EL LAZARILLO FUE ESCRITO POR ANDRÉS LAGUANA
PRÓLOGO
"Vives semper vivas" y habría que decir "Doctor Laguna seas inmortal". Literariamente este médico segoviano que firmaba sus obras de Medicina y de Hierbas con el pseudónimo del "Segobiensis" era un emboscado que se disfrazaba con otros nombres de guerra para zafarse de las sospechas de converso, poniéndose a cubierto de los dicterios del cristiano viejo.
Uno de sus alias era el de Cristóbal de Villalón "Viaje a Turquía", obra de rabiosa, actualidad pero el "Lazarillo" no lo rubricó, igualmente, por miedo a la Inquisición.
El critico francés Marcel Bataillon demostró que "Viaje a Turquía" es obra de Andrés Laguna nacido bautizado y criado, hijo de un cirujano, en Segovia, y que está enterrado junto a la olma de san Miguel dentro de la iglesia del mismo nombre.
Del nido al ovillo, a lo largo de mis extensas veraniegas lecturas, he vuelto a las páginas del "Crotalón" y he encontrado sorprendentemente similitudes de estilo, de humor, de aventuras y desventuras entre los coloquios de un gallo y un zapatero en veinte cantos o capítulos y las acaecimientos narrados en "La vida del Lazarillo de Tormes, sus fortunas y adversidades" de autor anónimo. Tales coincidencias de forma no se dan, pongamos por caso, en las Crónicas de la Guerra de Granada o en la Propaladia de Diego Hurtado de Mendoza en quien la crítica histórica ha querido ver al padre de la novela moderna e inventor de la picaresca. Las desventuras de los personajes del Crotalón y del Viaje a la tierra de los turcos no sólo parecen las mismas sino que reaccionan igual y la trama parece seguir el mismo hilo conductor de resignación cabe padecimientos y contrariedades que les depara su escasa fortuna. Idéntica sorna, el mismo garbo y escepticismo. En todas ellas alientan la crítica a la iglesia oficial pero nunca al cristianismo y a las buenas costumbres. Son tratados de reforma y dentro de la sátira el lector se encontrará siempre con un sabor moralizante. A lo largo de los capítulos del Crotalón un cura al que por sus pecados los dioses (pues duro se muestra en sus sentencias inapelables Júpiter) lo condenan a andar a cuatro patas, primero, sobre las de un cerdo; luego en las de un asno y por fin en las de un gallo— el pobre clérigo adquiere la categoría de bípedo y se acerca a la idea de hombre aunque con pluma—. Este gallo de la quintana a lo largo de la novela dialogada no deja de aturdirnos con sus bocinazos. El Crotalón es una larga letanía alectoria, disuasoria y moralizante. Cantos del Barquero mientras el Lazarillo de la crónica del desamor de un pobre mancebo que sirve a muchos criados y acaba en galeras.
Micilo despierta a la parroquia con sus fuerte quiriquíes subidos de tono, propios de un erasmista, en crítica despiadada y, desapoderadamente, incisiva, a las relajadas costumbres de los clérigos y de las mujeres.
Esto es el crótalo, un instrumento de percusión que utilizaban las hetairas griegas. Música de castañuelas para el que las quiera oír. Alertando de su presencia a los eventuales clientes cuando pasaban por las calles de Atenas. Al guía del ciego le tocó hacer sonar las tablillas de san Lázaro.
"La Vida de Lázaro de Tormes" ha sido atribuida a Diego Hurtado de Mendoza, el autor de las "Guerras de Granada" militar y embajador en Roma que representó a España durante las sesiones del Concilio de Trento y en sus archivos se encontraron unos papeles con correcciones de imprenta a los textos de la gran novela picaresca, según demostró reciente la filóloga catalana Mercedes Aguilló.
Sin embargo, y sin animo de menoscabar su labor de varios lustros desentrañando papeles y escudriñando ligarzas por todos los archivos del mundo, y, sin deseo de entrar en polémicas, pues digo lo que dijo Sancho al tomar posesión de la Ínsula Barataria "desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano", a la investigadora catalana se le olvidó un detalle importante: obvió decir que Andrés Laguna era amigo personal, protegido y residente en su casa, de Hurtado de Mendoza, cuando fue nombrado médico de cabecera del papa Alejandro III. Casi con toda seguridad las correcciones que revisa son del texto del Lazarillo, escrita por su amigo. Pero la dio a los tórculos sin firma auténtica.
Es esta etapa italiana, su época de catedrático de Anatomía en Bolonia, la más productiva del Segobiense. Entonces fue cuando se decidió a escribir en castellano porque anteriormente el cúmulo de sus escritos los había vertido en latín. ¡Y qué latín y qué castellano, madre mía! Acre y rotundo como las hojas del árbol del picapica. Que así llamamos a los frutos de este arce que crece en las riberas del Eresma.
Volver al Discorides es (porque allí el lector se topa con plantas que curaban y hierbas que Laguna cuando era guaje recolectaba por las parameras de Tejadilla) reencontrarse con esa calidad y esa llaneza del habla de los segovianos del siglo XVI que siempre tuvimos a gala llamarle al pan y al vino, vino.
He aquí que este buen europeo y gran humanista "el segoviano errante" que recorrió las cortes de Enrique VIII, fue amigo de Erasmo en Flandes, galeno de fama reconocida en la Sorbona y catedrático en Bolonia, no se muerde la lengua.
Se alza como gran defensor de la fe católica frente a Lutero y postula una reforma de costumbres. Es un hijo de la raza, vástago de la estirpe, que alentó en nuestra ciudad. Su padre, que provenía de la aljama de Burgos fue bautizado por el capellán de la Reina Católica. Yacen los restos de Laguna con los de su padre Lucas Fernández Laguna en un capilla de la iglesia juradera de San Miguel junto a la Plaza Mayor. Toda su obra está empañada de un tinte profético. El "Viaje a Turquía" plantea temas de hoy cuando Turquía vuelve a situarse en candelero de actualidad.
En ese libro analiza el autor las costumbres otomanas sin haber pisado jamás las calles de Istambol únicamente exhibiendo las profundidades de sus conocimientos librescos. De la misma forma, se conserva otro texto que redactó en latín " Europa Heautemtimorumenos", (el que a sí mismo se auto flagela) glosando una comedia de Plauto, donde los personajes tienen la manía de atormentarse a sí mismos podía formar parte de los debates que entablan ahora los tertulieros acerca del Brexit o la amenaza yihadista. ¿No es este un mensaje para los europeos de 2016? Adonai concedió a su pueblo el don de profecía y el amor a la ciencia a través de los universales y la palabra. Tal vez el Sion de ahora tenga poco que ver con el de los profetas pero estos son enigmas de la historia y doctores tiene la Iglesia que diría el P. Astete. Por ahora bástenos saber y tengamos por cierto que el Lazarillo, inmortal sátira y todo un galardón de la mentalidad picaresca de los españoles, fue seguramente escrito por el galeno de Segovia que murió relativamente joven a los 58 años, fue protomédico del emperador Carlos V y dedicó sus libros a Felipe II. Soy consciente que estoy sirviendo a mis lectores toda una "bomba" que estallará entre mis manos y herirá los sentimientos de esos muchachos de buena crianza, de esos caciques culturales que en el mundo de nuestras letras, disimulando su pereza mental o su impotencia y su fracaso, pues acostumbran a caminar por senderos trillados, conque se rasgarán las vestiduras al ver mancillada su sensibilidad autoritaria. Mansuetos personajes. Mandarines de la literatura. Me van a disparar con bala. Sé que no soy santo de su devoción, por impolítico, y a redropelo de sus creencias venerables, pero a mí siempre me gustó ir a mi aire. Escotero. A pecho descubierto lo que es muy peligroso en un país aquejado del morbo visigótico que es la envidia. Yo nunca me hice de los godos y me hice pasar por lo que no soy, como el Guzmanillo al cual mantearon en Génova por hacerse pasar por hijo de un grande de España. Yo he sido siempre un "slinger" un "freelance" durante mi vida profesional que fue el periodismo. Cierftamente, el Lazarillo de Tormes, si se cotejan los giros, el donaire y las similitudes en lo formal y en la carga conceptual, en el mensaje, se comprobará que ambos textos nacieron del mismo nido y volaron con las mismas plumas. Existe entre estas tres obras: —Lazarillo, Crotalón, Viaje a Turquía, — una anónima, y dos seudónimas, sorprendente paralelismo
CAPUT I
ANDRÉS LAGUNA, AUTOR DEL LAZARILLO. POR CINCO RAZONES
Uno de los enigmas de la literatura castellana es la autoría de la gran novela que inaugura el género picaresco. La cual no fue suscrita por razones aducidas anteriormente pero la crítica moderna a través del erudito francés, Marcel Bataillon, identifica a Andrés Laguna con Cristóbal de Villalón que fue el autor de Viaje a Turquía. Y demuestra con rotundidad que eran la misma persona. A su vez, la archivera barcelonesa Mercedes Aguiló, y que vive desde hace años en el Puerto de Samtamaría trabajando en el archivo de la Duquesa de Medina Sidonia, atribuye la paternidad del Lazarillo a Diego Hurtado de Mendoza embajador del emperador Carlos V en la Santa Sede, basándose en las correcciones a una copia u original del texto que parecieron sin firma en el archivo de Bolonia. Esta investigación, tan meritoria como exhaustiva, a nuestro juicio la consideramos errónea, porque no se tiene en cuenta que el escritor y médico segoviano autor de otras obras tan señaladas como el Dioscorides, vivía en la casa de Don Diego en calidad de cirujano y medico del Papa.
1.- El estilo del Lazarillo está muy lejos del de las crónicas sobre la guerra de Granada de Hurtado de Mendoza, un libro circunspecto y de tono elevado aunque de un gran valor histórico porque refleja la pugna de la corona de Castilla para someter a los moriscos. 2.- Sin embargo, en la forma de redactar y en la riqueza expresiva y por la propiedad de su lexicografía, Lázaro de Tormes habla de una forma casi paralela a como se expresa el Gallo Micilo en el Crotalón o en el mismo tono desenfadado del narrador del Viaje a Turquía. 3.- Se trata de tres obras escritas en castellano como divertimento a las sesudas observaciones del Dioscorides sobre medicina, nociones farmacológicas y anatómicas, sin olvidar sus andanadas contra la corrupción eclesial, que Andrés Laguna dio a la estampa en latín, publicándolas en Amberes, Londres, Bolonia y Paris. 4.- El Crotalón y el Lazarillo ponen en solfa las ideas erasmistas y de reforma de la iglesia anterior al concilio de Trento a cuyas sesiones asistieron Diego Hurtado de Mendoza como embajador pontificio y Andrés Laguna en calidad de facultativo de cabecera de Su Santidad. 5.- Si Lazarillo sirve a un clérigo, a un buldero y a un hidalgo, Micilo entra como fámulo en el palacio de un obispo que le ordena de presbítero: "cansado de esta miserable y trabajada vida, fuime a ordenar para clérigo, después de haber sido mozo de ciego. Gané su voluntad con seis conejos y otras tantas perdices que llevé al provisor, y, ansí, mascando un Evangelio que me dio a leer y, declinando al revés un nominativo, me pasó. Le dijo al escribano que me había de ordenar: andai que es pobre y no tiene para vivir"... "Y elegí ser sacerdote que es gente sin ley... mi padre me encomendó como criado y monacino (acólito) de un capellán que servía un beneficio tres leguas de acá... En ninguna cosa muestran estos capellanes ser aventajados sino en comer y beber en lo cual no guardan tiempo ni medida ni razón. Con él estuve dos años que me enseñó a malhacer y malpensar y mal perseverar. A leer me enseñó lo que él sabía, que era harto poco, y a escribir una letra que parecía sino era arado el papel con patas de escarabajo. Yo era buen mozo de quince años y entendía que, para no ser tan asno, como mi amo, debía saber algo de latín. Y ansí me fui a Zamora a estudiar alguna gramática" (Argumento del IV Canto del Gallo.)
Compárense estos párrafos con alguno que aparece en los capítulos del Lazarillo, y se comprobarán que son identitarios, tanto por el donaire y desenfado de la sátira, como su acerba critica a los curas disolutos. Existe un parecido sorprendente. Parece un libro de hoy. Sin embargo, y a vueltas tras de lo mismo, el Lazarillo fue atribuido a otros literatos. Uno de ellos fue un franciscano de Alcalá, el cual siguiendo la tradición de la época como ocurrió con el Cervantes de Avellaneda, el Marcos de Obregón de Espinel y el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, los cuales todos ellos tuvieron continuadores de alubión, aprovechando el tirón de popularidad que alcanzaron dichos textos en la España del siglo de Oro, voló sobre estos textos el cuco, robándole los huevos a la madre verdadera bajo nombre supuesto. Del franciscano de Alcalá se sabe poco aunque dentro de las posibilidades del refrito es de un tenor donoso. Porque los españoles somos todos un poco criaturas hechas a la medida del Lazarillo
“La caridad subió al cielo y quedamos a medias noches… ay, Lazarillo, que el gran secreto para vivir mucho es comer poco… si esas tenemos, mi amo, yo seré inmortal” son frases que suenan en mi memoria y el eco de la voz gangosa de aquel canónigo don Tirso que nos daba preceptiva literaria en el seminario de Segovia y no se oía una mosca cuando él con no poca facecia y mucha vivacidad nos leía pasajes de esta obra inmortal al final de la clase. Aun resuenan los dictados rotundos y compasivos entre la crudeza y la compasión del espiritu nacional y ese carácter gnómico y senequista que caracteriza a los españoles. Que todos somos hijos del Lazarillo, que es tanto como decir "de la piedra". Un poco santos y pecadores. Galloferos e inocentes más que un cubo. Piadosos y descreídos, a medias entre don Pedro el Cruel doña Juana la Loca y don Enrique el de las Mercedes o don Enrique el Impotente que debía de ser un tío imponente. A su vez, tacaños y de una irritante generosidad y un poco parecidos por lo estirados y solemnes que ese hidalgo de Toledo (el tercer amo), quien, para disimular que comió, se espovoreaba una cuantas migajas de pan sobre la pechera, pero también follones y truculentos, crueles y misericordiosos a un tiempo, matasietes y valentones entre nosotros y cobardicas con el extranjero, pero un pueblo vital, casta de hidalgos y de truhanes; todo al de por junto. Escépticos y a veces demasiado crédulos. Por eso nos engañan y acabamos luchando contra los molinos de viento. No tenemos cura. La obra escrita el año 1525 cuando entre el emperador Carlos V en Toledo retrata el carácter y la vida en Castilla la Nueva, tierra de conversos. Ya lo advierte, cuando al cabo de la calabazada contra el toro de piedra a la entrada del puente del Tormes en el dialogo entre el ciego y su escudero, cree escuchar adentro en la barriga del buey el sonido de las olas del mar y atienta los cuernos que le han de acompañar toda la existencia. Son su sino pero, para curar las heridas de aquel cabezazo, el maldito ciego con sopilla utiliza el vino como ungüento. Otro vaticinio. A veces un vaso de buen clarete sirve de bálsamo a las puñaladas que da la existencia y van dejando un poso en el alma.
El héroe a redropelo de la crudeza de su primer amo, no le guarda ningún rencor puesto que le está reconocido y lo tiene por maestro ya que las consejas, avisos y refranes del ciego le sirven para graduarse en la universidad de la vida. Lázaro de Tormes representa a la España de los de abajo, el hombre común sin alcurnia, que será un sempiterno aprendiz de la sabiduría de la calle, lo que denominan en Manhattan street wisdom. Sin embargo tiene que vengarse de su primer amo por el coscorón del puente y el golpe brutal que lo deja desdentado, cuando, ingeniándosela con el vino, perfora un agujero en el jarro que tapa con cera y absorbe luego absorve el tinto interior mediante una pajilla. En medio de sus transportes etílicos cuando estaba probando las delicias del paraíso de Dionisio con la mano del ciego que le estampa el jarro en la cara ve las estrellas y baja a las cavernas infernales del Leteo. Era una técnica de la pedagogía medieval utilizar el dolor y la burla como medio de aprendizaje. La letra con sangre entra. Lo veremos en el Buscón, en Guzmán de Alfarache, en el "Donoso" de Alcalá, en Espinel y en todos los autores que han cultivado la novela picaresca, un género autóctono español. Al pobre zagal se le quebraron a causa del golpe un colmillo y un par de muelas. Ir por lana y quedar trasquilado. Beber a morro y quedarse sin dientes:
— Lázaro engañado me has
—Tío, no oliste el poste como oliste la morcilla— contesta el infuriado. Ahí te quedas.
Era la venganza. Así que deja tirado al mendigo en Escalona en medio de una tormenta. Llovía a mares y había que buscarse la vida.
Protagonista de este maravilloso librito, una verdadera joya historico-literaria y una obra de arte, es el hambre y la carestía en que viven los españoles en su tiempo más glorioso. La acción pivota en torno a las andanzas de un hijo de la piedra o un hijo del arroyo porque literalmente nació a orillas del Tormes de una pobre mujer que, muerto su marido en la batalla de Orán en 1510, ha de azotar la calle teniendo que amancebarse con un negro del que le nacería a Lázaro un hermano mulatillo. Los golpes y los desengaños que da la vida marcan el contrapunto a la trama que es una crónica de desventuras que han de ser aceptadas con paciencia y resignación cristiana pero sin desesperar y sin perder el buen humor y esa zumba o mala sombra que tienen los grandes libros escritos en castellano: El Quijote, el Buscón, El Libro del Buen Amor... todos ellos andariegos y de y de trato ambulante. El genio castellano se nos mostró siempre peripatético Su autor va haciendo circular el espejo a lo largo del camino. La ruta es de Salamanca a Toledo con paradas en Escalona, Méntrida, Borox, Torrijos. Se nos dice que los toledanos son más ricos que los castellanos pero menos limosneros.
Se hace una critica de la Iglesia y de las costumbres de la época. El siglo XVI a decir de los historiadores fue el del amor pero aquí falta mucho de eso y sobra gazuza. En el instinto de conservación del ser humano lo primero es atender a las necesidades de alimentación. La reproducción es secundaria o se da por sobrentendida. A él solo acceden los poderosos, los que han la barriga llena o tienen derecho de pernada, los poderosos y no se daba importancia a lo de ajuntarse con fembra placentera por el relajo y la tolerancia de costumbres. Más difícil era haber mantenencia que buscar coyunda. Tampoco hay paisaje ni descipciones galantes pero sí bastante propospopeya y prosopografía (descripción de las caras de los personajes que aparecen.)
Esa es la primera conclusión que sacamos de la lectura de esta novela donde no hay sexo y la trama es la aventura. Todo sucede un poco a la buena de Dios. Su último amo un arcipreste probablemente de Talavera le obliga a casarse con su sirvienta la cual había ya parido del cura tres veces. No hace el pobre desdichado ascos a cargar con la manceba del presbítero con tal de tener un lecho donde guarecerse y comer caliente, olvidándose de su honra y las hablillas de qué dirán aun teniendo que pasar “algunas malas noches en vela esperando a su mujer que no salía de la rectoral hasta los laudes” cuando inician el primer reclamo del día las alondras. De esta forma tan sutil indica el género de vida que llevaba su parienta: era prostituta. Tuvo que poner oídos de mercader a las murmuraciones y dar de lado a “sospechuelas” —más que sospechas hechos irrevocables— y cantar aquello de:
—Uvas tiene uvas tiene la parra del cura; uvas tiene, a ver cuando maduran.
Cuernos van y cuernos vienen y se acuerda lo que le dijo el vil ciego cuando le sacudió la morrada contra el cornúpeta de Salamanca y comprendió cuál sería su destino. Pero más cornadas da el hambre. Él sabe reírse de su infortunio. Esta actitud en aquella España de alcurnias donde la honra era más importante que la vida debió de sonar a herejía pero con el “Lazarillo de Tormes” se está iniciando la novela moderna
El libro parece planteado para un recorrido más largo y muchos más capítulos. Después de abandonar al mendigo invidente la acción se precipita y algunos capítulos como el del mercedario muy andariego ya que “gastaba más en zapatillas que todo el convento” quedan cercenados o de vivo intento o por miedo a la inquisición. El autor conocía bien la vida y milagros de las órdenes mendicantes, muy cuestionadas a la sazón y que causarían muchos desvelos al cardenal Cisneros. De esta orden saldrían un grupo de predicadores que iban por los pueblos atacando la corrupción de costumbres y pregonando que el emperador Carlos V era el anticristo, un movimiento comunero reformista que cala en el clero regular sobre todo en Segovia y en Toledo donde Bravo y Maldonado fueron los cabecillas de aquel movimiento, instigado por los Mendoza, una familia de nobles conversos. Ellos fueron los patrocinadores en la corte de los Reyes Católicos y del emperador Carlos V, los que arroparon a los judaizanes. Laguna se encontraba en el cupo de inelectuales protegidos. El Lazarillo fue escrito, insistimos, después de la derrota de Villalar y se nos recuerda que el padre del protagonista fue muerto en Guelbes por lo que debió de formar parte de la expedición a Argel de Cisneros. Una guerra interna estalló en los conventos franciscanos, los claustrales relajados y los observantes más estrictos de la Regla del de Asís que arremeten desde el púlpito contra la simonía, la crueldad, y los embustes de los curas de aldea. Esto explica por qué Lazarillo al clérigo de Maqueda nos lo describe como mucho más bestia y taimado que el propio ciego “Escapé del trueno y di con el relámpago”. El personaje es un anticipo del Domine Cabra quevediano, avaro, vil, desconfiado, hipócrita (el pasaje en que cuenta los bodigos mientras canturrea responsos o celebra misas porque era de los que hay que estar al santo y a la limosna es uno de los pasajes más hábiles y castizos de toda esta crónica de desaires) de malas pulgas y peor trato. Lázaro consigue burlarle fabricándose una copia de la llave que abre el arcaz donde el miserable guarda sus bodigos todos contados y bien contados pero con tan mala suerte que la llave que se introduce en el paladar lo delata una noche al roncar y hacer pasar el aire por la llave que se convierte en un delator silbido. El cura cree que es una serpiente contra la que quiere descargar tal golpe que deja muy maltrecho y quebrantado al pobre fámulo. Éste se consuela con algunas reflexiones filosóficas nos cuenta Lázaro pues la novela está escrita en primera persona —senequismo hispano— “cuando la desdicha ha de venir por demás es diligencia”; esto es no se puede luchar contra el destino inevitable. Otro detalle: el cruel sacerdote al despedir a su sirviente por robarle el pan del arca hace la señal de la cruz “como si yo estuviese endemoniado”. Debía ser el párroco de Maqueda poco caritativo. Humanamente nada fiable y en lo social poco recomendable. El religioso reformista que lo da a la estampa por encima de las pendencias y trifulcas entre observantes y claustrales que conmueven a los frailes menores en aquel entonces. A lo largo de sus capítulos realiza un atestado y una diagnosis sobre la Castilla del XVI poco antes del Concilio de Trento y la contrarreforma, uno de cuyos focos de irradiación es la ciudad del Henares en la cual se graduó el Doctor Laguna. También Segovia comunera. Por sus páginas desfilan alguaciles, verdugos, porquerones, corchetes, curas de misa y olla, bulderos, maravedíes, blancas, echacuervos, del hambre y el frío que pasaban en aquellos pueblos, quebrando el ojo al diablo a lo mejor cada quince días en ayuno perenne, de putas, mesoneras, bodegueras, turroneras, de ensalmadores, hidalgos de gotera que no tienen donde caerse muertos.
Se nos habla de sisas, embelecos, advertencias, alusiones a Plinio pero tambien de recetas culinarios como era el moreto o almodrote (queso, ajo, aceite que se echaba en las salsas) de las espadas de Cuellar, y de visitadores corruptos que predicaban la santa cruzada y prometían la vida eterna y la exención del ayuno a cambio de dineros. La fe sin obras que proclamaba Lutero. Ante la mirada del autor pasa todo un pueblo. Y traza un retablo de crítica social desde la óptica del donaire. Al que le atañe el dicho de jodidos, bien requetejodidos, gente enrevesada de moriscos cristianos judios y contrajodidos pero contentos. La prosa del libro de fácil lectura aún a día de hoy alcanza los mayores registros del castellano y es inimitable tanto en su aspecto exterior o forma como por su garbo interior o contenido, que es la clave del libro.
Hijo de padre soldado y madre puta a lo que se ve el inmortal protagonista fue uno de los muchos huérfanos que dejaron las guerras de religión en Europa. Se adiestró con el ciego, aprendiendo las mañas de la calle, el arte de la supervivencia y la maldad. Iban pidiendo por los descampados, sentándose a la puerta de las iglesias donde su amo que se sabía más de cien plegarias, recitaba la oración del Justo Juez a la puerta de las catedrales, siendo recompensado por los alardes de su voz gangosa y ojos moribundos. Y mucho te quiero poquito, pero de pan poquito. Reciten vuesas mercedes la confesión general que yo las encomiendo a las Ánimas
De este libro la protagonista es el hambre. Sabemos que en Toledo vivía gente la más rica de Castilla pero era poco limosnera. El mendigo y su acompañante se hartaron de uvas en Morox (Almorox). Vid, vida. Se sentaron al borde de un camino en este pueblo de nombre moro y se dieron un atracón de pintonas valencianas y hasta agraces haciéndole un corte de manga al Profeta que prohibió a los devotos del Corán que se abstuvieran del fruto de la vid.
El Lazarillo de Tormes no es tan sólo una crítica contra la Iglesia sino un canto a la libertad, a la alegría de vivir vagando por las suertes de Castilla, aceptando con resignación los sinsabores y amarguras que deparan los viajes a ninguna parte. Por mis maldades me vinieron no pocas persecuciones, reconoce el mozo. Busca consuelo por las tabernas y las cicatriceras o cantineras que venían jubiladas de los tercios viejos. Estas santas mujeres curaban a los esforzados mílites de los males del alma y las necesidades del cuerpo. Por otro nombre se las conocía como soldaderas. Estas bravas hembras de la raza iban al frente y compartían las miserias, los sufrimientos, los piojos de la inmortal infantería española, siendo mujeres de todo, mitad esposas mitad hermanas. El lector irá al encuentro de los barracheles fementidos, enemigos de aquellos pobres licenciados de los Tercios Viejos. El barrachel era el corchete mayor en las villas castellanas, el jefe de los alguacilillos... Narra los naufragios y surge aquel portugués que en medio de una tormenta cuando la galerna rugía y la nave daba bandazos, llevando consigo un saco de nueces. Se las comió una a una y dijo:
—Será la última de mi yantar.
“La caridad subió al cielo y quedamos a medias noches… ay, Lazarillo, que el gran secreto para vivir mucho es comer poco… si esas tenemos, mi amo, yo seré inmortal” son frases que suenan en mi memoria y el eco de la voz gangosa de aquel canónigo don Tirso Rodao, que nos daba preceptiva literaria en aquel viejo caserón del Seminario de Segovia, y no se oía una mosca cuando él con no poca facecia y mucha vivacidad nos leía pasajes de esta obra inmortal al final de la clase de Preceptiva Literaria, poco antes de bajar al refectorio a desayunar (¡qué hambres, Dios, cuanto dolor de tripas!) resuenan rotundos y compasivos entre la crudeza del espíritu nacional y ese carácter gnómico y senequista que caracteriza a los españoles.
Que todos somos hijos del Lazarillo. Un poco santos y un poco bellacos. Galloferos e inocentes, más que un cubo. Piadosos y descreídos, a medias entre don Pedro el Cruel doña Juana la Loca y don Enrique el de las Mercedes, tacaños y de una irritante generosidad y un poco parecidos por lo estirados y solemnes domines, imitando a ese hidalgo de Toledo (el tercer amo) que para disimular que comió se echa unas cuantas migajas de pan sobre la gola; pero también follones y truculentos, crueles y misericordiosos a un tiempo, matasietes y valentones entre nosotros y cobardicas con el extranjero, pero un pueblo vital, casta de hidalgos y de truhanes todo al de por junto. Escépticos y a las veces demasiado crédulos.
Por eso nos engañan los extranjeros y acabamos luchando contra los molinos de viento. No tenemos cura. La obra escrita el año 1525 cuando entre el emperador Carlos V en Toledo retrata el carácter y la vida en Castilla la Nueva tierra de conversos. Ya lo advierte cuando al cabo de la calabazada contra el toro de piedra a la entrada del puente del Tormes y el escudero cree escuchar adentro en la barriga del buey el sonido de las olas y atienta los cuernos que le han de acompañar toda la existencia. Son su sino pero para curar las heridas de aquel cabezazo el maldito ciego con sopilla utiliza el vino como ungüento. Otro vaticinio. A veces un vaso de buen clarete sirve de bálsamo a las puñaladas que da la existencia y van dejando un poso en el alma. Por ejemplo, en El Estebanillo que es hermano gemelo del anónimo Lazarillo aprendemos que de una borrachera estuvo 40 horas de ayuno, dos días pues de resaca sin bajar al refectorio.
El mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo. “Hijo, Lázaro- dijo el ciego- sé que no te he de ver más”. Así fue. Ahí te quedas. El guía del pordiosero se vengó por lo del cabezo y el golpe del jarro que le rompió tres dientes. Lo abandonó en el paso de un río a merced de la corriente.
—Morra Marta e morra farta.
Este pasaje es lugar común en las novelas picarescas. Mateo Alemán, El Estebanillo y Marcos de Obregón lo mencionan. La novela picaresca es una novela de aventuras al revés. Libro de infortunios inspirados en las penurias que los galeotos y otros condenados han de padecer. Tormes en las mismas circunstancias de navegación en borrasca da cuenta de una pipa de moscatel que llevaba el barco en la bodega. La resaca le duró dos días. Muera Marta y muera harta. Si hay que ir al trasmundo vayamos alegres y contentos con el vigor que infunde en el cuerpo la malvasía de un tonel. Náufragos, derrotados de la vida que se alistan de romeros a Compostela. La peregrinación era una forma de picaresca. Contra ella arremete Pedro de Urdemalas en las primeras páginas del Viaje Turco" el camimo real que lleva al cielo son los diez mandamientos y cumplir la Ley de Dios a maza y escoplo".
Muchos de ellos acabarían con la pihuela a los pies con la tralla del rebenque ululando sobre sus cabezas, la voz de los cómitres y los porvidas del arráez. Cía. Cia. Bogar y bogar. Eso es la vida. Esta novela es un retrato de la vida misma contada por un forzado, en fraternizad con los atunes. “El agua es lo que menos me gustaba”. Ya sé que abomina del diluvio y prefiere lo que nos legó Noé. Y no faltan las buenas consejas:
—Sois como la encina que no dais bellotas sino a palos- decía un cómitre
—Celos es enfermedad de locos. Pues esto de los hijos es cosa de aprensión. Muchos aman a los que piensan ser suyos sin ser dellos más que de nombre. —Cornudos, sed pacientes
Toda una filosofía de vida. En realidad el pícaro es un místico que se desprende de las cosas del mundo, del poder, de la gloria, del sexo, el oro. Circula por los caminos que conducen a la imperial Toledo con esa filosofía, producto del dexamiento. Nada merece la pena. Nada es importante. Le salen encuentros bellacos y mondongueras (las gordas de la ciudad imperial) las mulas del diablo que son las coimas de los arciprestes y arzobispos andando por casas llanas y tabernas.“A todas contaba mis cuitas”. "Unos se dolían. Otros se burlaban de lo mío”. Conoció cofradías de verriondas o las putas del camino. Monjas del amor en la casa del poco trigo; el alfolí estaba cerrado a prueba de ratones y de ladrones. Por ahí cabalga Juan Pito. Todos se ríen de él. Quiso hacer el Tajo navegable. Debía de ser Juanelo. Otro motolita. En cada lugar hay un tonto de oficio. Riámonos de él a destajo. El mozo se arrimaba a los eclesiásticos por ser gente, casera, secreta y rica. Sirve a un ermitaño que era padre y cuando le preguntaba pues cómo, él respondía que es voluntad de Dios que el hombre no esté solo. Otra invectiva contra el celibato. Según las últimas noticias, han encontrado un documento en que dice que Cristo estuvo casado con una de las santas mujeres. ¿Será un rollo como el de los manuscritos del mar muerto todo un ataque a la línea de flotación de la barca de Pedro o una verdad? De verdad tiene sus visos porque en el mundo judío en el que vivió Jesús sólo quedaban fuera del matrimonio los impotentes y los tarados pues era aquella una cultura patriarcal. A ver si va llevar razón el Lazarillo en su soflama feroz contra la hipocresía y perversidad de ciertos ensotanados.
“Las hice mas monerías de gata triguera a un alcalde y más promesas que el que navega en borrasca”. Por doquier, estudiantes y frailes cucarros prófugos de su Regla, pero sobre todo soldados de leva, que eran el terror de los campesinos y el pavor de las mozas, y se lamentan de sus caudales vacíos:
—Oh dineros que no sin razón la mayor parte de los hombres, no sin razón, te tienen por dios. Tú eres la causa de todos los bienes y el que acarrea todos los males.
Esta exclamación es un remedo que en su Libro del Buen Amor, acaso el primer gran ejemplar de la literatura picaresca, que dijo de la Ciudad Eterna: “yo vi allá en Roma do es la Sanctitá que todos al dinero facían homildat".
No apunta sus dardos contra la Iglesia. Su sátira se dirige hacia los clérigos. El peor amo que le tocó en suerte fue el capellán de Maqueda con el que toparon mis pecados. No sólo le mataba de hambre pero al enterarse que le robaba el pan del arca y los bodigos de las mandas le pegó una paliza que a punto estuvo de matarlo. Inmortal y ocurrente es el episodio de la llave que guardaba Lazarillo entre los dientes. Una noche empezó a pitar en sueños y el cura se levantó de la cama y entró en el aposento armado de una estaca. Vive Dios que creía que era una serpiente la que silbaba. No hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco. Por dicho de eso, yo nunca moriré. El eje de la marcha de la acción es el estomago y las tripas insatisfechas y siempre regoldando, muy cantarinas ellas y poco contentas son las telarañas de la inedia. Nunca confundirás, chaval, el hambre con las ganas de comer.
Pero cuando la desdicha está de venir sobra cualquier diligencia. Es la sabia reacción del pícaro ante su infortunio. Aprende el niño a pedir con baja y enferma voz y desparrama buenos consejos a lo largo del libro. El buen aparejo hace buen artífice. Quebremos el ojo al diablo. Digotelo yo. Ojo, Pablos que asan carne. Y este mendrugo pa endispués.
El libro es un reportaje de la vida en España secular en sus grandezas y miserias pero campa la fuerza y el ingenio. Cruzan por las páginas hidalgos pobretones, preclaros varones en la ruina, mendigos, bulderos… el buldero era el mayor cuentista que vi ni ver espero. Estamos ante el libro de un converso que se mofa de aquellos clérigos errantes que venían desde Roma a vender indulgencias. Prometían el perdón de los pecados a cambio de sumas de dinero. El asunto se iba a convertir en piedra basal de la teología protestante. Esta venalidad tiene poco que ver con el Espíritu Santo; son añadidos, prótesis, pegotes temporales que nada han de ver con la iluminación trinitaria que hace navegar, viento del Espíritu, que sopla, y a veces recio, por en medio de mares aborrascadas la nave de San Pedro. Buenas son las cuadernas, las quillas, el velamen, los palos de mesana, pero harán falta dineros y ahí entran las apetencias de poder, la codicia y la ambición humana. Lutero quizás llevara razón en parte a través de sus demoledoras críticas al Vaticano y las denuncias simoníacas.
Sirve a un capellán y a un aguacil y a un ermitaño que hacía penitencias pero cuando no le veía nadie bajaba a ver a su coima en la ciudad disfrazado de peregrinante a Compostela. Tenía una larga familia con aquella mujer. Otra crítica al celibato. Pero quien bien tiene y mal escoge, por mal que le venga no se enoje. El summum bonum de la dicha sería para Tormes comer como fraile convidado, beber más que un saludador e ir vestido con el lujo de un teatino. Su realidad era mucho menos hermosa. El arcipreste del Salvador ratonaba el pan. Era muy avariento y cruel aquel sacerdote.
El héroe a redropelo de la crudeza de su primer amo, no le guarda ningún rencor puesto que le está reconocido y lo tiene por maestro ya que las consejas, avisos y refranes del ciego le sirven para graduarse en la universidad de la vida. Lázaro de Tormes representa a la España de los de abajo, el hombre común sin alcurnia, que será un sempiterno aprendiz de la sabiduría de la calle, lo que denominan en Manhattan Street wisdom.
CAPUT II
VILLALÓN EN DEFENSA DE LAS MUJERES Y EL AMOR LIBRE
En la gran biblioteca de Diego Hurtado de Mendoza que regaló a Felipe II y daría pábulo tiempo adelante a la creación de la Librería del Escorial, un verdadero patrimonio de la humanidad, el doctor Laguna abrevó sus sueños familiarizándose con los clásicos. Don Diego fue protector de conversos y uno de los personajes fundamentales en la España Imperial. Trento. A la muerte de Carlos V, su heredero inicia una política de total sumisión al papado, lo que da lugar a las guerras de religión. Felipe II no agradeció esta lealtad de su vasallo y embajador en el Vaticano que moriría desterrado en su Granada natal en medio de crueles suplicios. Hubieron de amputarle una pierna gangrenada. Su confesor el dominico fray Domingo Soto también segoviano dijo que el ilustre soldado tuvo una muerte santa.
En una primera época de juventud, el escritor segoviano recién licenciado en Artes y en Anatomía por Salamanca (es posible que tomase órdenes sagradas puesto que no se casó, un hermano suyo era canónigo de la catedral de Segovia y otro llegaría a obispo) al albur de la mitología griega escala las cumbres del Olimpo y se familiariza con aquellos dioses paganos, que tenían virtudes y poderes ocultos para mantener en vilo la gran fábrica del mundo pero también defectos. Se emborrachaban, aniquilaban, fulminaban, llevados del furor de su capricho, a los pobres mortales, se acostaban con las diosas, o con las mujeres de los humanos, cometían raptos y estupros para luego vengarse de la infidelidad de sus amantes traicioneras. La SRI se contamina de las miasmas de esta paganía en el arte pictórico, la escultura, la música, el arte de la oratoria, la poética. Cristo al fin y al cabo era un judío helenizante que se sublevó contra el sanedrín. Tales tendencias mitológicas marcan regreso a una era anterior al tiempo de gracia y a los dictámenes de la Escritura, la cual copia o adapta en parte algunos postulados de las leyendas mitológicas. Estamos en los tiempos de Miguel Ángel, de Bruneleschi y Donatello. Los obispos eran señores feudales que vivían en palacios y tenían su propia corte. Los papas eran señores de la guerra. No celebraban misa todos los días. Encargaban de las labores eucarísticas a sus ca`pellanes, excepto en las grandes fiestas en que oficiaban de pontifical.
El mito de Dafne a la cual Júpiter convirtió en laurel se plasma en esta obra de Andrés Laguna que publica con el seudónimo de Cristóbal de Villalón. Lejos de los avisos de la moralidad cristiana y como testimonio de la presencia renacentista de los dioses oscuros, en la preocupación de los autores del siglo XVI y su pasión por el griego y latín que constituyen la lengua franca o idioma culto, hablado en la Sorbona, en Oxford, Bolonia, Alcalá, Salamanca o Brujas, Villalón, con nombre de pluma, publica “La Tragedia de Mirrha. Novela corta y dialogada. Una adaptación he aquí del texto de Ovidio que inspira y traslada al romance. El asunto había sido abordado ya en dramas comedias y poemas por Plauto, Ovidio y Marcial: un rey de la antigüedad, Ziniras, tenía una hija, Mirrha, muy bella a la cual acosan y celebran por su belleza no pocos pretendientes.
La hermosa, un día, se enferma y, cuando se recupera de su calentura, cae en un marasmo de furor uterino, enamorándose locamente de su progenitor. Lo que empezó como un deporte y coqueteo termina en frenesí. El arrebato la conduce al único objetivo de ser poseída por su padre. Es la historia de un incesto que nos hace recordar la secuencia bíblica de las hijas de Noe —el Génesis y los textos sagrados de Israel que se nutren de las historias de la mitología pagana— y, para consumar su objetivo, Mirrha, al igual que las hijas del patriarca Noé, emborrachó al rey. Harto de vino, Ziniras consuma el acceso carnal con su primogénita. La carne engendra en el vientre que salió de sus entrañas, y del coito va a nacer un niño al que los dioses arrojan a la laguna Estigia (¡pobre chaval!) y luego, enfurecido, el padre incestuoso maldice a Mirrha. Quiere asesinarla pero los dioses, clementes, intervienen otra vez y —proceso de metempsicosis: nacer de nuevo, reencarnarse —dejan que la muchacha sea para siempre un mirto de hoja perenne. Dafne se convirtió en laurel y Mirrha en mirto. Danos y danos hasta que no te conozcamos… Así le plugo a Júpiter y así lo certifica Ovidio para quien Natura no discierne entre el bien y el mal, ni entiende de reglas convencionales. ¿No cubre el macho cabrío a las recentales que parieron las hembras de su rebaño? ¿No monta el gallo a las pollas de su misma sangre? Las fuerzas del amor, dice, dependen del instinto y actúan de manera aleatoria. Fedra se acostó con Hipólito hijo de su marido. Venus puso los cuernos a Júpiter con Hipomenes pero éste, padre del universo, haciendo a pelo y a pluma—la homosexualidad era frecuente en el mundo grecolatino como bien saben los que hayan leído a Virgilio— se encapricha del hermoso Ganímedes. Por ese cabo, Febo resplandeciente tuvo un lío de pantalones con Jacinto.
La acción de la novela es precisa y discursiva por más que un tanto embarullada. Resulta atiborrada de cuestiones olímpicas pero en el desenfado y el donaire de su prosa abigarrada se nos vuelve un tema innovador e interesante, muy de hoy. Nihil novum sub solis. Asunto manido y “deja vu”. Los seres humanos en sus virtudes y en sus vicios trillan la misma parva. Siempre más de lo mismo. No conviene juzgar con rigurosidad sus dislates sino compadecerlos con gesto circunspecto.
Los modernos no han descubierto nada. Todo esta inventado en la naturaleza humana. Saqueando los fondos de la biblioteca de su tutor, Diego de Mendoza, y, estibando información de estos apretados textos de la prehistoria, el doctor Laguna encuentra entronques solapados en medio estas fábulas del Olimpo y las creencias cristianas.
Las diosas se transforman en vírgenes cristianas. Tal es el caso las fiestas de Zamarramala el día de Santa Agueda a las que debió de asistir de niño y a las que cita. No se trata de un embaimiento o encantamiento baladí de las caprichosas deidades sino una costumbre cierta del culto a Ceres en las Lupercales que data de los tiempos ancestrales, cuando Augusto construía los arcos del Acueducto. Por un día las féminas mandaban a los maridos, podían hacer lo que quisieran e incluso elegir pareja. Pero el resto del año “las dueñas han de estar no sólo limpias de pecado sino también libres de toda sospecha porque la mujer del César no sólo ha de ser casta sino parecerlo”.
El 5 de febrero, al día siguiente de las fiestas del Purim o las Candelas, se infringe la norma pues no hay regla sin excepción. De suerte que se permitía a las doñas zamarreñas echar una canita al aire. Hércules y Antheo se nos muestran en plena faena. Y nadie se escandaliza. Baco el despeinado nació del muslo de Júpiter. Venus de su cabeza.
Otra de las obras menores de Villalón es el “Escolástico”. Es otra defensa de las mujeres. El segoviense sigue los pasos de Luis de Vives, de Fray Luis de León y de Erasmo a este respecto. Una tarde se presenta en el foro romano de una elocuente oradora por nombre Clariquea. Venía de Atenas. Empieza a hablar y recrimina a los padres conscriptos su vil comportamiento con las mujeres. Las dueñas pueden ser reinas tan valerosas como Semiramis o guerreras como Zenobia quien al fente de sus ejércitos conquistó Persia. Tomiris se enfrentó a Ciro. Clodia, vestal romana, cabalgando con las amazonas, pasó el Rubicón. “Si se quisiera escudriñar, hallarán más hombres bobos que mujeres necias”, apostilla por boca del autor latino. Realiza un alarde de feminismo Andrés Laguna en pleno siglo XVI adelantándose en sus reivindicaciones a las Fem, pero con un poco más de decoro. Polla Argentina mujer sabia ayudó a Lucano a componer la Farsalia y Lelia Sabina abrió una escuela grecolatina en la Via Apia. Aspasia, Diotina, y Targelia, todas ellas hembras sapientes y valerosas, fueron la honra de los romanos. En el discurso de Clarfiquea echa por tierra la tesis tan en boga en los tiempos prehistóricos y que adopta la escolástica medieval. Según dicha teoría, las mujeres carecían de alma y se las consideraba adscritas a un estadio entre medias de los seres racionales y las bestias. En este librito muchos han querido ver una diatriba contra las súmulas tomistas. El Escolástico defiende al bello sexo. Las mujeres no son solo el alma del hogar, saben ser fieles y aguardar al esposo como Porcia la cual no pudiendo soportar la ausencia de su marido que partió a las guerras se tragó un tizón encendido y murió. Las esforzadas heroínas de la Ilíada y de la Eneida frente al despecho y el trato infame del varón conservaron la dignidad. Por boca de Plutarco, Clariquea increpa a los señores de la baila con estas parrafadas: “Queréis ser vosotros los señores y nosotras las esclavas cautivas y vosotros hacer una y ciento y a nosotras que no nos toque el viento”
CAPUT III
VIDA Y OBRA DE LAGUNA
No hay muchos datos de referencia en la biografía del insigne facultativo, segoviano universal porque él mismo los ocultó, o se han perdido. Unos dan la fecha de su nacimiento c.1499 y otros 1510. La de su muerte se fija en 1560 falleciendo en Colmenarejo cuando iba de camino acompañando al cortejo de Isabel de Valois que se iba a desposar con Felipe II. Su último mal fueron unas almorranas sangrantes. Hoy el diagnóstico sería cáncer de colon. Su padre era físico de los Reyes Católicos Diego Fernández Laguna. La familia habitaba la calle del Sol puerta con puerta de la sinagoga mayor en la aljama con vistas al encante, lo que hoy hemos conocido como el Salón y al Pinarillo donde estaba el osario judío. La sinagoga pasó después a ser convento de franciscos uno de los tres que había en Segovia. Recientemente fue descubierta en los bajos de ese convento una sala con un Menorah y los Rollos de la Ley. Es posible que los conversos en su intimidad siguieran practicando los ritos y abluciones de su Ley y que colgasen jamones y ristras de morcillas al alfeizar de sus ventanas para demostrar que eran cristianos viejos. No obstante, la convivencia entre las tres culturas en la Ciudad del Acueducto, sin ser un lecho de flores, se conservó en un ambiente de tolerancia, libertad y segovianía. Habría que pasar alto algunas fricciones como el sacrificio ritual de un niño en cristiano en Viernes Santo en la judería de Sepúlveda. El rabí fue castigado, según cuenta Colmenares y hubo, por supuesto, el milagro del corpus que daría lugar a la devoción de la Catorcena. Los hechos al parecer no han podido ser demostrados históricamente más que a través de habladurías y consejas del vulgo. Puede que fueran bulos, y los bulos se convierten en leyendas para luego alcanzar la categoría de mitos.
El marqués de Lozoya don Juan de Conteras uno de los más eximios investigadores de la historia de nuestra ciudad, refiere que no hubo persecución antisemita en Segovia pero que los judíos siempre estaban alerta prevenidos contra la persecución. “Ojo, Pablillos, que asan carne” leemos en el Buscón. Quevedo hace nacer a su personaje cabe la puerta del Socorro cerca de las Escalerillas de San Roque, lo cual serviría de base de demostración del fuerte implante que cobró entre nosotros la religión del Candelabro por la importancia económica y política que tuvo Segovia a finales de la Edad Media y principios de la Moderna. De hecho, las grandes familias de la alcurnia local presentaban ascendencia del pueblo elegido: el obispo Arias Dávila, el que introdujo la imprenta en España, los Coronel, los Soto, los De Mercado etc. Fueron regidores, alcaides, canónigos, obispos, jueces e incluso inquisidores. Torquemada tampoco era al parecer de sangre limpia. Si no les puedes vencer únete a ellos, dice el adagio y esto fue lo que pasó. Segovia fue también el lugar donde nació, por ese doble sentido, por esa ambivalencia, esas recá,aras del baúl de los recuerdos, cuando todo puede ser y no ser al mismo tiempo, cuna de la novela picaresca. El credo mosaico, a diferencia de la religión cristiana y del mahometismo, considera el martirio y la auto inmolación una herejía. Lo primero, lo básico entre los judíos, es salvar la vida. De ahí, no suele ser frecuente el suicidio entre los judíos. La conversión en masa de estos hebreos, unos por conveniencia y otros por convicción, porque aceptaron a Cristo como Mesías. He aquí uno de los misteriosos enigmas de la historia de España. Y también una gran paradoja.
Diego Fernández Laguna y su esposa doña Catalana Velazquez tuvieron cinco hijos: Isabel a la cual sacó de pila la Reina Católica fallecida en 1568; Andrés que era el segundo. Luego vino Gaspar que fue canónigo de la catedral de Segovia, Melchor que hizo una gran carrera eclesiástica. Llegó, después de regentar la mitra de Plasencia, a primado de Toledo y, por último, María casada con Gregorio Suárez. Falleció en 1585. El primogénito, según la tradición castellana, que era destinado a la iglesia, y el segundón a las armas, pudo haber sido ordenado in sacris, al menos como minorista. Los indicios son que accedió a las ordenes mayores conservando el celibato. No queda constancia de que contrajera matrimonio. Existe un pleito en la clerecía de Mozoncillo, publicado por don Cristino Valverde, el que fuera archivero de la catedral, en el cual Andrés Laguna demanda a otro clérigo por un beneficio que tenía en el cabildo de Mozoncillo. Llevó su causa a Roma y el papa Julio III falló en su favor.
Laguna debió de tener una infancia feliz de la que le vinieron recuerdos imborrables. Hizo lo que hemos hecho todos nosotros de chicos bañarse en las pozas del Eresma, cazar lagartijas por el Terminillo y la Lastrilla y perdernos por aquellos andurriales. Pronto despierta en él su pasión por la farmacopea y refiere cómo iba con otros amigos de su cuadrilla a recolectar majuelas, los frutos del espino blanco u Oxicanta, que recetan los médicos contra la hipertensión: “Había gran copia de estas moras por todas partes principalmente por el valle de Tejadilla que está junto a Segovia mi tierra a do me acuerdo siendo muchacho ir a coger majuelas”. Ir a moras era una distracción de las tardes de agosto circulando entre las jaras, el fragante aroma del tomillo, el cisto y la mejorana
El padre lo mandó a una escuela en el barrio de san Andrés regentada por un maestro de primeras letras: Sancho Villavesano. Uno de sus compañeros de clase fue el dominico fray Domingo de Soto el que sería luz de Trento. Aun siendo su concepción del cristianismo radicalmente opuesta a la de Laguna, ambos fueron buenos amigos toda la vida. Al “martillo de herejes” lo que demuestra que en Segovia con frecuencia la amistad se encuentra por encima de la disparidad de criterios políticos.
Don Sancho Villavesano debió de ser un maestrescuela chapado a la antigua con puntos y ribetes del Domine Cabra, partidario de que la letra con la sangre entra. A fuer de mojicones salió Laguna buen latino aunque después a lo largo de sus días no se cansa de criticar este tipo de educación cerril y disciplinaria. Y en esto como en otros aspectos ya apunta maneras de pensamiento independiente. Le gustaba tener criterio propio. Iba a su aire No debió de ser un alumno aventajado sino más bien díscolo. Le pasa a los genios que, aun siendo afables, se muestran poco sociables. Aborrecen ser del montón y esta es una de las notas que observo en el estudio de su carácter fuerte. Enviado por don Diego a Salamanca no consigue terminar la graduación en Artes y marcha a la Sorbona. En el famoso colegio Montagu traba contacto con los primeros jesuitas. Allí estudiaban Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Acquaviva, pero también Erasmo y Calvino, Luis Vives, su paisano Antonio Coronel, Domingo de Soto, fray Andrés de Maderuelo, fray Antonio de Conteras, Diego de Cáceres. En Paris publica su primer libro “Método anatómico” dedicado al obispo de Segovia, Diego de Rivera. Pero le desplace el ambiente retrogrado de los escolásticos que impartían clases en la Sorbona. Con que, regresa a España —de hechura inquieta e itinerante— y llamado por Rodrigo de Reynoso, que regentaba la cátedra de Prima, se instala en la Complutense. De paso se hace minorista. ¿Llegó a cantar misa? Era costumbre que al final de carrera, al paso que recibían las habas doctorales, los guantes blancos y la muceta al acorde de las notas del Gaudeamus Igitur, fuesen llamados al altar por el obispo el cual les imponía las manos y les concedía el presbiterado o cuando menos la tonsura. Alcalá marca un hito importante en su biografía. Al poco es llamado por Carlos V como médico de cabecera de la emperatriz Isabel de Portugal. La reina malparió y murió de fiebres pauperales, cosa habitual en aquella época. Parece ser que algunos echaron la culpa a los doctores que la asistían. Otra vez la hégira. Ojo, Pablos, que asan carne. Se embarca para Inglaterra. En Londres conoce el boato y la magnificencia de la corte de Enrique VIII anfitrión generoso y del que dice que le gustaba la música y tenía en la capital británica varios palacios. Conoce a Erasmo que hacía algunos años había dado a la estampa un libro dedicado a su amigo Tomás Moro “Elogio de la Sandez” y se entrevista con el valenciano Luis Vives que enseñaba Filosofía en Oxford. ¿Tuvo este viaje alguna misión secreta para establecer una entente cordiale entre el emperador y el rey inglés en perjuicio de los franceses? Sea como fuere, a los pocos meses de estancia en Londres se dirige aFlandes. Carlos V lo recibe en Gante y en Bruselas empieza la redacción del Dioscorides en el que defiende la moderación en la mesa y la bebida. Hizo suyas aquella sentencia castellana de al agua como buey y al vino como rey. Conviene la templanza. Para él los alemanes son un mal ejemplo de los daños de la embriaguez y de las borracheras entre clérigos. Parece ser que Lutero como buen fraile agustino era muy inclinado a empinar el codo y su “mente era poseída por el viento solano maniaco furioso que engendra locura” Los luteranos le consideran un espía de Carlos V y otra vez ha de tomar el olivo encaminándose hacia Italia que representa para Laguna su tierra de promisión. España la mía natura, Italia mi ventura y Flandes mi sepultura, proclamaban los veteranos de los tercios viejos.
