PRÓLOGO A LOS DE LA BLAU
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uchos de aquellos a los que va dedicado este libro no podrán leerlo. Duermen el sueño eterno al pie de cruces de abedul en el cementerio español de la Podveriedva, o han ido desapareciendo por turnos de la ley biológica. Ahí queda sin embargo, su gesta. Creo que se adelantaron al futuro. Constituyeron la generación mejor tuvo España en dos siglos y ellos, los de uno y otro lado de la trinchera, vivieron unos meses que cambiaron el mundo. Creo que su único delito fue el patriotismo, un patriotismo que hoy no se lleva en estos tiempos globales de pensamiento único y dirigido. Ellos eran puro espíritu cuadrado en poesía falangista y eran diametralmente soñadores. Es importante traer aquí el testimonio de Rodrigo Royo que vivió una experiencia amorosa con una judía de Vilna y creo que como Rodrigo todos. Ellos no habían oído hablar del Holocausto pero vieron el holocausto alemán, el holocausto ruso y el holocausto suyo- la agrupación divisionaria tuvo cerca de cinco mil bajas- a medida que avanzaban por la autopista que desde Minsk lleva a Moscú flanqueada por un paisaje monótono de campos de mijo y aldeas achaparradas con isbas cubiertas de techumbres de bálago. Muchos se preguntaban qué es lo que pinto yo en este lugar peleando en una guerra que no es la mía. Se estaba mejor en la Feria de Sevilla que en el frente del Este, por supuesto, pero ellos aguantaron el tirón, fusil al hombro y un libro en el macuto. No se olvide que era una generación literaria. Otro hecho incontrovertible es que ellos fueron elegidos para el dolor, para dar testimonio, y como cabeza de turco, una maniobra de despiste y de desgaste por parte de Franco que de esta forma ayudó a ganar la guerra a los aliados. Yo pienso que su sacrificio no sería baldío.
Otro hecho innegable es la importancia que tuvo nuestro país en el salvamento de millares de seres humanos durante el régimen del Caudillo, por más que sean refractarios a reconocerlos los historiadores revisionistas. El solar español se convertiría en lugar de paso y centro de acogida a multitud de prófugos. Ciertamente algunos como Walter Benjamín por un error no alcanzaron la frontera española y se suicidaron, pero en Barcelona funcionaba un hogar judío desde 1941 y el centro de refugiados de Miranda de Ebro fue el contrahaz a los Konzentration Läger o campos de exterminio (Mathaussen, Trebelinka, Auschwitz, etc). Otro hecho a destacar: Franco rechazó las leyes racistas de Nuremberg propuestas por Adolfo Hitler basado en los principios de la doctrina cristiana que reconoce que todos los hombres somos hijos de Dios sin distinción de razas ni de colores. Ciertamente, este amor hacia Sefarad no se vio correspondido.
En 1947 cuando la ONU a instancias del lobby judío norteamericano niega el ingreso de España en dicha organización, Franco va a sufrir uno de los mayores chascos de toda su carrera política. Pelayo García Olag encargado del departamento para Europa del Ministerio español de Exteriores reimplanta unas leyes de 1924 en el que el Reino de España – fueron redactadas por el famoso Doctor Pulido a fines del XIX- en que se reconoce la ciudadanía española a los sefarditas expulsados en 1492. Asimismo el ministro Jordana no cejó hasta su muerte en su empeño de salvar a israelitas perseguidos por la Gestapo. Y así sucesivamente. Somos conscientes de que este libro va un poco contra esa corriente animadversa hacia todo lo español tan en boga. La hispanofobia y el antisemitismo, según trato de explicar en este libro, tienen unos orígenes muy parecidos y nacieron en un contexto europeo de las guerras en los países bajos o nuestros continuos dirimendos e innuendos con Inglaterra y con Francia. Para los europeos, el Vaticano incluido, los españoles no sólo fuimos un poco judíos, sino también algo recontrajodidos.
Sin embargo, los hechos son ineluctables y como dicen los del Guardian de Londres facts are sacred, opinions, free.
Y fue el amor a los hechos lo que me impulsó a redactar este texto, por exhorto de un catedrático de la Fundación Francisco Franco de cuyo nombre no quiero acordarme. Han pasado veintidós años aquellos y al fin este documento denuncia, mal que les pese a muchos, podrá ver la luz. Aquí tratamos de abordar verdades, no hechos propagandísticos.
Antonio Parra
Cudillero
lunes, 11 de enero de 2010