2022-11-06

 ANDREIEV  Y PUTIN


RELEO no sin cierta turbación los cuentos de Andreiev cincuenta años más tarde en mi entusiasmo con la literatura rusa que despertaría en mí una inexplicable e incoercible vocación literaria.

 La imagen que ofrece de aquella Rusia tiene que ver con la Rusia de Putin (superación  tecnológica, bienestar, prevenida con un ejército poderoso) pero que no complace a los globales porque no se resigna a aceptar los planteamientos unilaterales de un mundo dirigido por un sistema democrático mundialista. 

Andreiev creía en ese sistema de fraternidad universal léase comunismo y en su juventud estuvo en las barricadas para sentirse a la larga decepcionado ante las injusticias de los nuevos dictadores. Lenin y Trotsky, querrían una revolución universal igualatoria mientras el Politburó dejaba al pueblo hambriento y sufriendo toda clase de penalidades, casi peor que en los tiempos de los zares. 

Se instalaron en magníficos palacios con toda clase de lujo mientras los de abajo vivían en pocilgas. 

Andreiev si viviera en la España de hoy se enfrentaría al mismo espectáculo: feministas radicales que antes eran cajeras de supermercado o becarias pobretonas y de antuvión, recién designadas ministras (a esa  igualitaria ministra Belarra la conocí pobre como una garrapata cuando asistía en la Escuela de Archivística a las pláticas marxistas de doña Vicenta Cortés),  trataba de escalar el poder trepar y quítate tú que me pongo yo, y hoy la Belarra maneja un presupuesto de varios miles de millones. 

Para mí Andreiev  es no sólo un escritor sublime dechado de perfección en la novela corta y el cuento sino también un profeta de los tiempos modernos.

 Describe, adelantándose al futuro, a sus personajes en el ámbito del desamparo irredento: el médico psiquiatra que es nombrado director de un manicomio y encerrado con los locos en “Los Espectros”, el profesor particular que se enamora de su alumna locamente, para al final entrar en razón y darse cuenta de que su amor por aquella Elena ideal no era más que una quimera.

 “El Misterio”, el funcionario de un ministerio al cual le gustaban las negras y acaba casándose con una criolla aunque oliese mal y tuviera una dentadura como el teclado de un piano.

 En el negociado en que trabaja su nombre anda en lenguas; todos se hacen cruces ante esta pasión de su compañero por las mulatas de piel canela “Un hombre original”.

 El niño pobre que sueña con adornar en Nochebuena con un regalo del cual no le es permitido gozar. Recibe un angelito que se derrite al calor de la campana de la chimenea (“El regalo”). 

Leónidas realiza en cada uno de estos opúsculos un verdadero tour de forcé de ternura  y de originalidad que llenan de lagrimas los ojos del lector, o en su bica una sarcástica carcajada.

A estas alturas yo me pregunto qué tendrá que ver este literato con Putin y encuentro cierto paralelismo. 

Andreiev fue popularísimo en la Rusia revolucionaria pero cayó en desgracia del Politburó bajo la acusación de pequeño burgués y hubo de exilarse a Finlandia donde murió en la pobreza. El presidente ruso por su parte es uno de los políticos del panorama mundial de mayor prestigio pero es difamado, incomprendido, y calumniado (hay una verdadera guerra de noticias falsas contra su persona) a costa de la extraña guerra con Ucrania al cual le conminan y retan los globales por su persistencia en mantener ideas originales.

 El nuevo orden prefiere a los lerdos sin sustancia y siente pavor ante políticos de talla, periodistas, hombres de estado y escritores que tratan de pensar por sí mismos, hostiles a meter la cabeza dentro del yugo de Soros. No quieren ser uncidos al carro de manzanas de la globalidad.

Esta es la razón de la sinrazón. Los genios están de más en el sistema que tratan de implantar. Ahí puede subyacer cierto paralelismo. Sin embargo, Putin es un zorro, sabe manejar bien las cartas, a diferencia del pobre Andreiev que era ingenuo e idealista y le dejó la novia el día antes de su boda. 

En esta atafea de fakenews  que colman la actualidad es fácil perder el equilibrio. Yo creo que el líder ruso al que azupan los perros desde todos los ángulos aun no lo ha perdido. Si se pliega a las exigencias de sus detractores le aguardaría un destino de ignominia como a Andreiev que no era judío y desconocía las tretas del diablo.

 Putin sí que lo es. 

Tampoco deben de gustarle las negras por lo visto y prefiere a las rubias. Así, por tanto, les baila  a sus contrincantes el agua

DOY GRACIAS A DIOS Y A BILLY GATES PORQUE INTERNET ME HIZO ESCRITOR ESTA LIBERTAD NOS LA DEPARÓ EL SIONISMO PERO TAMBIÉN TRAJO COSAS MALAS COMO LA GUERRA DE RUSIA Y LA CRETINIZACIÓN DE LAS MASAS ME SIENTO ORGULLOSO DE SER UNO DE LOS MEJORES BLOGUEROS EN ESPAÑA Y NO TENGO ABUELA TAMPOCO GANAS DE METERME CON LOS DE LA COMPETENCIA POR LOS QUE SOY IGNORADO Y SILENCIADO PERO LA VERDAD A LA LARGA SE ABRIRÁ PASO SIGAMOS ESCRIBIENDO EN LIBERTAD TODO LO QUE NOS DE LA GANA AUNQUE EN EL UMBRAL DE ESTE CASALICIO INFORMATICO PONGA UN CARTEL "INFORMACIÓN SENSIBLE"

 A MI PADRE MORIBUNDO

 

Estabas, padre mío,

Tendido en aquel lecho blanco

En la sala aséptica

La muerte es silenciosa

Iban y venían las enfermeras

Te vi estremecerte en el rigor mortis

La muerte no es el final

En Gómez Ulla cuerpo de guardia

Arriaban bandera

Y no había consuelo a nuestro dolor

Toque de silencio para siempre

Y oración

En la pantalla el computador

Del marcapasos se fue a horizontal

dejaronse para siempre las horas sima y las horas valle

Adiós para siempre Adiós

ENGLAND SEDE DE LOS ROCHILD EL SANEDRÍN DE LOS DISCIPULOS DE JUDAS PERO ISRAEL ES OTRA COSA

 INGLATERRA Y LOS ROCHILD






LIBROS VIEJOS EN OXFORD

 

 

 

Oxford huele a libro viejo. Es un paraíso para las bibliotecas de lance donde la humanidad guarda sus secretos. I perceived the keenest odour of book in an autumn morning of 1988 October the twelfth eleven years before I married in the registrar office of Rumford. Aquella boda y aquella estancia a orillas del Támesis me convirtieron en un detective de rarezas literarias y de ese mundo entiendo algo. Las fuerzas del mercado en pugna constante con los ratones de bibliotecas. It is the lore of the honey bee and the beautiful smile of the eagle. Lionel hijo de Natan alguien me dijo debes entregar hijo el alma y el corazón al negocio. Es mucho más difícil conservar una fortuna que crearla. Buenos consejos. El crédito viene de creer y desde la calle de san Swithin organizaba el crédito. Concepto del ego en el tiempo. Invertimos en el canal de Suez asaltaron los Lores y decía que la historia de un país hay que encontrarla en los periódicos. Dentro de unos años esta cámara será nuestro  sanedrín. No iba descaminado en sus pesquisas. Nació el poder de los banqueros de la city se convirtió al cristianismo por conveniencia pero él permanecía arraigado en los principios religiosos de sus ancestros y quería ser enterrado en el huerto de los olivos el jardín de Josafat donde sonarán las trompetas del enjuicio final jungster geright. Era el dinero el nuevo dios con el se pagaban guerras y revoluciones y se removían gobiernos. Su conquista de Inglaterra empezó por los ayuntamientos. La ley Lucan 1858. Se sentó en un escaño del parlamento, se secó el sudor de la frente con un pañuelo de hierbas, miró al reloj de oro que llevaba en la leontina del chaleco y dijo:

─Para nosotros no existe el tiempo

 

