2022-11-09

 

Vida y obra del Estebanillo González hombre de buen humor compuesta por él mismo

 

I

Cargar en España para descargar en Flandes… porque desestimando los hispanos lo bueno que encierra su patria sólo dan estima a las raterías extranjeras. Estas son frases de esta novela picaresca, la más completa, acaso la más ácida y desvergonzada, la de un soldado de los tercios viejos, aunque siempre procuraba hurtar el cuerpo a las balas alemanas o suecas o haciendo los más bajos oficios cuarteleros como ranchero o furriel, bien cargada la escopeta de donaires y estratagemas, pues nos dice que la misión de un soldado es sobrevivir pero en esta supervivencia afanosa el autor anónimo hijo de un converso va demasiado lejos criticando la heroicidad de aquellos militares al servicio del rey.

No cree en el heroísmo del Miles Gloriossus (su autor debió de ser un clérigo que conocía la obra de Plauto) el buen Esteban, pero se muestra tan ingenioso en sus salidas que consigue el perdón de su coronel, del almirante y hasta del verdugo, porque formó parte de la tripulación del maestre Colona y posteriormente en el ejército del Cardenal infante. Peinó el viento y fatigó las selvas, navegó todos los mares y combatió en todas las ciudades de Europa: Milán, Nápoles, Rocroi, Innsbruck, Viena, Brujas, Mastrique, Nimega, por más que siempre procurando cobertura en la retaguardia como marmitón o jefe de cocina en campaña. Su testimonio bufonesco y deformado-una furibunda diatriba contra los estragos de la guerra- fue recogido por los partidarios de la leyenda negra, parcialmente, y sólo en aquellos puntos que les interesan como tesis y antítesis, soslayando el aspecto libérrimo y tolerante del alma española en aquellas pavorosas guerras de religión. Guillermo de Orange por ejemplo no hacía prisioneros. Enemigo capturado, enemigo muerto. El Estebanillo no es la obra de un motolita cualquiera ni de un bufón. Hace una defensa de la fe católica desde la oposición a través de unos ojos aparentemente picarescos.

No era un tonto y parece bien informado aunque, de lo que se desprende de tanta correría que hacen del protagonista un mílite ubicuo, no pudo tener los dotes de la bilocación mística. La narrativa da la sensación de que se metió en batalla y que estuvo en todo el fregado, pero físicamente esto es imposible.

Las escenas de su novela parecen copiadas del cuadro de la Rendición de Breda, vista desde la óptica de uno de los más ínfimos soldados, de un mandria, que fue machacante de los sargentos del mariscal Espínola, ese que pinta Velázquez en la rendición de Breda.

 En todas sus hazañas se muestra indiferente a la adversidad, taimado, descreído, antisocial o poco solidario como se dice ahora[1][1] con las miserias ajenas y las propias, sucio y desnudo sin demasiada afición a la honra, la riqueza, los amores lo que la sociedad de su tiempo en tanto aprecio colocaba, resultando el bufón de corte (pudo ser también el enano de las “Meninas”) un místico en potencia por el desapego a las cosas del mundo, profeso de la orden de la desventura y de la Hermana Pobreza por único dios su propio pellejo, hábil y sutil en el manejo de la lengua, habla en germanía pero su español es de tal calibre que por lo acendrado del estilo supera a toda la novelística del genero, el Lazarillo incluido y los libros menores de Cervantes. No pudo ser testigo de tantas guerras ni andar metido en tantos follones, lo cual evidencia la habilidad del narrador para contar las cosas igual que si las hubiera visto. Tampoco cabe duda de su estampa autobiográfica.

El libro está escrito en primera persona pero ello también ocurre en el Pedro de Urdemalas atribuido al doctor Laguna. El médico de Carlos V nunca pudo viajar a Turquía. Cuando se lee este viaje para cuya escritura el autor recopiló mucha información y testimonio de personajes epocales en el lector cunde la impresión de que se trata de una vivencia personal, siendo todo imaginativo. Recoge la información de centones, habladurías, lo que se escribía y decía en aquella época. El siglo XVII fue muy hablador.

Aunque gallego de Salvatierra, desprecia a su patria con una frase que haría a más de uno del BNG llevarse las manos a la cabeza… no hay cosa más grande que no tomarse uno en serio a lo propio o que saberse reír de sí mismo… “antes puto que gallego”… “soy Estebanillo González y fui niño de las escuelas, gorrón de nominativos y llamador de molleras. Romero, medio tunante, fullero de todas las tretas, aprendiz de guisar panzas, soto alférez de cien banderas,”.

II

Se conjetura que su padre, un físico judío que curaba en la corte de Carlos V, que se retira a Galicia emulando al del Lazarillo que cera un soldado que regresa a Salamanca al disolverse su compañía. Parece el Estebanillo emular al Lazarillo, pero hay pasajes en los cuales la supera, dibujando un cuadro de costumbres de la época tan maravilloso, trepidante como desenfadado que hacen pensar en una cosa: que no en vano fue nuestra nación-España contra todos, decía Quevedo- el primer país del mundo de grato vivir y fácil amar, a despecho de las penurias y congojas de un galleguiño que marcha a Roma en busca de fortuna y en recorridos por el orbe ejerce todos los oficios: paje, escudero, estudiante, buhonero, cohén de una coaxca (burdel), monaguillo de un clérigo y ordenanza de un capitán de los tercios viejos. Es también anónima esta obra, aunque publicada casi medio siglo más tarde que la de su paradigma.

 El autor debió de ser, lo mismo que el de Lázaro de Tormes, o un cura rebotado a la delincuencia, o  un soldado de los del tornillo, esto es, desertores que acaba en galeras sentado en el duro banco del cómitre junto a los remos, la barriga llena de torreznos y de frascas del tonel, harto de vino y comiendo tajadas de raya y filetes de tiburón, en coloquio perpetuo con los atunes pues aquí una de tres o iglesia, mar, o casa real. Boga, boga, marinerito.

