FROMISTA
Me miro en el espejo y se me aparece el rostro de un capitel románico, el que llevo adentro. Los arcos fajones de la iglesia de San Gregorio sostienen la bóveda que se vino abajo y se me vienen al pensamiento, el altar profanado, las andas y bayartes donde transportaban a los difuntos, los peldaños de la escalera de caracol subiendo a la torre desgastadas treinta centímetros por las pisadas de los sacristanes de los siglos. El campanario sin campanas, las melenas se vinieron abajo o nos las robaron los franceses. Pisar de siglos. Rostros impertérritos. El obispo san Vicente que bendice pulgar y corazón erectos, dedos triunfales, imploro misericordia,
Señor, tú ya sabes, ya me conoces. Si quieres puedes curarme. La pila de agua bendita que era una piscina lustral para bautizar neófitos por inmersión. Yo nací en una ciudad medieval, fui bautizado en San Millán de Segovia bajo la mirada espectral de un Cristo descoyuntado.
Deinde, entiendo mejor el evangelio escrito en piedra y cantado por la filocalía de misas polifónicas, largas y reverentes a la hora de los gallos cantar. Kiries que suben al cielo en busca de redención y eternidad. La fe por el oído. Fides ex auditu. Es una melodía que no entiende la razón pero plange o convoca al corazón como una campana boleando eternamente.
Entiendo, pues por qué el Cid Campeador puso un icono de Nuestra Señora en el arzón de su caballo Babieca. La vida es cabalgar. La música llega de oriente a través de las letanías de un diácono. Señor ten piedad. Me horroriza que Satanás haya hundido sus malditas posaderas en la silla curul de la cátedra de san Pedro. Lo pasean en silla gestatoria. Tiene cara de asno, sólo le falta el bozal, las orejeras y el cabezal para ser aparejado. En la iconografía románica el papa es representado por una acémila o por un onagro salvaje que dispara coces y bendiciones.
Es la vera efigie de la hipocresía. El mal pastor que no cuida del rebaño y en Frómista bajo el tejaroz un burro aparece fornicando con un niño (horribile dictu) y un animal salvaje está pariendo por la boca a un ser humano. En los canecillos de la iglesia de san Martin de Frómista se estampa la homosexualidad execrable de dos monjes abrazados.
El mono representa la lujuria, el león a las pasiones que nos devoran, el burro a la clerecía y los obispos y la lechuza al pájaro de la noche, la sabiduría. Esta iglesia, supuestamente mandada construir por doña Mayor el 13 de junio de 1066, como donación por el alma, es una lección de moral y una Sagrada Escritura en piedra.
También pienso que es escatología del futuro advirtiéndonos de los peligros de la serpiente maligna. Suenan motetes gregorianos bajo la cúpula y un ángel de misericordia se pasea por el cimborrio. Abren la puerta de la predela dos arcángeles. Ese ir y venir de los siglos. Nacer y morir de las generaciones.
La culebra que repta y se enrosca al vientre de las mujeres para parir monstruos. ¿El feminismo? No, las feministas son machorras.
Yo mandaría a algunas de ellas que hiciesen una visita a este pueblo palentino que es la capilla del arte románico. La apostasía papal ya está anunciada en ese garañón que trata de fornicar con un adolescente.
El Interpuesto bendice a los emigrantes con los dedos al revés y clama desde los púlpitos convertidos en micrófonos, conminando a las mujeres europeas para que yazgan en ayuntamiento carnal con los forasteros negros que escupen las pateras y vienen con lo puesto.
El santo padre bendice a las mafias, pero nadie nos ha dicho quiénes son, ni cuantos ni de qué países. Una vaguedad intolerable cuando acá todo se señala con el dedo.
Yo creo que nos miran riendo a carcajadas desde esos canecillos de las impostas de los atrios románicos. Hablan con su lenguaje de piedra de la venida del anticristo. Francisco es un judío blasfemo.
23/09/2023