2025-12-12

 

Posted: 27 May 2019 12:55 AM PDT

Rábulas en la Inter. Peñalosa imposta la voz

 

Micrófonos atronadores

Llega el Rafa haciendo reverencias y yo me huelgo

Peñalosa es de los que se escuchan a sí mismos

Pasan la tarde contando la historia

Del gallo Quirico yendo a bodas de su tío Perico

Mira qué bonita voz

Dice el petulante

El que mucho habla

Más miente

Estaban los rábulas en concilio

Es día de elecciones

Me carga el colombiano ese

Que era del Kagebé

 

Lo fichó un tal Leonardo Kisichev

ESPAÑA MI NATURA

Posted: 26 May 2019 02:02 PM PDT

El pasado domingo el corazón de la Cristiandad latió en el Valle de los Caídos

POR RAMÓN DE MEER Y PABLO P. MARTÍNEZ

Por INFOVATICANA | 24 mayo, 2019

“Y dijo Yahvé a Gedeón: Por medio de estos trescientos hombres, os salvaré y entregaré a Madián en tus manos. Toda la demás gente vuélvase cada cual a su lugar.” (Jue 7, 7)

Qué importante es reconocer en toda obra buena la mano eficiente del Señor. Así fue que Dios no permitió a Gedeón vencer a los madianitas por la sola fuerza humana, sino que al reducir las tropas israelitas a un número imposible dejó clara su victoria providente, su triunfo milagroso. No escogió a los trescientos más fuertes, a los más sabios o a los más valientes, como diciendo: “Que sean los que laman el agua, y quede así claro que Yo soy el Señor, y Mía es la victoria”.

El pasado domingo 19 de mayo tuvo lugar en la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos un acontecimiento singular, si no histórico. Trescientos jóvenes de toda España, y muchos otros junto a ellos, se reunieron allí para recibir al abad benedictino dom Philip Anderson, venido de lejos, desde la abadía de Nuestra Señora de Clear Creek en Oklahoma, para visitar a sus hermanos benedictinos del Valle y compartir la historia de su conversión y de su vocación monástica de la mano del difunto profesor John Senior.

                Comprar aquí                 

 

A las cinco y media comenzaba en la basílica la Santa Misa. Celebrada según la forma extraordinaria del rito romano, entró el abad en procesión, precedido de acólitos, sacerdotes y frailes venidos de toda España. Para quienes no conocían la Misa tradicional, verla solemnemente celebrada no fue un mero espectáculo, fue una profundísima enseñanza. Una dura lección que no dejó a nadie indiferente.

Al igual que Nuestro Señor instruía en parábolas que no todos entendían, más de uno pudo sentirse confuso ante el latín, del que a veces sólo se captaba un inaudible murmullo. Quizás alguno echó de menos una música más animada frente a la monótona belleza del gregoriano. Puede incluso que a alguien se le escapara alguna mirada al reloj.

Sin embargo, la profunda sacramentalidad del rito muy pronto sacó a todos de su letargo. La Tradición católica es una catequesis litúrgica frente a la cual no basta prestar el oído: no sólo se escuchan las enseñanzas del sacerdote, sino que todos los sentidos se ponen en juego. Las volutas del incienso nublan la vista haciendo crecer el misterio; su ascendencia al Cielo señala el camino de nuestras oraciones, y su olor resuena a adoración. Las velas palpitantes, los ornamentos resplandecientes, los movimientos armoniosos, todo es un regalo a la vista. La música, sobria en el propio, rica en mil voces distintas cuando se incorpora el coro, es un recuerdo de algo que nunca oímos antes, pero que nos evoca el Cielo y a sus ángeles.

Toda esta explosión de los sentidos confluye en un solo momento. Se apagan las luces, se hace profundo el silencio, y a la trémula luz de las velas se alza el Cordero degollado, el Cordero inocente. Su blancura se confunde con el Cristo doliente que, iluminado por un haz de luz, nos recuerda que esta Santa Misa y todo lo que la rodea es la acción sacrificial más grande de la Historia, la única que, una y otra vez renovada, quita el pecado del mundo.

