BODAS REALES FELIPE II MARIA TUDOR EL AMOR QUE NO PUDO SER
Alguien me acusa de anglófobo pero yo tiro por la calle de en medio y recuerdo aquella estanza de Gutierre de Cetina el poeta que acompañó a Felipe II en su viaje nupcial a Inglaterra aquel húmedo verano de 1554: “Que yo no querré amores en Inglaterra, helos mejores en la mi tierra”. En verdad que este verso para mí es juramento en falso porque los amores que este pobre escribidor pertenecen al cupo de la Rubia Albión. Fueron definitivos e irrevocables. Hoy Inglaterra devuelve a la tierra lo que es suyo: el cuerpo de Isabel II que permaneció en el trono de Eduardo el confesor tres cuartos de siglo. Exequias larguísimas, acaso desorbitadas, todo un acontecimiento mundial. Una boda y un funeral. El cenotafio en la abadía de Westminster quizá tenga poco que ver con las arras y los suspiros de la catedral de Winchester aquel dia de Santiago de 1554. Felipe II y Mary Tudor la hija de Enrique VIII y nieta de los Reyes Católicos y Felipe de Ausburgo (eran primos carnales) juraron amor eterno ante el arzobispo Wosley que celebró la misa asistiendo como diacono el arzobispo Carranza primado de Toledo. Desde el principio hubo desencuentros pues a los españoles les gustaba el vino y a los ingleses la cerveza. El protocolo hispano era mucho más estricto que el inglés. No se permitían los besos en la boca y los ingleses eran unos besucones. También las costumbres sexuales eran entre los isleños mucho más laxas en cuanto a amoríos. La primera crisis matrimonial entre los desposados aconteció por los celos de Mary. A Felipe joven y guapo le gustaba correrla y se veía con una famosa panadera de Putney cuentan las crónicas que era toda una beldad. Pero al monarca español no le gustaba la cerveza ni el clima ni tampoco su mujer locamente enamorada de su persona (Mary era una moza de blancas carnes el culo grande buena pernamenta pero desdentada, no le quedaban muelas en la boca). Está claro que se trataba de un matrimonio de conveniencia. De haber tenido sucesoria historia de Europa hubiese cambiado. Nada sería lo mismo. Se metieron de por medio el orgullo inglés, la altanería de los godos y el fanatismo papista. Son malas las guerras de religión. Todo se encabrona. La nieta de los reyes católicos hija de Catalina de Aragón a la cual repudió Enrique VIII porque no le daba un hijo varón se educó en el catolicismo más estricto.se negó a aceptar el Common Prayers Book. Prefería el romano y cada mañana su capellán la decía misa en latín. Precisamente esa misa en latín que quiere suprimir Bergoglio. La historia es pura paradoja No lo toquéis más que así es la rosa. Está claro que aquella Inglaterra que yo amé en mis tiempos mozos pequeñita little England no tiene nada que ver con esta Inglaterra global aunque siga manteniendo la pompa y el ceremonial del Medievo. ¡Ay Suzi amor de mi vida qué fue de ti!