2025-01-21

 




PASIÓN POR SANTA CRISTINA DE LENA

 

 

Es un misterio y no sabría la razón por la cual me atraen Aquellos montes. ¿Será que en Pôla Lena gané un premio de cuentos ex aequo con la hija de Evaristo Casariego una morena guapísima que se parecía a la que luego sería mi esposa después de dar tantas vueltas? Designio de los dioses. Yo creo en el fatum latino en el schiskal alemán y en el sudba ruso. Nuestro destino está escrito en la estrellas y una fuerza telúrica me arrastraba hacia aquellos sptentriones el emporio del cristianismo mozárabe del cual soy pregonero y heraldop. La última vez ya vieyín y con garrota subí la cuesta que conduce hasta la ermita digamos que fue una catedral prerrománica consagrada por un obispo arriano. La primera tenía yo veinticinco años y durante unas vacaciones me acerqué en mi seat seiscientos recién comprado después de trasegar la mejor sidra de una espich









































a que manaba de los toneles de una bodega en el pueblo tramontano de Pajares. Allí estaba al cabo de tantos años como un enigma en medio en medio del paraíso. Canté el credo de Nicea en ñlatín y la guardesa del recinto una señora muy amable preguntó:

─ ¿Es cura?

Y MJ dijo:

─Sí pero se salió

 La señora repuso:

─Igual que el mío. Estos llevan a aquella iglesia en un altar portátil.

Era la de antes, de largas misas en latín y buen canto gregoriano. Usted lo ha dicho.

No olvidemos que la iglesia tiene dos mil años pero ahí está el ara del obispo a la entrada del iconostasio que consagró el obispo Donato en la fiesta del apóstol Pedro.

Por las escaleras laterales se sube al santo sanctorum que debió estar tapado con unos cortinajes dorados y detrás el coro.

El templo es íntimo y pequeñito un sitio adecuado para el canto y la plegaria. Dejemos a la luz que penetra por los ajimeces y vanos.

Los templos de Bizancio carecen de sacristía.

El prelado se reviste junto a los fieles mientras penetra por la puerta abierta la brisa del campo.

El murmullo de la hojas de los castañares y de los abedules movidas por el viento, el balido de la oveja, el mugido de la cabra, el campesino que pasa a la labor en su carreta y se santigua.

 Que santa Cristina de Lena nos valga.

¿Hará el milagro de revivir a la SRI adormecida en tanta crisis?

¿Resucitará nuestra fe como está pasando en Rusia?

Yo quisiera oír cantar entre estas  angostas paredes el evangelio y la epístola en la voz de los diáconos (un barítono y un tenor insuperable)

 Como ayer en Moscú el moldavo Konstantin y el ucraniano Platonov en la misa de la bendición de las aguas.

Un sueño que albergo mientras se esparce mi mirada por el pando encajonado entre dos montes por donde la autopista corre.

Adiós, Pola Lena, hasta más ver

 

martes, 21 de enero de 2025

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