¿Cómo quedarse callados ante esta maravilla? La lección del abad de Clear Creek no fue solo la apasionante conferencia que pronunció después, sobre la historia de su conversión, ante un abarrotado auditorio. No vino únicamente a contar a los escépticos españoles que la conversión es posible hasta en los ambientes más insospechados y hostiles, como la Universidad de Kansas de los años 70, sumida en el ateísmo y la contracultura. O que es posible que un puñado de jóvenes hippies norteamericanos perseverasen veinticinco años como monjes en Francia hasta fundar en EEUU su ansiada abadía. No fue ni siquiera contarnos la historia de valentía y audacia de sus maestros, los profesores John Senior, Denis Quinn y Frank Nelick, o sus métodos de enseñanza, sus éxitos académicos, sus ideas más descabelladas.

PUBLICIDAD

 

ESPAÑA MI NATURA

Joaquín Díaz 1987 - Canciones de los Ancares

Posted: 26 May 2019 12:43 PM PDT

ESPAÑA MI NATURA

ELECCIONES EN ESPAÑA NUEVO PUCHERAZO SIONISTA. GANAN LOS DESIGNADOS LOS QUE ELLOS QUIEREN

Posted: 26 May 2019 12:21 PM PDT

 

ESPAÑA MI NATURA

Posted: 26 May 2019 12:19 PM PDT

La ermita prerrománica de San Esteban de Viguera (La Rioja)

Muy cerca de la carretera principal del valle, a un par de kilómetros del casco urbano de Viguera y acomodada al abrigo de un espectacular y sobresaliente farallón rocoso se ubica la ermita de San Esteban, siendo accesible a través de un empinado sendero balizado de unos 500 metros que parte de la llamada Venta la Paula, justo entre el caserío de Castañares de las Cuevas y el túnel de Viguera.

Además de por su indiscutible valor histórico, artístico y arqueológico; la ermita de San Esteban de Viguera de una de las construcciones de mayor encanto y misterio del altomedievo riojano tanto por la sorpresa que suponen sus personalísimas pinturas murales ocultas en tan humilde edificación, como, sobre todo, por lo espectacular de su emplazamiento.
Breve aproximación histórica

Bajo la denominación de Baqira, la fortaleza de Viguera aparece citada desde los siglos VIII y IX en diversas crónicas árabes como plaza estratégica en disputa entre cristianos y musulmanes, siendo junto a Nájera uno de los últimos bastiones riojanos en caer definitivamente en manos de los reinos cristianos peninsulares hacia el año 923.

Tras su reconquista, el rey de Pamplona García Sánchez I cedería el territorio a su segundo hijo Ramiro Garcés, estableciéndose durante varias décadas el llamado Reino de Viguera, que acabaría definitivamente integrado en la Corona de Navarra.

Sobre la actual ermita de San Esteban no se ha conservado documento fehaciente alguno, existiendo quien la relaciona con una donación del monarca Sancho II Abarca al monasterio de San Millán en el año 992 ("Belasio abba Sancti Stephani confirmans").

Por sus características y las de su entorno, totalmente propicio para la existencia de establecimientos eremíticos desde fecha muy temprana, hay quien se atreve a señalar el origen del enclave durante los siglos de la monarquía visigoda, siendo abandonado durante la dominación árabe y revitalizado tras su reconquista en el siglo X.

Así pues, los orígenes de la construcción actual se remontarían al siglo X, siendo sometida ya en la duodécima centuria a una profunda reforma centrada en las cubiertas y la cabecera.
La humilde construcción permaneció intacta y en el más absoluto olvido durante siglos, hasta que en la década de los cincuenta del siglo XX y cuando la ruina era un hecho, fue redescubierto su valor y sometida a obras de restauración.

Mucho más recientemente han sido acometidas nuevas intervenciones con el fin de adecentar el entorno y consolidar lo que queda de sus valiosísimas pinturas murales.

La ermita de San Esteban de Viguera
Arquitectura

La inexistencia de testimonio documental alguno que nos precise tanto el origen como la finalidad de San Esteban de Viguera ha motivado que cualquier teoría acerca de ella deba elaborarse en base a conjeturas.
Así pues, la mayoría de estudiosos coinciden en identificarla como la iglesia de un antiguo establecimiento cenobítico que aglutinaría a los diferentes eremitas asentados por las numerosas cuevas y oquedades existentes en los farallones y riscos que conforman el angosto y -en aquel entonces aislado- valle del río Iregua.

Otros sin embargo, basándose en las pequeñas dimensiones de la edificación, dudan de su origen monacal y optan por relacionarla con un oratorio relacionado con un desaparecido binomio castrense conformado por una fortaleza y su correspondiente capilla.
Sea como sea, lo que actualmente apreciamos es una pequeña construcción de origen prerrománico de apenas ocho metros de largo por cuatro de anchura levantada mediante un pobrísimo aparejo de irregular mampostería.