La escuadra castellana era temida a través de los siete mares. El protagonista conoció las tres bazas como seminarista en Alcalá, embarcado en la marina de guerra comandada por Antonio de Oquendo el que combatiera a los piratas ingleses que asolaban las costas de Cádiz. En un pueblo de Córdoba, estando un capitán de banderas “haciendo gente” después de su naufragio en el Golfo de las Yeguas[2][2] vio los fuegos de San Telmo haciéndose soldado de tierra en Arahal. El cabo o capitán de aquella compañía marchaba para Mastrique pero, como de los arteros se hacen los osados, volvió a desertar quedándose en el Potro de Córdoba de vendedor ambulante. Comió el potaje de frangollo[3][3] de los cuarteles, compartió tasajo bacalao y cecina[4][4] con la chusma de forzados.

Arreó mulas cerriles y cabañiles con los monteros de Sierra Morena. Fue lugarteniente de pobres, mozo de espuelas de un caballero santiaguista, galán de monjas y flor de conventos a cuyos muros se arrima en procura de la sopa boba. Lo mejor de la picaresca es lo que tiene de exagerado, de esperpéntico. No deja de ser más que una deformación literaria de la realidad como la novela negra o el western de invención anglosajona. Lo que ocurre es que aquí son más realistas y tratan los autores de hacer un poco de crítica social. La vida se vivía con mayor intensidad por tales fechas.

Esculpe un cuadro brioso de costumbres, un kaleidoscopio de la vida bajo el reinado de Felipe III y de Felipe IV cuando paradójicamente España se militariza y la gente viaja de modo constante. El imperio español era aun el mayor de Europa y no había sobrevenido aun el declive que con tanto tesón intentan adelantar los apasionados de la Leyenda Negra. El hambre y la penuria eran mayores en Inglaterra, los Nederlands o Francia, de donde llegaban todos los buhoneros de Madrid a vender baratijas y alfileres a la dama boba. Vualá. Pero esos no nos lo cuentan. España era el país más libre de la Tierra. El verdugo de la Torre de Londres no paraba de cortar cabezas y en Paris se organizaban a cada poco noches de San Bartolomé.

 Tardaría casi dos siglos más en ponerse el sol  de los Austrias pues en Flandes el  Apolo español calentaba a los hugonotes a conciencia, que para eso allí estaban los tercios del Duque de Alba. ¿Quién dijo que España estaba machacada? Con el cuarto de los Felipes nuestra monarquía alcanza su glorificación visto a través de la lente cóncava y convexa de un gallego cara linda y mucho donaire que decía de sí mismo ser un hijo de puta… pues antes puto que gallego.

 Hijo de padre desconocido que debió de ser un cura o un militar. Desde las orillas de Rivadavia se dirige a las riberas del Betis atravesando Portugal que seguía siendo español por aquel entonces y nos cuenta sus aventuras. Gustábale  el trago por cierto… “soy un cuba en Sahagún y en San Martín pellejo, piezgo y odre en Rivadavia, del de Montilla consuelo y al de Sacramenia no le hago ascos”[5][5].

Se embarca con la flota, se desembarca, es pícaro de costa[6][6]. Sube, baja, sale y entra del calabozo, pega alguna que otra cuchillada, participa en un duelo. La acción de la novela es un truculento vaivén que a veces marea o cansa porque las tretas y añagazas son siempre las mismas y no tan ingeniosas como las de Lázaro de Tormes aunque cuando engaña a los judíos de Ruana demuestra que no hay cuña peor que la de la misma madera. El episodio se parece al de los yangüeses del Quijote y al cervantino daca la cola, asturiano.

III

 El Esteban se hace pasar por el hijo de un portugués quemado por la Inquisición y se presenta en la sinagoga de Rouen a que le socorrieran, con unos papeles, y una redoma en que traía las cenizas de su progenitor que fue carne de hoguera, según les contó a sus “protectores” que al escucharles no paraban de soltar el guay y de hacer aspavientos de dolor, y hablándoles en su lengua les pidió ayuda. Pero la cendra era un pufo.  

Todos con el rabí a la cabeza aflojaron la mosca y le dieron junto con una bolsa de monedas un salvoconducto para que se presentase ante un “mercadante” de París, pues decía que iba a Viena a ver a unos parientes, recalando primero en la capital de Francia (¿No serían estas cenizas falsificadas un anticipo de la profecía del Shoah?) y les explicaba cómo se había quedado sin dinero, cosa imperdonable en uno de la tribu de Leví, pues al pasar por Pirineos fue asaltado por unos ladrones.

Los hebreos se mostraron conmovidos por la historia que les contara el portugués en ladino (toda una patraña) y le pidieron algunos de aquellos polvos para quedárselas como reliquias de mártir pero él dijo que no les podía dar más, que se le acababan y quería guardar alguna para sí[7][7], y ellos bendijeron al peregrino y cantaron la chemá[8][8]… el dio de Israel te de infinita gloria pues mereciste corona de mártir.

Con los veinticinco ducados que escotaron aquellos buenos hijos del profeta Moisés en la faltriquera y una carta de recomendación para el tratante de París, de su mismo gremio, Estebanillo tomó el olivo orgulloso y ovante… alegre de haber salido tan bien del encuentro con aquella gente que siempre engañan y jamás se dejan engañar. Según confiesa en un párrafo del capítulo más brillante y de una gran penetración psicológica sobre el carácter de sus hermanos de tienden a la exageración a montar el cristo, suspicaces y descreídos.

 Muy ufano se muestra de haberles dado el timo de la estampita con aquellas cenizas de un quemado por la Inquisición, reemprendió ruta. Mucha gente hoy en Europa, empezando por el ministro de Justicia. Gallardón debieran de haberse palpado la ropa antes de promulgar como dogma de fe casi escatológico un hecho que siempre será discutible y al que todo el mundo ha de decir Amen. Los polvos de este pícaro sirvan para evitar y prevenir tanta credulidad. ¿No estaremos aceptando una estafa histórica que destruirá a la religión cristiana y a muchas naciones?