El siglo XVI el siglo del amor galante pero también el del terror vacui. Se produce un cambio climático paulatino. La peste y el hambre se cebarán sobre los grandes núcleos de población. A Carlos V los comuneros castellanos le tomaban por el anticristo y desde el púlpito los frailes ladraban sermones incendiarios contra la corrupción de costumbres, la simonía y la inmoralidad de los eclesiásticos. El movimiento de los caterinati hace reverdecer la furia milenarista. El fin se acerca. Savonarola es ahorcado pero uno de sus discípulos Giacomo de Fiore esparce la creencia de que el Islam es un flagelo enviado por Dios para castigar los pecados de la cristiandad. Para él Solimán es un nuevo Atila, el azote de la destrucción. Fuera verdad o fuera mentira, la pluma del Segoviense se pone en acción. Erasmo había dicho del turco en su “Elogio de la sandez”: “ellos son vil patulea que se ufanan en poseer el más ardiente fanatismo y se burlan de los cristianos a los que motejan de supersticiosos. Sin embargo, los judíos son gente pacífica que esperan con desesperación la llegada del Mesías y obstinadamente guardan la memoria de Moisés”. Entonces da a la estampa su obra más difundida “Viaje a Turquía” intentando poner las cosas en su sitio contra toda superchería milenarista. A tal fin se sirve de mapas y de libros que encuentra en los estantes de su mecenas el embajador ante el Vaticano, Diego Hurtado de Mendoza. Tanto Bataillon como Hernando asienten que el autor jamás pisó territorio otomano ni se prosternó en el umbral de la Gran Puerta del Cuerno de Oro, ni se asomó a la cúpula de Santa Sofía. Fue todo logro de su inventiva. Cabe conjeturar que el poco de turco que sabía y de que hace gala uno de sus personajes Pedro De Urdemalas lo aprendió de boca de un sefardí amigo de la infancia y de una familia de huidos en 1492.
Su etapa italiana es la más productiva (allí permaneció nueve años) la universidad de Bolonia le da el grado de doctor, el papa Julio III le nombra su médico de cabecera. En la Ciudad Eterna escribió con toda seguridad el Lazarillo. En la biblioteca del eminente embajador fueron encontradas unas pruebas de imprenta de esta obra que sería dada a la estampa en Amberes. Pero tampoco descuidó la farmacopea. Recorre los campos de Roma a la búsqueda de plantas oficinales. El embajador Mendoza era un apasionado de los libros. Portó consigo copias de la Celestina y del Amadís de Gaula y hay referencia a las palabras de un cardenal que diría un tanto hiperbólica y despectivamente que estos libros eran mucho más divertidos e importantes que las Epístolas de san Pablo en las cuales se apoyó Lutero para promulgar el cisma. El propio papa Julio II se había despachado con otra burrada por el estilo años antes y se refería a los evangelios como “esos cuentos y patrañas grandes embaimientos que nos han hecho a los curas ricos”. Este era el ambiente que se vivía en la Roma de los Borja y del Saco de Roma. El pontífice era tan sólo un monarca absoluto que competía con el resto de los reyes a los que hacía la guerra o concertaba tratados de amistad.
A la muerte de Julio III, su valedor, vuelve a surgir el judío errante. Laguna regresa a los Países Bajos. Corría el año 1516. Publica el Dioscorides. En 1557 se declara la peste en Flandes y regresa a España, ya estaba enfermo. Sus biógrafos vuelven a perderlo de vista. Lo más fácil es que, sintiendo ya la llamada de la tierra, regresara a Segovia aunque todavía lo vemos cerca de la corte acompañando a la princesa Isabel de Valois a punto de casarse con el príncipe heredero. Felipe contraía nupcias por segunda vez. Su casamiento con María Tudor en la abadía de Westminster — ¿asistió también nuestro doctor a aquella boda londinense? — había fracasado. El año 1558 muere el emperador en Yuste y camino de Guadalajara el cortejo acompañante de la novia Isabel hizo un alto en Colmenarejo. Se le reventó un furúnculo, los médicos no pudieron atajar la hemorragia, tampoco Laguna era partidario de las sangrías y falleció a últimos de diciembre del 59 o primeros días de enero del año siguiente. No hay certificado de defunción. Quiso ser enterrado junto a su padre en la iglesia de San Miguel donde había labrado un sepulcro de buena fábrica en la capilla lateral y allí están desde entonces sus huesos. Gracias a él el Lazarillo dejó de ser un libro apócrifo.
EL DOCTOR LAGUNA Y CERVANTES
Cristóbal de Villalón es uno de los seudónimos usados por el eminente físico segoviano para firmar sus obras de divertimiento, según muchos conjeturan.
Existe, no embargante lo cual, un parangón de estilos e inequívocos paralelismos que le hacen acreedor de la autoría del Crotalón y de Viaje a Turquía.
Ambas obras entusiasmaron a Cervantes, el cual cita con frecuencia a Pedro de Urdemalas, uno de los personajes de esta novela dialogada. Uno y otro — Villalón y Cervantes— gozaron, pese a la diferencia de edad, del mecenazgo del Conde de Lemos.
A dicha personalidad dedica Cervantes su obra mayor la que creía superar al Quijote "Los Trabajos de Persiles y Segismunda". La crítica consideró los Persiles un libro confuso, obra de senectud, e inferior a Don Quijote.
Manuel Serrano Seco cita a un Cristóbal de Villalón bachiller en Salamanca en 1525, preceptor del citado señor de Lemos.
El Viaje a Turquía fue publicado en Amberes en 1557 y está dedicada a Felipe II rey de España y de Inglaterra, Nápoles y rey de la Nueva España (México.
Seco descubre que Pedro de Urdemalas era un clérigo de Granada rector del Hospital de la Resurrección de Valladolid y Juan de Votoadios representa a un tal Alonso del Portillo. Pero ¿quién era Mátalascallando?
Son datos para conjeturar soluciones al enigma. En el prologo despliega el autor sus conocimientos lingüísticos al tiempo que previene al monarca de los peligros del Islam, inserta frases en turco y habla de ciertas profecías como la de la manzana colorada (Constantinopla).
Cuando ésta caiga, como fruta madura del árbol de la vida, se instalará el reinado de Mahoma en el mundo, según una profecía del alcorán, y, una vez alcanzado el dominio absoluto del Islam, será el fin del mundo. Es la hora occidua y una versión arábiga del Apocalipsis ¿Se trata una anticipación de lo que está pasando en nuestros tiempos? Hay una preocupación religiosa, una preocupación política y consejos salubérrimos para una vida sana y frugal. Aconseja comer poco e ingerir cordiales cuando media cristiandad se moría de hambre y la otra de gota, el mal que se ensaña con los poderosos. El papa Julio III le llama a su cabecera y el doctor Laguna le aplica cordiales para curar la litiasis. Piedras en el riñón son lo que tuvieron Carlos V y su hijo Felipe II. Al final de sus días no se podían mover a causa de la tumefacción de sus pies. Aprovecharía su estancia en Roma para escribir la segunda entrega del Dioscorides y el Viaje a Turquía. Vive apartado en la campiña romana en una casa con jardín donde crecen alisos, laureles y el estoraque llorón, cuyas hojas son buenas para el reuma. Pero aprovecha su estancia en la Santa Seda para litigar con Antonio de Olmedo por un beneficio que tenía en el pueblo segoviano de Mozoncillo. Lo gana y asigna la canonjía a su hermano Gaspar. Este litigio nos llevaría a suponer que Laguna fuese sacerdote católico. Escribió algún tratado de teología para llegar a la conclusión de que los médicos son más útiles a la sociedad que los teólogos metidos en camisas de once varas de silogismos y conclusiones sin base objetiva ni soporte experimental. Roma estaba por aquellos días muy concurrida de clérigos pleiteantes y de rameras. Era la sede de Pedro una corte de apelación. Recuérdese que Cisneros también marchó a ka Ciudad Eterna. Estaba metido en un contencioso con su obispo y primado de Toledo, Alonso de Carrillo, por una prestamera en el curato de Torrelaguna. Ganó el juicio transcurridos varios años recorriendo los pasillos de la curia. Ésta falló a su favor y regresó a su diócesis muy contento pero cuando presentó el rescripto papal al arzobispo Carrillo éste las mandó quemar y metió preso a Cisneros en la cárcel de san Torcaz. Allí estuvo trece años a la sombra. Y como no hay mal que por bien no venga esta cárcel fue uno de los motivos de la conversión de Cisneros a la vida monacal. Cuando salió, pidió el habito de san Francisco. Un siglo antes al arcipreste de Hita le ocurrió un paso parecido con el cardenal Gil de Albornoz. Cristóbal de Villalón deja correr la pluma con un aire de melancolía pero sin resentimiento ante tales abusos curialescos. Pedro de Urdemalas el protagonista refiere que tuvo peor trato entre los cristianos que entre los muslimes. Sin embargo, Laguna nunca pierde los estribos ni moja su cálamo en veneno, como hizo Erasmo. Estaba cargado de razones pero no quería la destrucción de SRI sino su morigeración y reforma. Pese a estos supuestos se hizo muy popular en la corte pontificia y las amantes de los cardenales le llamaban para curar sus dolencias casi todas ellas relacionadas con pecados de la carne. Era un humanista en el sentido paulino de la palabra, al cual nada de lo humano le era ajeno. El leitmotiv del Crotalón es un cuento de Plauto en el que se cuenta la historia de un ateniense simplón que quería ser rico, tenía un gallo, Micilo, que cubría a las gallinas con esmero pero era muy alarmista. Una noche el dueño de la finca tiene un sueño dulce. Vivía en un palacio lleno de oro y piedras preciosas atendido por hermosos efebos y mujeres deslumbrantes pero en medio de la noche le despiertan los cantos alectorios de su ave de corral. Entonces quiere dar muerte a Micilo. Se lo impiden los dioses. El Viaje a Turquía equiparablemente sirve de pretexto para dar una lección de moralidad a un papado que es poco congruente con los presupuestos evangélicos. En el dialogo que sostienen Urdemalas y Matalascallando sale a relucir la corrupción y el puterío… los cardenales sirven damas y portan espadas y pasean a sus mujeres en carro triunfal. Hay en Roma matronas muy hermosas y muchas de ellas a diez ducados por noche, las cuales tenían muchos negocios haciendo mohatras y cuando no podían simonías. Vi muchos clérigos negociantes que habiendo estado algunos años allá vuelven cargados de calongías y deanazgos. En sus siete iglesias gananse mil perdones. Contrasta la ampulosidad detallista con que se describe la ciudad de Roma en su magnificencia con la precariedad de información que aporta el libro sobre la estancia del protagonista en Constantinopla. Muchas de los suntuosos palacios e iglesias que se ven en la ciudad eterna habían sido labrados gracias a los sufragios de los españoles y de sus monarcas. Abundando en esto, viene a ser Laguna implacable con esta Roma corrupta y meretriz. “Yo vi allá en Roma do es la Santidad que todos al dinero facían humildad” parece decir este clérigo correcaminos de lo que ven sus ojos con frase prestada del Arcipreste de Hita. ¿Cómo es el Papa? Pregunta uno de sus interlocutores y él responde: El Papa es un hombre como los demás. Que primero fue cardenal y luego lo elevaron a la cátedra de San Pedro. “Es de hechura de una cebolla y los pies de cántaro, come solo, y nunca va con sus pies a ninguna parte, llevanlo a hombros sentado en una silla de manos que llaman gestatoria”.
Sus reparos no se dirigen contra la religión, van contra sus indignos ministros contra que abusan del poder de la investidura.
Pues en Viterbo—prosigue— hay un convento donde guardan el cuerpo de una santa incorrupta. Las monjas venden una cinta y las mujeres que se las llevan conciben al poco tiempo. ¿Cómo es eso? Pues llevan el lazo a bendecir a un fraile que las recibe a solas en su celda. El padre prior aprieta la estola y todas quedan preñadas, no se escapa una. El fraile es mozo y bien dotado, apostilla Matalascallando, con sorna picaresca. Los personajes hablan con la espontaneidad rotunda y el candor del Lazarillo. El autor más que una novela de costumbres de la época dibuja a brocha gorda un reportaje o más bien un cuadro pintado al pastel por un intelectual inquieto al que le gusta la introspección y la descripción de los paisajes y de las gentes con las que se cruza en ruta. Laguna aparte de medico es políglota. Resucita viejos vocablos o acopia palabras nuevas: vigolero (verdugo), borrachear, recamo, pañales, lapislázuli, erístico (discutidor), retartalillas, burlería etc.
Aunque dice que los españoles en Italia no son bien quistos el texto es un canto de amor a la venturosa Italia en sus hermosas ciudades: Bolonia que le proclama doctor, Suca, Parma, donde las dueñas hiñen un queso muy sabroso, Plasencia, Pisa con su torre inclinada, Venecia, Génova y sobre todo Milán “donde se muestran menos hoscos que en otras ciudades del Lacio con los hispanos” En el Milanesado se hace lenguas del primor con que los herreros fabrican espadas que superan a las de Toledo con su talabarte dorado y los gavilanes labrados de ataujía primorosa en oro. Toda la tierra cercana a las riberas del Po es un paraíso, cuajado de alamedas y de vides. Como ordenado in sacris, detalla las diferencias existentes entre el rito ambrosiano y el romano “porque allí alzan la hostia dos veces y todos los sacerdotes llevan luengas barbas como los popes orientales. Allá los clérigos no se raen la baba. Acá cada semana”. Villalón rehúsa la retórica y el estilo enmarañado. Tiene una sabrosa manera de narrar. Por eso sus libros en castellano son un cuadro de costumbres de época que el lector moderno sigue con pasión de vivencia personal. En eso estriba su personalidad. Conoce bien el mundo universitario. La más populosa por aquellas fechas era la Sorbona con treinta mil alumnos matriculados, seguido de Salamanca, ocho mil; Bolonia, seis mil; Alcalá, seis mil y Oxford, dos mil.
CAPUT V
CINCO SIGLOS DEL DIOSCÓRIDES
La farmacopea y la botánica tienen en el Segoviense a uno de sus epígonos. Esta obra de un sabio griego fue publicada por primera en París en 1516.
Dos años más tarde, en 1518, y casi al mismo tiempo que la Biblia políglota se imprime versión latina en Alcalá bajo la dirección de Nebrija. Quien, a su vez estaba encargado de la cátedra de botánica junto con la de retórica, bajo el título de Lexicón de Medicamentos pero el primero que lleva a cabo una versión castellana del celebre tratado fue Andrés Laguna trasladándolo del griego y abordando materias ya contempladas por Galeno, Plinio y Aristóteles. El axioma es que a todo mal físico sigue un remedio en el reino vegetal, mineral o animal. En el herbolario existe la propiedad del antídoto sobre la base de que todo lo que enferma cura. La ciencia estriba en conocer su cualidad y en qué dosis. Se trata principio rudimentario de la medicina cuando todavía no era inventada la física ni la química y mucho menos los rayos X pero los antiguos buscaban remedio a sus males en las hierbas, siguiendo las reglas de la homeopatía. Escrito en un castellano claro y elegante. Con mucha chispa y ese interés que atrapa, el cual recuerda por su elocuencia al Lazarillo al Viaje Turco o al Crotalón, nada farragoso y castizo, se lee con interés a cinco siglos de haber salido a la luz el Dioscorides. Consta de un prologo o epístola nuncupatoria que maravilló a los toscos prácticos en medicina de aquel entonces. Aporta observaciones interesantes como, por ejemplo, cuando dice que el veneno de las víboras solo mata por inoculación pero es inocuo por vía oral… un gato que come almendras amargas revienta al poco y lo mismo le ocurre a raposo… la cicuta mata al hombre pero hace revivir al estornino y otras muchas recetas que pueden resultar chocantes a nuestros oídos, o sonar a superchería al hombre moderno, pero reveladoras de la gran pasión de este hombre por las plantas oficinales, sus experimentos, cocciones, alambiques y recetas.
El Dioscorides de Laguna se publicó en Amberes en la imprenta de Juan Latio en septiembre de 1555, utilizando como pauta de referencia los postulados complutenses de Antonio de Nebrija y otros galenos famosos de su tiempo en su mayor parte de origen hebreo. Papas reyes y emperadores cuando enferman piden ser atendidos por facultativos judíos. Laguna aunque de origen converso se sentía profundamente católico. Ende más, a causa de sus convicciones cristianas tuvo un enfrentamiento con su maestro, el portugués Amato, un físico que impartía lecciones de Anatomía en Salamanca. Maestre Amato desde le púlpito hizo una defensa apasionada de la Ley Vieja y decía que el Nuevo Testamento era una fábula. Llegando a calificar a Europa como “infierno en la tierra”.
No puede decirse del Dioscorides en sus tratamientos, en sus diagnósticos quirúrgicos bestiales —cuando los cirujanos cortaban piernas y brazos a lo vivo— posean ahora más vigencia que la curiosidad y la rareza pero las apuntaciones tomadas del natural de su autor hoy resultan interesantes. Y son la base de la gran aportación al ser humano a la Medicina y la Farmacia. ¿Quién dijo que nunca hubo ciencia española? El fuerte de Laguna es la farmacopea. Toda su vida se la pasó, estando ya en Paris ya en Londres en Metz o en Flandes o los alrededores de las ciudades por él visitadas cosechando plantas curativas. De chico iba a por moras a la Lastrilla, —lo cuenta en la Epístola Nuncupatoria—, o en busca del espino blanco que se sigue majando en pequeñas dosis para aliviar a los pacientes de hipertensión. En estas excursiones por los aledaños de la capital también cortaba flores resineras por el Pinarillo donde estaba el osario o cementerio judío, extramuros de Segovia o recogía marjas por los zarzales del Valle de Tejadilla “ que los muchachos las cogen y las zamarriegas ensartan en gavillas que venden por las calles… la rubia es planta muy conocida en aquellas partes (rubia victoria) principalmente en tierra Segovia, mi ciudad, donde hay tintoreros… Quiero pasar por alto, para salir adelante en mi empresa, cuantos y cuán altos montes subí, cuantas cuestas bajé, arriscándome por barrancos y peligrosos despeñaderos, gastándome en el empeño buena parte de mi caudal”.
Empezó obra la en Roma en 1554 y la completó en Amberes al año siguiente dedicándosela al príncipe de Asturias, que a los cuatro años se convertiría en Felipe II, fecha de su publicación, según aduce su biógrafo Don Teófilo Teofilo Hernando.
Los flagelos de aquella sociedad al final de la edad media y a las puertas del renacimiento eran el hambre, la guerra y la peste. Luego vendría la sífilis que Laguna no considera mal francés sino una importación ultramarina. “La portaban unas mujeres de acarreo, indias, que trajo en su barco Colón”. Prescribe como tratamiento antiluético el palo santo, la quinina y el mercurio y los baños de vapor. Al hospital de Antón Martín regentado por los frailes de san Juan de Dios lo llamaban el hospital de la sabana blanca. Se arrollaba el cuerpo de los pacientes en un lienzo recalentado con vapor y se les hacía sudar. Las lues no remitían con facilidad porque “¡la buba es muy tenaz!" Lo expresa en un verso Cristóbal de Castillejo ex cisterciense y soldado del emperador al que le pegó las purgaciones su novia vienesa;
“Mira que estoy encerrado
En una estufa metido
De amores arrepentido
De los tuyos confiado”
El autor de la Lozana Andaluza, Francisco Delicado Baeza, un clérigo de la Peña de Martos (Jaén) murió por lo visto de dicha aflicción. En el Viaje a Turquía, abundando en esta materia, Urdemalas certifica que, al visitar la ciudad de los papas, no encontró más que mozas de partido. Debían de ejercer cerca del Vaticano el oficio más antiguo del mundo cerca de trece mil rameras.
Como afrodisiacos recomienda el bedelio, la hierbabuena, los mejillones, los huevos, la hiel de diversos animales, el cuerno de rinoceronte que despierta la virtud genital y es bueno para los holgazanes. La eselaria o diente de león con sus propiedades oclusivas serviría para componer virginidades perdidas (esta oración la tachó la censura); en tiempo de Laguna la ciencia y la religión no podían evadirse del fantasma de la fantasía y de la superstición. Muchos autores del siglo de Oro se burlan de los galenos “compadres de la sepultura abierta” les denomina Quevedo y Góngora: “buena orina buen color y cuatro higas al doctor”. La ruda es compañera de viaje de hechiceras y alcahuetas. Lo dice el refrán: “eso es más viejo que la ruda” aunque muchos modernos creen haber descubierto el “andao palante”.
El Dioscórides causó impacto y registra muchas ediciones. Era el libro de cabecera de los galenos y los boticarios. Felipe II debió de ser un gran lector del Dioscorides porque fue un rey ecológico que lleno España de parques naturales: Escorial Valsaín Aranjuez, el Pardo. Porque consideraba que la Ciudad de Dios que el rey intentaba construir debía de ser paraíso de árboles y de vergeles que hicieran a los españoles añorar la tierra Prometida.
VI CAPITULO
COSTUMBRES TURCAS
La fe de mahoma no admite apostasías. Al renegado del Islam le cortan la cabeza. Cuando tantos hablan ahora de tolerancia y de la belleza del Alcorán —una religión que no admite más que una interpretación, un pueblo que sólo lee un solo libro forzosamente ha de ser proclive al fanatismo—convendría recapitular sobre algunos conceptos expresados en este texto con 450 años de antigüedad para reafirmarnos en la convicción de que la fe católica con sus mermas sigue siendo la única y verdadera por más que los que gobiernan el planeta se hayan lanzado a una campaña a tumba abierta para descristianizarnos. Entre los agarenos no se da un san Jerónimo un san Agustín ni siquiera un Erasmo o un Galileo o un Einstein. Los mullahs lo hubieran cortado la cabeza. No hay vuelta de hoja para un creyente Alá es dios criador de todas las cosas y Mahoma su último profeta. “La illa he hilda de Mahamed resuluba” lo dice Laguna en arábigo para que nos vayamos enterando. Lenguaje apocalíptico que no admite réplica. Explica que la base es la oración cinco veces al día, la limpieza o “zalea” (la palabra zaleo en castellano debe de provenir de ahí) la limosna y la peregrinación a la Meca una vez en la vida. “Lo primero que se restriega un turco cuando acude a la mezquita son sus partes pudendas, después los pies y por último la cara. En todas ellas hay aguamaniles, jofainas y jícaras para tales pediluvios. Limpiarse el culo con una piedra nunca con un papel, comenta jocosamente, con un papel, como hacemos los cristianos, pecado gravísimo es, porque dicen que Alá hizo el papel de la Escritura y malo es hacer un uso tan infame dél. En sus iglesias no hay santos porque aborrecen las imágenes, aborrecen las campanas y un almuédano llama a voces todo lo más fuerte que puede a la oración. Tampoco hay bancos ni reclinatorios se sientan sobre unas alfombras llamadas alcatifas. No tienen relojes. Saben la hora qué es por la voz del mohecí. Al invocar a su dios caen de hocicos, nunca se arrodillan, buscando la quibla donde se encuentra la piedra de Kaaba, se prosternan y besan la tierra diciendo “Saban, Alá” por tres veces que significa dios misericordioso, tocanse todos los ojos y la barba con las manos y así acaba la oración. En cuanto a las postrimerías, dios promete un paraíso donde comerán y beberán y tendrán amor con diez mil vírgenes. Entonces Matalascallando se le ocurre realizar al viajero una pregunta capciosa “y si tanto comen y tanto beben ¿no cagarán el edén? ¿No nacerán niños de tales encuentros? Sé por donde vas, replica Urdemalas, pues no porque son espíritus puros por toda la eternidad y Moisés y Mahoma serán los mejores librados de los banqueteos y amor a esgalla. ¿Y Jesucristo? Está en segundo plano. Todos los judíos y todos los cristianos que fueron buenos hasta la llegada del Profeta se salvarán. El resto irá al infierno por infieles. Existe purgatorio o limbo que será la casa de acogida de los creyentes que no fueron ni buenos ni malos sino regulares. Tales majaderías de un credo seguido por millones de seres humanos daría por buena la tesis de Erasmo en el Elogio de la locura: hay espíritus religiosos donde el misticismo está rodeado por la sandez. Stultorum numerus infinitus. En ruso la palabra cristiano es sinónimo de alma de cántaro, campesino idiota. Si no os hacéis como niños esto es entupidos e ingenuos no entrareis en el reino de los cielos. Pero más sandios hacen estas suras del Alcorán que las historias de la Biblia, observa el relator de tales menudencias, dotado de una acucia insuperable, buen acumen y ojo crítico. La blasfemia contra Mahoma se castiga con la muerte. Contra Alá cien palos. ¿Entonces Mahoma es más que dios? Lo que pasa es que Alá como es dios puede perdonar pero Mohamed es sólo un hombre el mejor de los mortales pero un hombre. Luego pasa a describir a los derviches que son hombres estrafalarios que portan anillos de hierro en las orejas y colgando del pene una sortija de metal que pesa tres libras. No paran de andar pero los viernes se sientan en un prado a festejar y toman cáñamo indio que les hace estar los más alegres del mundo como borrachos (se chutan con marijuana), a veces opio; y son sobre todo grandísimos bujarrones y la homosexualidad no está mal vista hasta que se casan porque sus mujeres andan veladas y tapadas en el harén, no salen nunca a la calle a no ser acompañadas por el eunuco. Ahora bien, Villalón en esta su relación circunstanciada del mahometismo deja entrever que se trata de una religión practica, un orden de vida, donde hay respuestas para todo. Hecha a la medida de los mortales mientras los cristianos que tanto aspiramos a lo divino caemos en la hipocresía, la doblez, la envidia y la falta de amor unos con otros. A juzgar por lo que ve en Estambul los turcos practican la caridad y la limosna, hay tolerancia y conllevancia y carecen de la garrulería de nuestros clérigos. Haz lo que yo digo. No hagas lo que yo hago. Desconocen la simonía y son más sencillos en sus liturgias que nosotros. Guardan mejor a sus mujeres y en el matrimonio son pragmáticos. Pueden casarse con varias mujeres a la vez. Si alguna esposa no está a la altura de sus expectativas dan a ésta libelo de repudio. El adulterio es castigado con cien azotes y a veces las dilapidan como hacen los judíos pero no suele ser mortal este castigo. Ahora bien para el adultero aguarda pena de muerte por decapitación.
A la meca han de peregrinar una vez en la vida. El viaje lo realizan en camello que es su mejor carguerio para atravesar el desierto. Un animal que puede pasarse muchos días sin comer ni beber. Los peregrinos ayunan por el camino y llegados a Medina se bañan en un río piara purificarse de sus pecados luego adoran al zancarrón que es el zapato que dejó marcada su impronta en una piedra desde la que ascendió el Profeta a los cielos. Son los turcos muy creyentes de su credo y muy limosneros. El Islam es un amasijo de creencias cristianas, judías y paganas recibidas de los persas que veneraban a todos los astros del firmamento. Creen en Miriam la Virgen María y en el ángel Gabriel en Abraham y en Moisés y en Jesucristo al que consideran como uno de los grandes profetas y no al Hijo de Dios que fue. Las bodas y velorios son parecidos a los de acá. La organización del ejercito es formidable presidido por el santjaque maestros de campo o coroneles. En la tropa militan los jenízaros todos ellos hijos de cristianos griegos turcos o esclavones sometidos al Gran Turco. Van a pie armados de escopeta lanza arco y partesana, y ninguno puede ser casado. ¿Y llevan putas? En todo el ejército de ochenta mil hombres no vi ninguna. A los oficiales les llaman “spahu”. Villalón está bien informado y apunta sus dardos a los militares españoles para que tomen nota. Esta novela corográfica también pudiera ser calificada de espionaje. Son diestros jinetes y cabalgan al trote largo o estradiota. Capanlos por eso en las cuadras de sus caballerizas se están los equinos quietos y sin tifar. El invierno es muy frío en Constantinopla y los veranos tórridos por estar situada la gran ciudad 55 grados de longitud y 45 de latitud norte. No menos frío que en Burgos o Valladolid. A las mujeres no les dan la importancia que les damos aquí y eso que se ahorran los turcos en desafíos duelos y cuchilladas “En una sola cosa viven los turcos en razón y es esta: que no estiman las mujeres y hacen más caso dellas que de los cuchares cazos y calderos que tienen colgados de la espetera; en ninguna cosa tienen voto ni admiten consejo suyo” pero las mujeres no son negras sino blancas y muy hermosas y se afeitan el vello de sus partes pudendas. La mayor parte descienden de doncellas aprehendidas en las correrías de los países conquistados griegos, búlgaros, rumanos y eslavos”. Andan tan galanas y con tanta pompa como en Castilla pero no se las puede conocer porque van todo cubiertas con un manto de la cabeza a los pies como hábitos de monja con mucha modestia y rebozo viven en las dependencias del serrallo. ¿Son celosos los turcos? Los mayores celosos que hay pues como son todos bujarrones ellas buscan sus remedios. Las guardan los eunucos del harén “siendo el mayoral dellos un negro, capado” centinela del aposento de la mujer del bajá mi amo que tenía 63 mujeres… les cortan las turmas y suprimen el miembro… y cuando tienen un muchacho que quieren mucho luego les castran de tan salvaje manera para que no les nazca la barba. El mayor presente que se puede dar al príncipe es un eunuco. Otro dato de humor que relaciona el estilo paralelo del Viaje a Turquía con el Lazarillo hele aquí: habiendo yo de entrar en el cerraje de las mujeres para visitar a la sultana, llamaba a la primera puerta de hierro, como los encajamientos del Amadís, saliame a responder el eunuco y visto que yo era mandabame esperar allí y él iba a dar la nueva a la segunda puerta que el médico estaba allí. Después de un segundo portero, venía otro el tercero que era el mayoral, éste tomaba un bastón en la mano y a todas las mujeres hacía retirar, que se escondiesen y allí no quedara más que la enferma y si alguita, por sus pecados, quisiera no ocultarse, el eunuco pegabale golpes con el bastón en la cabeza… el capado venía a por mi y llevabame a presencia de la reina; Y no valía ir mirando a las musarañas sino con los ojos bajos como fraile y cuando la tomaba el pulso tenía las manos revueltas con unos tafetanes para que no se la viese parte del cuerpo alguna sólo vía los dedos y la muñeca quéjeme al bajá señor, de mí sabe vuestra excelencia que se puede fiar; este mal negro no me deja trabajare y por no ver el rostro pierdo lo más de la cura” cuando quería dormir con alguna le decía al negro tráeme esta, traíasela y dormía con ella aquella noche y tornábase a su palacio. Por vida de Zeus y con ¿sesenta y tres tenía cuenta? Pues sí hacia a todas la cata como si fuera un melón. Cuando quería premiar a un esclavo débasela por mujer pero ya digo la hogaza ya fue encentada. Bizarras costumbres turquesas. Ante la narración de Urdemalas sus dos interlocutores españoles quedaban con la boca abierta. “Paréceme que estos señores tienen a gala ser cornudos” “No hay allá ninguno que no lo sea por la gran libertad que tienen las mujeres de ir arrebozadas a los baños. En cualquier portal de Istambol podréis encontrar mujeres las más hermosas del mundo y podéis comprar a una por cincuenta ducados. “Válame el Señor san Pedro allá vale menos una moza que acá un asno con jáquima y albarda… de esta manera no hay que preguntar si allá hay putas. No pensemos tal que ellas son la salud de la república. No hay pueblo en el mundo sin putas y alcahuetas. Existen burdeles y muchas son cíngaras, cristianas y judías y otras ejercen el oficio en la calle de cantoneras.
CONSTANTINOPLA CIUDAD DE LAS TRES CULTURAS
Andrés Laguna derrocha ingenio donaire y perspectiva histórica. Es la ingenuidad y sutileza que comprobamos en el Lazarillo. Cotéjense sus textos. La amenidad y el interés es un don que dieron los dioses a los buenos escritores. Al propio tiempo despliega, con solercia de prestidigitador mano izquierda velando sus ataques en forma de chascarrillo a la inquisición española. Es un informante, un espía su personaje, súbdito de la corona de España y leal a su Emperador. Formula un aviso a navegantes porque ni son todos los que están ni están todos los que son descubriendo la manera de ser, la estrategia política del Gran Turco. Ni ellos son tan malos como nos lo ponen ni nosotros tan buenos como nos creemos. Esa es la idea. Imprescindible referirse a la manida cuestión de las tres culturas tan a la page y que no es invención de ahora. La Escuela de Traductores de Toledo bajo el mandato de Alfonso VII ya quiso recabar ese objetivo y este entendimiento o pretensión de tolerancia la observa Laguna en la gran metrópoli, que le recuerda a la Córdoba del siglo XI, una ciudad en la cual convivían como vecinos 65.000 familias musulmanas, 40.000 cristianas y 10.000 judías. Todo deja vu. Tendría c. 1554 cuando se relatan los hechos alrededor de 300.000 almas la más populosa del mundo después del Cairo. Había libertad de cultos, se permitía la práctica de la religión cristianas por griegos y armenios y los venecianos abrieron una iglesia en el barrio de los Galatas en la parte europea de la ciudad cerca del puerto. Allí desembarcaban a los prisioneros cristianos aprehendidos en el asalto a las galeras españolas e italianas. Laguna desmitifica la leyenda áurea de los mercedarios. Estos frailes se movían también por dinero y su comportamiento no era del todo heroico salvo en algunos comp. Pudo ser el de fray Juan Gil el libertador de Cervantes. Los mercaderes venecianos y genoveses nada querían saber cuando escuchaban ruido de cadenas. En las atarazanas y cerca del arsenal estaban las mazmorras. Los arraeces turcos se servían de los prisioneros como esclavos para sus tareas domésticas. Por boca de Urdemalas el narrador no guarda rencor a sus aprehensores antes bien cargado de buen sentido alaba las buenas costumbres de los otomanos: “sacante que no consideran a Cristo como el Redentor nunca me topé en el mundo con gente tan virtuosa y además son muy limpios, se bañan dos veces por semana, se acuestan dos horas después del ocaso y se levantan con la aurora, sus camas son pequeñas y estrechas y andan descalzos por toda la casa pisando alfombras de buena urdimbre, se sientan a la morisca hincando las nalgas sobre los calcañares pero cuando llega un cristiano le ofrecen una buena silla”. Y refiere que los embajadores no se preocupan de los soldados cristianos que están en el cautiverio, a no ser que venga el alfaqueque con un buena bolsa de dinero. Como se lavan tanto y son tan limpios comentan que los cristianos son sucios y huelen mal y en ello no les falta razón porque los cristianos sentimos horror al agua fría y nos lavamos como los gatos. Un baño al nacer y otro al morir es lo único que muchos conocen en la vida.
El viajero encuentra en los umbrales de la Gran Puerta muchos españoles, oye hablar en ladino en boca de los moriscos que huyeron del reino de Aragón y de Valencia escapando de las garras del Santo Oficio y a no pocos judíos, uno de ellos protegido de la portuguesa Beatriz Méndez que cambió el nombre por doña Gracia de Luna et tota Hierosolima cum illa. Constantinopla se convierte en la plaza de las tres culturas. Un español Juan Micas para casarse con su hija se circuncidó y heredó la dote de cien mil ducados y pasó a llamarse Josef Nasi renegando de su bautismo cristiano. A Urdemalas le desplace que sus súbditos que vinieron con él de España Pedros y Juanes adquiriesen nombres bíblicos como Samuel Abraham y Salomón. Los sefardíes adquirieron predicamento en la corte del Sultán y muchos eran muy ricos. Nasi luego sería el iniciador del primer estado judío en Palestina bajo el mandato del imperio otomano. La idea no cuajó pero supuso una primera baza de la creación del Eretz Izrael o movimiento sionista. Los judíos tenían ascendiente con venecianos y ginoveses. Eran los mercaderes que les abrieron las puertas de Europa por las cuales el pueblo elegido estuvo siempre entrando y saliendo.
Los turcos veneran a san Juan cuya fiesta celebran el 24 de junio y rinden culto a san jorge el 23 de abril el caballero que aplastó la cabeza del dragón y es un bienaventurado guerrero turco al que llaman Hedrelez. No son tahúres. Su religión les prohíbe los juegos de azar con lo que no pierden el tiempo en contiendas y disputas a los que son tan aficionados los cristianos. Laguna hace esgrima de retruécanos y juegos de palabras mediante sus grandes conocimientos lingüísticos. Así por ejemplo en cierta ocasión que actuaba de intérprete de un personaje cometió un error al confundir “gequier” azúcar con zequier, homónimos pero con opuesta semántica. El primero significa azúcar y el segundo joder con perdón. Esta confusión provoca la hilaridad de la audiencia; todas las señoras prorrumpieron en carcajadas y una galana me preguntó que si zequier… y yo la dije no por falta de ganas pero estas no son horas.
Y aman tanto a los baños y al agua que Istambol está lleno de fuentes y el que malgaste el agua peca mortalmente. Tienen excelente vino que venden a los griegos ciruelas regañadas, albérchigos, higos, nueces y uvas pasas. En Anatolia dice haber visto monjes encuevados. En aquella región vivió el preste Juan de las Indias que instauró una religión entre medias del rito griego y romano donde los curas son casados y viven de su trabajo. Es impresionante a tal respecto la descripción del monte Santo (Athos) que visita al regreso de su cautiverio aunque seguía teniendo más miedo al cristiano que al turco porque estos denunciaban a los prófugos y “les metían las cabras en el corral”. Se nota que fue el doctor Laguna sacerdote porque se fija mucho en los ritos y describe las diferencias entre las liturgia bizantina y romana con acuidad. Las vísperas duran cuatro horas y rezan cantando los 150 salmos. El estilo y el desarrollo picaresco de la narración y las costumbres de aquellos monjes también pedigüeños hace pensar en pasajes del lazarillo de Tormes relacionados con el hambre canina que pasaban aquellos reverendos que ayunaban cuatro largas cuaresmas y nunca se cortan el pelo ni las barbas que les llegan hasta los pies y algunas cabelleras hasta la cintura. Andan diciendo siempre kirie eleison y se santiguan a la inversa. “Teníamos olla de unas arvejas que llaman frijoles y aceitunas, con casco y medio de cebolla. El pan era algo durillo pero no malo y duro tenerlo hian para que no se comiese tanto. Pide al abad al que llaman idumeo que le oiga en confesión para contarle el caso y el confesor le despide con cajas destempladas y se niega a ayudarles y le envía a otro monasterio de los veintidós que había en el monte santo. Y así estuvo el pobre ex cautivo entre Herodes y Pilatos yendo y viniendo más de una semana. Va disfrazado de peregrino “prosquinitis”. La estancia es oportunidad para recubrir formas del rito oriental que aun se conservan. La mañana de resurrección es la fiesta de todas las fiestas se dicen unos a otros o Zeos anesti formulario de salutación de la alborada pascual después de una misa que dura toda la noche, al que hay que responder “allezós anesti” (resucitó verdaderamente) pero no se recata en decir que aquellos frailes con esas barbazas espeluznantes parecían hombres salvajes “y la puta que les parió a sus santidades” ¿A que viene eso de santidad? Porque es la forma de dirigirse al compañero aunque sea el zapatero o el herrero del convento siempre conservará el título de santidad. Laguna exhibe sus conocimientos de griego. Le preguntaban:
—Po pai, iago sini su pater agiotaje
Y yo muerto de hambre y con unas alforjazas a cuestas respondía entre dientes: << la puta que os parió con vuestras santidades>>. Siempre le brotan de su pluma resabios de novela picaresca y el “Viaje a Turquía” es también del género aunque en un tono más moralizante e intencionado que el Lazarillo que debió de ser novela de juventud. Viajes y aventuras con el arranque de una gran pluma que sabe contar historias sin que en ningún momento decaiga el interés
CONDENADOS AL REMO. EL VIAJE A TURQUÍA CONTINUACIÓN DEL LAZARILLO
Podría considerarse el Viaje Turco como la continuación de las Aventuras de Lázaro de Tormes. El primero empieza con el prendimiento al abordaje de un navío cristiano por los sarracenos donde termina el anterior. El desventurado mozo del ciego viaja a Sanlucar por ver al duque predios del marqués de Ayamonte y dominios del Duque de Medina sidonia gran arraez de la escuadra española para convivir en fraternidad con los atunes.
La víspera de la Virgen de las Nieves Navegando de Genova a Nápoles a bordo del “Sancta Maura” con el devoto propósito de peregrinar hasta Jerusalén la nave de la escuadra de Andra Doria es asaltada al abordaje por piratas de Zinan Bajá. Fue un ataque por sorpresa y en número de más de diez contra uno por lo que los marinos del Emperador no pudieron apenas ofrecer resistencia. Los asaltantes irrumpían por todas partes y aparecían incluso por los sollados. Izaron la enseña verde del Islam al palo mayor. A unos los ahorcaron a otros los tiraron por la borda y a los más desgraciados los “espetaron por el fundamento como si fueran sardinas”. El empalamiento es el más cruel y doloroso de los castigos. El peregrino Pedro de Urdemalas consigue sobrevivir haciéndose pasar por médico de orina y pulso. Eso era un grado más importante que el de cirujano y cirujanos era lo que pedía el capitán de la fusta turquesa o nave oneraria que portaba la impedimenta parte de los víveres y hacía las veces de buque hospital, pero esta clase de medico según se explicaba un turco dándoselas de entendido asume la labor primordial de curar “sin tener que cortar o sajar”.
Los condenados al remo los que bogaban con la chusma en los navíos del rey constituyen un género literario de importancia en la literatura castellana del siglo de Oro pero pocos como Laguna encuentran el modo de contar satíricamente las particularidades de la perra vida de los amigos de los atunes y los bogavantes, enamorados de las ballena sujetos al brete y la argolla de hierro que les uncía al duro banco. La nave se movía mecida por el viento e impulsada por la tracción de sangre de aquellos penados quienes por la gracia de Su Majestad habían sido indultados de morir en el cadalso sustituyéndose el castigo por el de galeras. Vivían entre ratas y siempre bajo los ojos del cómitre que les espoleaba a golpes de rebenque. “Más apriesa, más. Más, cía y boga marinero. Pese a las penalidades era mucho más sano el bando del remo que yacer en presidio. Vivían más tiempo, echaban músculo y sudar a mares les libraba de contraer enfermedades mediante la eliminación de toxinas y además no tenían que pagar el honorario de un gimnasio para machacarse y estar en forma. Comían miel, aceitunas, galletas y nueces. En la flota turca contraviniendo las suras del Profeta les suministraban aguardiente y vino. La mayor parte de los encandelados eran cristianos que habían sido aprehendidos. “A mí tocome la bancada de la banda al lado de la necesaria o privada, acostúmbreme a la hedentina y pronto me subieron a cubierta porque el arraez me palpó los brazos y vio que era flojo”. ¿Cómo dormíais? Al sereno. Teniendo por dosel las estrellas y por frazada el aire marino. Soberbia y lacónica descripción. Las galeras eran las cárceles flotantes. Muchos cristianos viejos renegaron de su religión. Con tal de salvar el pellejo trocaron a Jesucristo por Alá pero iban contentos en las bancadas sujetando el remo al lado de la ballestera. Cada galera tenía 28 bancadas y otros tantos ojos artilleros. En cada banco tres hombres amarados pero en las naves capitanas hay cuatro hombres por cada bancada. En total 150 forzados. Soldados 110 y doce gentiles de popa amigos del capitán. La sala de fuerza le parece a Villalón un infierno abreviado con tanta gente en tan poco espacio. Lo peor el olor de los cuerpos que transpiran y el ace3cho de las ratas que saltaban por cubierta y subían y bajaban desde la bodega. Todos reniegan de su suerte y son la gente peor del mundo aunque se digan cristianos. Los más bellacos. Pero cuando hay viento prospero cesa la boga y ellos se entretenían con trabajos de manos. Una gaveta les servia de duerno donde comían todos y por la noche de zambullo para hacer sus necesidades. Esa era la vida en las galeras del rey. Aquella flota que esperaban en Sevilla con sus áureos cargamentos y sus marineros enfermos de escorbuto. Aquellos mareantes fueron la base del poder marítimo que tuvo España en el Mediterraneo y luego aguas arriba y aguas abajo del Atñantico en la carrera de Indias y serán los literatos conversos (Estebanillo, Guzmán de Alfarache, la Picara Justina, Delicado Baeza, El Buscón, el Diablo Cojuelo) los que den cuenta de este afán mesiánico del Emperador a quien sirvieron en Flandes como soldados o marinos de la mar Oceanía o como exploradores de las Américas. Creían tener entre mano una sagrada misión civilizadora que se truncó en parte por la difidencia del Vaticano y la calumnia de la Leyenda Negra. En Castilla no existió en verdad problema judío como lo hubo en Inglaterra en Francia o en Alemania. Los judíos estuvieron yendo y viniendo y como cuenta Erasmo son gente buena que siguen esperando la llegada del Mesías y aferrados las enseñanzas de la biblia, celosos de sus costumbres y tradición. Hubo una conversión en masa misteriosa e inexplicable de la mayor parte de los judíos castellanos andaluces y los del Reino de Valencia al final de la Edad Media e influyeron de forma determinante en el catolicismo romano. A partir dellos todo cambió. Vosotros sois la sal de la tierra. Las historias de la expulsión, de la llave que se llevaron consigo de las casas de su posesión asi como el numero de sefarditas que prefirieron ewl exilio a cambniar de religión —la versión del cura de los palacios que los ve embarcarse camino de Marruecos fija el numero de deportados en dos mil— pertenecen a la fábula más que a la historia.
A Urdemalas no le duelen prendas acerca del comportamiento maligno de ciertos clerigos, los disparates del culto a las reliquias, o las peregrinaciones a Santiago. Piensa que es una leyenda urbana el que algunos romeros portasen consigo la tralla con que eran golpeados por los cómitres de la banda para ofrecérselo al apóstol como exvoto. “Imposible porque aquellos bellacos jamás daban de mano el rebenque con que nos molían a palos.”
Estas veneras sin embargo dieron pábulo a la picaresca y a los libros de viajes. Hogaño los romeros de Compostela caminan más por deporte por ver el paisaje o sentir la emoción de la naturaleza que por creencia religiosa. Y el que va de romería se arrepiente al otro día y de aquellas conchas estas veneras.
LOS CANTOS DEL GALLO MICILO DEL CROTALÓN
Son veinte quiquiriquíes correspondientes a otros tantos capítulos de un bravucón poco amigo de los curas siquiera su anticlericalismo se encuentra fundamentado en la corrupción de costumbres de los consagrados. Alza su cresta el masto y despierta a las cristiandades desde lo alto del gallinero. A sabiendas de que en cualquier momento lo desplumen. Se basa en las negaciones de san Pedro en el pretorio: “Prius Quam gallus cantet ter me negabis”. Antes de que el gallo cante tres veces tres veces les dirás que no me conocer “Et continuo gallus cantavit”…“et eggressus foras Petrus flevit amare”… y salió fuera el apóstol y lloró amargamente uno ve los pasos de la pasión de Cristo en estos textos que a mi me recuerdan la recitación monódica como se hizo durante siglos en las catedrales españolas a tres voces. Cristo. Pueblo y Sinagoga. Concisa narración de la tarde de Viernes Santo, sublime mensaje… pase de mí este cáliz pero de esta forma se consuma la redención. “El Crotalón de Cristóforo Gnosofo y de los ingeniosos sueños del gallo de Luciano famoso orador griego” es la escenificación de aquel drama en que Cristo vuelve a llorar por los pecados de la iglesia. Similarmente tiene algo de libro de caballerías y de novela bizantina que parece inspirada en los cuadros del Bosco y los brochazos de Bruhgel… la humanidad marcha camino del infierno de espaldas al Gólgota y al Sinaí. La inquisición poniendo bozal a nuestras desventuras nos manda cerrar el pico. Usted se calla. Que he dicho que te calles. Taceat mulier in synagoga. Bueno, bueno, no es para ponerse así. Más quisiera ser yo predicador de vereda que arzobispo de Toledo. Van desmandados. Los caminos del infierno son anchos, afables y espaciosos, se circula cuesta abajo. Por el contrario las sendas de la virtud son calles estrechas muy empinadas llenas de piedras picudas, sendas de abrojos. Erasmo había dicho que santos y sandios vienen de la misma raíz y que estos que se dicen bienaventurados o se arrogan el título de filósofos son tontos. El mundo mundial se encuentra bajo el dominio de la locura y de la sandez. Y todavía quedan algunos que quieren ponerle puertas al campo. Vive y bebe, hermano, no te compliques la vida. Reza cuando puedas pero no las tengan muy seguras acerca del valor de tu plegaria porque Él está muy arriba. No nos hacen caso. ¿Por qué no escuchan, señor? ¿Siempre fue así? ¿No hay enmienda? No. La trulla vocifera. Prefiere ser engañada toda la chusma. Vulgus vult decipit (Jerónimo) pero hay que vivir sobre aviso y recatados como hacía el padre del escritor, Diego Fernández Laguna que recibió las aguas de gracia en la iglesia de san Miguel. Su padre era físico de loa Reina pero su abuelo regentaba una de las 24 tablajerías que había en la ciudad de Segovia años 80 del décimo quinto siglo. Luego se mudaron a la calle del Sol cabe la sinagoga nueva. Se supone que la rama de olivo del crecal de Israel infundió nueva savia a aquella Castilla de los bandos y las coplas cada señor en su castillo y cada familia en su casa torreada esplendoroso encierro. En el Crotalón hay atisbos de los proverbios sapienciales que son la base del Talmud. Retumban entre sus páginas las carcajadas de Israel al ver entre los cristianos tanto desamor, tanta superstición, tanta ridiculez. Sus fiestas no son una santificación del sabat sino verdaderas saturnales para dar rienda suelta a los vicios, Tal vez filosofar sea el único consuelo del pobre pero es peligroso alzar el gallo más de la cuenta y que retumbe el eco de tus quiquiriquíes por el espacio infinito. Por menos de nada te despluman como acontece en el capitulo vigésimo a un gallo con crestas roja muy orondo y con muchas plumas lo desplumaron las vecinas— ah las dueñas antañonas chismosas y alcahuetas— y después se lo cenaren al de por junto y en comandita daca acá el gallo dame tu cola y Demofón dice que como las animas al morir se reencarnaban en el cuerpo de otro a Pitágoras lo hicieron león y Micilo se convirtió en cura. ¿El milagro que hizo cristo cuando expulsó aquella legión de demonios del cuerpo de un poseído no demuestra que el Verbo Encarnado no es un símbolo de la metamorfosis que hará a los seres peregrinar eternamente en el cuerpo de otro ora rana ora perro ora obispo? En el Crotalón se lee la cartilla a las mujeres y todo el libro adolece de cierta misoginia, el gallo nos anima a andar prevenidos contra las santidades fingidas, las romerías, procesiones, peregrinaciones, tanto colegio tanto hospital y tanta capellanía de las monjas de la que se sirven algunos clérigos lascivos para dar rienda suelta a su lujuria disimulada. Con motivo de una misa nueva son invitados los párrocos de las catorce iglesias de la ciudad algunos prebendados empinan el codo más de la cuenta el cura de santo Tomás chocarrero él quiere hacerse el gracioso y derrama un jarro de morapio sobre la pechera de Maguncia que es la madre del misacantano. La juerga termina a palos. El cura de san Nicolás y el vicario de san Martín empiezan a discutir. Derraman el vino. La ira se hace presente pero no ha de darse demasiada importancia a la clerical borrachería, los sátiros tratan de conmover la virtud de Lucrecia y gorman las manos recién consagradas del misacantano. Era su hijo, su único hijo. En la torre de la iglesia de Cabezuela flameaba la bandera blanca de las misas nuevas. El vino acaba calentando las orejas del abad—esta es una novela clave con un mensaje censorio a las malas costumbres de ciertas sotanas— pues donde está el bien también el diablo anda por allá; se mete dentro de las cajoneras donde se guardan las casullas, nos mea en la pila del agua bendita y menea el rabo saltando de una a otra por las cornucopias, en juego de espejos, de las sacristías. Los sátiros hinotopades, plisos, alados grifos y agripones, seres míticos, se irán esta tarde por ser san Pedro con las dueñas al campo preparan la cabalgada de los centauros. En Europa resucitan los gigantes ¡malhaya los domingos con sus mañanas de misas cantadas y sus tardes enfurecidas por el vino y noches de bacanal! Villalón nos da ración doble de ingenio en este libro. La filología comparada dictaminaría que nos diría que las aventuras del Lazarillo son muy parecidas a los cuentos del gallo Micilo, ambos textos manaron de la misma pluma. Ojala regresaran aquellos tiempos porque Europa medio pagana o media cristiana se divertía y se toleraba hoy nos constreñimos alrededor de una jaula y el gran cofrade suelta estupideces o nos grita consignas. Si te sales de la línea marcada te envía a los gendarmes. Al gallo Micilo no le gustan las mujeres a veces se deja llevar por un furor misógino quien lo diría si tiene todo una harén para él pero es más celoso que un turco aquí traérmela aquí quiquiriquí. Les larga un mensaje a sus dueñas venís al mundo a parir cumplid el encargo. Ellas no son muy discretas y andan ventaneras luciendo palmito tiñéndose los brazos de alheñe entregadas a sus manicuras y sus afeites y luciendo palmito quitándole la honra a los maridos lo poco que tienen. Van por la calle con contoneos y meneos deseando las miren luciendo sus joyas pulseras de oro y pendientes collares ajorcas aljófares trencillas pregoneras del sexo y la lascivia, las cristianas le parecen menos recatadas que las moras y las judías. El gallo de Sócrates entonces emite por las fauces y sin mancharse el pico una alectoria terrible hijas de Jerusalén no volváis a Sodoma por el pecado de los hijos de Israel vendrá el castigo. Este gallo toma el rábano por las hojas. No se anda con chiquitas. ¿Quién encontrará a la mujer fuerte? Los avisos suenan por todos los corrales pero la chusma no hace caso. Comamos y bebamos dicen y que no se quede en el fondo del arca el pan de trastrigo. Atropos personaje mítico es la voz clamando en el desierto. Un arquero dispara blasfemias contra el cielo, sus dardos van a perderse en el fulgor de las estrellas. Pero escupir al cielo es arte de zarlería. Llueven después gargajos sobre las cabezas de los mortales. Mientras el barco de la fantasía cruza las aguas con su matalote de sueños. Mira qué oronda navega la nave oneraria llevando en la panza galeotes cristianos. El doctor Laguna más que percusor del género picaresco es su inventor y otras literaturas europeas la inglesa Tom Jones o Walter Shandy o los franceses Gil Blas de Santillana seguirán ruta elaborando sus textos con un estilo clásico elevado al que se incorporan voces de la calle. Es el habla de los perailes tundidores y cardadores de Segovia que se sentaban bajo los arcos del Azoguejo los jueves del mercado y estaban siempre a verlas venir. Su modo de escribir estéticamente posee la claridad y los aires puros de Segovia ciudad baluarte y de altos empeños.
