QUEVEDO TEÓLOGO POLÍTICA DE DIOS Y GOBIERNO DE CRISTO
Es un libro denso, difícil de leer, en sus páginas salta la sorpresa de un Quevedo desconocido, profundamente cristiano, defensor de la catolicidad y de la monarquía. Lleva una dedicatoria al papa Urbano VIII y fue escrito en prisiones, cuando permaneció seis años en San Marcos de León, una celda lóbrega y húmeda a la vera del río Órbigo. Exhibe una gran paciencia y longanimidad y busca el consuelo de la Biblia y de la filosofía. Leía de corrido el hebreo y adorna sus páginas con historias del Viejo Testamento. Viene a decir glosando la figura del Rey David que la monarquía viene de Dios. ¿Por qué el Señor ungió a David y no a Saúl como cuenta el profeta Samuel?
Es la palinodia de Felipe IV, sobre cuya figura se deshace en recomendaciones y alabanzas. Hubo un teatino, el padre Pineda, que vitupera a Francisco de Quevedo: ¿Quién es ese escritorcillo para meterse en tales honduras teológicas sobre la guerra justa y la injusta?
Y el autor le contesta que estudió Filosofía y Teología y recibió órdenes menores en Alcalá, pero que desdeñó acceder al presbiterado. Debieron de gustarle mucho las mujeres.
En los mentideros de la época se decía que vivía amancebado con una barragana de la cual fueron habidos tres hijos. Luego su matrimonio canónico con una señora de Zaragoza culminaría en desastre. La idea fundamental que levita sobre las páginas de Política de Dios y Gobierno de Xto es la proclamación de la guerra justa.
Jesús envió a sus discípulos por el ancho mundo, sin alforja, ni manto, pero también dijo si no tienes espada, compra espada. Etsi gladium non haberis emite gladiun… el arconte ha de proteger a sus súbditos de la invasión y atropellos de extranjeros que matan, roban y violan a sus mujeres.
Este gladium o espada del que habla nuestro redentor es una condena del buenismo vaticanista. ¿Es Bergoglio un caballo de Troya capitaneando a la ciudadela de la cristiandad? ¿No está Putin en su derecho a preservar Crimea dentro del mapa ruso? El libro de Quevedo entra en sintonía con la escuela teológica de Salamanca, que mantenía que la guerra justa pertenecía al Derecho de Gentes.
Ahora lo llaman humanos derechos. No sé por qué y el que no quiera reconocerlo a la vuelta lo venden tinto.
Quevedo no se atrevió a publicar este texto en vida, que es póstumo. Con la edición del Buscón y los Sueños se labró fama de poeta juguetón y descreído, grosero y marrullero. Su genio le acarreó no pocos enemigos.
Pero ocultaba en sus entresijos la belleza y altura de miras del alma castellana. Era el representante del riñón, esa España oculta y olvidada a la que siempre desde arriba la obligan a bajar los brazos y a rendirse.
He aquí un determinante compendio de la más profunda teología
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