2024-11-27

 

ALUCHE O EL VIEJO YUDO ASTUR LEONÉS

por antonio parra

Muchos madrileños habrán tomado el suburbano hasta Aluche, la estación pasado los Carabancheles en la linde con Campamento. Muy pocos, empero, sabrán lo que significa ese término que designa a una de las estaciones más populares de nuestras barriadas allende la Casa Campo. Quiere decir en las provincias de Asturias y Santander pelea. Quizá allí donde desde tiempo inmemorial estuvo instalada la fuerza de asiento que guarnecía la Capital hubiese corrales - algo así como nuestros modernos polideportivos pero mucho más rudimentarios e incómodos- habilitados para la práctica de este deporte cuya ascendencia se remonta a tradiciones y costumbres mozárabes.

Era una diversión popular que solía tener por marco las parvas de las eras, pasado verano, junto a las trojes o en el mullido pasto de una dehesa boyal o boal (en Asturias), al objeto de que la caída de uno de los contrincantes, al que se debía trabar por el cinto de cuero y reducirle con una de las muchas llaves de este juego1, tan complicado como antañón, pues revierte a la lucha grecorromana, amortiguase el golpe, al dar en blando, sobre la paja o sobre la hierba.

El aluche es el yudo leonés, lid competitiva en la cual medían sus fuerzas y probaban músculo desde el tiempo de los visigodos los mozos del antiguo reino leonés, antes de alistarse como mesnaderos. Alfonso III el Magno, el monarca que trasladó la capital de Oviedo hasta León, era muy aficionado a él y grandes torneos de esta viril pugna se celebraran bajo su mandato a lo largo y a lo ancho de su jurisdicción: ciudades, villas y pueblos de aquellos reinos, desde el valle del Buelna hasta las rías del Sil y del Eo, en toda la cornisa cantábrica, particularmente, en la fiesta de san Froilán, a primeros de octubre.

Ese día lo celebraban por todo lo alto las merindades. Se distinguían por el interés que despertaban las competiciones que se desarrollaban extramuros de las murallas de Lugo y en el ejido del Boñar. Coincidían con las fiestas de la recolección, según una vieja costumbre céltica (haerfest, harvest o herbst) simbolizada por Hera, la esposa y hermana de Zeus2, Ceres romana o la gran Deméter griega, por otros nombres, símbolo del matrimonio, de lo que nace y lo que muere. De la vida misma.

Los púgiles vencedores eran coronados con ramo de laurel o gratificados en especie con algún fruto de la tierra, el grano ya metido en la panera y la uva en los lagares o a punto de ser vendimiada. Estos gladiadores incruentos utilizaban por tatami un cuadrilátero enmarcado por hitos de los que ninguno de los contrincantes podía ser desplazado ni desplazar al contrario en las eras a pie enjuto. Los que se presentaban a la lid con abarcas o en alpargatas que se llamaban crépidas quedaban descalificados. La antigua lucha leonesa, lo más parecido al judo, pero con otras técnicas y no con tanta cortesía, proscribía los golpes bajos, las zurras de castigo disimuladas, puñadas y patadas. Era falta atentar contra el cuello y los genitales. Unas buenas caderas hacían falta para practicar aluche, tobillos recios y agilidad felina para evitar que el otro te agarrara por los cuadriles y te tumbara. En el mencionado ejercicio se adiestraban los mozos que habrían de engrosar las levas contra el sarraceno. Fue durante muchos siglos junto con la petanca, el chito y los bolos, deporte nacional, entretenimiento favorito de nobles y plebeyos.

A los contendientes se les llamaba “moricos” pues muchos no habían sido bautizados, o bien porque eran de corta edad, o porque procedían de otras etnias, hubieren capitulado de su religión, o fuesen mercenarios. Hay sitios como algunos lugares de Segovia, Valladolid y Palencia donde se llama todavía moritos a los niños que no han recibido las aguas crismales.

Muchos eran imbeles o adolescentes y no habían entrado en quintas. Con edades oscilando entre los catorce y los veintidós años. Su practica les afianzaba en las técnicas del cuerpo a cuerpo. Y curtía sus espíritus para la brega de la existencia. Estos luchadores nutrían las vanguardias de las tropas de asalto y fueron base medular de la famosa infantería española que debió sus éxitos en Flandes a estos soldados entrenados en las habilidades de la antigua lucha greco romana. Una hija mía, Henar, buena judoka, refiere que a “las de León” nadie las derriba, pues son duras de pelear. Deben de ser los genes. Un deporte practicado durante generaciones sin parar crea una predisposición ingénita en los que lo ejecutan, asegurándose de esa manera una buena cantera de duchos gimnastas.

Desde la colonización de Cesar era la competición favorita en la España Citerior y Ulterior, en un arco de distancia que comprende desde el Señorío de Treviño y Vizcaya (también los vascos conservan las costumbres célticas) a la Ría de Arosa, y desde Tarragona hasta Coimbra. En la arena los púgiles leoneses despuntaban por su superioridad técnica. Llaves que levantaban en vilo. Placajes capaces de desriñonar al oponente. El aluche era atávico patrimonio de la estirpe. Muchos de los que lo cultivaban acababan en Roma de gladiadores divirtiendo a la plebe con su pericia circense en el foso del Coliseo.

De continuo, tuvieron fama los “butuarii” que manejaban en los juegos públicos la espada con los ojos vendados y repartían mandobles de ciego; los “andábatas” o suplentes que opugnaban, -macabra costumbre recordatoria de soltar a los sobreros de nuestros ruedos en sustitución del que había muerto o no habían dado juego-, siendo sacrificados ipso facto y córam populo por los viruleros.