Mientras, los padres de la patria cantaban un viejo chascarrillo if the devil had a son his name is Palmerston. Así empezó la saga de los rochad cabalgando como las brujas en las escobas de la usura. Abrieron un banco en Gibraltar con un rotulo en la puerta que decía esta roca nunca será del español y así quedó consumada la venganza de Lionel el sefardí y discípulo de Judas

 

ROGATIVAS A LA VIRGEN DE LUGUILLAS CONTRA LA SEQUIA ROMANCE CASTELLANO QUE CANTA JOAQUIN DIAZ TAMBIEN CONTRA LA GUERRA PUES ESTA INVOCACIÓN SE ESCRIBÓEN 197 CUANDO LA GUERRA DE CUBA

  (del repertorio castellano de Joaquin Diaz)

CANCIÓN DE ROGATIVAS

 

POR ALLÍ

viene una nube

toda vestida de blanco.

es la Virgen de Luguillas

que viene regando el campo

santo cristo del Amparo

nuestro padre y redentor

amarrado a la columna

danos el agua, Señor

dadnos el agua, Señor, aunque no

lo merezcamos

que si por merecer fuere

ni la tierra que pisamos

por la corona de espinas

que tu frente taladró

los dolores de mis culpas

danos el agua Señor

Santo Cristo del Amparo

que estás entre dos caminos

danos el agua Señor

que se nos secan los trigos

En Cuba tenemos guerra

llevan  de España la flor

y si no llueve Dios mío

será nuestra perdición

mira por los angelitos

que en la tierra están llorando

y no lo podemos dar porque se nos seca el campo

Santo Cristo del amparo nuestro padre y salvador

amarrado a la columna danos el agua señor

aunque no lo merezcamos

que si por merecer fuera ni aun la tierra en que pisamos

 CUM GLADIOS ET CUM FUSTIBUS




En la detención de Carranza que hacía sólo un año que había sido preconizado para la mitra primada por expreso deseo de Felipe II se dan circunstancias parecidas al Prendimiento.  Getsemaní es una referencia constante pero a diferencia de su Maestro el eclesiástico que descansaba del largo trajín de su visita apostolical leía plácidamente el breviario. ¿A quién buscáis?  Y siguiendo el paralelismo con su cofrade Bartolomé de Las Casas los dos habían sido capellanes de Su Majestad y venían de las nieblas del Támesis.  Pertenecieron a la comunidad del famoso convento de los Blackfriars detrás del Pecadillo y habían sido fámulos del cardenal Pole que quiso bajo el reinado de María Tudor restaurar en Inglaterra la religión verdadera.  Los dos habían mandado quemar herejes.  El Black Friars que tenía un huerto paredaño a Covent Garden donde en el siglo XVI discurrían de teología hasta las verduleras del famoso mercado londinense goza de una fama siniestra.  Hoy no es más que el nombre de una estación de metro.  Frailes blancos frailes negros toda una reflexión que le hace pensar a un español en los misteriosos designios de Inglaterra que dentro de la cristiandad constituye el exergo o la otra cara de la moneda del ideal español. he paseado muchas veces por el lugar.  He bebido en las tabernas cerca del Támesis a cuyas barras se acogieron en un principio muchos de los heterodoxos españoles que venían huyendo de la Inquisición desde Antonio Pérez a Blanco White pasando por Alberto Lista, los constitucionales de las Cortes de Cádiz hasta llegar a Arturo Barea, León Felipe y los republicanos que buscaron asilo política en la perdida Albión.  Parece ser que la vocación americanista de Las Casas y la reformista de Carranza, ya digo dos vivas paralelas, se templaron en una ambiente de las brumas londinenses que siempre hicieron a los españoles los misterios de la vida, la religión, la política de otra forma más pragmática que bajo el sol de Castilla siempre generador de utopías.  Pero Las Casas debía de ser más ardido y diplomático aunque menos piadoso que su tocayo.  Se da también la circunstancia e insisto de que aquí hay dos vidas paralelas de que uno y otro escriben sendos catecismos y obras apologéticas.  Este era un requisito causa sine qua non para obispar como está mandado.  Un tratado de teología, una gavilla de sermones, dados a la estampa, eran entonces la tesis para las oposiciones a cátedra.  Entrar en el círculo privado del Rey tampoco era fácil.  Carranza es nombrado capellán del emperador Carlos  V al que lee la recomendación del alma en Yuste y le insufla al oído algunos consejos para el gran viaje a la eternidad.  La moneda del barquero.  Este encubrimiento del dominico suscitó el odio de frailuno de un jerónimo al que quitó el puesto, un sujeto por nombre fray Juan de Regla.  Este personaje cuando empapelaron al arzobispo tuvo el descaro de que había visto al acusado susurrarle a la oreja del moribundo “plegarias luteranas”.  Nada de eso.  In artículo mortis Carlos V reclamó la asistencia del hijo de Santo domingo pues como confesor era un asceta y un confesor con fama de manga ancha más humano que ninguno de aquellos rabulas con sotana que merodeaban igual que cuervos en torno a su lecho de muertos.  Carranza era de condición apacible algo rubio y con los ojos azules un tanto entrado en carnes muy bondadoso.  Poco dogmático.  Era el tipo de clérigo más del agrado del emperador de España y Alemania que estaba en Yuste un tanto cansado de tanta trifulca teológica de tanta fatiga del camino.  Quizás recordase en el último trance que en Worms por culpa de un fraile agustino estuvieron a punto de asesinarlo.  Gracias a que salió oyendo y pensara con nostalgia en aquellos canónigos alemanes de su juventud menos rigurosos pero más humanos y que le absolvían de sus faltas de juventud y sus deslices con aquella guapa mesonera Barbara Bamberg a la que hizo su amante. tanta teología como contaminara sus reinos le fatigaba más que la gota y se fiaba más que de los frailes de los adivinos y videntes.  Una de ellas, la saludadora del Barco de Avila a la que fue a visitar asediado por su virilidad mermada le pronosticó que viviría treinta años más y que tendría más hijos.  Bastardos claro está que para eso era el emperador.  “Tome usted estas hierbas, Majestad” pero los menjunjes no sirvieron de nada.  La gota entumecía sus articulaciones y estorbaba su riego sanguíneo.  Carlos V no se curó y acaso en su impotencia envidiase al rabadán que pasaba el día con las cabras y por las noches hacía el amor.  Añoraba, decrépito, sus mocedad cuando las mujeres más bellas de Europa habían dormido entre sus brazos.  Entre ellas la emperatriz Isabel de Portugal toda una beldad lusitana mujeres que aun pueden verse transitar por las calles de Lisboa o fe Coimbra.  Uno de sus palafreneros el duque de Borja a quien se le encargó llevarla a enterrar a Granada fue la impresión al destapar el ataúd que desengañado con la cosas del mundo se metió a jesuita y llegaría a santo.  Este desengaño esta corriente de melancolía que se pintaba en el semblante del emperador como del fraile al que llamó cuando pidió confesión debía de unirles a los dos.  Carranza también era un desengañado.  Su hijo Felipe II sería menos entrañable más adusto y por el talante parecía más germánico que su progenitor que hubiera pasado por milanés, un latino amante de los placeres de la caza, la mesa, el vino y las mujeres.  El padre ,menos católico más humano más pagano.  El hijo más católico y cruel. de una credulidad sorprendente que llega a la superstición.  Lo vivía.  El desencanto de la idea imperial paterna se trueca en melancolía casi mística y en el ansia de convertirse en un rey monje que gobernará con cetro de hierro sus estados desde la roca viva del Escorial.  Felipe II era un cesaropapista esencial pero también este ideario va a sufrir una transformación al darse cuenta de que uno e los mayores enemigos de su causa era aquel hombre a aquel que más España defendía con su oro y la sangre de sus soldados.  Pero la melancolía de Carlos V que le otorga un carácter conciliador casi erasmista al final de sus días y contemporizador Paris bien vale una misa y lo importante es lo que tenemos de tejas abajo en Felipe II por el contrario se hace rigor del dogma inexorable.  Una idea fija vale más que un hombre y ahí le tenemos asistiendo a un auto de fe en Valladolid sin descomponer un músculo y mandar encerrar al primado toledano actuando con una frialdad que pasma.  Ah católica y cruel majestad lamento de Quevedo.  Felipe no se para en barras al meter en una mazmorra a su primogénito el príncipe Carlos su príncipe de Asturias.  Esta vez no por cuestiones de religión sino por celos y supuestas conjeturas de un amor del heredero con su esposa.  Un muro de silencio.  El Escorial granítico.  La leyenda Negra.  El hilo que separa el credo del fanatismo y la superstición es muy tenue y el rey más grande que ha tenido España era de un temperamento algo retraído frailuno muy frío con esa frialdad navajera de la que sólo son capaces los curas de España.  Aunque no era un frívolo sino un entendido y muy burócrata pero también aficionado a las ciencias ocultas como hombre de su tiempo.  No daba un paso sin haber consultado a sus frailes algunos de los como Arias Montano eran quiromantes y astrólogos.  Felipe II era un hombre muy reflexivo de tal manera que elige el real sitio del Escorial fiado de zahoríes y de versutos en las nociones nuncupatorias con las que empalizaban los romanos sus edificios.  El monasterio del Escorial de esta forma se encuentra emplazado donde se percibe una cierta “actividad cósmica” sujeta a corrientes astrales indeterminadas que consiguen que el lugar tenga algo de mágico y de que en su término ocurran cosas visiones como visiones apariciones y que hasta los muros de las piedras lleven la voz humana de un sitio a otro mediante las reverberaciones del eco magnificadas por el granítico.  Ello ocurre en algunas dependencias del monasterio.  La saludadora de Ocaña le apuntó el lugar para fabricar pero no le recetó hierbas como a su padre.  El monarca gozó de una sexualidad insaciable y casi femenina -quien lo diría en un sujeto tan piadoso y tan apacible- aunque entonces las obsesiones de la catolicidad no tenían que ver con el sexto mandamiento sino con el primero.  A los reyes se les toleraban como simples deslices o pecadillos los hijos bastardos.  Pero no daba un paso sin consultar a un fraile.  Y en los monasterios se vivía con un pavor insólito a la heterodoxia y a la herejía.  Por ese cabo sus asesores jerónimos estaban limpios de polvo y paja y era una comunidad de observancia rigurosa muy al contrario de lo que ocurriera años adelante con los jerónimos de Sevilla donde nace uno de los incipientes conventículos protestantes que fueron suprimidos de raíz por la inquisición.  El rey hablaba en latín y gustaba de rezar las horas del oficio divino desde su tribuna a la que mandaba subir al prior en el lado del evangelio del templo herreriano.  Cuando un fraile negligente o perezoso se comía el versículo de un pasaje confundía una lección con otra o desentonaba en la salmodia el rey paraba los oficios y mandaba repetir escrupulosamente aquel himno de vísperas en que un chantre cansino desafinó.  Por eso la rigurosidad de la liturgia escurialense pronto alcanzó fama de perfección en todas las catedrales españolas.  El rey no sólo sabía latin sino que era un experto en arte un connoisseur de gustos tradicionales que se permite el lujo o el desliz de mandar aquel san Patricio a la sacristía del ,monasterio que había encargado al greco.  Domenicos Theotocopoulos el pintor que no le agrada al rey es precisamente el que mejor va a dejar plasmado en su lienzo el mundo onírico aquellas ensoñaciones del catolicismo españolas esto es un reflejo cuasi perfecto del mundo interior y exterior de la España del primero de los Felipes una España torturada y grandiosa en sus delirios.  Un griego había sabido entender y explicar el alma de España.  Dicotomía.  Excelsitud del dogma volando alto hacia las cumbreras del paraíso. ¿Tendrá el cielo lo que se dice propiamente un tejado?  Para caer luego en la cloaca de las disputas entre doctos escolásticos siempre a grito de los salones de grados de paraninfos catedralicios y de conventos donde los frailes suelen andar casi siempre a palos.  Denuestos del agua y el vino.  Pendencias a los divino.  Grescas de campanario.  Salamanca ciudad difícil siempre que voy de paso me echo al coleto algún vaso de mostos de Peñaranda para aplacar la desazón que desde niño sentía ante aquellas trifulcas entre jesuitas y dominicos que terminaban a palos: “.rubicundus erat Judas” le decía uno de la compañía a un fraile de capa negra y escapulario blanco y contestaba el dominico sed de Societate Jesu[1].  Aquello no eran precisamente dialogos de carmelitas.  Tenían muy poco de edificantes.