Costa de una sola nave ligeramente trapezoidal rematada en un ábside semicircular con tres vanos en derrame y precedida de un profundo tramo recto presbiterial.

Dicha planimetría responde a la reforma a la que fue sometida en el siglo XII, en la cual, su primitiva cubierta (presumiblemente de madera) fue sustituida por una de medio cañón; y la cabecera original, de testero recto típicamente prerrománica, fue recrecida y dotada de su actual apariencia exterior semicircular aunque ligerísimamente tendente a la forma de herradura en su espacio interno.

Al interior del templo es donde queda mucho más patente la antigüedad de su origen, llamando poderosamente la atención el modo en que se resuelve la transición entre los dos ambientes principales como son la nave y la cabecera.
El arco triunfal, de escasa anchura como queriendo remarcar la típica compartimentación prerrománica entre el altar y la nave, se configura mediante un arco de medio punto sobre sencillísimas jambas, quedando flanqueado a cada uno de sus lados por sendos nichos también de medio punto que, en cierto modo y en una versión enormemente rural, recuerdan a los iconostasios visigodos anteriores a la implantación de la liturgia romana.
Es precisamente sobre una de las impostas del arquillo triunfal, concretamente en la del costado izquierdo, donde se han conservado dos modestas inscripciones, una de ellas fechable entre los siglos XII y XIII.
El acceso actual a la ermita se aborda mediante un sencillo vano tardío practicado en el muro norte, sin embargo, todo parece indicar que, originalmente, la puerta de acceso se abriría en el hastial sur.
Además de lo espectacular de su emplazamiento, buena parte de la personalidad, encanto y fotogenia actual de la ermita de San Esteban de Viguera viene dada por su aspecto exterior, el cual, al estar sus cubiertas desprovistas de tejas (innecesarias al quedar protegida por el farallón rocoso bajo el que se acomoda), le confieren una apariencia de lo más exótica y llamativa.

Las pinturas murales

La ermita de San Esteban de Viguera encierra en su interior una grata sorpresa en forma de una valiosísima colección de pinturas románicas prácticamente únicas en contextos geográficos riojanos.
Pese a su palpable deterioro como consecuencia del estado de ruina en que se encontraba la ermita y de las décadas de total desamparo al que estuvo expuesto desde su redescubrimiento, el conjunto pictórico se encuentra en regular estado de conservación, habiéndose perdido buena parte del programa y, por fortuna, restaurado lo que quedaba gracias a la labor del Taller Diocesano de Restauración de Santo Domingo de la Calzada a finales del siglo XX.

Las pinturas, pese al arcaísmo de su aspecto, han venido siendo datadas a finales del siglo XII, muy probablemente coincidentes con la citada reforma en la que se abovedó el templo y se sustituyó la primitiva cabecera plana por la hoy existente semicircular.

Si por algo se caracterizan las pinturas murales de Viguera es por su relación estilística con los beatos mozárabes del cercano monasterio de San Martín de Albelda (Códice Albeldense) o los del scriptorium de San Millán de la Cogolla, que a buen seguro el autor de las pinturas de San Esteban conocería perfectamente.

Este mozarabismo se refleja tanto en la manera de componer las figuras a base de gruesos trazos lineales negros que luego son coloreados, como sobre todo por el modo de estructurar las escenas en franjas horizontales individualizadas cuyos fondos son resueltos a base de llamativos cromatismos de tonalidades uniformes.

El programa iconográfico parece también plenamente influido por los beatos mozárabes, siendo el tema de las visiones apocalípticas el hilo conductor principal del conjunto.

Comenzado la lectura por el espacio cabecero, es de suponer que en la bóveda presidía el programa en tan destacado lugar la efigie del Maiestas Domini, lamentablemente perdida tras encontrarse hundida la bóveda cuando, allá por los años cincuenta del siglo XX, fue descubierta la ermita.

...más allá de su indudable valor histórico y paisajístico, la hasta hace pocos años ignorada ermita de San Esteban de Viguera puede ser considerada una de las construcciones más apasionantes de la Alta Edad Media en La Rioja.