No pudo ser más gloriosa su entrada en Paris con dinero fresco y la promesa de un empleo… cata Francia, Montesinos, cata París la ciudad, escucha cantar en ladino a los mercachifles prófugos de Sefarad.

El que le esperaba entre grandes reverencias, porque los informes no podían ser mejores, le puso a vender agujas. Pertenecía la tienda a otro de los expulsados de España que se llamaba Granados y por lo visto se sabía de coro el romancero y lo contaba por tierras ajenas para su consuelo de desterrado  con voces tan poco entonadas que resonaban por todo el faubourg de Saint Germain des Prés.

Los parroquianos se preguntaban unos a otros por el nombre del que cantaba y temiendo no iría a llover se decían:

-Nous aurions de la pluie, monsieur.

-Ah bon

-Tiens, ils sont içi les espagnols

-Deja?

-Oui

Luego se fue a ver al embajador de Felipe IV que se llamaba el Marqués de Mirabel, don Antonio Dávila y Zúñiga, gran diplomático supuestamente de la tribu de Abrahán pero bautizado por lo que alcanzaría preeminencias en la corte del francés que seguía curando lamparones todavía según nos informa el protagonista de esta novela[9][9]

IV

 Nos cuenta que en Cazalla (Sevilla) cada día cogía a un lobo por las orejas y a una zorra por el rabo[10][10]. Haciendo alarde de ese menoscabo de las cosas del mundo que caracteriza al pícaro y al místico (la honra, las riquezas, el nombradío, el abrigo, la salud, la potencia sexual, echar cinco casquetes en una noche toledana) no le da demasiada importancia a que lo tomen por cornudo, en Constantina tiene a un cabrero por amo el cual no se siente avergonzado de echarse a cuestas un cabrito de pitones considerables “a causa de ser el animalejo de buen tamaño”.

 En mística este tropo se denomina santa indiferencia y Sta. Teresa lo explaya en su célebre soneto “Vuestra soy para vos nací”.[11][11] Al sexo y eso que dicen el amor no lo tiene en mucha estima Estebanillo aunque tampoco lo desdeña, si a mano viene.

 La carencia de obsesiones carnales y de pasiones [la maté porque era mía] otorga al libro ese desenfado y donaire que impregna sus páginas, con dosis de senequismo, aguante ante las adversidades, estoicismo y hasta resignación cristiana, lo cual tampoco quiere decir que la satisfacción del apetito genésico no fueran en aquella época tan cabal como en la actualidad. O más. No había televisión ni luz eléctrica.

 El gran protagonista de la novela picaresca son Hambre y  Desnudez. Pues la pereza engendra pobreza y aquellos haraganes no pegaban golpe. Comer más que holgar era el primer objetivo… “vendí mi hijo de cabra por cuatro reales, aplaqué el cansancio con ostiones[12][12] crudos y camaroncitos con lima. Fuime a dormir a la calle La Galera donde hospedan de ordinario a la gente de mi porte”. Así entra en Sevilla persignándose pues al andaluz hazle la cruz. A la mañana[13][13] siguiente se fue a la Cartuja donde le dan de comer los hijos de San Bruno habas o frangollos y ración de brandevín (brande wine, brandy o coñac.

 La verdad es que los vagamundos de aquellas horas de imperio pudieron comer caliente y huir de los corchetes acogiéndose a altana en los refitorios  y claustros de los monasterios. Demuestra cuan ruin era la suerte que corrían aquellos pobres soldados, que, habiendo expuesto al tablero sus vidas por favor al rey,  en pago, los desdichados recibían no más que desdén; y en fatiga  pululaban por los caminos y trochas de media Europa como espectros, licenciados de las levas por mutilación, por deserción o porque expiró el contrato… Tocaban caja en esta villa para ir en corso contra el Inglés…De esta forma- el estilo es muy lacónico y desenvuelto en toda la obra- se nos narra cómo se apuntó el “héroe” al tercio y se fue a combatir a los herejes, más que por patriotismo, pues nos asegura que para él la bandera de Carlos V no era más que una sábana pintada, por la hambruna.

Iba al husmo de las perolas y del rancho del cuartel. Su capitán era don Pedro de Ulloa En esta primera parte se describen aquellos encuentros guerreros (autenticas sarracinas) de las guerras de Flandes. En la segunda parte del libro el autor se muestra menos escéptico, no rezuma su estilo tanta desfachatez ni tanto donaire. Porque segundas partes, y aquí ocurre al revés del Quijote, nunca fueron buenas. La trama sigue tejiéndose de embustes y fechorías contadas con no poco despejo y desparpajo. El tomo segundo es un buen cuadro de campaña para conocer las operaciones guerreras y asaltos en los que participaron los Tercios Viejos. Pero todo eso lo veremos después

 

24/10/2012


 



[1][1] Lenguaje de los hermanos, surgió con la guerra de las Comunidades, un lenguaje cifrado que por Cantalejo llaman gacería

[2][2] Era el espacio comprendido entre el Puerto de Santa María y Canarias temido por los navegantes a causa de sus temporales

[3][3] arroz con legumbres

[4][4] dieta casi exclusiva de los embarcados

[5][5] tres zonas españolas famosas por sus caldos

 

 

 

 

[6][6] los que desvalijaban las embarcaciones y robaban a los marinos cuando estaban borrachos o dormidos. Eran muy hábiles descuideros y carteristas. Eran del Gremio de la Ganzúa que también describe Cervantes

[7][7] yo como mostrando un poco de sentimiento, diles amplia comisión, reservando algunas de aquellas cenizas para mí pues perdí parte de dichos polvos en una tormenta que tuvimos en el Estrecho de Gibraltar

[8][8] plegaria hebraica

[9][9] se creía que el rey de España era exorcista capaz de expulsar demonios y el de Francia curaba la escrófula (lamparones) y las llagas del mal gálico o sífilis

[10][10] una buena borrachera

[11][11] Vuestra soy para vos nací ¿qué queréis hacer, Señor de mí? Dadme alegría o tristeza, dadme riqueza o pobreza, sol con nubes, sol sin velo… pues del todo me rendí ¿qué queréis, Señor, hacer de mí?

