RICARDO DE PALMA TRADICIONES PERUANAS.
Una pena que los españoles desconozcan a los grandes literatos del otro lado del charco. Sólo suenan los nombres del boom pero como bien dijo el gran Alfonso Grosso otro tesoro oculto de la novelística andaluza- de tanta incomprensión se volvió loco- el boom no fue más que un bluff. Prosistas encumbrados a cañonazos. Ni García Márquez ni Cortazar ni Borges serían dignos de una simple esquela en las antologías a no ser por sus butades. Juan Rulfo no se digiere ni con tres copazos de tequila y a ese Carlos Fuente otro mexicano de la recua se le entiende mejor cuando escribe en inglés. Lo del Novel al mediocre y cortito, sesquipedal y tronitonante Vargas Llosa en todos los ámbitos causa hilaridad a los críticos. Sus novelas se nos caen de las manos al igual que sus oceánicos artículos en el “País” pero como la masonería tiene buenos agarres ahí tenemos al de Arequipa coronado con laureles de Estocolmo. Sin embargo, en Perú siempre se habló y se escribió en español muy bien. Hubo dos peruleros que hicieron las delicias de mi juventud. Uno fue Felipe Sassone y otro Ricardo Palma. Éste en sus “Tradiciones peruanas” describe la época del virreinato. Sus libros nunca mejor dicho valen un Perú. En ellos se describen las costumbres indianas: la pasión por el naipe (algunos sólo conocían de memoria el libro de las cuarenta hojas, se pirriaban por la baraja) los triduos y los novenarios, la gente iba a misa y al sermón al igual que en el Madrid de los Austria por ver las damas que sus padres y maridos las tenían encerradas, el sentido caballeresco del honor, los ringorrangos de la alcurnia, la ingesta de chicha que vuelve modorros a algunos cholitos, los barullos de toros y cañas, las tarascas del Corpus casi lo mismo que en Toledo, los juegos de palabras y los acertijos. Al rincón quita calzón. El viejo que se casa con mujer niña uno mantiene la cepa y otro la viña. Palma nos describe de forma soberbia un gatillazo trasandino:
Con tu espada mohosa
Y ya sin punta ni filo
Estése conde tranquilo
No piensas en otra cosa
Mas toda tu elegancia aborta:
Tu espada como no es nueva
Conde cuando la pones a prueba
Ni pincha ni corta.
Lo mejor que te aconsejo
Te hagas ermitaño
Que el buen manjar hace daño
Para el estómago de un viejo
Para que acate Mariana
De tus privilegios parte
Necesitas armarte
De una espada toledana.
Los versos dignos de la pluma de Quevedo describen el tesón desesperado de un mayor que trata de quemar incienso en los altares de Venus. Esta salacidad lo mismo que la fuerte religiosidad de aquella sociedad virreinal sorprende o cuando menos da que pensar que los ultramarinos a la sombra de los Andes se lo pasaban bien. Muchos pasaban a Indias en busca del oro de Atahualpa y honores, otros para gozar del libre albedrío y la liberalidad de las indias y algunos huyendo de la Inquisición como pudo ser el caso de Rodrigo de Cepeda y Ahumada hermano de Santa Teresa que se labró una fortuna en el Cuzco y con los dineros recabados abrió palacio en Sevilla y desde allí hace generosas donaciones para la su hermana carmelita y fundadora. Los castigos no eran tan rigurosos como en la metrópoli y el personal si no nadaba en la abundancia porque el oro de los incas nunca dejó de ser un mito tan rebuscado como el del Eldorado o las fuentes de la eterna juventud algunos emigrantes conseguían un buen pasar, se casaba con oriundas y gozaban de una mayor libertad y tolerancia de costumbres. De ahí el desenfado y el humor que rezuman las descripciones de Ricardo Palma. España en su `proeza americana llevó catolicismo y también donaire y una cierta alegría de vivir sin la cortapisa que a este lado del charco imponía la Inquisición. Otro es el paisaje. La puna rasa y yerma de la cordillera andina se presenta como una metabolización gigantesca del paisaje castellano. Los tambos y las haciendas son remedos de las quintanas asturianas y de los cortijos andaluces. En cuanto al paisanaje- y esa fue una de las claves del trasvase y de interacción de culturas- en unas pocas generaciones se consigue el mestizaje y este criollismo vivaz y pinturero va a constituir una prolongación del alma de Castilla en el continente americana desde la Patagónica al Río Grande. Un hecho insólito misterioso e inexplicable que no les cabe en la cabeza a los enemigos de España. Pero también inexorable.
