ROMEO & JULIET. ESCENA DEL BALCÓN. EL JARDÍN DE LOS CAPULETOS II
Me entretengo en
los tiempos de odio y guerras que corren leyendo a Shakespeare. Su mensaje de
amor y humanidad es valedero para el hombre y la mujer de todos los tiempos.
Este inglés acaso sea el mayor escritor
que ha pasado por la tierra.
En Romeo y
Julieta su gran himno al amor el segundo acto después del baile de máscaras es
la escena del huerto de los Capuletos, Julieta presiente su desventura:
— “Mi lecho de bodas puede ser mi féretro”.
Así y todo se asoma a la ventana y ve a su amante
dispuesto a saltar la tapia y escalar su ventana. Es la madrugada.
— “Araise, fair
sun and kill the envious moon”.
Realiza un canto
a la virginidad “vestal livery”. Quisiera tenerla entre mis brazos, ser el
guante de su mano. Pocos episodios de escarceos amorosos pueden compararse
poéticamente a esta escena del balcón que sella el climax del drama.
Es un dialogo sin
parangón en el cual Julieta se lamenta de que ella sea Capuleto y él Montague.
— “Oh Romeo doff
thy name and for thine name which is not part of thee, take all myself”[1].
Sublime lenguaje.
Shakespeare utiliza un idioma de alto coturno, el inglés de
la época isabelina, tan complicado como elegante y poco asequible a la jerga
común de nuestros días. Bien se dice que toda la obra de este supremo escritor
posee la elegancia del cisne. Replica Romeo que odia su nombre y su apellido y
que desearía ser bañado en las aguas bautismales de su amor para ser un hombre
nuevo.
-¿Pero cómo has
llegado acá, de qué manera escalaste esta tapia? Si alguno de mis parientes te
descubre, serías hombre muerto.
—Hay más peligro
en tus ojos que en treinta de sus espadas. No les temo a ellos. Te temo a ti.
—¿Cómo es que
llegaste aquí?
—Cupido me trajo
volando entre sus alas.
La escena del
balcón se repetirá entre los amantes de todos los tiempos. El amor podrá
convertirse en desamor y en muerte pero seguirá venciendo a la guerra. Al odio,
a la envidia, a la peste
continuará
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