[12][12] ostras

[13][13] la palabra es de origen inglés


 

VOLVIENDO A LA GARRAFATINA

 

 

 




Me releo, consuelos de mis relecturas que son mis desventuras.  Una pena que todo este esfuerzo de mi redacción ininterrumpida caiga en baldío.  Palabras de desahogo que no llegarán a un oído y remembro la parábola del Sembrador.  Buena y mala semilla.  Pero, para semilla las cenizas de Agustín, mi primo que acaba de morir a los cincuenta años, polvo escondido debajo de las raíces fuertes de una malva.  Tirábamos y no las podíamos arrancar. ¡Cuidado, no te hagas daño! 

Sigo bajo la impresión de muestra nada y vuelvo a mascar garrafatina, los frutos de la acacia; garrafatina lo llamábamos. Eran las peladillas del pobre, algo con que entretener el hambre en las sesiones de cine los domingos sin merendar. Habas contadas. Se echaba como afrecho en el pesebre de los rumiantes. 

Garrafatina no es más que el fruto del algarrobo disecado.  Las que compraba yo a la Isabel la de la cesta viuda de guerra que paseaba su pobreza y sus churros, a perra chica, por el real de la feria por las fiestas de San Juan y san Pedro.  Ya no hay real en aquella dehesa boyal de Enrique IV por  Sampedro.  Plantaron olmos y han crecido.  Hoy hay un bosque,  camino de la estación. El cuartel de la GC sigue ahí; así con sus ventanas cerradas y la puerta mayor pintada de verde, el color del cuerpo de los beneméritos hijos del duque de Ahumada.  Garrafatina para todos. 

En la plazoleta de Santa Eulalia crece solemne el viejo almez.  Es el árbol de las catorcenas.  Sus ramas amparaban los gallardetes de las fiestas tristes con farolillo rojo, olor a fritanga y garrapiñada y estruendos de tiro al plato, y hasta me pareció escuchar los ejercicios de música de aquel dulzainero en el portal de una casa de Cantarranas donde planeaban las moscas.  La casa del hidalgo, el palacio de los Buitrago en ruinas, habitada por fantasmas dicen que en ella moró el Dómine Cabra, sigue con sus soportales sobre macizos intercolumnios de granito y un letrero en la ventana que pone: se vende.

¿Zabarcera señá Isabel adonde te habrás ido caminando con tu cestilla, hijo, hijo? ¿Y tus pendientes de aljófar aquellos que gastaban las segovianas, y el recuerdo de tu marido muerto en guerra, toda de luto por él y ¿por los que llevaron a presidio?  Mis vivencias de Segovia son puras.  

Luz de Segovia cromatismos inconfundibles, vida y recuerdos. ¿Dónde se han metido las chovas augurales anidando en las socarrenas de las murallas en cuyos sillares romanos estaba escrita en piedra alguna parte de nuestra milenaria historia?

Había una piedra augural frente a la casa donde yo nací dedicado a un tal Juvenal filio de Juvenalis, según el epígrafe,  dedicado a Júpiter por un tal Juvenal, hijo de Juvenal, cabe la puerta del Socorro. Miraba yo aquellas grafías, embelesado; que luego determinaron, para mi desgracia o suerte, mi vocación de latinista. Un poco más arriba crecía una mata grande de parietaria.  Todas estas sensaciones levitaran en la memoria y parece que estoy viendo salir una tarde de verano a un oficial de la IPS con una sonrisa de oreja a oreja de la casa de la Farela. Somos polvo y en polvo nos convertimos pero aquel alférez no había ciertamente echado polvos en el vino, pues los sulfitos marean y dan dolor de cabeza, sino donde corresponde, y como Dios manda. ¡Oh, gran pecador!  Y sin enmienda. 

Aquella casa misteriosa junto al convento de santa Isabel era fascinante como una mala tentación, contra cuyas puertas acorazadas de cinc los chicos de ayer arrojábamos pedradas. ¡Que sacrilegio!  Acantear al amor era ir contra la vida, pero, como entonces, decían que era pecado y que te ibas al infierno, pues eso: a cantazo limpio. Y a pesar de todo, las cigüeñas seguían machacando el ajo sobre los belvederes románicos.

¡Oh, Segovia de mis amores ciudad perfecta elevada en la cúspide con un aire inmarcesible, columna de la iglesia!  Sus cien torres son otros tantos misteriosos silogismos.   

Torre de san Justo y del Salvador y el cimborrio de san Clemente vigilan los días y las noches segovianas extramuros dando escolta a los cipreses detrás de la tapia del cementerio del Santo Ángel en otro cerro más allá de la carretera.  La muerte tiene su literatura y su sobrecarga por estos sexmos.  La muerte no existe. Es tan familiar a nuestros recios huesos que pasamos sobre ellas como de puntillas. 

Taller de recauchutados del pobre Quico Sabaté. ¡Cuantos se han ido!  Y Ramón el peluquero catalán que arreglaba a Cirilo Rodríguez en la barbería del Azoguejo y la señora Antonia su madre, aquella refugiada que vino de Lérida huyendo de los bombardeos de la batalla del Ebro, la que me lavaba la ropa.  Una resaca de emociones de versos, los que publiqué en el querido Adelantado, cuando lo dirigía Cano de Rueda. Torrentes de papel se arremolinan en mi memoria. Montones por los que andamos encaramados dando voces. Segovia en el recuerdo.  Segovia en el corazón. 