ERASMO PATRÓN DE LOS HUMANISTAS. LA IGLESIA DEBÍA CANONIZARLO.
Si no te gusta Erasmo o eres fraile o eres asno solían decir los humanistas de Alcalá la que tuvo un talante más liberal y reformista a la sombra de Cisneros. Salamanca era otra cosa. Erasmo no tuvo buen cartel en España y el sentimiento era mutuo. Le dio calabazas al emperador que le ofrecía una mitra en Sicilia, no quiso nunca cruzar los pirineos. “Un obispado no vale lo que vale mi libertad”. Non placet Hispania.
No le gustaba España y aquí sus secuaces fueron muy perseguidos bajo la sospecha de herejes (los hermanos Valdés, el metropolita Carranza primado de Toledo y del autor de ese libro tan delicioso que es el Lazarillo lo publicó anónimo por miedo a la inquisición.)
Sin embargo, se hace lenguas de los ingleses a los que alaba sus costumbres, su mejor amigo fue Tomás Moro. Pasó los mejores años de su vida en Londres y se sorprendía de que en aquel país todo el mundo besase a todo el mundo. La Arcadia. La utopía. Mihi praestat Britannia quia suavis est sicut osculum. Le besaban los ingleses lo besaban las inglesas. Fue el primer anglófilo de la literatura universal pero toda su obra está en latín.
Su pasión eran los libros en cuya compañía en un rinconcito se sentía en compañía. Porque un libro es el mejor amigo. La frase es suya. Más muchos que pocos y cañuto más mejor. Te hacen ser tolerante y compasivo. Escribió mucho… cuanto más escribo más gusto y mejor lo hago. Amaba a los hombres pero de lejos.
He aquí un hombre de pensamiento más que de acción. A man for all the seasons, al igual que su amigo Moro. Un hombre para la eternidad que no duda en verter su cáliz de hiel y vinagre contra los curas y los frailes. Certero en sus juicios expresados con rotundidad aunque a veces siente que se le va la pluma. Era desmasiado inteligente y se adelantaba a su época.
De la huida y del andar de acá para allá hizo un lema vital. Erasmo fue un holandés errante. Siempre anduvo con la mosca en la oreja y a la espantadiza. Una de cal y otra arena. Corrían tiempos recios y no era bien quisto sobre todo en España y en Italia. Donde Scaligero le larga sus buenas andanadas tachándole de epicúreo y sibarita.
Para la escuela de Salamanca siempre fue sospechoso de herejía y la Sorbona le declara persona non grata por haber criticado a la escolástica que enseña a discutir y a regañar pero no a razonar.
Le salvó su ética, su pasión por el centro-virtus in medio est- y su sentido del humor que fue el mejor contraveneno para vivir aquellos lustros emponzoñados. Cruzó media Europa cabalgando en mulas prestadas cargadas de libros y en Dover le confiscan todo el dinero que llevaba los aduaneros ingleses que para esto son muy suyos- Erasmo no había leído a Shakespeare que conocía bien a sus paisanos. No obstante lo cual no mermó nunca la anglofilia de Erasmo que acababa de escribir “La educación del Príncipe” tomando por modelo a Enrique VIII.
Siempre tenía frío, escribía sin parar. No es lo que se dice un religioso modelo. No decía misa todos los días y “se fumaba” el coro siempre que podía. Pero pocos humanos han penetrado en la grandeza de la obra y la figura de Cristo como él volviendo a sus raíces paulinas e inspirándose en la Carta a los Corintios que fueron textos inspiradores y motor de arranque de la reforma luterana; nadie tan poco atacó con tanta furia y clarividencia a la iglesia romana a la cual considera una caricatura del ideal cristiano epicentro de la impostura, el contubernio, el veneno, la corrupción y la arrogancia. Sus libros cobran una singular relevancia en estos tiempos tan parecidos a los del siglo XVI, de reformas, de nuevos inventos.
“Encomio de la locura” que ha sido mal traducido en occidente ya que su original griego “Morias Egkomion” en realidad significa elogio de la sandez. El numero de tontos es infinito y los sandios, aquellos que vegetan en la nube del no saber de Nicolás de Cusa suelen vivir largos años, felices en su ignorancia y en su estupidez. Si no os hacéis ignorantes (como niños) no entrareis en el reino de los cielos. Mientras que los sabios, los filósofos, los grandes escritores llevan una existencia de pobreza y persecución. Cristo viene a decirnos este fraile holandés despreciaba las riquezas pero también la concupiscencia de la inteligencia el afán de saber y de conocer. Compara la concupiscencia del alma a la concupiscencia de la carne. De qué os vale ganar el cielo y la tierra si al final perdéis vuestra alma. El Evangelio tiene un lado oscurantista. Con su tesis Erasmo asustó a los teólogos de Oxford, de Lovaina y de la Sorbona. Sus libros tuvieron magna difusión a primeros de aquel siglo. De hecho, fue invitado a enseñar Teología en Alcalá en 1508 pero rehusó con la celebre frase “mihi non placet Hispania” luego serían prohibidos por Cisneros. El erasmismo creó escuela en Castilla alrededor de los círculos del emperador, fueron una de las causas religiosas de las guerras de las comunidades e inspiran con ciertas reservas a toda la literatura picaresca... este canónigo de Utrecht al que le gustaba la vida cómoda, comer y beber bien y tener su celda bien caldeada porque era algo friolento y de ahí dimana la tibieza de su carácter fue un incendiario. Siempre son algo peligrosos los hombres de las medias tintas del centro. Se asustó. Intentaba al final de sus días amainar velas pero ya era demasiado tarde. El cisma estaba en camino... nació fuera de tálamo de la unión del obispo de Stein con una hebrea. El odio hacia el padre al cual no conocería nunca sembró en su corazón la inquina hacia el papado, las órdenes mendicantes y un marcado desprecio hacia las costumbres paganas de los cristianos flamencos. Si no te gusta Erasmo o eres fraile o eres asno. Retumban en sus escritos las carcajadas de Israel. No supo entender el carácter sagrado de toda religión que tiene una componente externa y otra interior. No supo entender ese carácter íntimo por donde fluye la gracia. A fuerza de exaltar a los tontos cae Erasmo en los mismos vicios a los que fustiga. Vierte el veneno con vehemencia y solicitud contra esa iglesia que es puro ropaje exterior integrada por obispos fornicarios, papas corruptos o malvados, siempre al servicio del poder. Llevan en parte razón los autores proféticos rusos que anunciaban la llegada del anticristo en la personalidad de un pontífice que se convertiría en ministro de Asuntos Exteriores de la Gran Organización. Niño de coro de la catedral de Utrecht debió de sufrir algún abuso sexual que determinaría su misoginia y la inclinación hacia personas del mismo sexo. Sus libros constituyen un inteligente y despiadado sobresalto sin pasar por alto que con frecuencia se pasa de listo. Estallan sus invectivas antieclesíasticas con la rotundidad tonante del pedo de Príapo dormido al pie de una higuera que asustaría a las musas. Canidia y Sagana las dos musas lascivas que querían coquetear con Príapo huyeron espantadas. Echa por tierra toda la teología escolástica. Los sabios y los santos le resultan antipáticos. Conjunto de fracasados en la vida… “cómo agrada a los doctores solemnes, los doctores sutiles, los doctores melifluos, los doctores seráficos, doctores santos e irrefutables que arrojan como si fuera carnaza arrojar al vulgo ignaro los silogismos mayores y menores, las conclusiones, los corolarios, las suposiciones y toda esa retahílas de estupideces escolásticas… tienen las mujeres muchas razones para amar a los frailes; encuentran en ellos un bálsamo que les consuela de sus disgustos conyugales”. El mundo está lleno de locos y la receta contra esta estupidez general es un tisana hechas con hojas de elaboro que sirve para curar la locura. Y también el vino porque los niños y los borrachos y los tontos son los que dicen la verdad. “Vivid y bebed” es la recomendación que hace al final de su obra “Elogio de la locura” obra que estuvo dedicada a un santo mártir de la iglesia católica santo Tomás Moro, que era amigo suyo y al que Enrique VIII mandó degollar por oponerse a su matrimonio con Ana Bolena. Está escrita en un latín elegante al igual que su otro gran libro “Los Adagios”. Todas ellas puestas en el Índice por el Concilio de Trento.
SEMINARIO DE SEGOVIA MI ALMA MATER
Vuelo a Segovia regreso a mi alma mater y me encuentro en las escalerillas de la muralla de la Huerta con el espectro del Padre Laínez que se dirige a mí en tono afable mientras subo los peldaños desgastados de la escalera a dos vertientes donde los centinelas de la edad media montaban guardia en la garita ante un paisaje de montañas nevadas.
La mujer Muerta al fondo yace en su túmulo de basalto. Escucho en la lejanía las notas de un rabel que entona un romance. El maestro Joaquín Díaz la música callada de las noches serenas de mi infancia debe de andar entre las filas de los seminaristas que pasean en su “deambulatio” de Tercia la hora de la quiete, se rompe el silencio, el padre prefecto da una palmada y estallan las voces juveniles de la estudiantina:
▬Benedicamus Domino
▬Benedicamus y al cielo vayamos.
▬Tira, Parrita, venga, va.
Mi amigo Filemón el de Escarabajosa me tira un balonazo y empieza la partida de futbol entre “Gurriatos” y “Galapagos”.
Dos acacias en mitad del patio hacen las veces de improvisados postes, yo jugaba de portero. He regresado, a la recherche du temps perdu, a una mañana como esta del Día de San Frutos de hace sesenta años.
Los punta de diamante de los merlones de la muralla se alzan enhiestos y vigilantes y una cigüeña planea hacia los tejados de su nido que se alza en la misma espadaña de la torre del Conde de Cheste, lamiendo casi con sus alas la vertical del Acueducto. Estoy en casa.
He venido al encuentro del tiempo redivivo y arropado por la sonrisa del padre Laínez siento el renacer de viejas ilusiones mías, cuando soñábamos en voz alta, cantábamos recio nuestras salves en latín y esperábamos la llegada de un mundo feliz.
Diego Laínez nació en la villa soriana de Almazán, fue la eminencia gris y mano derecha de san Ignacio, el tercer Prepósito General de la Compañía. Hablaba siempre en portugués porque en Lisboa estaba entonces la capital de España y los jesuitas con el quinto voto reciben el don de un quinto sentido para saber dónde se encuentra el poder.
Fue el fundador de esta casa convertida tiempo adelante en Seminario Conciliar. Fue uno de los primeros cuarteles que estableció la Sociedad de Jesus en Europa reinando Felipe II. Todo está casi igual que entonces. La huerta se ha convertido en aparcamiento. Era la Huerta del Judío trasera a la Casa de los Picos donde se alzaba la Torre Carchena
Son más frondosas las acacias, algunas malas hierbas incluso un ailanto crece en las junturas del adarve, se llevaron o ha desaparecido la alberca o pilón de sólidos sillares de granito un vestigio romano donde se recogía el agua de la conducción del acueducto. La fuente manaba por un caño y allí nos bañábamos en calzoncillos algunos seminaristas por el verano.
Pero la espira solemne y triunfal de la “Aceitera” (así llamábamos a la torre de la antigua Casa de la compañía) se yergue solemne y triunfal sobre el skyline mirando al mundo con un aire de orgullosa melancolía. Se encuentra en el punto más alto de la ciudad.
“El padre Laínez era pequeño de cuerpo, la color blanca aunque un poco ortigado, de alegre rostro y con una perenne sonrisa apacible en la boca, la nariz larga y aguileña, los ojos grandes y vivos y muy claros. Fue de delicada complexión aunque bien compuesto y ancho de pecho y no menos de corazón. Fue desde muchacho quebrado y ya siendo hombre muy fatigado de dolor de ijada y de riñones, y algunas veces, aunque, pocas, de gota, pues comía poco. Su ingenio fue exuberante, grande, agudo, profundo, vehemente, claro, robusto. Tenía una sed insaciable de leer; así leía continuamente y pasaba libros escribiendo de su mano y sacando lo que le parecía bueno dellos. En esto servía a la Iglesia y al Bien común. Pasaba un buen tomo de las obras del tostado en muy pocos días y hacía extractos dél con extremada aplicación y diligencia”
Esta es la semblanza que traza sobre aquel gran general de los jesuitas uno de sus biógrafos. No se puede calar más hondo en el difícil arte de la prosopografía, trazando un verdadero retrato psicológico de este alabardero de Cristo, martillo de herejes y confutador de la herejía calvinista.
Predicó por toda Italia y la Auvernia francesa. Estuvo a punto de morir la noche de San Bartolomé. Siendo niño le pidió a Dios el don de la sabiduría y el señor parece ser que se la concedió sin dejar pasar por alto que como buen jesuita fuese un hombre controvertido. No fue muy larga su vida. Murió en Roma a los 53 años.
Sus biógrafos añaden otro detalle: nunca probaba la carne, siempre el pescado. El matrimonio le parecía el mayor de los tormentos. Sin embargo, en el ambiente corrupto de la Roma de los papas del Renacimiento no escapó a las tentaciones de la carne▬ era la misma que nos describe Delicado Baeza en su “Lozana andaluza” ▬ cuando una cortesana vino a tentarle “presa de una ciega y desapoderada pasión” pero él dejó a la serpiente con el silbo huyendo de las trazas y halagos. Parco en el yantar, muy tranquilo en las contiendas y trabajos que hubo de soportar en defensa de la fe. Recomendaba a sus novicios libros devotos y edificativos aunque fueran escritos en bajo estilo y con poca elegancia de palabras.
No quiso ser obispo de Mallorca y renunció a la silla arzobispal de Pisa. Asimismo, se escapó de Roma cuando le propusieron para sucesor de san Ignacio. No se llevó del todo bien con el papa Paulo IV el famoso papa “Caraffa” pues fue un luchador incontrovertible contra la simonía y el nepotismo, males endémicos de la curia por aquellas calendas. En algunos retratos que de él se conservan alienta una mirada profunda de jabalí. De ahí el mote que le pusieron algunos curas desafectos a la Compañía: “aper” (jabalí). Sin embargo, este augusto intelectual soriano que a lo mejor hoy hubiese sido un cura progre era la vera efigie de la mansedumbre, en el trato era afable y volviendo a sus biógrafos estos hablan de la “comitas” (dulzura) de su carácter, aunque insobornable.
Este encuentro virtual con mis raíces me ha sacado del tiempo presente y por el espejo retrovisor de la vida contemplo mi pasado, la vida transcurre deprisa. No sé si se me ha aparecido el padre Laínez o es una obsesión que me invade, desde tantos años atrás, entre libros dándole la vuelta al aire jugando con las ideas al compás de mis sueños y de mis fracasos pero es el legado que recibí de mi alma mater ese afán de leer e indagar esa constante búsqueda de la verdad apasionada.
En esto que una voz joven me saca de mis ensimismamientos espectrales. Alguien me llama la atención. ¿Habré metido de nuevo la pata?
▬ Eh oiga usted ¿Es todo esto suyo? Baje inmediatamente, está prohibido. Esta parte de la muralla es del Ayuntamiento no pertenece al seminario.
▬Estaba sacando unas fotos y recordando viejo tiempos▬ contesto.
Desciendo, acto seguido, muy solemne por la escalera imperial a dos aguas por donde subía y bajaba el relevo de la guardia romana de la muralla y ya más amigable le explico al joven (mea culpa) que me he colado aprovechando que se abría al paso de un coche la puerta automática de la huerta para colarme en el recinto. Estoy disfrutando a mis anchas con mis recuerdos.
▬Pues, si cae usted, o le pasa algo en menudo lío que nos mete. Han puesto un pleito al obispo por estos terrenos que son de la Iglesia desde tiempo inmemorial.
▬¿Quién puso la demanda?
Mi interlocutor se encoge de hombros.
▬Ah, no sé.
▬Lo quieren todo estos tíos, todo es suyo▬ le digo al joven que se llama Rafa y que es nada menos que el vicario del Obispo y hace las veces de cancerbero, vigilante, portero, recoge las llamadas, está al tanto y tiene fama de ser muy buena persona entre el clero segoviano. Episcopein en griego quiere decir obispo el que anda a la mira. Rafa, hijo haces bien. Aprecio en este buen cura la humildad y cumplimiento del deber que nos inculcaron y que viene a ser la marca de la casa. Creo que Rafa que es sacerdote joven sería un buen obispo para estos tiempos difíciles que vivimos. Como heredero del legado que nos legó Laínez a los que por acá estuvimos y damos ahora pasos perdidos en un mundo lleno de controversias y de esperanza.
Veo ahora al cabo de tantos años sus ojos claros y distantes bajo el gorro bisunto ocultando la gran calva. Ardua es la santidad que un ojo en el cielo y otro en el suelo. Ejemplo de lo que quise ser y no pude a la sombra de la Torre de la alcuza, la entena que quería agujerear el cielo con nuestras preces, rosarios y sabatinas. Todo aquello para qué, me pregunto y, sin embargo, creo que de algo ha servido. Jamás perdí la decencia ni renuncié a los ideales. “Sic, ad ardua” y yo soy desde entonces un hombre de oración y de introversión. Los escolásticos me enseñaron esa rebeldía y desde aquel día ando negando la menor. La Aceitera era la torre más alta de la ciudad escarpada y altiva después de la catedral. Maestro Laínez, tú me leíste la cartilla. Recito el pensum de los clásicos, canto cuando el sol alza su oblea de oro por el horizonte el Iam lucis ortus sidere y esa oración me ayuda en mi fe. Un ojo en el suelo y otro en el cielo. Desde entonces quise vivir en jesuita. Los libros y la escritura son baluarte de mi fe sin fetichismos ni idolatrías. Estoy ad latere. Sagrado Corazón de Jesús en vos confío. Con esa oración en sus labios murió mi padre y es el saludo con el que quisiera yo despedirme de la vida cuando la hora llegue. Ese orgullo intelectual que me domina viene también de mi maestro Laínez. La lápida de mármol en la que ponía “aquí vivió Diego Laínez” estaba cerca del ventanuco de mi camarilla. Muchas veces en mi visita a mi ciudad me he sentado en aquellas escalerillas de granito junto al estilóbato de la fachada apoteósica del más genuino estilo herreriano. En el dintel se divisa el escudo episcopal en colores una tiara y las ínfulas revolteadas junto al báculo. Tres puertas hoy cerradas de pino pintado de verde abren la entrada de la gran iglesia hoy vacía. Símbolo trinitario. Por ellas entrábamos procesionales en las noches de sábado. Un diacono portaba el cirio pascual y entonaba el Lumen Cristi. El coro respondía Deo gratias. Nadie supondría que medio siglo más tarde todo aquello se derrumbaría, y el templo olería a cagadas de gato y los silogismos que estudiáramos con todo ahínco no valdrían para nada. Siempre me han impresionado tanto las iglesias vacías como las puertas cerradas, quizás un resabio de mi infancia. Sentía pánico cuando al regresar de la escuela a casa llamaba y no me habría. No estaba mi madre y tenía que esperar en la escalera. Fue aquello el presagio del tiempo que vendría aunque todo esto que ha ocurrido ni nos lo podemos imaginar. ¿Habrá empezado el Apocalipsis? ¿El timón de la barca de Pedro quien lo dirige? Son sospechas que rondan mi cabeza y he arriesgado mi situación y mi prestigio por denunciar esta situación que nos merodea. Tampoco conviene perder la perspectiva. Confiamos en el Salvador sin hacer reserva de que de mucho de lo que está pasando, por ejemplo el registro ayer mismo del palacio del obispo de Bruselas, la culpa la tienen los clérigos indignos. Dios confunde su soberbia. En la Iglesia ortodoxa, empero, no se dan tales conflictos. Reflexionemos, pues. Hay que ser lógico y deductivo como era el Padre Laínez, aquel soriano de Almazán al que sus compañeros no podían ver porque decía la verdad y se mostraba irreductible en cuestiones sustantivas a la armadura del dogma. Lo demás era sustancia y en esta época estamos confundiendo el accidente y la sustancia y el trigo y la paja se entreveran. Es la fragilidad del barro de nuestra condición y la gallinaza y la mierda que taponan nuestros ojos. In dubio pro reo era una de las máximas suarecianas de cuya teología se mostró partidario el segundo prepósito general de los jesuitas. En aquella recoleta plazoleta del seminario se aposentan mis principios. Era mi alma mater. Diego Laínez (1512-1565) era un lector empedernido y un escritor incombustible. Sólo vivió 53 años bien aprovechados y al final de sus días se jactaba de haber leído un libro cada veinticuatro horas. Un ojo en el cielo y otro en el suelo. Dicen sus biógrafos que los papeles perdidos y apuntes del buen discípulo de san Ignacio si se recuperaran no cabrían en un edificio de tres alturas. San Ignacio apenas escribió nada sólo los Ejercicios Espirituales un libro mal escrito donde resuenan las concordancias vizcaínas pero que ha sido un best seller místico para todos aquellos que querían emprender la ruta de la santidad, y el más famoso después del Kempis pero inculcó en sus hijos el afán de la literatura como un acto de servicio. De ahí que pocas veces se hayan tenido noticias de miembros de la compañía con fama de lerdos o torpes que tanta abundan incluso hoy en día en nuestros curitas sabelotodo, y que son herederos de aquellos curas de misa y olla, un tanto cerriles y oscurantistas, los predicadores de vereda que tanto encocoran al padre Isla otro jesuita injustamente perseguido y expulsado de España pero que nos legó una obra que es un segundo Quijote el “Fray Gerundio”, una obra que yo recomendaría a los tertulianos de nuestras teles que tanto hablan sin saber nada y a otros agentes del agit prop de la democracia. La norma jesuítica de “en tanto en cuanto” se adapta a concebir la literatura como un servicio a la Fe. Por eso, los miembros de esta ordenes, los guardias de Corps de la Iglesia, tuvieron fama de listos. Laínez es un enigma. Nació en Almazán de padres conversos y llegó a ser luminaria en Trento. Este hecho se compadece con la idea de que el catolicismo español conserva una huella sefardita de forma indeleble. Llevó una vida austera, propia de un rabino, en aquella Roma de los papas corruptos del Renacimiento, dominada por la avaricia y la lujuria, según nos la describe Delicado Baeza en su “La lozana andaluza”. Roma putrefacta se estremeció ante los martillazos que un predicador agustino daba a las puertas nieladas de la catedral de Wittemberg. Contra la simonía, las bulas, el absentismo episcopal, la disolución de costumbres en los de vida consagrada. Lutero con su exégesis fundamentalista, de vuelta a los principios, y sus teorías sobre la Biblia a palo seco (nuda escritura) llevaba razón en muchas cosas pero le perdió su soberbia de fraile marimandón y con aquellos clavos sobre la puerta de la más airosa de las catedrales alemanas de nuevo crucificó a Cristo. Pero la iglesia, obra de judíos reformados (Pedro, Pablo y Andrés) volvió a ser salvada gracias a este converso soriano, integérrimo en sus costumbres que cumplió la regla ignaciana con sus cuatro postulados: castidad, pobreza, obediencia y el cuarto voto de servicio al papa a rajatablas. Esa castidad, esa pureza de vida que me enseñaron en aquel seminario que fue casa de la compañía fueron mi norte y mi vida y he profesado aun habiendo renunciado al celibato porque para mí el sexo es una función procreadora y para la conservación de la especie, algo que no entiende el mundo moderno. La idea la mamé dentro de aquellos muros pues no sólo la castidad es un privilegio del celibato. A Laínez no se le conocieron líos de faldas ni de pantalones, renunció al capelo cardenalicio y a los episcopados de Pisa y de Mallorca. Él instituyó la costumbre de que los jesuitas no puedan ser obispo, excepto en casos excepcionales. Gozó de las preeminencias del papa Paulo IV, que favoreció a la Orden, pero su sucesor el cardenal Caraffa se constituye en uno de sus detractores y los jesuitas, la quinta columna de la Iglesia, estuvieron a punto de ser disueltos.. Su obra magna no ve a luz, “Disputationes Tridentinae” no ve la luz hasta 1866 y de ellas escojo esta perla: “Melius est Deum collere quam contumelias impetrare” (es mejor servir a Dios que hacer caso de lo que diga la gente)
28/09/2016
ALFONSO DE VALDÉS. EL SACO DE ROMA
La situación en que se encuentra este planeta en agosto de 2013 con esa primavera árabe que ha florecido en capullos siniestros y mortandades en Libia, Egipto, Irak, Siria, Túnez, naciones en las cuales se fundamenta el origen de la cristiandad (un ángel negro, el Azrael bíblico ángel del mal, ha metido la mano en el avispero del Islam) a no pocos creyentes obligó a volver la cabeza hacia el trono de San Pedro pero en Francisco sólo encontró simpatía macanuda propia de un cura de barrio bonaerense que va por ahí besando bebés, gestos ambiguos propios no de un "primus pater" o Papa, sino de un político, nadar y guardar la ropa y guardarse muy mucho de enojar a la mano oculta que mece la cuna de tales revoluciones, para que no lo asesinen y permanecer en el cargo, siguiendo la senda de su predecesor Wojtyla que nunca se atrevió a condenar la guerra de Iraq. La debacle y todo lo demás. Ningún pontífice romano cuando están ardiendo los templos coptos, matan a los sacerdotes sirios, violan a las monjas en Nigeria parece entusiasmado con la idea del martirio ni la de enfrentarse al tirano, denunciarlo, condenarlo. Bergoglio ha optado por el doble sentido, la pauta de dos cabos y la ambivalencia. La carga de su ministerio implica obligaciones mucho más arduas que la de besar bebés y cruzar la Plaza de San Pedro en olor de multitudes haciéndose el simpático. ¡Macanudo, che! y luego te vas a Ostia y dices una misa en la playa tomas el sanguis en un cáliz de madera bendices la inmigración masiva que no es inmigración sino verdadera invasión y dejas a los curas acojonados porque ya no podrán tener un mercedes ni darse la vidorra de solterones egoístas como el padre Fortea que es la niña del exorcista, se declara anglofilo en su blog y defensor de los intereses norteamericanos pues ahora sí que estamos listos. La mayor parte de los arribados en patera son musulmanes. Las Enejes les dan mantas y hasta agua bendita pero no se ha logrado ni una sola conversión. El Islam muy bien, Santo Padre, pero juntos que no revueltos y aquí paz y después gloria y cada uno en su casa y Dios en la de todos pero aun cuando la religión de Mahoma cuente con las bendiciones del Supercofrade Obama, los sarracenos adoran tal vez a un dios verdadero pero a través de un falso profeta. Eso nos lo enseñaron cuando dábamos el Ripalda pero claro está doctores tiene la iglesia y a lo mejor andamos todos un poco confundidos y seamos un rebaño sin pastor en estos momentos.
¿Hablamos en lenguas de doble filo? ¿Bendecimos actitudes de dos pautas? Nadie puede servir a dos señores. No se puede servir a dos señores, luego vas y te echas en mano de los rabinos y compadreas con ellos en la sinagoga de tu barrio, che, que bueno que viniste, macanudo pero olvidas el peso de la purpura cuando te coronaron te dieron el título de siervo de los siervos pero no valen meramente los gestos externos porque servir a la iglesia es proclamar la verdad del evangelio y no uncirse al yugo del poderoso, a ver si nos entendemos y ahora que lo pienso esto me está saliendo en plan elegiaco un poco como las cartas al papa Celestino de Papini. Nos habían enseñado que la religión de la cruz era la única verdadera que fuera de ella no hay salvación pero luego tú vas y haces de tu capa un sayo y dices según se mire todo en tanto en cuanto pernicioso relativismo y filantropía que está despoblando los monasterios vacía las iglesias interrumpe el culto divino seca las fuentes de los sacramentos y es que tengo que dar la razón a fray Martin cuando clavaba sus tesis a la puerta de la colegiata de Wittemberg arrogarse el título de vicario de Cristo es un pecado muy gordo, casi una blasfemia que confundió a Iñigo de Loyola con ese postulado de las dos banderas que tanta lata nos dio cuando hicimos los ejercicios. El rey temporal. El rey espiritual. Pues bien, san Ignacio, como buen vasco, tenía algo de etarra, terminó hasta las narices de los castellanos que se reían de sus concordancia vizcainas y cambió de lealtad. Un monárquico empedernido un carlista renegó de su vasallaje al emperador Carlos V para entrar a servir al poder espiritual. No sabía el pobre donde se metía porque el Papa era también un rey temporal con su corte, con su ejército, con sus castillos pero así se hizo la contrarrevolución o contrarreforma dentro de un espíritu diríamos antiespañol. Los jesuitas asumieron parte de las tácticas de los protestantes. Suprimieron el coro, crearon su propia liturgia rezada nada de cantar y se inclinaron por la oración mental nada de frailes nada de monasterios pero con esta táctica de desdeño de lo temporal todo el oro y las riquezas del mundo van a parar a sus cofres. estoy jugando, claro está, al tute con ideas que no son de ahora, pertenecen al siglo XVI pero puede servir de baremo y saber a qué atenernos. Los papas vienen y van. La adustez jesuítica consideraba que suprimiendo la farfolla la institución sobreviviría a las acechanzas. Y los buenos padres de la compañía el gorro bisunto, unos cojos, otros bizcos pero con mirada de águila iban y venían por San Juan de Letrán. Nadie les batía en los pasillos, siempre se les dio bien eso del lobbying porque la regla suele dar buenos políticos. Las dos banderas. El rey temporal. El rey eterno. Lo efímero y lo permanente. Eso está muy bien pero lo que decía Laínez un ojo en el cielo y otro en el suelo. paradójicamente son los introductores de las ideas erasmistas ganándose la enemiga de los frailes. Se los acusó siempre de hipócritas y de antiespañoles favoreciendo los intereses del papado frente a los imperiales. Su quinto voto de obediencia de cadáver al sucesor de San Pedro idolatra una falsa premisa el mensaje es el medio y el fin justifica los medios y es la iglesia un medio ¿o un fin? basado en el carácter divino de la sede apostólica. Aunque la historia nos dice lo contrario: que el papado es una institución carolingia en la que Jesús no tomó arte ni parte parece ser que quedan pocas dudas entre los historiadores aunque los romanistas en defensa de la supremacía y de sus privilegios se agarran como un clavo ardiendo a las palabras conferidas a Pedro en Tiberiades "tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia" tomando la parábola del Señor que todas tenían un sentido traslaticio al pie de letra. Cristo hablaba en metáforas.
Carlomagno cuando fue coronado por san León en Nochebuena como emperador de romanos representa el poder venido de lo alto y que se esparce en dos potestades: trono y altar. Nada tiene que ver semejante regalía en que se funden la espada y la cruz con la humildad, mansedumbre y pobreza del Galileo ni con las epístolas de San Pablo que el heresiarca Lutero va a estudiar a conciencia descubriendo a su vez el lado infame de los muchos pecados eclesiales: la simonía, el episcopado guerrero, los abusos de las indulgencias, el regalo en que vivían los pontífices, cardenales y príncipes de la iglesia, el absentismos de los obispos, el relajamiento monástico, la hipocresía y la doble moral de los clérigos, los abusos sexuales. La corrupción de los mejore amen de ser un escándalo para el pueblo acarrea grandes males para la república.
allende desto si no quiero tener mujer propia, cuantas mujeres hay en el mundo hermosas son mías. Mantenedlas vosotros y gocemos mostros de ella... yo rezo mis horas y me confieso a dios cuando me acuesto y cuando me levanto; no tomo a nadie lo suyo, no doy a logro, no salteo camino, no mato a ninguno, ayuno cuando la manda la iglesia, voy a misa. ¿No te parece que esto basta para ser cristiano? Eso de las mujeres al fin y al cabo todos somos hombres y Dios es misericordioso (discurso del Arcediano)
Carlos v era alemán y desde el principio se muestra preocupado por el descontento contra los excesos eclesiales de sus súbditos y como heredero de Carlomagno considera que el Papa es un príncipe más, a lo sumo un primus inter pares.
En España empieza a nacer por otra parte una idea mesiánica emanada del mundo converso plasmada en los versos de Hernando de Acuña unum ovile et unum pastor. Trono y altar, dando por descontado que el poder viene de dios, han de converger en la persona del emperador.
Los erasmistas por un lado y por otro los españolistas como Acuña, Ginés de Sepúlveda, , el propio Castiglione insisten en el aspecto divino y cesáreo del emperador de romanos. En Roma este concepto no gozó de mucho beneplácito y ha sido motivo de discordias y de antipatías hacia los hispanos. "Hasta las piedras se levantan contra nosotros" se queja Valdés y se repite a lo largo y a lo ancho de toda nuestra literatura del siglo de Oro desde Cervantes al Estebanillo, la Lozana, Vicente Espinel, pasando por Quevedo y por Lope de Vega, el primero superviviente de la conjura de Venecia y el segundo de la Invencible. ¿Por qué? Los papas casi todos de origen italiano se inclinan por favorecer a Francia y a Inglaterra. El favoritismo pontificio es piedra de escándalo para Carlos V lo mismo que lo fue para sus abuelos los Reyes Católicos que hubieron sus peleas con Sixto IV. Los Borjas como Alejandro VI o León X van a sumir como legado el lema de Erasmo de Rotterdam mihi non placet Hispania. No sé por qué nos odian y nos envidian tanto pero ¿qué le vamos a hacer? Ningún otro país en el mundo hizo tanto por la catolicidad, venció al Islam a lo largo de nueve siglos de Reconquista, dominó a los judíos y llevó la fe de Cristo a 19 países de Hispanoamérica. ni una palmadita en el hombro, ni siquiera un mil gracias por los servicios prestados. Únicamente Pío XII se descuelga en una encíclica con aquella frase de halago Deus qui hispanos aspicit benignos. ¿Por qué será? Yo albergo una teoría y aquí la digo. La Leyenda Negra lleva toda la hechura de ese odio africano del pueblo semita. ¿La factura que tenemos que pagar por haber expulsado a los judíos y a los moriscos? Es una flor negra de alberca o albañal que yo he visto crecer en Praga en los jardines de Essex, en el propio París y que se ha convertido en un arbusto que puede crecer hasta alcanzar la altura de un árbol del mal brotando de los labios de ese judío de nación y de raza el llanito Fabián Picardo que nos azupa los perros y nos amenaza desde la cubierta de un barco inglés como principal ministro de la colonia de Gibraltar. Mas el catalanista también debe de ser del pueblo maldito, está asesorado por su mujer que llegó desde las brumas infaustas de Praga y gracias a todos ellos la España de hoy tiene algo de novela kafkiana. Pero repasemos la historia. Las relaciones entre la iglesia medieval española y el Vaticano nunca fueron demasiado fluidas.
En cualquier caso, las suspicacias del alto clero español e incluso del bajo fueron continuas durante la edad media sobre todo a partir del cisma de occidente en que la primacía se decanta hacia Francia e incluso Inglaterra en detrimento de España. Cisneros, Giménez de Rada, el arzobispo Carrillo que en Alcalá se jactaba de decir que las bulas pontificias él se las pasaba por el forro, Fernando de Valdés, Cisneros y Mendoza.
Para estos obispos Roma era la última corte de apelación en caso de pleitos y acuden a la ciudad eterna para solucionar sus litigios curiales o a la procura de un beneficio. Allí todo lo podía el dinero como bien advierte el Arcipreste de Hita en su libro del buen amor. Yo vi allá en Roma do es la santidad que todos al dinero hacían humildad.
El Saco de Roma de 1527 cuando los tercios de Flandes que venían victoriosos de haber derrotado a los franceses en Pavía y ante la postura del papa Clemente VII que declara la guerra al césar y sin haber cobrado las pagas, acontece en este contexto.
Vida y obra del Estebanillo González hombre de buen humor compuesta por él mismo
Cargar en España para descargar en Flandes… porque desestimando los hispanos lo bueno que encierra su patria sólo dan estima a las raterías extranjeras. Estas son frases de esta novela picaresca, la más completa, acaso la más ácida y desvergonzada, la de un soldado de los tercios viejos, aunque siempre procuraba hurtar el cuerpo a las balas alemanas o suecas o haciendo los más bajos oficios cuarteleros como ranchero o furriel, bien cargada la escopeta de donaires y estratagemas, pues nos dice que la misión de un soldado es sobrevivir pero en esta supervivencia afanosa el autor anónimo hijo de un converso va demasiado lejos criticando la heroicidad de aquellos militares al servicio del rey.
No cree en el heroísmo del Miles Gloriossus (su autor debió de ser un clérigo que conocía la obra de Plauto) el buen Esteban pero se muestra tan ingeniosos en sus salidas que consigue el perdón de su coronel, del almirante y hasta del verdugo porque formó parte de la tripulación del maestre Colona y posteriormente en el ejercito del Cardenal infante. Peinó el viento y fatigó las selvas, navegó todos los mares y combatió en todas las ciudades de Europa: Milán, Nápoles, Rocroi, Innsbruck, Brujas, Nimega por más que siempre procurando cobertura en la retaguardia como marmitón o jefe de cocina en campaña. Su testimonio bufonesco y deformado-una furibunda diatriba contra los estragos de la guerra- fue recogido por los partidarios de la leyenda negra. El Estebanillo no es la obra de un motolito.
No era un tonto y parece bien informado aunque, de lo que se desprende de tanta correría que hacen del protagonista un mílite ubicuo, no pudo tener los dotes de la bilocación mística. La narrativa da la sensación de que se metió en batalla y que estuvo en todo los fregados.
Las escenas de su novela parecen copiadas del cuadro de la Rendición de Breda vista desde la óptica de un pícaro, de un mandria, que fue machacante de los sargentos del mariscal Espinola ese que pinta Velázquez en la rendición de Breda.
En todas sus hazañas se muestra indiferente a la adversidad, taimado, descreído, antisocial o poco solidario como se dice ahora con las miserias ajenas y las propias, sucio y desnudo sin demasiada afición a la honra, la riqueza, los amores lo que la sociedad de su tiempo en tanto aprecio colocaba, resultando el bufón de corte (pudo ser también el enano de las “Meninas”) un místico con desapego a las cosas del mundo, profeso de la orden de la desventura y de la Hermana Pobreza por único dios su propio pellejo, hábil y sutil en el manejo de la lengua, habla en germanía pero su español es de tal calibre que por lo acendrado del estilo supera a toda la novelística del genero, el Lazarillo incluido y los libros menores de Cervantes. No pudo ser testigo de tantas guerras ni metido en tantos follones por lo que cabe dudar de su afán autobiográfico.
El libro está escrito en primera persona pero ello también ocurre en el Pedro de Urdemalas atribuido al doctor Laguna. El médico de Carlos V nunca pudo viajar a Turquía. Recoge la información de centones, habladurías, lo que se escribía y decía en aquella época. El siglo XVII fue muy hablador.
Aunque gallego de Salvatierra, desprecia a su patria con una frase que haría a más de uno del BNG llevarse las manos a la cabeza… “antes puto que gallego”… “soy Estebanillo González y fui niño de las escuelas, gorrón de nominativos y llamador de molleras. Romero medio tunante, fullero de todas las tretas, aprendiz de guisar panzas, soto alférez de cien banderas,”.
Se conjetura que su padre, un físico judío que curaba en la corte de Carlos V, que se retira a Galicia emulando a la del lazarillo hay pasajes en los cuales la supera, dibujando un cuadro de costumbres de la época tan maravilloso, trepidante como desenfadado que hacen pensar en una cosa: que no en vano fue nuestra nación-España contra todos, decía Quevedo- el primer país del mundo de grato vivir y fácil amar a despecho de las penurias y congojas de un galleguiño que marcha a Roma en busca de fortuna y en recorridos por el mundo ejerce todos los oficios: paje, escudero, estudiante, buhonero, cohén de una coaxca (burdel), monaguillo de un clérigo y ordenanza de un capitán de los tercios viejos. Es también anónima aunque publicada casi medio siglo más tarde que la de su modelo.
El autor debió de ser, lo mismo que el de Lázaro de Tormes, o un cura rebotado a la delincuencia, o un soldado de los del tornillo , esto es, desertores que acaba en galeras sentado en el duro banco del cómitre junto a los remos, la barriga llena de torreznos y de frascas del tonel, harto de vino y comiendo tajadas de raya y filetes de tiburón, en coloquio perpetuo con los atunes pues aquí una de tres o iglesia, mar, o casa real. Boga, boga, marinerito.
La escuadra castellana era temida en todos los mares. El protagonista conoció las tres bazas como seminarista en Alcalá, embarcado en la marina de guerra comandada por antonio de Oquendo el que combatió a los piratas ingleses que asolaban las costas de Cádiz. En un pueblo de córdoba estando un capitán de banderas “haciendo gente” después de su naufragio en el Golfo de las Yeguas vio los fuegos de San Telmo haciéndose soldado de tierra en Arahal. El cabo o capitán de aquella compañía marchaba para Mastrique pero como de los arteros se hacen los osados volvió a desertar quedándose en el Potro de Córdoba de vendedor ambulante. Comió el potaje de frangollo de los cuarteles, compartió tasajo bacalao y cecina con la chusma de forzados.
Arreó mulas cerriles y cabañiles con los monteros de Sierra Morena Fue lugarteniente de pobres, mozo de espuelas de un caballero santiaguista, galán de monjas y flor de conventos a cuyos muros se arrima en procura de la sopa boba. Lo mejor de la picaresca es lo que tiene de exagerado, de esperpéntico. No deja de ser más que una deformación literaria de la realidad como la novela negra o el wertern de invención anglosajona. Lo que ocurre es que aquí son más realistas y tratan los autores de hacer un poco de crítica social. La vida se vivía con mayor intensidad por tales fechas.
Esculpe un cuadro brioso de costumbres, un kaleidoscopio de la vida bajo el reinado de Felipe III y de Felipe IV cuando paradójicamente España se militariza y la gente viaja de modo constante. El imperio español era aun el mayor de Europa y no había sobrevenido el declive ue con tanto tesón intentan adelantar los apasionados de la Leyenda Negra. El hambre y la penuria eran mayores en Inglaterra, los Nederlands o Francia de donde llegaban todos los buhoneros de Madrid a vender baratijas y alfileres a la dama boba. Vualá. Pero esos no nos lo cuentan. España era el país más libre de la Tierra. El verdugo de la Torre de Londres no paraba de cortar cabezas y en Paris se organizaban a cada poco noches de San Bartolomé.
Tardaría casi dos siglos más en ponerse el sol de los Austrias y en glandes Apolo calentaba a los hugonotes a conciencia pues para eso allí estaban los sucesores del Duque de Alba. ¿Quién dijo que España estaba machacada? Con el cuarto de los Felipes nuestra monarquía alcanza su glorificación visto a través de la lenta cóncava y convexa de un gallego cara linda y mucho donaire que decía de sí mismo ser un hijo de puta… pues antes puto que gallego. Hijo de padre desconocido que debió de ser un cura o un militar. Desde las orillas de Rivadavia se dirige a las riberas del Betis atravesando Portugal que seguía siendo español por aquel entonces y nos cuenta sus aventuras. Debía de gustarle el vino por cierto… “soy un cuba en Sahagún y en San Martín pellejo, piezgo y odre del de Rivadavia, del de Montilla consuelo y al de Sacramenia no le hago ascos”.
Se embarca con la flota, se desembarca, es pícaro de costa. Sube, baja, la acción de la novela es un truculento vaivén que a veces porque las tretas y añagazas son siempre las mismas y no tan ingeniosas como las de Lázaro de Tormes aunque cuando engaña a los judíos de Ruana demuestra que no hay cuña peor que la de la misma madera. El episodio se parece al de los yangüeses del Quijote y al cervantino daca la cola, asturiano. El Esteban se hace pasar por el hijo de un portugués quemado por la Inquisición y se presenta en la sinagoga de Rouen con unos papeles y la redoma en que traía las cenizas de su progenitor que fue carne de hoguera y hablándoles en su lengua les pidió ayuda. Todos con el rabí a la cabeza soltaron el trapo y muy compungidos aflojaron la mosca y le dieron junto con una bolsa de monedas un salvoconducto para que se presentase ante un “mercadante” de París, pues decía que iba -¿No serían estas cenizas falsificadas un anticipo de la profecía del Shoah?- camino de Viena a visitar a deudos suyos y al pasar por Pirineos fue asaltado por unos ladrones.
Los hebreos se mostraron conmovidos por la historia que les contara el portugués (toda una patraña) y le pidieron algunos de aquellos polvos para quedárselas como reliquias de mártir pero él dijo que no les podía dar mas y ellos bendijeron al peregrino y cantaron la chemá… el dio de Israel te de infinita gloria pues mereciste corona de mártir.
Con los veinticinco ducados que escotaron aquellos buenos hijos del profeta Moisés en la faltriquera y una carta de recomendación para el tratante de París, de su mismo gremio, Estebanillo tomó el olivo orgulloso y ovante… alegre de haber salido tan bien del encuentro con aquella gente que siempre engañan y jamás se dejan engañar.
No pudo ser más gloriosa su entrada en Paris con dinero fresco y la promesa de un empleo… cata Francia, Montesinos, cata París la ciudad, escucha cantar en ladino a los mercachifles prófugos de Sefarad.
El que le esperaba entre grandes reverencias, porque los informes no podían ser mejores, le puso a vender agujas. Pertenecía la tienda a otro de los expulsados de España que se llamaba Granados y por lo visto se sabía de coro el romancero y lo contaba por tierras ajenas para su consuelo de desterrado con voces tan poco entonadas que resonaban por todo el faubourg de Saint Germain des Prés.
Los parroquianos se preguntaban unos a otros por el nombre del que cantaba y temiendo no iría a llover se decían:
-Nous aurions de la pluie, monsieur.
-Ah bon
-Tiens, ils sont içi les espagnols
-Deja?
-Oui
Luego se fue a ver al embajador de Felipe IV que se llamaba el Marqués de Miravel, don Antonio Dávila y Zúñiga, gran diplomático supuestamente de la tribu de Abrahán pero bautizado por lo que alcanzaría preeminencias en la corte del francés que seguía curando lamparones todavía según nos informa el protagonista de esta novela
Nos cuenta que en Cazalla (Sevilla) cada día cogía a un lobo por las orejas y a una zorra por el rabo.
Haciendo alarde de ese menoscabo de las cosas del mundo que caracteriza al pícaro y al místico (la honra, las riquezas, el nombradío, el abrigo, la salud) no le da demasiada importancia a que lo tomen por cornudo, en Constantina tiene a un cabrero por amo el cual no se siente avergonzado de echarse a cuestas un cabrito de pitones considerables “ a causa de ser el animalejo de buen tamaño”. En místico este tropo se denomina santa indiferencia y Sta. Teresa lo explaya en su célebre soneto “Vuestra soy para vos nací”.
Al sexo y eso que dicen el amor no lo tiene en mucha estima Estebanillo aunque tampoco lo desdeña, si a mano viene. La carencia de obsesiones carnales y de pasiones [la maté porque era mía] otorga al libro ese desenfado y donaire que impregna sus páginas, con dosis de senequismo, aguante ante las adversidades, estoicismo y hasta resignación cristiana, lo cual tampoco quiere decir que la satisfacción del apetito genésico no fueran en aquella época tan cabal como en la actualidad.
El gran protagonista de la novela picaresca son Hambre y Desnudez. Pues la pereza engendra pobreza y aquellos haraganes no pegaban golpe. Comer más que holgar era el primer objetivo… “vendí mi hijo de cabra por cuatro reales, aplaqué el cansancio con ostiones crudos y camaroncitos con lima. Fuime a dormir a la calle La Galera donde hospedan de ordinario a la gente de mi porte”. Así entra en Sevilla persignándose pues al andaluz hazle la cruz.
A la mañana siguiente se fue a la Cartuja donde le dan de comer los hijos de San Bruno habas o frangollos y ración de brandevín (brande wine, brandy o coñac). La verdad es que los vagamundos de aquellas horas de imperio pudieron comer caliente y huir de los corchetes acogiéndose a altana en los refitorios y claustros de los monasterios. Demuestra que era la suerte que corrían aquellos pobres soldados que habiendo expuesto al tablero sus vidas por favor al rey, en pago los desdichados recibían no más que desdén y en fatiga pululaban por los caminos y trochas de media Europa como espectros, licenciados de las levas por mutilación, por deserción o porque expiró el contrato…
Tocaban caja en esta villa para ir en corso contra el Inglés…De esta forma- el estilo es muy lacónico y desenvuelto en toda la obra- se nos narra cómo se apuntó el “héroe” al tercio y se fue a combatir a los herejes, más que por patriotismo, pues nos asegura que para él la bandera de Carlos V no era más que una sábana pintada, por la hambruna.
Iba al husmo de las perolas y del rancho del cuartel. Su capitán era don Pedro de Ulloa En esta primera parte se describen aquellos encuentros guerreros (autenticas sarracinas) de las guerras de Flandes. En la segunda parte del libro el autor se muestra menos escéptico, no rezuma su estilo tanta desfachatez ni tanto donaire. Porque segundas partes y aquí ocurre al revés del Quijote, nunca fueron buenas. La trama sigue tejiéndose de embustes y fechorías contadas con no poco despejo y desparpajo.
LUÍS VIVES
Este otoño en los baños de Manzanera un pueblecito de Teruel coincidí con la Directora de la Biblioteca Luis Vives quien me explicó por qué los castellanos siempre sentimos una profunda admiración hacia el valenciano y la enrevesada situación política en nuestro país nos obliga a ser escépticos o prevenidos contra el catalán, no por el idioma que es hermoso en sí sino por los vociferantes que lo esgrimen como venablo contra la unidad patria. Claro que los idiomas nunca pueden ser arma arrojadiza para esgrimirlas en contiendas políticas. La bibliotecaria nos explicó que el valenciano suena más dulce y el catalán es áspero. Dicha dulzura planea sobre la figura de Luis Vives el gran humanista el profesor de Oxford y de Lovaina y vecino de la ciudad de Brujas durante gran parte de los 48 años de su corta vida, y que posó en Londres barrio de Chelsea como ayo de la infanta María hija de Enrique VIII y de la reina castellana doña Catalina de Aragón a la que fue leal. Vives estaba presente en el castillo de Peterborough cuando ésta falleció y la consolaba en sus sufrimientos morales y físicos. Tuvo del rey cinco hijos de los cuales solamente María Tudor se logró. Él llevaba esa cordialidad de la tierra de las flores en el corazón. Desiderio Erasmo dijo de él que era el ser humano más admirable del mundo. Fueron amigos pero en el valenciano no se encontrará la acrimonia del holandés ni la sátira acre de Rabelais. Los tres fueron maestros del Renacimiento pero Vives más didáctico y jamás cáustico se mantiene en todo momento adicto a la SRI. Ha sido para mí un autentico gozo disfrutar de su libro “Diálogos” en versión hecha del latín al castellano don Cristóbal Coret i Peris canónigo y fabulo del metropolita de la silla arzobispal de Valencia. Vives, semper vivas (que viva siempre), era la leyenda cuando aprendíamos las primeras letras en el catón de la editorial del mismo nombre que traía al reverso una estampa con su nombre tocado de un chapeo y el gabán de los doctores de Lovaina. Memoria eterna, pues, a este edetano nacido en la calle de la Taberna del Gallo intramuros y junto al Torno de Santa Tecla y bautizado en la iglesita de san Martín. En uno de sus diálogos hace un recorrido nostálgico por aquella su Valencia medieval y recuerda con cariño a Valdaura, su mujer natural y a sus amigos de la infancia; Tamayo, Manrique, Castillo, Caruana, Centellas y Lupiano.