Pero la devoción tipicamente del periodo felipino no lo acahacan sus biógrafos a que Felipe II fuera un pacato meapilas.  Eso está muy lejos de la realidad.  Respondía a una visión del mundo bajo el prisma de un universo católico.  Roma es la depositaria de la fe verdadera y no hay otra.  Era el pensamiento de Trento. Cualquier desviación cualquier desvarío o concesión curva a la linealidad del dogma rectilíneo podía costarte la vida.  El cargo público, la sinecura, el chollo, el beneficio catedralicio, la canonjía.  Cesaropapismo puro y neto.  Pensar alto y augusto.  Trono y altar cogidos de la mano.  Poder jerárquico y absoluto.  Una misma grey bajo el cayado de Roma.  Era la visión de los Austrias pero uno tiene la sensación de que la historia les jugó una mala pasada al jugarselo todo a una sola carta la del papado - y esto lo decimos desde la perspectiva de hoy- porque en Roma no pensaban lo mismo.  Un error del catolicismo hispano es haber querido ser más papistas que el papa sin caer en la cuenta de que en toda empresa terrenal existen luces y sombras.  Los franceses anduvieron más listos y de ahí que en esa pugna por la hegemonía de la cristiandad tenían otro sentido de estado que les lleva a contubernios incluso con el Turco.  Así la Casa de Foix donde crece la flor de lis ha sido proclamada la hija predilecta de la Iglesia y eso que uno de los herederos del Trono de San Luis se atrevió a decir Paris bien vale una misa. Entre los roles de los blasones castellanos y las barras siniestras crecen los cardos borriqueros - The order of the Thistle- y alguna amonestación papal como la de  Julio II donde sientan el culo estos cabrones no volverá a crecer la hierba[2].  La idea de que la autoridad viene de Dios a través del rey temporal y del rey espiritrual un concepto con el que hace malabarismos san Ignacio de Loyola en contra precisamente de la monarquía española era el único camino abierto que les quedaba a los defensores de la monarquía absoluta.  Creyeron en ella los austrias pie juntillas llevadas de un mesianismo que empiezan a predicar asesores regios como Ginés de Sepúlveda y que canta en suis sonetos Juan de Herrera.  La corona y la potestas clavium. contra esta potestad de las llaves se sublevó Lutero.  El papa vicario de Cristo en la tierra.  Pero si no era más que un hombre.  Algunos como Alejandro VI hasta tuvieron querida y se enorgullecían de la presencia de hermosos niños rubios que andaban correteando por los jardines de Juan de Letrán y antes casi de la pubertad recibían el capelo cardenalicio.  A todos nos ha deslumbrado alguna vez la belleza de Lucrecia Borja y nos hemos sentido enternecido por los comentarios de Isabel de Castilla cuando el cardenal de España presentaba en sociedad en la corte a una nutrida cohorte de mozalbetes - debían de ser diez o doce- muy lindos: Ya veo ya, Eminencia, los bellos pecados del cardenal.  Eran Mendozas de pura cepa pero hijos ilegítimos.  El puritanismo del norte acusaba a los dogmáticos del sur más abiertos de costumbres atacandole por donde más pecado había: la incontinencia del alto y del bajo credo.  Lutero en el paroxismo de su soberbia predicaba la castidad y la morigeración pero cayó en aquellos vicios que tanto fustigaba después de haber desnudo los altares y sometido a sus compatriotas a la férula de un cristianismo a palo seco: la glotonería y la lujuria. Todo comenzó por una trifulca entre agustinos y acabó en líos de faldas.  “Pedro, ¿me quieres tú más que estos?  Sí, Señor.  Tú sabes que te quiero.  Apacienta mis ovejas apacienta mis corderos” esta frase del Evangelio en que se fundamenta la potestad de las llaves concedida al primero de los apóstoles va a ser el soporte de la gran polémica, el lío cruel que hizo correr la sangre y el fuego por los campos de Europa.  El heresiarca tenía una inteligencia fuera de los común un tanto diabólica y la lanza contra Roma diciendo que es una manipulación de los textos bíblicos y del mandato nuevo.  Es un cura el que habla un lobo disfrazado de cordero que invita a la cristiandad a volver a la Iglesia primitiva sin boato de ropajes sin liturgia ni cantos en una lengua misterioso pero atractiva.  El motete catedralicio es sustituido por el himnos himno de la capilla.  Sí Ahora todo se entiende porque hasta los palurdos de Sajonia comprenden la letra pero se ha arrebatado a los creyentes el privilegio de gozar de los misterios de los ritos orficos. Lutero traduce la biblia a buen alemán pero la biblia que cada uno puede interpretar como le dé la gana se convierte en piedra de discordia y una pretexto para asesinar en nombre de la divinidad privando al pueblo de la sacralizada  liturgia, de los misterios orficos.  Es el peligro de las lenguas vernáculas en toda religión.  Que se entienden demasiado pero no se comprenden bien y cansan al auditorio sobre todo cuando la exegesis es mala.  Lutrero no era más que un letrero que aparte de denudar los altares tuvo una larga serie de predicadores e impostores que aun colean en el mundo protestante. son los telepredicadores.  Los falsos profetas que engatusan a sus congregaciones y hacen milagros coram populo a cambio de nutridos cheques en la bandeja cuestatoria.  El cepillo es lo único que no suprimió Lutero de sus templos reformados.  Así y todo clava sus 99 tesis sobre las puertas nieladas de la catedral de Wittemberg y con ello hinca sus colmillos en los lomos tiernos de la iglesia universal.  En parte llevaba razón pero el fraile iba con mala fe. Quería destruir y moler.  No reconstruir. su caballo de batalla son la doctrina de las indulgencias que había degenerado en depravación simoniaca.  Se montan negocios a costa de las animas benditas del purgatorio en espera de las mandas testamentarias del encargo de misas y de las donaciones pro anima que constituyan el sustentáculo de la riqueza inamovible de bienes mostrencos de posesiones relictas de las ordenes monásticas durante toda la edad media.