Tanto su compartimentación interior heredera indudable de liturgias pretéritas, así como el programa pictórico desplegado en sus muros -sin parangón posible en el territorio más allá de los beatos mozárabes- hacen de ella un lugar de visita imprescindible.
Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)
[redifusión]

7+

 

Principio del formulario

8686

6 comentarios38 v

Final del formulario

ESPAÑA MI NATURA

AGNUS DEI - Sacred Choral Music - The Choir of New College, Oxford. E.HI...

Posted: 26 May 2019 11:19 AM PDT

ESPAÑA MI NATURA

AGNUS DEI - Sacred Choral Music - The Choir of New College, Oxford. E.HI...

Posted: 26 May 2019 11:19 AM PDT

ESPAÑA MI NATURA

AGNUS DEI - Sacred Choral Music - The Choir of New College, Oxford. E.HI...

Posted: 26 May 2019 11:19 AM PDT

ESPAÑA MI NATURA

DEMOCRACIA QUE NOS DESPOBLÓ. YO ME SUBO AL CAMPAN ARIA COMO MARIA LA DE FONECABADÓN

Posted: 26 May 2019 11:15 AM PDT

El voto de María, la de Foncebadón

 

María en lo alto del campanario de la iglesia de Foncebadón. David Campos. 2019. -

·                        0

  

·                         

  

·                         

  

·                        LAS CAMPANAS DE FONTECABADÓN , EL CURA, LOS ALGUACILES Y LA ANCIANA QUE LOS RECIBIÓ A CANTAZOS, NO TENÍAN BADAJO PERO LA VIEJA LE DIJO AL ARCIPRESTE TOCARÁN CON EL TUYO, CABRÓN

  

·                         

Ahora que vuelven las elecciones me ha venido a la mente una historia que lleva circulando una temporada por las redes. Es la historia de María, la paisanina de Foncebadón que el día que fueron a llevarse las campanas de su pueblo se subió al tejado de la iglesia para impedirlo.

Aquello fue en 1993 y entonces tuvo bastante eco. Ocupó páginas en los periódicos y hasta Julio Llamazares escribió un artículo en un diario de tirada nacional para contarlo. El caso fue que habían aparecido por Foncebadón un par de curas de Astorga, acompañados de cuatro guardias y seis obreros, para llevarse las campanas al museo diocesano. Eran los tiempos en los que el Pelegrín empezaba a aparecer hasta en la sopa y cada Año Jacobeo era una explosión de peregrinos a Santiago culebreando por sendas y veredas. Caminos muchas veces olvidados, como esos que cruzan a través de los duros montes que hay entre Maragatería y el Bierzo. Por eso, el campanario casi en ruinas de una aldea despoblada como Foncebadón, en medio de esos montes, aparecía ahora como una nueva amenaza de accidentes. ¿He dicho despoblado? Bueno, no del todo. Dos resistentes quedaban en el pueblo: María y su hijo, un ganadero que, como su madre, había forjado un carácter muy parecido a las ásperas condiciones de vida de ese lugar deshabitado en la montaña.

Fue María la primera en reaccionar a lo que entendió como un expolio. La comitiva que venía a por las campanas se encontró con que, desde el tejado de la iglesia, una anciana les cerraba el paso armada con piedras y un palo. De nada sirvieron las exhortaciones. Ni la advertencia de uno de los curas de que aquellas campanas ni siquiera tenían badajo. ¡Las tocaremos con el tuyo! les gritó la anciana. Mientras tanto, unos metros más allá, a la salida de un callejón, su hijo apoyaba los argumentos de su madre amenazando con pegar un tiro al primero que se atreviera a contradecirla.

No sé cuántas veces dejaría caer María su voto en una urna. Lo que está claro es que aquella dura mujer de Foncebadón hizo suyo un sentimiento que ha marcado tradicionalmente a la sociedad rural leonesa. Las campanas y el pendón del pueblo son, dice el dicho. Pero no solo. También los terrenos comunales, la aportación a las facenderas, la conciencia del bien común y la responsabilidad en mantenerlo. La identidad con lo nuestro y la necesidad de luchar por conservarlo. María fue una de las últimas de una estirpe que entendió que la democracia era eso. Cuando llegó el Estado y comenzó a hacerse cargo de todo, en forma de diputaciones, de municipios o de comunidades autónomas, la desposesión caló hasta los huesos. Y con ella el desarraigo. María, cuando vio que le quitaban algo suyo, votó. Era un voto de los de antes, un voto muy diferente a este que hoy estamos haciendo nosotros. Votó con un palo y la honda de David en las manos y que no nos vengan con cuentos ni con cuentas que somos un pueblo viejo