Al igual que el doctor Laguna no puede dejar de la mente a su querida Segovia este otro español universal nunca renegó de su patria. Emparentado con los Borja, era descendiente de Ausias March. Cuando tenía 19 años su padre comerciante de paños y sedas se traslada a Flandes; el joven nunca regresó a bañarse en Malva rosa, la playa de su patria chica a la que añora. Pero el sol levantino sigue brillando a lo largo de su prosa en medio de las brumas del septentrión flamenco. Venían tiempos de guerra y de discrepancias teológicas. Moriría en Brujas 1540 a seis de mayo de podagra que le afectó a las piernas pero la gota (quiragra cuando es a las falanges de la mano) inmovilizó sus dedos. Al doctor Laguna al que conoció y compartió el afecto del papa Paulo III no debió de gustarle el juicio que emite Vives en sus Diálogos sobre los galenos de aquella época, poco disertos y matasanos. “Solvere nodosam nescit medicinam podagram”
Los Diálogos constituyen un friso en el cual se enmarcan las costumbres del siglo XVI en sus comienzos que hacen pensar en los cuadros miniados de los “Pequeñas alemanes”.
Exalta la intimidad del hogar y nos retrata la vida doméstica en el norte de Europa con precisión de miniaturista redactando en una prosa excelsa del latín que mereció convertirse en un clásico y en una autoridad lexicógrafa de mosén Coret que yo creo que supera al latín. Vives era un pozo de sabiduría y de bondad que sólo merecía tener su libro trasladado al idioma de Cervantes por un sabio de la categoría de Coret. El translater más que un refitolero o guardián de semana en la que se sirven a la mesa los majares deliciosos de los Diálogos es, de paso, un creador. No traiciona el traductor sino que a ratos lo supera. Este libro bien pudiera estar en el Diccionario de Autoridades.
Nos enteramos cómo eran aquellas gentes lo que comían lo qué bebían a qué hora se levantaban o se acostaban cómo se calzaban y vestían, cómo escribían y cómo eran las aulas de los estudiantes de una forma circunstanciada y sin la acrimonia de los autores antes analizados. Vives no pertenece a la novela picaresca y como critico de las costumbres es benévolo y sutil. El hombre más bueno del mundo, decía Erasmo. El padre Erasmo le recomendó abandonar Oxford donde había sido nombrado preceptor de la infanta María hija de Enrique VIII por causa de la persecución del cardenal Wosley (Bolseo) contra los católicos. La facultad humanista oxoniana guarda hasta nuestros días memoria dél porque puede verse su retrato en una de las salas con el epígrafe al que sus biógrafos hacen referencia “Vives, Samper vivas”. Subsiguientemente, fue gran amigo del pintor Alberto Durero afincado en Bruselas.
Se declaró abstemio y combatió los excesos de la gula y la bebida. Sus personajes no pasan las hambres del Lazarillo, viven en toda regla. Antes bien, asistimos a un banquete de estudiante en el que no faltó el cochinillo, la escarola y toda suerte de pescados: lubina, mujol, sollo, gobios acompañados con la buena cerveza — Bruselas siempre estuvo considerada como punto de referencia para los gastrónomos— y citando a los latinos dice que no hay mejor regalo que la carne de pavo. A los postres, leche fermentada de yegua, quesos de Peñafiel y de Plasencia, algún palmito de dátiles, carne de membrillo y hojaldres.
Como de la panza sale la danza los comensales a dedican a filosofar yendo y viniendo por los corredores del claustro universitario disertando sobre aspectos del pasado del futuro y del presente. El tono es peripatético, directo, sencillo, nada engolado pero empedrado de sabiduría y de citas a los clásicos. Es un referente de información local. En Valencia a finales del siglo XV los escolares jugaban a la rayuela, a pares y nones, a las agujetas y al hoyuelo (el guá) se levantaban al rayar el día escribían en una tablilla y el maestro utilizaba un puntero con que señalaba los mapas y a veces lo utilizaba de palmeta o vara de castigo. Merendaban pan y manteca, alguna avellana, almendras, cuajada y fruta: ciruelas albérchigos priescos, carne de membrillo y untaban el pan con aceite y azúcar y un poco de almodrote. A las comidas en las familias cristianas el padre bendecía la mesa y daba gracias al levantar manteles. La madre les hacía llevar las uñas bien limpias y gargarizar de mañana para zafarse de los males de garganta. A su tutor le gustaban las ensaladas porque son alimentos ligeros y de poco tuétano, así como hierbabuena, perejil, nastuerzo o berros, el hisopo siempre al lado de las fuentes cristalinas. Prohibía el uso de los mondadientes y si Ludovico se limpiaba la boca con la manga de la almilla y no con la servilleta recibía un pescozón. Candorosamente todas estas vicisitudes de su infancia valenciana cuenta. Debió de sufrir un choque al emigrar a Flandes. Los brujenses eran poco amigos de la erudición pero no así los bruselenses que enviaban a sus hijos a las mejores escuelas para labrarse un porvenir aunque los profesores vivieran pobres y mal pagados porque la cátedra y la escritura son poco redituables a diferencia de las artes mecánicas donde se hacía dinero. Aunque gocen las profesiones liberales de más prestigio, pero no hay sitio donde se tenga en menos la filosofía que en Brujas, se lamenta. ¡Desconocía nuestra humanista los estertores y el abismo en que cayó la cultura española en el siglo XXI!...
Gramil en ristre, mide y valora las costumbres de aquella Europa, aconseja, vitupera, ensalza virtudes como la frugalidad en la mesa de la que siempre habrá que levantase con un poco de hambre. Los espíritus quedan amortiguados por la ingesta. Abomina de los borrachos y dice que lo mejor para la resaca es un vaso de aguardiente efervescente, como recomiendan los homeópatas. Hay que beber hasta alegrarse nunca embriagarse. “El vino en la botella puedes hacer de él cuanto quieras pero metido en tu cuerpo hará de ti lo que le parezca. Te tiene y te pierdes, te conviertes en bestia. Cuidado con el vaso de Circe que hará que andes a gatas”.
Toda esta sabiduría la vuelca desde los consejos de los peripatéticos griegos. El filosofo yente y viniente formula conceptos que valen para el hombre de todas las épocas. Nos muestra los aposentos donde vivían los estudiantes de Brujas: el tinelo, la capilla, la sala, la secreta o vater siempre en la parte más escondida de la casa, la cocina y los dormitorios. A la puerta de la vivienda los romanos tenían una estatua de Hércules para impedir la entrada del diablo. Hércules luego sería sustituido por una imagen del Salvador. Objetos cotidianos como la sartén, la perola, las trébedes y el sillico para remedio de toda necesidad fisiológica. Ha de escribirse con pluma de ganso a la que el calígrafo tendrá que tajar previamente. Y por ambas caras de la hoja (opistografía, del griego pistos que significa detrás) pues los reversos son tan importantes como los anversos. Estos Diálogos constituyen lectura deliciosa aun para el hombre de nuestros días. Tono didáctico humanismo puro. Esencial daguerrotipo de la vivencia de Flandes a principios del edad moderna. Vives, semper vivas
EL LAZARILLO DE MANZANARES
Lázaro de Tormes tuvo secuaces e imitadores pero en manos de tales émulos, (caso semejante con el Quijote de Avellaneda o el Guzmán de Alfarache cuya segunda parte firmó un fraile de Valencia) el género degenera; la acción que es limpia, lineas y candorosa en el modelo se vuelve complicada y borrosa a par de tortuosa; en fin, una caicatura. El estilo decae y se transforma em tramas truculentas, párrafos farragosos, y aventuras en las que se explota el morbo místico y el embaimiento truculento. Cosas disparatadas y estupendas. Los libros de caballería admitían tales disparates. En novela picaresca se vuelven ridículos. No se narran historias, se cuentan cuentos. Pero España a la sazón se interesaba por la literatura como vehiculo de la mística. El picaro es un asceta que perdió el camino y se pierde en los laberintos de su existencia. A regañadientes admite la compañía de truhanes y bellacos pero al correr de sus aventuras está huyendo no sólo de la inquisición sino de sí mismo.
Juan Cortés de Tolosa publica el “Lazarillo de Manzanares” en el que se narra las tretas de que se valen dos picaros que se hacen pasar por frailes para conseguir los favores y el dinero de una garrida moza. El único lugar en el que se podía entonces hablar con la novia era esperar a la salida de la iglesia al pie del agua bendita. Los pretensores cuentan con la connivencia de celestinas y comadres. Se presentan como “santos” que leen las conciencias y hacen grandes penitencias, se disciplinan en público y se explayan en parlamentos como el siguiente mientras se azotan las espaldas: no cree vana gloria el asno… oremos, hermano, por estas santas. Dios las conserve en su gracia. Los supuestos penitentes se llaman Pedro Pecador y Juan de la Miseria (sic). En este Lazarillo yo he visto una sátira contra santos de aquella época como Juan de la Cruz o Juan de la Cruz los cuales se servian del valimiento de sus supuestos carismas para tener acceso a sus “amigas” o ganar favor de los poderosos. Otro tema recurrente es la salvaguarda de la honra que, como dice el interfecto “es como el vidrio, no aguanta un segundo golpe” y cada vez que se pierde no se recupera nunca. El plot es una maraña de malentendidos, de cartas, secretas y billetes enviados por salvoconducto. “En la ciudad de Jaen hubo una comadre llamada Beatriz moza muy hermosa y de buenas partes…” ella y su madre van a ser victimas de dos bellacos. Al final de la aventura éstos después de dejarlas preñadas y recien paridas se largan con el dinero de las parturientas y las joyas a Barcelona.
Y como demostración de que la novela picaresca tiene un arranque en Segovia en el siguiente tranco titulado la novela del licenciado Periquín hace nacer a su protagonista que se arroga el titulo de Lazarillo del Manzanares en la Ciudad del Acueducto: “Nació Pedro de la Oliva en Segovia, hijo de Pedro de Oliva y María de Ocetas, gente pobre, mas muy bien nacida”. Este don Perico vino al mundo de pies y nació riendo cuando otros nacen llorando al revés que los demás mortales. Falleció su padre y María de Oceta lo acomodó con un mercader de paños en cuya casa aprendió a leer escribir y contar. Luego se va a servir a un clérigo en Madrid que le mata de hambre y lo muele a palos pero le enseña una oración asaz interesante: “Gracias te doy, Señor porque no me hicieses piedra ni palo ni conde ni marqués”
A consecuencia de una de las palizas acaba con una herida en la cabeza en el hospital de Antón Martín y así sucesivamente. Se asentó en ca un abogado hombre celoso, Periquín se hace querer y entretiene con sus chistes y donaires a la señora de la casa y a las doncellas, una de ellas le gusta el fresco del sereno y deja por las noches la ventana abierta. “Con tanto aire en su aposento se le ha hinchado el vientre de la suerte que vuesa merced ve”. Las yeguas las empreña el viento cantaba don Luis de Góngora y Agorte. ¿Generación espontanea? Ni mucho menos. La barriga de la dama se debía a causas menos poéticas y más pedestres. Ay, Pedro, Pedro, en ese bombo se palpa el resultado de tus travesuras. Perico toma el portante después de enamorar a la señora de la casa, de desenojar al marido, y hacerle un chico a la Juana otra chica del servicio, y acaba en Ciudad Real. Unas viuda le hace profesor de latines de sus hijos. Como allí también había una hija moza, el segoviano no perdió el tiempo y lo que tenía que pasar pasó. Pedro de Oliva en su salacidad extrema viene a ser antitesis de su homónimo el de Tormes. Aquel da por sobreentendido el amor, éste se enfrasca en aventuras galantes que darán con sus huesos en galeras. Un barullo en el que se percibe el apresuramiento del novelista al que la trama se le va de las manos. Don Pedro de Oliva tras larga peripecia, paso por Salamanca y como pasante de un letrado en Orense deja de ser periquín y se convierte en todo un capitán de los Tercios de Sicilia, enamorado de una moza de ascendencia segoviana por nombre Clementa. El lector pierde el hilo ante tanta truculencia de amoríos, cartas desafíos, y porfías. Sin embargo, Cortés de Tolosa del que se tiene noticia que embarcó para las Indias y murió peleando en Chile bajo las banderas de Ercilla, el autor de la Araucana, es importante por una cosa: es el autor en el que se inspira Francisco de Quevedo para su magnífico retrato del Domine Cabra en el Buscón. ¿Copia es del Gran Tacaño la Novela de un Hombre Miserable? ¿Cometió plagio el Caballero de las Espuelas de Oro? Este párrafo al menos así lo corrobora o al menos lo hace sospechar: “… era alto, blanco, muy flaco, ojos azules, hundidas las sienes, la frente preñada, las narices grandes con un poyo en medio para las antiparras, calvo, macilento y zazo, era don Gonzalo el hambre y la sed juntas… usaba una sotanilla por mitad como tierras de pan llevar los cuartos delanteros de bayeta y traseros autem de bocací, el herreruelo jamás tuvo conformidad con su esposa la sotana, el jubón fue de tafetán en los tiempos de los Reyes Católicos”
RATIÑOS LA NIÑA DE LOS EMBUSTES
A los del Bierzo otrora ratiños se les llamaba pasado Astorga eran coritos y más allá gallegos a secas de Ponferrada o por mejor decir de cangas de morrazo era Catalina Cascabelos y lo mismo que la lozana andaluza que era de la peña de Martos las putas también van por la vida con denominación de origen. Castillo Solorzano en esta obrita "La niña de los embustes Teresa de Manzanares" dechado de los primores y amarguras de la novela picaresca vierte su sabiduría y su buen humor al abordar un tema tan viejo y escabroso como el mundo. A Catalina Cascabelos, su madre, “Catuxia” para los amigos, le hizo un chico un arriero segoviano que pasaba por allí. Ella dijo que el “chichón” era debido a un atracón de castañas en un magosto de aldea pero la barriga fue creciendo, naturaleza siguió su curso y a eso de los nueve meses malparió. Sus progenitores para lavar la culpa mandaron a la muchacha a servir a Madrid y este es el comienzo de la aventura. La cabra tira al monte y al cabo de algún tiempo la moza leonesa rubia y garrida se convirtió en una de las cortesanas más famosas y generosas del Madrid de Felipe IV. Confeccionaba pelucas al portador.
Castillo Solorzano data su libro en 1632. Es la historia del ascenso y caída al hilo de una historia de amor/desamor. Entremedias infinidad de enredos y follones duelos y espadachines que se baten a muerte por las calles del viejo Madrid narrados tales lances con mucho donaire y el desenfado propio del género picaresco cuyos protagonistas antagonistas y heterogonistas pusieron siempre al mal tiempo buena cara. Trata de blancas. Los negocios de la carne.
Dijo Cristo que habló muy poco de sexualidad y de escribir no escribió prácticamente nada (sólo con un dedo en la arena) lo siguiente: “Preciso es que venga el escándalo pero ay de aquel por quien viniere el escándalo. Mejor que lo atasen al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar”.
Roma la ciudad de los papas era el principal punto de destino de estas pobres mujeres que llevaban engañadas a ejercer prostitución. Enseguida, Estambul. Los turcos tan libidinosos practicantes de la ley de Mahoma acrecían su demografía violando a todas las muchachas de los territorios que conquistaban en el Este europeo llevándolas luego a sus serrallos, lo mismo hacían con los efebos porque un turco hace siempre a pelo y a pluma. A Paris venían desde Escandinavia, Alemania y Polonia a servir al monarca cristianísimo y en Madrid llegaban de toda Europa y del Nuevo Mundo a retozar en la corte de Su Católica Majestad. A Londres no hacía falta proceder a esta clase de importación, salvo alguna que otra irlandesa descarriada, porque Inglaterra siempre estuvo bien surtida de daifas, trotonas y tusonas de cualquier índole.
Catuxia era una gallega aseada y limpia a la que Tadeo, el peraile del Azoguejo (de Segovia ni la burra ni la novia) que así se llamaba el rufián que sedujo la enamoró cantándole coplas a la oreja con la música de una bandurria o discantillo para dejarla luego tirada por los caminos. ¡Ah Marusiña, Marusiña… eu quería me casare…!
En el Madrid de los Austrias las mozas de partido eran galaicas, para amas de cría las asturianas las fregatrices de Burgos y las aguadoras de Toledo aunque en Castilla antes se dijo que para putas Toro. Ellas no tenían que pasar el puerto de Rabanal para marchar a la Corte. Ni besar la cruz do ferro que se alza en lo alto y donde rezan una oración los gallegos que parten a tierras ajenas. Era la niña incauta y bozal en caminos pero pronto aprenderá. El Tadeo buen punto filipino que acompañaba como mozo de mulas al deán de Compostela desapareció pero la providencia no desdeña a la pobre Catuxia, “sedutta e abandonata” que camina con paso firme sin admitir requiebros ni martelos hasta la ribera del Manzanares y alcanza por fin a lomos de un mulo romo que le prestó un tratante de las Rozas la puente Castellana, ingresa en aquel Madrid que denomina el autor “gomia” de sabandijas y se pone a servir en el Mesón de la Hermosas sito en la Cava de san Francisco (hoy Cava Baja). Aldonza una compañera la inicia en el arte de la prostitución pero este no es el final de la historia sino el principio galas abalorios van a vestirla en los bodegones de tela que había en la calle de Toledo la calzan de chapines ponen en sus dedos sortijas y hala todas a hacer hacer la carrera al Prado o a la ribera del Manzanares. Nada les gustaba tanto a las aldeanas recién llegadas a la corte como disfrazarse de señoras. Les salen no pocos pretendientes que el autor denomina "pretensores"
A Catalina le gusta un buhonero francés que vendía hilos y baratijas. Casa con él y de la unión nacerá la Niña de los embustes. Pronto enviuda porque su marido muere a causa de una borrachera. Crónicas de la vida airada. Esta es una de las novelas picarescas más realistas donde se hace una relación circunstanciada de la topografía urbana y la demografía del Madrid durante el reinado del cuarto Felipe mecenas de las artes y muy putañero que era el buen rey y también devoto porque en la España de aquel tiempo religión y sexo andaban puerta por medio y lupanares y conventos eran vecinos pero en el ambiente según reflejan los tramos de este libro no podía ser más distendido aún en medio de un mundo cruel. A centones y tolondrones nos pone al hilo de las tretas y estratagemas en que habían de emplearse las muchachas de provincias para sobrevivir en aquella villa y corte trufada de matones buscavidas, beatas, maridos cornudos, letrados picapleitos, clérigos de mala fama, azacanes, taberneros, hidalgos pobretones. Tenían que emplearse a fondo en subterfugios infinitos. Así que la gallega del Bierzo la ratiña pronto deja de ser bozal en caminos y se vuelve una experta en el oficio de solicitud. Maldice a su violador con un conjuro en gallego " doucho demo al home" (Solórzano debía de ser de la terriña) y haciendo de tripas corazón se embarca en múltiples embustes o tretas para salir adelante en aquel Madrid que era gomia de sabandijas. Allí hay que oler bien según decía paco umbral y para bien parecer cuidar el atuendo porque a la persona según se la ve así se la trata. Catuxia se pone de punta en blanco: manteo azul con su poca de guarnición pajiza, basquiña y jubón de estameña, mantellina de bayeta de Segovia camisas valonas y cofia y chapines de plata adquiridos en la almoneda de la plaza de la Cebada. Apacible era la gallega y graciosa en su lengua pronto aprendió a bailar la capona y acudir a las meriendas veraniegas que tenían lugar en las riveras del cristalino Manzanares. Se va a casar con su francesillo un buhonero gascón de buen porte y bien vestido -ropilla de veintidoseno de Segovia, capa terciada- que rondaba la calle de la gallarda gallega un tal Pierre y se van a vivir a la calla Majadericos donde nace Teresa, la niña de los embustes, depósito de chanzas y diluvio de los chistes que va a ser. A los diez años queda huérfana pelos postizos un amante que se llama Tristán que se va a vivir a una casa a la malicia en la Red de san Luis por no pagar impuestos, se casa con un septuagenario que la mata de hambres y de celos pero burla al marido con el estudiante y aprendiz de cómico Sarapia
El donado hablador, vida y aventuras de Alonso, mozo de muchos amos
Jerónimo de Alcalá (1571-1632) tiene una plaza dedicada en la imponente plaza comunera de Medina del Campo cabe las dos esfinges y al pie de la iglesia románica de San Martín. era un murciano que ejerció de cirujano en la ciudad del Acueducto. Su "Donado hablador mozo de muchos amos" denota la decadencia en la cual está cayendo este género literario. El libro en algunos pasajes calca al Buscón quevedesco faltándole el ingenio. Ahora bien, es un testimonio de las costumbres de la época. El protagonista narra sus desventuras a un vicario al que informa de las estrecheces que pasó en casa de un tío cura también gran tacaño, un sacristán que maltrataba a la esposa, un letrado, un mozo de mulas. un arriero etc. Está escrita en una parrafeo lineal bien sazonado de de refranes y paremiología como cuando dice tratando de impedir que su amo pegase a su mujer "entre dos muelas molares nunca metas los pulgares" o al lamentarse de su mala fortuna; "nadie podrá huir de lo que las estrellas le tienen señalado".
Hacía las veces de sacristán y de monago, tañía las campanas y rapaba las velas. Cansado de penurias se marchó a Salamanca como escudero de unos estudiantes los cuales al llegar a la universidad le dan novatada. le cubren de gargajos y el ferreruelo todo nevado hecho un cristo igual que don Pablos. Jerónimo de Alcalá era un hombre devoto y se abstiene de criticar a los clérigos, no se moza de los galenos y elogia la virginidad de las monjas. Además, el libro es farragoso y reiterativo, aunque el más clásico de los buscones y lazarillos, con un pulso narrativo desigual en el que se advierte la presencia de un sucedáneo con sus extravagancias mitológicas y citas a los Santos Padres. La trama se disloca.
Con todo y eso, don Julio Cejador al igual que Valbuena Prat aseguran que las obras de Jerónimo de Alcalá lo mismo que las de Cortés de Tolosa no son malos libros aun teniendo en cuenta su carácter de servil imitación del Lazarillo y del Buscón.
A ambos se parece en que el hilo conductor de estas obras sea el hambre y la desgracia aunque el Lazarillo de Cortés y el Donoso de Alcalá sirviendo casi a los mismos amos que el modelo de Tormes al que intentan emular no pasan tanta gazuza.
Claro que el Tormes y el Eresma son afluentes del Duero y las aguas del Manzanares "el río más alegre de fregonas y el más paseado de lacayos de cuantos se conocen en España" desembocan en el Tajo, sin dar de lado el hecho de ser unos y otros arquetipos del hambre que se pasaba en toda Europa a fines del siglo XVI cuando se produce el gran cambio climático que redundará en malas cosecha, inundaciones e inviernos polares. Son prosas barrocas y culteranas que se nos dan envueltas en la amargura de Quevedo, el pesimismo de Mateo Alemán, el moralismo de Espinel. Siguen la misma ruta de sentenciosidad didáctica y frialdad expositiva entreverada de alusiones mitológicas las obras de Salas Barbadillo, de Castillo Solorzano, López de Úbeda, Luis Velez de Guevara o Juan de Luna. Da la impresión de que todos ellos miran a través del espejo del Azoguejo segoviano un martes de mercado. Con frecuencia se quiebra la ilación de la trama argumentativa con la naración de historias o cuentos mitológicos ocurridos en Grecia o en Italia en los cuales los dioses se muestran airados o compasivos. Aparecen canónigos, ermitaños, minoristas granujas, amos tacaños y miserables. Todos ellos son buenos retratistas de aquella sociedad y feudatario de un casticismo que convierte a la lengua castellana a una de las más ricas y expresiva de las literaturas europeas.
DELICADO BAEZA. LA LOZANA ANDALUZA
A Lozana la conocemos bien los hispanos. Es un personaje como el quijote, una especie de caballero andante del amor que ha cabalgado por Europa, una especie de santa Nefixa que lo hacía por caridad y de balde, ejecutora del amor dulce y venusto, repartiendo sus gracias al prójimo desde la benevolencia del deleite, retratado con donaire y haciendo gala de un idioma que revela las interioridades del tesoro de la lengua castellana, venero irrestañable del ir y venir por los colmados, las casas llanas, mancebías, burdeles, bochinches del tócame roque, casa con dos puertas difícil de guardar, por su autor un cura cordobés de origen converso, del que se sabe poco pero que es la cumbre de la literatura picaresca. A Lozana no la conocí pero la imaginé y es parte de mis sueños y de mis sonrisas. Los mis pecados perdónelos Dios que a nadie amarga un dulce. Sin meretrices- comenta san Agustín en uno de sus opúsculos- grandes daños sobrevendrán a la republica. Ellas son la vida misma formando parte del oficio más viejo del mundo. Escuadras de soldaderas, cantineras, monjas profesas de la diosa Venus. Los lupanares de Europa siempre estuvieron manejados por judíos. Delicado Baeza que antes de recibir ordenes mayores debió de dedicarse al viejo oficio furibundo y no me digan que todas esas bellaquerías que sabe y que plasma a lo largo de los 66 mamotretos o capítulos de su novela que se leen de un tirón por su modernidad, por el donaire y por el gran aparato paremiológico e histórico que esgrime. Hace un retrato de las orgías y desacatos de la Roma de los Borgias la del papa Alejandro VI y de Julio II pontificando sobre un corte corrompida pero llena de ardor guerrero y de artes. Es un libro moralizante pese sus descripciones del trato torpe en la lengua del lupanar, pues determina que hay tres profesiones en el mundo que suelen acabar mal, la de las putas y los soldados y las de los banqueros en una tumba de oro. Publicado en 1524 anuncia proféticamente el saco de Roma que sobrevendría tres años más tarde por los lansquenetes hambrientos e iracundos del Duque de Alba que no habían cobrado sus pagas e irrumpen en la Ciudad Eterna a sangre y cuchillo. ¿Castigo divino? El nombre de Roma es acróstico del amor. Lozana aborrece el tocino, no blasfema y se abstiene de mentar el nombre del Dio, guarda el sabat siempre que puede, trata con clérigos y con monseñores. Un canónigo al que “curó de lo suyo” y éste le hizo un hijo era su protectora fue su protector por conducto de un macarra trujillano por nombre Rampín. Es Rampín el cohén o caudillo de la mancebía típico un bellacazo desflorador de coños devoto de Santa Nefixa que nos pasma con sus longuerías y sapiencia lupanaria. Sieneses en Italia y trujillanos en España que a todos engañan. El tal Rampin debía de ser buena pieza como gran parte de muchas extremeñas y extremeños que, perseguidos por la Inquisición, se buscaron la vida en la corte pontificia donde hallaron protección. La cabeza de la catolicidad paradójicamente estuvo dominada por hebreos de distinta proveniencia que allí ejercen las profesiones liberales. Los médicos y los banqueros de los papas, como los de los emperadores (Carlos V, el converso segoviano Andrés Laguna y los Fuggers o Fucares alemanes de la judería de Francfort) eran de la rama de Israel. Se calcula que la Roma Meretriz acogía a más de 50.000 –ya es un numero- provenidas de todos los rincones de Europa y Berbería y Turquía. Las españolas que ofrecían el grupo más nutrido habían asimilado de las costumbres moriscas la depilación de sus partes íntimas. Lozana la garrida que adopta este nombre de guerra cuando llega a la Ciudad de los Césares, la llamaban Aldonza o Alaroza en el perchel malagueño, en las gradas de San Felipe, en el Zoco de Ver toledano, en el azoguejo segoviano, el Fontán ovetense y en el Potro cordobés, su tierra natal. Alaroza es nombre árabe que significa jarifa, bien plantada. Cuando se jubiló y marchó desterrada a Lipari su ínsula barataria o Sicilia donde acabó sus días muriendo al parecer de morbo gálico adoptó el cognomen castellano de Velluda (la bien hecha) a fe que debió de ser un personaje real que conoció el clérigo que la describe oriundo de Martos en Jaén a lo largo de sus izas, rabizas y colipoterras. Muy hermosa y afamada debió de ser. También sabia y graciosa. En esta novela dialogada nos maravilla con sus advertencias y observaciones sobre sí y la gente de su oficio. Anda puta que no serás buena. Pues que ha de hacer si so de Llerena. Se siente muy judía pero también muy española. La palabra jodío en romance no es como algunos piensan el participio pasado de un verbo que los hispanos pronunciamos cada dos por tres, se refiere al judío y al jodío que es como designa a sus camaradas esta simpática cordobesa, que si hoy viviera, ganaría millonadas acudiendo a los programas de la entrepierna o dejándose retratar en el Hola. Se lamenta de que en Italia ni el hoder ni el comer tenga sabor que en la mi tierra es más dulce que el cantar de la serena.
Su valedor es otro converso extremeño que se llamaba Trujillo. Cerraba los sábados el burdel, preparaba la adafina los viernes. Era un varón temeroso de Dios que explotaba esas debilidades cristianas por el vino, las mujeres y las fiestas religiosas. Su mancebía se ubicaba en la Vía Asinaria pero luego la trasladó al barrio de los jodíos catalanes y españoles que son los más letrados y ricos, pues saben su Ley, a diferencia de los tudescos y franceses que tiran al gentílico en Campo di Fiori. Sabe que navegante del océano del amor ha de arfar su nave por aguas ariscas dada su condición de jodía y de puta. Vulto romano y cuerpo sionés, andar florentino y hablar boloñés. Los italianismos y hebraísmos plagan esta deliciosa novela que es sobre todo un cuadro de costumbres pintado con desenfado y al desgaire. En toda la obra medra el ingenio y maravilla el donaire, trufada de refranes que ofrendan el conocimiento de la sabiduría de la calle pues quien dice la verdad cobra odio aunque los duelos con pan sean menos. Y vos, pariente, aparéjame los dientes. Ay tiritin tiritaña soy gloria de España discípula de aquella doña Violante cordobesa amante de tres reyes cristianos y dos califas. Dámelo venga que me meo toda. Gallinas y muyeres todas ponemos. Unas, huevos y otras, cuernos. Ay tiritin tiritañas que soy la gloria de España. Allá viene la vieja Celestina vieja cargada de cuentas y más barbas que Ruy Díaz. Todas son putas y mozas de partido, unas de natura, putas usadas, de puerta cerrada, ninfas del cantón, putas de celosía y putas de empanada. Así era la vida en los siglos renacentistas. En el Prado de Madrid se alquilaban coches que bajaban y subían con las cortinas bajadas. Entraban duques y marqueses en el alquiler, algún que otro obispo y arciprestes a mogollón. Mira como tengo esto. Alzonza fue muy festejada entre las meretrices muzárabes de Zocodover. Fue puta apasionada y puta estregada, putas de cabo de ronda que acudían a los cuarteles y se lo montaban con el centinela en la garita y putas místicas que captaban clientela en los triduos y rosarios de las iglesias de Madrid. Hubo siempre putas buenas y putas malas, putas güelfas y putas gibelinas, putas solteras, putas casadas. Las candiotas – nos asegura- son muy serias y bien cumplidas. Son de las que no hablan a diferencia de las malagueñas que son malignas y de mala digestión. Salga pasico su merced y cierre la puerta. Eh tú, pero ¿cuando acabas? No soporto a los tardones que me destrozan y me meten dentro las paredes y enfermo del mal de madre. Rampín es su proxeneta que era discreto nada celoso e hinchaba la medida esto es la satisfacía en la cama. Lo cogió de quince años y lo guarda consigo. Todo un perro fiel pero guárdate del mozo cuando le nace el bozo. Si lo sopiera más presto soltaría las riendas de mi querer. Pasico, bonico, quedito, anda conmigo, no me la hinquéis… ay que priesa os dais y no miráis que yo no so de las que se quedan atrás…mira que no por mucho madrugar amanece más ahína. Besaros he. Ansí. Ansí, veis qué bien. Por ahí seréis maestro que aquí se verá el correr de esta lanza cuando se quiebra… en el coso te tengo, la garrocha es buena… camino lleváis, no paréis que la liebre ya está echada… daca la mano y tente a mí que el almadraque es corto, aprieta, cava y ahoya y todo a un tiempo… a las crines corredor, cabalga caballo mío, mi vida, que me va el recuero. Ay amores que soy toda vuestra. Quitaos la camisa que sudáis. ¡Cuánto tiempo que no comía cocho! … en mi vida vi mano de mortero tan bien hecha ¡y qué gordo que es! parece nabo de Jerez… que la habla me quitó; no tenía por do resollar… ay qué miel tan sabrosa…dale, dale que le das y a la par, a la para llegaremos a Jodar”
En pocas literaturas se ha descrito con tanta viveza y donaire el encuentro carnal humano. Luego se va Lozana muy feliz a la plaza Nagoya. Era día de mercado y va a ver a Trigo el jodío cacereño que la puso casa. Lenguaraz y vivaracha derrama refranes y sentencias. Ve do vas y como vieres así haz y como el pandero sonare así bailarás. La visita un fraile que todo lo toma a tarja pero que tiene vara alta en su orden y llena la despensa de la atajía o colmenar de las magdalenas que no van a la iglesia a rezar sino a captar clientes. Pero a santa Nefixa la que lo hacía de balde –un ejemplo que siguió la princesa doña Urraca con los cristianos, pero, patriota al fin y al cabo a los moros por dineros- se le ponen velas en los prostíbulos y a María Magdalena no más. Cristo andaba con publicanos y pecadores y se dejaba besar los pies por mujeres públicas. Dijo el que esté limpio de pecado que tire la primera piedra, lo que evidencia la sabiduría del Espíritu Santo pero no fue demasiado prolijo en esta materia a diferencia de muchos moralistas católicos que se referían a la fornicación mal de siempre con lengua hipócrita.
Contra las enfermedades Lozana manda untos de friz o flor de haya. El pipo del elaboro y la mandrágora son buenas para la liendre. Las bubas no tenían cura sino el hospital de la sabana blanca que llamaban al de san juan de dios en Antón Martin. A los enfermos se les trataba con paños calientes de vapor y cataplasmas. Las aguas ferruginosas y la ruda era recomendada por galenos y curanderas para las damas que quedando preñadas querían abortar. Es más viejo que la ruda, se sigue diciendo en Castilla cuando se recurre a un procedimiento aparentemente novedoso. Sahumerios por abajo y barbas de cabrón para la impotencia. Ella vino huyendo de la quema y de los corchetes de la inquisición. Pretende conservar su dignidad humana en todo tiempo como laborante del amor. Mirad la puta como es criada y la camisa como es hilada. Las crónicas no dicen si fue encorozada por el Santo Tribunal muy activo en la ciudad de Córdoba por tales fechas. Lo más seguro es que sí porque a Roma llegó emplumada y con el pelo rapado. Siguiendo la suerte de millares de españolas que iban a Roma en romeraje a alcanzar la gran perdonanza y regresaban en carruaje como matronas respetables. Roma doma, según dicen. Ellas son como el caracol y las lagartijas que por donde pasan mojan. Las meretrices que tenían mucha fama por entonces eran las Valencianas y las zamoranas. Para putas, Toro. Allí hacía la carrera muy discretamente cerca de la colegiata una que llamaban La Siete Coñicos porque era bella como la Imagen de la Dolorosa. Nuestra Señora de los Siete Coñicos. O roma meretrice, enjambre y pósito de oficios y beneficios. Ay marica cuecelo con malvas, pintalo de verde pues más me sobajais vos que cualquiera. Al que habla es a un cardenal. Sin embargo, esta gran maestra del rameraje y el romeraje se guarda mucho vive Dios de proferir ninguna herejía o razón que atente contra la fe o lo que nos enseña Nuestra Santa Madre Iglesia y por todo el libro deja sonar las carcajadas de Israel contra las necedades de la credulidad pazguata de los simples. Sexo es poder y en la ciudad de los papas estaba el poder. Tira más coño que soga. Su decepción, el desaliento de esta mujer se compadece con la que tuvieron otros españoles que peregrinaron allá como el arcipreste de Hita o Ximenez de Cisneros para apelar ante la curia. Yo vi allá en Roma do es la santidad que todos al dinero facían humildad. Roma la que a los locos doma, censal de oportunos importunos, alfolí de bulas, despensa de las indulgencias para ganar el cielo. Al canónigo que acude a visitarla le lavará lo suyo con vino griego. Ya está al caer mi micer. Vendrá a descargar sus barriles. Ya está aquí. Ya sube. Hecho es. Allá vienen con él sus feligresas: la Velasco, la Miramontes y la hija morilla del almotacén que se llamaba Aixa. Tres moritas me enamoran en Jaén. Al penitenciario que la visita le gusta hacerlo de varias posturas. Su preferida era la de batiponiente esto es por detrás o baticulo que es préstamo del idioma marinero por palo de mesana o cangreja. Imitando el coito de los cangrejos en resumidas cuentas. Mucho sabía el señor deán. Por las manos o entre las piernas de la andaluza pasan abades que de lo que cantan comen, peregrinos, soldados con licencia, menestrales, pajes, caballeros, bulderos, madama Terencia con su escudero Silvano, el Oliva y la Imperia, un balijero, dos aguadores, algún que otro sacristán al que pusieron el mote del Alforjillas, y micer Porfirio el bachiller robusto. Un prostíbulo es como el gran teatro del mundo. Delicado Baeza casi pretende agotar la materia pero ésta es inagotable. En este libro consigue mucho nivel dando a la estampa un autentico quijote de la literatura erótica tan abundante en nuestro siglo de Oro. Los españoles no nos asustamos de nada. Esto es más viejo que la ruda. Ya quisiera Henry Millar y otros literatos americanos como el que escribió the fucking machine haber firmado si quiera alguna pagina de esta formidable novela dialogada. El inglés es menos preciso y carece del donaire con que lo abordan los escritores del XVII castellanos. Francisco de Quevedo que posee una obra muy seria y de altos vuelos pues era un místico era habitual de aquellas casas llanas que conoció el Madrid de los Austrias todas de tapadillo pero muy visitadas y conocidas. Y cuando escribía a sus amigos les informaba de las novedades del lenocinio: “han venido irlandesas que es bueno que las putas muden de sitio cada tres meses por parecer fruta nueva”. A mí que conozco a la Velluda por señas, pecador de mí, todas estas izas, rabizas y colipoterras no encanecieron un adarme mi fe en Jesucristo. Negar o desconocer esta realidad, como cosa propia de camándulas y de hipocritones tartufos, es volver la cara a una parte importante de la Iglesia que es también pecadora. Seminario vacío. Los pecados mortales de la Iglesia. La Lozana planea como un fantasma sobre la paginas de mi novela o por ahí anda la cosa.
TRAE LA VIHUELA Y TOCAREMOS EL PANDERO. LA LOZANA ANDALUZA
La novela de delicado Baeza es vademécum para conocer el habla y el pensamiento del tiempo imperial. La lengua castellana se forja en Italia por boca de frailes, soldados y romeros que iban a visitar la tumba del primer apóstol y ganar la perdonanza en un ir y venir del convento al cuartel, del burdel a la taberna, de la cárcel a galeras y, ganada la libertad, a los caminos y a las plazas de las villas. Roma es ciudad abierta o de acarreo como se decía entonces. Aun no había surgido el concepto de nación. De reinos y estados y señoríos se hablaba pero nunca de naciones tal como hoy se conoce. Carlos V adalid del afán del gobierno común, trono y altar unidos; la cruz al lado de la espada y el idioma compañero del imperio, pretendió restaurar el sacro imperio germánico y restituir el cetro de los cesares en el capitolio. Fue el sueño de Carlomagno el fundador del papado. Fracasó por las desavenencias y traiciones entre los príncipes cristianos de Francia, Inglaterra y los mismos papas. Imbuido de la noción de reconquista que convierte a castilla y Aragón en bastiones contra el Islam Carlos V quería echar a los sarracenos de Europa pero el turco estaba a las puertas de Viena. Cansado de aquel sueño europeo que no da fruto Cesar regresa a España y se hace medio monje en Yuste. Con el desistimiento de la utopía, entre sus vasallos se produce en una huida hace adelante que redunda por un lado en el misticismo de una España quijotesca, ensimismada y algo mística que contrasta con la sanchopancesca del bien vivir, la buena mesa y el goce de los sentidos. Sobreviene en una relajación de las costumbres sobre todo en el clero que tanto critican los reformadores que no reformistas como Carranza, Cisneros o fray Hernando de Talavera. Todos ellos en su mayor parte eran conversos y de estos españoles venidos de la grey mosaica el exponente de sus críticas a este tipo de cristianismo es el Lazarillo de Tormes. Delicado Baeza abunda en lo mismo pero su crítica es aun más feroz porque viene a decir que Roma era predio de las rameras españolas y de los banqueros hebreos que administraban los dineros de san Pedro. No obstante tales supuestos, en la península ibérica caen en soco estas prédicas de los moralistas de nuevo cuño. El vulgo sigue manteniendo sus fiestas a los santos y mártires muchos ellos dudosos y de origen del culto sincretista y pagano más de las tres cuartas partes del año. Toros y cañas. Folixia. Desde san Antón hasta las candelas y desde san marcos hasta san miguel y san Lucas. La Biblia a palo seco como pretendían los erasmistas sonaba a herejía. Los sastres seguían invocando a san Homobono, los carreteros a san Cristóbal y los sacamuelas a santa Apolonia, los músicos a santa Cecilia y llegado junio por todas partes se glorificaba a san Antonio a san juan bautista a san pedro y a san pablo y a san pablin. Mientras Lutero desnudaba los altares y predicaba una religión a palo seco bastando la Biblia para salvarse, aquí se tejían blondas de oro para las Dolorosas de los Siete Cuchillos y las pobres mujercillas del oficio más viejo del mundo se encomendaban los 22 de julio a María Magdalena y a santa Nefixia. Habiendo triunfado en el norte el erasmismo, por el sur cierran filas contra la heterodoxia, se fundan nuevas órdenes religiosas, jesuitas, teatinos, carmelitas descalzos, franciscanos observantes etc. Poco a poco y pese a seguir aferrados a la fe del carbonero y disculpando los abusos y malos ejemplos de ciertos sacerdotes se va imponiendo la reforma pero dentro del dogma a cargo de eminencias como San Juan de Ávila el apóstol de Andalucía. Todos ellos braman contra la forma de vivir disoluta pero los curas siguen teniendo ama y nadie se atreve a cerrar un prostíbulo. España se ensimisma frente a Europa, que no la comprende, torna a la vida interior o se marcha a las Indias.
Fue un tiempo de guerras, pestes, hambrunas y otros flagelos. Cristóbal de Castillejo un cisterciense que cuelga los hábitos para sentar plaza en el ejército, toma parte en la defensa de Viena contra los turcos encuadrado en los tercios viejos se hace esta pregunta:
-¿Qué viniste a hacer tú, Castillejo, en Alemania, estando tan bien en España?
El poeta se contesta a sí mismo:
-Vine para defender a mi rey y por el amor de una dama.
Esa misma cuestión la encontramos, aunque no expresa sino tácita, cuando leemos las Moradas de santa Teresa o la mística ciudad de dios de sor maría Agreda. España contra todos, nos refiere Quevedo. Se enfrenta a los poderes infernales de mundo, demonio y carne alzando el perdón de la cruz. Ah pero la carne es débil y los españoles frágiles. Se busca un punto de fuga, una evasión que nos libere de la ingrata realidad. Peguemos de calabazadas contra los molinos de viento. Busquémonos en nuestro interior. Es el sentimiento trágico de la vida del que habla Unamuno y que vemos alzarse en el siglo XVI en plena apoteosis de la idea imperial. La carne es débil. El convento es la prolongación de la taberna, el cuartel o del prostíbulo. En todos estos sitios se juega a las cartas. Al tute, a la brisca, al cinquillo. Los españoles, seguros de poseer la verdad católica, adictos a la fe del carbonero, dejan de un lado los libros religiosos – somos la Biblia en verso- habiéndose escrito tanto en nuestra patria (España es una nación grafómana, primera potencia mundial de la edición) y se escuchan los gritos de envido, arrastro, mus por cárceles, conventos, sacristías, audiencias, patios como el de la universidad de Alcalá, escuela de tahúres, y hasta en los hospitales de san Juan de Dios. En el de la sabana blanca de Antón Martin se espantaba a la muerte con los dados. La baraja tenía que ser después descontaminada. País militar y religioso. Se escucha por las ciudades el arrastre de las cadenas de las procesiones penitenciales acompañando a los cristos yacentes que ofrecen gracias al buril de los imagineros una viveza y sensualidad al límite. El español tiene que tocar y ver en lo cree. Su catolicismo es tan apasionado como dolorista y colorista, por lo mismo, masoquista, ay Señor, Señor. En las villas con el volteo de las campanas se escucha el clarín castrense de las levas de los tercios que eran enviados a Flandes. Delante iban los guiones y las banderas con la cruz. Detrás con la impedimenta y las mulas reverendas de los clérigos las soldaderas. La soldadesca entraba a saco en algunos pueblos robando, matando o forzando mozas. Contra ellos se alza la vara de Pedro Crespo contra esta vorágine. España ya está acostumbrada. Conoció múltiples invasiones desde la de las legiones romanas y la francesada, los cien mil hijo de san Luis, las guerras de Cataluña hasta los furores cainitas de 1936 cuando nos alzamos contra la masonería y el anticristo hoy triunfal en este acosado planeta Tierra. La horda marxista fue un primer aviso del actual acontecer. La serpiente cambia de camisa y hoy se ha hecho liberal capitalista. Europa a las órdenes de esa zarrapastrosa alemana con cara de pepona, hija de un rabino, llamada Frau Merkel.
Volvamos a la Lozana pariente lejana de estos reviragos que hoy nos imponen su Ley, que tenía la crija rajada en su sitio y que triunfó y fue famosa en la corte de los papas.
-Mira cómo tengo esto
-Subamos un ratico. ¿Tú qué me das? No hay coño de balde.
-Dos ducado.
-Viene bien prevenido vuesa merced
-Vamos.
-¡Ay Nicolás otra vez más¡
Con sus ojos de alinde bruñidos como un espejo escruta la realidad. No se la escapa una. Así se somete a la concupiscencia de sus johnies humillándose para triunfar. She stoops to conquer, según el título de la obra de Marlowe. Hay que tener mucha mano izquierda. Metamos el pájaro en el infierno. Sus clientes marchan contentos. Con una sonrisa de oreja a oreja. La vida airada tiene lindes propios con puertas que dan al campo del misticismo. Esa es otra. La prostitución fue la primera forma de liberación de la mujer e influye en ese misticismo castellano de signo hebraico. Cuando Teresa de Jesús describe su transverberación- un ángel rubio la entró en el cuerpo hiriéndola con un dardo de fuego que metía y sacaba quedando yo llena de paz, dice la santa- nos recuerda a la narración de La Lozana Andaluza con sus habituales. Si santa Teresa tuvo dificultades con el Santo Oficio- aquel nuncio que la definía como monja inquieta y andariega y algo arrobadiza-, el personaje de Delicado Baeza anduvo bajo el escrutinio de los inquisidores que quisieron apiolarla no por puta sino por nigromante y por bruja practicante del arte adivinatorio y de los ensalmos. Tuvo la suerte de hallarse en Roma y tener en la curia valedores importantes, que la frecuentaban en su piso de la vía Asinaria que si no…
Sus críticas a la religión del crucificado no son grano de anís. Decía que sus seguidores andaban de fiesta las tres cuartas partes del año y no practicaban la caridad que tanto predicaban. Festejan a los santos y a las doce fiestas del calendario, confían sus secretos a los escribanos y dan sus dineros a los usureros jodios que les despellejan. Y aquí la caridad es sólo de oficio o de boquilla. Nunca de ejercicio. Oímos hablar della siempre por escrito y pintada et neque si Spiritus Sanctus esse audivimus
Mujer festejada de galanes que atracó en puertos notables como los soportales de Toro, el Arenal de Sevilla, en que ejerció el amor dulce a las ordenes de una madama por nombre Sietecoñicos, el Perchel malagueño, el puente de Rialto en Venecia y el barrio judío de Nápoles, etc debía de tener buen tiento para contentar a sus amantes de ocasión. Aquí te pillo y aquí te mato. En la Ciudad Eterna fue su protector un cardenal por conducto del jodío extremeño Julián Trigo (el buen judío hace de la paja oro), nos dice. Tal personaje arrimaba el género a eclesiásticos importantes por lo que parece. Se le confirmaba como el gran cohén o barrachel de todos los prostíbulos transtiberinos. La andaluza reina de la colmena fungía como el no va más de aquel enjambre.
-Pellejame el cojón.
-Señor. Sí.
- Hecho es
La segunda dama era la Galinda una asturiana que siguiendo el ejemplo de santa Nefixia lo hacía por caridad. Luego cambió de idea. En una ocasión a un perusino le urdió una treta. Le dio un brebaje que le descompuso el vientre, fue a hacer de cuerpo, con tan mala suerte que pisó una tabla mal colocada y se sumió en una letrina. Esta historia de la privada la tomó el autor del Decamerón. Huyó despavorido oliendo a mierda y fue a bañarse al Tiber un río muy traicionero tanto como el Tormes. Estaba el pobre hecho una melcocha. Tomado por la corriente se ahogó en un bodón.
-entren mis feligreses todos con orden y no digan mal de mí si quieren joder de balde. Hoy me siento generosa
Y entró toda una compañía de soldados españoles. Si alguno presentaba signos de alguna enfermedad la andaluza no le hacía ascos pues así acabó como acabó.
-Esto no es nada, compañero. Sólo que llevas la cara hinchada.
Gonorrea al canto. A las bubas las denominaba frejolón. Ella que aborrecía el tocino curaba la orquitis, no sin mucho asco, restregando los dídimos con unte de cecina.
-Bueno. Pecado callado, medio perdonado. Vengan los polvos de la madre Celestina.
La sombra de la vieja alcahueta influye en los retraeres, dichos y sentencias que aduce en su novela Delicado Baeza. Es el desparpajo, el donaire.
-Semen a la settimana nunca hizo daño a nadie.
Las frases circulan con el desenfado y la desvergüenza de la vida airada.
- Se ve que su mercé lo tiene grueso que el otro día me metiste las paredes adentro. Pero quedé contenta.
-Dámelo de argento, Lázara
-Lo mío de oro es. Soy vuestra hasta las trencas.
El dialogo ágil, presto a la facundia hace que la Lozana Andaluza sea obra llena de modernidad. Máximo exponente de la literatura crural que debió de ser abundosa en su siglo. Muchos de los textos se han perdido o no se dieron a la estampa por temor a la censura eclesiástica. La única debilidad es la monotonía de situaciones y caracteres. No hay trama. Todo es lo mismo. Nada más aburrido que el folleteo. Ahora la pornografía corre por las televisiones de banda ancha, los circuitos integrales, las sacerdotisas de lo inane y las revistas en cuatricromía. España es el país del quijote pero también de celestina y de ahí que tengan tanto arraigo los programas de la Campos y de Ana Rosa que se han hecho millonarias descorriendo la cortina de la alcoba de los famosos. Se trata de una pornografía de guante blanco pero mucho más deletérea, cursi, y peligrosa que el sexo duro. Nuestro país en manos de estas discípulas de Celestina se ha convertido en un tendido de mirones y un coso de acusicas hedonistas y bobalicones. Ningún valor añadido. Deja vu.
Consumado el acto viene la tristeza postcoital. Ay si hubiéramos sabido que el amor era eso. Con frecuencia la sensación es de asco y de melancolía. ¿Somos verdaderamente libres? El amor dicen que es química los sabihondos y se sujeta a las normas biológicas ineluctables del apetito.