Voy a perderme por las tabernas de los barrios y en Cándido daré gusto a mis quijadas y despedir a todo eso que se va con besos al jarro. Y esto no es una figura retórica, quiero decir un cleuasmo, sino palabra de vida y de verdad.  Parapléjica actitud.  Os estoy mirando, años que se fueron.  Sic igitur ad astra, yo remozo mis clásicos.

 

carta desde Hull primavera de 1966 me compro la primera máquina de escribir quería ser literato

 


 

carta de Hull

30 de diciembre 1966

queridos todos. Acabo de comprar esta máquina con la cual os escribo. Sólo costó 12 libras muy barata. Estaba en un escaparates de rebajas y me dije ea quiero ser escritor pues necesito un arma de combate y una herramienta hela acá diréis que soy un derrochón pero no pude sujetar el impulso mi cuenta bancaria está aun en positivo me quedan 30 pounds para acabar el mes me he convencido que este es un buen puesto y se puede ahorrar un poco vengo a salir por unas 3000 pesetas y mantenido el alojamiento aparte puedo permitirme algún lujo como ir al cine y tomarme una pinta en un pub que llaman las llaves cruzadas lo único que pido es salud para ir tirando me alegra saber que estáis bien muchas gracias a Ponciano por su misiva veo que sigue tan particular e inteligente da gusto tener una familia tan buena. Te deseo, Ponciano, suerte en tus negocios de agente comercial colegiado he tenido un montón de cartas mucha gente me felicitó las pascuas.

Bueno

 



 

D. H LAWRENCE EL AMANTE DE LADY CHATTERLEY

 

El sexo carece de sentimientos no tiene piedad es una mecánica en la cual se impone el proceso de selección natural. Mucho gimieron los poetas exaltando la belleza de cristal de sus amadas amor cortés contra amor carnal estamos hechos del barro. En la amargura o la casualidad fuimos concebidos, y en medio de cierta asquerosidad del coito menstural , y entre esterores venimos y entre estertores nos vamos. Sujetos a la maldición biblica parirás los hijos con dolor que pesa sobre nosotros. Cierta amargura se siente cuando un escritor de categoría descubre la cruda verdad de esos "facts and figures" del caracter inglés, tan pragmático.

Sin embargo la explicación biblica acaso no sea suficiente. Se rompe el botijo hagamos cacharritos y a eso de los nueve meses... Eros y Tanatos van de la mano. Es una píldora dificil de tragar un hecho que deja sin palabras a los jueces a los moralistas a los sociologos. Se rompe el hiemen sin consideración alguna obedeciendo a los imperativos del instinto. Las religiones trataron de sublimar este hecho pero ya digo no es suficiente.

Impervida ante los sentimientos humanos la madre naturaleza no sabe ni contesta ante el llanto de los amantes despechados y la cosa acaba en los desastres que a diario presenciamos en los telediarios el crimen pasional.

El feminismo reduccionista puro y duro trata, asimismo, de obviar el axioma de que la hembra está hecha para concebir y parir aunque sea el sexo fuerte y se relegue al varón el papel de zangano de la colmena. ¡Pobre señor!

El Islam al abominar de la pornografía posee, dicen unos, una respuesta más contundente que el cristianismo frente a este hecho inelutable y aterrador a mi juicio el papel de madre y educadora y el puesto que ha de tener la mujer en el harén.

La destrucción de este equilibrio biológico mediante una liberación del erotismo incide en la depravación de costumbres y la degenaración de un país.

Un poco dura es dicha sentencia, pero todos estamos aquí a causa de un momento de pasión entre un hombre y una mujer. Tanto la anticoncepción como la represión del deseo- un verdadero derecho - o la manipulación exclusiva de la sexualidad como un instrumento de placer va contra natura. Sin embargo, no se le puede poner puertas al campo.

El amante de Lady Chatterly (auténtico novelón) fue un libro prohibido en Inglaterra desde su publicacón en los años 20 hasta 1961 cuando un jurado popular lo sacó del entredicho. Su autor estuvo acusado del delito de obscenidad.

D.H Lawrence tuvo que emigrar del país, se asentó en Nuevo Mexico. Casado con una alemana recibió todos los palos del Establishment. Le acusaron de nihilista, de bolchevique e incluso de fascista y de nazi.

Está por ver si tuvo alguna relación con  los facciosos de Morley o con Lord Haw-Haw, el locutor de Radio Berlín, que muriera en el palo por colaboracionista. ¿Fue un camisa negra? En realidad y cualquiera que sea la respuesta le cupo como destino la persecución que aguarda a los genios.

Su prosa alcanza alturas en el idioma inglés sólo superado por Shakespeare y es una deliciosa oferta de los sentidos por la acuidad y solercia con que maneja la lengua, al describir actos escabrosos, tanto en el habla clásica como en la dialectal porque la sociedad británica ha estado siempre dividida en clases sociales (arriba y abajo) y la prosodia de que le hace el individuo al expresarse le asigna un lugar en la sociedad.

Es por lo que no prosperaron allí a diferencia de entre nosotros los españoles donde se está tratando de dar vida a formas de hablar ya fenecidas como el bable el gallego, la fabla cataloaragonesa o el castúo.

Todo vale en ese intento revolucionario y oscurantista que trata de poner patas arriba un idioma tan bello y tan noble como el de Cervantes.

Para los británicos, en contraposición, lo vernácula es un signo de desprestigio social. "You have to speak proper English".

"Lady Chatterley Lovers´s" narra los amores de una condesa, Constanza (Connie), con el guardés, Oliver Mellors, de la finca de su marido, Clifford Chatterley, un acaudalado industrial propietario de minas en la región de los Midlands que regenta una mansión en Wragby Hall en el norte de Inglaterra. 

Connie y Clifford contraen matrimonio  en agosto de 1917. El novio es llamado a filas. Parte a la guerra de Flandes y es herido por una granada que le deja paralizado de cintura para abajo.