Los “sectores” de la Legio VII saltaban al albero ensangrentado con una idea fija: segarle al rival el penacho de plumas que lucían en el yelmo. De Emérita Augusta viniera toda una escuela gladiatoria que se caracterizaba la habilidad y contundencia con que esgrimían el cestus3(una especie de puño de hierro forrado con arena o con piedras por dentro).

Esta región no solamente fue reserva de espadachines y de jinetes o desultores que hacían las delicias del público asistente los anfiteatros durante el imperio, sino que también nutrió los lábaros y estandartes de las legiones cesaristas con los famosos milites, vélites y équites que se distribuían a su vez en escuadras, manípulos y cohortes bajo las banderas imperiales.

Contribuyó a la gloria de Roma con algunos de sus más insignes emperadores que nacieron aquí: Galba, Tiberio, Trajano. De hecho León debe su nombre a una de éstas. España es apasionada. Al principio, impermeable a la romanización, y renuente a aceptar la férula romana. Más tarde, entusiasmada con el proyecto latino, se fundiría con el estilo de vida y la forma de pensar de sus invasores. ¿La afición a los toros en estas tierras donde de largo se viene rindiendo culto a Minotauro no será un atavismo del “panem et circenses” que pedía el populacho tras el Tíber a sus gobernantes? ¿La devoción a las imágenes y las medallas no nos vendrá dado del politeísmo del Lacio, tan variado como fetichista? ¿Ese apego a la familia y al terruño, por último, no será un bagaje reminiscente de todo aquel acerbo de creencias cristianizadas?

Para cada ocasión y para necesidad ellos tenían un dios preciso. En torno a los gladiadores y púgiles de aluche surgían bandos. Unos eran de Indibil. Otros, de Mandonio. Los de más allá de Ursus el Hispanus. Surgieron las consabidas peñas como las de Joselito y Belmonte. Tal discrepancia de gustos forma parte de la enjundia del talante ibérico.

El vulgo quiere olvidarse de la realidad, con frecuencia ingrata que le circunda, mediante la asistencia a las carreras y espectáculos y cuando se ve en un apuro se encomienda a alguna de las deidades asignadas.

Sin deporte no hay progreso. El aluche curtía no sólo los miembros del cuerpo sino que a la vez templaba y curtía el espíritu. Roma, madre de pueblos, que tenía en la inefable Hispania su granero y su almazara de suministro frumentario. León fue un puesto significativo y un hito importante en la ruta del itinerario de Antonino que conectaba las Galias con la Lusitania y la Tarraconense.

La calzada se dividía en jornadas correspondientes a otras tantas mansiones o centros de avituallamiento distantes unas de otra a unos cuarenta kilómetros que era lo que solía recorrer un cuerpo de ejército con su impedimenta a las costillas en un día. A razón de un millar de pasos, o lo que es lo mismo 6666 varas que suman, a su vez, diez leguas de posta. Todavía puede admirarse esa pasión romana por la linea recta en los encachados de algunas estradas como la que asciende serpeando por el Puerto del Pico, Ávila.

Las lajas de su pavimento que aun resisten los siglos se cansaron de oír rodar las ruedas de los “plaustra”4 o el ajetreo de los bueyes y jumentos uncido al yugo de las bigas y fueron testigo del estruendo de los carromatos soporte de las helépolis de asalto y otras máquinas de guerra, del crujido de los cascos de los caballos o el paso firme de las botas de los soldados, los vivanderos y los acemileros y escoltas de las tropas de refresco. En las conducciones también venían elefantes y todo tipo de fieras que eran utilizadas en el asedio a las ciudades.

Las mansiones o apeaderos se llamaban Mirobriga (Ciudad Rodrigo), Clunia, (Coruña del Conde), Lacobriga (Carrión de los Condes), Septem Publica (Sepúlveda) Lancia, ciudad romana en Asturias cerca de la sierra de los Ancares (¿Tineo?), de la calzada de Antonino o itinerario regio, cuyas lajas vieron el paso de tantas legiones. Este camino que desembocaba en la Vía Apia era denominado en Roma el Trayecto de los Gladiadores de Hispania.

Las más hermosas “parthenae” o muchachas que se paseaban por la catasta, luciendo jeme y medidas diez en aquellos primitivos concursos de belleza o desfiles de modelos, celebrados en la catasta5 del Capitolio, según referencias de Plinio, eran las nubias egipcias, negras y elegantes como la reina de Saba, y las “puellae Hispaniae”. Todo un precedente del ignominioso tributo de las Cien Doncellas reclamado por Almanzor.

Eran llevadas a Roma como botín de guerra y vendidas como preseas del deleite aunque pronto muchas de ellas alcanzaban la manumisión y se casaban con los propios amos que las habían comprado en aquellas almonedas de la carne a la cual eran demasiado aficionados los senadores.

La fama de la hermosura de estas adolescentes causaba asombro. Asimismo, la habilidad y fuerza de los combatientes de Clunia y los púgiles de Asturica Augusta (Astorga) se hicieron famosos en el hemiciclo del Coliseo.

El aper o jabalí del Bierzo con su carne exquisita que era llevada a Roma en salazón fuera degustado como bocado suculento en los triclinios de Lúculo y nada se diga de los vinos de las riberas del Órbigo. Flamines y quirites se emborrachaban, pues lo tenían por costumbre con el “vinum hispánicum”, transportado hasta Ostia a bordo de las naves onerarias, en los figones y tabernas cerca del Foro allá por las fiestas sigilarias o las saturnales. “Temulentos que adementan” llama Plinio a los caldos de Oronia (Urueña, cerca de Rueda. Para un romano, de suyo muy aficionado a las libaciones en la crátera sagrada, esto de por sí constituye un piropo.