Desde los tiempos de Cicerón las soldaderas que acompañaban a las legiones recibían un beneficio o sinecura. El estado les ponía las famosas tabernas tributarias. En España a las viudas de guerras se las colocaba en una expendeduría lotera o un estanco. Lozana no lo consiguió pese a sus influencias. El canónico que la hizo un crío se desentendían y la antigua cortesana hubo de mudar de aires. La novela se termina cuando llega a Sicilia. No pierde su desenfado contándonos cosas de su tiempo. Por ejemplo, no aguantaba a los catalanes decían que era un pueblo duro de cerviz, más que los judíos. Más tacañotes y mirados del dinero que no convidaban más que dos veces una en vida y otra en muerte. De ahí debe de venir la proverbial sentencia de que esto es un convite de catalanes o merienda de negros por lo escaso de la comida y por el desbarajuste en esos velatorios que se preparan entre los lemusinos cada cap d´anni. Y como conoce a las mujeres dice de ellas que están muy pegadas a la tierra, no entienden de brillantes ideas y de grandes propuestas. “Ellas en política y en religión carecen de banderas. Los ojos de las mujeres se hicieron para la bragueta del hombre. Siempre miran para allí donde se sentirán dominadas”. Amarga verdad que echa por tierra tanto la castidad de las vestales como la idealización del matrimonio como estado paradisíaco. Quevedo da razón a Lozana y dice que los casamientos que empiezan en besos y abrazos acaban en golpes. Él los llamaba infiernos portátil. La mujer a decir de los padres de la iglesia medievales carecía de alma. Era todo carne. Una visión un tanto extrema que de forma tácita pregona una gran verdad. Aviso a navegantes y mareantes ilusos que piensan que en el matrimonio van a encontrar la vida perfecta y la felicidad.
Cuando doña Aldonza se retira del oficio tomando por nombre el de Velluda se hace del gremio de la guija, echa las cartas, hace el corro de los conjuros:
Yo sé ensalmar, encomendar y santiguar, se quitar ahítos y aojamientos, que una vieja me vezó que era saludadora, sé encontrar remedio para cuartanas y hacer que no duelan los riñones, sé sonar renes, sé cortar frenillos de bobos, sé la quiromancia de la mano. Echo agüeros, domo serpientes porque para ganar de comer he de decir que no sé mucho más de lo que sé que unos crían las gallinas y nosotros comemos los pollos sin perjuicio ni fatiga”
Ella se siente un poco como la hierba canilla que crece en los tejados (parietaria) y con ella curaba el estreñimiento. Un albollón de ingenio lo que surge por esa boquita de la grandísima alcahueta, émula de Celestina a la que supera. La grandísima gran puta que tuvo a Rompín por macarra que también era bueno y barato.
MELCHOR CANO
La estatua que se erigía dentro del casco urbano de Segovia apareció hace poco decapitada. Era un monumento en honor del gran teólogo dominico, prior del convento de Santa Cruz de abajo antiguo hospicio y hoy centro universitadrio. La cristofobia no cesa y esta decapitación obedece a un designio programado como es la quema de capillas y la quema de imágenes que vuelve. En barbaridades como ésta se juntan, como el hambre y las ganas de comer, la ignorancia con la vesania. Se trata de una forma salvaje de autodestruirnos. A par de todo eso la envidia y la emulación constituye un poco el patrimonio macabro —triste herencia— de la ciudad donde yo nací. Segovia no quiere tampoco profetas en su tierra.
Independientemente de tales agravios, este fraile segoviano de padres recien bautizados (en Segovia pocos fueron entregados al brazo secular todos se convirtieron de fuerza o de grado o para disimular) gran teólogo, luz de Trento y “martillo de herejes”. Fue el encargado de pronunciar la oración fúnebre en el auto de fe celebrado en Valladolid en 1558 donde ajusticiaron al doctor Cazalla y quince de sus compañeros. Su estatua presidía los parterres de unos jardinillo al pie de la torre de los Dávila, otros insignes conversos que dieron a la iglesia obispos como Arias Dávila y conquistadores peruleros. Fue profanada y masacrada impunemente en alevoso acto.
Seguramente no habían leído sus súmulas escritas en latín, que aportan una visión interesante y diferente del estudio de los evangelios.
Melchor Cano no era tomista y en algunas de sus proposiciones fustiga al doctor Angélico, condenando a teólogos incondicionales suyos como Ginés de Sepúlveda que defendía la guerra justa contra el infiel y otros notables de la escuela de Salamanca sobre la licitud del tiranicidio. Al frente de esta proposición figuraba el jesuita portugués Francisco Suárez y determinaría el enfrentamiento de la corona española con la inglesa asi como la persecución de los católicos en las Islas Británicas. Amigo del P. Las Casas, su hermano de hábito, profesaba el credo agustiniano sobre la fundación de la Ciudad de Dios bajo el supuesto de que Dios es amor y el amor es belleza y armonía. Una idea platónica que revuelca los postulados aristotélicos que hace suyos santo Tomás en sus súmulas.
Ahora bien, despliega este dominico, quien debió de granjearse muchos enemigos (lo mandaron desterrado a la silla de Canarias) un gran conocimiento bíblico a la luz de los dictámenes de los padres orientales: San Clemente Alejandrino. Eusebio de Cesárea, Teodorito, san Epifanio, san Hilario, san Nicéforo, san Basilio, el Crisóstomo, así como los padres de Occidente: san Cipriano, Agustin, san Jeronimo, Quintiliano etc. Todos los Santos Padres cuya lectura por premiosa hoy la han descatalogado los propios hombres de iglesia
Refuta a Erasmo, aun siendo amigo y compañero de juegos de infancia de Andrés Laguna y otros próceres del humanismo renacentista, y a las herejías arrianas, donatistas, valdenses y demás. Su familiaridad con los autores griegos le conduce a dudar o, si no dudar, al menos mostrar ciertas reservas sobre la primacía del pontífice romano. Para él Cristo es la verdadera cabeza de la iglesia, y ésta, como institución, no es un fin en sí misma sino un medio para la salvación del género humano. Un concepto revolucionario y audaz para aquellos tiempos y que mantienen plena vigencia de actualidad. Ainda más, donde descarga el tarro de las esencias es cuando llega a afirmar que la historia escrita por los hombres es parcial y subjetiva. Según eso, Tito Livio cuenta batallitas en sus anales, aduciendo el testimonio de Quintiliano a tal respecto: “scripta sunt ad narrandum not at probandum” (los escritos cronológicos no son un argumento sino una narración de hechos coacervados por un historiador que difieren en muchos casos con los que refleja otro historiador.)
Si la historia es subjetiva al dar cuenta de algo que no vio el lector, la fe es objetiva, revelada por Dios. Por ese cauce el P. Cano desemboca en el delta de la duda. La incongruencia y contradicciones que se detectan en el evangelio donde la acción es muy rápida y quedan sueltos muchos cabos patentizan una oscuridad soteriológica y los misterios de nuestra religión pero el teólogo apostilla:
—¿Y qué? …“De nimis non curat praetor”
No es conveniente perderse en pataleas y nimiedades. La Resurrección de Cristo es el baluarte de la fe que lleva la redención a los pueblos a través de la singladura de la iglesia navegando por los océanos de los siglos, pilotada por el papa asistido por el colegio de los obispos. Piensa que la autoridad de la iglesia es sinodal y se regula por el concilio bajo la égida del obispo romano.
Tanto más su versión de la genealogía del Salvador suscitó polémica en su tiempo (Cano era un converso y había leído la Escritura en hebreo y en griego) y, aún manteniéndose en el postulado de la palabra “hermanos” entre los judíos tenía una acepción diferente que entre los romanos, estudia las versiones de los comentaristas griegos reputándolas de admisibles. Básicamente son estas:
■ San José tenía 80 años cuando se desposó con la Virgen María
■ Pudo haber estado casado con María de Cleofás, su hermano carnal. Siguiendo la tradición judía, al morir Cleofas, según conjeturaban san Eusebio y _Egesipo, la retuvo como esposa.
■ María de Cleofás aportó al matrimonio varios entenados o “prole de un costado”: Santiago, Simón, Judas Tadeo, hijos todos ellos de la viuda y a losa que adoptó el casto José. Maria de Cleofás era en verdad tía política de Jesús.
■ María Salomé pudo ser hermana del padre putativo y esposo de Nuestra Señora. Más aún los griegos no afirman ni niegan tal hipótesis porque los evangelistas, no en detrimento sino para aumentos de nuestra fe, que es creer lo que no vimos, se muestran muy parcos o nada explícitos al detallar el árbol genealógicos del Mesías,
Para el teólogo segoviano lo verosímil juega al escondite con lo inverosímil, por lo que tales incongruencias son indiferentes al hecho de nuestra fe.
GINES DE SEPÚLVEDA. LEGITIMACIÓN DE LA GUERRA JUSTA. FRANCISCO I CONTRADICE A ALEJANDRO VI SU ANTECESOR
Imágenes turbulentas llegan estos días; el paso de Calais una valla donde aguarda turbamulta de descamisados para saltar al paraíso trae de cabeza a la unión europea. Se cumple la profecía que me formuló un compañero de mesa, un tipo de León que había sido misionero en Burundi colgó los hábitos y se hizo periodista, no le arrendaba la ganancia pero dijo: “Vendrán a morir a nuestras puertas”. Oye, la clavó. Las noticias sobre la llegada masiva de inmigrantes acongoja a muchos y no se trata de una serpiente de verano sino un problema crítico que afectará a nuestros bolsillos.
Ficistelo en Pajares pagarlos en Campomanes a pie de puerto, afirma un refrán asturiano de arrieros. Y de aquellos polvos tales lodos. Y en esas estamos con el alma en vilo y la soga al cuello. Vienen en oleadas, presidente. Son los desplazados, las victimas de las guerras coloniales como Etiopía o las interétnicas como Yugoslavia.
Lo que no consiguieron ni Julio Cesar ni Napoleón ni los galeones de la Invencible —invadir Gran Bretaña— lo tienen al alcance de las manos estas tribus heteróclitas de expulsados de sus países por el hambre y la guerra. ¿El precio de la culpa? Todos son adrollas, pretextos y mohatras al respecto, y noticias, cada vez más preocupantes, noticias sobre una humanidad desamparada que los “announcers” y hombres áncora” televisivos, dando el parte, como en los tiempos franquistas, sólo falta el cornetín de órdenes tararí ti –esto es la guerra— de amargura, nos comunican.
Debatían el tema ayer en una cadena alemana y en el panel se sentaba una mora con su almejía cubierta como una monja de ojos grandes e interrogantes palabras a sobaquillo. Mucho hablar y no hacer nada. Unos predican y otros dan trigo, unos ensillan otros cabalgan, uno llevan la fama y otros cardan la lana.. Frente a la ola “aliya” que nos invade Europa se muestra indefensa tornada sobre sí misma mirándose el ombligo juntos y revueltos ovejas y cabritos, entretenida hasta el aburrimiento en sus coloquios y circunloquios ovejas y borregos que balan mientras da vueltas al redil el lobo que acecha. Un disco rayado de politólogos y comunicadores incomunicados en la caja tonta que espantados de la verdad se escuchan a sí mismos. El periodista encaramado hoy tiene maneras de gángster. Que pague Alemania. ¿Pero es esa la solución?
Hacen frases, discursean, ganan cuartos ¿Se trata tal vez la revolución solapada sin armas sin cañones y sin trincheras? Just people. El personal mete cabeza bajo el ala y hace el gesto del avestruz y a cobrar. Con tal de que nos dejen tranquilos... Velay: ha estallado aquella bomba nuclear de la cual hablaba Mao the bomb people explotando en la recamara de una demografía que crece en proporción geométrica. Somos más de siete mil millones de seres humanos en este afligido planeta. Los ingleses no caben en la isla. Los blancos acantilados de Dover que yo he avistado multitud de veces yendo y viniendo a la Rubia Albión en viajes placenteros, a pesar de que en una ocasión las impetuosas corrientes del Canal de la Mancha en una de mis travesías estuvimos a punto de zozobrar el ferry, eran un viaje de placer. Hoy son un desastre esos campamentos en Calais que parecen aduares. Los desarrapados se suben al tender de esos trenes balas que van de Paris a Londres en media hora. Quedan electrocutados o se acomodan al asalto dentro de camiones frigoríficos llegando “pajaritos” a su destino. A mi juicio es el resultado de aquellas guerras de nuestros antepasados aunque sólo hayan transcurrido a la sazón un par de décadas: Kosovo Iraq Libia. Etiopía, Ucrania bendecidas por la ONU y por la OTAN. Habías de dar salida al negocio de las armas. Se basaban, mutatis mutandis, tales conflictos en las teorías formuladas por un clérigo cordobés: Ginés de Sepúlveda que, siguiendo las admoniciones de que la vida es milicia y la humana existencia un combate, animó a los españoles a beligerar con todas las de la ley contra el turco o imponer el reinado de la cruz en América.
Se alzaba así el pendón de la civilización contra la barbarie y esa enculturación y asimilación del indio por quienes ellos llaman, despectivamente, conquistadores nunca fue del agrado de los instalados en la hispanofobia, dando pábulo a toda clase de patrañas sobre nuestra historia. Ladran y escupen contra nosotros como anticristos y adoran al diablo encendiendo siete velas con siete brazos, los cuales representan las robustas mentiras del crecal ese olivo de tocones y ramajes retorcidos, un árbol que siendo enseña de la paz, ellos trocaron en símbolo de la guerra. Creo que el sionismo va contra las leyes promulgadas a Moisés en el Sinaí y está triturando a los propios judío… pero “speret Israel in Domino, tenga confianza en Yahvé”.
Sus frutos son aceitunas amargas de odio y de revancha. Los demiurgos de la Nueva Era movidos por el deseo de establecer la democracia en todo el planeta deberían haber leído, en vez de a Rousseau y a Hobbes, a este fraile en sus largas y plúmbeas parrafadas en latín sobre la guerra justa.
Fusilaron a Gadafi, ahorcaron a Sadam Hussein, asesinaron a Isaac Rabin. ¿Y ahora qué? Europa sufre las consecuencias de tales dislates, de aquellos polvos estos lodos. Y, como de los escarmentados nacen los arteros, uno duda en principio de que haya voluntad de fajarse con el grave problema de la inmigración sin control por los políticos y tertulianos encastillados en sus coches blindados y en sus torres de marfil y que gobiernan este planeta en petit comité. Ellos, los de la cresta de la ola, tan agustito en sus casas de la Moraleja pues no tienen que viajar en metro ni apretujarse en vagones atestados de una población haloétnica.
Avanza la serpiente multicolor y es a los pobres a quienes estruja en sus arillas no a los magnates ni a los políticos que no residen en Vallecas. Llegan y llegan, presidente, y es el pueblo el que ha de convivir con los recién llegados, competir por un trabajo y una vivienda de día en día más precarios, aguantar sus miradas atravesadas en el metro, haciendo ostentación de sus hábitos culinarios de su vestimenta exótica chilaba griñones — nada de bautizarse ni adoptar las costumbres de la patria que los acoge—, almaizares turbantes y yamulcas y hay frases que lo dicen todo: nosotros llegamos en patera y vosotros vais a salir a nado o por piernas. Aquí estoy porque he venido. Os vamos a pasar la pluma la pluma por el pico.
Silencio, se rueda. Y los operarios del gran diseño crearon el mito de Bin Laden como un santiago matamoros al revés (hasta lo subieron a un caballo blanco e hicieron blandir la cimitarra amenazante utilizando al Islam como ariete, brigola y helépolis de asalto a la fortaleza, divide y vencerás para sus propósitos de conquista y destrucción del mundo civilizado) los pecios de aquel naufragio, los hijos de aquellas guerras “justas en nombre de la democracia” llaman despavoridos a las puertas de una Europa que se descristianiza e islamiza a marchas aceleradas.
Big Brother es la mano que mece la cuna desde bastidores. El papa de Roma bendice la algarada por ahora pacífica y en harapos. El FMI suelta los caballos de Troya y dentro va una tropa variopinta de enejes con tiendas de campañas botiquines y dineros. Si abrimos el baúl hasta podríamos encontrarnos al P. Ángel descorbatado y sonrisa de calavera.
Los jueces les dan papeles, los alcaldes los empadronan en sus municipios. Una población envejecida. En España no está de moda tener hijos. La maniobra se desarrolla a cencerros tapados sin alharacas, como todo lo inicuo. El que se mueva no sale en la foto. Al que se queje le colocarán el sambenito de nazi o de extrema derecha. Un propósito alberga esta movida: la creación del Eretz Israel. El Apocalipsis habla de estos grandes movimientos migratorios bajo el nombre de “pressura gentium”
Quieren tierra quemada en su distrito, prolongar la frontera más allá de los Altos del Golán. Que los sirios los partos y los medos se maten entre sí. He aquí toda una añagaza y una nueva forma hasta ahora no ensayada de conflicto a la moderna, circunscrito a un área determinada del mundo, esa pesadilla de Oriente Medio. La media luna al servicio del candelabro de siete brazos y la cruz hecha astillas. Sí, los nuevos demiurgos deben de haber leído a fray Ginés (1491-1573) pero al revés y pro domo sua. Y practican la vieja estrategia de los emperadores romanos de “divide et impera”.
El pensamiento único manda en página. Es un trágala. Pero esta es una idea robada, un refrito de lo que afirmaba este cronista a referencia de los herejes y citando al pontífice reinante en aquel entonces Alejandro VI: “resistir o contradecir a sus leyes y públicos decretos es cosa nefanda y castigada con pena de herejía”. La idea de la evangelización americana surgió bajo los auspicios de aquel vicario de Cristo en el Tratado de Tordesillas 1492 al albur de la santa cruzada, absolutamente lícita según Sepúlveda: “… son guerras que se emprenden con todo derecho por una nación humana contra gentes bárbaras que vivían como bestias y se comían unos a otros… no sabían antes de nuestra llegada qué cosa fuesen caballos, cabras, trigos y otras cosas que ahora abundan llevadas por nuestra gente”. La tesis fue combatida por Las Casas unido a los jesuitas.
El brillante teólogo cordobés fue una primera victima sacrificial de las fuerzas oscuras que ya en aquel entonces empezaron a barrenar y a blasfemar con gargajos de la anti-España.
Muerto el emperador, Sepúlveda, lleno de amargura y desaliento, tuvo que retirarse a su quinta de Pozo Blanco. Sin la intervención de aquel papa valenciano— Alejandro VI ha sido uno de los pontífices más poderosos y a la vez más discutidos—la obra ingente de España y Portugal, que algunos han dado en llamar el hecho más portentoso en los anales después de la creación no hubiese fraguado. Esto es el colmo, señor del Olmo. Yo creía que el papa estaba siempre con los buenos y ahora se pasa a los otros.
<<… para que entiendas que no sólo fue lícito por las leyes humanas sino por las naturales, a tus abuelos Fernando e Isabel, reyes de España, nación excelsa por su humanidad, y a todos sus descendientes, someter al Nuevo Mundo. Pues tal decisión no sólo la aprobó Alejandro VI, sumo pontífice y vicario de Cristo, sino que la ordenó con alabanza; exhortándoles a que no se apartasen del propósito por ningún temor, con tal de que se extendiera el nombre de Xto y la predicación de la Fe entre aquellas gentes>> “Del reino y oficio de rey” por Ginesio Sepúlveda en su admonición a Carlos V.
Seguía los planteamientos teológicos de bello justo vel injusto de otro gran obispo de Roma, san Gregorio Magno. La conjunción de trono y altar como emanación de la autoridad divina es otra de las tesis del imperio carolingio que plasma en un soneto Hernando de Acuña:
“ya se acerca, señor, y ya es llegada
La edad gloriosa en que promete el cielo
Una grey y un pastor solo en el suelo
Por suerte a nuestros tiempos reservada”
Francisco I en su última gira no sólo no comulga con el contenido de este soneto sino que afeando la conducta de los españoles en la América hispana contradice la tesis de su antecesor en la silla de Pedro y ha pedido perdón en Paraguay por los atropellos cometidos durante la conquista. Claro que el papa reinante es un jesuita y la Compañía fue excluida por los monarcas de Castilla en la evangelización del continente. Sólo se les permitió una pequeña parte de la tarea la reducción jesuítica del Paraguay. Eran unas instituciones independientes de la Corona y autónomas como bien refleja esa película antiespañola “La Misión” protagonizada por Jeremy Irons.
Esta condena que ha escandalizado a muchos de nosotros nada tiene que ver con la infalibilidad pontificia. Se trata de una opinión de carácter político y por lo tanto contendible y debatible. Se le puede objetar al Papa con las palabras del apóstol san Pedro ante el Sanedrín cuando los sacerdotes le llevaron a la cárcel por predicar a “ese hombre”. Dijo san Pedro al gran sacerdote de los judíos: “debemos respetar la opinión de los hombres pero antes que a los hombres hemos de obedecer a Dios (Hechos, 5, 12-32).
La obra de España en América surgió al albur de un afán apostólico y civilizador. Los españoles no sólo buscaban oro y las fuentes de la eterna juventud, sino que también buscaban a Dios. La gesta no tuvo un carácter de explotación económica aunque hubiese abusos atropellos y despilfarros como en toda obra humana. Eminentemente se ajustó a un carácter espiritual utópico y quijotesco que siempre nos echan en cara los que no perdonan. Gran parte de los conquistadores eran adalides de la cristiandad llevados de una afán aventurero, es cierto, pero también de cristianización civilizadora.
En ese argumento se basa Sepúlveda para justificar la guerra justa. Se le echó encima el sanedrín de teólogos de Salamanca, y la gran reciella de juristas jesuitas del bando del P. Suárez ¿Por qué el antiguo Testamento permite la venganza y el ojo por ojo, y los ismaelitas hacen de la guerra santa un dogma de su religión mientras los cristianos nos vemos obligados a poner la otra mejilla cuando se nos ataca?, se pregunta Ginesio en un tratado humanista escrito en forma dialogada el “Democrates
Gran pregunta para la que no caben muchas respuestas. Afirma el humanista español con San Pablo que la “vida milicia es”. ¿No estaría el apóstol yéndose por las ramas? He ahí el busilis. Unos ensillan y otros cabalgan. Para mí lo ancho y para lo ti lo estrecho. La ley del embudo y dicho con toda mi llaneza y todos los respetos para el pontífice reinante: el Papa Francisco con su aire de bufón no está con su grey sino con los muñidores de este gran enredo que se propone la descristianización. Ahora pienso con angustia en la parábola del buen pastor que da la vida por sus ovejas. A lo que se ve haciendo mangas y capirotes de la tradición y la gran teología católica el señor Bergoglio no muestra un interés por el martirio. Al contrario, se siente fascinado por los halagos del mundo, sus pompas y vanidades. También tendrá que dar cuenta a Dios al cohonestar por buenas a estas oleadas de emigrantes, sin condenar a quienes no mueven un dedo por los desarraigados, los causantes de su desgracia y de las guerras que destruyeron sus hogares. No tiene en cuenta el adagio latino “pro patria et altariis” lema bajo el cual empuñaban las armas los antiguos. Pero tales retraheres y dichos suenan a música celestial en los oídos de este argentino.
Claro que Ginés de Sepúlveda al que sus biógrafos retratan como una caballero medieval prevenido en frontera, en vez de lanza, pluma en ristre, que hubiera sido un buen capellán de los tercios de Flandes y sólo fue un confesor y secretario particular del Emperador, fue un perdedor. Su retiro a la quinta que tenía en Sierra Morena, tras perder la privanza de Felipe II, coincide con la de Carlos V al monasterio de Yuste, amargado por las luchas y guerras constantes en Europa, lo que llama Menéndez y Pidal “desistimiento de la idea imperial” y las luchas internecinas dentro de la cristiandad.
Sin embargo, su obra escrita en latín, en un estilo elegante y ciceroniano (entonces los grandes tratadistas en su afán universalista desdeñaban la vernácula, del mismo modo que hoy se escribe en inglés) queda ahí casi intacta. Muchos españoles no la han leído por desgracia.
A Juan Ginés de Sepúlveda lo llamaban el Cordobés Divino y releerle es como encontrar el hilo y el eslabón perdido del alma hispana sobre todo en uno de sus textos Epistolario de Juan Ginés de Sepúlveda, vertido al castellano del elegante latín en que escribía este clérigo de Priego, donde se retiraba a escribir en su finca del Gallo, una choza de adobe construida por sus propias manos, en la región de los Pedroches
Fue cronista y capellán del cesar Carlos V. Estudió en el colegio de san Ildefonso de Alcalá bajo dictámenes de Cisneros y marchó a Bolonia y después a Roma, ordenado sacerdote, a enseñar Moral.
Fue capellán y cronista de Carlos V, ya digo, y tutor de Felipe II al que enseña arqueología. Se carteó con los hombres más importantes de su tiempo: Erasmo de Rótterdam, el Duque de Alba, el príncipe Alberto Pío, el padre de Góngora Francisco de Argote que era pariente suyo, con Fernando de Valdés el Inquisidor, con Simón Colindo su editor de París, con el cardenal Contaran al que expresa su preocupación ante ciertos casos de inmoralidad del clero romano y fustiga la lujuria de la Curia. También cartea con el duque de Frías condestable de Castilla, con el aragonés Alfonso Guajardo, con Pérez de Oliva y con Santiago Enhila su amigo intimo.
Algunas de esta misivas son un testimonio época de primera mano y algunos merecerían el calificativo de reportaje periodístico.
Amante de la paz y de la tolerancia a la complutense (fue Alcalá semillero de grandes intelectos, venero de tradición que bebe en los clásicos griegos y latinos por oposición a Salamanca que siempre más escolástica y rigorista) se constituyó en detractor de Fray Bartolomé de las Casas cuya Destrucción de las Indias desmonta una por una en todas sus tesis. Los indios le deben más al Arcipreste de Ledesma por sus escritos que al propio padre de la “Leyenda Negra”. El pronóstico de Ginés de Sepúlveda es la cultura, la civilización, el abandono de los sacrificios humanos o el canibalismo. El del obispo de Chiapas es el buenísimo. El mundo le debe mucho más que Las Casas por el capitulo de los Derechos Humanos una filosofía que se inventó en España. En opinión de Sepúlveda no se puede exterminar a los bárbaros sino persuadirles con paciencia y afabilidad a que practiquen la ley natural abandones la antropofagia y el espiritismo pero siempre con mansedumbre apostólica y caridad cristiana. Para su desgracia Las Casas contaba con un bunker de chismorrería y palabrería y todo un dispositivo de apoyo en Salamanca de donde al profesor de Moral le vinieron no pocas calumnias y muchísimos disgustos.
Muchos de sus libros son un clamor pregonando que el indio es persona humana pero que hay que civilizarlo. “No mantengo que debamos privarles de sus bienes ni pisotear sus costumbres ni cometer contra ellos actos de injusticia alguna; no mantengo que debamos abusar de nuestro dominio… pero debemos arrancarles de sus aberraciones paganas e impulsarles a que adopten el Derecho Natural”. Este párrafo de la carta a Francisco de Argote es el germen de toda la filosofía de los derechos humanos antes desde luego que el propio Francisco Suárez y que Fray Bartolomé Las Casas que era un dominico algo loco, taimado y resentido y de la mejor escuela de ergotistas salamantinos.
En sus libros escribió— alrededor de 50 de los que se conservan la mitad y algunos de ellos no han sido aun bien estudiados— late el amor profundo a la naturaleza, la observación de los ciclos estacionales, nos da noticias de las cosechas y de los pájaros que él escuchaba cantar o veía crecer en su quinta de Los Perdroches. Y se observa también un cierto cansancio, un desistimiento de la idea imperial.
Excusa razones de salud y de edad para no acompañar al emperador en sus campañas por lo cual está pidiendo informes a terceros sobre las actividades de Carlos V del que fue biógrafo y cronista oficial. De la misma manera que Fray Luis de León harto de tantas peleas escolásticas se retiraba a su quinta de la Flecha —que por cierto un proceso como el que se incoa al agustino en Salamanca hubiera sido imposible en Alcalá donde siempre hubo una mayor alternancia y fluidez en el intercambio de pareceres— y su cansancio era el cansancio de España a la que amaba.
Los claros varones castellanos que fueron siempre incomprendidos buscaban la querencia horaciana del Beatus Ille. Sobre Sepúlveda se cierne a veces la sospecha maligna inquisitorial pues era un helenista eximio y se había especializado en las Epístolas de San Pablo. Estudiar a San Pablo o ser especialista en sus escritos era por entonces peligroso.
Este libro fue precisamente el que llevó a Lutero a la rebelión contra el papa. Otra nube de sospecha que se cernía sobre él era haber formulado una pregunta en uno de sus sermones sobre si debe ser mayor la autoridad del Concilio que la del Papa.
Una pregunta hoy inocente pero que entonces pues corrían tiempos recios y un vulgar catecismo había servido para empapelar al primado de Toledo tenía muchísimo calado. Precisamente con Fray Bartolomé Carranza no tuvo correspondencia epistolar, o al menos no se conserva ninguna carta a él dirigida.
Sacerdote intachable por más que alarmado por la licencia y el libertinaje de algunos curas, o el absentismo de los obispos, un punto en el que coincide con el propio arzobispo de Toledo procesado por el Inquisidor Fernando Valdés, reclama la reforma de la SRI y la convocatoria del concilio de Trento.
Sobre el celibato sostiene un criterio muy original. A decir suyo, el sacerdote no tiene una familia a la que mantener pero se le arraciman los parientes y criados algunos de ellos intratables y muy insolentes. Es una carga muy dura no por la abstinencia sexual dice sino por el contexto social.
También critica la ferocidad con que los frailes y los arciprestes célibes se despedazan unos a otros y llega a insinuar la velada sugerencia a la vista de su experiencia y de muchos casos deplorables que el matrimonio fuera un fórmula ad libitum para los curas. Los tiros no iban por ahí. Trento le quitaría la razón.
Implanta los seminarios conciliares y los convictorios con lo que el problema hasta hoy sigue sin ser atajado de raíz. Se lamenta también Ginés de Sepúlveda de los posaderos malignos e interesados y de lo incomodo y peligroso que era viajar en aquellos tiempos.
Sin embargo él hace el viaje desde la región de los vacceos hasta la de los turdetanos dos veces al año en trayecto de ida y vuelta de Valladolid a Córdoba a lomos de una hacanea. Las personas consagradas podían cabalgar sólo en mulo o en burro. Los jumentos trotaban por los caminos de España cargados de libros. Todo sea por Aristóteles. Y en loor de Platón. Erasmo le desplacía al cronista de Carlos V el cual para desenmascarar sus errores escribe la “Ananpología” un lamento de “esta época de miserias que vivimos”. Creía que Dios estaba castigando a la Iglesia por la depravación de las costumbres del clero, la avaricia de los potentados, la credulidad y superstición de la plebe, las guerras entre los príncipes cristianos.
Gines de Sepúlveda el cordobés divino es la esmeralda escondida fulgor oculto en los anales del entendimiento hispano por su elegancia andaluza, por sus estoicismos, por la probidad de su vida. De todo sabía. Dice por ejemplo que Cesar cometió un error de siete días al establecer el primer día del año doce días después del solsticio de invierno. Y el papa Gregorio se inspira en sus escritos para cambiar el calendario juliano el año en que nace santa Teresa de Jesús.
A Felipe II le enseña a leer los miliares o cipos que había en las estradas romanas. Cada mil pasos una estela con su marca. Hasta Bibilis tantos pasos y hasta Astorga tantos…
La legua de los españoles son cuatro miliarios esto es cuatro mil pasos (5.572 m.) y le da consejos itinerarios cuando el futuro rey entonces príncipe de Asturias se desplace por la ruta de vacceos y vetones camino de Lusitania. En Carcaboso pudo leer una columna votiva dedicada al emperador Adriano el que restauró la calzada de la Plata construida por Augusto.
Y de filología toponimia adorna sus escritos con celo de erudito ilustrado. Asi dice que Badajoz viene de Pax Augusta. Los moros lo pronunciaron por Baxago y de ahí la denominación actual. Ecija es Astigis romana e hidalgo viene de Italicus. Para no pagar tributo los de esa ciudad de Andalucía adujeron tener privilegio de ciudadanos romanos.
Su correspondencia con Alfonso de Stuñiga o Zúñiga de una familia de gran prelación de Plasencia es memorable. Habla en esa carta de palomas y palomares y los litigios que surgían entre los campesinos cuando estas avecicas bajaban a comer en sembrado ajeno. Situa el lugar exacto donde queda emplazada Numancia, liquidando así una antigua polémica que la ubicaban en Zamora por un error de Orozco. Polibio que acompañó a Scipión localiza el lugar exacto en Garray.
Diserta sobre la frugalidad que alarga la vida y de las directrices que deben acompañar a todo buen funcionario. “Yo soy de la opinión que todo buen funcionario ha de cumplir con sus deberes u oficios para con el Estado. Si no cumple con su obligación o no pone interés en su servicio es un infractor de la ley y provoca consecuencias perniciosas para el país y los ciudadanos a los que sirve.” Este juicio revela al gran humanista alcalaino que llevaba dentro.
Nada humano le era ajeno y ahí glosa a san Pablo el fundador del cristianismo y una de las grandes pasiones de Ginés de Sepúlveda. Lo había estudiado de cabo a rabo. ¿Marta o María? ¿Vida contemplativa en compañía de las musas (pimplea) o vida activa? ¿Vivir o filosofar? ¿Misantropía y desengaño del mundo o práctica ejecutiva de la milicia, el foro, la medicina?
El autor que habla con regodeo de su quinta de Pozoblanco al pie de la sierra siguiendo el ejemplo de Cayo Tulio Cicerón que apacentaba sus soledades en la famosa Tusculana desde donde escribe una carta a Papiro Peto y le dice: “tengo yo más pavos reales en mi finca que tú pichones” contesta a los detractores que le echaban en cara su regalo con un texto de San Pablo en el que era experto: “El Reino de dios no es ni comida ni bebida, sino más bien paz y gozo en el Espíritu Santo”. Esto es alegrarse con las cosas honestas y con los regalos que dios envía.
Y agradece en una misiva al obispo de su diócesis Leopoldo de Austria hijo bastardo de Maximiliano emperador y hermano de Carlos V que le haya regalado un jabalí. Dice que su carne es de entre la caza el bocado más sabroso y exquisito. Él enmendándole plana a Cicerón que en su libro de Officiis se decantaba por Marta. Para él el empleo ideal era el de la política seguido de la milicia se decanta por María.
Toda su obra es una loa a la vida retirada de oración, estudio y escritura. Solía rezar el breviario todas las mañanas paseando por las aleas de la Quinta del Gallo y decía misa cada tres días. Las fiestas de guardar, todas. El teólogo se siente orgulloso de su colmenar pues las abejas le recuerdan en su actividad sin parar el buen funcionamiento de una república.
Hay cartas emocionantes como la que escribe con impresionante imperturbabilidad a su sobrino el canónigo racionero de la Mezquita catedral indicándole el texto que en el epitafio habría de labrarse con el remoquete de SVF (sibi vivens fecit) lo escribió estando en vida y dice así: Genesius Sepúlveda qui se ita gerere studebat ut ipsius moris probis piisque viris et doctrina scriptique de Teología Philosophia hitoriarumque libri doctis et aequis probarentur (Aquí yace Ginés de Sepúlveda que trató con denuedo que sus libros de filosofía teología y de historia recibieran la aprobación de los doctos y ecuánimes varones tanto como sus costumbres).
Tuvo su año climatérico o peligroso a los 64 años cuando fue desahuciado por los médicos. Citando a Gelio, asegura que el año 63 suele ser crítico en la vida del hombre y suele padecerse alguna enfermedad corporal o psíquica que ocasiona la muerte. Es una fecha fatal para todos los ancianos. Cesar Augusto la temía. Murió en ese tiempo.
Gines se lo cuenta de esta manera a Fernando de Valdés el inquisidor general y llama al arzobispo de Sevilla su mecenas. Algo más humano jamás podrá encontrarse en la sencillez y piedad de los escritos de nuestro clérigo al que las calumnias y disgustos de sus parientes provocaron una enfermedad. Viviría 19 años más, alcanzando la provecta edad de 83 años. Fernando de Valdés sale en su favor en la reyerta teológica que tuvo con los de Salamanca, auténticos tábanos con sotana y muy testarudos, que estaban del lado de las Casas. No obstante se excusa de haberle visitado en su palacio de Sevilla.
Estaban las sospechas de las epístolas de San Pablo, el presidio de Carranza, el ambiente envenenado que reinaba en España por la cuestión protestante. Todo el mundo era sospechoso de herejía. Cauto y, temiendo los afilados aguijones de la maledicencia, huyó a Córdoba la Llana. La astucia del zorro o la picadura del escorpión contra el que no hay cauterios, prefiere ver subirse a los nidales de sus gallinas y regar sus acequias en la finca de los Pedroches antes que viajar a Sevilla a entrevistarse con el temible prelado asturiano. Fue su valedor pues declaró que su Demócratas Segundo por él escrito se imprimiera con letras bien gordas y que los párrocos en su diócesis lo leyesen al final de su homilía.
En este opúsculo desbarataba las pretensiones de los controversistas que capitaneados por Carranza un charlatán, un bocazas, sobre la guerra injusta. Sepúlveda matiza que hay ocasiones en que la guerra se justifica cuando es en legítima defensa o para castigar la perversidad de criminales recalcitrantes o para afianzar el reinado de la religión cristiana amenazada por los enemigos no solo de la fe sino de la ley natural o en caso de invasión.
El divino cordobés sale en defensa del pan y la justicia, del honor de las mujeres. Cualquier invasión, según eso, a un país, sería condenable. Sin embargo, el buenísimo, la panfilia pueden ser un signo de debilidad según Aristóteles y conducir a males mayores de desorden y de oprobio que los males de la guerra. Sed buenos pero no tontos. Cierto que el evangelio nos manda amar a los enemigos y la caridad con el prójimo que comienza por uno mismo. La legitimación del crimen, la dilapidación de la fortuna o de la propia fama y aquí puso un ejemplo condenable. El de san Ambrosio cuando se enteró que había sido preconizado obispo de Milán que él no quería y mandó llamar a su casa a todas las meretrices para que supiesen sus admiradores a “qué clase de obispo iban a nombrar” y para demostrar que era indigno.
Según nuestro tratadista, san Ambrosio no sólo se pasó tres pueblos sino que cometió un pecado. Desde luego la atracción mutua que existe entre el Inquisidor Valdés y el cronista de Cesar tiene un aspecto interesado.
Carranza que era algo pánfilo y buenista, un argumento que siempre esgrimieron los protestantes y los cristianos de base para justificar sus errores en el fundamentalismo al pie de la letra, acusaba al obispo de Sevilla de no estar nunca en su diócesis sino en Valladolid o en Salas o cazando por los montes de León y Gines de Sepúlveda que había sido nombrado arcipreste de Ledesma la antigua Bletissa romana, sin embargo jamás portaba por su parroquia. Tenía un sustituto.
Se defiende de los que le atacan con el Derecho Canónico en la mano. Y en una carta a Gaspar de Castro que le reconviene por esta ausencia dice que lo suyo es leer, escribir y además tiene bula de la santa sede y del emperador, y que cuida a una familia de 20 personas entre criados y fámulos, algunos de los cuales son sacerdotes en Córdoba y que los tres mil ducados de renta anuales se le van en atender a los gastos de sus allegados y en socorrer a los pobres de Pozoblancao. Que celebra el Santo Sacrificio de la misa miércoles viernes y domingos pero que el oficio divino lo reza en privado todos los días. Una carta muy humana y realista.
La lectura de estas relaciones que plasman un cuadro maravilloso de cómo era la vida cotidiana sin alharacas sin mixtificaciones y con gran realismos en el siglo XVI para un latinista que iba a su aire. Es una crónica realista sin demasiados misticismos triunfalistas. Trató de ser un buen sacerdote y un buen cristiano.
Lo odiaron tanto Las Casas y su cuadrilla porque valía. Dios se haya apiadado de su alma y lo tenga con Él en su morada. Para salvarse no hace falta hacer grandes cosas. Basta la paciencia para soportar la persecución, un poco de Aristóteles, cierta cordura que nos aleje de la locura, los estragos del vicio, un lugar cerca del fuego y una buena pipa. Y dejarse de historias.
Un libro y un amigo quiero yo en mis lares un ángulo secreto que me ponga a recaudo de lágrimas y pesares. Por los rinconcitos y entre libritos que diría el Kempis.
Es la norma del Beatus ille. Dichoso el sabio que se retira de este mundo malvado y con pobre mesa y casa con solo dios se acompasa y vive ni envidiado ni envidioso. Varones tan esclarecidos como este escritor le hacen sentir el orgullo de ser español a pesar del cansancio de la idea de España.
Sus textos que a los no avisados pueden resultar plúmbeos poseen una modernidad en carne viva y su prosa en latín es una lira de diez cuerdas que mucho complace. Porque suena con arreglo a las estrictas reglas del concento y la filosófica armonía. Hizo un esfuerzo titánico por reconciliar a Aristóteles con la doctrina de Jesús pero un Jesús humano, no el Jesús posibilista que quiso deformar y hacer suyo la herejía protestante. Y desde luego el Arcipreste de Ledesma no es un escritor recomendable a los Neocom de hoy en día. Serían incapaces de manipularle. O de entenderles. Salve, Juan Ginés de Sepúlveda, el “Cordobés Divino” un auténtico guerrillero de la palabra.
domingo, 09 de agosto de 2015
MATEO ALEMÁN EL GUZMÁN DE ALFARACHE
Tres “santas”, aparte de la “parienta”, tuvieron bien amarrados a los españoles: la Santa Inquisición la Santa Hermandad y la Santa Cruzada. De la primera mejor no hablar porque del Rey y de la inquisición chitón; de la Segunda “los mangas verdes” que tuvieron a raya el bandolerismo anarquista que con frecuencia nos aflige decía Mateo Alemán que era un cuerpo integrado por facinerosos. De los mangas verdes tomaron la antorcha los hijos del Duque de Ahumada de los cuales nadie en la España moderna puede hablar mal y de la Santa Cruzada es un equivalente a la SRI. Es el poder de la Iglesia “con la Iglesia hemos topado, Sancho”. Somos el emblema de la catolicidad los que llevamos la cruz a otros mundos pero una cosa es la fe y otra cosa es la política. Cristo redime pero las curias con frecuencia atan. Es lícito al escritor católico formular ciertos reparos al aparato eclesial sin merma de sus creencias cristianas. No se crean que vayan a ir al cielo los que se bañan en pilas de agua bendita. Tampoco estarán entre los justos los que mucho dicen Señor, Señor. Mando en plaza y aquí no hay más que hablar. El Guzmán de Alfarache a nuestro juicio no es tan lineal como sus antecesoras en el género de la briba y el vagabundaje. El autor peca de la verbosidad característica del decir andaluz que es ingenioso en el idioma hablado pero que en su traslado a la literatura pierde fuerza. Al autor al faltarle la unidad porque escribió el libro no de recorrido sino a muchos ratos perdidos (su novela contempla no pocas digresiones que la adornan pero distraen al lector, pues son verdaderas novelas cortas insertas en las que destaca el gran aparato paremiológico. Alemán debía conocer de a hecho todos los refranes. Hay en el texto menos citas mitológicas que en el Lazarillo o en Cristóbal de Villalón pero refleja las penalidades y agobios del trajín picaresco, el hambre y los andrajos. Fue para no quebrantar la regla (el Arcipreste de Hita, Cervantes, Quevedo, Espinel, Jerónimo de Alcalá) un español con poca fortuna que conocería los malos tragos del infortunio la deshonra o la cárcel. Es un moralista y un filósofo que pinta la vida valiéndose de la grandeza y de las prefundidas herramientas del idioma castellano. Es también un asceta socarrón conformado con su infortunio en sus andanzas por España, aceptando lo que el destino le depara: su estadía en Sevilla, en Madrid en Salamanca o en Italia. A la par de todo ello dentro del género de la renacentista se abstiene de atacar gratuitamente a la Iglesia y a las costumbres del clero, estamos ante el escritor más católico del arte briba. En todas la aventura el personaje mejor tratado por Alemán y el que mejor trata al guzmanillo es un monseñor de Roma príncipe de la Iglesia.
Nació don Mateo en Sevilla el 28 de septiembre de 1547 hijo de un cirujano de la Cárcel Real, cristiano nuevo. Se graduó en filosofía en Salamanca y luego Medicina carrera que dejó sin acabar en Alcalá y fue allí a la vera del Henares por cuyas aguas cenagosas discurría el venero genial de la lengua castellana donde aprendió su elocuencia y se graduó en el arte de bien decir. En 1580 quiso pasar a Indias pero su solicitud fue rechazada. Publica el Guzmán de Alfarache en 1598 en Madrid. Tres años más tarde aparece una segunda edición de su libro firmada por un tal Juan Martí valenciano. Tuvo buena acogida en sus cinco tomos pero la literatura no le sacó de pobre y prácticamente se fue de este mundo en la miseria y el olvido de la emigración.
Una biografía, no obstante, de San Antonio de Padua le vuelve el escritor más popular en Lisboa y allá que fue el sevillano. Se le pierde el rastro y no sale de sus apuros; lo ganado con la pluma lo pignora en el juego, las mujeres y el vino. Hacia 1609 sus biógrafos lo constatan en Sevilla donde se embarca para México. La nao en la que viajaba fue asaltada por piratas ingleses que lo despluman a él y su familia y tiran por la borda sus escritos. Había escrito la tercera parte del Guzmán de Alfarache. Demasiadas desdichas que se plasman en el alma del artista y están reflejadas en sus escritos cuajados de longanimidad paciencia y humor negro dentro de un estilo donoso a veces enrevesado y fluctuante que no puede escapar a la sombra del pesimismo. Alemán predigistador de la palabra riza el rizo. Es un malabarista de la frase rotunda. Con frecuencia parece que se le enciende la sangre. Al igual que Lazarillo el Guzmanillo es hijo de la piedra o de padre desconocido porque sus respectivas madres practicaban el oficio más viejo del mundo. Un picaflor de las artes liberales va saltando de oficio en oficio sirviendo a muchos amos. “En Madrid fue la primera vez que vi. a la necesidad su cara de hereje” pero la contraria fortuna hace a los hombres avisados y prudentes. Ojo Pablo que asan carne. Abre el ojo, estate atento, mira dónde pones pie. No dejes que te muelan la parva, Antoñito.
Guzmán era un adolescente cuando se escapó de la casa de sus padres putativos para correr el mundo; pasaba noches a la luna de Valencia o en algún pajar y se alimentaba del pan y tocino que llevaba un fraile caritativo, pasado la Venta de Cardeña en Despeñaperros, en el morral que se compadecía dél. Sirve a un cocinero celoso de la plaza de Santo Domingo (no dejaba ni salir a misa a su mujer porque no le vieran los hombres), comete pequeños hurtos y es despedido después de una aventura nocturna en la cual se escuchan maullidos de gatos y sale el amo desnuda y la encuentra en la escalera. Creyendo que se trataba del alma de un difunto la mujer se caga de miedo, hay acontecimientos después “yo era aunque mozo hombre y ella la Venus desnuda”. La flojedad del vientre a causa del miedo es un recurso al que acude el escritor en otra notable ocasión cuando una noche en Genova estando en su posada se le acercan a la cama unas carátulas y él creyendo que eran fantasmas excreta las sábanas pero no eran fantasmas sino bujarrones de carne y hueso. Al guzmanillo lo mantearon y no conformes con eso lo sodomizaron salvajemente aunque parece ser que ya había perdido la virginidad con la cocinera. Nadie puede decir de esta agua no beberé ni conocer la experiencia de montar en globo.
Como todos robaban y sisaban yo aprendí a hacer lo mismo. “Andando entre lobos aprendí a dar aullidos que la vida es breve, el arte larga, la experiencia engañosa y el juicio difícil”, la frase está impregnada de senequismo y el guzmanico no para de dar consejos sobre la vanidad de las cosas humanas, la falacia del amor humano y la estupidez de la honra de sus compatriotas que se jactaban provenir de la pata del Cid y tataranietos de don Pelayo cuando el abuelo a lo mejor tenía colgada coroza del techo de la bóveda de la catedral de Toledo. Esta mirada critica al orgullo racial que proyectan los conversos en sus libros no es frecuenta en ninguna de las literaturas europeas salvo en las obras de estos cristianos nuevos quienes por ventura se muestran los más patriotas pechando contra la hispanofobia allende nuestras fronteras. El antiespañolismo equivaldría, mutatis mutandis, al antisemitismo hoy. Llamaban en Flandes, en Italia y en Francia a los españoles “marranos”.
Los héroes son antihéroes que no pueden asegurar quien fue su verdadero padre. Carcajada que surge de las profundidades del alma isrealita. Don Mateo se burla de forma despiadada de las ejecutorias de hidalguía y de esa alcurnia que en tanto aprecio se tenía. La necesidad le llevó al vicio. La cava de son Rodrigo es una cueva de ladrones. Pero a unos les ahorcan al primer hurto y otros mueren de viejos, dichosos y respetables. Quizás, viéndolas venir, el guzmanillo por el ojo de la cerradura del tiempo futuro vio, profeta, sentarse en el banquillo a Roldán ese aragonés infame ministro del gobierno Felipe González, que cinco siglos más tarde huiría con la caja de los huérfanos de la GC al extranjero; la cultura del pelotazo de los Conde, de los Griñán, los Chávez, o las mohatras del sindicalista asturiano Villa, los gatuperios del Bono en el viejo reino de Toledo, o el caso Gurtel; los maletines viajando a Suiza o a Andorra de los Pujol y otros prebostes independentistas. Nuestra divisa en el ejercicio de la función pública tiene mucho que ver con la bribática picaresca. Las yeguas andaluces no han menester garañón quedan preñadas por el céfiro un viento acostumbrado a meter la mano en el cajón. Parlen otros del gobierno del mundo y sus monarquías, yo busco guarida en mi castillo interior. Dejemos que nos machaquen las meninges todos los días con el berbiquí de la comunicación: pleitos, debates, contiendas. Son costales de malicia. Adonde dieran estos “no quedará ni raso ni velloso” igual que ahora. Porque en Malagón en cada casa un ladrón y en al del alcalde su hijo mayor. La España de la transición es un calco desmañado, una opera bufa de la España imperial. Claro que aquella poseía mucho más tronío y éramos una nación respetable por cuanto que ahora parecemos un atajo de apátridas. Así que andando entre lobos hemos aprendido a ulular largo y tendido. Los alacranes no muerden con la boca, hieren con la cola. Temed al adulador y lisonjero.
Alemán se vuelve gnómico y sentencioso, quiere que el lector escarmiente en cabeza ajena e imbuido de moralina trata de mostrar las consecuencias de la inmoralidad para su gobierno en tanto él guarda estos primores del idioma castellano en el garniel de su repertorio léxico. Guzmán de Alfarache será insigne por la riqueza del palabrero un gozo de los sentidos, para los amantes de la palabra en propiedad, la frase ingeniosa y la mejor aliñada sentencia. Esgrime sin pretensiones los interiores maravillosos de nuestra lengua. En puro contraste con el desinterés, la chabacanería y la pobreza idiomática en que crecen nuestras generaciones en el siglo XXI. Hay que sufrir con paciencia las injurias y aguantar los despechos de la voltaria diosa Fortuna.
Sale de Madrid, después de “lo del cocinero y su señora” por la cuesta de la Vega y la bolsa bien repleta de dineros entra solemne en el viejo reino de Toledo, deambula por Zocodover, no hay calle que no pasee, ni triduo en el cual no aparezca, y, muy galán y peripuesto, asiste a las misas de la iglesia mayor. Allí va a ser victima de del timo una moza de partido que se hacía pasar por grande de España. En realidad se trataba de una graciosa cordobesa moza de partido que en connivencia con su rufián rapaba las bolsas de los incautos, dando el pego de ser una respetable dama desposada con un viejo que la gruñe. Así las cosas concierta una cita de noche en su casa con el recién llegado a la Ciudad Imperial que dice provenir de Toral la estirpe más linajuda de los godos. La treta está bien urdida. A la media noche acabada la cena pican a la puerta. Ay que viene mi marido. Escóndete en esa tinaja, etc. El tema está tomado del Decamerón. Son las burlas del amor airado. El pobre Guzmán fue a por lana y vuelve trasquilado y reconoce su error. “rieronse mucho dello y más de mi poco entendimiento por fiar de moza de venta”. Regresa el espectro de Maritornes. Aventuras amorosas que acaban en burlas. El que lejos va a casar o va engañado o va a engañar.
Entonces el sollastre de cocina se vuelve pícaro redomado y del mal el menos pero se mantiene sereno y con la cabeza alerta. Detesta la embriaguez: “en el beber fui templado pues me parecía ver a mis compañeros borrachos que privándose del sentido y razón de hombres andaban enfermos, roncos, enfadosos de aliento y trato, los ojos encarnizados, dando traspiés y reverencias, haciendo danzas con cascabeles en la cabeza, echando contrapasos atrás y adelante siendo fiesta de muchachos risa del pueblo y escarnio de todos”.