Estramos ante un clérigo que habla el lenguajes de los clérigos.  Palabra muerta.  Pensamiento barroco.  Barroco qu quiere hacer volver la religión a sus primitivas esencias.  Mas, no la toquesi más que así es la rosa.  Se armó un barullo.  Era peor el remedio que la enferdad.  Lo inefable no necesita explicaciones pero Lutero opertenecía a una raza que ama los sermones porque la palabra es poder y pílpito y palpito de lo trascendente. hay muchas moradas en la casa del padre.  A Jesús se puede llegfar por muchos caminos.  Los quietistas y deixados españoles contestarían a las reconvenciones lutgeranas subiendose a la columna de Simón el Estilita.


Había que regresar a la caridad ctristiana y a la vida en comunista de las primeras iglesias.  En las catacumbas se llegó a conseguir el comunismo.  Todos compartían.  Se amaban unos a otros.  Buscando la utopía se contaminó de herejías y a los obispos les lee la cartilla con una frase del ebangelio.  Es más difícil que un rico se salve quie un camello entgre por el ojo de una aguja.  Ahí os quedais vosotros con vuestras mitaras incrustadas de pedrerías, bvuestras caligas de seda y el esplendor de vuestro oro.  Con vuestras ínfulas y las fimbrias de bellisimno encaje, los roquetes de lino nuevo y los sobrepellices de blonda.  Las catedrales de fina labra, los edificios imponentes.  La iglesia mora en casas suntuosas y palacios mientras el pueblo habita sus chozas.  Fray Martin era un campanero que desemcampanó a la encampnada Germania.  El Maestro se sentó en una piedra del campo para predicar el sermon del Monte y estos se suben a los tronos y son portados en sillas gestatorias.  Las anforas de barro en que bewbía el Pescador se hatransformado en calices y vasijas de metales prevciosos.  Ay fray martín el campanero ya no tocan las campanas,

acabio de presenciar por la trelevisión una misa de pontifical en una ciudad a orillas del Vístula.  Nunca se juntaron tantas casullas tantas mitras, tantas panzas, tantas infulas y capas pluviales en una misma manada.  No sé por qué el catolicismo polaco me recuerda la lucha de las investiduras.  Con la larda que echasen las barigas de los monseñores en la sartgen se podrían llenar las calderas de Pedro Botero y todo el infierno ardería bien.  Se podría asimismo nivelar la nbalanza de pagos con el oro de las alhajas que llevaban encima los prelados.  Esta mañana de dominfo de octubre del 2007 bella y serena en Madrid he reflexionado sobre estas cosas y comprendo a fray martin viendo desfilar a los polacos.  En vez de una misa parecía un circo o un gathering de una convención electoral yanqui.  Aquel fraile tentó a dios y nos despojó de la liturgia.  En ciertos puntos no le faltaba la razón. Con él se acabaron misas gregoriamnas y los sufragios por los difuntos de los que comía todo un convento.  La secularización de los monasterios en que se embarca Enrique VIII es la respuesta a ciertos abusos.  Las propiedades monasticas se multiplicaron en proporción geometrica gracias a los responsos y a las donaciones pro anima de los ricos que compran con oro un enterramiento en la iglesia a ser posible cerca del altar mayor.  Pero por este motivo vino la rapiña, la desturcción de onbras de arte y el furor fundamentalista y puriano de un Cromwell por ejemplo y las guerras de religión que topdavía colean en el Ulster.  En la bariga de Lutgero se introdujo el diablo y el mundo ya no volvió a ser el mismo.  Era un vehemente y la pasión le juega una mala pasada.


Niega la transubstanciación, el culto a las iáhgenes, el sacerdocio univcersal y deja los sacramentos reducidos a dos: el bautismo y el orden pero al propio tiempo defiende el sacerdocio universal.  Renuiega de la virgen.  Las iglesias luteranos se quedaron sin madre y en Inglaterra y en Francia los hugonotes demontan las capillas dedicadas a la Mnadre de Dios.  Que dejen de sonar las campanas de Notre Dame .  Afirma que las relaciones del hombre con Dios -y esta es otra de sus contradicciones pueden hacerse sin intermediario según la ley rabinica, él que era un declarado antisemita- sin intermediarios y sin sacramentos.  Sólo a base de la justificación por la fe.  Los meros meritos de la pasión de Xto salvan al creyente. en sus planteamientos afina lo suyo: según Fray Mnartin el hombre es inane, nunca podrñá vencer su naturaleza ni sabrñá corregirse, está sometido a la tiranía de sus células.  Pero Jesús en su reencarnación abolió la culpa.


