Heinrich Böhl MI ENTUSIASMO Y DECEPCIÓN POR ALEMANIA
Una novela de Böhl; es un excelente narrador que cuenta las peripecias y sufrimientos de la Wehermacht en la ocupación de Rumania, Chequia y Hungría.
Los hados dispensaron a los escritores de aquella nación el privilegio o el castigo de participar en una contienda donde se trataba de evitar la muerte de civiles. Fue la mayor ocasión que vieron los siglos. Era una pugna a cara de perro entre soviéticos y germanos.
Ahora bien, cuando entraban las tropas en las ciudades ora rusas o alemanas eran los civiles quienes sufrían la pecorea de la soldadesca, eran violadas las mujeres. En el este, niñas púberes y viejas de ochenta años eran deshonradas. La violación es un arma de guerra, de todas las guerras y esto lo cuenta Bohl en sus novelas.
Y es el huso sobre el cual da vueltas de Trummer Literatur (literatura de los escombros) los soldados vuelven del frente y encuentran sus hogares destruidos y la cama caliente.
Sus mujeres se hicieron amantes de los norteamericanos según refleja Draussen vor der Tur de Wickhart una de las novelas más impresionantes pese a su brevedad que se escribieron en el pasado siglo. Cojos, mancos, tuertos y tullidos regresan. Sólo unos pocos escritores audaces se atrevieron a poner en letras de molde los sufrimientos del holocausto alemán y ruso.
Casi cincuenta millones de hombres. Como la historia la escriben siempre los vencedores, esa parte del quiñón no interesa, por ir en detrimento de otros seis millones y las cifras no me parecen exactas o bien exageradas. Y no lo diré, porque los neos de la inquisición me mandarían al quemadero. La épica de Hollywood oblitera esa parte de la historia. Wickehart se suicida. Bohl en cambio trata de sobrevivir, se hace carpintero en su ciudad Múnich y manda cuentos y colaboraciones a las revistas, rompe con la iglesia católica antes de convertirse en best seller de la Europa de postguerra. En 1973 gana el Nobel.
Sus agrias reminiscencias de aquella hecatombe nos las refiere con contundencia e impasibilidad. Siempre fue un lobo solitario y estando entre lobos aprendió a aullar con la manada. Cry wolf.
Y a los vencidos les sientan bien las epopeyas. Ni ingleses, ni americanos, ni rusos, cuentan la catástrofe con el tono épico de los novelistas de la generación de la Escombrera.
Paradógicamente y como en España siempre remamos contra corriente fueron los vencedores y no los vencidos los que dan a la literatura en castellano una impronta épica de la cual carecen los rojos si exceptuamos algunos casos concretos como el de Barea "La Forja de un Rebelde" o a Ramón J. Sender en Crónica del Alba hasta el punto que a día de hoy nuestra novelística es anodina, ramplona, mandarinera y casi al punto de desaparecer.
Les falta el "pathos" y ese ardor guerrero (hoy la infantería honra a su patrona) para morir o vencer. Aunque me licencié en Filología Inglesa, a mí siempre me apasionó la lengua alemana por sus características sintácticas, el hipérbaton, los verbos compuestos de preposiciones pospositivas, no obtienes el sentido semántico de una cláusula hasta el final de la frase.
Viví mi infancia entre militares que habían pertenecido a la Blau, el militarismo español siempre se adhirió al espíritu prusiano y en las novelas de Bohl nos encontramos maestros de escuela que ascienden a sargentos o cabos primera y pintores de brochas que mandan una compañía de zapadores y ganan la cruz de hierro.
Paritariamente, trabajé como consultor de idiomas en la universidad de York y fui profesor de español en una comprehensive School de más de mil alumnos, donde la asignatura básica después del inglés y del francés era el alemán.
Mis alumnos sabían más de Goethe y de Holdering que de Cervantes, a pesar de vivir en una ciudad como Hull que había sido arrasada por la Luftwaffe.
De regreso a la patria me matriculé en Germanisitica en la Complutense.
Volví a sentarme en aquellas sillas cangrejas como treinta años atrás. Fue un desastre. De la Alemania que yo admiraba no quedaba rastro. Además, al frente del departamento de Lengua Alemana estaba Cerrolaza un bolchevique, el cual impartía consignas a los profesores para que me catearan.
Así que, aburrido, hice mutis por el foro.
Hoy día me manejo bien en el alemán escrito. No puedo decir lo mismo del hablado que me parece un idioma bárbaro, parece que ladran.
Tampoco entiendo a los germanos de hoy que nada tienen que ver con aquellos héroes de hazañas bélicas de mi niñez que se llamaban Hans, Wilhem o Frieda. Los buenos de la película pasaron a ser los malos pero el honor del soldado alemán me parece a mí quedó intacto ¿Frau Merkel con su política con los Fluchtlinge (emigración) perpetró la gran traición vendiendo su Heimat a los americanos por un plato de lentejas? Ahora la buena señora, que me parece tuvo por padre o por padrino a un rabino, parece recluida, nadie volvió a hablar de ella.
Y lo peor de todo es que en Alemania, si pones reparos a la gran cuestión histórica del Choah puedes dar con tus huesos en la cárcel.
¿Es ello libertad de opinión? Cuando te adentras en las páginas de cualquier libro escrito en el idioma, el temor se vuelve verdadera obsesión, planeando sobre sus páginas, planeando, cual nube negra, cargada de amenazas.
Si te declaras negacionista se acabó tu carrera. Eres un apestado. Te quedas a la intemperie:
-Drausen vor der Tur (Al otro lado de la puerta) A la puta calle. A la mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario