Amparo Cuevas RIP
Me
llama un amigo para comunicarme la noticia de la muerte de Amparo Cuevas la
vidente del Escorial. De mortuis nisi bene. Sólo hay que hablar bien de los
muertos pero yo no puedo hacer aquí un panegírico ni una eulogía. Me recuerda
los tiempos más duros y más entusiastas de mi vida pues el poder de
convocatoria de esta señora semianalfabeta era tan poderoso que yo llegué a
creer como otros muchos que la Virgen Santísima se parecía en Prado Nuevo o al
menos ocurrían allá cosas raras- sugestión, hipnosis, cruces en la frente,
odoraciones. Siempre fui muy devoto de Nuestra Señora y en tiempos de
persecución como los que padecí por la defensa de la verdad y de la justicia me
agarré a aquel sitio como un clavo ardiendo. Allí se congregaba gente muy
extraña. En una ocasión alguien estaba haciendo una cosa mal, una invocación al
maligno y yo recuerdo que llevaba un icono de madera en el bolsillo, lo levanté
y la imagen de la Virgen del Socorro se dibujó entre las nubes en todo el
skyline del monte de las Machotas. Después de aquello todos los que
presenciamos aquella escena – una que se llamaba Conchita y una peregrina
portuguesa- quedamos como exhausto. Un individuo que quería cometer una
violación a unas mujercillas de pronto desapareció. Era por el año 82. Yo
acababa de regresar de América. En Nueva York solía acudir a la catedral
ortodoxa y me sorprendió el fervor de aquellos fieles devotos de la Virgen que
entonaban el Akazistos a la Madre de Dios. Yo hacía sonar en mi casete aquellas
cintas pero a los virginianos que eran muchos de ellos tan intolerantes como
ignorantes no les complacía. Fue antes de que Juan Pablo II suprimiera
obedeciendo a extrañas órdenes el rito oriental en las misas que Radio Vaticano
obedeciendo a una extraña insinuación de una mano invisible. En el 89 cayó el
muro de Berlín. Muchos de aquellos pobres virginianos desconocían lo que pasaba
a su alrededor. Prado Nuevo me reconvirtió a mi fe católica pero pensaba que el
Vaticano II había renunciado a los valores y que se vendió a los enemigos
de la cruz por un plato de lentejas. Fui perseguido. Me tacharon de orate pero
empecé a pensar cada vez con más convicción desde que vi la silueta de aquel
icono de la Madre de Dios que la salvación de nuestra fe venía de Rusia. Sin
embargo, los jipios, suspiros, desmayos, la voz ronca y engolada de Amparo en
sus mensajes que cada primero de mes parecía tener hilo directo con el altísimo
no solo me parecían un camelo sacrílego sino que me causaban un horror. Hablé
una vez con ella y me causó la misma sensación que deparaban a los viajeros
extranjeros las brujas de Zurraramundi, las sorguinas gallegas, las saludadoras
castellanas. El ambiente en el Escorial que al principio parecía santo y
maravilloso tomó rumbos diabólicos pero la Iglesia que siempre está al tanto no
podría dar dinero a aquella fuente de ingresos y de donaciones pro anima. En la
corteza de los fresnos aparecieron caras extrañas, unas veces el rostro de
Cristo, otros, la silueta de la Virgen cubierta con un velo. No sé cuanta
verdad o cuanta mentira hubo en aquella debacle. El bien y el mal andan juntos.
Desde entonces tengo mis reservas hacia las apariciones de toda especie, las
aprobadas y las descalificadas por los jerarcas eclesiásticas, pero tengo la convicción
de que Dios se apiada, se apiada eternamente. Y hace milagros todos los días
pero no se publican. La gracia divina es un manantial de dadivas que fluye
subterráneo y nosotros no nos damos cuenta en medio de nuestras zozobras,
persecuciones, egoísmos, materialistas. Hombres y mujeres de poca fe.
Dios la haya perdonado a esta albaceteña que sin letras era una mujer lista,
muy intuitiva, que veía crecer la hierba, se compró un mercedes, otro que
regaló a la curia, e invirtió en propiedades inmobiliarias. Dio testimonio de
la cruz a su manera en unos tiempos muy difíciles cuando la gran confusión y
las tinieblas del error parecen apoderarse de la Iglesia. Lo que vi entre el
desencanto y el amor a mi pueblo me hizo escribir el Seminario Vacío. Dios guarde su alma. Fui uno de los primeros
periodistas que la entrevistaron. Trabajaba para reporteros de la agencia EFE.
Y las muchas idas y venidas al encante de las apariciones o suposiciones como
terminé por denominar al cabo me acreditan como experto en la materia. Se trata
solamente de la objetividad de un periodista
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