2020-05-12

GEORGE ORWELL UN ANARQUISTA QUE NOS MOSTRÓ LA CARA MAS BELLA DE INGLATERRA (3) 
England my England fue mi país durante los nueve años que transcurrí en las Islas Británicas y me hizo sentirme libre en medio de la escualidez de las casas con derecho a cocina los bocadillos de queso y cebolla el pan con margarina las innumerables tazas de té y simpatía, la estufa de gas devoradora de chelines de mi escaso peculio 
Recuerdo el frío que pasé en Hull la ciudad en que encontré el amor.  
Releyendo a Orwell me reencontrado con el mozo que fui el estudiante de Filología que quería ser artista y vivió una vida bohemia al filo de la navaja. Unos dedos misteriosos me aguantaron para que no cayera en la sima y ahora estoy aquí a un mes justo de mi septuagésimo sexto aniversario relativamente bien de salud tras haber pasado por las horcas caudinas de la peste china de dos pulmonías dobles. Eso sí; mordido por los recuerdos. Cuando se llega a una edad uno recapacita sobre los errores del pasado la gente a la que engañé ofendí y dejé en la estacada con mis egoísmos. “Down and out” parece un tráiler de mi pasado. Todas las grandes novelas te impulsan a que te identifiques con el protagonista el deuteragonista o alguno de los caracteres que desfilan por sus capítulos.  
Boris el ruso que trampea cojea a causa de una herida de guerra por Pigalle y se gana la vida de camarero en restaurantes dirigidos por judíos después de haber sido capitán de caballería en un regimiento de línea siberiano bajo las banderas del zar parece un retrato de mí mismo ahora que lo pienso. No hay nada más humillante que servir a quien sirvió. Boris es alto, mujeriego, muy religioso y supersticioso no sale de casa sin besar la estampa de san Nicolás o encender una vela a su santo favorito. Vive en una buhardilla, es mujeriego, las novias le duran una semana. Cuando se alejan las maitreses, vuelve al hambre y a la soledad en su chambre de Paris. Cuenta la historia de cuando él llegó a una aldea con su escuadrón durante la guerra civil viene a verle un judío ofreciéndole los servicios sexuales de una debuchka (adolescente). El capitán de dragones se niega ante la oferta que le ofrece el hebreo “No quiero puede pegarme una enfermedad venérea”  
No te preocupes capitán. La niña es virgen. Se trata de mi propia hija. Son diez rublos por pasar una noche con ella. 
Un gesto de horror y de asco determinó el desprecio de Boris como ruso blanco sentía hacia el pueblo errante. Los judíos en Paris controlaban la prostitución, el tráfico de narcóticos, las casas de juego, eran todos espías y comunistas. Los personajes de “Down and out in Paris and London” les acusaba de haber asesinado al zar y martirizado a su patria. Se queja de su mala suerte: “que tenga un oficial del zar lamerles el culo a estos malditos que son la escoria de la humanidad”.  
La novela pese a todo no es una invectiva antisemita. Vira hacia rumbos de denuncia social con ribetes, puntas y señales del genero picaresco (knavish roman). Aquí el protagonista es el hambre que pasan estos personajes y las ardides de las que han de valerse para sobrevivir en la Ciudad de la Luz en el periodo de entreguerras. 

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