2016-09-07
REQUIEM POR UN PERIODISTA OVETENSE
Los diaños bajaron hoy por la gamellera de la chimenea y se llevaron a Nacho, un gran periodista de LNE, un carbayón de pro. Estoy triste.
Ignacio Gracia Quintana era un profesional de la vieja escuela del diario de Calvo Sotelo 7 de la cual me considero formar parte y cuyos maestros fueron Pérez de las Clotas, los hermanos Cereceda, Carcedo, Lalo Azcona, su padre Ladis Arribas, Ponte Mittelbrun, y otros eximios profesionales de los periódicos del Movimiento pero sin ejecutorias de hidalguía porque en sus páginas pudo siempre escribir todo el mundo.
Se creó un rotativo que fue el buque insignia de la cadena, que ganaba dinero; políticamente ambidextro que dio acogida a asturianistas, liberales, comunistas y todo el espectro de la gente de derechas.
Gracias a ellos y aquel franquismo paternalista fue posible toda aquella revolución tecnológica y mental del 68: la píldora, el 600, el acceso a la universidad masificada, las sentadas, las movidas, las canciones del "No pasarán" o "Al vent la cara al vent" de Raymond y la lucha por las libertades que hoy cuestionamos. ¿Tanta lucha para qué?
El mundo sigue y España como decía don Laureano es un país pendular tan pronto entusiamado como desilusionado o crispado. Pero el mundo sigue.
Conocí a Ignacio Gracia Noriega una tarde que yo volvía de Londres a Oviedo por ver la moza después de visitar al pobre Pedro Pascual. Llevaba un saco cargado de libros aunque joven de aspecto y con el pelo rizo su conversación transmitía esa bonhomía ovetense de bon vivant. Era cachazudo y con mucho recacho. Le gustaba llevar la contaria tal vez porque sabía mucho y había leído lo suyo. Su conocimiento de Asturias era enciclopédico y de Oviedo lo sabía todo, practicamente todo.
Su risa era un poco la de Falstaff y su mirar el de Chesterton. Pero el continente bonachón. Noriega yo pensé debía de haber nacido en una casa solariega con blasón en la antojana.
Conocía bien la literatura anglosajona y creo que era un experto en Stendhal (se había licenciado en Francés).
Le envié algunos de mis libros y tuvo la gentileza de escribir una crítica, bastante acerba por cierto. Nos carteabamos no sin cierta aspereza y alguna vez comimos juntos en el restaurante Casa Mariño de la Concha de Artedo. Luego se enfrió la amistad aunque nunca la admiración por su talento. Ametrallaba la máquina de escribir escribiendo sólo con un dedo, como los redactores de raza. Tenía en su casa de Llanes cuatro consolas y en cada una de ellas escribía un artículo, una novela o un libro de ensayos, prodigiosa capacidad de trabajo y fertilidad aunque por el apresuramiento en algunas de sus obras se notara el cansancio y la facilidad de pluma que siempre son un peligro para el escritor, lo que no era obstáculo para que discrepase de sus planteamientos porque a mí me parecía demasiado ligado al PSOE, más por compromiso que por afinidad ideológica. Tanto su versatilidad, gallardía e instinto político lo libraron de las purgas que trajo aparejado el rodillo socialista y que algunos de nosotros que nunca quisimos vendernos a los mercachifles y heraldos de la corrección política (creo que el tiempo me ha dado la razón) padecimos. "Alabate boroña que no hay quien te coma". Pues eso. Que siete horas llevamos por el camino los mulos cansados y se acabó el vino.
Sin embargo, los buenos periodistas como los buenos soldados nunca mueren. They only fade away. Descansa en paz Nacho pues pervivirán tus obras y todo aquel afán. Dios nos libre, Ignacio G. Noriega del día de las alabanzas.
