LA BILOCACIÓN O LA PRESENCIA SIMULTÁNEA DE LA MISMA PERSONA EN DOS SITIOS DISTINTOS Y DISTANTES
Homenaje a la venerable María de Jesús de Ágreda y a la beata Esperanza de Jesús
La Conferencia Episcopal Española, en su CVI Asamblea plenaria (noviembre, 2015), ha decidido reanudar el proceso de beatificación de la venerable M. María Jesús de Ágreda, verdadero paradigma del fenómeno físico de la mística, llamado “bilocación”. Dedico esta bitácora también a la beata Esperanza de Jesús, porque es de nuestro tiempo (fallecida en al año 1983), la mujer y santa del Amor Misericordioso, en sintonía nítida con el Año de la Misericordia, que, en su himno, nos invita a ser “misericordiosos como el Padre”. He tenido la suerte de conocer a testigos – algunos muy cualificados- de sus bilocaciones. Por ello puedo describir su proceso. Además, ambas son españolas y santas, aunque todavía no lo sean canónicamente declaradas.
Como bibliografía general, cf. la biografía de su autora (en gran parte autobiográfica) el “Tomo V” de la Mística Ciudad de Dios, (Juan Gili, Madrid 1985, 544 páginas), citado por Biografía más el número de la página o simplemente el número precedido de p. = “página”, pp. = “páginas”. La muerte le sorprendió cuando estaba escribiendo su Biografía, que -en cuanto “autobiografía”- se quedó sin terminar); las otras obras de M. María de Jesús, citadas en el cuerpo de esta bitácora o artículo de Internet, las diversas “Declaraciones” de M. María de Jesús y los documentos e informaciones de los PP. franciscanos tras entrevistarse con ella o con los indios, que se conservan en la Biblioteca Nacional (Madrid) y su copia en el monasterio de Ágreda, así como la segunda versión del Santo Oficio (Inquisición española) del año 1650 con sus 80 preguntas y las respuestas de M. María de Jesús, conservada en su convento de Ágreda, también mi obra La evolución del universo, de la vida y del hombre (¿El hombre, compuesto de cuerpo físico o material, de cuerpo energético o inmaterial y de alma espiritual?), Intereconomía, Madrid 2009, pp. 245-305); Manuel Peña García, Sor María de Ágreda, Ingrabel, Ágreda-Soria 1997; Aimé Solignac, Multilocation en Dictionnaire de Spiritualité, X, Beauchesne, Paris 1980, col. 1837-1840 (= DS); Antonio Royo Marín, Teología de la perfección cristiana, B.A.C., Madrid 1954, 927-935.
- ¿ES POSIBLE LA BILOCACIÓN?
Un principio de la filosofía escolástica afirma: De facto ad posse valet illatio, sed non e contra, “del hecho (de la realidad de algo) a su posibilidad es válida el enlace o consecuencia, pero no al contrario”. Con otras palabras, de que algo es, puede deducirse que puede ser, pero no al revés, o sea, de que algo pueda ser no se concluye necesariamente que llegue a ser o que de hecho sea. El príncipe Alonso, hermano de Isabel la Católica, pudo ser rey de Castilla, pero en realidad no lo fue, pues murió a los 14 años de edad, y su cadáver y el de sus padres están enterrados en la Cartuja de Miraflores (Burgos). Si él no hubiera muerto prematuramente, no habría podido tener lugar el enlace entre Isabel y Fernando, ni entonces la unión de Castilla y Aragón, ni la unidad de España, etc.
Pues bien, ha habido casos de bilocación. Luego esta es posible. Sería metafísicamente imposible, que la misma persona se hallara al mismo tiempo en dos lugares distintos y distantes si, en ambos, estuviera en el mismo estado y condición. Pero no lo es si está de dos modos diferentes, a saber, en un sitio con el cuerpo físico o material y en el otro con el cuerpo energético o “inmaterial”, aunque no espiritual. Por eso, en esta bitácora -artículo de Internet- en primer lugar se describen varios casos de bilocación y luego se trata de interpretar o explicar este fenómeno y realidad, es decir, cómo es físicamente realizable.
En nuestros día la televisión facilita la comprensión de la “bilocación”. La figura e imagen visible en la pantalla televisiva “se separa” de los personajes o cosas televisados en un proceso en el cual se toman aspecto (imagen, sonido) de un acto ya ocurrido, se codifican (números en formato digital) y se envían modificando las características de una onda electromagnética que se desplaza a la velocidad de la luz. Así, una vez descodificada la información digital de la onda electromagnética recibida, la imagen y el sonido se muestran en el aparato del televisor o del monitor con altavoces. Es una reproducción ni simultánea ni independiente del original (lo televisado). La información llega “en directo” con el retraso (unos 10-30 segundos a grandes distancias) requerido para captar, codificar y descodificar Pero la “bilocación” televisiva parece ser de dirección opuesta. Los protagonistas de una escena televisada se hallan en su realidad plena en el estudio o centro emisor mientras su figura aparentemente real es proyectada a distintos lugares, una vez codificada, etc. ¿Además, en la bilocación no televisiva, hay algún retraso entre la salida del cuerpo energético al abandonar el cuerpo físico y el de su llegada al destino?