El nombre de Hispania que iba y venía en los labios de los centuriones y decuriones de la Legio VII Gémina, Pía por otro nombre, suscitaba nostalgias y añoranzas en el Senado y el Pueblo Romano. ¿No dijo Pablo de Tarso que la vida milicia es? Ciertamente, pero hay que tomarla deportivamente como el aluche de los campeones bercianos. A este deporte lo llamaban pugna grecorromana pero es de León de pura cepa. Como el mismo san Froilán, patrono de todo su reino. Con una excepción, Zamora, donde protege en exclusiva san Atilano obispo y confesor.


ANTONIO PARRA

2 de abril de 2002


1echar la trabilla con el fin de revolcar o voltear.

2El estupro incestuoso no cuenta, a lo que se ve, para los viejos dioses.

3Una especie de manopla en forma de urna o cesta que acoplaban al dorso de la mano para golpear con mayor contundencia. El puño de hierro americano en el cestus romano se inspira.

4Plaustra, carros aljibes o cisternas de aprovisionamiento

5Estrado público donde se exponían los esclavos y esclavas en venta.

 

jueves, 23 de noviembre de 2006

 

A GARROTAZOS

 

Tenemos tal afición los hispanos a rompernos unos a otros la crisma que todos los sucesos ocurridos en nuestro país de que pueden aprovecharles los aficionados a composiciones históricas resultan coetáneos o dependientes de una guerra civil. Diríase que los nacidos en esta tierra de garbanzos somos capaces de todas las virtudes cívicas y de todos los afectos privados, de todas las grandezas y heroísmos, excepto el del amor fraterno”. La cita es del novelista granadino Pedro Antonio de Alarcón y creo que viene al pelo de la situación en la que estamos viviendo precisamente ahora que se acerca Nochebuena cuando conspirará contra nosotros la melancolía, el consumismo como escapismo y una alegría postiza. Nos siguen escupiendo. Nos continúan calumniando y nosotros perdonamos. Es muy duro esto. Lo que dice el escritor accitano, Guadix y la alpujarra en el pensamiento, somos más moros que cristianos y la verdad es que nos queremos muy poco. Uno maneja buena información gracias a Dios y por eso pienso que este gobierno dadas las circunstancias mundiales no está haciendo una claudicación – la opinión contraria la respeto pero para entenderme hay que volver a los tipos del Circus y a las tabernas del canal londinense donde Iam Fleming y Philby beben cerveza y maestros del disimulo tratan de encubrir traidores, vuelve la guerra fría que pronto se va a tornar caliente, no será una guerra de bloque sino de actitudes vitales y mores y la verdad que tal y conforme está el patio y lo propensos que somos los españoles a las estocadas la alianza de civilizaciones puede ser un deterrent. Yo no alcé bandera blanca pero la verdad tengo más miedo que al moro o al infiel a ese fulano de mi barrio que me espía, sigue mis pasos, me calumnia y me metiera un navajazo por la espaldo a la ocasión propicia que se dice que es mi amigo y mi paisano. Y a lo mejor va a misa de doce. Ya no tengo edad para alistarme pero prefería una trinchera y cañones y más cañones y aquí estaba yo que tener que ir al frente de la insolidaridad incomunicada de la malquerencia de las personas normales listas para denunciarte. La soplonería en auge puede que pronto empiecen los paseos. ZP quiere pasar eso me consta pues insisto uno maneja sus buenos datos y ha sido periodista destacado y ocupado garitas de observación importante. Vivo rodeado de chacales pésimamente educados porque no creen que se ha muerto Franco y muy mal informados. No hay salida. He ahí toda la cera que es la que arde. Somos el país inventor de dos palabras que en inglés implican complicaciones testarudamente celtiberias: “guerrilla” y “vigilante”. Lleva razón el autor del “Escándalo”, “La Pródiga” o el “Niño de la Bola” al meter el dedo en la llaga. La verdad es que nos queremos muy poco. En la pasada guerra civil hubo frentes, heroísmos y hasta canciones. En la próxima ya no podrás entonar aquello de si me quieres escribir. Pero seguirás escuchando el silbido de los pacos y las bayonetas caladas encontráis en ese tipo que reta al subir al autobús con los ojos o la señora que te llama acosador y te prepara un trepe o un juicio de faldas porque vas contando al conductor algunos chistes verdes ofensivos a las feministas camino de casa. ¿Acosador, mi alma? Pero qué dice usted. Yo ya no estoy para coger pesos. La acosadora y la abusadora es usted que me denuncia que me echa de casa que me insulta que me amarga. Ese es el tenor de la actual guerra civil en las presentes circunstancias. Muchos hombres dando tumbos por las calles española batiendo la grava de tumbo en tumbo de refugio en refugio de hospicio en hospicio. Es la peor guerra civil que hayamos parecido precisamente por eso porque aquí nadie dispara pero las almas se han vuelto insensibles, el egoísmo manda y hay sensiblería solidaria para el étnico que viene allende los mares mientras al indígena se le condena al ostracismo. Tampoco hay tantas bajas aparentemente pero esta guerra se dirime con armas invisibles como por ejemplo la bomba de neutrones que deja intacta las propiedades y destruye a los cuerpos y las almas por dentro. A mí me hubiera gustado vivir en los tiempos de Alarcón y haberme marchado con él a las ordenes de Prim en la batalla de los Castillejos y haber escrito paginas que hoy tienen una gran relevancia como el Diario de un testigo de la guerra de África (ama al musulmán pero no renuncies nunca a tu religión ni a tu casta ni a tu patria) y que murió casi en la pobreza en el número 92 de la madrileña calle de Atocha el 19 de julio de 1891. había dejado de escribir más de diez años antes habiendo confesado su desaliento por el rumbo que cobraban los acontecimientos en la patria: “Me siento un hombre que no pertenece a esta época”. Su vida literaria con grandezas y altibajos – héroe me admira la garra literaria y el patriotismo- encierra el paradigma del ex seminarista que quiso ser militar y escritor. Su biógrafo Martínez Kleiser descubre ese carácter zigzagueante esa inquietud de andaluz que quedó seducido por Madrid y hasta se compró una quinta en Valdemoro. Se había dedicado a la vida política con O´Donell. Interrumpió su carrera política pero volvió a riscar la caja de cerillas de la imaginación y salió “Final de Norma” y el “Escándalo”. No ganó mucho dinero. Se le murió un hijo de corta edad y aquejado de depresiones renuncia a la vida de los salones. ¿Adónde voy yo con esta barriga? Se lamenta en una carta  a su hermano. Es la misma pregunta que hice yo varias veces a mi propia Inquisición. La Pardo Bazán le hace una entrevista poco antes de morir y le encuentra pálido de una gordura fofa. Ay esa gordura de los deprimidos y calumniados de las Españas que siendo liberales y tolerantes se les tacha de ultramontanos cavernícolas. Fachas. No lo entendieron. A veces le veo en la foto señor moreno calvo de la bellida y negra barba y hasta diríase que pudiera ser un abuelo nuestro que murió en la guerra de Cuba o un antepasado lejano. Moro por fuera godo por dentro. Un gran español. una pena que sea un clásico descatalogado. Sus novelas inspiran ternura, interés, poesía y vibración de la naturaleza y son una invitación para la reflexión. Pero ¿quién es ese señor? Don Pedro Antonio de Alarcón. Hace dos veranos viajé a la Alpujarra y creo haberme encontrado con su fantasma onírico cuestas arriba de Lanjarón. Todo un espolique del alma andaluza y española. Siguiendo sus pasos coronaremos el Mulhacén. Su diagnostico: mejor una hora de lectura que responder ala provocación con la cabritera. Mejor un treno de Jeremías para responder a la provocación que aquí la gente tiene muy mala leche o es muy agria que un oiga oiga usted no sabe con quien se juega los cuartos. Lleva razón don Pedro Antonio aquí el personal va con la escopeta cargada o porta una navajilla que le sirve para algo más que para comer

