SECRETOS DE DOÑA WONDERLAND.
Para
colmo de males Hipólito tenía la completa seguridad de que la Cornelia le había escupido
en la sopa. Albergaba la sospecha de que alguno de sus hijos el ultimo no era
suyo. Su mujer pertenecía al gremio de las widecunts de la pachorra germinal
porque si ella era una calentona no tenía la culpa. Estaba en su naturaleza eso
sí era muy mendaz y se daba un arte extraordinaria para fingir mentir y
disimular. Se acordó Hipolito que era lo lógico, otra no cabía esperar porque
se casó con ella desesperado sin amarla y sin conocerla. Con tales antecedentes
el carro en el camino de la vida tenía que volcar la carga. También dieron de
través la albarda, las artolas el arnés de las aspiraciones, la albarda de los
afectos y la collera de la dignidad. El carro de su vida había hecho molino al
tomar una curva trascendental y no le quedaron ni ruedas ni aspas. Lo perdió
todo. De aquel descarrilamiento luego vendrían otros tumbos por la pendiente. La Wonderland al ponerle
de patas en la calle no hizo sino rubricar un proceso que viniera de largo. Su autoritarismo
era un autoritarismo formal, mesocrático y absolutamente wide cunt. En aquel
instante cuando se opuso con fiereza a que quitase de su despacho el retrato de
Franco y una imagen de la Virgen María
doña Wonderland parecía presa de una pasión diabólica. Gritaba como una posesa.
Miraba para el funcionario Hipólito Asiarcán con ojos de todas las furias. No
era a mujer fuerte que andaba buscando Viscarrito por toda la tierra y cuya
pesquisa proclamaba él terciada la estola diaconal sobre el pecho el alba
blanca el cíngulo rojo de la castidad desde el púlpito un 15 de agosto sino el
diablo en guisa de feminista. El feminismo tal y como lo encendían las gentes de
aquel pueblo tornadizo y revanchista era la mística del nuevo orden. Las cátedras
los parlamentos los medios de radiodifusión desde donde atronaban los bustos
parlantes habían quedado en manos de aquellas fulanas. Las hacían ministras,
las ordenaban obispas juezas y fiscalas y volaban su imagen por las altas
esferas. A todas horas se nos aparecían los bustos parlantes. En su animo de
vindicta se acostaban todas las noches con diablos incubos y quedaban preñadas
concebían el semen de odio y parían monstruos contra natura
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