En las coordenadas del drama se conjugan el amor carnal y el espiritual. La impotencia convierte al protagonista Clifford en un tipo peculiar. Se desarrolla la parte anímica mientras queda anquilosado por la impotencia la parte carnal. Triunfa Lord Chatterley en las finanzas. Mientras su esposa, Connie, bella y elegante, se aburre en la jaula de oro.

Con tales prolegómenos ya tenemos cocinado el pisto de este plato fuerte y provocador servido en forma de fábula pero muy amarrado al presente; es evidente que todo aboca al adulterio. Encuentra la lady el amor con un miembro de la servidumbre al que va a visitar en su cabaña y vive intensos momentos de  delirio maravillosamente descritos por la solerte prosa de Lawrence. Epos y Pathos manos a la obra. Sin embargo Ethos o la fuerza moral se inhibe. Los Cielos muestran su rostro inescrutable ante las pasiones. No dictaminan una sentencia, no dicen si esa acción está bien o está mal. La naturaleza marcha de espaldas a la ética. Los predicadores desde sus púlpitos de mármol pondrán el grito en el cielo. E inútilmente se desgañitan. Bramarán los puritanos. Tendrá solución la cosa? Me parece que no. El ser humano no cambia mientras avanza el progreso y se dispara la carrera de adelantos tecnológicos.
El estudio de los personajes es perfecto lo que acendra el interés de la acción (cuando tomas el amante de Lady Chatterly entre las manos no puedes dejarlo hasta llegar al punto final y yo he vuelto a releer esta obra al cabo de cuarenta años y he visto plasmado en el libro episodios de mi vida e incluso de la sociedad en medio de la cual vivo donde el sexo de alto voltaje es una fuerza, la fuerza de la Red) de este texto profético que anuncia la llegada de un tiempo nuevo, la caída del imperio británico - Mellors sirvió en la India en regimiento de lanceros como teniente del ejército colonial - la irrupción de las masas embrutecidas que piden ser dominadas y sometidas a la férula de pan y circo y, sexo , por supuesto.

Por primera vez en la lengua inglesa se describe con todo detalle, sin caer en el barrancal de la pornografía, la mecánica funcional del coito, los lugares recónditos, el sexto ojo del cuerpo humano que no es lo que se dice muy estético, la exuberancia de falo.

Es esta obra un homenaje a Príapo en un intento por resucitar el sincretismo de las deidades mitológica. El autor nos revierte a los cultos ancestrales paganos y escribe sin rubor las palabras prohibidas en inglés pero que están a toda hora en el lenguaje de la calle en los chistes verdes o en los gags de los cómicos caricatos: fuck, prig, cunt, de forma triunfal, sin dar de lado a lo violento y sucio de los olores, las diferentes posturas que despiertan el sector oscuro y ninfomaníaco de la protagonista; la pasión viene de la mano de la curiosidad, ese morbo por conocer y experimentar. Eros y Tanatos son dos hermanos gemelos. Al caer en las redes de Cupido nos hacemos novios de la muerte.

Es un clásico, pero a este adalid de la literatura inglesa sus paisanos le negaron el pan y la sal.

La Iglesia de Inglaterra puso los libros de Lawrence en el Índice. Fue procesado por el tribunal Supremo bajo la acusación de atentar contra la moral y las buenas costumbres.

Parece ser que resulta un pecado para los cursis y eso de remar contra corriente de la ramplonería y el convencionalismo imperante descubrir la cruda realidad.

Si bien es cierto que Old Vailey levantó el interdicto hoy las obras de este tremendo escritor, nefasto para algunos, siguen en la alacena de las novelas raras y curiosas. El nombre de D.H Lawrence para los ingleses no ha podido resarcirse de los baldones y sambenitos que pesaron sobre él.

 

CON LA LEGION VII GEMINA QUE VIVAQUEABA EN SEGOVIA CONQUISTÓ CESAR INGLATERRA

 

"Gallia divisa est in partes tres quarum una..." remozo las traducciones de latin de aquellos años de puberes canéforas mirando para el manto blanco de la Mujer Muerta con el Raimundo de Miguel a mano y alguna chuleta entre los bolsillos del guardapolvo que consultaría cuando don Valeriano dirigiera la mirada hacia otra parte del aula.

En pie rezabamos el "Actiones nostras". Comenzaba la lección de prima, y Hactenus por orden del catedrático empezaba a escanciar los espondeos de la Eneida. Los versos del Mantuano que llevaban música interna, servían para acunarse en la mecedora de los clásicos, aprendíamos, enfrascados en su ritmo, impasividad y buen criterio, para contemplar la vida desapasionadamente y sin desmelenamientos, con sobriedad.

Así las cosas, el recuerdo de aquellas traducciones es un refrigerio de serenidad para estos tiempos de cólera que nos afligen.

Pero a mí el autor que verdaderamente me gustaba era Cesar. Más fácil. Más militar (en aquel tiempo leíamos tebeos del Coyote, Roberto Alcazar y Hazañas Bélicas).

Sus concisas narraciones son un acta, oficio, o diario de operaciones de un general que escribe el estadillo del día, un parte de guerra en el que se deja ver su genial sentido de la estrategia y su habilidad política para someter a la férula de Roma a aquellos pueblos que vivían siempre guerreando. Su fórmula geopolítica de "divide y vence" lo han copiado las grandes potencias que se reparten el dominio del mundo.

No era un loco; la baja del más humilde de sus milites lo sentía como si perdiera un hijo y no se embarcaba en aventuras descabelladas y sanguinarias, una estrategia de manual que han copiado los norteamericanos y que le faltó, por ejemplo, al general Zhukov, el conquistador de Berlín a lo "bestia" hace 71 años;  este  ruso con la pechera constelada de medallas permitió la muerte de muchísimos de sus soldados y no pudo contener los desmanes de la soldadesca para con los germanos vencidos.

