TURGUENEV EL ETERNO ADOLESCENTE
Los que padecemos de cremnofobia (miedo a los abismos) y nos sumergimos en el vértigo de la verdad para conjurar el desaliento nada mejor que echar mano de los escritores rusos y entre ellos Turgenev es un caso especial.
Paradigma del escritor adolescente nadie ha cantado como él al amor puro y esa idealización de la mujer. Sus heroínas son fantasmagóricas. Sencillamente cuerpos de luz como las hadas de una aparición. Turgenev por otro lado es un “ z a p a d n i k i” o europeo, según la crítica, por oposición a Dostoievski, Tolstoi, Gogol o Chejov a los que se engloba dentro de la categoría de “v o s t o v k i”. con ellos Rusia país misterioso donde los haya (molde de un enigma) se orientaliza. Mira para la China y el Pacifico siendo la estepa siberiana y Vladivostok como puerto de salida al Pacifico. ¿Habrá que europeizar Rusia o rusificar la Europa ahora bajo la égida de Alemania?
¿Será verdad que África empieza en los Pirineos del mismo modo que Asia está a partir del Vístula? No lo sabemos pero yo leí mi primer libro de Turgenev en francés: “Adolescence”; yo recuerdo la portada aquel libro en la cual aparecía sobre cantos verdes un joven apolíneo tendido en la hierba de un lugar de la taiga vestido con una “rubaska” esa camisa que los barines rusos llevan hasta la cintura ceñida por un correaje, en actitud soñadora.
La delicadeza de aquel libro me sedujo para siempre porque dicen que Rusia es como un sacramento que imprime carácter. Otra característica de Iván Turgenev es su escasa preocupación cristológica. Las citas al evangelio escasean en sus libros. Era ateo. Tolstoi predicaba un cristianismo sin dogmas. Dostoievski bucea en el alma ortodoxa adentrándose en los misterios de la presencia del mal en el mundo y del pecado. Gogol a pesar de ser ucraniano describe como nadie todo el espléndido aparato de la liturgia satirizando y cantando a la vez al alma rusa. Es un cosaco. Un atamán rudo que pica espuelas a su caballo por la estepa y confiesa poder vivir sin mujer pero nunca lejos de su cachimba.
El habla de Gogol y de Tolstoi es campesina mientras que Turgenev descubre en sus libros su alma de aristócrata, su desprecio hacia la masa y a la fuerza bruta de los que vienen de la Horda de Oro y traen en sus calcaños y en sus espuelas el polvo o la nieve de la estepa. Un espíritu selecto tildado de decadente por los bolcheviques. Si hubiera vivido durante la revolución de octubre, Turguenev hubiera sido liquidado por la horda
Él prefería los balnearios alemanes y permite que sus personajes hablen en francés. Era francófilo. En Tolstoi y en Dostoievski surge contrariamente la eurofobia de vez en cuando. “Ni Paris ni Berlín ni Roma ni Londres nos comprenden. Volvamos grupas. Tomemos la rienda de la estepa”.
Es precisamente lo que está haciendo Putin cuya popularidad sube entre sus súbditos como la espuma. Las medidas económicas y la caída del precio del petróleo sólo ha servido para que los rusos viajen menos al extranjero y consuman más productos nacionales, anden con los chinos a partir un piñón y tomen el transiberiano toda una aventura el oriente express que en diez días y diez noches de traqueteo da con sus vidas en Vladivostok bonita y lejana ciudad. Del viejo dilema entre “zapadniki” y “vostovki” una duda histórica de la que Obama sabe muy poco organizando un bloqueo contraproducente. Turgenev sigue siendo el faro señero de la descripción de la naturaleza y el organizador del amor adolescente en sus novelas. Lo que nunca morirá. Leyendo esta tarde unos capítulos del “Diario de un cazador” he conjurado mi cremnofobia. Se me ha pasado el vértigo
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