 

 


 

en noviembre empezaba él filandón !ay aquella españa preterida1

 

AL AMOR DE LAS CASTAÑAS Y EL FUEGO DEL FILANDÓN VIENE EL INVIERNO

 ++

BULLATE MAGOSTO EMPIEZA EL FILANDÓN

YA las noches son más largas 

las ramas amarillas del castaño rilan

en la helada

contamos cuentos en la masera

adivina quien te dio

jugamos a las prendas

ah el castaño maternal

de copas cupulares

el de las hojas lancinadas

lengua de mula

castaño de los otoños

y retoños

con los pinchos del zurrón erizos

árbol sagrado de los paseos de mi infancia

de calbote y pan de bellota

se alimentaban

los primeros españoles

para ti las callongas

y para mí las redondas

y ése que zampe las pilongas

que adementaban a las cabras

masticadas en la cerca

del barragán

regresan los pastores de la majada

a la fiesta de la música y las palabras del filandón

vuelve el invierno

otro otoño más+++++

++

la tunica de xto

 

Aquella gramalla sin mangas tejida de un solo hilo -Cristo se desvestía y sus siervos y seguidores duro colocarse ropajes uno encima de otro sotanas y dalmáticas, al año que viene en Jerusalénpero caminamos de espaldas al monte calvario- abolía el orden viejo. Los ornamentos de los dioses antiguos Júpiter Diana Afrodita y Baco quedarían preteridos pero sus sacerdotes sintiendose desnudos e incapaces de imitar al que pereció en la cruz en taparrabos no harían otra cosa en todo el tiempo que hacer mayor el cupo del “indumento”.

Casi me destgernillaba de risa pero aquella hora de grandes acontecimientos fue el tiempo de los sobresaltos y de las confusiones (yo creía, pensé que; pues no señor al revés te lo digo para que lo entiendas) y de las perplejidades. Nos anegamos en un marasmo de sorpresa. Tú, Cristo bendito, viniste para confundir a los mortales. Supuestamente quedaron sin vigencia las estolas las mitras las cidarias el eford y todos aquellos ropajes que se ponían uno encima de otro negro soble blanco para definir oficios y categorías inciertas de flámines y peanes del mundo órfico.

Degolló nuestros principios sin espada. ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otros? Se rieron de él pero él no vino a traer la paz al mundo sino un orden nuevo con todo lo que ello implica: la destrucción de Jerusalén que fue desmontada piedra a piedra y los campos adyacentes de su pomerium arrasados y sembrados de sal. Al pie de la club escuchabamos el batir de los tambores de los soldados de Tito casi tres cuartos de siglo de quie aquel cerco se produjera.

-¿Y no escarmentaron los judíos?

-Por vida de Minerva ¡qué bah!

Era un revolucionario. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. sus vestiduras de ajusticiado por una de esas carambolas inexplicables que hoy confunden a los soberbios (la potencia se hizo acto trascendente y se encendió el fuego de la gran luminaria y ardería por los siglos de los siglos aquel pebetero puesto que nadie será capaz de destruir el amor) eligiendo a lo más despreciable y en menoscabo de la soberbia y de la confusión terrenales.

Debió de ser un revés para los sionistas mesiánicos. El libertador anunciado por los profetas de Israel moría en el suplicio escoltado por dos ladrones Dimas y Gestas. No me vengais con bromas ¡Qué guasa! Vino a los suyos y los suyos no le recibieron -la frase de Juan que luego leí incansables veces martillea mis sienes- mientras los mercenarios puesto que no se puede hablar de soldados romanos que tienen otra dignidad y se echó mano de esclavos sirios para hacer aquel trabajo se rifaban con el cubilete sus paños menores. El Hijo del Hombre salvaba al mundo en taparrabos. Semejante desvergüenza dónde se vio?

