Londres años 70 fue una fiesta, entre medias de la terminación de una era y el comienzo de otra. Así arranca Antonio Parra Galindo (Segovia, 1944) ‘Corresponsal en Londres’ (Editorial Círculo Rojo), el libro en el que el veterano periodista vuelca recuerdos, vivencias y reflexiones sobre la etapa en la que trabajó para la cadena de Prensa y Radio Española (PYRESA), que nutría de crónicas para 40 periódicos en España. Pese a trabajar para el aparato del Régimen, Parra ejerció el periodismo con honestidad y hasta con atrevimiento, nada fácil en un momento convulso, cuando el franquismo comenzaba a desmoronarse.
“Mis crónicas están en la hemeroteca, defendíamos el parlamentarismo y la democracia, no éramos fascistas”, señala Parra, que recuerda que las crónicas que más le gustaban, y a sus lectores, eran las informaciones sobre los acalorados y ‘maravillosos’ debates en la Cámara de los Comunes, cuando los parlamentarios ingleses, conservadores y laboristas, “hablaban de democracia, se llamaban de todo y luego se iban a comer juntos”. “Solo transmitirlo así a España ya era importante”, recuerda.
Parra llegó a Inglaterra en 1968, aunque antes de ejercer el periodismo, cinco años después, fue profesor en la Universidad de York. Como corresponsal de PYRESA, “jamás me cortaron ninguna crónica” desde España, aunque sí le obligaron a rectificar el propio Gobierno de los Estados Unidos, cuando, tras cesar en la corresponsalía de Londres, le mandaron a Nueva York. “A la media hora de enviar una crónica para informar sobre el derribo de un satélite espía, el Gobierno de Washington me dio 24 horas para abandonar el país si no rectificaba. Rectifiqué, pero me dije a mí mismo: Antoñito, has dado en el clavo”.
Gibraltar y el conflicto de Irlanda del Norte eran temas recurrentes en las informaciones de Parra. “No me autocensuraba nada, yo largaba, me metía con los americanos, con los ingleses…” afirma el periodista, ya jubilado, que desvela que el ‘secreto’ para impedir que el franquismo censurase sus informaciones era la habilidad del segoviano por ajustarse a la verdad, encontrar un vocabulario adecuado a las circunstancias y dejar que el lector supiese leer entre líneas. “Estaba claro que no podía cargar contra Franco, aunque sí trataba de decir que había que construir una democracia y un país homologado con toda Europa, esa era la palabra, homologado” (se ríe).
Parra era, según asegura hoy, uno de los periodistas “más liberales’ y críticos, en comparación con otros de medios como ABC o ‘Arriba’, con los que mantenía cordialidad y hasta admiración, caso de José Meléndez Inchausti, apodado ‘Pepe-Hillo’, que era corresponsal de la agencia EFE y que “era un auténtico prodigio”. “Yo viví tiempos de libertad allí, fuimos unos pioneros, no hay cosa más grande que la libertad y nosotros la vivimos en Londres”, confiesa Parra, que entonces, según dice, vivir y trabajar en la capital británica era un ‘privilegio’, en comparación con la absoluta falta de libertades que vivía España.
Desde su posición como corresponsal, Parra pudo entrevistar a numerosas personalidades, caso del Ministro de Exteriores del Gobierno británico, Sir Douglas-Home, con el que aparece en la portada del libro, o de la que fuera primera ministra de Israel, Golda Meir, una entrevista incómoda, puesto que por entonces el país hebreo no mantenía relaciones diplomáticas con el régimen franquista.
Con Fraga Pero, sin duda, Parra fue testigo privilegiado de los movimientos que se produjeron en la embajada de España en Londres, cuando Manuel Fraga era legado español en la Corte de San Jaime. “En el libro también cuento lo que no pude contar entonces”, afirma Parra, que sostiene cómo Fraga preparó allí una hipotética transición en la creencia de que iba a ser elegido como primer ministro de la democracia española. “Llegó allí a viña vendimiada, se creía el heredero de Franco, pero luego le segaron la hierba sobre los pies, Suárez y Arias”, asegura el segoviano, que recalca cómo Fraga era, a su juicio, “una eminencia, pero con un carácter muy fuerte, un impolítico”.
Tras el desmantelamiento de la Prensa del Movimiento, Parra regresó a España y en 1980 el Gobierno Suárez recolocó a los periodistas en funcionarios laborales. Parra pasó a ocupar un puesto como archivero hasta su jubilación, aunque nunca dejó de ‘sentir’ el periodismo. Sobre el estado actual de la profesión, Parra cree que existen grandes periodistas en España, aunque muchos de ellos están relegados a un segundo plano por “unos pocos que lo copan todo”. El libro está a la venta en Librería Cervantes y en la librería EntreLibros.