra el espantapájaros que trajeron los interpuestos, aunque vengo como nuevo después de cantar en San Gregorio, a la que nosotros llamamos La Torre, el oficio y sentir la presencia de los que me precedieron.

 Allí dieron tierra a mi padre Silvino, a mis abuelos Benjamín y Leonides a varios tíos carnales, a mis do hermanos infanticos Henar y Juanjo y a los viejos guerrilleros que anduvieron con la partida del Empecinado. 

Entoné bajo las arcadas del viejo presbiterio el Símbolo de la Fe y debieron de volear las campanas en el cerrado que fueron bajadas a la iglesia de abajo en tiempos de Carlos III pero en mi ilusión auditiva a mí me pareció escucharla y no tocaban a muerto sino a gloria y resurrección. 

Con tanta fuerza del sonido que se espantaron las torcaces anidando en los clavijeros. Voló una mirla, rota la soledad del cotarro y su escondite de ásperos silencios, dejando tras sí toda una lechigada de pajarinos muertos. Tan. Tan. Tan tarantán. 

Era como si me devolvieran el eco de aquellos sanpedros de mi niñez cuando yo vi a uno que se llama Claudio y que duerme aquí (hic jacet) arremangarse la camisa y coger la melena de roble de la campana gorda a la que llamábamos La Felisa, pues también las campanas tenían nombre y se bautizaban por entonces, con fuerza de tres mozos [el Claudio el de la Tía Vinagra era mu flamenco] y tocar a vísperas.

 La vieja fe. Los tiempos cambian. En mi pueblo que dio tantos misioneros y había tantos cante misas, la bandera siempre se izaba blanca sobre el mástil de la torre anunciando que había un cura nuevo.

Y ya no hay misacantanos, hoy asiste un cura polaco a su cargo todo un arciprestazgo. El de Sacramenia, de la villa y tierra. Pero ¿Qué ha pasado aquí? ¿Nos hemos vuelto paganos en esta Castilla de pan llevar y de cristianos viejos? 

Algo de eso debe de haber o que el dios de los españoles no es la Santa Trinidad sino Mamón. Rendir culto al dinero. Mucho han cambiado los tiempos. ¿Pero tanto?

 No me lo explico, o sí me lo explico, leyendo los títulos de algunos libros de san Irineo. Otro que expulsaron de la sinagoga. Otro al que echaron del círculo por cantar la epístola, por contar la verdad que nos enseñó Jesucristo. La cristofobia sigue siendo tan recalcitrante y empecatada como en el siglo segundo de nuestra era.

 Han regresado los judaizantes y todos se han vuelto peperos y el personal habla por boca de ganso: lo que les cuenta la COPE y sus rabinos sobre todo ese que acude a las manifestaciones tocado de un gran sombrero que o lo mercó en Portobello y a lo mejor pertenecía a uno de los del Mayflower. Peregrino es el personaje que es el único que publica en este viejo país. Lo han convertido en depositario de la Historia de España 

Arengas por las mañanas, requisitorias por las tardes, mítines y libelos por la noche. Mohatras a todas las horas. Donosos necios siempre en la necesidad de novedades y mudanzas. Palaciegos chismes al retortero. Perdularios de la pluma y el micrófono que profazan. 

Sacrílegas sacerdotisas que barruntan carnaza. Rosas insatisfechas que cortan trajes de la honra, pues ellas viven en deshonran. Merdellonas y fregonas designadas funcionarias. Vanidad de vanidades. Una pulga subida al lomo de un elefante que mucho manda y tanto tienes tanto vales. 

Han institucionalizado el chisme y con la calumnia y el chisme juegan sus respectivas.

Pero regreso a Madrid y a Zapatero – por eso les llevan los demonios y ya les roen ya les roe por do más pecado había- les pega un baño en el parlamento al jefe de la desleal oposición.

 

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