Por otra parte en Lutero nos encontramos con el mayor exegeta del espíoriotu y la letra de las epistolas paulinas.  El Apostol de Gentiles es para el ex agustino un factotum. Pocos calaron en el mensaje de san Pablo como Martín Lutero.  Pablo se rebela contra la sinagoga que pretende la deificación del ser humano a través de su caminar por la historia pues considera que la raza humana es eterna y aspira a un reino mesianico en que se suprema el dolor y la muerte mediante los avances cientificos.  Saulo por el contrario cuando cae derribado del caballo camino de Damascio mira al cielo y busca lo trascendente. abomina de su cuerpo.  Habla del alma excelsa e inmaterial que un día podrá encontrarse con dios cara a cara.  El judio de Tarso pero tambien el cives romano se alza contra la utopía sionista que cree en el advenimiento del Mnesías.  Pablo recore las sinagogas y crea un cisma dentro del judaismo diciendo que el Mesías ya llegó, murió cruficiado y los suyos no lo recibieron ni lo conocieron y habla de la parusía o segunda venida del Salvador que él creía inminente y por anunciar su llegada tenía priosa.  Se equivovó de calendario o por lo menos su eror dura ya más de dos mil años pero un día de dios es muy diferente a un dia del hombre y el Señor hace su cuenta por otros cálculos.  Predica Pablo la insomnsistencia y caducidad de las cosas de esta vida que no es sino un paso breve para la otra.  Congruente. pero sus hermanos de raza quieren lapidarlo.  A él solo le interesa el pueblo de Israel y de ahí dimanan sus desavenencias con Pedro que quiere cristianizar a los paganos.  El pan de los hijos no es lícito echarselo a losperros aduce Pablo.  Así y todo estos le denuncian a los romanos y es martirizado.  Muere creyendo que Jhesus vendría en muy poco tiemopi y amnonesta a sus discípulos a que estén preparados llevando uina vida espiritual en la frugalidad y emn la modestia lejos de los banquetes, las orgías, la fornicación y las contioendas.  Le toma por su palabra Lutero que insistimos es un clérigo que parla el lenguaje de los clérigos con sus virtudes y sus vicios retóricas y encalimientos.  Conviene prevacaverse siempre con los fervorines.  El celo apostólico es una navaja de doble filo.  No se daba cuenta de que temnía en sus manos una escopeta cargada de futuro, sí, pero las armas las carga el diablo.  El cristianismo no se explica con la nuda escitura ni a Cristo se le envuelve con palabrería y esa ganga retórica de los sermones campanudos de las bravatas desde el púlpitgo que siempre fue un oráculo de poder y que, mal utilizado, puede volverse contra tí.  Pero el fraile reformista es un flautista de Hamelín que arrastra tras sí a muchos detras de su gaita. ¿A Caranza?  Tal vez pero el arzobuispo de Toledo es un hombre de buena fe y un religioso de vida edificante virtudes que nunca tuvo Lutero en su dossier.  No se equivocó en lo que dijo pero sí en cómo lo dijo.  Lutero es un verdugo y Carranza se va a convertir en víctima de la intolerancia la presunción y la sonbernbia de sus camaradas en el episcopado y el sacerdocio.  La paciencia con que se condice en medio de la tribulación y que él ofrece a Cristo por la expiación de sus pecados el trato humillante de sus esbirros el apartamiento de los sacramentos al serle confiscadas las cartas dimisorias para celebrar misa demuestra su fe berroqueña que le mantiene y le lleva a mostrar indiferencias frente a las cosas del mundo que siempre pasan.  Ama y haz lo que quiera.  Esa premisa agustiniana al jheresiarca alem´ñan le lleva a la rebelión pero al  pobre obispo español le ilumina en uin xciertgo quietismo de abandono en los brazos de Dios.  Carranza puede que fuese un deixado en la misma onda que Teresa de Avila y Juan de la Cruz o Juan de avila pero sin tanta fortuna.

El siglo XVI es el siglo del amor pero también el de la biblia.  Tambien el libro es amor.  El inventio de Guttemberg había abarato los costes de producción y las prensas o paran de funcionar llevando las ideas de un lado a otro.  Aquel acarreo de libros o colortaje debía de ser un espectacula.  Carros llenos de incunables cruzan los pirineos a través de navarra y la región de bearn con gran escandalo de los inquisidores.  No hay que pueda detener a las nuevas ideas como tampoco nadie podrá poner puertas al campo.  El protestantismo va a entrar por Aragón cuyios caminos se ven plagados de reatas de arrieros con las mulas - doctas mulas  las llamaba la Inquisición en la silla algún fraile o algun obispo oyes desde el siglo XV cuando los oprelados dejaron de ir a la guerra tenían prohibido por humildad  ir a caballo pudiendo tan solo cabalgar machos burdeños y boricos- que van a fomentlos incendios reformitas o conventiculos que aparecen en Valladolid, enb Toro o en Sevilla.  Pero en curiosamente en Navarra y Aragón el Santo Oficio no actua para quemar herejes.  Lo que le preocupan son las brujas de Zarragamurdi segfun han demostrado Menedez y Pelayo y don Julio Caro Baroja.


La aficción a leer les viene a algunos por laos libros de Caballería.  El amadís de Galva de Guitierre de Montalvo es un best seller por aquellos días pero siobre todo por trraducciones de la biblia una aficcion mucho más peligrosa porque el problema que tuvo siempre la patriotistica es trasladar textos en lenguaje antiguo a la mentalidad del lector que los leía en su sazón.  La filología hebrea y la griega manejan conceptos diferentes en terminos de la actualidad.  Ahí está el busilis- el espejimo que ofusca a los protestantes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] - Juidas era huerito y rubia la color- le espetaba el jesuita a un dominico.  Respuesta de éste:

              - Pero de la Compañía de Jesús, querido amigo.

[2] Se refería a los catellanos.  Felipe II tuvo de frente a este papa de la misma forma que su bisuabuela la Reina Isabel la Católica hubo de padecer la enemiga declarada de Sixto IV

 CURAS PORROS

 

Conocí a unos cuantos tienen los tobillos gordos (galindos) y hablan ex cátedra. Se han quedado en el concilio y el mundo avanzó mucho desde entonces, se les pide que tengan un poco de caridad que no la tuvieron nunca que se casen, que se caigan del guindo. Son malos aunque se pongan la casulla y presuman de órdenes sagradas. Prefiero a los popes ortodoxos

DI MORDISCOS A LA GRAN CAMUESA NEW YORK... NEW YORK

 CORRESPONSAL DE LA NUEVA ESPAÑA  EN NUEVA YORK. UN MORDISCO A  LA GRAN CAMUESA

                      Antonio Parra

Con una estampa de la Santina en bolso y bastante miedo en el cuerpo me acuerdo de mi arribada a NY tal que una noche de san Andrés de 1976. Estaba nevando o a punto de hacerlo en honor de aquel refrán que dice: Por los Santos nieve en los altos y por San Andrés nieve en los pies. Cuando en América se acatarran aquí cogemos unas pulmonías de espanto.

 Era una tempestad de granizo casi tropical lo que caía terciada con hampos de una nevasca rusa que descendían perezosos sobre la cima de los rascacielos y el viento huracanado jugando a capricho con la aeronave. Por un instante creímos que nos íbamos a estrellar contra las Torres Gemelas. Allí vi un signo de los días porvenir. El horrísono espectáculo para los hiperestésicos como yo no es nuevo. A  Nostradamus lo he vivido en mis propios huesos. La fatalidad muslímica frente al destino. Makfut. Está escrito.

Desde entonces, y aunque salí de aquélla y de otro accidente que tuvimos en Lisboa, se incendiaron dos motores en pleno vuelo, a raíz de mi accidentado aterrizaje en la Gran Manzana, he tenido pesadillas columbrando aviones que caían sobre el World Trade Centre. También la torre Eiffel y el embudo donde se encastilla el Big Ben, torre del parlamento de Westminster, pero sobre todo las torres Gemelas eran el tema recurrente de mis cefaleas oníricas. ¿Occidente en la encrucijada?

 Hasta escribí una crónica y creo haber entregado algún despacho anticipando esa experiencia apocalíptica de las Torres Mellizas derrumbándose que ha puesto al mundo los pelos de punta. Y la obsesión me ha martilleado muchos años porque Nueva York es algo que imprime carácter que cambia la mentalidad y el modo de ser de las gentes. Allí mi vida experimentó un giro de varios azimuts. Y silbé sus “blues” bajo la autoridad de Frank Sinatra, un neoyorquino típico: “I love New York. New York”.