Si entra en Toledo `por la puerta de Bisagra sale por la del Cambrón. Toda la vida huyendo de sí mismo, de sus amores sin provecho que acepta siempre el personaje con una sonrisa. Se hace pasar por provenir de la casa de los grandes linajes leoneses, los guzmanes. ¿Quién es ese caballero? Don Juan de Guzmán que viene de Toral de los Guzmanes. Con estas prendas sienta plaza de soldado en almagro y se une a una bandera que partía para Italia. Por el camino hasta alcanzar el puerto de Cartagena a la espera de la galera, no menguaron sus desventuras y no pudo encomiar como Cervantes la vida libre de Roma sirviendo al Rey. No eran los costales tales, ni oro todo lo que reluce. Si Erasmo, Villalón, Delicado Baeza, Boscán y Garcilaso se hacen lenguas de las venturas de la Toscana a la cual dedican sonetos, Alemán es tan cauto como Quevedo, que declara que por allá detestan a los españoles. Maquiavelo pensaba que había que matarlos a todos y el papa Alejandro VI —sostenella y no enmendalla— como buen baturro decía de los tercios “donde sientan las posaderas estos cabrones no volverá a crecer la hierba”. Por cierto no nos odiaban por ser españoles sino por ser un ejército invasor. Y cuantas cabezas tantos pareceres. Los españoles de Bolonia eran unos capigorristas mal encarados y perniciosos. Cuelgan por todas partes sambenitos a nuestra espalda. A Francisco de Quevedo por poco lo matan los conspiradores de Venecia. La mafia siciliana estaba haciendo acto de aparición. En Genova detestable ciudad para el protagonista donde va a tener que soportar los insultos y los golpes de los que le llaman marrano o perro judío español le van a dar por el culo unos bellacos. El autor del Alfarache huele el poste y revela las cartas. Pero Italia bien lo reconoce es otro mundo. Allí se le acabó la bolsa y el capitán de la compañía que cuando gastaba y convidaba ponía al personaje en un altar, agotado el fardel de los dineros y sin blanca lo miraba con gesto de beber vinagre. Deja de ser don Juan de Guzmán para regresar a su cargo de cocinero. Tardaron tres meses en venir las galeras y en este tiempo guzmanillo gastó más de lo conveniente. Él mismo se arrepiente de su vana prodigalidad por gastar su peculio en mesones y farras. Pero tendría que comer pan de trastrigo; comerse la hogaza entera. En fin, que la vida es breve, el arte largo, la experiencia engañosa y el juicio inseguro porque cuantas cabezas tantos pareceres unos decían que sí y otros que no. Lo mantearon en Genova y otras cosas que no se pueden decir por nefandas pero que el autor con una sutilidad andaluza cuadra en los siguientes términos; “cerré la puerta no por lo que me pudieran hurtar sino por lo que, por muchacho, pudiera suceder. Sus sospechas eran cabales porque a medianoche volaron murciélagos disfrazados de fantasmas. A renglón seguido explica la causa de por qué aborrecen a los españoles en toda Europa porque, aparte de blasonarnos de provenir de la pata del Cid somos judíos (marranos) heterodoxos. De más de eso somos demasiado orgullosos e intransigentes, lomienhiestos, dice: que eres español y por nuestra soberbia somos aborrecidos y malquistos. Esta razón la esgrime Vicente Espinel y se repite en el Estebanillo y en toda la novela picaresca. Somos altaneros, envidiosos y malos unos con los otros. Muy católicos pero de cristianismo poco.
Roma es la mejor ciudad del mundo para la limosna. Guzmán se dedica a la mendicidad y dicta un código ético para triunfar como pordiosero (pedir con voz afligida, simular heridas y muñones, ponerse a la puerta de la iglesia lo más cerca posible de la pila de agua bendita, aprenderse oraciones y recitarlas, nunca ejercer el oficio por bodegones y tabernas, echar los ochavos a un sombrero, pedir con niño y que las mendigas den el pecho a un niño en la vía publica que es treta certera para inspirar lastima aunque al rorro previamente lo adormezcan con hierbas o no esté mamando leche sino vino, quedarse quedo de un pie como grulla, etc.)
Si no fuera tan premioso como compendioso es el Lazarillo, el Guzmán en algunos de sus capítulos sería el texto mejor logrado de la novela picaresca, la de mayor trabazón y la más ecuánime y supero al Quijote. Unos crían la fama y otros cardan la lana en este país. Las filias idólatras hacia la persona de Cervantes, a mi juicio, sirvieron de comodín a los perezosos y aduladores bibliófobos. Estadísticas recientes refieren que más de un ochenta por ciento de los hispanos no leen un libro en todo el año y frecuentemente durante su vida. Pero hablando del Quijote se les hace la boca agua. Esto veda muchos el acceso a autores tan eminentes como Mateo Alemán y otros muchos de la gran galaxia, verdaderas constelaciones que empiedran el firmamento del genio español cuya luz brilla mortecina pero que por desgracia muchos desconocen, siendo para nosotros la luz que nos alumbra. Son la luminaria no sobre el candelero sino sobre el celemín.
VICENTE ESPINEL
Plaza de santa Catalina de los donados. Voy al Santo Niño del remedio. Es una de las plazas aun recoletas que quedan del antiguo Madrid. De allí fue capellán Vicente de Espinel autor de una novela que se engloba dentro del género picaresco, marcos de obregón, pero que es una semblanza autobiográfica de la España del siglo de oro finales del XVI e inicios del XVII una España que recorrió en veinte años de intenso caminar y cuyos mares navegar así como los dominios de Nápoles y Flandes como soldado y como marino al servicio de la escuadra, la segunda Invencible que iría a luchar contra los ingleses comandada por el almirante asturiano don pedro Menéndez de Avilés. En uno de los bajeles tomó el grado de alférez pero aquella malhadada expedición nunca zarpó del puerto de Santander. Se declaró la peste.
Protegido por el conde duque de Olivares acabó ordenándose sacerdote el viejo soldado y obtuvo una capellanía primero en una iglesia de Ronda. Más tarde, un beneficio en el cabildo de San Ginés. Se enmarca, pues, en el capítulo de los grandes de la literatura castellana junto con Lope, con Calderón, con Mira de Amescua o Góngora todos ellos sacerdotes. Es una deuda que tiene nuestra lengua con la iglesia española que acogió en su seno a aquellos pobres vagabundos librándoles del hambre y la pobreza.
Espinel fue también músico y maestro de capilla. Añadió a la guitarra una sexta cuerda. Gran parte de su composición polifónica anda perdida pero debió de ser el gaditano un gran chantre o precentor. Lo que no fue óbice para gozar y padecer de una vida aventurera llena de sobresaltos y de peligros que superó “merced a su gallardo entendimiento”. Su Marcos de Obregón a decir de la crítica supera por la veracidad y la contextura de su narrativa de hechos reales al Lazarillo o al Guzmán de Alfarache. Encuentra ciertas similitudes con el Estebanillo con cuyo autor debió de coincidir en Flandes pero su estilo es menos abigarrado y conceptista. No se puede codera con el Buscón que es un libro aparte pero todas estas obras del genero picaresco coinciden en:
a) la existencia apabullada y trajinante de los personajes.
b) el hambre como preocupación existencial ya que en sus páginas no hay sexo y todas los lances de amor acaban de mala manera como lo que le pasó a Marquillos saliendo de Bilbao que por no entender el vascuence no pudo declarársele y acabó siendo arrastrado por el azud de una alberca que por poco se le lleva la corriente y en Zaragoza (dice que los aragoneses son celosísimos) con otra ventanera. En la picaresca el sexo se aborda de una manera bufa y de pasada, lo que revela cierta misoginia del carácter hispano. Terrible cosa es la mujer. Y el que casa de viejo pronto entrega el pellejo. Satiriza y de qué manera a los maridos lo mismo que Quevedo. Pero el gran teatro clásico no podría ser comprendido sin los malentendidos y sin los cuernos. De las costumbres amorosas de aquella centuria mejor no hablar. Las carrozas que subían arriba y abajo del Prado madrileño eran prostíbulos ambulantes donde se fornicaba a calzón caído y con las cortinillas echadas, las puertas del carruaje cerrados a cal y canto haciendo de mamporreros los lacayos.
c) la longanimidad en las adversidades, la resignación cristiana y el desarraigo. En el fondo dentro del pícaro late un alma mística que desprecia al mundo y a sus vanidades.
Espinel nació en la hermosa y arriscada ciudad de Ronda hacia 1545. Sus padres eran de origen asturiano, encomenderos a los que los Reyes Católicos asignaron tierras en Andalucía cuando se ganó Granada. Hidalgos pobres. Su progenitor había sido soldado con el Gran Capitán y al mandarle a estudiar a Salamanca le entrega una bolsa con pocos dineros y una espada que el joven no sabe qué hacer con ella y la empeña a unos hojalateros en el Potro de Córdoba. Cruza una Mancha semidesierta expuesto al peligro de los bandoleros moriscos, a los cuatreros, a los venteros y a los carreteros una profesión que maldice… Dios me libre de rufianes en cuadrilla y los arrieros eran por lo visto de mala condición, robaban a los que portaban en el carro y violaban a las mujeres que iban de recua. Las ventas son igual de pestilentes “donde suele haber malas aguas por lo que importa beber vino” y los mesoneros en lo redomazos se traen un aire con los arrieros, todos ellos moriscos y de condición inicua. Impía gente son los arrieros y sin caridad crueles a tal extremo que su misma crueldad va contra natura. Como tratan tanto con las bestias algo dellas siempre se les pega. Tienen muchas posadas y pocos amigos. Así nos describe la venta de Cardeña en el paso de Despeñaperros, todo un lugar común en la literatura picaresca.
En Salamanca se presenta vestido de ferreruelo y de una sotanilla de veintidoseno de Segovia. En la ciudad del Tormes va a correr no pocas aventuras como las novatadas aunque están no son tan rigurosas como en Alcalá el Buscón dixit. No puede pagar el pupilaje de casa no le llegan dineros y entra a vivir con otros estudiantes en el refugio donde el hambre y sobre todo el frío de los crudos inviernos serán origen del cuento del zancarrón de un mulo que echaron a la lumbre pensando que era un tuero y olía a rayos. Todo lo soporta con la virtud de la paciencia “que es amiga del buen humor y del donaire”. Salamanca la blanca tenía buenas pastelerías. Los estudiantes pasan la hora del quiete o recreo en el Desafiadero. Marquillos se pone a dar clases de canto para socorrerse pero tales lecciones aunque bien dadas estaban mal pagadas. Y con las mismas hace un canto al saber y a esa vida oculta que se encuentra agazapada entre los libros donde el ser humano puede encontrar consuelo a sus desventuras. No se murieron de asco por lo de la pata del mulo que echaron a la lumbre. Fueron castigados a diez azotes por aquella travesura.
La obra tiene un sentido gnómico en clave moralizante con una proa cuajada de refranes y de sentencias. No hay que desesperar. Cuando una puerta se cierra otra se abre pues más gusto se halla en un higo que en ceinte calabazas. ¿Cómo luchar contra los males estudiantiles que son la pobreza y la desnudez? Espinel no otorga otro remedio que poner buena cara al mal tiempo. La humildad ante los poderosos es el fundamento de la paz y la soberbia, la destrucción de nuestro sosiego. Agua y ajo por tanto y mucha resignación cristiana.
En Córdoba le roban un macho y en la feria de Ronda se lo tratan de vender unos gitanos. Era una acémila de muy mal carácter que tiraba al jinete, se espantaba e iba a la empinada con harta frecuencia. El mulo atraillado parecía manso pero Marcos sospecha. Y efectivamente querían venderle el mismo que le habían robado y en un tente mientras cobro antes de llevarlo al mercado le dieron a beber un azumbre de vino. Cuando se le pasó la borrachera el animal volvió por donde solía y no se cansa de dar patadas y respingos. Si bien me quieres trátame como sueles. Escasee la carne en el garabato por falta de gato y uno tienen ventura y otras ventrada. Unos ensillan y otros cabalgan. Al protagonista de esta narración le pasan mil desdichas pero pronto se resabia y aprende a afrontar los engaños. Su hégira discurre por caminos inciertos y mal resguardados pernoctando en ventorros donde se dormía con un ojo solo y había que andar listo no te dieran por zumaque un vino que el ventero tasaba como de calidad y con más hojas que un calepino. Se encuentra con donilleros y con clérigos de mala ralea que rezaban en latín con acento gallego y a veces con fantasmas y aparecidos. Las ventas donde para son la de la Murga en Ademuz, la de Viveros en Alcalá y la famosa venta de de viveros en plena sierra morena donde recalaban a la sazón todos los viajeros que pasaban de Castilla a Andalucía.
EL REVELLÍN
Sancho Albuerne un asturiano que militaba en el tercio de Cerdeña a las ordenes de Diego Ortuño el 22 de agosto de 1568 entró en Bruselas dejó escrita una relación de sus azares en la vida de campaña con la infantería española, parece ser que pretendía escribir una crónica de tipo militar con elementos de juicio extraídos de sus experiencias en campaña. La crónica la dejó sin terminar pues pereció en una emboscada que le tendieron los enemigos de nuestra fe y el modo de ser y de vivir en España. Los conversos que traficando con las guerras de Flandes se hicieron con un dineral y a sus fondos fueron a parar el oro y la plata que viajaban en los galeones españoles, denunciaron, según parece, a Albuerne a los facciosos de Guillermo de Orange. Pereció, agujereada su piel por múltiples heridas de espada, una noche cuando salía de una cervecería de La Haya.
Los cabos- dice el legionario asturiano en este papel escrito con todo el pundonor de aquel que supo militar a las ordenes de don Fadrique Álvarez de Toledo- se emplearon a fondo mientras los cornetas tocaban al arma. Se dieron presos los condes rebeldes de Horn y de Lamur. Para sofocar la conjura de las fuerzas herejes de Guillermo de Orange los nuestros tuvieron que poner en ejecución medidas drásticas y tomar sus precauciones en forma de represalia. Los protestantes planeaban degollar a diez banderas. Fueron apresados el señor de Villiers y el obispo luterano de Dalem con todo su bagaje. En la plaza de los Espejos de la capital belga empezó a dictar sentencia el Tribunal de la Sangre. Poco después nuestra infantería se acercaba a los muros de Mastrique.
Hubo un combate espantoso en los marjales espinosos de la la abadía de Heyligherbe. Tuvimos allí grandes bajas porque nuestros carros se atascaban en los terrenos pantanosos y los arcabuces no hacían chispa.
La pólvora iba mojada pero, recibiendo refuerzos desde Frisia y de Brabante, el tercio de Sicilia batió la redolada. Grande fue el botín y la pecorea surgida luego a gran escala, se quemaron las casas y por todas las partes se esparcía el llanto de los viejos y el grito de las mujeres violadas. Era la ley de la guerra. Los españoles recogieron cuarenta banderas del enemigo, recabaron 16 piezas de artillería y pusieron fuera de combate a más de 10.000 hombres. Por todos los países bajos sus habitantes pronunciaban con terror el nombre del Duque de Alba. Solingen aguardaba y allí todo el trabajo fue de los arcabuceros del tercio de Lombardía. La universidad de Lovaina volvió a abrir sus puertas que habían sido clausuradas por mandato del de Orange y el obispo católico salió a recibirnos ad forasentonando un Tedeum y bajo palio nuestras tropas ingresaron en la plaza. ¡Viva el Duque de Alba!
Pero en Rotterdam los judíos españoles expulsados en 1492 que pulían el diamante y eran los amos de la banca traicionaron al Duque de Medinaceli mediante engaños y halagos. En connivencia con el enemigo los pérfidos sefarditas lograron que el conde de Bossu entrase en Delfshaven. Los rebeldes degollaron a la guarnición integrada por veteranos italianos, alemanes, y un grupo de aragoneses que hacían llamarse la “Compañía de Roger de Lauria”. Nuestro sargento mayor Sancho Ortuño perdió un brazo aunque consiguió escapar de la matanza. Fueron pasados por las armas los capitanes Cristóbal de Corcuera y Alonso de Mesa. Yo mismo que era atambor salvé el pellejo, oculto entre las hierbas de un almiar.
Sin embargo, nos aguardaban hechos más luctuosos y horas de amargura. En Harlem la lucha fue feroz. Los flamencos tiraban las cabezas de los prisioneros ejecutados por entre las almenas de la muralla. Ello instigó nuestro furor y a los tres meses de grandes batallas y después de haber dejado a la ciudad sin agua entramos en Harlem a escalo. Los de la guardia Valona los esguízaros y una sección de los tercios de san Felipe y Santiago debelaron a los holandeses. Después nos embarcamos en charrúas y vimos a dar con nuestros huesos integrándonos al grueso del ejercito primero en Leyderdorp y después en la Haya.
Nuestras columnas iban mandadas por los capitanes Gaytán, Armengol y Carreras que eran familiares de nuestro general cuando asumió el mando don Luis de Requessens otro gran catalán que había sido primero maestre de campo del tercio de Lombardía”.
Aquí acaba la crónica de Sancho de Albuerne según los papeles de un manuscrito muy antiguo que encontré en una casona de Cangas de Narcea del que era propietario un sacerdote y que vivía en una amplia rectoral llena de libros y de cuadros de vírgenes y cristos. Su casa destartalada olía a libros viejos a humedad y a ratones.
Por lo visto el tal Albuerne era un antepasado de aquel cura de aldea. El cual en medio del fragor de las batallas y la vida incomoda de la guerra consiguió pergeñar algunos folios sobre sus aventuras y referirlas por carta a algún pariente que residía en la vieja casona solariega.
El destino que le cupo al buen soldado sería el que aguardaba a tantos soldaditos de España y que refleja el dicho: “España mi natura, Italia mi ventura y Flandes mi sepultura”. Parece que lo estoy viendo hacer fuego, desde la tronera del revellín donde se hacían fuertes los tercios viejos, para defensa de la plaza de culebrina, y hacer fuego de arcabuz o prender mecha a las espingardas contra los enemigos de la Religión y de España al grito de “desperta ferro” o “Santiago y cierra España”, un grito del que ahora se mofan zamoranos con coleta. Pues zamoranos fueron don Opas y Bellido Dolfos.
Su testimonio cobra singular relieve por sus declaraciones sobre la conjura y las trampas que les prepararon los conversos al Duque de Alba, al de Medinaceli y a don Luis de Requessens. También, Antonio Pérez el gran traidor de Felipe II pertenecía a la misma laya. Españoles contra españoles. Cristianos nuevos contra cristianos viejos. Ello forma parte de nuestra historia y de nuestro drama.
CANTO A LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
Hijo de un hidalgo de gotera ovetense que se afincó en Ronda el autor de Marcos de Obregón obra insigne de la gran literatura picaresca nos embarca en las galeras que fueron a Lepanto y nos muestra los caminos que llevan a Flandes y además puso una cuerda más a la guitarra española. Asendereado personaje y escelso escritor, su prosa limpia, castiza y salpicada de donaire, se parangona con la de Miguel de Cervantes.
Cuando todos iban a estudiar a Alcalá, el rondeño, por su parte, con una espada que le dio su padre, viejo soldado a las órdenes del Gran Capitán, que pesaba más que él y que empeña en un mesón del Potro de Córdoba arriba a la ciudad del Tormes y a la vista de sus torres prorrumpe en esta loa: “ vi en aquellas columnas sobre quien estriba el gobierno universal de toda Europa las bases que defienden la verdad católica. Vi al padre Mancio cuyo nombre estaba ya esparcido por todo lo descubierto… vi al abad Salinas el ciego el más docto varón en música especulativa que ha conocido la cristiandad no sólo en el genero diatónico y cromático, sino en el armónico de quien tan poca noticia se tiene hoy y que fue sucedido en la cátedra por Bernardo Clavijo doctísimo en entender y obrar el concento y el concierto de partituras, hoy organista de Felipe III”.
Comenta después este aprendiz de la supervivencia que es frecuente contraer sarna los estudiantes primerizos merced a la blancura del pan tierno y el agua finísima que e bebe en Salamanca, “mala para los dientes”. En resolución, recomienda a los estudiantes no estragarse ni abusar de la comida o la bebida y emplearse en los comedimientos de la templanza “que conserva la salud y aviva el ingenio”. Es la misma conjetura con que nos apabulla a los lectores y degustadores de esos tesoros de la lengua castellana que son las novelas de esos pobres seres humanos, esos pequeños diablos corredores que son los pícaros a lo largo y lo ancho del mapamundi.
Otros catedráticos a los que menciona es al doctor Medina facultativo de prima en aquel claustro y gran médico.
El elogio que hace de los libros tampoco queda atrás y son frases esculpidas en la celda o en la torre de marfil de estudiosos y poetas.
“los libros hacen libres a los que les quieren bien. Con ellos me consolé en la prisión que se me aparejaba y satisfice el hambre en un pedazo de pan conservado en una servilleta envuelta en un papel que traía un capítulo de alabanza al ayuno. ¡Oh libros, fieles consejeros, amigos sin adulación, despertadores del entendimiento, maestros del alma y gobernadores del cuerpo, guiones para bien vivir y centinelas del bien morir”
Protagonista de esta novela dechado de perfección del genero picaresco es el hambre, compañera de cama de la resignación, cómitre de la longanimidad y amiga del buen humor y del donaire. He aquí reflejado en el espejo de las páginas de Marcos de Obregón el carácter español en sus miserias y en sus grandezas, sus euforias y sus congojas, baluarte del catolicismo en defensa de cuyo empeño se granjea la enemistad de todos e incluso la ira y el recelo de los Papas. Castilla he aquí que se ensimisma, se adoba en una segunda piel, la del escepticismo senequista, pelea con la espada en Flandes y esgrime en las Américas el crucifijo. España siempre con la cruz a cuestas, escarnio de todos y contra todos, transporta sus sueños de redención mesiánica, fatigada de Europa, a bordo de las carabelas. Es el mismo concepto que explaya a lo largo de sus libros ese gran patriota que se llamaba Francisco de Quevedo y Villegas.
Las noticias que da de la Salamanca universitaria del XVII son cabales: las pastelerías del Desfiladero, las calles de Santa Ana y san Vicente, la posada de Gálvez donde estuvo a pupilo y para sacudirse si buen apetito daba lecciones de canto “bien dadas pero mal pagadas”. Un pícaro ha de estar siempre no sólo a la que salta sino también tener buenas tragaderas. El asqueroso episodio del zancarrón del mulo que los pobres pupilos echan a la estufa tratando de sacudirse el frío de un crudérrrimo jueves de febrero creyendo que era un leño y por poco se atufan todos da una idea de las condiciones de vida de la Salamanca de aquellos tiempos. “Hacía tanto frío que en echando agua en la calle se tornaba cristal”. El siglo decimoséptimo de la era en Europa produjo un gran cambio climático, algo que seguramente tuvo que ver con las manchas solares. Los geólogos hablan de una nueva glaciación hacia 1623. Hubo cambios extremos y mudanzas en la temperatura. El invierno de 1623 fue el más crudo en varios siglos y en 1666 los calores fueron tales que muchos creyeron que venía el fin del mundo. Se quemó la gran ciudad de Londres.
La prosa de Vicente Espinel es muy musical y agradable como la de la mayor parte de los escritores que tienen buen oído. Maneja el contrapunto. Por eso no se hace indigesta, une a su amenidad el fruto del buen consejo- “la humildad frente a los poderosos es fundamento de la paz y la soberbia, la destrucción de nuestro sosiego”. Para él el oficio de escribir es enseñanza de la paciencia y conformidad con la desventura y reveses de fortuna. A tal efecto moralizante de la escritura tan importantes son las fábulas de Esopo como las estratagemas de Horacio. Más gusto se encuentra en un higo que en una calabaza. Este oficio de longanimidad es uno de los aprendizajes del estudiante salmantino que vive en la pobreza y la desnudez. El dolor es el crisol del amor. Este concepto inusual en otros libros del género acredita a Espinel como el más católico de los picaros españoles. Marcos de Obregón es un hijo del barroco.
TERCIOS DE FLANDES
La actualidad “apud nos” está que trina pero a mí los dimes y diretes de doña Jopé la niña de las bragas de oro la “presidenta” la hija del ganadero que de mayor quería convertirse en Thacher hispana y todos estos enjuagues de Carmona, de Carmina y de Carmena. Yo estoy al pairo aunque dolido y expectante llorando sobre los muros de la patria mía. Hay que largarse con la música a otra parte.
Si preguntáramos a cualquier colegial de esos que van en el autobús enfrascados en sus digitos del móvil y dando al aparatito quién era don Juan de Austria o qué pasaba con los Tercios viejos, ni sabría por donde se anda.
Y no es de ellos la culpa sino los desastrosos planes de educación que inició la Aguirre cuando era ministra de Instrucción Pública y decretó que el inglés fuera la asignatura más importante del temario.
Las nuevas generaciones gracias a esta señora que es algo burra y se las da de castiza aquí nada es lo que parece una rubia de bote y ya sabes el chocho morenote (perdonen mi lenguaje cuartelero) desconocen su propia historia. Están salvajes, apaciguadas las tribus ninis desde arriba por el gran gregarismo en el Cuadragésimo Año Triunfal de la democracia. Cuarenta tacos ya.
El sionismo de Bilderberg nos marcó los deberes, y a muchos escritores que amamos a España, se nos indicó la puerta; ahora viajamos en un vagón de tercera al exilio interior, camino de nuestro propio Auschwitz.
Paso de política y me alisto en las filas de una sección de la infantería española. La lectura es el mejor placer cruzando las barreras del espacio y del tiempo. ¡Bendito sea dios que puedo hacer lo que más me agrada!
El banderín de enganche estaba en Móstoles. Escuchad el ruido de los tambores y la música de los pífanos. Pasa el alarde, marcan los soldados el paso. Marchan cantando:
—España mi natura, Italia mi ventura y Flandes mi sepultura.
Hay algunos sorches en la cantina. Es la hora de arriar bandera. Pronto tocarán silencio.
Viene un barrachel hacia mí. Es un tipo alto con unas espaldas de casi seis palmos, anchas como el lábaro de las legiones romanas, y unos bigotes engomados apuntando hacia arriba y me toma la filiación sin demasiados requilorios. No me pone ningún impedimento a pesar de mi sangre manchada de converso.
Cumplimentados los trámites de alistamiento, me entrega una chapa en la cual viene escrito mi nombre, encuadre, compañía, fecha de nacimiento. Si pasa algo el alférez sabrá quién fue baja en un ataque.
Quiero servir al rey. Valor se te supone y el sargento con voz de mando y los ojos chiquitines y maliciosos; hay en su habla un cierto deje italiano porque en la compañía militan muchas etnias (milaneses, calabreses, sicilianos, alemanes, zuavos, portugueses, croatas, algún griego y bastantes franceses.)
Doy tres vivas al emperador. Saco pecho. Me cuadro. Olímpica sensación.
Sus águilas triunfales me acogen. En la taberna los veteranos de un jarro que van pasando beben vino de Toledo. Es embocado, sabe algo dulzón, pero pasa bien.
Observo que aquellos infantes, desde hoy, fecha en que me alisto a la bandera, mis compañeros de fatigas, curtidos en cien batallas, muestran chirlas, jabeques y marcas de cicatrices profundas por todo el jeme, su entonación es circunspecta y dolorida cual habla de alumbrados.
Son rostros tan españoles que parecen haber aterrizado, en este banderín de levas en la villa de Mistoles, desde el cuadro de “Los Borrachos” de Velázquez. O del de “Las Lanzas”.
Parecen valientes, duros, berroqueños…picos palas y azadones. Las cuentas del Gran Capitán.
Hablan de mujeres y de desafíos. Todos votan a bríos y lanzan por esa boquita mostachuda que se han de comer los gusanos mil reniegos, porfías y porvidas. No parecen teatinos. No. Ni enagüillas. Ni chicas de la tele o muchachos de la Banda. Ni tertulieros fementidos. No
Ya soy soldado.
Uno de los cabos me entrega el equipo: una pica, un peto, un espaldar, la escarcela o fazete, brazales, manoplas, calzas, celadas blancas limpias relucientes y el indefectible morrión de acero con su visera que relucía bajo el sol en un brillo que intranquilizaba al enemigo.
Muchos hugonotes se dieron a la fuga al divisar a lo lejos aquel fatídico resplandor que anunciaba la llegada de los pabellones castellanos. Esto hay que mojarlo, me dicen mis colegas y todos bebemos a la salud del Rey nuestro Señor. Ya soy soldadito de España.
—La pica- me dice el sargento un leonés que se llama Lorenzana- téngala a cobro vuesa merced. De ella depende la vida en cualquier asechanza, fiere sin ser ferido, siempre al enemigo alcanza.
En aquellos tiempos una pica española era tan contundente como hoy puede serlo un “Mercaba” israelí. Era la reina de las armas.
En su punta de lanza residía la fuerza y el poder mortífero del escuadrón.
Por eso se dice aquello de clavar una pica en Flandes. Medía más de palmos y pesaba un poco menos de un kilo, astil de madera o asidero y una vaina protectora que le servía de funda para que nunca se embotara. Después de cada combate había que amolarla.
Tras el toque de varas el sargento Lorenzana me larga una arenga:
—Ya, recluta, eres de los nuestros. Derramarás hasta la última gota de la sangre por la vida del emperador.
A partir de aquel día empezó mi tiempo de instrucción y al cabo de tres meses nos embarcamos en Santoña en un galeón alto de castillos, atestado de soldados que cantaban viejos romances tendidos en cubierta en los coys del camarote.
En la bodega acarreábamos la impedimenta: avantrenes y carruajes piezas de artillera, carromatos, perolas y cocinas, manteletes, algún que otro piezgo de clarete, picos palas azadones para los zapadores, ruedas, cuerdas, escalas, forjas, mulas de madera y caballos de Frisia para los sitios cenagosos, almocafres, alcotanas, puntas y tornillos; los acemileros navegaban cerca de la santabárbara junto a los mozos de espuela y la pólvora mucha pólvora para alimentar los arcabuces y mosquetes.
Esto que cito era sólo una parte mínima del bagaje. Infinidad de cosas llevó en su gloriosa panza el “Nuestra Señora del Rosario” que nos trasladaba a tierra de infieles. Al triunfo o a la muerte. A las tres semanas desembarcamos en un puerto de poco bajío de los Paises Bajos. El nombre de la ciudad no recuerdo bien cómo se llamaba
En los tercios no había artillería pesada. Sólo artillería ligera que porteábamos nosotros mismos en los asaltos y montábamos rápidamente. El arcabuz, del que decía nuestro emperador Carlos V que era un invento tan mortífero, que hubiese sido mejor que nadie lo hubiese descubierto, nos salvaba la vida en los asaltos pero no valía tanto como la pica, al cuerpo a cuerpo.
El arcabuz es un cañón pequeño de mínimo afuste transportado por dos infantes que dispara bolas de plomo muy manejable con su varilla de carga, armón, rapador, pólvora que porteaban los mochileros a las espaldas.
Había que evitar, y para ello se introducía agua en vejigas de cerdo, que el fulminante se mojase. Nos fue muy útil el arcabuz en Berbería. Los moros al oír la detonación se asustaban y el impacto de sus balas de acero de dos onzas (22 gramos) era capaz de trapasar una muralla.
El arcabucero que tiene que ser solerte y hábil artillero, habrá de cuidar mucho que no se caliente el ánima del cañón porque puede entonces fundirse la culata, con riesgo de explosiones y “misfiring” y hay que refrigerarlo en agua de nieve.
La pólvora la preparábamos nosotros, cuando sonaban las cajas de guerra y convocaban los pífanos al arma, con proporciones de salitre, azufre, carbón y mecha. Los cañones eran de bronce como las campanas pero los herreros de Euscalerría o del Milanesado los fundían en hierro. La munición se la comprábamos a los judíos de Medina que eran los aposentadores nuestros, estadizos en el regimiento aunque no hacían imaginarias.
Cuando nos movíamos, ellos se trasladaban siguiendo a la guarnición. Por aquellas landas con nuestra impedimenta. En los carromatos de los enseres siempre viajaban mercaderes hebreos y detrás del convoy iban las soldaderas que eran un remedio a las necesidades fisiológicas de la tropa. Y estas meretrices nos hacían no poco bien porque evitaban que en el asalto a las plazas y en la pecorea subsiguiente fueran las flamencas forzadas por nuestros hombres.
La violación era un delito castigado con la pena de muerte por el gran Duque de Alba.
Pero ya les iré contando más cosas de mi vida de campaña en los tercios viejos si Dios es clemente y misericordioso y sobrevivo a tantos azares. Los nuestros son gente curtida en batallas.
JUAN DE TIMONEDA LIBRERO VALENCIANO Y LA ESCUELA DE EDITORES DE INCUNABLES DE SEGOVIA
De por qué nos gustan los libros los que nacimos a la sombra de los arcos del acueducto existe una explicación biológica el mundo judío y los impresores que acompañaron a varios viajeros alemanes que llegaron a la corte de enrique IV junto a Juan Parix del que fue la gloria de dar a la estampa los sinodales de Aguilafuente. Dicen que es el primer libro impreso en España el año 1463 pero antes se produjo el primer incunable en el reino de valencia en cualquier caso Segovia y valencia abrieron la racha de los vuelos de la imaginación en alas del águila de Guttemberg cuyas garras iniciaron los trabajos de hércules proteo voló hacia lo alto y se derrumbó después entre las peñas porque la imprenta es la encarnadura del mito de tántalo y el acto de escribir un hecho profético. Por los caminos que conducen desde Aguilafuente a Turégano y Basardilla se vio el ir y venir de los libreros ambulantes con sus chibaletes y las cajas que portaban los tipos móviles eran los primeros colporteurs adalides de la cultura europea nacidos a los pechos de la iglesia medieval. El libro era un lujo y la profesión de librero gananciosa. La reina Isabel guardaba sus misales iluminados como un tesoro y poseer un tomo de aquellos que se vendían por los primeros editores equivalía a sus buenos talegos en el banco. La red de libreros valencianos se estableció en Bernardos donde vivió y murió Matías Timoneda cerca de la corte de Juan II y de Enrique IV monarcas castellanos que hicieron una gran labor por cultura y han sido tan injustamente denostados. La corte estaba en el alcázar palacio de invierno en verano se situaba extramuros en lo que se llamaba la dehesa del campillo en los predios del monasterio de san antonio el real. Cuando yo era niño de coro y ayudaba a los canónigos en la vieja liturgia me impresionaban aquellos enormes cantorales de piel becerro con letras enormes del cuerpo 120 para que los reverendos pudieran ver las letras del oficio divino y salmodiar sin levantarse del sitial. Algunos de estos pergaminos eran de esta época. Bajo la enorme arquería de la dama de las catedrales nació en mí la vocación de la palabra y la pasión por la literatura soy de Segovia tierra de buen trigo excelentes caldos y mejores tórculos. Sobre estas letras de molde del chibalete los poetas honrando a las nueve musas estamparon sus sueños. No eres de donde naces sino de donde paces. El sitio de nacimiento empero imprime carácter. Aun parece que estoy escuchando la salmodia de aquellos frailes que cantaban a la Virgen sus vísperas en latín en aquellas tardes de agosto. Los hermanos Timoneda desde los naranjales levantinos trajeron a estas altas parameras el invento y no hemos parado a la sazón de darle a la tecla. Escribir es un acto profético entras en un nirvana trascendente te alzas arriba del bien y del mal eres admirado eres maldecido mueres pobre y tus criterios que para algunos se transforman en dicterios re pueden llevar a presidio porque cuantos practican ese menester con frecuencia sufren el castigo del destierro e incomprensión de la patria y el arte al cual sirven. En el pecado llevan la penitencia y pagan caro su fruición de robarles el fuego a los dioses.
Si el teatro nació cabe los atrios de las iglesias y la pintura moderna en cuanto representación de los misterios santos y mártires de la fe evangélica actuando la SRI como gran mecenas el arte de novelar encuentra sus manantiales en la narración oral de las fábulas que proceden de oriente. A Timoneda que cultivó este tipo de novela bizantino que los sajones denominan ficción y que para los españoles es el género supositicio lo llama Menéndez y Pelayo tío y ayo de Cervantes. Este librero bibliopola o bibliognosta que escribe en castellano y en valenciá y escuchó contar las fabulosas “novelas” o “rondielles” que luego va a estampar en los muchos títulos de su prolija obra en las sacristías de boca de los frailes y chantres a la hora del coro nos depara la novela bizantina y las embaúla en su libro más famoso que publicó bajo el humilde título del “Patrañero” una gavilla de historias fabulosas que se traman en Armenia en Chipre o en Alejandría y narran los amores de reyes y reinas pastores cabañeros yo a los palacios subí y a las chozas bajé. El hilo de lo narrado es tan sutil que el lector más avisado ni lo percibe y le ocurre lo mismo que con algunos thrillers americanos que se nos caen de las manos al discurrir por sus complicados laberintos de la gestión los vasallajes los malentendidos y los innuendos y confusiones permutaciones disfraces expósitos niños muertos estupros frailes pedigüeños y señores marqueses y todo ese desarreglo de pasiones e intereses que constituyen los huevos revueltos de la condición humana mirtos floridos nuestra bajeza nunca recabará el ideal al cual propende. Termina la edad media no hay naciones sino estados y los reinos de la cristiandad forman asociaciones comerciales o ligas militares contra el sarraceno. Como en los cuentos de Cantorbery o Bocaccio se repiten las anécdotas burlescas que contaban los peregrinos de vivo voz sobre el amante que quedó sumido en una privada o el pacto de los novicios que se comprometen en regresar al mundo de los vivos para contarle al amigo los avatares que experimentan después de la muerte o tratan de los “enojos que suelen acontecer entre marido y mujer por celos”. Arsenio por ser amante de Sabelina fue de adulterio culpada y librole un nigromante. El siglo XVI es la centuria del amor y en Europa la edad media expira en medio de un ambiente a la vez tremendista y galante. Muchos buscan en el aventino romano la piedra de la verdad sin encontrarla que yacía en el lecho de la fuente del oráculo. Todos querían saber y preguntaban a la esfinge. Somos hojas caedizas y no podemos turar aquí nada es duradero ni en riqueza ni en amores por eso se consultan a los astros. Hete aquí el punto original del nacimiento de la novela. Está en la naturaleza humana el fabular. Necesitamos ser engañados de nuestra condición para luego desengañarnos. El arte sirve de puente entre esas dos vertientes o incógnitas. Son crónicas del tinelo historietas entretenimiento fábulas que calman un poco los rigores de la existencia. Rebotica moral y toda esa laureola de fulgor estético que corona la testa de Europa la bolsa y el esquero. En la patraña quinta se cuenta la historia del papa Gregorio VII: un niño en la mar fue hallado y un abad lo doctrinó y Gregorio fue llamado al que dios papa lo coronó. La fábula del niño perdido y hallado en una cajuela es un remedo del naufragio de Moisés en el Nilo, ribaldo y borde niño nacido fuera del matrimonio o bastardo. Aparecen maridos burlados reyes de Dinamarca esposas que no son un dechado de fidelidad matrimonia príncipes consortes y aguadores cornudos. Hay bulla y encuentros a la espada llega el porquerón y se lleva a los espadachines a la trena. No ha sido muy estudiada la influencia que ejerce Juan de Timoneda el librero valenciano sobre Cervantes empedernido lector que acostumbra a leer incluso los papeles viejos que encuentra en el trapero sobre todo en las novelas ejemplares. Por ejemplo en la ilustre fregona aquel aguador asturiano que tratando de ayudar a un tirafuera de los que iban con los cantaros en sus artolas por las calles de Toledo daca la cola asturiano y asturiano daca la cola pues se queda con el apéndice del burro en la mano hay un eco del burro desrabado en el Patrañuelo. En el siguiente capitulo la historia novena de Severino al que cautivaron los turcos y acaba casándose con Rosina anticipa tanto en la temática como el estilo los “Baños de Argel” cervantinos.
En el precursor del Ingenioso Hidalgo se refleja el fin de la era medieval con su entusiasmo católico la exaltación de la utopía y las barbaridades de una sociedad mutante a punto de estallar la crisis religiosa que la conmovería en sus cimientos. Los ladrones eran desorejados, las doncellas recibían las estrenas de sus padrinos por la epifanía y a los adúlteros y burladores le esperaba el “jubón de azotes” o tunda de rebencazos a manos del verdugo. La simonía eclesiástica a la orden del día un rey o cualquier príncipe podían proclamar o destituir abades y a abadesas a su antojo. Un lector moderno sigue el hilo de la narración con cierta dificultad porque se abordan situaciones actualmente inconcebibles pero admira la jugosidad estilística y el sabroso léxico empedrado de viejos refranes como debajo de pobre capa yace buen bebedor y las chicas piedras mueven grandes carretas. Pasa igual con los libros olvidados y aquellos autores en que se condensa la pequeña literatura. Juan de Timoneda es el padre literario de Miguel de Cervantes del que hereda virtudes y defectos.
EL OSARIO HEBREO DEL PINARILLO
El cementerio judío de Segovia está en frente de la casa, a la vera del río Clamores, donde vine al mundo. Sentí hoy, al visitarlo, como tengo por costumbre, una gran paz recorriendo, en la mañana triste y lluviosa, las tumbas o más bien mastabas excavadas en plena roca caliza, gran trabajo tendrían los enterradores. Sobre las sepulturas hay piedras en lugar de flores. Vuelvo a mis raíces. Algunos no entienden:
— ¿Tú aquí?
—Yo sí. Entre los elegidos. Mi vida es lucha, mirada profética. Busco a Adonai entre las piedras y los pinos de la sabiduría. La torre excelsa de la catedral nos mira arropando a este barrio de la muralla donde estaba la judería vieja. Desde su altura iluminada se comprende mejor el mundo de los conversos. Y desde lo alto de la espira bajo el rayo convertido en una fuerza. La vida es energía y la muerte no existe. Ruedan los cantos por el río portando en volandas a la mar que es el morir el murmullo de generaciones de la raza perseguida que aquí amaron, odiaron, se casaron, escribieron y rezaron, de acá se fueron. Estoy triste y a la vez feliz, satisfecho conmigo mismo. Por hablar sin rebozo y predicar lo que otros callan. Hagan juego, señores, vengan al albur. "Tristitia rerum". El humanismo renacentista y converso escribía en latín. Por estas sendas que dan vueltas por el pinar salía a por moras y majuelas las tardes de septiembre Andrés Laguna. Junto a la puerta del Socorro residía el padre del Buscón don Pablos e iba y venía el Donoso Hablador de Jerónimo de Alcalá en búsqueda de amo. Israel es un referente místico, acaso un ente de razón no una superpotencia, vulgar nación, como las demás, con dotación nuclear, aguerrida y armada hasta los dientes. Esto es al menos los que explican los almudistas.
En Segovia ni la burra ni la novia. Nos maldicen temiendo siempre la furia y la risa del converso.
Una voz interior me advertía que la vida es lucha por la verdad. No tengan miedo. Adoras a Cristo mientras tu alma se cuelga de las ramas del crecal, olivo sagrado en cuya copa se espiga una única palabra "shalom", paz y perdón. Canto uno salmos. De mi boca brotan las lamentaciones de un kadish.
—Requiem aeternam dona eis Domine. Te decet, Dominus Deus hymnum in Sion et Tibi reddetur votum votum in Jerusalem exaudi; orationem meam ad te omnis caro veniat. (dalos descanso eterno, Te cumple oh Dios el himno de todo Sion, administras el voto de Jerusalen. Escucha mi oración porque a ti regresan los huesos y la carne)
Escucha mi oración. Solo soy polvo El antisemitismo como la cristofobia pertenece a las artes diabólicas. Israel el don y el bien de los hombres poco tiene que ver con la rebelión del Sionismo. ¿Quien ha vuelto a alzar la espada de Luzbel?
No caminéis hermanos de espaldas al Sinai, de la misma forma que los que se dicen seguidores del Crucificado se han olvidado de las Siete Palabras del Gólgota. Cánones, falsos testimonios, ese constante temor, la ineludible frustración, hogueras excomuniones el ladrillo de Roma. En frente de ahí en eso yo nací. Es una fuerza que me sobrecoge y apabulla. Un compromiso con la historia. Clama, no ceses. Buscad al último justo de Israel. No me entienden. Pero Él me comprende. Esto es un encargo de profecía. No perdí la brújula. Shalom. Israel pueblo salvador de donde brota el raudal de la palabra soteriológica. Nada que ver con la política. Speret Israel in Domino. Nuestro auxilio está en el Señor. Del que depende la vida, y la muerte. He visto la luz de Israel brillar en este osario. Yo sé que no es un fuego fatuo. Espero no ser víctima de una alucinación. El año antes, una mañana de sol, pasé por allí y asaltaron mi mente las mismas duras y reflexiones.
La verdad que en esta hermosa mañana de viernes de vuelta a mi ciudad he sentido un estremecimiento en mi alma a la vista del osario o cementerio judío una lápida en hebreo y en castellano encima la estrella de David. Yo nací justo enfrente de estas mastabas al otro lado del Clamores en la puerta de San Andrés o del Socorro. Algo muy adentro vibró en mí como un latigazo. Casi rompo a llorar recordando vivencias de mi infancia y aquella tarde de febrero cuando camino de la piedad con otros niños vimos a un sacerdote revestido con el efod y envuelto en el paño de oración leer en un breviario mientras hacía genuflexiones de cabeza hasta tocar casi la roca con la cabeza (lo he contado ya en alguno de mis libros) eran los tiempos del franquismo y entre la arboleda hacía un frío que pelaba. Nadie dijo una palabra. El sacerdote después de rezar a toda prisa plegó su libro recogió su dulleta y desapareció. Enterraban de pie a los hijos de Israel mirando al Este en sepulcros excavados en la roca caliza que eran auténticas tumbas egipcias. Durante la baja y alta edad media este era uno de los dos osarios que había en Segovia pero el del Pinarillo era el más importante por la proximidad a la judería vieja entre las Escalerillas de San Roque y la catedral en cuya bajada estaban los obradores de los orífices y los tenderetes de los prestamistas. Los católicos oramos al Señor en la lengua de Israel. ¿Dónde se queda la más hermosa palabra del idioma hebreo que es “Shalom”? ¿Es lícita la venganza y la ley del Talión para reconquistar unas tierras que pertenecieron a nuestros antepasados? Puede que las respuestas a tan inquietantes interrogantes la tengan los muertos que yacen en el osario de Segovia. Vana ilusión, afán de poder y de granjería. Todo quedará sumido en el polvo de los huesos dispersos por los fúnebres monumentos que guardan los huesos que serán polvo de eternidad. Mi alma se vuelve ceniza. Nadie duda de ese misterio que acompaña a los hijos de David en su peregrinar por la historia. Fueron los patrocinadores del imperio español y a su cargo corrió (siempre fueron excelentes administradores y ecónomos) la obra de la colonización americana e incluso apuntalaron a la iglesia católica cuando esta se derrumbaba a consecuencia de la rebelión protestante del norte europeo. Ahí están las grandes eminencias místicas: Teresa de Jesús, Juan de Ávila, Ignacio de Loyola y en literatura el Lazarillo, todo Tirso, Quevedo acaso Cervantes que procedía de una aljama en la raya de Galicia. Algunos en secreto siguieron observando las tradiciones del pueblo elegido otros se exaltaron y quisieron ir más allá, en su catolicismo de bríos nuevos, cayendo incluso en aberraciones como las de los alumbrados. Sea como fuere el caso es que nadie profesó un amor a Jesucristo tan depurado como Teresa de Jesús. Ben Gurion en la declaración de independencia de 1947 evitó pronunciar ni una sola vez la palabra Yahvé (yo soy el que soy) y sólo se refirió a la Roca de Israel. Una roca como la de este viejo osario judío de mi pueblo que hoy me hizo estremecer. Prorrumpí en un kadish, con la recitación del salmo 62: Oh dios tú eres mi dios/ a quien busco con denuedo/ sedienta está mi alma de ti/como tierra árida sin agua/ porque tu misericordia es mejor que la vida/. Impávida, alta solmene, ebúrnea la torre excelsa de la catedral segoviana nos miraba. Yo escuchaba el murmullo lejano de las aguas del Clamores, fecundando los tablares de las huertas entre las peñas con alientos de eternidad. Corrían las aguas de nuestra segunda corriente fluvial ajenas a nuestras discusiones por causa de los odios religiosos o las efervescencias políticas. Que poco tienen que ver con el Israel que nos enseñó a rezar y cuyos salmos cantamos. Dejemos que los muertos entierren a sus muertos. Ahora comprendo también lo que me declaró a mí una vez la señora Golda Meir en una conferencia de prensa: “Para un judío España no es un país como otro cualquiera”. Quizás nos aguarde un tiempo de purificación. No echemos la culpa a los judíos de nuestros desafueros y yerros. Pero tampoco Israel debe mirarnos con deseos de vindicta. Que resuene por doquier la palabra más hermosa jamás pronunciada por labios humanos que es la palabra “Shalom”.
LA CATEDRAL DE SEGOVIA EN LA LITERATURA
La catedral está bien situada (leemos al comienzo de la novela de Jesús Fernández Santos “Las catedrales”), en el lugar más alto de la ciudad. Es la segunda que alzó el cabildo. La primera estuvo asentada en lugar más bajo y menos protagonista y, además, estorbaba el ardor guerrero del alcázar”. Gótico tardío como gustaba de llamarla Umbral. Constituye junto con la de Oviedo y la de Salamanca el último suspiro de la arquitectura medieval. Las tres diseñadas por Gil de Hontañón Pero la de Segoviana turris ebúrnea es la más alta de toda. Su cimborrio puede otearse los días claros a cien kilómetros. Son cuatrocientos treinta escalones desde la base al campanario. Imponente mole. Su erección, comenzada después de ser destruida la anterior en la guerra de las Comunidades, costó sesenta muertos de todos los oficios albañiles carpinteros fumistas vidrieros talabarteros e incluso un canónigo se ahorcó era el limosnero (no le salían las cuentas al hacer el arqueos), vio bajar al sepulcro y ser coronados a diez obispos, recibió victoriosa las banderas de Flandes, lloró a muchos muertos. Campanas de gloria y misas de réquiem de todo hubo. Convidado de piedra y testigo mudo del paso de ocho generaciones Detrás de estos hermosos edificios se oculta una historia de afanes, pleitos, dilaciones, obreros que fallecían al caerse del andamio, canónigos fabriqueros que la palmaban a causa de un berrinche con los capataces, encargados que desaparecían con el dinero del cepillo de las ánimas, paros en la construcción por falta de presupuesto. Un ir y venir. Doscientos años en la vida de una ciudad de para muchos encuentros y desencuentros —Notre Dame de Paris tardó algo más y la construcción de la catedral de Lincoln llevó tres siglos— y este es el punto de arranque de esta excelente novela. La iglesia mayor de Segovia dedicada a Santa María es cifra y compendio de esa catolicidad titánica de nuestros ancestros. La jerarquía inspiró de la mano de la tradición y de la escritura pero quien puso manos a la obra fue el pueblo. Aquella Europa de las catedrales quiso edificar la ciudad de Dios, arduo empeño que se llevó por delante muchas vidas.
En lo alto de la torre allí donde se abren los cuatro ventanos vivía el campanero con su familia: la madre, el padre, Inés y Agustinillo al que pegaron un tiro en el Cerro Matabueyes; una familia con sus aperos de labranza, los cacharros de cocinar, la lumbre y las trébedes y hasta un cerdo que mataban por san Andrés.
Fernández Santos sitúa la acción durante la guerra civil cuando la torre catedralicia era un centro de vigilancia a los aviones. Un radar que escudriñaba los horizontes de la Mujer Muerta y Siete Picos.
El libro debe de ser autobiográfico pues la familia del escritor se refugió en la Ciudad del Acueducto al venir el Movimiento. Describe el fervor con qué se subió en procesión a la Virgen de la Fuencisla desde el santuario para evitar que los “otros” entrasen y supone que tal vez a esta intercesión milagrosa se evitó la destrucción de la milenaria urbe romana.
Encontré en las páginas de esta novela enigmática retazos de mi infancia mirando siempre para aquella catedral totémica con un campanario que eran cuatro ojos miraderos de una suprema atalaya.
A Fernández Santos lo conocí en el café Gijón allá por el año 93, iba por el sexto gintonic decía que tenía dolores y la ginebra le calmaba. El y yo, más sobrio que un fiscal, compartimos los dos recuerdos de la Dama de las Catedrales.
Uno fue monaguillo o seise de la santa iglesia catedral, sotana roja con esclavina roquete blanco las mangas perdidas de cera. Me dejaron entrar porque me sabía de memoria el “confiteor”. Fueron las oposiciones más fáciles y agradables que hice en mi vida.
Toda una serie de personajes de la vida real que conocimos — S. Santos alarga el catalejo desde su atalaya en lo alto y trata de encontrar el pulso vital de Segovia c. 1937 como Clarín describe el Oviedo del finiseculo del XIX — y ahí nos encontramos a don Cristino el archivero toda una vida leyendo y tomando apuntes para preparar un libro sobre la historia del cabildo. He aquí que se acuesta una noche decidido a emprender la tarea y a la mañana siguiente amanece sin memoria, victima del alzheimer. Don Cristino nunca publicó sus memorias.
O al deán Fernando Revuelta el amigo del general Varela al cual le apasionaba la Historia de los Heterodoxos de Menéndez y Pelayo aunque no tanto como los automóviles y las carreras de motos, sobre todo el biscuter, que estaban probando en la fábrica de Caretas y el SEAT 600. Un día en la sacristía mientras se desvestía, al cabo de una misa pontifical, le pregunté a bocajarro al señor deán:
— ¿Por que no se usted echa coche don Fernando?
—Niño — dijo— ¿para qué quiero coche si no tengo para gasolina? Soy un cura pobre
Y era verdad; el cabildo y el obispado eran riquísimos en bienes raíces casas pinares huertas pero sin apenas liquidez; a muchos canónigos en cuanto si les llegaba para mantenerse con la prestamera del beneficio.
Leyendo este hermoso libro a ratos melancólico, otras procaz, (podían ocurrir muchas cosas al subir los cuatrocientos y pico escalones de la escalera de caracol, que también allí el diablo se esconde por los rincones, aunque un letrero a la entrada del claustro lo exprimiese bien tajante: “pena de excomunión para el que en este sagrado recinto tenga pensamientos impuros o haga actos deshonestos”) he recuperado el niño y adolescente que fui.
