SHAKESPEARE THE
WINTERS TALE UN CUENTO DE INVIERNO
El año 1964 celebrábase el cuatrocientos aniversario del nacimiento de William Shakespeare 1564/1617 y aquel verano hice mi primera visita a aquel país de mis sueños y encantamientos. Estudiaba segundo de carrera y aprobado los Comunes opté por matricularme en Filología Inglesa una especialidad nueva. Fuimos los primeros en abrir brecha con profesores como Sánchez Barba, Emilio Lorenzo sir Jack Tressey White White, steban Pujals, Emilio Lorenzo, la Gamero y otros ilustres del aquel magnifico cuadro de profesores. Me apunté por el verano a un campo de trabajo, que tenía algo de campo de concentración, pasé hambre, cansancio, frío, murria, pero empecé a escuchar la música de los Beatles. En la rubia Albión iba yo a encontrar el amor un amor para toda la vida, pero desgraciado e ideal como todo lo poético. Amor hasta la muerte. La dueña de mis pensamientos es ahora una dulce viejecita inglesa con sombrero floreado y vistosas haldas de colores, ya no usa minifalda, de la cual he podido saber gracias a la varita mágica de internet. Conserva para mí toda la belleza de su juventud en la senectud y sobre todo el sentido del humor. No ha querido saber nada de mí tenemos una hija en común que es clavada a ella y a mí como dicen los franceses elle est son père crachè. El campo de trabajo estaba en un pueblo llamado Fradbury en el condado de Evesham ciudad episcopal y de Stratford. Al pueblo donde nació el genio acudí varias veces. Quise entrar en una taberna pero a la entrada del pub había el siguiente carte “Not plumpicekers” y yo había ido a aquel campo de trabajo a coger ciruelas pero solo había fresas para hacer mermelada. England made me diré con Graham Green. La visita a la tumba de uno de los más grandes literatos del mundo en la cerca que rodeaba a la iglesia fue otro hecho que me marcó para toda la vida. Una inscripción que decía:
Good
friend, for Jesus sake forbear
To
dig the dust enclosed hear
Blessed
be the man who spares these stones
And
cursed be the one that moves my bones
Es un pasaje de
Ezequiel. “Et ossa mea non conteretur”
(no avientes, Señor, mis huesos) Este epitafio acredita el catolicismo críptico
del poeta en medio de las luchas religiosas del tiempo isabelino. Inglaterra era
la tierra de Merlín de los caballeros andantes, del amor romántico. Aquella tierra
me captó para siempre. Años adelante Rusia lo haría en otro sentido. Yo amé a
una Inglaterra acaso desparecida pero que en mi espíritu soñador sigue vigente.
Es como un bello madrigal con una larga coda iluminado de gracia celeste, armonía,
filocalía como el Winters Tale de William Shakespeare
Continuará
miércoles, 28 de
febrero de 2024