2024-05-24

 

LA BUSQUEDA DEL PARAISO EN PALACIO VALDÉS III

 

Et in Arcadia ego (yo en el paraíso) frase homérica es el norte que guía la escritura del gran novelista astur y esa querencia trasciende la trama y el estilo majestuoso y exacto dentro de su sencillez del Idilio de un Enfermo, que es obra de juventud. el protagonista Andrés tiene algunos rasgos autobiográficos del novelista. En su llegada a la rectoral de Riofrío un pueblo de las brañas la prosopografía (el rostro) de los caracteres en escena realiza un verdadero tour de forcé inigualable dentro de la literatura castellana. Don Fermín el tío cura de mirada feroz que asusta cuando habla, hombre de campo, cazador, carlista y respetuoso con la tradición, que habla de las manzanas de la pomarada de las pipas que se recogerán en la cosecha de este año mientras se pone el amito “merear, domine, portare manipulum fletus et doloris”[i] o la estola “Redde mihi stolam inmortalitatis quam perdidi” [ii] oraciones que fueron suprimidas por el Vaticano. La descripción del ambiente, del paisaje y del `paisanaje en esta misa dominguera de finales del siglo XIX que uno parece estarlas viviendo y yo casi en mi infancia cuando era monaguillo las viví. Los hombres a la derecha y las mujeres a la izquierda nada de mezcla de sexos como en las mezquitas y en las sinagogas. El sermón de don Fermín un cura feroz que parece asustar a la feligresía luego es un manso cordero y se despacha a su gusto contra los que van el domingo a la yerba y no guardan las fiestas de la santa madre iglesia prometiéndoles las llamas del fuego eterno por su iniquidad. Los hombres que salen al cancel a echar un cigarro durante la homilía, otros que bosteza con tanta fuerza que parecen desencajársele las mandíbulas. Humor, respeto a la tradición y los ojos que se fijan en el forastero recién llegado de Madrid. Hay una moza que lo mira con mucho disimulo. ¿Quién es esa? Pregunta Andrés a Celedón. Ni caso. Esa es una yegua. Pero ¿cómo? Pues de remate a la hija del molinero la requerirá de amor el protagonista. La descripción del huerto de la rectoral y de los mansos es un tour de force. Hay detrás un bosque y el autor nos da detalles de cada uno de los árboles con esa solercia de buen naturalista (no se puede escribir una buena descripción sin acertar en el palabrero, quia in Arcadia ego et in principio erat verbum) ahí va esta perla… los mansos de la casa curato eran una catedral vegetal donde el viento rezaba maitines, vísperas y completas susurrando salmos:

 “Véanse soberbios plátanos de espléndido ramaje con sus anchas hojas erizadas de picos; magníficos olmos de oscura copa tallada en punta como las agujas de las catedrales; grandes y robustos castaños de aspecto patriarcal exuberantes de salud y de frescura, al lado de abedules de blancos troncos. Había también acacias sosteniendo una inmensa bóveda de hojas; numerosos fresnos de elegante figura representando la pulcritud clásica; espineras silvestres, álamos. Tejos, un moral que fructificaba en junio. Y otras varias clases de árboles fraternizando con el pedazo de tierra de los mansos o propiedades de la rectoral” et in Arcadia ego. Soberbia descripción. Quiso el destino o la providencia que a mí me tocara una parcela de tierra de nuestros mayores con un bosque de castaños, robles y laureles. Un día cuando regresé a Asturias en una de mis muchas convalecencias hallé que uno de esos castaños de troncos retorcidos de nuestra finca que debía de ser milenario y que conoció el paso de las legiones romanas por mi braña alevosamente había sido talado. Lloré a lágrima viva y maldije al dendricida porque los árboles para mí son como mascotas, tienen vida. Por eso y por mucho más la obra de don Armando es señera. Enseña la sabiduría de la ecología y del clima. Tales atentados contra el medio ambiente (vender la tierra a los especuladores, renunciar a nuestros bienes raíces dejándolas en manos de las inmobiliarias usureras) supondrá el fin del mundo la extinción de la vida en el planeta tierra.

 

24/05/2024



[i] Merezca, señor, portar el manipulo de llanto y dolor

[ii] Devuélveme la estola de la inmortalidad que perdí por el pecado

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