2016-09-06
MI ENCUENTRO EN CARNE MORTAL CON SANTA TERESA DE CALCUTA
MI ENCUENTRO CON SOR
TERESA DE CALCUTA
Una
tarde de invierno de 1971 yo era un periodista freelance, me fui a Belfast para
narrar in situ los disturbios del Ulster. Donde conocí en carne mortal a la
madre Teresa de Calcuta. Apenas la vimos unos minutos dos reporteros ingleses,
otro alemán y un servidor.
Salió
a recibirnos a la puerta de un piso en Falls Road una no go área o zona de combate. En la esquina del edificio habían
tenido lugar los acontecimientos del Domingo Sangriento o Bloody Sunday.
La
calle olía a pólvora y el lugar no podía ser más deprimente. La monja albanesa
nos saludó juntando las palmas de las manos a la manera budista ya digo pero se
negó a hacer declaraciones envuelta en su sari azul y blanco como la bandera de
Israel. Su sonrisa gélida se transfiguraba a la vista de un niño y los rasgos
de su rostro eran duros. Pobreza y patetismo alrededor. Saqué mi pentax y
apreté el obturador varias veces. Una de las hermanas acompañantes de rostro
aceitunado protestó por mi alarde, yo quería simplemente un "scoop".
Las fotos, sin embargo, se velaron. Se me frustró la exclusiva.
Un
taxista que debía de ser del IRA nos había acercado cobrándonos un dineral por
la carrera hasta la residencia donde se alojaba la madre. Sor Teresa de Calcuta
era un manojo de nervios ojos penetrantes y sonrisa forzada y misteriosa. No photos please. Sin embargo, accedía a programas
de la BBC y un famoso
escritor Malcolm Muggoridge agnóstico y de origen protestante la presentaba
como modelo a seguir en el ámbito de las personas consagradas. Se decía que
David Rockefeller había aportado importantes sumas de dinero para su fundación
en la India. Lo mismo que Henry Kissinger. ¿Querían estos patrocinadores de las
hermanas trasformar la caridad cristiana por la filantropía laica? Yo me hice
esa pregunta muchas veces cuando supe que iba a subir a los altares de forma tan
acelerada bajo la fórmula del "santo súbito". Los procesos de
canonización en la Iglesia hasta el Vaticano II tardaban decenios y a veces
siglos.
Por
aquellos días de la canción protesta Joan Baez era el numero uno del hit
parade británico con su balada “Bangladesh” y el musical “Oh Calcuta”
arrasaba en los teatros del West End.
Regresé
al hotel desolado. Belfast era una ciudad destartalada, la más fea de
Inglaterra, llena de odio y a mi modo de ver las cosas por aquel entonces,
Madre Teresa de Calcuta no representaba el modelo que yo me había forjado de la
santidad. Quedé un poco decepcionado tras el encuentro y salí a la calle
dispuesto a regresar a pie a mi hotel.
Entonces
se oyó una enorme detonación y vi correr a mucha gente. Cerca del Hotel Europa
donde me alojaba (dos noches consumieron mis ahorros) había estallado una
bomba. El centro de la calzada y las lunas de los escaparates rotos eran una
alfombra de cristales que se hicieron zarzamillo con la explosión. Un paisano
con el pelo alborotado y el rostro desencajado iba ofreciendo té a los soldados
y diciendo “I am British” (yo soy
inglés, muchachos). Debía de ser un protestante. La bomba la habían plantado
los católicos
Enristré
mi maquina fotógrafa y accioné el flash. En ese momento, venía hacia a mí un blindado de los Royal Fusilers. Enfoqué. Apareció en mi
objetivo un soldado apuntándome con un M16. Disparé y el fusilero en lo alto de
la torreta del Saraceen[1]
hizo lo mismo deslumbrado por el flash y en la creencia de que yo era un
terrorista.