- ALGUNOS CASOS DE BILOCACIÓN
- M. María de Jesús de Ágreda
1.1. ¿”Sor” o “Madre” María de Jesús
La forma de nombrarla no es uniforme. Ella firmaba sus escritos: “Sor María de Jesús”, también en los muchos años en que fue abadesa. Seguramente firma así porque al ser elegida abadesa por primera vez, nombró “Abadesa única” a la “Madre, Maestra y Señora”, la Virgen María y se declaró a sí misma simplemente “la Vicaria”, o sea, “la que hace las veces” de la que es la verdadera abadesa, su representante visible. De ahí que algunos la imiten (cf. II.2.4.1 en esta misma bitácora o artículo en Internet). No obstante, prefiero decir: “M. (= Madre) María de Jesús” porque las concepcionistas franciscanas se dirigen así a la “M. abadesa”, aunque entre ellas recurran al término “sor”, proveniente del latino soror, significativo de “hermana”, no a través del correspondiente francés “soeur, como a veces se dice. M. María de Jesús fue la primera abadesa (al salir las religiosas venidas de fuera) de su monasterio con dispensa pontificia desde meses antes de cumplir sus 25 años de edad hasta su muerte.
Además, “Madre” refleja mejor el respeto y reverencia que M. María de Jesús se merece. Más aún, así la trataba la gente, que como tal la sentían. Apenas se conoció su enfermedad grave, toda la villa agredana cayó de rodillas, sobre todo en la calle junto a la enfermería del convento, pidiendo al Señor que “no les llevase a su santa Madre”. El Ayuntamiento de Ágreda suplicó al Cabildo eclesiástico que se hicieran procesiones de rogativa por su salud y para que “no les faltara la Madre, amparo y consuelo” (cf. Manuel Peña García, o. c. 352, quien lo toma de la Testificación sobre la vida, virtudes y milagros de Sor María de Jesús para los procesos de Sor Mª. Josefa de S. Juan Evangelista Camargo). En fin, no faltan los que recurren al nombre del lugar, donde nació, vivió y murió: “Madre Ágreda”.
1.2. La infancia de María Coronel Arana
Bautizada nueve días más tarde (11, abril,1602), es confirmada a la edad de cuatro años por el obispo de su diócesis, Fray Diego de Yepes, pariente de san Juan de la Cruz, que había sido confesor de Felipe II y biógrafo de santa Teresa de Jesús. Recibe la Primera Comunión a los seis años de edad. Era una niña muy inteligente, “más adelantada que la edad” en dotes intelectuales y en su vida interior o de piedad. Todavía niña, formó un grupo de niñas de su edad para “adorar al Santísimo Sacramento, enseñarle los rudimentos de la doctrina cristiana y sustentar a los pobres” (Biografía, pp. 102-104), ya de abadesa siguió preocupándose y atendiendo a los enfermos y a los pobres (pp. 481-491). En 1614, año en el que fue beatificada santa Teresa de Jesús, manifiesta a sus padres sus deseos de ser religiosa de vida contemplativa. La Santa de Ávila influyó en María Coronel en varios aspectos de su vida, tal vez en añadir “de Jesús” a su nombre de pila: “María” y en que pensara ingresar en el convento de las Carmelitas de Tarazona, sede episcopal de la diócesis a la que entonces pertenecía Ágreda. Hasta cierto punto la imita en que, a los 13 años de edad, padeció durante seis meses una enfermedad tan grave que “recibí los sacramentos y se hizo la cera para mi entierro” (p. 99).
1.3. El primer recuerdo consciente de María Coronel, una vivencia mística. Voto de castidad a los ocho años de edad
El primer recuerdo consciente de su vida -sin poder precisar la edad- fue un “conocimiento” místico, “no precedido de información exterior ni de enseñanza de criatura alguna, porque no tenía edad para que tratasen de mi educación”. “Me sentí puesta en los brazos de la misericordia y providencia divina (…); vi y conocí” la existencia de Dios creador. “Víme tan nada que no hallaba qué mirar”, pues era “nada e ingratitud”. Vio luego “en el primer estado de la inocencia y en el de la culpa, la hermosura del alma en gracia y la fealdad del alma en pecado, el quedarse hija de Dios”.
Una vez “bajada de los brazos divinos”, como efecto de esta visión, se le quedó impreso “el temor, que jamás le he perdido y siempre se ha ido aumentando, de ofender a Dios y de perder la gracia” (Biografía, pp. 82-86). Parece tratarse de la experiencia del don de temor, infundido por el Espíritu Santo, seguido de la consagración plena y vitalicia al Señor, que, si se prefiere, pudiera llamarse “voto”, aunque no en su sentido técnico, jurídico, sino en el sentido de la teresiana “determinada determinación”, pero infusa. Exteriormente se manifestó en que “buscaba la soledad”, se refugiaba en lugares ocultos, rehuía a las criaturas. Sus padres se extrañaron preocupados. “Oíales decir: `¿Qué hemos de hacer con esta criatura que no ha de ser ni para el mundo ni para la religión´ (ser religiosa)?” (p. 99). ¿No la estaría ya el Señor encaminando hacía la vida de soledad contemplativa en la clausura conventual?
A los ocho años de edad, en la Nochebuena (24.12.1610), estando en la iglesia de Nuestra Señora de la Peña, impulsada por una “luz clarísima” a agradecer la encarnación del Dios Niño y la redención, ofreció “al divino Infante la perla preciosísima de la pureza angélica y poniendo por testigos a la Purísima Virgen María y al castísimo san José (…) hizo voto de castidad, que después ratificó en manos de su confesor” (Biografía, 106; cf. II,3.5 de esta misma bitácora).