PASIÓN POR SANTA
CRISTINA DE LENA
Es un misterio y no sabría la razón por la cual me atraen Aquellos montes. ¿Será que en Pôla Lena gané un premio de cuentos ex aequo con la hija de Evaristo Casariego una morena guapísima que se parecía a la que luego sería mi esposa después de dar tantas vueltas? Designio de los dioses. Yo creo en el fatum latino en el schiskal alemán y en el sudba ruso. Nuestro destino está escrito en la estrellas y una fuerza telúrica me arrastraba hacia aquellos sptentriones el emporio del cristianismo mozárabe del cual soy pregonero y heraldop. La última vez ya vieyín y con garrota subí la cuesta que conduce hasta la ermita digamos que fue una catedral prerrománica consagrada por un obispo arriano. La primera tenía yo veinticinco años y durante unas vacaciones me acerqué en mi seat seiscientos recién comprado después de trasegar la mejor sidra de una espich
a que manaba de los toneles de una bodega en el pueblo tramontano de Pajares. Allí estaba al cabo de tantos años como un enigma en medio en medio del paraíso. Canté el credo de Nicea en ñlatín y la guardesa del recinto una señora muy amable preguntó:
─ ¿Es cura?
Y MJ dijo:
─Sí pero se salió
La señora repuso:
─Igual que el mío. Estos
llevan a aquella iglesia en un altar portátil.
Era la de antes, de
largas misas en latín y buen canto gregoriano. Usted lo ha dicho.
No olvidemos que la
iglesia tiene dos mil años pero ahí está el ara del obispo a la entrada del
iconostasio que consagró el obispo Donato en la fiesta del apóstol Pedro.
Por las escaleras
laterales se sube al santo sanctorum que debió estar tapado con unos cortinajes
dorados y detrás el coro.
El templo es íntimo y
pequeñito un sitio adecuado para el canto y la plegaria. Dejemos a la luz que
penetra por los ajimeces y vanos.
Los templos de
Bizancio carecen de sacristía.
El prelado se reviste
junto a los fieles mientras penetra por la puerta abierta la brisa del campo.
El murmullo de la
hojas de los castañares y de los abedules movidas por el viento, el balido de
la oveja, el mugido de la cabra, el campesino que pasa a la labor en su carreta
y se santigua.
Que santa Cristina de Lena nos valga.
¿Hará el milagro de
revivir a la SRI adormecida en tanta crisis?
¿Resucitará nuestra fe
como está pasando en Rusia?
Yo quisiera oír cantar
entre estas angostas paredes el
evangelio y la epístola en la voz de los diáconos (un barítono y un tenor
insuperable)
Como ayer en Moscú el moldavo Konstantin y el
ucraniano Platonov en la misa de la bendición de las aguas.
Un sueño que albergo
mientras se esparce mi mirada por el pando encajonado entre dos montes por
donde la autopista corre.
Adiós, Pola Lena,
hasta más ver
martes, 21 de enero de
2025
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