ANTE LA FIESTA DE SAN FRANCISCO DE SALES Y DE SAN JUAN BOSCO, SANTOS DE LA EDUCACIÓN, LA PALABRA Y LA SENCILLEZ. ESCUELA Y TALLER. PAN Y TRABAJO NADA DE LIMOSNAS.
Los medios
de comunicación han descubierto un papado global que, al tiempo que lo ensalzan
lo destrozan (tácticas del maligno) que no empañan su grandeza, basada en su
esencia como morada de la fe, la caridad y el perdón, precisamente el mal del
que adolecen nuestras sociedades postmodernas. Hubo un tiempo en que contó con
el apoyo de los granaderos de Dios, los jesuitas, pero hoy esos guardias de
corps de la Iglesia han perdido vigencia. Se esconden en la retórica
vaticanista o iglesia exterior cuyos pasos se mueven en otra dirección a los de
la comunidad de fieles del pueblo de Dios, los que sufren, los desvalidos, los
ignorantes, los encarcelados, los oprimidos, los que han hambre y sed de
justicia y soportan males físicos o
marchan cubiertos con el baldón o el escupitajo de la calumnia.
Quizá la
iglesia necesite menos encíclicas y más santos como san Juan Bosco (1815-1888)
aquel humilde cura de Turin al que
le tocó vivir el tiempo convulso de las logias de Cavour que fraguaron la unidad italiana. El papa Pío IX tuvo que escapar del vaticano
disfrazado de enfermero huyendo de las garras de los carbonarios.
Fue un
tiempo en que los jesuitas fueron acusados de ser espías a sueldo de los
austriacos. En medio de esa gran batahola de conspiraciones y de las temibles
sociedades secretas que han vuelto a asomar la gaita hoy el bueno de don Bosco basándose
en la espiritualidad salesiana "más vale una gota de miel que tres
cántaras de vinagre" se dedicó a reunir en su oratorio a todos los
pillastres de los barrios bajos de la capital del Piamonte (hoy Turin sigue siendo un bastión de las
artes diabólicas) y les dio cobijo, trabajo, un oficio, una cama para dormir,
una mesa para alimentarse y un banco donde prosternarse a los pies de María Auxiliadora,
la gran protectora de la obra salesiana esparcida por todo el mudo.
Su filosofía
era muy simple y parecida a la solución que preconizaba Joaquín Costa para la
regeneración española: despensa y escuela, taller y labor, una moral para
defender la familia. Y su propuesta caló hondo. Claro que don Bosco el padre de
los birichini era un santo y contaba
con el respaldo de la Auxiliatrix
protectora de la iglesia. Así venció al demonio. Todo muy simple.
La grandeza
de la iglesia romana se basa en la liturgia que es el corazón de nuestra fe, la
longanimidad, la paciencia y el perdón. Justamente, lo que está haciendo la
iglesia rusa y lo contrario con que nos han venido aburriendo y cansando las
poderosas sotanas vaticanas. Hay que volver a las raíces. De poco sirven las
reformas accidentales si no nos convertimos de corazón. Que los clérigos
vuelvan a emprender su labor educadora sencilla y oculta pero eficaz, nada de
candeleros.
Roma
necesita menos encíclicas, menos concilios que no han traído la reconciliación,
y más santos. Juan Bosco al que le debo la educación de mis hijos es el
paradigma. Ante su presencia sobran los populismos y las embestidas o
aquiescencias maquiavélicas de los que se denominan los "granaderos de
Dios".
La función
de la iglesia es subsidiaria de la del estado, ha de practicar la misericordia
con todos, pero no puede ser una ONG sujeta a las manipulaciones de las fuerzas
oscuras. Pero tengamos esperanza; pese a nuestros pecados de voluntad o de
omisión, tanto de fieles como prelados incluso papas, la Auxiliadora nos
brindará su protección contra las sociedades secretas.
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