Toda una familia vivía arriba con sus gallinas, el cerdo en la cohorte, y el aceite hirviendo en la perola donde la madre freía torreznillos.
Luego, cuando pusieron luz eléctrica, no hubo necesidad de campanero. Colocaron abajo el telefonillo y las campanas repicaban solas, accionando el interruptor de un circuito electrónica desde la sacristía.
Ya no fue necesario que el señor Sebastián aquel morañero pequeñito pero recio - me parece que era de Abades,- el sacristán, todo un atleta, ágil como una ardilla (eso yo lo he visto) trepase por la cuerda que colgaba de lo alto de la bóveda y gateara hasta arriba.
Una vez en la cúspide, desenrollaba la cuerda del badajo que estaba enroscada. Luego descendería sus cincuenta y tantos metros descolgándose por la maroma con habilidad, y tan pichi. Aquello parecía un número de circo.
Los esculcas desde la atalaya en tiempo de guerra avisaban de la inminencia de un bombardeo pero la fuerza de Riquelme con los internacionales no pasó del Cerro Matabueyes. Allí estaba la Virgen de la Fuencisla cerrando el paso. Nombraronla capitana generala.
Fueron contenidos por la infantería del general Varela, que me parece que era algo amigo del deán, Allí fue donde le sacudieron un tiro a Agustinillo. Ese es uno de los ejes de marcha del argumento de esta novela sin tratamiento lineal sino a saltos siguiendo el esquema de la narrativa moderna donde los hechos reales se entreveran con los flujos de conciencia.
Subieron en procesión a la Patrona desde su santuario. La catedral era un hormiguero de gente y su torre un pararrayos. Cumplió su misión estratégica.
Hoy ya no hay gallinas en el último piso. El campanario se ha convertido en un centro de atracción turística que ofrece las mejores vistas de la ciudad. ¡Viva la concordia y la paz aunque no vaya tanta gente a misa!
LUISA DE CARVAJAL LA ESPAÑOLA INGLESA
El 2 de agosto 1615 zarpaba del puerto de Southampton el “María Luisa de Londres” rumbo a Laredo con los restos mortales de doña Luisa de Carvajal fallecida un año antes, diz que de pulmonía, después de estar presa en el presidio de Newgate a causa de sus ideas religiosas, aunque lo más probable es que fuese envenenada por orden del obispo anglicano de Cantorbery, Robert Abott. Padeció agonía dolorosísima, lo que indica fuese víctima de las hierbas.
Sólo tenía 48 años de los que pasaría en Londres cerca de diez, sumida en la mayor pobreza, sin llegar a dominar bien la lengua, tratando de ayudar a los súbditos de su majestad graciosa, que se resistían a abandonar la fe romana, por lo cual eran encarcelados torturados o ajusticiados; corrían tiempos recios.
Y esta audaz mujer viviendo en la indigencia y de la caridad de los embajadores españoles en la corte de san Jaime en aquel tiempo (el conde de Gondomar, Pedro de Zúñiga, Alonso de Velasco, Bernardino de Mendoza) “in partibus infidelium” acariciaba un ideal quijotesco: la conversión de los ingleses.
Visitaba esta señora española las cárceles, asistía a los enfermos y recogía las reliquias de aquellos que morían por la fe de Cristo, socorría a los veteranos de los tercios de Flandes que vagabundeaban por la corte de Jacobo I. Las autoridades la acusaron de espionaje.
Mar gruesa en el Canal de la Mancha estuvo a punto de estrellar el castillaje y toda la obra muerta del galeón contra las rocas de Normandía y la nave hubo de regresar al punto de partida y ser reparado.
Los que conducían el cadáver, una comitiva expedida por don Diego Sarmiento y Acuña, uno de los más prestigiosos embajadores que tuvo el reino de España en el Reino Unido a las órdenes del Duque de Lerma, tomaron tierra en Fuenterrabía al cabo de dos meses de navegación.
Algunos vieron en esta azarosa singladura una señal de que aquella monja seglar (beguina) que había ido a Inglaterra a misionar y a convertir “herejes” se resistía a dejar atrás los blancos acantilados de Dover.
Ella dijo que el destino le condujo a aquellas islas de conjuras y de perfidias siguiendo una llamada del altísimo. Su estancia londinense residiendo en casas de ínfima salubridad y pobreza, de la Barbacana, Chiswick o el Cheapside, fue un perenne suplicio.
Está claro que aquel empeño que la condujo a tierra de infieles fracasó. Los ingleses incluso los que practicaban la fe católica la consideraban una vagabunda. No obstante, resistió a las presiones, tanto de los diferentes embajadores como de su familia y algunas de las compañeras que secundaron su labor en aquel beaterio húmedo e insalubre a orillas del Támesis, para que regresara a la Península.
Pasó hambre, vivió de limosna, cuando no podía vender los encajes de blonda y las casullas bordadas de oro pues había aprendido el oficio de hilandera en Madrid, sacaba algún dinero.
María Luisa Pinillos Iglesias en su impresionante biografía sobre esta pobre señora la define como la “hilandera de Dios”.
Alta la frente despejada cubierta con un monjil las manos juntas y una mirada bondadosa y trascendida por una luz mística, de rodillas ante un libro de rezos, en el único retrato que se conserva, obra de Sánchez Coello (rompió todos pues no quería lisonjas ni que alabaran su belleza, sólo sufrir y padecer por Xto.) algunos encuentran en su semblante trazas de loca.
Luisa no se compadece con la noción de místico castellano del Siglo de Oro. Es un caso único dentro de su especie. Y un caso ignorado por la historia. Acaso por sus orígenes porque, en contra de lo afirmado por sus biógrafos, pudo ser una hija natural del Duque de Lerma, don Francisco de Rojas, marqués de Denia. Habida de sus amores con la cacereña doña Inés de Vargas a la que casó con Rodrigo Calderón, aquel que murió en la horca y según Federico C. Sainz de Robles, “cornudo de condición”.
A ambos personajes trata la vidente con veneración y loables consejos en sus cartas, pues uno era su padre putativo y el otro su padre natural al objeto de que esta bordadora fuese adoptada por los Mendoza.
El destino de la bastardía en aquella España tan estamental era el convento pero -otro signo de rebeldía amparada por heroica humildad, quizás- ella fue refractaria a tomar hábito en una orden de clausura y quiso permanecer en el siglo. Fue inhumada en el convento de Porta Coeli de Valladolid y se le dispensaron honras fúnebres en las ciudades importantes (Sevilla, Cáceres, Almazán. Madrid).
No se cumplió su deseo de recibir cristiana sepultura en la iglesia de los jesuitas de Lovaina. Reinaba Felipe III. La Carvajal es una de las personalidades más seductoras e interesantes del movimiento místico español. No se trata de una “deixada” sino de una “abatida” que quiso seguir al Señor desde el menoscabo y desdén del mundo sus pompas y vanidades
El IV Centenario de Luisa de Carvajal coincide pues con el V de Teresa de Jesús. Si la reformadora del Carmen, según expongo en mi libro “Teresa la conversa”, tuvo una visión mesiánica en la que contempló cómo caían incesantemente almas en el infierno a causa de las guerras de religión en el norte europeo, esta briosa extremeña que ni siquiera profesó en una orden religiosa regular aunque estuvo muy relacionada con las agustinas recoletas del monasterio madrileño de la Encarnación, materializa el sueño carmelitano de ir a convertir herejes. Marchó a tierra de moros, como hizo Teresa de niña acompañada de su hermano Rodrigo.
Sólo que los británicos tan coriáceos, tan suyos y tan renuentes a ser pastoreados por extranjeros resultaban un hueso tan rudo de roer como los propios mahometanos, que rara vez se convierten al catolicismo. Lo que buscaba en realidad doña Luisa era el martirio. Deseaba ser mártir, demostrando un arrojo y una valentía poco frecuente en la iglesia católica de su tiempo y mucho menos hoy. Quijotesco propósito poco realista pero que no merma el temple y el coraje de esta feminista a lo divino, verdadera hija de la raza, de españoles y de españolas colosales tallados en piedra berroqueña. Representa en sus extremos las grandezas y miserias de un país. Una aventurera y una conquistadora al estilo extremeño como Hernán Cortés, Pizarro, Pedro de Alvarado, Valdivia, o Núñez Cabeza de Vaca.
Margarita Nelken, la ministra de la República, que conocía sus escritos— cartas, algunos romancillos de tenor místico inspirados en san Juan de la Cruz y los quince o veinte folios en los que relata la historia de su vida—dice que escribe el castellano más puro y elegante de su siglo.
¿Quién era en realidad la Beata Luisa de Carvajal? ¿Una espía en Londres del Duque de Lerma? ¿Monja galante al estilo de sor María de Agreda consejera del rey Felipe IV que se cartea con el primer ministro y gran valido duque de Lerma y su secretario Rodrigo Calderón a los que aconseja en asuntos políticos y cuestiones de religión que pasaban siempre por las manos del privado? ¿Una iluminada? ¿La amante desdichada de un alto personaje a la cual se le ordena adoptar un género de vida religiosa?
No es fácil encontrar una respuesta al trasluz de datos biográficos. Hay episodios que pasman. Su personalidad y su figura poco se compadecen con la mentalidad de hogaño, ni incluso con la manera de ser y de pensar de la España mística del siglo de Oro. Los rusos definirían a esta extremeña de Jairacejo, tan española y tan inglesa, como una “yurodivi” (loca del amor de Dios) que iba por el mundo con el evangelio de san Juan en la mano. Hay en su ascetismo rasgos que la acercan al pensamiento del cristianismo según Tolstoi dentro de los parámetros de un despojo absoluto de superfluos: honores, medallas, reglas, constituciones, hagiografías, eucologios, jerarquías, cánones. Su vida martirial fue un perpetuo grito:
—Sólo Dios basta.
La relación de su trayectoria vital, aun siguiendo rutas diferentes, tiene bastante que ver con la reformadora del Carmelo. Pasó por el mundo de una forma elegante y novelesca. Hay en su biografía puntos de contacto con los libros de Caballerías como el Palmerín de Inglaterra y con la novela picaresca. Tan intrépida como “La Monja Alférez” y exultando en ricas y desgraciadas experiencias como el “Guzmán de Alfarache” o el “Estebanillo González”.
Estuvo dotada de un carácter libertario, apasionado, contradictorio y muy español. Fue hija de la raza y de la época a la que perteneció. Tuvo algo de la monja alférez, de Teresa de Jesús y de capitana de los Tercios de Flandes a lo divino haciendo ostentación de una valentía y un arrojo que asombra a día de hoy.
De haber pasado a Indias, hubiera sido un Hernán Cortés, un Maldonado, un Cabeza de Vaca, o una evangelizadora al estilo del Beato Juan de Ávila o Toribio de Mogrovejo. Desgraciadamente, fue a dar in partibus infidelium con gentes tan sibilina y tenaz como la británica.
Inglaterra no creía en las lágrimas y menos en aquel tiempo de convulsiones religiosas, profesaba odio a los frailes que habían cometido tantos atropellos durante la edad media. En dicho país se cuestionaba la “potestas clavium” o autoridad papal. Las jerarquías y gran parte del clero inglés disputaban sobre tal preeminencia el que un obispo extranjero quisiera gobernar las cuestiones del fuero interior que consideraban un asunto personal.
Al verdugo de la Torre de Londres no le faltaba trabajo y muchos súbditos de su Graciosa Majestad eran despedazados en la plaza pública por rezar en latín o llevar al cuello un rosario.
Roma tampoco era un ejemplo de moralidad en tiempo de los papas Borgia. La corrupción de las costumbres es antesala de la muerte y de la guerra. Esta mujer llena de candoroso ardor misionero y de amor a la Iglesia puede que ignorase tales antecedentes. Trató de escalar una montaña inaccesible como es el Establishment. Los ingleses siempre nos ganan a los españoles. Discutir con ellos es como estrellarse contra un muro, y no hay manera. Sin embargo ahí quedó el gesto y el reto de la Beata Luisa de Carvajal madre coraje de amor a la Iglesia y de amor a España (“Quiero a mi patria con todo mi corazón y vivo en una tierra de hiel y de sabandijas”) declara en una carta a su hermano nombrado corregidor de San Clemente (Cuenca).
Estableció como norma de vida de la máxima teresiana de “sufrir y padecer” siendo oprobio del mundo, despreciada y abandonada por los suyos por amor a Jesús. Renunció a todo: alta cuna —era nieta del obispo de Coria don Gutierre Carvajal que tuvo una multitud de hijos naturales—títulos nobiliarios, la honra, el buen nombre y la fama. Hizo mangas y capirotes de algo tan importante para los españoles de su tiempo como el honor. “Quiero ser pisoteada, negada, ridiculizada, puesta en el último lugar para que todos me olviden o se rían de mí”. Y por último en su profesión realizada en un cuarto oscuro en Madrid la calle de Toledo, puesto que atendía a las enfermas de bubas, donde se había dedicado a cuidar de las prostitutas hizo voto de martirio. No lo conseguiría físicamente pero los dos lustros últimos de su vida en Inglaterra fueron un auténtico calvario
La honra la perdían las mujeres (nunca el varón) por cualquier desliz erótico o dedicarse al oficio más antiguo del mundo; por no proceder de un linaje limpio, por ocuparse en trabajos serviles, ser asalariado y no vivir de las rentas, por derramar sangre cuando el asesinato no era en legítima defensa. Por padecer del vicio del vino o por andar desnudo y en harapos. Sin embargo se podía ser pobre y no desmerecer a los ojos de la sociedad. De ahí el dicho de “pobre pero honrado”. Una vez perdida la honra, no se recupera jamás. Es el equivalente a una muerte civil. Luisa puso su honor a los pies del Crucificado.
En el marco de aquella sociedad estamental y clasista como era la España de su tiempo plantea con su labor ideas revolucionarias más allá de las particularidades de la Reforma. Amiga y protegida de los jesuitas, rechaza, sin embargo, la disciplina de las constituciones y las voces de mando del jefe. La vida religiosa no es para ella milicia sino un sumirse en la inmensidad del Criador, un abandonarse a la Providencia, como hacían los quietistas y alumbrados aceptando el sufrimiento como camino de perfección y garantía de selección. Esta dejadez casi anarquista, con una fe ciega y amor al Esposo, la colocaría más cerca de lo que hoy se denominan cristianos de bases que de un instituto religioso convencional. Verdaderamente, si todos la dejaron en la estacada, Cristo nunca la abandonó. Esta es la grandeza del Evangelio que en su lado esotérico a los lerdos no se les alcanza, y la prueba del nueve y la primacía del catolicismo sobre otras religiones monoteístas. No hay consensos ni enjuagues que valgan. Cristo es la verdad y la vida. La Verdad que corre larga y tendida por el mundo de los libros—un venero que tratan de ocluir los del “pensamiento único” —y la Vida que germina en los plantíos y viveros del grano de mostaza. Mediante intercesiones desde lo alto, soluciones inexplicables, guardas en enfermedades y peligros. Cristo a través de sus escogidos se manifiesta en la historia mediante el carisma de una Teresita de Lisieux, de un Antonio de Padua, de san José, de Teresa de Jesús, de Judas Tadeo y ante todo y sobre todo a través de Nuestra Señora la Virgen María medianera de todas las gracias.
Se trata de una vida y una vivencia oculta pero real y perceptible sólo a través de la fe y nos ratifica en la esperanza de la gracia y la interacción dentro del cuerpo místico de la iglesia triunfante militante y purgante. Enigma total. Sólo mediante este misterio vale la pena considerar que una derrota a los ojos de los hombres podría convertirse en victoria a los ojos del Padre. Dios tiene otros baremos, diferentes varas de medir
Como los monasterios a la sazón estaban llenos y con frecuencia la “vocación” tenía que ver más con la “boca” que una verdadera llamada a la vida consagrada habiéndose convertido muchos dellos en aparcadero de damas burladas o en verdaderos prostíbulos, ella renuncia a ese título de ser monja. Se queda en beguina y cerca de, o al cabo de, la calle de Toledo funda un beaterio en compañía de dos sirvientas: Ana de la Ascensión e Inés de la Cruz. La casa, un sotabanco, se encuentra al lado de una mancebía y se convierte en centro de acogida para mujeres maltratadas y prostitutas enfermas. Inés de la Cruz protesta:
—Van a pensar que nosotras somos iguales, unas tales.
Para doña Luisa esa sospecha motivo de oprobio se convierte en vínculo de caridad y una ocasión de ser humillada y tenida en menos por amor del Redentor. Intensifica sus penitencias, porta una cruz de rallo (una especie de almohaza de pincho) aderezando sus pechos como prenda íntima y una cuerda de esparto atada a las caderas. Todos los viernes del año no probaba alimento, dormía sobre una márfega, bebía en vasos utilizados por enfermos con bubas y con sarna.
Nos dicen los expertos en lomología que el mal francés y la peste bubónica eran el flagelo de la cristiandad en el s. XVI. Los males empeoraron en la centuria siguiente con un cambio climático en Europa veranos más tórridos malas cosechas inviernos de fuertes cierzos y vientos polares.
En Madrid la Carvajal cura a los sifilíticos ocupándose como operaria en el hospital de Anton Martín el de la sabana blanca curaban el trepanómana o morbo sifilítico con baños al vapor y en Londres fue su rival la peste bubónica traída por las ratas viajando en los barcos que atracaban en los muelles del Támesis.
Aun no había sido fundado el St Stephen Hospital y las condiciones de salubridad e incluso de vida de los londinenses eran mucho más penosas que la de los madrileños.
Detecta aires de levantamiento popular en la corte del Defensor de la Fe, James I. por el contrario, en la corte de Su Católica Majestad Felipe III temo que me lo gobiernen un rey débil muy piadoso y austero pero en manos de sus validos que lo engañaron con sus adrollas y gatuperios; el mal era la corrupción en la nobleza y en el estamento eclesial. A ellos iba a parar el oro de las Indias y a los vivanderos judíos de los ejércitos de Flandes. El pueblo llano vivía en una estado de postración miserable conformándose con las procesiones triduos novenas corridas de toros y cañas y de vez en cuando algún auto de fe en la plaza mayor. Adrollas, embustes, mohatras, trapazas, picaresca y misticismo sed de aventura y esa enorme vitalidad que siempre tuvo la nación española. Ese mundo del Buscón y la picaresca lo refleja en su poesía y en su prosa sin paragones el genial Francisco de Quevedo. Luisa de Carvajal es contemporánea de la publicación de los “Sueños” y del “Quijote”
No nos encontramos en la presencia de una mística arrobadiza. Desdeñaba los éxtasis, trances, llagas, bilocaciones y otros fenómenos preternaturales, harto frecuentes entre los alumbrados. Vivió amarrada al duro banco de la realidad desde la renuncia y la autoinmolación. Era una contemplativa atípica sin aditamentos ni alharacas aunque parece ser que estuvo penetrada del don de clarividencia que le hacía ver el futuro y el interior de las conciencias.
Asimismo, tuvo el galardón tanto de la templanza como de la fortaleza. Salió indemne por la gracia de Dios de los peligros de aquel Madrid bullicioso y putañero siempre al verlas venir entre chupicaldos de sopa boba, metiendo los pollos en el corral. Llevaba las putas a casa para sacarlas de la mala vida sin miedo a sus cohenes y rufianes.
A la hija del Duque de Almazán no se le caían los anillos por andar en compañía de pobres vergonzantes receptando limosna a la puerta de san Ginés o hablando con los desheredados de la fortuna en las gradas de San Felipe y otros mentideros de la villa.
Si, por casualidad, cualquier pariente veía a la hija de un grande de España emparentada con los Mendoza y los Duques del Infantado en tal condición de mendiga, miraban para otro lado. Este desdén que mortificaba su orgullo eran para la vagabunda motivo de santificación, las humillaciones y desprecios abren al justo las puertas del Paraíso. Supuestamente…
En Londres donde nadie la conocía pero pronto la identificaron por española a causa de su acento, su compostura y que llevaba un cristo crucificado al pecho, el juego resultaba mucho más peligroso.
La insultaban, la maltrataban, se mofaban de sus creencias papistas, la decían lárgate a tu país. Cuantas veces los hispanos que hayan vivido en las Islas durante algún tiempo habrán escuchado la pregunta:
—When are you going back?
Ella había ido allí para sufrir por Cristo. Anhelaba el martirio del que hizo voto al formular su profesión de vida consagrada en 1598 cuando empezó a acariciar la idea de pasar el canal de la Mancha para morir por Dios.
Huérfana desde los seis años y adoptada por don Diego Hurtado de Mendoza embajador en Alemania su infancia y su juventud los pasó en la corte de Felipe II. A la muerte del monarca entra al servicio de don Francisco de Sandoval y Rojas duque de Lerma primer ministro del monarca quien en 1600 traslada la corte a Valladolid.
La comunidad de la calle de Toledo se cierra (dos se metieron agustinas y una tercera Isabel se casó) y los jesuitas le procuran un aposento similar muy cerca del Colegio de la Compañía, el Seminario Irlandés. Es allí donde tiene una revelación: tendría que irse de misionera a Inglaterra.
Camino de la Rubia Albión salió de la Ciudad del Pisuerga a 27 enero 1605 en una expedición de siete personas que dirigía el P. Walpole s.j. cabalgaron por toda Francia atravesando un país de herejes a lomos de una hacanea. Sor Luisa nunca había montado en mula. En otra expedición más suntuosa viajaba don Juan de Tassis conde de Villamediana con el que se reunieron en Burdeos siguiendo ruta hacia Calais. Allí se embarcaron en una patera. El viento desfavorable desviaba la embarcación hacia Holanda un país siempre peligroso para un católico español pero el piloto un viejo lobo de mar vascongado logró gobernar la embarcación y atracar en un grao próximo a Dover. A la vista de los blancos acantilados la española inglesa cayó de rodillas y prosternada en oración dio gracias a Dios por el fin de tan azarosa singladura. Tassis acudía a la corte de san Jaime para comprar la paz entre España a peso de oro. Felipe III enviaba a su homólogo la suma de medio millón de ducados a fin de concertar el patrimonio del príncipe de Gales, Carlos, el heredero, con la infanta Ana de Austria. Este matrimonio estaría abocado al fracaso. Encontró un Londres tétrico. No había pasado la era del terror y los católicos ingleses se mostraban atemorizados de mostrar abiertamente su religión católica que muchos seguían practicando en la clandestinidad. El choque psicológico para la recién llegada fue brutal: la incomodidad del acomodo, el ambiente de suspicacia, la mala comida, la pobreza, el hambre y la enfermedad, la descortesía de las clases bajas que culpaban a los extranjeros del hambre y las malas condiciones de vida, el desconocimiento de la lengua y la fonética cockney tan enrevesada para los no nativos. Tal cúmulo de factores así como las grandes penitencias y ayunos minaron su salud y la condujeron a una muerte prematura.
Buena parte de los españoles residentes en Gran Bretaña a lo largo de los siglos siempre atravesaron esa dificultad que ella misma padeció.
Este choque psicológico se detecta en la correspondencia enviada por valija diplomática o en cifra a Madrid. Mandaba romper estos envíos a sus destinatarios. El espionaje inglés y el francés funcionaban a las mil maravillas en la corte de Felipe III y es aquí donde se pierde el rumbo místico para adentrarse en los atolladeros de la política: el Duque de Lerma, el conde de Villamediana, los saludos que envía a la regente de los Países Bajos Isabel Clara Eugenia, su compañera de juegos de infancia, e hija de Felipe II nombrada gobernadora de Flandes, que nunca obtuvieron respuesta. En fin, un enigma. La buena voluntad de esta sierva de Dios choca con las perversiones de los intereses estatales o papales. Se confiesa desarmada y como “una pobre y ruin mujer” pero, si fracasó la carne, el espíritu salió airoso de aquella lucha, por más que a la interesada le fuese la vida en el empeño.
Luisa de Carvajal era un alma grande e ingenua raza extremeña de conquistadores. Ignoraba los gatuperios y tahurerías del Duque de Lerma o los desvíos amorosos de Villamediana o la participación de su hermano el corregidor de San Clemente en el asesinato de un hombre por orden de su jefe don Rodrigo Calderón que luego sería ajusticiado en Madrid y de ahí el dicho de más porfiado que don Rodrigo en la horca. Un paradigma de contumacias y obstinación. El que movía los hilos era el gran privado, el duque de Lerma, quien para librarse del patíbulo se hizo religioso y “para no ser ahorcado-reza el dicho popular- se vistió de colorado”
JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA EL CORDOBÉS DIVINO, UN ESCRITOR QUE HACE SENTIRSE ORGULLOSO DE SER ESPAÑOL
Uno de los regalos que dios envía al archivero en celo por la guarda de los viejos documentos y amante de los libros de la España contra la cual tantos se ensañan que no perece ni perecerá por los siglos de los siglos a pesar de las inconstancias y desavenencias de nuestros políticos, revisteros, gacetilleros, agiotistas especuladores de la idea y otros papanatas y reyes pasmados, es encontrar el hilo y el eslabón perdido del alma hispana en textos como los del Epistolario de Juan Ginés de Sepúlveda, vertidos al castellano del elegante latín en que escribía este clérigo de Priego -no sé si de Cabra o de Priego pero que se retiraba a escribir en su finca del Gallo, una choza de adobe construida por sus propias manos en la región de los Pedroches-, por Ángel Losada [Instituto de Cultura Hispánica. Centro de Estudios Hispanoamericanos, 1979]. Todo el texto es un gozo de los sentidos.
Gracias, Señor, por haberme hecho archivero. Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) era de origen judío seguramente y uno de esos grandes conversos que iluminaron de sabiduría y de amor el firmamento de España en la etapa más gloriosa de su historia.
Fue cronista y capellán del cesar Carlos V. Estudió en el colegio de san Ildefonso de Alcalá bajo dictámenes de Cisneros y marchó a Bolonia y después a Roma, ordenado sacerdote, a enseñar Moral. Fue capellán y cronista de Carlos V, ya digo, y tutor de Felipe II al que enseña arqueología. Se carteó con los hombres más importantes de su tiempo: Erasmo de Rótterdam, el Duque de Alba, el príncipe Alberto Pío, el padre de Góngora Francisco de Argote que era pariente suyo, con Fernando de Valdés el Inquisidor, con Simón Colindo su editor de París, con el cardenal Contaran al que expresa su preocupación algunos casos de inmoralidad del clero romano y fustiga la lujuria de la Curia, con el duque de Frías condestable de Castilla, con el aragonés Alfonso Guajardo, con Pérez de Oliva y con Santiago Enhila su amigo intimo. Algunas de esta misivas son un testimonio época de primera mano y algunos merecerían el calificativo de reportaje periodístico.
Amante de la paz y de la tolerancia a la complutense (fue Alcalá semillero de grandes intelectos, venero de tradición que bebe en los clásicos griegos y latinos por oposición a Salamanca que siempre más escolástica y rigorista) se constituyó en detractor de Fray Bartolomé de las Casas cuya Destrucción de las Indias desmonta una por una en todas sus tesis. Los indios le deben más al Arcipreste de Ledesma por sus escritos que al propio padre de la “Leyenda Negra”. El pronóstico de Ginés de Sepúlveda es la cultura, la civilización, el abandono de los sacrificios humanos o el canibalismo. El del obispo de Chiapas Padre es el buenísimo. El mundo le debe mucho más que Las Casas por el capitulo de los Derechos Humanos una filosofía que se inventó en España. No por los norteamericanos
En opinión de Sepúlveda no se puede exterminar a los bárbaros sino persuadirles con paciencia y afabilidad a que practiquen la ley natural abandones la antropofagia y el espiritismo pero siempre con mansedumbre apostólica y caridad cristiana. Para su desgracia Las Casas contaba con un bunker de chismorrería y palabrería y todo un dispositivo de apoyo en Salamanca de donde al profesor de Moral le vinieron no pocas calumnias y muchísimos disgustos.
Muchos de sus libros son un clamor pregonando que el indio es persona humana pero que hay que civilizarlo. “No mantengo que debamos privarles de sus bienes ni pisotear sus costumbres ni cometer contra ellos actos de injusticia alguna; no mantengo que debamos abusar de nuestro dominio… pero debemos arrancarles de sus aberraciones paganas e impulsarles a que adopten el Derecho Natural”. Este párrafo de la carta a FRANCISCO de ARGOTE es el germen de toda la filosofía de los derechos humanos antes desde luego que el propio Francisco Suárez y desde luego que Fray Bartolomé Las Casas que era un dominico algo loco, taimado y resentido y de la mejor escuela de ergotistas salamantinos.
En sus libros –escribió alrededor de 50 de los que se conservan la mitad y algunos de ellos no han sido aun bien estudiados- late el amor profundo a la naturaleza, la observación de los ciclos estacionales, nos da noticias de las cosechas y de los pájaros que él escuchaba cantar o veía crecer en su quinta de Los Perdroches. Y se observa también un cierto cansancio, un desistimiento de la idea imperial.
Excusa razones de salud y de edad para no acompañar al emperador en sus campañas por lo cual está pidiendo informes a terceros sobre las actividades de Carlos V del que fue biógrafo y cronista oficial. De la misma manera que Fray Luis de León harto de tantas peleas escolásticas se retiraba a su quinta de la Flecha –que por cierto un proceso como el que se incoa al agustino en Salamanca hubiera sido imposible en Alcalá donde siempre hubo una mayor alternancia y fluidez en el intercambio de pareceres- y su cansancio era el cansancio de España a la que amaba.
Los claros varones castellanos que fueron siempre incomprendidos buscaban la querencia horaciana del Beatus Ille. Sobre Sepúlveda se cierne a veces la sospecha maligna inquisitorial pues era un helenista eximio y se había especializado en las Epístolas de San Pablo. Estudiar a San Pablo o ser especialista en sus escritos era por entonces peligroso.
Este libro fue precisamente el que llevó a Lutero a la rebelión contra el papa. Otra nube de sospecha que se cernía sobre él era haber formulado una pregunta en uno de sus sermones sobre si debe ser mayor la autoridad del Concilio que la del Papa.
Una pregunta hoy inocente pero que entonces pues corrían tiempos recios y un vulgar catecismo había servido para empapelar al primado de Toledo tenía muchísimo calado. Precisamente con Fray Bartolomé Carranza no tuvo correspondencia epistolar, él que tenía correspondencia epistolar con todo el mundo y conocía a todos en la curia y en la corte o al menos no se conserva ninguna carta.
Sacerdote intachable pero alarmado por la licencia y el libertinaje de algunos curas, el absentismo de los obispos, un punto en el que coincide con el propio arzobispo de Toledo procesado por el Inquisidor Fernando Valdés, reclama la reforma de la SRI y la convocatoria del concilio de Trento.
Sobre el celibato sostiene un criterio muy original. A decir suyo, el sacerdote no tiene una familia a la que mantener pero se le arraciman los parientes y criados algunos de ellos intratables y muy insolentes. Es una carga muy dura no por la abstinencia sexual dice sino por el contexto social.
También critica la ferocidad con que los frailes y los arciprestes célibes se despedazan unos a otros y llega a insinuar la velada sugerencia a la vista de su experiencia y de muchos casos deplorables que el matrimonio fuera un fórmula ad libitum para los curas. Los tiros no iban por ahí. Trento le quitaría la razón.
Implanta los seminarios conciliares y los convictorios con lo que el problema hasta hoy sigue sin ser atajado de raíz. Se lamenta también Ginés de Sepúlveda de los posaderos malignos e interesados y de lo incomodo y peligroso que era viajar en aquellos tiempos.
Sin embargo él hace el viaje desde la región de los vacceos hasta la de los turdetanos dos veces al año en trayecto de ida y vuelta de Valladolid a Córdoba a lomos de una hacanea- las personas consagradas tampoco los obispos podían ir a caballo sólo en mula- cargada de libros y seguido por una escolta de escuderos y de criados derrotando por caminos infames y parando en ventas siniestras, como era costumbre entre los dómines de Alcalá.
Todo sea por Aristóteles. Y en loor de Platón. Erasmo le desplacía al cronista que Carlos V el cual para desenmascarar sus errores escribe la “Ananpología” un lamento de “esta época de miserias que vivimos”. Creía que Dios estaba castigando a la Iglesia por la depravación de las costumbres del clero, la avaricia de los potentados, la credulidad y superstición de la plebe, las guerras entre los príncipes cristianos.
Gines de Sepúlveda el cordobés divino es la esmeralda escondida fulgor oculto en los anales del entendimiento hispano por su elegancia andaluza, por sus estoicismos, por la probidad de su vida. De todo sabía. Dice por ejemplo que Cesar cometió un error de siete días al establecer el primer día del año doce días después del solsticio de invierno.
Y el papa Gregorio se inspira en sus escritos para cambiar el calendario juliano el año en que nace santa Teresa de Jesús.
A Felipe II le enseña a leer los miliares que había en las estradas romanas. Cada mil pasos un cipo y una marca. La legua de los españoles son cuatro miliarios esto es cuatro mil pasos (5.572 m.) y le da consejos itinerarios cuando el futuro rey entonces príncipe de Asturias por la ruta de vacceos y vetones se interne hasta Lusitania. En Carcaboso pudo leer una columna votiva dedicada al emperador Adriano el que restauró la calzada de la Plata construida por Augusto.
Y de filología toponimia adorna sus escritos con celo de erudito ilustrado. Asi dice que Badajoz viene de Pax Augusta. Los moros lo pronunciaron por Baxago y de ahí la denominación actual. Ecija es Astigis romana e hidalgo viene de Italicus. Para no pagar tributo los de esa ciudad de Andalucía adujeron tener privilegio de ciudadanos romanos.
Su correspondencia con Alfonso de Stuñiga o Zúñiga de una familia de gran prelación de Plasencia es memorable. Habla en esa carta de palomas y palomares y los litigios que surgían entre los campesinos cuando estas avecicas bajaban a comer en sembrado ajeno. Situa el lugar exacto donde queda emplazada Numancia, liquidando así una antigua polémica que la ubicaban en Zamora por un error de Orozco. Polibio que acompañó a Scipión localiza el lugar exacto en Garray.
Diserta sobre la frugalidad que alarga la vida y de las directrices que deben acompañar a todo buen funcionario. “Yo soy de la opinión que todo buen funcionario ha de cumplir con sus deberes u oficios para con el Estado. Si no cumple con su obligación o no pone interés en su servicio es un infractor de la ley y provoca consecuencias perniciosas para el país y los ciudadanos a los que sirve.” Este juicio revela al gran humanista alcalaino que llevaba dentro.
Nada humano le era ajeno y ahí glosa a san Pablo el fundador del cristiano y una de las grandes pasiones de Ginés de Sepúlveda. Lo había estudiado de cabo a rabo. ¿Marta o María? ¿Vida contemplativa en compañía de las musas (pimplea) o vida activa? ¿Vivir o filosofar? ¿Misantropía y desengaño del mundo o práctica ejecutiva de la milicia, el foro, la medicina?
El autor que habla con regodeo de su quinta de Pozoblanco al pie de la sierra siguiendo el ejemplo de Cayo TULIO Cicerón que apacentaba sus soledades en la famosa Tusculana desde donde escribe una carta a Papiro Peto y le dice: “tengo yo más pavos reales en mi finca que tú pichones contesta a los detractores que le echaban en cara su regalo con un texto de San Pablo en el que era experto: “El Reino de dios no es ni comida ni bebida, sino más bien paz y gozo en el Espiritu Santo”. Esto es alegrarse con las cosas honestas y con los regalos que dios envía.
Y agradece en una misiva al obispo de su diócesis Leopoldo de Austria hijo bastardo de Maximiliano emperador y hermano de Carlos V que le haya regalado un jabalí. Dice que su carne es de entre la caza el bocado más sabroso y exquisito. Él enmendándole plana a Cicerón que en su libro de Officiis se decantaba por Marta. Para él el empleo ideal era el de la política seguido de la milicia se decanta por María.
Toda su obra es una loa a la vida retirada de oración, estudio y escritura. Solía rezar el breviario todas las mañanas paseando por las aleas de la Quinta del Gallo y decía misa cada tres días. Las fiestas de guardar, todas. El teólogo se siente orgulloso de su colmenar pues las abejas le recuerdan en su actividad sin parar el buen funcionamiento de una república.
Hay cartas emocionantes como la que escribe con impresionante imperturbabilidad a su sobrino el canónigo racionero de la Mezquita catedral indicándole el texto que en el epitafio habría de labrarse con el remoquete de SVF (sibi vivens fecit) lo escribió estando en vida y dice así: Genesius Sepúlveda qui se ita gerere studebat ut ipsius moris probis piisque viris et doctrina scriptique de Teología Philosophia hitoriarumque libri doctis et aequis probarentur (Aquí yace Ginés de Sepúlveda que trató con denuedo que sus libros de filosofía teología y de historia recibieran la aprobación de los doctos y ecuánimes varones tanto como sus costumbres).
Tuvo su año climatérico o peligroso a los 64 años cuando fue desahuciado por los médicos.
Citando a Gelio asegura que el año 63 suele ser crítico en la vida del hombre y suele padecerse alguna enfermedad corporal o psíquica que ocasiona la muerte. Es una fecha fatal para todos los ancianos y Cesar Augusto la temía. Murió en ese tiempo.
Gines se lo cuenta de esta manera a Fernando de Valdés el inquisidor general y llama al arzobispo de Sevilla su mecenas. Algo más humano jamás podrá encontrarse en la sencillez y piedad de los escritos de nuestro clérigo al que las calumnias y disgustos de sus parientes provocaron una enfermedad. Viviría 19 años más, alcanzando la provecta edad de 83 años. Fernando de Valdés sale en su favor en la reyerta teológica que tuvo con los de Salamanca, auténticos tábanos con sotana y muy testarudos, que estaban del lado de las Casas. No obstante se excusa de haberle visitado en su palacio de Sevilla.
Estaban las sospechas de las epístolas de San Pablo, el presidio de Carranza, el ambiente envenenado que reinaba en España por la cuestión protestante. Todo el mundo era sospechoso de herejía. Cauto y temiendo los afilados aguijones de la maledicencia huyó a Córdoba la Llana. La astucia del zorro o la picadura del escorpión contra el que no hay cauterios, prefiere ver subirse a los nidales de sus gallinas y regar sus acequias en la finca de los Pedroches antes que viajar a Sevilla a entrevistarse con el temible prelado asturiano. Fue su valedor pues declaró que su Demócratas Segundo por él escrito se imprimiera con letras bien gordas y que los párrocos en su diócesis lo leyesen al final de su homilía.
En este opúsculo desbarataba las pretensiones de los controversistas que capiteanados por Carranza un charlatán un bocazas sobre la guerra injusta. Sepúlveda matiza que hay ocasiones en que la guerra se justifica cuando es en legítima defensa o para castigar la perversidad de criminales recalcitrantes o para afianzar el reinado de la religión cristiana amenazada por loe enemigos no solo de la fe sino de la ley natural o en caso de invasión.
El divino cordobés sale en defensa del pan y la justicia, del honor de las mujeres. Cualquier invasión, según eso, a un país, sería condenable. Sin embargo, el buenísimo, la panfilia pueden ser un signo de debilidad según Aristóteles y conducir a males mayores de desorden y de oprobio que los males de la guerra. Sed buenos pero no tontos. Cierto que el evangelio nos manda amar a los enemigos y la caridad con el prójimo que comienza por uno mismo. La legitimación del crimen, la dilapidación de la fortuna o de la propia fama y aquí puso un ejemplo condenable. El de san Ambrosio cuando se enteró que había sido preconizado obispo de Milán que él no quería y mandó llamar a su casa a todas las meretrices para que supiesen sus admiradores a “qué clase de obispo iban a nombrar” y para demostrar que era indigno.
Según nuestro tratadista san Ambrosio no sólo se pasó tres pueblos sino que cometió un pecado. Desde luego la atracción mutua que existe entre el Inquisidor Valdés y el cronista de Cesar tiene un aspecto interesado.
Carranza que era algo pánfilo y buenista- un argumento que siempre esgrimieron los protestantes y los cristianos de base para justificar sus errores en el fundamentalismo al pie de la letra- acusaba al obispo de Sevilla de no estar nunca en su diócesis sino en Valladolid o en Salas o cazando por los montes de León y Gines de Sepúlveda que había sido nombrado arcipreste de Ledesma la antigua Bletissa romana, sin embargo jamás portaba por su parroquia. Tenía un sustituto.
Se defiende de los que le atacan con el Derecho Canónico en la mano. Y en una carta a Gaspar de Castro que le reconviene por esta ausencia dice que lo suyo es leer, escribir y además tiene bula de la santa sede y del emperador, y que cuida a una familia de 20 personas entre criados y fámulos, algunos de los cuales son sacerdotes en Córdoba y que los tres mil ducados de renta anuales se le van en atender a los gastos de sus allegados y en socorrer a los pobres de Pozoblancao. Que celebra el Santo Sacrificio de la misa miércoles viernes y domingos pero que el oficio divino lo reza en privado todos los días. Una carta muy humana y realista.
La lectura de estas relaciones que plasman un cuadro maravilloso de cómo era la vida cotidiana sin alharacas sin mixtificaciones y con gran realismos en el siglo XVI para un latinista que iba a su aire. Es una crónica realista sin demasiados misticismos triunfalistas. Trató de ser un buen sacerdote y un buen cristiano.
Lo odiaron tanto Las Casas y su cuadrilla porque valía. Dios se haya apiadado de su alma y lo tenga con Él en su morada. Para salvarse no hace falta hacer grandes cosas. Basta la paciencia para soportar la persecución, un poco de Aristóteles, cierta cordura que nos aleje de la locura, los estragos del vicio, un lugar cerca del fuego y una buena pipa. Y dejarse de historias.
Un libro y un amigo quiero yo en mis lares un ángulo secreto que me ponga a recaudo de lágrimas y pesares. Por los rinconcitos y entre libritos que diría el Kempis.
Es la norma del Beatus ille. Dichoso el sabio que se retira de este mundo malvado y con pobre mesa y casa con solo dios se acompasa y vive ni envidiado ni envidioso. Varones tan esclarecidos como este escritor le hacen sentir el orgullo de ser español a pesar del cansancio de la idea de España.
Sus textos que a los no avisados pueden resultar plúmbeos poseen una modernidad en carne viva y su prosa en latín es una lira de diez cuerdas que mucho complace. Porque suena con arreglo a las estrictas reglas del concento y la filosófica armonía. Hizo un esfuerzo titánico por reconciliar a Aristóteles con la doctrina de Jesús pero un Jesús humano, no el Jesús posibilista que quiso deformar y hacer suyo la herejía protestante. Y desde luego el Arcipreste de Ledesma no es un escritor recomendable a los Neocom de hoy en día. Serían incapaces de manipularle. O de entenderles
domingo, 23 de noviembre de 2008
VOLVIENDO A LA GARRAFATINA
El día de Nuestra Señora 15 de agosto
Ya han pasado muchos años de aquellos 15ª pero mi alma venerara y rememora. Se han gastado las páginas de aquel misal olvidado de tanto pasar las hojas mojando con saliva el papel. Te igitur, clementissime… aquel niño de las misas pontificales en la catedral portando el acetre o la naveta del incensario es un viejo diacono olvidado, un literato sin fortuna, acaso un vagabundo con poca suerte pero agradecido a Dios por la fe y por todo cuanto fui. Yo creía en la utopía. La noche pasada mientras rezaba el oficio cantaba en el bosque un mochuelo el cual con su particular lúgubre llamada que por estos pagos llaman miago. Inconfundible el lamento de la curuxia (lechuza) como un himno epicinio de las ninfas de la naturaleza sonando allá atrás en la aliseda. Creí interpretar el sentido de las palabras del pobre autillo de mi pueblo que visita estas soledades una madrugada sí y otra no:
Arca non putri fabricata ligno
Manna tu servas, fluit undique virtus
Ipsa qua surgent animata rursus
Ossa sepulcros
Surge, dilecto pete
Nixa celum
Sume consertum diadema stellis
Este himno de salutación mariana nos cerciora de que la Virgen estaba hecha de otra pasta al resto de las hijas de Eva, que su carne incorruptible no pasó por los estragos de la muerte y que se durmió en el regazo de su hijo y se fue al cielo cercada de ángeles y pisando una diadema de estrellas. Exageración tal vez hiperdulía pero hay cosas que no acierta a comprender la razón y el corazón entiende. Sin proponérselo el “miagón” escondido entre las ramas del “humero” le cantaba a la Deipara una copla de resurrección. Ya solo las aves nocturnas rezan en latín los curas y al hilo de esto me encuentro sorprendido e indignado con el circo que se ha montado en este país a costa de la visita papal. Benedicto XVI nos lo presenta la “media” (aquí hay gato encerrado y se percibe claramente una burda e inicua maniobra) no como al siervo de los siervos que son lo que los papas son sino como una suerte de vicedios robándole competencias al propio Jesucristo y a su Madre Santísima. Happenings, espectáculos, tenidas, misas con el acompañamiento anti -litúrgico de rock and roll. Jóvenes y jovenas de todo el mundo, un chorro de dinero que para acoger a estas juventudes vaticanas han salido del contribuyente español. Este Benedicto o es tonto o es un bendito de Dios. No se ha enterado que nuestros hijos están en paro, que hay angustia en las familias, que en el seno de las familias se percibe recelo y poco amor, que existen problema muy de fondo en nuestra sociedad cristiana aterida por el consumismo y la desorientación sin que la Iglesia predique contra tales abusos. Antes bien se ha adherido a los banqueros y el clero se ha vuelto capitalista, escucha las soflamas de la COPE o las catilinarias burdas de Intereconomía y ha vuelto a leer el ABC sionista. Y tiene que soportar a un obispo con cara de palo Rouco o aguantar las boutades de Martínez Camino. El pueblo de Dios está desorientado o que le llevan los demonios. Uno no sabe si Benedicto XVI es el heraldo de Jesús o el de la banca Morgan que estomago agradecido condona todos los crímenes y aberraciones del estado hebreo que es el que corre con gran parte de los gastos y al cual todo el Vaticano se encuentra sometido vía twitter y facebook. Twit en inglés es gilipollas y facebook cara de libro paniaguados. Roma trata a su gente como gilipollas y paniaguados. Pero de esto ya nos puso en antecedentes el Salvador cuando predicó a los hipócritas a los levitas, a los fariseos, a los curas encastillados en la soberbia y en el poder. Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y fue asaltado por ladrones que lo dejaron medio muerto. Pasó un sacerdote y cruzó de largo. Vino después un escriba el cual tampoco se detuvo. Sin embargo, acertó a bajar por allí un samaritano, pecador, algo borrachín y con no muy buena reputación el cual cargó con el herido a su jumento, lo llevó a curar y dijo a los sanitarios que todos los gastos correrían de su cuenta. Hoy día de la Asunción a la vista de una Iglesia que nada tiene que ver con aquella que yo soñé de niño y al que podría aplicarse la parábola del buen samaritano (cuantas veces estuve en dificultades y pedí auxilio sus sacerdotes, sus escribas, sus levitas se desentendieron mostrando una falta de humanidad rayana en el paroxismo) he rememorado aquellos quince agosto cuando en el valle suenan los estrepitosos voladores. Hoy es fiesta en muchos pueblos de por aquí. Mi fe en Cristo Jesús y mi amor a la Virgen poco tienen que ver con este circo y estas maniobras comecocos del sucesor de Wojtyla. ¿Llega un vicedios o un embajador del diablo? O un nuevo judas que ajustó la venta de la iglesia al sanedrín por veinte siclos. Pese a las traiciones Cristo está en la historia y el atardecer es hermoso.
La plenitud del verano el sol en su cenit nos acogía tiempo de augusto. Íbamos al valle de Tejadilla a coger moruelas. La oxicanta o el escaramujo pintaban entre las zarzas.
—Estas son buenas, Teodoro.
Mi amigo Doro y el que suscribe cuando amanecía dios por los torrentes y blanquea la cal por las torreras antes del amanecer cogíamos el fruto medicinal y poco a poco las echábamos en un bote. Eran buenas para el hígado y el boticario de Santiespiritu las pagaba a duro el cuarto kilo. Al alba un jolgorio de campanas llenaba la ciudad se místicas y alegres sonoridades. Era el único día que subían los sacristanes a la torre de la llamada Dama de las catedrales. Melecio el sacristán mayor que era pariente del deán y que solía recorrer el templo con un atadijo de llaves y era un segoviano de pelo fuerte muy cano y de fácil sonrisa dirigía aquel repique. Una vez subimos con él los cien metros de escalera. El huso de la empinada escalera era tan estrecha que había que subir de costadilla pisando palomizo y gallinácea. Chovas, golondrinas y aves de todas las especies habían posado allí durante siglos. Merecía con todo pasar canguelo trepando por las angostas oscuridades. Desde lo alto del campanario se divisaba en la majestad de sus campos media Castilla. El tañer de la campana gorda sólo una vez por año la mañana del 15 de agosto se esparcía por la ciudad amurallada con euforia de ritmos y megafonías triunfales porque ese día no se tañía “de sencillo”. Era el Día de la Virgen. Nos habían hablado del sueño que tuvo san Agustín sobre la mística ciudad de Dios basada en la armonía, el concento y el contento, la ausencia de maldades sin crímenes ni robos ni borracheras ni bandos bajo el báculo del obispo y la espada del príncipe que velaban por la seguridad de los súbditos y fomentaban la conllevancia entre las diferentes clases sociales meditante los gremios- a casa uno le correspondía un oficio y todos los miembros de la comunidad eran útiles y estaban adscritos a un puesto, a un lugar. Era la utopía y aquellas campanas de mi pueblo recogían el eco de aquella llamada a la excelsitud. Hay que buscar la excelencia. Miremos a lo alto. En el cielo sonreía la Virgen maternal con un niño en brazos. Aquella mujer que aplastaría la cabeza del dragón había estado subida a aquel trono de nubes desde mucho antes. Los egipcios la llamaban Isis y Horus. Para los romanos era una diosa que se paseaba por los campos en un carro de fuego tirado por leones. La diosa Cibeles. No importa la denominación pero en algo hay que creer. Bebamos de los vasos sagrados. No rompamos las orzas. Sagrado es el vientre de la mujer. En ella nos concibieron pero estamos hechos de barro. Había un grito triunfal que al final de la liturgia prorrumpía el subdiácono:
—In conceptione tua inmaculata fuiste
Y contestaba el orfeón:
—Ora pro nobis Deo qui Verbum peperisti.
—Assumpta es in coelo.
Te llevaron al cielo en volandas. Y para ti la tierra te fue leve porque te dormiste. Asunción dormición de acuerdo con la tradición oriental. Un serafín entona hoy con más brío las estrofas del Akathistos. Alegraos mujeres del mundo porque en Ella está vuestro triunfo. En España el país de la Virgen pura cristiana pero que rindió culto a Cibeles, a Isis y Horus y otras deidades ibéricas de la fecundidad se escucha la voz del serafín anunciando la búsqueda perpetua del amor que no se extingue o la llama que no se apaga pero también suenan pasacalles. Tan. Tan. Talan. Tan. El grito de aquel bronce en día tan significado lo llevo inscrito en mi memoria. Debe de ser que la fe entra por el oído como decían los padres de la iglesia y la religión tiene que ver mucho con la acústica. Sin ortofonía ya no queda armonía. Y han derribado los púlpitos.
Derribado el tornavoz que en su techo mostraba la paloma del Espíritu y suprimida la predicación pues la Iglesia ha suprimido la predicación que tiraría por tierra la sagrada didascalia sólo nos quedan las campanas para hablarnos de Dios.