Pero la humilde túnica inconsutil era el símbolo del siglo futuro. El que busca su vida la perderá. A ver queremos un signo pues ese no nos vale.

La vida se la había echado el Inocente sobre los hombros a manera de chal cobijando sus espaldas doloridas cuando, varón de dolores, al cabo de cinco mil azotes y de 72 puntas de cambronera que es el peor de la especie de los espinos y la más áspera de las zarzas que horadaron sus sienes trpanaron su frente inmortal quedando ensangrentados los mechones de su rubia caballera y de su barba taheña ah que nos miraba a todos con aquellos ojos azules penetrantes como si no comprendiera la maldad del que somos capaces los humanos pero llenos de perdón hacia esa inclinación viciosa que los teologos achacarían al primer pecado de Adán pero que a mí se me hacía muy dificil de aceptar como romano acostumbrado a mirar a los dioses con un cierto escepticismo pues sus malos ejemplos y concuspiscencias y que admás estaban ahí para castigar y enviar rayos y desgracias a los mortales. Si te enojabas con Jyupiter este te taladraba con su gario y te convertías en rana.

Con los dioses no se juega. Antes de morir había que hacer mandas a Esculapias y se mandaba matar un gallo capón para que el dios de la salud tuviese una fiesta allá arriba con sus amigotes y después de expirar tenían que sujetarte la barbilla abrirte la boca y meter entre los dientes una moneda para pagar al Barquero. Esta costumbre acicate de la codicia fue un pretexto para que en el mundo antiguo abundasen los profanadores de tumbas. El oro era más importante que la deidad y en facto es la única divinidad que rige los designios. Oro, oro y nada más.

Fue obrecido al pueblo en espectaculo. Un esbirro lo empujó hasta la balaustrada y Jesús fue ofrecido en espectaculo. Tenedlo. Vedlo ahí, cabrones. ¿No queríais que lo castigase? Pues le hemos zurrado bien la badana. ¿No os dais por satisfechos? No. La chusma quería más sangre. Dada su condición vil y sus adscripciones impronoisticabe. Era el mismo morbo que conducía a la plebe de Roma al coliseo. Quería ver la sangre a chorros de los andabatas sobre la arena y que cantasen el himno. Ave Caesar los que van a morir te saludan.

Ecce Homo. Le habían colocado un manto purpura sobre los hombre y pusieronle unacaña en la mano por cetro

my old london furniture

 

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my daughter is beautiful

 


2024-11-26

 

Acacia

 

A la entrada de Segovia según se va por la carreta de Madrid bajando la cuesta de Baterías hay un puente romano, el de Valdevilla por el cual las antiguas cohortes y clades de Augusto vadeaban con su impedimenta el río Clamores que hace dos milenios debía de llevar mucha más agua pero que a mediados del pasado siglo fluía sin apenas caudal. Mucho puente para tan poco río, la verdad, pero cuando se construyó el Acueducto era un flumen que juntaba sus aguas con el Eresma.

 A la otra orilla estaban las casas militares: unos chalecitos con  pequeño jardín delante y un corral detrás en el que mi padre cebaba al marrano dentro de la cochiquera y mi madre salía todas las noches a encentar esto es a meterle el dedo por el culo a las gallinas para ver si podríamos comer huevos fritos al día siguiente. Dentro de este cobertizo guardé yo unos cuadernos de traducción de las obras de Tito Livio y me los comieron un día los ratones.

A la sombra de la acacia transcurrió mi infancia.

La colonia inaugurada por el coronel Tomé, que era un catalán bondadoso y pequeñín, en 1951 (guardo una foto de la ceremonia de la entrega de llaves, yo estaba de buces sobre el pretil de ladrillos sardinel, muy rubito y con mi traje de marinero).

Aquellas casas militares habían sido edificadas por presos de guerra que en régimen de redención de penas por el trabajo trabajaban para Regiones devastadas. Cuando llegaron los socialistas el alcalde del PSOE mandó volar aquel complejo de casitas blancas del puente de Valdevilla. Hoy ha sucumbido a la recalificación de terrenos –esto no era más que un peñascal▬ y a la reconversión urbanística.  O a la revanchista de algunos que se liaron a derribar lo que había construido el anterior régimen. Se cerraron cuarteles y se ha dejado prácticamente indefensa a la nación o sin paraguas estratégico (es como tener un tío en Alcalá) de la OTAN porque el ejército era la espina dorsal de la nación... Y su destrucción, o la desmilitarización llevada a cabo por José María Aznar, el inepto al servicio de los judíos de la Trilateral, constituye hoy por hoy una de las grandes amenazas al porvenir de la unidad nacional. En esta monarquía falta un militar republicano como Godet para ponerle las peras al cuarto al demente de Arturo Mas. El general Godet, un catalán leal que luego sería fusilado en Burgos por su adhesión al orden constitucional, sofocó el alzamiento separatista de Companys.

Sin conscripción y sin levas o la mili, que era una escuela de hombres de ciudadanía y de valores, España ha dejado de existir o puede porque este viejo país, que derrotó al Islam y puso freno al dominio sionista tiene otros muchos recursos y la liebre siempre suele saltar.

El puente Valdevilla posteriormente sería cegado para canalizar al Clamores que desde hace bastante tiempo era un río subterráneo, Guadiana bajo los arcos del acueducto. Pero aun quedan los apeos y el balaústre.

 En el lado de allá y en la curva que hace la carretera sigue la acacia plantada por mi padre en la esquina del patinillo del sargento Casado. Más allá vivía el brigada Vences, un poco más el teniente Ricardo y un maestro ajustador de Zamora que tenía un hijo que se llamaba Pedrito que jugaba conmigo al gua. Siempre andaba con mocos.

▬ ¿A qué Virgen alumbras, Perico?

▬ A la que me dé la gana.