En el suma y sigue de estos sketches narrados con pluma donosa y en los que se levanta acta contra aquellos del contubernio que evalúan la presencia española en América como una cadena de oprobios y de crueldades Ricardo Palma se refiere a personajes míticos como la Monja alférez, una religiosa concepcionista del convento de Agreda que disfrazada de hombre sienta plaza de soldado llegando a casarse en Buenos Aires. Se trata de Catalina de Eranzo que descubierta en Cochabamba por el cirujano es restituida a su convento tras unas cuantas peripecias. Doña catalina hizo carne de realidad la leyenda del famoso romance que cantábamos los niños a corro de en Sevilla un sevillano la desgracia le dio dios que de siete hijas que tuvo y ninguna fue varón. Francisco de Carvajal el llamado “Demonio de los andes” pues cruzó la cordillera sin fatigarse unas cuantas veces. Había nacido en Arévalo primera mitad del siglo XVI y pasó a Indias como soldado de Diego Valdivia. Su formidable estatura, su fuerza y su ferocidad para con los rivales que alternaba con una generosidad sin limite hacia sus parciales porque para este castellano viejo el primer mandamiento era la lealtad le hicieron famosísimo. Se adelantó a Bolívar cuatro siglos y se alzó en armas contra la corona de Castilla. Felipe II envió a Lagasca al Perú que consigue dominar a Carvajal y su hueste. Al arevalense le hicieron cuartos en el Cuzco. El maestre de Campo no perdió el humor ni cuando lo subieron al cadalso. Murió soltando chistes. Le dijo al verdugo:
-Ea, hermano, trátame como de sastre a sastre y aviemos rápido.
El texto de Tradiciones peruanas sin adobos pero entripado de donaire que vuelve amenísima su lectura con retruécanos, paranomasias que siempre enriquecieron la lengua castellana, y muchos refranes y sentencias, lo que decían antes estilo apodíctico. No hay caracol sin comba. Demos la soguilla para sacar la vaquilla, barbero de Lima todos con la excomunión encima [refiere por qué] que a nadie hurgan la nariz sin que venga el estornudo y dijole el borrico al mulo tirte allá orejudo. A canas honradas no hay puertas cerradas. (Se respetaba la vejez por aquellos días) y ni mío es el molino ni mía la cibera así que muela quien quiera. Es la que pasa. En la España imperial la gente gustaba de comedias, de los juegos de toros y cañas y de los pleitos y litigios judiciales. Tenían tarea los rábulas. El Cuzco era Meca de golillas. Un proceso por quítame allá esas pajas, nada tiene de particular entonces que el Perú busque siempre la protección de San Ibo que es intercesor en los pleitos y demandas ante la corte de justicia pero otro abogado de la capital virreinal era san Homobono santo patrono de los sastres costureros alfayates y modistos trasandinos. Pero ojo que bien están los santos en los retablos. El autor nos aconseja andar en este negocio de la santidad con pies de plomo:
En el mundo hay devotos
De ciertos santos
La gratitud les dura
Lo que el milagro
Que un beneficio da vida
A tantos ingratos
Principio principiando
Principiar quiero
Por ver si principiando
Principiar puedo.
El libro tiene todos los requerimientos que ha de pedirse a la buena literatura, interés, novedad y salero.
20 de julio 2011