En América todo es grande y es extremo. Las montañas. Los huracanes. Los hombres y las mujeres; allí se encuentran los más altos y los más bajos, los más guapos y los más feos, los flacos como leznas y los más gordos pues dicen que Nueva York, donde abundan los “fatis”, cambia hasta el metabolismo y a mí me ocurrió que engordé treinta quilos. Las ciudades. Los árboles más grandes como el alerce de las Rocosas o las secoyas de California. Se lo pasan allí en grande los estadísticos, los amigos de los contrastes y todos aquellos que sienten pasión por evaluar las contradicciones, sinrazones y a veces maravillas de la raza humana. América casi carece de raseros y de varas de medir. Hasta climatológicamente las subidas y bajadas del mercurio de tan bruscas carecen de parangón. Se pasa sin solución de continuidad de una mañana calma de primavera a una tarde de calígine para luego tener una noche de escarchas. “If you dont like our weather, just wait” (Si no te gusta nuestro clima aguarda un segundo), advierten los castizos de Brooklyn.

Esta volubilidad a mí me parece que influye en la forma de ser de los habitantes con bruscos cambios emocionales que hace que no se asuste el neoyorquino de nada. Y se asusten también de todo. Allí suele tomarse la vida muy a pecho puesto que para sobrevivir hay que ser un adicto del curro. Como aquel Herbie, el transcriptor de mis crónicas en la ITT de la Onu, un judío entrañable. El pobre se fue a morir a Miami a un cementerio de elefantes. Que así se llama en el lenguaje coloquial a los que se jubilan y lo peor que le puede pasar a un “newyorker” es jubilarse.

Y es que allá cuando llueve, es el diluvio y si truena o cellisca lo hace a conciencia y de verdad.


Iban a ser cuatro años de experiencia sin precedentes. De calores húmedos en los cuales se podía cortar el aire con una navaja y de hielos espantosos.  Recuerdo la morriña que me invadía todos los veranos al regreso de las vacaciones en Artedo con sus mareas cantábricas, un verdadero servicio de limpieza costero que no existe en la Bahía del Hudson fuertemente contaminadas a causa del carboneo y el intenso tráfico náutico que ha degradado a las playas como las de Long Island consideradas como las mejores del mundo; una vez fui a bañarme a los Kills de Staten Island, un marasmo de galipote, y por poco perezco, añorando las olas de mi Cudillero, no a causa del agua sino en el cieno de las cloacas y de los vertidos de los basureros oceánicos. De la parte de New Jersey las tardes que cambiaba el aire llegaba una hedentina que quemaba los ojos y las narices. Allí todo era grande y distinto. Hasta el tufo. La naturaleza, más joven que en la vieja Europa, observa un comportamiento más vigoroso e imprevisible. Allí todo es grande hasta los atentados como el que acabamos de presenciar horrorizados a través de la CNN. En los famosos kills se entierran ahora los cascotes del desastre y Staten Island era y lo sigue siendo la isla de los muertos. Gestaten, en alemán y en holandés vale tanto como inhumación.

Habíamos tenido un vuelo con turbulencias. La aproximación a Kennedy la hizo el piloto con mucha cautela. Estuvimos dando rodeos a la vertical del cielo de la mejana inmensa que es la isla de Manhattan, a la que llaman cariñosamente Big Apple (la gran camuesa) los neoyorquinos, gentes de todas las etnias y razas que han aprendido a convivir en armonía y sin problemas, dentro de lo que cabe, formando ese caldero o melting pot que demuestra que los caminos del mundo no son los de la xenofobia sino los de la xenofilia y benevolencia hacia el forastero, el meteco o el espaldas mojadas que llega en busca de acomodo y de un futuro mejor. Allí uno nunca se siente de fuera.

Esto no quiere decir que sea una megapolis cómoda o fácil ni el Edén, porque se lleva una vida que no es para llegar a viejo. Es una ciudad bronca donde todo es difícil y  donde nunca hay que bajar la guardia pero allí se percibe un halo de humanitarismo tierno bajo la hosca corteza del neoyorquino quien, cuando habla por cierto lo hace con palabras precisas y como con barbas. Su “slang” o jeringonza es uno de los más interesantes por sus alardes de precisión y de fantasía. Puede decirse que el cheli y el pasota madrileño lo copian. Hasta el punto de que allí la sabiduría se aprende en la calle. Street wisdom y street wise son dos palabras que allí conviene aprender. Sin una orientación y una buena aguja de marear te caes pues refiere un viejo dicho local “nice guys here dont last” (los buenos chicos aquí duran poco). Están acostumbrados a las emergencias. Lo que más me sorprendió al principio es que la radio ensayaba simulacros de un posible ataque nuclear y llevaba a cabo tests de evacuación a los refugios Estos anuncios radiales terminaban todos terminaban todos ellos con la muletilla: “Esto no fue sino una prueba; de haber sido una emergencia real les hubiésemos facilitado las precisas instrucciones para acudir a los refugios subterráneos”.

   Es el mejor inglés jamás escuchado y eso mismo me decía el querido periodista y novelista gijonés Faustino G. Ayer, un enamorado de América y de todo lo americano (los dos íbamos a comprar el pan juntos a una tahona italiana de la ciudad baja, downtown) que conocía bien New York, claro dentro de un límite porque en este foro mundial todo se mueve. Todo parece en perpetua catarsis y siempre confunde, siempre sorprende. Con este colega asturiano también tomé copas en el bar cerca de Trinity Place donde acostumbraba a beber hasta quedar tendido Dylan Thomas. A veces nos acompañaba el ovetense Delfín García, corresponsal de RNE, bravo carbayón aunque muy cabezota, que tenía un aire inconfundible de Humphrey Bogart siempre con su Pall Mall sin boquilla a flor de labios. Pero en Nueva York la bohemia es mucho más escurridiza y peligrosa que en Europa. He aquí a uno de los máximos poetas en lengua inglesa convertido en difunto de taberna en uno de esos pubs de mala muerte denominados “dives” (inmersiones) o cavernas o “speakeasy” (hablemos paso) que recordaban los tiempos de la Ley Seca. A Dylan que añoraba sus excelsos valles del Principado de Gales Nueva York fue su tumba; lo derrotó.


Así que el skyline se presentó ante mis ojos como una visión. Pensé en Moisés y Aarón bajando del Sinaí con las tablas bajo el brazo. Una nueva era de mi vida empezaba traumáticamente. Parto acongojado. Yo venía a Nueva York por una de esas carambolas a contar ese periodo de transición que fue la era Carter para los lectores de “Arriba” LA NUEVA ESPAÑA y una cadena de otros cincuenta periódicos y también a entregar la cuchara porque la cadena del Movimiento para la que trabajaba iba a ser pignorada o desmantelada a nostramo, porque dígase lo que se quiera reconozcámoslo o no en España desde el año 45 los que mandan son los americanos y algunos amigos yanquis me han confesado sottovoce de que con Franco les iba mejor. No quedaba más remedio. En aquel puesto había habido predecesores brillantes: Manolo Blanco Tobío, Celso Collazo, uno de los creadores de EFE, Guy Bueno, Félix Ortega, que fue el mejor de todos ellos a mi criterio de todo el cupo iniciado en el 48 por Pepe Cifuentes y Rodrigo Royo, quienes tuvieron que vérselas con una ley tan pistonuda como la del senador MacCarrack, el diplomático de Truman que luchó en Brunete con las Brigadas Internacionales y  que vedaba la entrada en territorio estadounidense a los españoles. El bloqueo estuvo en teoría hasta comedios de los cincuenta sólo sobre el papel porque en la realidad nunca se llevó a efecto.

 Todas esas firmas habían dejado muy alto el pabellón y aunque entusiasta y audaz periodista como se decía en la jerga el momento no me sentía con capacidad suficiente como para hacer sombra a aquellos gigantes. En los primeros días me fumé dos cartones de tabaco pero no fui el único. José María Carrascal que llegó en barco casi como un polizón se había fumado treinta paquetes hasta perder la voz. Y a nadie le extrañe porque Nueva York acojona e impresiona y más si el recién llegado la descubre en medio de una aparatosa tormenta como me pasó a mí. La clemente Santina me echó un capote.   Aquella vez y todas.