La acacia ha crecido tumbada porque  a los de mi cuadrilla nos gustaba zarandearla por el tallo como si fuese una muchacha. Y digo la acacia sigue floreciendo y tiene 56 primaveras poco menos de un lustro que yo. Siempre que vuelvo a mi pueblo me fijo en ese detalle y paseo mi melancolica rodada por lo que fue mi barrio que de  Valdevilla-▬ Castrobocos donde estaba la taberna, pasado Villangela, del Tío Loco▬, adonde mi padre me mandaba a por vino y gaseosa para el gasto. Allí con Taito, el Cipri y Recellado jugamos a las tres en raya.

B ODAS DE ORO LOS POBRECITOS YA NO ESTÁN

 



Хиротония во диакона Панского Владислава ORDENACION DE UN DIACONO TEMPORAS DE ADVIENTO COMUNES IGLESIA ROMANA Y GRIEGA

Passio Domini Nostri Iesu Christi secundum Ioannem

Praeconium Paschale - Exsultet canto de la angélica pregón pascual en latin

MISA ANGLICANA TRADICIONAL

HENAR Y PELAYIN UNA MADRAZA

 


Божественная литургия в храме в честь свт. Иоанна Милостивого г. Ольшанка

 

LA NOCHE EN QUE EL DIABLO EN SEGOVIA PERDIÓ UNA APUESTA CON EL AMA DEL CURA



Juan de Pacheco el conde de Villena se paseaba por la alameda-yo lo vi- con su casaca verde, jubón de tiras almidonadas la sobrevesta grana para espantar murciélagos calzas de seda rosa almilla de hilo sobre la almilla encarnada, borceguíes de lamé, espada de plata.

Estampa de lindo don Gil de las Calzas Verdes la cincha de cuero bien ajustada y sus polvos mágicos dentro de la escarcela.

Iba echando humo por los ojos y por la nariz. Fue el primero en fumar cuando aun no se había descubierto el tabaco. Portaba bajo el tabardo hojas disecadas que luego deshilaba y apelmazaba pacientemente con el puño y así liaba sus vegueros de Vuelta Abajo sus, targaninas y sus farias.

Me fumo un cigarro puro y que se hunda el mundo. Doy mi palabra que no vale nada. Las palabras son humo que se lleva el viento. Por decir y prometer que no quede. Las obras son otra cosa: obras son amores y no buenas razones. Danos y danos hasta que no te
conozcamos, somos la güestia de Fray Jarro. El vino acompaña pero ahí en eso nos mira la Sana Compaña.

—Echemos un culín

Aficionado a la alquimia, contaban por Segovia las malas lenguas que resucitó a un muerto en Toledo cuyo cadáver había conservado en formol en su casa de Toledo pero con tan mala suerte que, estando echando al recién resucitado el exorcismo y vertiendo sobre su cabeza el agua de gracia, en ese momento llegaron los mangas verdes. Alto a la Inquisición. Y allí se acabó el invento del quiromántico. El bautismo del resurrecto quedó enmedias res. Alto a la dueña.

―Daos preso

El diablo se esfumó echando humo por las alquitaras y al marqués metieron preso. Los corchetes miraron por qué Villena que tenía pacto con el diablo no se escapara aunque era hombre gentil y de buenas palabras y por ende decían dél en la corte de Segovia: " el Marqués de Villena ni palabra mala ni obra buena".

Tiempo adelante, siguió practicando la magia negra en sus calderos. Con sus adrollas y embustes tenía cautiva la voluntad del Rey Nuestro Señor el Cuarto Enroque. Fue el primer noble en tener tratos con los diablos y concretamente amigo suyo del alma era un diablo cojuelo que era feo y corcovado y que echaba una peste a azufre que tiraba para atrás pero más listo que el hambre lo sabía todo del mundo. La fortaleza de Satanás está en la sabiduría. Es muy viejo y los tratadistas por eso le llaman el cálido y el antiguo. Ha visto mucho al rodar de los siglos.. Sin embargo, el demonio su punto flaco tambien tiene. Como siempre engaña, se le ve el plumero.

Por lo visto fue el marqués de Villena en consorcio con el Heraldo de las Tinieblas el que construyó el acueducto en una noche. Don Juan de Pacheco se había prendado de una moza muy garrida y salerosa cuyo pesar en la vida era tener que bajar al Eresma,
atravesando la ciudad, con su cántaro a la cabeza para ir a llenarle de agua a una fuente que llamaban de san Geroteo muy extramuros sita en un calvero del bosque del campillo. Por verano ese raudal se secaba y la moza tenía que bajar hasta las riberas del Parral donde el De Pacheco se estaba construyendo una casa para sus frailes.

Águeda se llamaba la interfecta y servía como ama de llaves en cá un cura. Llevaba muy a mal tan trabajoso menester y una noche el diablo disfrazado del marqués de Villena salió a su encuentro y le espetó sin más ni más. Yo te llevaré el agua a la rectoral sin que tengas que ir y venir cada tarde al hontanar. Construiré una larga cañería y podrás tener todo el agua que tú quieras a cualquier hora del día. Aún no se había descubierto el grifo.

―Me lo pensaré

―Doyte tres días de plazo

―Al amo he de consultar

―A nadie se lo dirás

―¿Por qué?

―Porque ese cura es andaluz y al andaluz haz la cruz y a mí no me gusta ese garabato, ya sabes

―Bueno, bueno ya veremos

Sin embargo, allende horas veinticuatro la moza y Pedro Botero concertaron un contrato.

―Yo te construyo el albellón que nunca vieron los siglos y a cambio tú me entregas el alma. Serás mía.

―Y yo te pongo una condición que la obra esté terminada en una noche.