El triunviro, antiguo sacerdote de Júpiter y pontífice máximo (102-44 a.c) era magnánimo en la victoria. Quizá por eso murió asesinado por su propio hijo.

Los libros de Cayo Julio Cesar nos describen de forma circunspecta, objetiva y desapasionada, hechos ocurridos hace dos mil años que poseen, al parecer, tal encanto y donosura que dan la sensación de haber salido de la pluma del autor justo ayer. Como la mejor crónica que despacha a la tarde un buen corresponsal de guerra.

Había frente a la casa donde nací en la calle san Valentin 4 una inmensa piedra de granito que debió de formar parte de los sillares del acueducto y luego sirvió para reforzar el mampuesto del adarve cuando la muralla fue reconstruida en la baja Edad Media.

En aquella gran piedra estaba esculpido un nombre: Iuvenal Iuvenalis y abajo ponía: "decurio".

Releyendo "De Bello Gallico" me ha venido la memoria la imagen empenachada del decurión de la Legio VII, que participó en la conquista de Inglaterra, y he pensado que bien pudo ser  segoviano aquel alférez que en el desembarco, el 64 a.c, de las legiones romanas, cruzado el Canal de la Mancha y a la vista de los blancos acantilados de Dover en medio de un temporal, alzando el lábaro SPQR, y, hecha una breve deprecación a los dioses, al objeto de impetrar su auxilio en tan ardua empresa, pronunció el siguiente parlamento, que yo traduje en clase de don Valeriano una tarde de abril de hace muchísimos años: "Saltad conmigo, soldados, no consintáis que el águila de Roma caiga en manos enemigas. Adelante por la Republica, por los dioses, y por Cesar nuestro general".

Toda la cohorte siguió a la bandera. No consta la suerte que corriera el intrépido alférez portando el romano lábaro ni el amanuense dice si sobrevivió en los choques con los ingleses, que eran aguerridos y que tenían un orden peculiar de pelea,  diferente a las demás tribus (hoy los británicos siguen yendo a su aire y conducen por la izquierda, miden en galones, no en litros, pesan en libras nunca en kilos) y que sorprendieron hace más de dos milenios a Julio César.

Acometían desde carros y se embadurnaban el rostro con la hierba glasto de color cerúleo que les da un aspecto terrible en las batallas. "No siembran trigo, se alimentan de leche, carne y fruta, van vestidos de pieles. Practican la poligamia y sus mujeres son comunes. Estos barbaros son más salvajes que los galos, los belgas, los helvecios y los germanos. Tal vez los más aguerridos" puntualiza.

Buena semblanza la que hace Cayo Julio de aquellos británicos, los cuales, como consecuencia de su conquista, se romanizaron (la lengua inglesa conserva mucho de la herencia latina en su lexicografía de más prestigio) profundamente hasta el punto de que el imperio inglés es un calco de la dominación romana en sus costumbres, en su amor al derecho, en la flexibilidad y al propio tiempo la dureza de carácter de los nativos, acaso también en el patriotismo de Britannia que dominó los mares.

Los romanos hubieran de emplearse a fondo durante tres siglos para extender su dominio hasta el sur de Escocia. Aquella región de Hibernia no fue penetrada por las legiones. Las últimas avanzadillas se detuvieron en Eboracum (York) delante de la famosa Muralla de Adriano.

Después de la Séptima hubieron de ser enviadas otras cinco legiones más, para someter a los ingleses. Toda una escuadra integrada por trescientas trirremes y ochenta naves onerarias para el transporte de la caballería, el grano y la impedimenta.

En un pasaje del texto se cuenta cómo el Senado aprobó la expedición de una remesa de caballos de Astúrica. Así como, trigo y aceite de la Bética. En subsiguientes tropas de refresco desde España, para la ocupación de Britania, fueron destacados honderos mallorquines (funditores), leñadores lusitanos y segadores de la Tarraconense, encargados de realizar la tala y acopio de la mies durante el cerco a las ciudades atacadas.

Mas yo creo que ninguna aportación fue tan valiosa como la de este anónimo decurión de Segovia.

Bueno será traer a memoria a Julio Cesar, aquel genio de la guerra, al que amaban sus soldados, que consiguió lo que nadie después de él lograría; ni Felipe II ni Napoleón ni Hitler: desembarcar en las Islas Británicas.

Por ende, hoy me acuerdo de aquel Juvenal, centurión de la Séptima, que pudo haber nacido en mi pueblo y se embarcó en la aventura de ir a pelear con los aguerridos y feroces "picti".

Su nombre sigue ahí esculpido a cincel en un lugar de la muralla -hoy aún la piedra puede verse-  cabe la Puerta del Socorro para orgullo nuestro y a la vista de generaciones de segovianos. 

 

Letanías y rosarios en Velabria

Con voz gangosa las mujeres recitando la letanía arrastraban la ese del ora pro nobisss. Resignación, fatalismo fascinología. Así llegamos al quinto misterio y luego de las tres avemarías las letanías lauretanas que otrora eran cantadas pero ese rito ya no se usa. Sus voces se asomaban lúgubres a las voces del crepúsculo. A  poniente un sol fucsia ponía arreboles sobre las eminencias de la cordillera nevada. Y en las cristaleras de las ventanas de la ciudad de Velabria había destellos de un día que se iba dejando atrás una paz infinita con la paz del santo rosario. Buenas noches nos de dios. Aquella devoción a la Virgen era lo único que se salvaba de una fe perdida

 

DIÁLOGO DE SORDOS ENTRE CUNCTANTER Y HACTENUS

 

MARIMANTAS CON FLORES A MARIA

 

Puestas a escribir libros que no paran en continua "katalexis",  las marimantas regresaron. El albero de san Isidro se nos ha llenado de fantasmas y ayer de oscurecida vi brillar entre los laureles los ojos fosforescentes, nictalopes del raposo, apretó el trote cochinero, al verme, y desapareció por las rendijas del gallinero de Manolo.