Durante la espera para aterrizar estuvimos de circunvuelo. A nuestros pies la postal inconfundible del paisaje urbano: Manhattan con sus dársenas, espigones, grandes buques amarrados. Bocanadas de humo blanco manaban de las fauces de las chimeneas de la central térmica edificio lindero con el de la ONU y se iban a colgar estos penachos sobre los tiesos adarves del Woolworth, el rascacielos más antiguo, y del Empire State.  Es el emporio de la civilización y la impresión que ofrece al viajero es la de algo que arde y echa chispas.  Viviría dos años con mi mujer y mis dos niños casi a la sombra de este mastodonte de hormigón con su chapitel calado donde la inmensa lanza de una antena de radio hace las veces de campanario. Todas las mañanas me despertaba la visión y el espectáculo de la city. Es un paisaje abstracto que no inspira sosiego, que parece que siempre está llamándote a la calle e instándote a la acción y al movimiento pero los atardeceres son verdaderamente apoteósicos.

 El Empire es el palo mayor de esta ciudad con forma y fisonomía de buque de guerra con jarcias de cristal.  Las Torres Gemelas eran las vergas de popa. Cualquier bamboleo, descartado pues el firme de Manhattan no es más que un peñasco yermo vendido por los indios moahawk a los holandeses por veinticinco dolares en 1622; que se derrumbase todo el montaje, simplemente imposible, porque los cimientos son de  sílice.

 La Nueva Roma se funda sobre un plinto granítico y siguiendo las instrucciones talmúdicas trata de imitar a la Roca de Israel a la cual alude Ben Gurion cuando fue proclamado el estado judío en 1948; no mencionó la palabra Dios, sólo la Roca de Zion. Además los muros de los rascacielos, orgullo de la ingeniería del siglo, estaban diseñados como  soportar la oscilación del mayor terremoto. Por lo cual el portaaviones sería inexpugnable. ¿Cómo iba yo a pensar que la Nueva Jerusalén de la Diáspora iba a ser atacada y sus dos símbolos señeros abatidos? Los pilotos kamikazes hicieron blanco no ya sobre las moles simbólicas de la Torres Mellizas sino sobre el corazón que mueve todo el ajetreo de las finanzas. El daño mayor no han sido los muertos, desaparecidas o el destrozo causado, aunque los norteamericanos tengan redaños suficientes como para resucitar de los escombros, sino la afrenta moral a lo que estas dos trípodes de cristal abanderaban.

 Conque no puede ser más símbolo aquello de torres más altas han caído.

 Para mí que conozco Nueva York, amo Nueva York y fui residente allí cuatro años, los más importantes de mi vida, lo ocurrido el 11 martes fatídico de septiembre del nuevo milenio ha sido una señal. Un toque de atención que exhorta al rearme moral más que al físico, una vuelta al pensamiento de la nueva frontera de la época Kennedy. Que América vuelva a ser amada más que temida y odiada. No se aconseja un castigo porque Dios no puede castigar sino que el ataque representa un aviso enviado desde lo alto. Algo no va del todo bien pese a la euforia de los últimos años. Se exige no la guerra de represalias contra la diabólica mente que urdió la infernal hecatombe sino la reflexión meditada y el reposo sobre cómo somos, qué queremos, hacia dónde marcha el mundo.


Y esta idea se me ocurre cuando a mi memoria viene el recuerdo de aquella tarde noche de san Andrés en medio de la tormenta durante la angustiosa aproximación a un aeropuerto congestionado de un tráfico terebrante. Allí oscurece mucho más rápidamente que aquí.  Me impresionó la visión de aquellos dos conos mágicos como una soberbia representación de una ecuación matemática sobre el paisaje. Dos falos erectos encarnación de la potencia genésica de una nación joven ¡qué contraste frente a los aires caducos de Londres! Dos mástiles de un transatlántico en el que actuaría de timonel, de serviola y de mascarón de proa la estatua de la Libertad apuntando su hachero con la flama perenne hacia Europa. Nunca imaginero tan mediocre como era Bertholdi, aquel escultor que fue contratado por la municipalidad neoyorquina para llevar a cabo el proyecto, tuvo tanto éxito con un molde. Es lo que significa el coloso. Los pobres de la tierra recién llegados a la isla de Elis estuvieron viniendo a refugiarse bajo sus zócalos y ahora el pebetero de la verde dama en cuya cabeza hueca cabe todo un restaurante puede que esté también amenazado. Ha soplado un viento recio en el rebufo de la carlinga y la cola de los dos aviones estrellados contra la fachada de las dos torres. Vesania fundamentalista. Muchos corearán aquella frase del Corán “Alá es grande”. Pero la grandeza divina nunca podrá cimentarse sobre un montón de escombros y una pira de cadáveres.

Sin embargo yo entonces con treinta y dos años y medio pensaba que estaba llegando al epicentro del futuro. Caía en la forja de una horno donde todo se cuece donde está el crisol del mundo nuevo. La primera impresión fue la de acogotamiento. Nueva York amedrenta un poco cuando se la ve desde el aire y más en las circunstancias de aquel vuelo en medio de una tempestad que hizo que el avión se zarandease como una vaina. En uno de los fucilazos del relámpago quedó diseñado sobre las nubes el cordonazo de san Francisco o la palma de santa Barbara que decían los pastores de mi pueblo. Me pareció entonces que una mano invisible estaba diseñando el croquis de los tiempos por venir con una anticipación de veintiséis años sobre los acontecimientos. Mi olfato periodístico me dijo que no hay que dar de lado a las corazonadas y yo en aquellos momentos la tuve y ya desde entonces nadie me pisó el scoop y por eso mi corresponsalía fue un poco a la contra de la de los demás. Parece ser que a muchos les supo a cuerno quemado que uno quisiera contar la verdad. Yo a los cables de la Ap, de Reuter y  del “Times” les daba siempre la vuelta y al revés te lo digo y acertarás, piensa diferente y acertarás. Hice periodismo de calle. No me limité a pegar telegrama o a refritar el Times como otros becarios de la Fullbright y con master en Columbia que se convertían en amanuenses de los lobbies por los pasillos del Edificio Azul o del Departamento de Estado. Desde el principio tuve muy claro que venía a servir los intereses de mi país. Me dieron por díscolo pero hice bastantes dianas y conseguí moverme con soltura en el laberinto de la política exterior de Cyrus Vance, para mí un auténtico caballero. Los americanos tienen un alto código de valores tanto éticos como morales y eso se nota también en el apasionante mundo político y estratégico de la Casa Blanca y del Pentágono. 

 La verdad tiene muchos carriles y a un periodista se le perdona todo menos el de ser aburrido ni pastueño. La mansedumbre de feligrés da buen resultado en el rebaño y en la manada, nunca en esta bataneada profesión a la vez canalla y sublime. Mi lema era un poco el de la libertad al estilo del fundador del “Manchester Guardian”: Facts, sacred. Opinions, free” (los hechos son sagrados; las opiniones libres). De acuerdo pero existen diversas formas de presentar objetivamente unos mismo datos. A la que descendíamos el avión perdía presión. ví como el pararrayos de una de las Towers absorbía la descarga de una centella. La gran azotea se iluminó con una luz de espectro. La gran fábrica del rascacielos aguantó impávida. Aquello me pareció el techo del mundo pero yo ya colegí que aquellos prodigios de la ingeniería eran vulnerables. La exhalación había pegado justo sobre la punta de la antena de una de las torres y el firmamento fulguró. Entonces el Worl Trade Center estaba casi vacío y en alquiler la mayor parte de sus ciento diez pisos y dependencias. Bajo la borrasca ofrecían estos dos titanes de acrílico un aspecto de desafío a los elementos. Habían sido erigidos a prueba de terremoto. Eran el orgullo de la técnica. Sin embargo, dos aviones de pasajeros una fatídica mañana del final de un verano para olvidar, el del 2001, acabaron con esa suposición presuntuosa. Al verlas por primera vez recuerdo que pensé en Babilonia y en Babel.


-Scary[1]eh? - dijo entonces un portorriqueño compañero de vuelo empujandome con el codo.