―Vale. Convenido ―dijo Belcebú

―Si en ese plazo la terminas yo me casaré contigo

El diablo embutido en el cuerpo del Marqués de Villena ya se relamía de gusto ante la prospectiva de gozarla. La chavala ciertamente estaba como un tren o mejor dicho como la carroza de n rey porque a la sazón tampoco se había inventado el tren. Trato hecho. Vengan esos cinco. Cuando amanezca el día de mañana que es viernes tú tendrás llenas tus tinajas y el agua no te faltará para beber, para guisar, para limpias las letrinas. ¿Y para bendecirla? El diablo se puso frenético, porque su mayor horror era el agua bendita, al escuchar aquello y por eso hay tanta suciedad y roña en las calderas de Pedro Botero.

Los inquilinos del Orco no se lavan jamás. O eso no. Nunca mentarás tal palabra. Agua bendita.

Águeda entonces se persignó y a don Juan de Pacheco por poco le da el telele. Sin embargo a trancas y barrancas y tras muchos dimes y diretes llegarían a un consenso pues famosas fueron en la Castila de su tiempo las ardides y habilidades del marqués. Era el valido de Enrique IV un experto en la forja de pactos y de consensos. Bien pudiera haber sido militante de la UCD y sacando a plaza toda la artillería de sus persuasivas convenció a la moza del cántaro y alma de cántaro a que formase el papel en el que ponía convengo por la presente a ser tu mujer etcétera… si tu me construyes y elevas hasta mi morada la casa de mi tío el señor deán una acequia.

El diablo con las prisas y rebosante de lascivia pronto iba a tener a mano una perita en dulce no había leído la letra pequeña y una cláusula que decía que el acueducto tendría que ser levantado en una noche. Selló y lacró el documento con balduque como si fuera un diploma regio o una carta emplomada.

De acuerdo. Tenemos que darnos mucha priesa. Yo a mi disposición tengo cien mil obreros. Esta misma noche, todos
estarán en el tajo. ¿Adonde va vuesa merced ahora? Pues a Arévalo, tengo que ver por allí unos amiguetes que celebran una tenida. Comeremos tostón en un mesón de la villa y después del almuerzo vengo volando. ¿Entendido? No faltaba más. Don Juan de Pacheco, como buen ángel caído, poseía el dote de la bilocación. Podía estar en dos sitios a la vez, trasfigurarse en un instante.

Arévalo era un centro de conspiración. Allí por las artes mágicas de quiromante, el marqués podía volar por los aires.

habían montado meses antes de este suceso un tingladillo y pusieron encima de un pavés un monigote que era una caricatura del Rey, colocaron en la tarima un monigote y lo destronaron y nombraron en su lugar como rey de Castilla a su hermano Alfonso XII.

Aquella pantomima conocida en la historia como la Farsa del pelele de Arévalo dio lugar a una terrible y sangrienta guerra civil que terminaría con la abdicación de don Enrique y la cesión del trono a su hermana doña Isabel. No hay mal que por bien no venga.

Águeda, estando en estas zozobras, cuando Satanás se fue a hacer sus cosas, quedó un poco aturdida y arrepentida. De vuelta a casa encendió una vela a la Virgen de la Fuencisla. Madre de los cielos que libraste a María del Salto de los infames sacame a mí de este apuro Madre Bendita.

Y sucedió que don Juan frotándose las manos, después de su aquelarre en la capital de las Morañas, regresó volando a Segovia en el atardecer y allí estaban establecidas as cuadrillas, los picapedreros, los boyeros que transportaban los sillares desde las canteras de Valdevilla, los barreneros, los del buril y del cincel, los carpinteros fumistas. Toda la tropa del infierno se puso manos a la obra.

La impresionante estructura con sus mas de ciento sesenta ojos que serían luego una de las maravillas del mundo iba a ser edificada en una sola noche por arte de magia y las tercerías o malas artes de don Juan Pacheco testaferro de Belcebú pero tambien Belcebú con las prisas puede meter. No se había visto tanto trajín. Nadie oyó hablar de tanta pericia en el manejo de la llana el cartabón de la plomada. Los últimos parroquianos de las tabernas de Segovia que con un jaro entre los labios y una baraja entre las manos se asomaban a la puerta de las tabernas e iluminaban con un candil aquella escena. Eran testigos de la gran azofra. ¿Irían a abrir una brecha en la montaña? Bo, dijo un mesonero que se llamaba Cándido y miraba la obreriza parapetado detrás del mostrador de su figón viendo caer monedas al cajón: maravedíes y doblones que les derramaban los soldados en sus consumiciones. Segovia fue desde los romanos plaza de asiento de las legiones lo que le da un aire mitad militar y mitad castrense. Nos va a hacer un puente un puente que no necesita río― sólo una acequia que va por arriba― pero será una cosa grande. Así habló el mesonero famoso por el cochinillo que preparaba ak horno. Nunca se había visto tanto trajín Previamente con un berbiquí taladraban los lingotes que quedaban acoplados al salmer y al contra salmer mediante taladros de plomo. La cimbra del arco de medio punto era perfecta. Esto es el no va más. Obra de romanos. El diablo se había propuesto devolver a los segovianos una replica exacta de la fabrica que mandó edificar Augusto.

