ANDREIEV Y PUTIN
RELEO no sin cierta turbación los cuentos de Andreiev cincuenta años más tarde en mi entusiasmo con la literatura rusa que despertaría en mí una inexplicable e incoercible vocación literaria.
La imagen que ofrece de aquella Rusia tiene que ver con la Rusia de Putin (superación tecnológica, bienestar, prevenida con un ejército poderoso) pero que no complace a los globales porque no se resigna a aceptar los planteamientos unilaterales de un mundo dirigido por un sistema democrático mundialista.
Andreiev creía en ese sistema de fraternidad universal léase comunismo y en su juventud estuvo en las barricadas para sentirse a la larga decepcionado ante las injusticias de los nuevos dictadores. Lenin y Trotsky, querrían una revolución universal igualatoria mientras el Politburó dejaba al pueblo hambriento y sufriendo toda clase de penalidades, casi peor que en los tiempos de los zares.
Se instalaron en magníficos palacios con toda clase de lujo mientras los de abajo vivían en pocilgas.
Andreiev si viviera en la España de hoy se enfrentaría al mismo espectáculo: feministas radicales que antes eran cajeras de supermercado o becarias pobretonas y de antuvión, recién designadas ministras (a esa igualitaria ministra Belarra la conocí pobre como una garrapata cuando asistía en la Escuela de Archivística a las pláticas marxistas de doña Vicenta Cortés), trataba de escalar el poder trepar y quítate tú que me pongo yo, y hoy la Belarra maneja un presupuesto de varios miles de millones.
Para mí Andreiev es no sólo un escritor sublime dechado de perfección en la novela corta y el cuento sino también un profeta de los tiempos modernos.
Describe, adelantándose al futuro, a sus personajes en el ámbito del desamparo irredento: el médico psiquiatra que es nombrado director de un manicomio y encerrado con los locos en “Los Espectros”, el profesor particular que se enamora de su alumna locamente, para al final entrar en razón y darse cuenta de que su amor por aquella Elena ideal no era más que una quimera.
“El Misterio”, el funcionario de un ministerio al cual le gustaban las negras y acaba casándose con una criolla aunque oliese mal y tuviera una dentadura como el teclado de un piano.
En el negociado en que trabaja su nombre anda en lenguas; todos se hacen cruces ante esta pasión de su compañero por las mulatas de piel canela “Un hombre original”.
El niño pobre que sueña con adornar en Nochebuena con un regalo del cual no le es permitido gozar. Recibe un angelito que se derrite al calor de la campana de la chimenea (“El regalo”).
Leónidas realiza en cada uno de estos opúsculos un verdadero tour de forcé de ternura y de originalidad que llenan de lagrimas los ojos del lector, o en su bica una sarcástica carcajada.
A estas alturas yo me pregunto qué tendrá que ver este literato con Putin y encuentro cierto paralelismo.
Andreiev fue popularísimo en la Rusia revolucionaria pero cayó en desgracia del Politburó bajo la acusación de pequeño burgués y hubo de exilarse a Finlandia donde murió en la pobreza. El presidente ruso por su parte es uno de los políticos del panorama mundial de mayor prestigio pero es difamado, incomprendido, y calumniado (hay una verdadera guerra de noticias falsas contra su persona) a costa de la extraña guerra con Ucrania al cual le conminan y retan los globales por su persistencia en mantener ideas originales.
El nuevo orden prefiere a los lerdos sin sustancia y siente pavor ante políticos de talla, periodistas, hombres de estado y escritores que tratan de pensar por sí mismos, hostiles a meter la cabeza dentro del yugo de Soros. No quieren ser uncidos al carro de manzanas de la globalidad.
Esta es la razón de la sinrazón. Los genios están de más en el sistema que tratan de implantar. Ahí puede subyacer cierto paralelismo. Sin embargo, Putin es un zorro, sabe manejar bien las cartas, a diferencia del pobre Andreiev que era ingenuo e idealista y le dejó la novia el día antes de su boda.
En esta atafea de fakenews que colman la actualidad es fácil perder el equilibrio. Yo creo que el líder ruso al que azupan los perros desde todos los ángulos aun no lo ha perdido. Si se pliega a las exigencias de sus detractores le aguardaría un destino de ignominia como a Andreiev que no era judío y desconocía las tretas del diablo.
Putin sí que lo es.
Tampoco deben de gustarle las negras por lo visto y prefiere a las rubias. Así, por tanto, les baila a sus contrincantes el agua
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