-A little[2] - repuse en inglés y él se puso a jurar entonces en español como suelen hacer los simpáticos de la isla de Borinquén que habían emigrado en oleadas a Manhattan en la década anterior y constituían casi un cuarenta por ciento de la población:

-Manda huevos con el viajecito.

Gran parte del pasaje estaba vomitando en aquel instante de turbulencias y de zarandeos. No pude por menos de reprimir la carcajada que distendió el estado de nuestros nervios. De allí a poco sentimos gañir los neumáticos del Jumbo contra el tarmac de la pista de Kennedy. Todo el mundo empezó a aplaudir.  Y yo a rezar. Recuerdo que en ese instante  apreté contra mi pecho la medalla de la Virgen de Covadonga parte indispensable de mi ajuar.

A lo largo de cuatro años no se me pasó el acojone y creo que todavía me dura pero acabé amando a Nueva York identificándome con su latido. Es el pulso del mundo del mundo. No me extraña que Manolo Blanco Tobío dijese que lo que más extrañaba - para este gran periodista gallego muy habituado a los modos de vida norteamericanos Europa era una especie de exilio- es una ojeada rápida todas las mañanas al New York Times.

El bien y el mal conviven allí puerta por puerta. Ángeles y demonios sentados a la misma mesa. Los rabinos con sus kaftanes y los popes con sus manteos comparten un sitio en el metro. El superlujo y la elegancia de la Maddison Avenue entremedias de la cochambre del Bowry. De todo aquel caos que fue mi experiencia neoyorquina saqué la conclusión de que tiene que haber un dios, un demiurgo que ponga orden, que se apiade. Eso. Alguien que se apiade porque Nueva York hace pensar en la famosa frase de san Pablo “nada de lo humano me es ajeno”. No se puede ser ateo en Nueva York. Todo menos ateo. Sientes como una fuerza que te lleva, una especie de protección. De lo contraría te hundirías. La gran manzana, la inmensa colmena, el hormiguero de gentes que se afanan un día y otro y también el avispero y las injusticias. Y como no la mafia. La metrópoli suscita ideas enfrentadas, pensamientos contradictorios de amor y de odio. No es una ciudad para volver porque de ella no se consigue salir nunca. Te atrapa desde el primer minuto y ya no te suelta aunque te alejes físicamente.  Nueva York es una condición mental, estado anímico. Yo diría que es una ciudad mística. He aquí una lectura judía en versión talmúdica de la “Civitas Dei” agustiniana. Que sólo cree en la gracia del esfuerzo y que a Dios lo coloca en otro plano. A él rogando y con el mazo dando. Es una concepción utilitarista de los elegidos llamados a poseer la tierra sucediendo esto acá abajo sin tener que aguardar al más allá. No se conforma con la resignación cristiana ni lo injusticia a la que lucha por atajar en este mundo. Por eso es un frenesí continuo. Arriba y abajo. La ciudad que nunca duerme. La riada humana. El poder automático.

Está tan cargado de voltios el lugar que los picaportes y los pestillos sueltan chispazos. La estática pervade el entorno. Yo viví en el Este hacia la calle 14. Allí todos están juntos, nunca revueltos. Mi barrio era una mezcolanza de judíos y de sicilianos que veneraban la camorra y nietos de Al Capone todavía practicaban ese vudú italiano que es la “jettatura” pero católicos al por mayor ya que en la fiesta de san Jenaro sacaban su imagen por Manhattan en procesión. En la otra manzana había polacos con su manera tan peculiar de concebir el cristianismo y antipáticos. Los  pacíficos ucranianos todos con su peculiar y angulosa cabeza, los húngaros con sus botas de fuelle me gustaban más y me hice amigo de los judíos como mi kioskero, un bendito de Dios por nombre Samuel, que me regalaba unos puros verdes trapicheados de Cuba y hablaba algo de ladino o judeoespañol. “Aguarde su merced agora un momentico pues vengo al punto” Entre todas las etnias son los más de fiar. Los más caritativos, los que más ayudan, aunque en cuestión de dinero no se casen con nadie.


Luego, hispanos los había por todas partes y ahora creo que son más. No se puede contemplar esta inmensa urbe con prejuicios, nueva York los desborda. Es un mundo que rebasa todas las barreras y trasciende las ofuscaciones y atavismos de la vieja Europa donde se mira con recelo al nacido en el pueblo de al lado. Allí este tipo de resentimientos se desconoce. No hay envidia y si existe por lo menos no se nota. Ni miradas por encima del hombro. Sí tiene que haber un Dios flotante por encima de nuestras cabezas, un Cordero que quite los pecados del mundo. Alguien que se apiade. De la torre herida por el rayo. De la humanidad que palpita y gime desconcertada. De la inconsciencia, la banalidad, la vulgaridad a espuertas, la frivolidad sin limites. Se vive mucho mejor en el Rellayo pero uno no sé por qué termina añorando a la Ciudad Automática. Un mundo sin paletos, sin intereses de campanario y con periodistas e informadores, literatos amantes de su patria y de su país con razón y sin ella, que tienen muy en cuenta la ley del libelo a la hora de sentarse delante del ordenador y que saben como nadie maquillar la información y  autocensurarse mientras que la prensa a este lado del charco da fe de una picaresca en auge y la rosa en su chabacanería procaz parece una corrala.  Aquí todo se ha vuelto un poco peripróctico, ya que la información, anal y asnal, parece girar en torno al mismo cabo. Lo acabamos de ver en la manera que han abordado el choque de los aviones contra el hastial imponente de las torres. Nos han demostrado que entienden el periodismo como una vocación de servicio público, un menester que ha de hacerse con categoría, responsabilidad y serenidad ¿Para eso queremos una Facultad de Ciencias de la Información? 

 

18 de septiembre de 2001

 

Antonio Parra fue corresponsal en USA. Licenciado en Filología Inglesa y Románicas.

 

 

 



[1]¿Acojona eh?

[2]Una miaja

CONTRA LOS MALES DE LA FORNICACIÓN POR LAS MUJERES MUCHAS MUERTES QUERELLAS HOMICIDIOS GUERRAS Y CELOS

  

Castillos arrasados por el desordenado amor espada de tajar

Corbacho ya no se respetan parentescos ni compadrazgos todo va a fuego y a mal y esto se va a acabar ya se creía próximo el fin del mundo en el xiv malas mujeres sus menguas vicios e tachas cosas incogitadas y nunca escritas si el mal no fuese sentido el bien no será conocido aunque quisiera pecar ya no podría, la impotencia.  Quítame el querer pues me quitaste el poder señor es la oración del impotente imponente poco pensado y menos cogitado de corrupta hacer virgen lo que significaba la virginidad en aquellos años a las que la cogían en un renuncio las asesinaban.  Por la mujeres homicidios muertes y guerras.  La mujer es inconstante y a los amigos por causa de mujeres los vuelve enemigos y a los hermanos los enfrenta concomitancia.

De cras en cras vase el triste de satanás

Fornicación traiga al hombre a la perdición

de como el que ama es en su amar del todo temeroso

Quien no quiere no vendimia.

No tengo porque dar mi libertad a otro ni ser yo esclavo del tabaco.  Esperar firmeza en amor de mujer es querer agotar río caudal con espuerta y con muy ralo farnero (harnero) en este siglo no se había producido el gran cambio.  Coamantes.  Lo baldonase.  Baldomar y dar baldones abaldona y abatanar lo verde se torna blanco lo amarillo negro y lo bermejo cárdeno hacer ojo de pez o impávidos conviene callar y soportar alcahuetería insoportable de la tercería mediática.  Mata que el rey perdona.  Posesión de Belial.  Locas desvariadas.  De como por amar muchos perfuman y son criminosos.  De como el eclesiástico y aun el lego se pierden por amar profano y amor divino.

Moralista

En el amor malo está el diablo y en el amor bueno dios el suplantador camino de rosas y placeres al enfermo pero no se puede utilizar el coito más que con las bendiciones eclesiales.  Coamante compañero del amor.  El orden y el desorden de una sentada