Bajo la atenta mirada del sacristán mayor al que recuerdo con su cara bondadosa y caminando por las naves de la iglesia arrastrando los pies (debía de tenerlos planos) con un manojo de llaves engarzados a la cintura tres mozos de la parroquia elegidos por sorteo para repicar se las veían y deseaban para girar la melena de la gran campana. El bronce y el roble eran símbolo de los días augustos. Segovia y concretamente aquella iglesia mayor, un canto del cisne del gótico tardío producto del ingenio del gran arquitecto Juan Guas, consagrada a la Asunción, festejaba a su patrona. Era fiesta mayor y uno de los días más hermosos de aquellos estíos de mi infancia cuando íbamos a coger moras a Tejadilla o a Juarrillos para luego bañarnos en los peñascales del río Eresma. Las gentes, las casas y los objetos parecían tener un fulgor particular ya en los comedios del verano. La mies se acumulaba en los trojes acabada la bielda. Los majuelos en sazón mostraban racimos como ubres bajo los entorchados de las parras o las cepas crecidas de pámpanos. Días de Baco y de Ceres que retornaban bajo diferente adoración. El sol augusto amparaba los campos y, el verano de vencida, los barrios estaban repletos de veraneantes. A todas las horas pululaba el gentío por la calle real. Los primeros turistas americanos e ingleses se hacían fotos en el pretil de la Canaleja. El bigote de Clark Gable sonreía, morboso, en los carteles anunciaban películas como el “Viento se llevó” que fue prohibida por inmoral. Era un 3R pecado mortal. Total por un par de besos que le da el bueno del Orejas el pabellón auricular más sexy de Hollywood se armó un escándalo. ¿Qué hubiera hecho o dicho el obispo fray Daniel hoy en día ante la ola de pornografía que nos invade? Volverse a morir. La castidad ya no se estila. Las púberes canéforas han dejado de ir con flores a María y hasta la duquesa de Alba, ese carcamal, se ha echado un novio funcionario al que pasea por Sevilla. Entonces las mujeres para entrar en la casa de Dios tenían que ir recatadas. La manga corta y los escotes, cosa prohibida. Se quema incienso en los altares paganos al adulterio, al hedonismo. Tetas y coños melenas al viento ululan y pululan por las viscerales revistas del corazón. En veinte siglos de cristiandad no había padecido España la peor lacra que acomete a un pueblo: la baja natalidad. Destruida la autoridad paterna muchos padres están acobardados sin saber por donde tirar. Se ha destruido a la familia y muchos hogares son un sufrimiento. ¿A quien recurrir? A la Virgen de Agosto. Pero no nos engañemos. Entonces también se hacía el amor. A la caída de la tarde los bosques del pinarillo se poblaban de mirones que iban a espiar los muy sádicos a las parejas en faena. La Farela que era la mancebía que estaba en la Calle de Cantarranas puerta por medio del convento de Santa Isabel tenía mucho trabajo con la venida de los de la IPS. No tiene enmienda pero entonces las cosas se hacían con más recato y a los jóvenes se nos inculcaba un código de valores para discernir el bien y el mal. Emborracharse o irse de putas no eran actos para merecer una condecoración. Hoy los amoríos y líos de falda se pagan mucho dinero en exclusivas en las revistas del corazón. Si había habido buena cosecha todas las mesas de la terraza del Columba bajo los arcos del Azoguejo estaban ocupadas de gente de los pueblos que acudía los jueves al mercado de la capital y entre el ir y venir de camareros de blancas chaquetillas y rojas charreteras —todo parecía como militarizado y reglamentado por aquellos días se veía a los tratantes de Turegano fumándose un farias. — Corrían por la bandejas bastantes billetes verdes. Los marraneros de Extremadura saldaban buenos tratos con la venta del cerdo jaro y para Nochebuena tras la matanza del marranillo morato comíamos morcillas y jamón de jabugo. Por la calle Real para arriba para abajo no se veían más que gorras de plato. Por todas partes, militares. A los de la guarnición se agregaban los estudiantes de la IPS que hacían la mili durante tres veranos en Robledo y salían de alféreces. Y estudiantes muchos estudiantes que enviaban sus padres para estudiar una carrera o prepararse para la Escuela de Magisterio. La pluma la cruz y la espada eran la marca de España. Hoy esto muchos lo encuentran anacrónico o fascista pero había mucho más respeto, mejor convivencia, más alternancia y más posibilidades, hoy los caminos se han cerrado para los jóvenes sin que el papa haya dicho ni esta boca es mía al respecto.
La imagen que da la informativa zapateril no se corresponde con las realidades pero han vuelto a este país los torticeros de la historia los muñidores de la infamia. Los bobos de Intereconomía y de la COPE, los insidiosos del ABC que quieren copiar en Madrid al New York Times. Estos bobos son los de siempre. Entre bobos anda el juego. Zapatero a tus zapatos y cuando la clerigalla mete los hocicos en político en este país vamos marcha atrás. Los curas no se resisten a perder la parcela pero España es laica, ha dejado de ser católica y la culpa es de ellos. Dios es un proscrito en nuestra vía diaria. Se ha mandado al exilio el culto a la belleza inmaterial para quemar incienso en las aras de la cutrez, la ordinariez, el morbo. Sólo vale todo lo que se come, se esgrime y se caga en inglés y a las nuevas generaciones de españoles se les ha negado el privilegio de conocer su historia, de hablar su idioma y la jerarquía que no ha movido un músculo para evitarlo antes bien se unió a la ola es culpable de este orden de cosas.
Entretanto, Doro y yo introducimos las bayas en una cesta y a lomos de nuestras bicis cruzando el Puente de Hierro y por detrás de los ventorros camino de Hontoria subimos a Valdevilla. El puente romano parecía nuevo flamante y sus piedras tenían dos mil años. Por ellas caminaron las legiones de Augusto y los rabadanes de la mesta. Seguía el concierto campanero impregnando de melodía el aire de la mañana. Todas las torres se pusieron a tocar para acompañar a la campana gorda. Como la señora Teo había ido a la peinadora mi amigo Doro desayunó en casa. Restauradas las fuerzas a base de un café con leche y picatostes, nos pusimos el traje de los domingos y otra vez pedaleamos por el Camino Nuevo hasta llegar a la catedral. Don Asterio el precentor encargado de dirigir las voces blancas ya nos estaba echando en falta.
—Creí que no llegabais.
—Es que fuimos a Tejadilla por un mandado.
—Hoy no se va a por moras. Hay que estar aquí derechos como velas para cantar a la Patrona. ¿Estamos?
—Sí don Asterio- respondimos los dos escolanos agachando las cabezas.
El día de Nuestra Señora el aire de la ciudad, las caras iluminadas de las gentes, las palabras y hasta las broncas del maestro de capilla no sonaban tan impetuosas. En aquel momento entraron en la sacristía dos sacerdotes con capa pluvial que llevaban una barra de plata rematada en un santo cristo cada uno de los dos. Eran los pertigueros. Los prestes se atacaban el alba con el cíngulo o se echaban la casulla cerca de las cajoneras de la gran sacristía contemplándose en los oscuros espejos devolvían una imagen triste y fantasmagóricas de sus figuras. Algunos comentaban incidencias de la vida local y Melecio el sacristán le hablaba de un automóvil que acababa de salir al mercado.
—Don Fernando, porqué no se compra un 600. Ese coche le vendría bien para ver las tenadas y las algarrobas que tiene en su pueblo.
—¿Y para qué quiero yo un 600, hijo, si no tengo para gasolina?
—Pues tambien es verdad, señor deán. No me había dado cuenta. Echarse coche es fácil. Lo peor es mantenerlo.
El obispo, hombre muy bondadoso, no decía nada pero asistía a la conversación con una tímida sonrisa mientras se colocaba la mitra toda de nieve. El maestro de ceremonias golpeó con una vara uno de los bancos y al son de tres golpes secos la escolanía entonó la antífona de entrada.
—Niños a coro- exclamó don Asterio
Y se inició la procesión. El grupo de acólitos con nuestras sotanillas rojas de lana abríamos carrera al séquito que a través de la girola detrás del altar mayor recorría las naves y las múltiples capillas luciendo la pompa y esplendor del rito visigótico a lo largo de aquel templo que era el más grande de España después del de Sevilla. Abría carrera la cruz procesional flanqueada por los ciriales. Yo caminaba portando el acetre con el hisopo y la naveta haciendo las veces de ayudante de Teodoro que oficiaba de turiferario. La comitiva ascendió las gradas del presbiterio y el cabildo cruzó el enlosado de la nave central con enterramientos de todos los obispos de la diócesis desde san Hieroteo hasta la fecha y todos ocuparon su sitial. Tras el canto del magnificat se iniciaron los Kyries de la misa cum jubilo. Las deprecantes notas del responsorio surgían como voces clamando al cielo iban a besar las impostas o se esfumaban por las bóvedas de crestería. Las voces se habían escuchado allí durante siglos deprecantes, compungidas, pidiendo la misericordia divina. Ten misericordia de nosotros, señor. Aquella plegaria había sonado en aquel recinto miles de veces. Kyrie eleison. Una fila de clérigos con los ornamentos más ricos que guardaba la eucaristía para aquel jueves que relucía más que el sol — había casullas y dalmáticas del siglo XI y una regalada por doña Berengüela que enseñaban estampados y fimbrias que eran obras de arte, nuestros antepasados reservaban lo mejor de sí mismos para la Virgen y el Señor, no había codicia ninguna en las legaciones— y don Asterio nuestro precentor que aquel jueves oficiaba como subdiácono llevaba una gorjal en el cogote que le hacía muy respetable, se parecía a san Lorenzo, con fimbrias hiladas en oro macizo que debieron de costar un dineral (andando el tiempo tuve ocasión de admirar en un archivo la preciosa tunicela). A pesar de las joyas que llevaba encima don Asterio era pobre como una rata y moriría en pobreza. ¿Quién podrá acusar de avaricia a aquellos pobres clérigos de Segovia? Vivían de un magro estipendio, alguna capellanía monjil, y algún funeral por el que percibía un duro por misa. No. Es posible que en el Vaticano sean ricos pero los curas son pobres. Son de los nuestros y además tenía Asterio que aguantar al edecán del obispo que era un hombre pequeñito de pelo blanco y de sonrisa bonancible sometido a la regia voluntad de su fámulo. De la gestión y el mangoneo de la diócesis se encargaba Julián Tuero un asturiano fornido que había nacido en el pueblo del Inquisidor Valdés. Sus gestos eran muy vivos y la mirada penetrante. Daba órdenes al cabildo haciendo sonar su gran vozarrón. Gustaba ser denominado hijo del trueno. Era un aristócrata. El obispo, un pordiosero.
Me releo, consuelos de mis relecturas que son mis desventuras. Una pena que todo este esfuerzo de mi redacción ininterrumpida caiga en baldío. Palabras de consuelo que no llegarán a un oído y remiembro la parábola del Sembrador. Buena y mala semilla. Pero para semilla las cenizas de Agustín polvo escondido debajo de las raíces fuertes de una malva. Tiramos y no las podíamos arrancar. Cuidado no te hagas daño. Sigo bajo la impresión de muestra nada y vuelvo a Garrafatina. José García Acuña digo yo en mi manuscrito “Diaconías” es un clásico, un clásico de Segovia pero no lo conoce ni la madre que lo echó al mundo. De vita et moribus. Lecturas olvidadas en España de cuerpo presente. La derecha extrema sus medidas y su persecución afloran vigilantes por todas las partes. Lo mismo que Antonio Martínez Merchán. Él es uno de los del 68. Como Umbral, como Raúl del Pozo, Chus Amilibia, Payno, José Luis Balbín, Jesús Quintero. Torbado, o el gran musicólogo Joaquín Díaz el que nos resucitó las viejas canciones de España, o yo mismo. Debió de ser uno de esos chicos que guitarra al hombro, un macuto y un buen dedo para hacer auto-stop se lanzaron a los caminos allende el Pirineo. Querían ver arder Paris y París no ardió. Triste y sola queda Fonseca y tristes y solitarias quedaron las aulas de la Sorbona. Ellos fueron los que se perdieron por las cavas existencialistas de la orilla izquierda del Sena, se emborracharon de cerveza y de ideología, arrancaron unos cuantos adoquines del bulevar de San Germán el de los Curas y los lanzaron contra los gendarmes que exhibían porras y vestían unos impermeables siniestros. Hizo frío en aquella lluviosa primavera. Se volcaron algunas lecheras celulares y se escucharon algunos discursos incendiarios de un muchacho judío pelirrojo. Hoy Cohn Bendit se ha jubilado de una multinacional alemana con un pingüe buen pasar. A Rudi el Rojo lo mataron o murió al poco tiempo. Pero aquello no fue una revolución. Una algarada no más de la que sólo queda alguna que otra canción protesta. Se hablaba de un marxismo de salón que daría en España copiosos frutos porque a partir de aquel movimiento sucedáneo les fue bien a los que cambiaron de chaqueta. A los Felipes, a los Solanas, a los Guerras. A los que no tuvieron esa osadía que supondría renegar de sus principios y abrazar el cambio para que todo siguiera igual les fue mal y fueron considerados como bichos raros. Fueron considerados como metecos o extranjeros en la república de las letras. A mí me parece que un español no nació para ser ni idiota ni ilota y está claro que el liberalismo económico al que se adhieren aquellos marxistas y socialistas de aluvión ha sido un hecho redituable en sus carreras y en sus vidas. ¿A cambio de qué? Vender a la patria. Comulgar con ruedas de molino y es aquella España y concretamente aquella Segovia que se fue para no volver la que yo trato de revivir en estas páginas. En nuestra adolescencia conocimos los últimos coletazos del medievo: aquella vida del campo con sus aperos, tríllos, horcas, máquinas de beldar, zoquetas, trillos, garabatos, y hoy estamos en el teléfono móvil, en el ipod y en el televisor con quinientos canales. Queríamos cambiar el mundo y es el mundo, la vida, las nuevas tecnologías, los que nos han cambiado a nosotros. Claro que por aquellos días jugábamos con ventaja. Sobraba lo que hoy falta: trabajo. Glosando la frase de MacMillan el primer ministro inglés “we never had it so good”. Y en verdad algunos no lo tuvieron tan a huevo. En el 64 un mozo de Segovia con veinte años cumplidos se fue a Londres a fregar platos. Pensé que nunca volvería llevado por la creencia papanata un vicio muy de aquel reemplazo que en el extranjero ataban galgos con longaniza. Pero regresé. La luz de Segovia atrae como un imán y a estas alturas de mi vida albergo mis dudas sobre si Europa debe “segovianizarse” o Segovia convertirse en California renunciando a sus antiguos valores ancestros, y ser una especie de punto de contacto o encrucijada, un nuevo Venta de Baños global. Para mí volver a garrafatina es retornar a mis raíces sin renunciar a la vieja rebeldía, aquella llama de furor en la cual me consumo y que no consiguieron apagar los huracanes de mi existencia. Yo también soy un indignado pero a mí manera pero mis indignados no son los del 2011 sino los de 1968, algunos de los cuales, ay, ya crían malvas y todos peinamos canas o estamos calvos. Al escribir este libro desearía volver a ser aquel niño que fui. Asomarme al balcón de la infancia y contemplar otra vez la ciudad en que nací y que acaso no sea más que un ente de razón, un punto de referencia estética que no existió sino en mi cabeza como el Dublín de Joyce, la Vetusta clariniana, el Petrogrado de Dostoyevski, el Moscú de Chejov, el Madrid de Galdós, la Barcelona de Agustí. Todo un tótem de referencias literarias y de anhelos. Algunos de ellos se han cumplido. Otros pasaron de largo pero que me han hecho vivir la vida en escritor, comunicador, periodista. La bruja que ha guiado mis pasos y que marcará el rumbo hasta que el corazón deje de latir.
Garrafatina no es más que el fruto del algarrobo disecado. Las que compraba yo a la Isabel la de la cesta viuda de guerra que paseaba su pobreza y sus churros a perra chicas por el real de la feria cuando venían caballitos al Paseo del Salón o por los alrededores de la dehesa de Enrique IV detrás del cuartel de la guardia civil donde se instalaba el circo. Ya no hay real. Plantaron olmos y han crecido. Hoy hay un bosque camino de la estación pero el cuartel de la GC sigue así con sus ventanas cerradas y la puerta mayor pintada de verde el color del cuerpo. Garrafatina para todos. En la plazoleta de Santa Eulalia crece solemne el viejo almez. Es el árbol de las catorcenas. Sus ramas amparaban los gallardetes de las fiestas tristes y hasta me pareció escuchar los ejercicios de música de aquel dulzainero en el portal de una casa de Cantarranas donde planeaban las moscas. Debía de ser medio pariente de Agapito Marazuela. La casa del hidalgo sigue con sus soportales sobre macizos intercolumnios de granito y un letrero en la ventana que pon: se vende. ¿Zabarcera señá Isabel adonde te habrás ido caminando con tu cestilla, hijo, hijo? ¿Y tus pendientes de aljófar aquellos que gastaban las segovianas de pro y el recuerdo de tu marido muerto en guerra, toda de luto por él y por los que llevaron a presidio? Mis vivencias de Segovia son puras. Hay codas del himno catedralicio, percibo fulgores de ocasos olvidados. Luz de Segovia cromatismos inconfundibles vida y recuerdos para mi persona. ¿Dónde se han metido las chovas augurales anidando en las socarrenas de las murallas en cuyos sillares romanos —había uno frente a la casa donde yo nací dedicado a un tal Juvenal filio de Juvenalis— y aquel patricio romano debió de ser muy juvenil, que yo desde la Casa de la Troya que vieron mis ojos cabe la puerta del Socorro miraba aquellas grafías embelesado que luego determinaron para mi desgracia o suerte mi vocación de latinista y mi amor a la Iglesia? Un poco más arriba crecía una mata grande de parietaria. Todas estas sensaciones levitaran en la memoria y parece que estoy viendo salir a uno de la IPS con una sonrisa de oreja a oreja de la casa de la Farela. Somos polvo pero aquel alférez había echado un buen polvo. Avatares de la vida misma. El sexo en la Farela un jardín de delicias y una caja de torturas contra cuyas puertas acorazadas de cinc los chicos de ayer arrojábamos pedradas. ¡Que sacrilegio! Acantear al amor era ir contra la vida pero como los curas- y era esa una de las máximas obsesiones de entonces- decían que era pecado y que te ibas al infierno, pues eso: a cantazo limpio. A pesar de todo las cigüeñas seguían machacando el ajo sobre los belvederes románicos y el chapitel pizarra de San Esteban era una pista de patinaje donde aterrizaban ángeles del cielo y eran reconducidas suavemente por el pararrayos hasta el cristo de la mano tendida del desenclavo. Estaban las escuelas teológicas. En Segovia se detecta la presencia de los grandes dominicos como Melchor Cano con sus debates y sus historias de Trento. Peleas de cura por un artículo, la forma de un verbo o una copulativa expletiva. La cosa va de enclíticos. Hay minucias que pueden desencadenar grandes tormentas. Los laxistas de Juan Eudes y los rigoristas de Carlos Borromeo. Vuelvan tales pendencias y a mí me tiene tomada la medida un tal Ismael con su rostro perfilado de cogujada un pájaro menor que apenas canta y solo se ve correr por el sembrado robando migas. ¿Con cual de las dos escuelas yo estoy? Ni con una ni con otra. Hombre me gusta Aristóteles pero nunca le negaría favores a Platón. Santo Tomás y san Buenaventura cada uno en su castillo pero amo el cister con su mística. Nos vendrían bien unos cuantos cistercienses con sus cantos a la Virgen, algo que ahora sólo hacen los rusos y lo hacen muy bien por Internet. Es una gozada escuchar atentos las 24 estrofas del Akathistos que recita con voz solemne y bien timbrada un diacono. Europa si renuncia al monacato una de sus esencias tendrá la batalla perdida. Monje yo soy monje que voy recitando mis plegarias camino del trabajo y solicito el concurso del divino Miguel. Melchor Cano 1503-1560 y Domingo de Soto 1494-1560 fueron mis conterráneos ambos padres tridentinos y con aula y cátedra en el colegio de abajo lo que es ahora la Sek y antes era el hospicio. Oh Segovia de mis amores ciudad perfecta elevada en la cúspide con un aire inmarcesible, columna de la iglesia. Sus cien torres son silogismos. Curiosamente estos dominicos eran de padres conversos. Que no nos hablen en Segovia de judíos. Todo ese mundo lo conocemos. Que no nos toquen a los judíos pero nuestro Israel no está en un lugar concreto en la tierra prometido donde los ríos manan leche y miel sino en la ciudad de dios en un ente de razón. Y la Fuencisla es la más hebrea de todas las vírgenes del mundo. Bajó del cielo para tender su manto como un paracaídas y que aquella israelí no se hiciera daño. Miriam del Salto y nuestra patrona fueron las primeras victimas de esa violencia que se da en llamar ahora de género y de degenerados. La verdad que el que pega a una mujer no tiene perdón de dios y la verdad es que todos hemos degenerado algo. Los marranos del sanedrín local la despeñaron acusándola de adulterio. En Segovia unidos a la devoción a Fuencisla todos somos María del Salto. Que no nos despojen de nuestras leyendas ni de nuestros mitos. Con ella nos despeñan o nos despeñamos. Torre de san Justo y del Salvador son dos vigilantes de los días y las noches segovianas dando escolta a los cipreses detrás de la tapia del cementerio del Santo Ángel en otro cerro. La muerte tiene su literatura y su sobrecarga por estos sexmos. La muerte no existe. Es tan familiar a nuestros recios huesos que pasamos sobre ellas como de puntillas. Taller de ruedas del pobre quico Sabaté. ¡Cuantos se han ido! Y Ramón y la señora Antonia. Una resaca de emociones de versos y de papel. Montones por los que andamos encaramados dando voces. Segovia en la memoria. Segovia en el corazón. Hoy a perderme por las tabernas de los barrios y en Cándido daré gusto a mis quijadas y despedir a todo eso que se va con besos al jarro. Y esto no es una figura retórica, quiero decir un cleuasmo sino palabra de vida y de verdad. Paraclética actitud. Os estoy mirando. Sic igitur ad astra, remozo mis clásicos.
EL DÍA DE MI PRIMERA COMUNIÓN HACE 56 AÑOS
Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo Corpus Christi y el Día de la Ascensión. Aquel día en mi querida Segovia era la fiesta de la Ascensión día gris encapotado de nubes y de dulces cantos silentes del serafín de la dicha. Hoy a este lado de la Mujer Muerta y Siete Picos cúspides sagradas de mi niñez que yo veo o intuyo desde los campos de Brunete, campos de mi “vejentud” luce un sol espléndido de 56 años después y hoy es el Corpus la fiesta solemne de la Eucaristía que en griego significa sentir la gracia y estar en onda con la belleza. Eucaristías y eulogías en mi corazón. Eulogía es hablar bien. Prosperar en comunión con el Logos. El Verbo. In principio erat Verbum. Uno desde entonces ha sido un Eulogio que va por el camino mirando para la hostia que está perpetuamente expuesta en el corazón y que irradia fuego interior. El fuego divino ha bajado a la tierra y estará con nosotros hasta la consumación de los siglos. Este misterio ningún mortal después de Juan Evangelista supo traducirlo a palabras de hombre con tanta acucia y perspectiva como Tomás de Aquino. Teología global. Pange lingua gloriosi Corporis Mysterium sanguinisque pretiosi quem in mundi pretium fructus ventri generosi Rex effudit gentium (canta lengua mía el misterio del cuerpo glorioso y de la Sangre que el Rey de las naciones hijo del generoso vientre de una Madre derramó por rescatar al mundo). Mis amigos de la infancia se llamaban Toñi, Merceditas, Rafita, José Luis y mi hermano Javi. La víspera de aquel día la recuerdo perfectamente. Era un día de calor. Toñi, Rafita, Merche, José Luis Casado y yo mientras todas las campanas de las cuarenta y tantas iglesias de Segovia repicaban a gloria jugábamos a la malla por entre las peñas del Río Clamores. Todavía había neveros blancos en la sierra. Al abuelo Benjamín lo recuerdo sentado en la terraza de aquella casa de Valdevilla recién estrenada. Había traído una cesta de guindas cogidas la víspera del huerto y pan blanco reciente.
—Ten, hijo, todavía puedes comer hasta las doce de la noche
—¿No peco abuelito?
—No pero tienes que ser bueno y bien mandado.
—Sí.
Aquella merienda fue exquisito yantar de dioses con un corrusco de la hogaza encentada a mano al lado del querido abuelo Benjamín que se había echado la boina sobre los ojos perezosamente para resguardarse de los rayos de Apolo que doraban los pretiles del puente romano y proyectaban resquicios lumínicos entre las hojas de la acacia joven. A partir de la medianoche no se podía tomar ni un vaso de agua y la norma del ayuno era guardada religiosamente en la católica España que yo ahora añoro y tan es así que algunos sentían escrúpulos si por descuido habían ingerido algún alimento y cometido sacrilegio. Me desperté casi al alba y en el comedor estaba la sorpresa: mi traje de primera comunión que había hecho para mí a la medida Blas Carpintero el sastre de Segovia al que recuerdo su calva su gran nariz y sus dedos expertos y acariciantes cuando me tomaba medidas. Tan locuaz y buena persona y unos anillos de oro en sus dedos que debían valer una pasta. Por aquel día el sartorial menester de los alfayates daba para una posición acomodada. Era un traje blanco con capa y bordados como el de Joselito y al que cantaba Antonio Molina. Todo era blanco y puro. Una buena capa todo lo capa pero aquel traje de mi primera comunión que me sentaba que ni pintada no tapaba sino que enseñaba un niño puro y feliz. Blanco de arriba abajo. Blanco hasta los zapatos: la corbata pajarita, el chaleco, la camisa, el cinturón, el pasador, las presillas. Todo. El señor Casado y la señora Henar los padres de Merceditas vinieron a participar ver salir de casa al comulgando.
—A ver si nos ensuciamos eh.
Y con las mismas nos encaminamos a pie toda una comitiva de quince o veinte personas porque me acompañaban mis padres mi abuelillo Benjamín mis tíos y mi hermano Javi que iba vestido de marinero y que recibió la primera tunda de mi primera comunión que no era la suya pues no se le ocurrió otra cosa que meterse en un charco y ponerse perdido el traje de marinero. Se plantó a llorar y a decir:
—Yo quiero ir primera comunión como mi hermano
—Déjale que está burrísimo— dijo mi padre dándole un pequeño azote en el culo pero con lo fuerte que era mi padre y lo gorda que tenía la mano de cuadrar piezas de artillería en los campamentos una caricia suya era como la confirmación del obispo.
—Tira palante.
—Yo quiero ir de primera comunión con un traje como el de mi hermano.
—A ver si te callas, Javierito que si no cobras
Cuando llegamos a la iglesia de los claretianos el atrio estaba lleno de familias acompañando a los comulgantes. Bendito jolgorio infantil.
—La vela ¿Habéis traído la vela, chiquitos?
—No.
El señor Casado el hombre otra de las personas buenas que jalonaron mi infancia [era brigada de Artillería] fue arreando a comprarla a una cerería. Las cererías abundaban en Segovia por aquel entonces pues éramos católicos a machamartillo y nada de cultura laica. Y con aquel cirio en la mano me acerqué por primera vez al altar. Recuerdo la misa, el sonido del armonium, los cantos como el “Cerca de Ti Señor” el fulgente retablo, las casullas blancas de los oficiantes y las dalmáticas y gorjal de los diáconos y sobre todo la mirada piadosa de la Virgen. La iglesia estaba atestada. De la mano del Padre Sanabria que fue el padrino de todos subimos a la grada y el preste era el rector el padre Alonso nacido en Urueñas y hasta el monaguillo que sostiene la palmatoria. Todos íbamos de blanco. Se llamaba Otero y pertenecía al gremio de aquellos monaguillos pillos que se guardaban las perras en el bolsillo. La iglesia estaba de bote en bote. El padre Alonso nos echó una plática tan breve como hermosa. Habéis venido a recibir a Jesús y este cuerpo que acabáis de tomar os va a convertir en otros cristos. No entendí de todo bien la frase pero se me quedó grabada y desde entonces la vela, mi vela, la que me compró el brigada Casado a toda prisa, estuvo encendida. Luego el desayuno: café con leche y churros con picatostes. Mi madre invitó a todo el barrio. En aquella España las casas estaban abiertas las veinticuatro horas del día y todos éramos de la familia. Ah mi capa blanca, una capa blanca todo lo tapa. Que tape mis pecados. No la llevé puesta sobre mis hombros más que unas horas pero aun me abriga en los recuerdos de los cierzos hielos y escarchas de mi existencia. Ahora al cabo de muchos años entiendo perfectamente a Napoleón, el introductor de la cultura laica, cuando vencido y desterrado en santa Elena le preguntaban:
—Mariscal ¿Cuál fue el día más feliz de vuestra vida? ¿Fue Austerlitz ¿Fue Egipto? ¿Fue el día en que vos entrasteis en Paris para proclamar el imperio?
Y Bonaparte movía la cabeza con tristeza a todas esas insinuaciones.
▬No. Os equivocáis.
▬Entonces ¿Cuál fe?
▬El Día de mi primera comunión.
Lo mismo digo. Bendito seas, Señor. Aquel día de cielo gris y nubes bajas llegó hasta mí envuelto con este recordatorio que subo aquí el cayado del Buen Pastor y la Túnica bendita el olor a rosas. El sabor a guindas del huerto de mi abuelo, el traje blanco. Fue un jueves que lució más que el sol. Aquel 22 de mayo de 1952 día de la Ascensión. Cuando mi hermano Javierito cobró. Dejale que está burrísimo…
VIENDO PASAR LA PROCESIÓN
Era Jueves Santo y en Segovia nevaba. El capirote es un poco cegato y la tela tapa el globo ocular de modo que no sabes adonde pisas, adonde vas. El penitente ha de profesar una obediencia de cadáver hacia el mayordomo, como si fuera un profeso jesuita con el cuarto voto; el Supercofrade pega un golpe seco con la carraca en una de las andas laterales y grita entre bastidores: al cielo con ello. De ahí esa mirada de los capuchones de Semana Santa que a mí me asustaban desde niño y podían ser tan amedrentantes como los zangarrones de Carnaval.
—¡Uh. Uh¡ Que te asusto.¡ Uh. Uh! El coco te va a comer.
En estas manifestaciones de fervor religioso en mi católica y milenaria ciudad el quid de la cuestión estaba en el morbo masoquista de los flagelantes o en el canto como un lamento de las manolas que procesionaban descalzas entonando el perdona a tu pueblo, Señor… Luego ese capirote ridículo que no era sino los viejos remilgos del alma colectiva de un pueblo que temblaba ante la Inquisición y tenía que hacer muestra y profesión publica de fe en mi Segovia, y eso que allí hemos sido de siempre cristianos viejos. También a los relajados al brazo secular del Santo Oficio lo vestían con una túnica morada, les tapaban el rostro y les subían en un jumento. Que habrían de cabalgar cara atrás.
A la hoguera se iba siempre a reculas; el reo no tenía que mirar nunca para el verdugo aunque Quevedo nos confiesa que el padre del Buscón Pablillos subió a la horca contando chistes y haciendo recomendaciones a los corchetes para que arreglasen un poco la tablazón del patíbulo para la próxima ocasión porque algunos peldaños estaban rotos.
Las procesiones son remembranza enigmática de aquel abigarrado ambiente dogmático del vivir teológico de nuestros antepasados. Había triunfado el catolicismo. Casi nadie explica cómo perviven tales representaciones del fervor popular hasta el día de hoy pero esto forma parte del enigma de esta España misteriosa y singular.
Por unas horas aquellas masas férvidas quitaban a Dios de las manos de los curas y lo sacaban a la calle bajo estandartes. Era también un mundo gremial. Ciudades divididas en barrios. En el horizonte las cofradías. Las hermandades competían como en un campeonato de mus por exhibir el mejor cristo y la Dolorosa más expresiva. Los Siete Cuchillos de la de Santa Eulalia pugnaban ferozmente con la Virgen al pie de la cruz de Aniceto Mariñas de San Millán. A ver quien sacaba el paso más cargado de flores, el más perfumado de incienso. Nosotros éramos de los Dolores de Santa Eulalia, por otro nombre Nuestra Sra. De los Siete Cuchillos. Antiguamente sector textil, mayormente tintoreros y peraíles. Los de San Millán eran alarifes y albañiles. Los del Salvador los sastres y alfayates pero esos no tenían Virgen. Sacaban el santo Cristo de los Gascones, una talla impresionante, que trajeron unos monjes templarios de Gascuña en el siglo XII.
Por las calles de mi pueblo aquella noche que nevaba (era la acción de los vientos exhidras o favonios que para los romanos anunciando lluvia traían la primavera) porté mi cruz y camine descalzo y con cadenas por el piso helado. Bajo el capuz sonaban en mis orejas determinativas las imprecaciones del santo Profeta en los oficios de viernes santo “Di mi cuerpo a los que me herían y mis mejillas a los que me mesaban el cabello: no aparté mi rostro de los que me injuriaban y escupían. El Señor era mi auxilio” [Isaías 50,5,10].
A lo largo de mi vida he sabido lo que es la calumnia y el gargajo de las bocas purulentas pero mis lomos estaban bien amarrados. Sint lumbi vestri precinti (hay que atarse los machos) otras palabras que recordé al ceñirme el cíngulo o la soga de esparto de cofrade Ninguna asechanza a mi salud no obstante, a pesar de aquella burrada de caminar descalzo y con una cruz que pesaba ciento veinte kilos a la costilla. Sólo agujetas un par de días pero luego como si tal cosa oye. ¿Milagro? ¿Autosugestión? No lo sabría explicar pero algo hay.
Uno se siente reo no sabe por quien y con complejo de culpa. La culpa. Oh félix culpa. Luego lo comprendí, era gente menos aficionada a los toros que a los autos de fe. Allí siempre gustaban las procesiones y cabalgatas. Pasos. Carrozas. El Santísimo Sacramento. La tarasca de Corpus. Las fiestas de la Catorcena. La Piedad de Aniceto Mariñas. El novenario de la Fuencisla. El gallo de san Pedro. La espina de Santa Rita de Casia. Gigantes, cabezudos y estafermos por San Juan de Junio y hasta el brazo incorrupto de San Antonio María Claret que vino a visitarnos un perverso día de enero de 1956. Yo he visto desfilar bajo los ojos solemnes y ensimismados del acueducto porque todas las procesiones las de la Semana Grande y las otras confluían en la Plaza del Azoguejo a gentes variopintas muchas de las cuales ya no pertenecen al padrón de los vivientes pero que fueron segovianos con algún renombre como Mariano Conejo o Puchero que dejaron constancia buena o mala de su paso por esta vida.
No había cine, pocos teatros y muchas ganas de aprender y de ver cosas.
Los rostros de aquellas grotescas tallas y esos cristos moribundos, sanguinolentos, llagados y con la expresión de la agonía, los pelos lacios, hirsutas barbas y esas vírgenes atormentadas de expresiones compungidas blondas de seda, justillos de encaje, y moqueros de puntilla, siendo así que las lágrimas eran de cristal, arrastrando mucho peplo y mucha joya bajo el palio de brillantes se me metieron, alma arriba. Había una sensualidad entre caótica y teatral en estos desfiles religiosos. Fueron sensaciones perdurables de las que hemos vivido y aun recordamos. Que llevo marcadas en lo más profundo de mi ser.
▬ ¿Por qué suelta usted tanto latinajos en sus escritos, Ejusmodi?
▬ Toma por que va a ser porque parece que retumban en mis oídos los ecos del canto de la passio que hacían a tres voces los chantres de mi catedral —Dimas, Jerónimo y don Bernardino, el bajo Jesús, el contralto, la sinagoga y el tenor, cronista— dijo don Verumtamen
Y aquellas voces, aquella melodía, suenan como un grito inmortal en mi memoria. El ámbito de las procesiones era una plástica muy vigorosa. Sermones tallados en imágenes de escayola labrados en piedra o en madera de Espirdo. Una teología que entra por los ojos y de la que a lo largo de tus días no podrás deshacerte jamás. Lo mismo que el sonido lejano de clarines, timbales y tambores cuando abrían carrera una cohorte de soldados de la Base Mixta vestidos de romanos detrás del lábaro que portaba un alférez portaestandarte esgrimiendo la insignia del SPQR (senado y pueblo romano). O el silencio vibrante del Cristo de los Gascones. Nos llevaban a todas nuestros padres cuando éramos peques.
Recuerdo un Domingo de Ramos que mi hermano Nano agarró un berrinche porque quería que los subieran en la borroquilla de Jesús del paso en la que el Señor hacía su entrada triunfal en Jerusalén.
—Yo quiero ir ahí—decía el niño.
—Hijo mío, no seas caprichotoso, que esto no son los caballitos. Es Jesús que pasa camino de Jerusalén; tírale un beso
—Yo quiero subir al burro. Pues sí, pues sí y sí.
Y el Naneras se revolcó en el barro poniéndose perdido el traje de marinero recién estrenado. Le tuvieron que calentar el canto, mas ni por esas. Él berreaba aún con más fuerza. Había cogido tal perra que algunas de las beatas que escoltaban al paso con un cirio encendido y al pecho un escapulario empezaron a protestar. Chist… silencio, Hagan callar a ese crío que nos disipa. No se puede cantar ni gritar recio en Jueves Santo. Se ha muerto Dios.
—Estamos de luto—terció la que iba detrás atusándose un poco la puntilla del velo y arreando casi un puntapié a la que iba delante.
—Chica, que me estás echando toda la cera y me pones perdidos los zapatos que acabo de estrenar.
Mi padre estaba hecho todo un brazo de mar y no sabía qué hacer ni qué arrimos buscar.
Estábamos en la acera de la calle de Muerte y Vida viendo pasar la procesión y los berridos de mi hermano que estaba de antojo creo que se escuchaban en la Escarelillas de San Roque a la otra punta. El deán de la comitiva, don Fernando Revuelta, que bien me acuerdo de su nombre y de su prócer figura, casi dos metros medía, nos miraba de reojo y un canónigo pertiguero estuvo a punto de acceder a los deseos del enano y ponerle sobre los lomos del borriquillo de cartón en lo alto del paso.
—¿Y ahora qué hacemos, Desiderio?
—Auparle en lo alto la carroza, don Fernando, a ver si se calla. ¡Qué chillidos más desoladores!
—Y, si le seguimos dando el gusto, nos pide la luna. ¡Condenado nene!
—Déjenlo ustedes, señores curas, déjenle que está burrísimo –terció mi pobre padre.
Aquel día Naneras se acordó de la tunda que le dieron por ser Domingo de Ramos
Las procesiones duraban tres horas y era casi media noche cuando regresábamos a casa, mis hermanos medio derrengados y despeados de tanto estar de pie horas y horas, los pequeños dormidos en brazos de mi madre. Mi padre nos llevaba a la gigantilla o en cuello. Papá, cógeme que me canso.
En el cielo asomaba solemne y compasiva la luna de Pascua. Sólo comíamos torrijas el jueves y el viernes y los soldados que desfilaban y los que estaban cubriendo carrera con el ánima del fusil mirando para abajo. Por la radio sólo ponían saetas y canto gregoriano (ojalá volviesen aquellos días) y las calles se llenaban de un sorprendente mujerío. De las hermosas Manolas con el rosario de cuarzo y la mantilla que iban a velar a Cristo muerto. Los hombres se metían en las tascas a beber una limonada que hacía que se te doblaran las piernas y una cazalla que llamaban los taberneros matajudios, especial de la casa para los dísantos.
Las pítimas que se cogían eran procesionales. En las iglesias el monago no tocaba la campanilla sino una carraca y los santos de los retablos estaban tapados tras un lienzo nazareno.
— ¿Por qué está triste la luna, papá?
A mí ya por entonces me llamaban en casa el filósofo porque era muy repensado y tenía unas caídas chocantes y se me ocurría lo que no se ocurre a nadie.
—Porque se ha muerto Dios, hijo.
Y las campanas de las catorce parroquias y de los treinta y tantos conventos y monasterios de Segovia estaban toda la noche tocando a muerto. Tan… tan… tan…tan. Y hasta el Río Clamores lamía las murallas y la hoz del Pinarillo embebecido de silencio como si llevase tristeza litúrgica en su raudal. Toda la ciudad estaba de duelo.
Ese mundo de mi infancia es el que quise recuperar yo hace unos años cuando me vestí de nazareno. Detrás de la Dolorosa de Santa Eulalia la de los artilleros con las insignias de las lombardas al través sobre el montón de granadas en el peto de la carroza. Los cabos gastadores cubrían armas. Nos habíamos puesto el hábito a la bajada de la cuesta de Cantarranas, enristré las cadenas eslabonadas a un brete que servía de cerco a los pies y yo debía de ser un espectáculo porque el metal al contacto con los adoquines tintineaba que las llevaban los demonios o como si acabase de aterrizar toda una división acorazada en plena Calle Real. Los grilletes y los golpes de rebenque era una escena antigua de los viejos disciplinantes. Condenados a galeras por Jesucristo así nos sentíamos, estamos aquí para cumplir una promesa, para purgar nuestros pecados. Al fin y al cabo todos somos cómitres y remeros de la vida. Túnicas moradas y hermanos mayores con hábito de galas, muy distintos al de los vulgares nazarenos con aires prepotentes subiendo para arriba y para abajo, dándose mucha importancia. Estos capuchones que tomaban la delantera y vigilaban la línea eran gordos y con barriga por lo general. Ostentaban ya una pasión por el mando.
—Siga la fila, penitente, y ese capirote va de medio lado. – ordenaba el Cofrade Mayor como si fuese un mariscal de campo.
Yo le había reconocido. Era el sargento Brocos un gallego que estaba en Mayorías amigo de mi padre y que una vez jugando al tute en el cuerpo de guardia le dijo:
—Mira, Silvino, lo que más me gusta a mí en la vida es ir en la procesión de contramaestre. Te recuerdo que yo he nacido para dar órdenes.
—Sí, sí—rezongaba mi progenitor— todos los de Orense sois iguales mecachislá.
—Batería… a formar… ar
Estos capuchones impertinentes eran los capataces y comisarios de la procesión. Esos cabos de vara que siempre te encuentras en cualquier punto de España. Porque aquí unos van en la procesión y otros la ven pasar. Esa es la fija. Los que te metían en vereda y hacían guardar la línea. Y te daban un poco de aguardiente de guinda si desfallecías.
Mi cruz pesaba un huevo. La habíamos traído de Valsaín y las cadenas eran especiales. No sé cómo resistí en aquella tarde fría de nevasca los pies desnudos detrás de mi Santa Eulalia. Cada uno tome su cruz y sígame. Me hacía mucha ilusión seguir al Señor. Le pedía por mi familia. Por mis hijos. Le agradecí haber salido con bien de una grave enfermedad (había estado dos años con unos dolores tremendos de barriga y pasaba las noches en un grito). De vez en cuando mi vista se concentraba en las aceras.
Algunas mujeres me miraban con compasión, los niños, aterrados, y algunos hombres descreídos como si aquello fuera una broma. Inquiriendo con los ojos. Pero tú ¿de que vas tío? Y yo con la mirada les respondía: por una promesa, sí por una promesa. ¿Sabe usted?
Horas antes de que comenzara el desfile penitencial unos gamberros habían esparcidos cristales y puntas por el firme de la calzada por donde había de pasar Dios. Ninguno de los nazarenos se lastimó, sin embargo ¡qué cosas! Un milagro que hizo Nuestra Señora de la Soledad así de sencillo y sin ir más lejos.
A la catedral llegamos derrengados pero airosos y con unas ganas fatales de mear. No me aguanto. No me aguanto. Ay que me lo hago. Preguntamos a un canónigo que nos miró de arriba abajo, como si fueramos la escoria de la sociedad. Aquí no se mea. Está prohibido. Con un gesto de superioridad y como diciendo pero mira que chiste (ya sé porque le llamaban el chistoso aquel tonsurado) como si los hombres fuéramos ángeles y no estuviéramos sujetos a las leyes imperativas de la fisiología.
Cuando haya WC en las iglesias, ermitas y catedrales católicas, la humanidad habrá dado un paso importante en la historia de la eclesiología; por ahora los obispos duro hablar de caridad y de servir al prójimo y se muestran remisos a habilitar evacuatorios en los templos.
En la sacristía de la iglesia mayor de Segovia había un triste meodromo rudimentario. Nos vedaron la entrada a los nazarenos pues estaba reservado a clérigos, monjas y para personas consagradas y nosotros éramos vulgares penitentes. Pecadores del montón así que buscamos el rincón más oportuno, salimos al enlosado de los autos de fe y exoneramos nuestras vejigas bajo las dovelas de los postigos. Meadas de caballo, meadas homéricas o mejor dicho de verdaderos padres de la iglesia. Ay que gusto. De los placeres sin pecar cagar y mear…
Por debajo del halda de nuestras túnicas de nazarenos brotaba la espuma del pis. Orinamos junto a la pared de la fachada más impresionante de este templo de la catolicidad, la del Oeste, de todo el gótico flamígero sin darnos cuenta de que era del siglo XIV. Es la puerta de Santa Bárbara una especie de Sarmental en Segovia donde yo he visto lucir las más impresionantes puestas del sol. Que cada uno cargue con su cruz. Que cada palo aguante su vela. Creo que desde su camarín la atalajada Virgen de los Dolores miraba para nosotros con compasión como diciendo: “pobriños”. Juan Guas el arquitecto se asomaba a la torre y le decía a su maestro de obras que surgía el colodro por una tronera:
—Mira bien lo que hacen esos meones no sea que se larguen con algun candelabro de la iglesia o arramplen con alguna ménsula de la enjuta.
—Descuide vuese merced que como a vos cumple se hará. Yo no les quito ojo.
Eran dos espectros que habían vuelto de la eternidad para ver llegar la procesión a la catedral que ellos construyeron. Impresionante mole.
Los canónigos empezaban ya a cantar el “Stabat Mater” y el personal se disponía a participar en las horas santas o a discurrir por la ciudad visitando monumentos que lucían como ascuas; algunas iglesias cerradas, entreaño, el Jueves Santo abrían por única vez sus puertas lo que daba ocasión para descubrir rincones recónditos llenos de misterio. Estos lugares se saturaban de una alegría melancólica.
Se había muerto Dios y olía a primavera. Los procesionarios pasionistas acabamos derrengados pero contentos. Habíamos andando descalzos todo el camino arrastrando cadenas y ni un rascuño ni un cardenal. Los pies, intactos. Habíamos cumplido una promesa. Dios os ama, chiquitos, y cuidará de vosotros
LA MUJER MUERTA
Segovia buenos aires alta ciudad cuajada de elevados empeños. Cuando se asoma el visitante por ese balcón bien ventilado que es la Canaleja se le aparece la Mujer Muerta amortajada entre sus berroqueños pliegues el niño a la cabecera y el diseño en forma de túmulo del vientre las rodillas y los pies.
Cuenta la leyenda que era una hermosa goda que se interpuso cuando justaban por ella dos caballeros un moro y un cristiano y quedó atravesada por el afilado acero de uno de ellos. Fue mártir del amor. Este panorama ofrece al viajero una esencia mística de amor intacto circunscrito al ideal de la pureza de un deseo… ¡oh el amor siempre el amor! Mas, si se quiere entrar con la realidad de España habrá de bajar unos metros al real de la feria del azoguejo. Todos los jueves, mercado.
Venían los labrantines de villa y tierra con sus pellizas sus dientes de ajo puestos de albarcas candiles aperos (horcas, foces, trillos, bieldos, zoquetas, sombreros) yo los contemplé de niño, era una viva escena del medioevo. Todavía caminaba bajo los arcos del entrecuesto del acueducto algún señor envuelto en la capa parda el sombrero rematado en cucurucho calzado con piales y albarcas a la vieja usanza.
Azoguejo pequeño zoco viene del árabe. El lugar fue una de las universidades donde nació la picaresca. El Portillo de Valladolid, el arrabal de Arévalo, Zocodover en Toledo, el Potro cordobés y el Perchel malagueño atraían a la gente desocupada y errante. En Segovia los perailes. En Córdoba los agujeros o vendedores de agujas. En Madrid en las Escaleras de San Felipe y la Puerta de Guadalajara soldados licenciados de las guerras de Flandes y muchos que para vivir habían de azuzar el ingenio.
Triana y la Puerta del Sol ofrecían el grado de pícaro. El doctorado honoris causa pero eran sitios peligrosos. En Segovia en Valladolid en León o en el Fontán ovetense en comparación no eran más que noviciados. Los perailes los del gremio de cardar y apartar y los tundidores eran los que vareaban la lana y otros se hacían con el provecho los mercaderes de Ávila y Medina, judíos todos o conversos, que comerciaban con los Países Bajos el famoso límiste segoviano.
Dicen los historiadores que la vida en la edad media era gremial sin embargo en Segovia cada una de las profesiones se constituyen en barrios o en parroquias: la Trinidad era el barrio de los caballeros junto a otra parroquia la de San Juan. En San Esteban los escuderos y los curiales del cabildo capitular. En San Millán los areneros y hortelanos. Los agricultores pertenecían a la parroquia de Santo Tomás y el Cristo del Mercado. En San Lorenzo barrio de ascendencia morisca los alarifes. En el Salvador los sastres. En Santa Eulalia toda la gama de la industria textil y así sucesivamente. Segovia era una de las ciudades más ricas de Castilla no sólo en el sector lanero y su iglesia mayor poseía la renta más elevada e3n trigo avena y cebada que se guardaba en un silo administrado por un canónigo que desempeñaba el cargo de cillero.
Por el entrecuesto o aceña del acueducto manaba no sólo agua sino tambien dineros. Eso lo supieron los romanos. Mis paisanos desde Trajano hasta nuestros días prefieren la austeridad al lujo y suelen disimular bajo un aire ropavejero sus riquezas. Debajo de una mala capa hay un buen bebedor. Si los de Segovia fueran marineros- y algo deben de serlo porque el alcázar semblanza ofrece de un navío que surca los trigales de la vega baja hacia la Almunia- podría cabe decir de mis paisanos que se aferran a la grímpola de la prudencia y aferran con tesón el cataviento de la lealtad.
En el azoguejo al pie del acueducto por lo demás yo he presenciado cómicas escenas de tratantes y gitanos bajo los augustos arcos y otros muchos lances de la inventiva picaresca.
EL ACUEDUCTO DE SEGOVIA NO FUE OBRA DE TRAJANO SINO DE CESAR AUGUSTO
Un periodista viene a ser un zahorí que practica las viejas artes de la rabdología o rabdomancia. Su varita de virtudes es la pluma, cierta intuición adobada de acumen. y a lo que voy: No existe una fecha exacta de su construcción, porque la lápida del edículo dedicado al dios en la parte posterior del arco mayor de los 167 que conforman el impresionante edificio, se encuentra borrada. Pero allí había una figurilla que los niños de mi generación decíamos que era el diablo pero puede tratarse del divino "sebastos" con que los romanos designaron a Cesar Augusto cuando construyó el Ara Dei de Roma lo componen aunque se vino atribuyendo a los emperadores Nerva y a Trajano de origen español. Sin embargo he descubierto que la magnífica mole se tiene en pie sin argamasa —angulares de granito injertos en hierro fundido— desde fecha anterior. Acaso, Julio Cesar que acampaba sus huestes en los aledaños de Coca y que reclutaba a sus manipulos entre las tribus de arévacos y vacceos dominados en Segovia fuera su constructor. Los mejores soldados de la Legio VII se acuartelaban por estos pagos y fueron los que entraron en las Galias y desembarcaron en Britannia.
Existe aun una piedra colocada como mampuesto en la parte sur de nuestra muralla, justo debajo de las almenas que dan al colegio de las Madres Jesuitinas, que debió de ser un hito miliar o monumento funerario a un tal Juvenal y es un tal Juvenal, decurión, el que inicia el asalto a los blancos acantilados de Dover. Según se relata en la obra de Julio Cesar en "De Bello Gállico" Está probado que la Legión VII Gémina o Duplex (porque la integraban divisiones y manípulos procedentes de Oriente y Occidente, era una legión mixta, peleó también en el Helesponto lo que hoy es Rumania), o leonesa, también Asturica, operó en la campaña de Inglaterra dirigida por Julio Cesar. Consta, asimismo, que Octavio Augusto estuvo al mando de los ejércitos de su tío durante las guerras en Hispania. Los que hemos estudiado algo de la maravillosa historia de Roma sabemos que aquel emperador que pacificó el mundo y en cuyo tiempo nació Nuestro Señor Jesucristo se caracteriza por esa "cupiditas aedificandi" o afán arquitectónico del más grande de los césares. Trazó calzadas y vías de comunicación a lo largo y a lo ancho del imperio, el que más. Elevó acueductos, termas, coliseos, circos, anfiteatros, al tiempo que desbarataba conjuras y extendía los dominios de Roma desde Hibernia hasta Armenia, sometiendo a Germania y a Panonia. El ladrillo, la pala arenera y la llana fueron las bases del esplendor del imperio, así como el restablecimiento del antiguo culto a los dioses. Aparte de eso, sus dos grandes cónsules Agripa y Mecenas protegían a escritores y poetas como Horacio, Virgilio, Propercio, y su hijo Tiberio se encargaba de organizar los censos. En uno de esos censos o mandatos de empadronamiento tuvo lugar el nacimiento de Jesús en Belén. Su esposa Livia que debió de ser una gran mujer promulgó la ley Julia castigando el adulterio y el libertinaje y secundó esa época de esplendor y buen gobierno que caracteriza a la paz octaviana. Augusto prohibió que se le adorase como a una divinidad pero no pudo impedir la injerencia de las creencias y costumbres venidas del Asia Menor y de Egipto donde se rendía culto a los faraones, le alzasen imágenes en su honor invocando su protección. El Ara Pacis o altar de la paz tuvo en su origen la idea del emperador Augusto como la encarnación de un dios protector de la republica. En Roma se le conocía bajo el apodo de "sebastos" término griego que quiere decir el divino[1]. Y un "sebastos" de escayola bastante desfigurado era la imagen que presidía la hornacina o edículo del acueducto que mira hacia el lado norte desde donde sopla el viento de Aquilón que es un viento inclemente, nefasto y destructivo que sopla de norte.
En el edículo de poniente hay otra estatua que es la imagen de la Virgen de la Fuencisla que aun mira y protege a los que pasean por el Azoguejo. En definitiva, tengo para mí que el acueducto tiene que ver con el Ara Pacis de Roma y es un monumento a Cesar Augusto.
Ni Nerva ni Trajano construyeron tantas obras de infraestructura como su predecesor. Ambos emperadores carecían de la "cupiditas aedificandi" de Augusto y se enfrascaron en campañas militares para someter a los pueblos asiáticos.
[1] Es posible que el culto a san Sebastián sea una de las herencias de Roma que han quedado impregnadas dentro de la liturgia católica como reminiscencia de la adoración a las deidades ocultas