Subían y bajaban las piedras elevadas por poleas y otros ingenios buscando el garfio que los juntaba a una velocidad de vértigo. Águeda que espiaba la construcción de rodillas mientras rezaba a la Virgen de la Fuencisla orando ardientemente para que se le perdonase su pecado. Ay, madre, buena, la hemos hecho. Prefería ser la coima del deán a la mujer del diablo y virgencita, virgencita, que me quede como estoy, prometió en aquella febril noche de los encantamientos ir descalza a Compostela a arrodillarse ante la tumba del Apóstol, juró hacer mil limosnas,
llevar cilicio un mes, pidió que la emplumaron por haber caído en aquella irrisoria tentación, y a medida que avanzaba la madrugada daba ya la apuesta por perdida. El diablo trabajaba a destajo con una febrilidad que Segovia parecía la noche en que los americanos eligieron a Trump. Nadie se lo creía. Imposible que la hueste diabólica saliera derrotada. Todo te lo daré si ante mí te prosternas y me das alabanzas. Recordaba la frase de Cristo apártate de mí Satanás, vade retro. Sólo a tu Señor adorarás. Ella no había tenido la suficiente presencia de ánimo ante la llegada del diablo que incluso lo llevó en volandas al pináculo del templo y desde aquella atalaya le hizo contemplar todos los reinos y las naciones, el devenir del progreso, el avance técnico y todos los inventos que muchos atribuyen al acumen y la magia del Ángel Caído. Cristo fue tentado y venció. No así el ama del cura. La carne es flaca.

Mientras tanto se desarrolló una actividad frenética de golpes y voces que alarmaron al vecindario. Las mujeres salían a la calle en camisón y se preguntaban unas a otras qué pasa qué ocurre. ¿Se acaba el mundo?

―Qué, bah. Estamos trabajando. Nosotros somos unos "mandaos".

Desde los tiempos del moro Almanzor que destruyó el acueducto romano y de él no quedo piedra sobre piedra no se vio cosa igual. ―Deben de ser los del ayuntamiento que como es verano están en obras y quieren poner la ciudad patas arriba- explicaba a su vecina una dueña descreída.

Todo la noche se escuchó el lamento de la lechuza, se sentía volar aves hacia no sé donde y los ruidos de las carrerillas y los reniegos de los obreros llegaban mezclados con un olor a azufre. Los entendidos en exorcismos comentaban que era evidente que por allí andaba el Pateta que volvía a tentar a Nuestro Señor Jesucristo... todo te lo daré si te prosternas ante mí y me adoras.

Las legiones infernales habían subido a Segovia y se habían puesto manos a la obra. Iban los areneros arrimando material. Los esportilleros porteaban yeso en sus artolas. Los boyeros vascos llegaban de los montes arrastrando piedras.

En lo alto del andamio estaban los encofradores del barrio de San Lorenzo muy duchos en albañilerías todos ellos moriscos y que para mayor honra de Alá desobedecían a los maestros de obra y revocaban las fachadas sin colocar jamás la figura humana o animal porque dice el Coran que eso es idolatría y esgrafiaban los muros con gran pericia y paciencia experta poniendo unas simetrías que simulaban los brotes de pámpanos y arrequives floridos, de una geometría esotérica y al revés. Para hacer más llevaderos los trabajos canturreaban lilaila y aires de su tierra que los cristianos no entendían. Eran jarchas. Pero allí osaban los areneros de Tejadilla con sus carromatos, los panaderos de Encinillas con sus bodigos para que comiera el personal. Don Juan había mandado traer tallistas orensanos, rudos mozallones trabados de hombros como bargueños y altos como castillos con la cabeza grande y las narices romas.

Ellos hablaban en su fala añorante. Uno le preguntó a otro que cual fue la causa por la cual fue condenado al fuego eterno.

-Eu carayu. ¿E tú?

Un gallego no cambia su estructura mental e incluso en el infierno; es capaz de responder a una pregunta con otra pregunta. Y el que quiera saber más que vaya a Salamanca. Los dos personajes permanecían subidos a una escalera. Nadie podría saber-así eran de prudentes- quien de los dos subía y quién bajaba. Pero los dos machacaban el canto con suma destreza. Uno de aquellos orensanos debía de ser pariente de Mariano Rajoy con su filosofía de que "el que aguanta gana".

Una meiga se acercó entonces al grupo de los gallegos y les entregó una orza que más bien era un cántaro llena de ribeiro.
Tras algunas libaciones los galeotes de la galaico cornisa empezaron a parlar a puñados y se mostraron dicharacheros y amables los que antes anduvieron reservones. No hay nada como una buena jarra del de Rivadavia y una empanada de hojaldre para hacer decir a un gallego lo que piensa. Ah la mia mai, so fillodo demo... El gallego preguntado subió al patíbulo condenado a muerte por un juez eclesiástico. Había matado al obispo de Compostela por haberle encontrado encamado con su mujer. El preguntante había sido cuatrero pues procedía de la zona donde se celebra la rapa las bestas. Lo pescaron en una feria de Medina con una partida de cien acémilas robadas. Fue sometido a tormento de amputación de las dos manos por amigo de lo ajeno. Con tal de tomar un poco el aire y respirar los vientos de Segovia que le recordaban los airiños verdes de a sua terra no les importó tomar parte en aquella magna obreriza aunque el Marqués de Villena les estaba haciendo trabajar como burros. Eso de construir el acueducto en una sola noche, tela marinera. ―Largo me lo fiáis. Eu carallo.

Las cuadrillas de vizcaínos también eran muy interesante y aunque no armaban tanta bulla como los de las Rías Bajas, pues es su costumbre hablar bajo y cantar alto se distinguí por el esmero que ponían con sus yuntas de bueyes en el acarreo de las moles de granito. Cruzaban apuestas sobre cuál era la mejor yunta de bueyes y a ver quien llega antes. Hablaban entre ellos su gacería sin que les entendiese nadie. Venida la alborada, estuvieron ya casi todas las arcadas dispuestas. Y sólo faltaba un arco cuando el sol empezó a lucir por las quebradas de la cordillera. El diablo perdió el pleito y la dama del cura se puso tan contenta que decidió como agradecimiento abandonar el mundo y profesar en Santa Rita. Llegaría a ser tutora de la Reina Isabel de Castilla y fue nombrada abadesa. Todos en Segovia contaban como una hermosa leyenda la historia de aquel milagro y cuando oían hablar del Marqués de Villena escupían para arriba. Ah el Marqués de Villena ni palabra mala ni obra bue

suecia