GUY FAWKES UN PENIQUE PARA EL GUY LA
CONSPIRACIÓN DE LA POLVORA
Un cinco de noviembre de 1966 hacía frío en Hull y me sorprendió al llegar a la casa donde estaba a pupilo en el 28 Falmoputh Street el sonido de los petardos así como el resplandor de las hogueras encendidas en el parque Pearson. Los niños iban por las casas con huchas y llamaban a la puerta. Un penique para el guy please.
Toda Inglaterra celebraba la conspiración de la Pólvora. Supe entonces que los españoles por papistas y por inquisidores no éramos bienquistos. Un sargento de los Tercios Viejos tuvo la culpa. Militó en Flandes con los españoles, era llamado Guido Fawkes 1570-1606 y quiso con otros compinches volar la Cámara de los Lores. Fue el síndrome de la ignominia con el que empezaría nuestra Leyenda Negra.
A mí me gustaba Mr. Fawkes pues siempre milité en las fuerzas adversativas, por republicano contra Jacobo I y porque había nacido en York bautizado en una de las iglesias de la ciudad que a mí más gustaba San Miguel de Belfry.
Otra razón más que tenía una finca en Harrogate cercana a Wilberfoss donde pasé los dos años mejores de mi vida recién casado con Suzanne Marie Hugh.
Moriré recitando su dulce nombre y amarrado a un crucifijo como católico a machamartillo pero no de los del hereje Francisco
. Una vez se me ocurrió decir Viva Guy Fawkes y casi promuevo en la clase un motín dentro del colegio de los Maristas DE kINGSTON UPON hULL.
El cabecilla de la conspiración era precisamente Paul
Preston el supuesto historiador que nos baldonea en sus libros a los españoles
siempre que puede. Fue alumno mío en dicho instituto.
-You were not my cup of tea. my
dear.
A
mí me gusta York sin embargo y me sigue gustando don Guido.
Los globalitas lo han convertido en
testaferro de la conspiración, sus bigotes y su sombrero de ala de seis galones pasó a ser la contraseña de la rebelión.
Esa careta es un pasaporte masónico. Nada tiene
que ver con el bueno de Guy.
Este nombre propio suena miles de veces en
una conversación en el idioma inglés.
Es sinónimo de tipo, de paisano, de tío, tronco, tanto en
la jerga británica como en la norteamericana.
Esa carátula que amedrenta a los niños y
corre por internet amenazante y siniestra, la guía de los bigotes enhiestas y
el rostro pálido se opone a la verdad de lo que el famoso conspirador fue.
La historiadora
Antonia Fraser refiere que era un típico yorkshireman, bien hecho. Fornido
recias espaldas, barba entre rubia y pelirroja, los ojos azules que se educó con
los jesuitas.
Y
supo de la persecución que padecieron los condados norteños con el cisma.
York,
de arraigada tradición romana, es la ciudad donde nació santa Helena, la madre
de Constantino la que desenterró la cruz de Cristo en el Gólgota.
Por eso yo bauticé a Helen en la misma pila que
bautizaron a Guido en la iglesia de San Miguel Belfry DE LA VIEJA EBORACUM (York) y le puse ese nombre a mi
hija en su honor.
La silla arzobispal eborense quería
seguir en comunión con el Papa al contrario que la de Canterbory.
Se marchó de Inglaterra para alistarse de
soldado de fortuna en el ejercito del Duque de Alba en lucha contra los
luteranos.
Fue herido en la batalla que dejaron muchas
lacras a lo largo de todo su cuerpo.
Como un buen soldado de infantería pronto
ascendería sargento y llegó a firmar como alférez de su escuadra.
Y cuando fue torturado en el interrogatorio
por el verdugo en la Torre de Londres tuvo que responder a la cuestión de quien
se las había causado pero no delató a sus camaradas.
Él se
resistió a delatar a sus cómplices. Parece ser que viajó a Valladolid
mendigando a lo largo de toda Francia.
El Conde Duque de Olivares le recibió con benevolencia
y le dio dineros y un salvoconducto para regresar a su patria.
En cuanto a la idea de una guerra contra Inglaterra
recibió sólo largas y buenas palabras.
Ya en
Londres alquiló una casa a la vera del Támesis que conectaba por el sótano con
la Cámara de los Lores.
Hasta el subterráneo transportó todo un polvorín
de barriles de dinamita dispuesto a estallarlos. Pero lo sorprendieron con las manos en la masa.
Uno de sus colaboradores lo delató y fue
habido por los soldados de su majestad (los beefeaters la guardia que custodia
la torre de Londres)
Acto seguido, fue torturado en el ecúleo. Casi lo descoyuntan durante el tormento.
Sin embargo, este típico yorkshiremen (los
de ese condado tienen fama de francos outspoken y testarudos) se negó a
facilitar detalles de la trama.
Condenado a muerte, se suicidó desde lo
alto del patíbulo antes de ser decapitado por el hacha del vigolero.
A penny pues for de Guy, siguen gritando los niños de Londres en la semana de Halloween.
Con Guido Fawkes empieza la leyenda negra. Yo me di cuenta entonces que los
españoles no tenemos allí buen cartel. ¡Qué se le va a hacer¡
Nos endosaron
el mochuelo. Muchas veces en las mis andanzas por el mundo me di cuenta: por ser
español me azuzaron los perros, pero ningún mastín de tan infame rehala más sanguinario que el de mis
propios compatriotas
lunes, 07 de noviembre de 2022