Las que no toman el olivo son estas fulanas de la caja estúpida, un incordio, bustos parlantes participando en todos los chous caldo de todas las salsas. Parece les dan cuerda,oye, diciendo las mismas vaguedades sin sustancia. Ya nos cansa tanta política.

Están al santo y a la limosna mientras yo me entrego a las auras de mi destino, lucubro, y paseo midiendo los pasos que hay desde el postigo hasta el zarzo. ¡No se puede ser tan feliz!

La zorra de anoche con sus ojos admirados de lince me escrutaba. Sonaba abajo en el valle un aire de flauta. Es mayo mes de las flores y no hay sabatinas pero yo llevo a la Virgen casta del Soto las flores recién recogidas: esa festuca gualda, las fragantes margaritas, humildes camomilas, enhiestos narcisos  y camelias, o el nardo, que cierra a la noche. Todo, como antiguamente.

La iglesia del pueblo está cerrada pero la bóveda celeste -voy pisando las estrellas- ofrece la inmensidad del horizonte para elevar preces. Venid y vamos todos con flores a Maria.

Ella es Mater Magna que camina en una carroza de piedra tirada por una yunta de leones, y que hollará el predominio en 625 líneas de las furcias mediáticas.

Esa gumia, sin descomponer el gesto, ni fruncir una arruga de su linda cara bonita y terrible, por fuera adobo y hermosura, y por dentro la pez de las calderas de Pedro Botero y de los hechos siniestros, es la vera efigie de la marimanta que hizo naufragar, con sus cantos sibilinos, los barcos de los aqueos al cruzar las sirtes. Alguien tendrá que conculcar la cabeza de la serpiente.  El mundo moderno es un perpetuo canto de sirena. Son muchos los que sucumben a sus embaucos y encantamientos.

Los faunos andan de vendimia, pero ellas ni caso. Las púberes canéforas marchan con el cesto a la cabeza a ofrecer incienso a Plotia en su pedestal en este mayo florido. Las Euménides aprietan el cerco y yo soy de los que busco refugio en el lauredal que por acá denominan loreiro. Hurto el cuerpo a sus embestidas de las moiras, que anda el diablo por Cantillana.

  - Otro toro que ese no vale.

Pigtail arenga a las masas. Es su hora. He aquí un descamisado, un pequeño burgués de nada, que amedrenta a las derechas con ganas de pisar moqueta, hijo de un ordenanza de Franco.

Don Tancredo hace la estatua y la Sexquipedal sigue sonriendo. ¿De qué sonreirá el ave zonza? Posa simplemente y dice siempre lo mismo. El poseo, no más, habitó entre nosotros.  Aquí todo es publicidad. Traiga, Haptenos, por favor, la máquina de retratar, una sonrisa para la prensa. Parlan por los codos estos tíos y estas tías, estos vascos y vascas. Y sólo se escuchan a sí mismos. Se conoce que el ego les dio un subidón.

  -¿Entonces qué?

  -Elecciones generales.

  -Salimos del Notejode para adentrarnos en las viejas suertes de Nosajodío.

Se me cansó la mano de echar papeletas en comicios que huelen a pucherazos. Nadie puede sacarse cartas bajo la manga, todo está pactado de antemano. Atado y bien atado. Han adquirido ciertos tics de Franco, mal que les pese, en sus ansias de perpetuarse en el poder; que no les quiten la poltrona. Hay que chupar cámara. La actualidad obedece a sus designios. El Coletas les va a hacer picadillo, trae consigo el salvoconducto de las Fuerzas Ocultas.

Ya digo: ronda el diablo por Cantillana. Conque, demos rienda suelta a los buenos recuerdos del florido mayo. Volvamos a la infancia, que el mundo está poblado de marimantas fantasmales, de novelistas del duerno, con ínfulas notables, de palomos cojos y de discursos, y ellas no nos vienen con papalinas, como las hermanas de san Vicente antiguamente, ni traen cofias ni tocas, se descocan y pululan por la red con el culo al aire, parecen yeguas salidas dispuestas a copular solamente con centauros.

Y, de paso, nos cuentan cosas atroces de hambres y masacres, crímenes pasionales del la maté porque era mía, melena al viento por la tele con cara imperturbable de no haber roto nunca un plato
  - ¡Qué moninas!

Dejemos, sin embargo, que las flores abran sus calices, todo se andará. Navegue Pigtail, perilla capruna por mascarón proa de su ambiciosa mamola, estrecho de pecho, y andares agambados, se desahogue clamando desde su escaño porque cuando canta el cuco una hora llueve y otra hace enjuto, y así estamos. Igual que los canes de Zorita, pocos y mal avenidos, pero, como gozamos de este tiempo florido mayo 2016 de cielos nubosos y horizontes pardos, nuncios del aguacero y de una feraz cosecha, porque en el Rocío, fiesta pagana, no se puede dar un paso entre romeros y romeras en traje de faralaes, charcos y sombreros, tendremos año harto de bienes. Ya lo dicen los ingleses "a good wet month of May good for the corn and hay". Está muy alta la hierba.

  - Y mira que decían como no llovió por febrero ni prado ni centeno. Lo que llueve ahora son urnas funerarias y comicios.

  - ¡Menudo lío!

  -No se apure, don Cunctanter, que más pasa un cornudo.

  -Dígotelo yo.

  -Pues a mí me quedan muchas dudas, amigo Hactenus. Sacrifiquemos esta tarde una oveja a los dioses y aplaquemos su ira. No hay que hacer caso de esa puta monja sor Florentina que anda por ahí tocando los palillos de nuestras desdichas. Las marimantas no hacen otra cosa que subir y bajar, asustan a los niños. Hacen el buz en sus tertulias de ensabanados, encaramados toditos ellos en sus televisivos púlpitos.

‎jueves, ‎12‎ de ‎mayo‎ de ‎2016