En
ese preciso instante el camión blindado cogió un bache y la bala me pasó por
cima de la capucha de mi abrigo. Alcé los brazos, y, manos arriba, grité:
—Dont
shoot please, I am only a journalist. (No dispares sólo soy un
periodista)
El
carapintada me miró con rostro de odio. Dijo:
—You
bastard! (hijolagranputa)
Y el
trompy siguió su carrera. Creo que salvé por los pelos de una muerte
segura.
Ahora,
al cabo de cuarenta y cinco años de aquella noche de perros en la capital de
Irlanda del Norte, me asalta la duda de si Santa Teresa de Calcuta no hiciera
un milagro conmigo. Aquel bache me salvó la vida. Los santos del cielo son así
aunque en la tierra nos parezcan monjas insignificantes de aspecto antipático.
La experiencia de aquellos azares y gurrumías fueron contadas en mi biografía
no autorizada sobre Teresita del Niño Jesús en mi libro “Lloviendo rosas”.
Santa Teresa de Calcuta ora pro nobis.
La ceremonia de canonización de hoy domingo será el evento más importante y con mayor simbolismo de este Año Santo y combinará la tradición del rito, con sus fórmulas en latín, con las más altas tecnologías y despliegue de medios para la transmisión del evento por el Centro Televisivo Vaticano.
La canonización de la madre Teresa, que será la primera Premio Nobel en subir a los altares de las Iglesia católica, se ha preparado en el Vaticano con las misas en diferentes idiomas celebradas en la basílica de Santa Anastasia en Roma, donde fieles pudieron venerar la reliquia de la beata que mañana será trasladada al altar de San Pedro durante la ceremonia. Además, el papa Francisco celebró una audiencia con los operarios y voluntarios de la misericordia en la Plaza de San Pedro y recordó la importancia de esta canonización al invitar a imitar el ejemplo de madre Teresa de Calcuta «para aliviar el sufrimiento del mundo».
«Tendremos la alegría de ver a madre Teresa proclamada santa. Este testimonio de misericordia de nuestro tiempo se añade a la innumerable lista de hombres y mujeres que han hecho visible con su santidad el amor de Cristo», recordó el pontífice.
Y entonces pidió a los fieles imitar su ejemplo, y pedir «ser instrumentos humildes en las manos de Dios para aliviar el sufrimiento del mundo, y dar la alegría y la esperanza de la resurrección».
La madre Teresa de Calcuta es para la Iglesia católica el símbolo de lo que debe ser la misericordia sobre la que Francisco ha querido poner hincapié en este Año Santo
UVAS TIENE LA PARRA DEL CURA PERO NO MADURAN
UVAS PINTONAS
Están las uvas pintonas al sol se poniente entre risas y laudes este 31 de julio día de san Ignacio. A lo lejos suena la música callada de un aristón.
Y como existe gente para todo hay quienes le han dado a la manivela de los oráculos. No se acabó el mundo en el día señalado, y las uvas de mi parra me dicen que ya va bueno el verano; pronto, las vendimias.
Esto de escribir es una terrible enfermedad, los mensajes se meten en la botella y se tiran al mar de la red, que se lo lleven las olas que vienen y van. Soy por mi parte escéptico respecto al ser pero nunca con respecto al estar, mientras me fumo un puro canario de buena vitola.
El ángel anoche vino a visitarnos y bendijo a mi familia no sé por qué soy escéptico ya los sé no he sido ni buen marido ni buen amante ni buen padre ni buen esposo ni buen hermano; carezco de sentido practico pero yo, hadado por la maldición de la escritura, digo que no es verdad que todo lo malo me interesa y lo contrasto con la bondad y la belleza a la que aspiro, mientras en la vida no encuentro más que aburrimiento y monederos falsos.
Y como existe gente para todo hay quienes le han dado a la manivela de los oráculos. No se acabó el mundo en el día señalado, y las uvas de mi parra me dicen que ya va bueno el verano; pronto, las vendimias.
Esto de escribir es una terrible enfermedad, los mensajes se meten en la botella y se tiran al mar de la red, que se lo lleven las olas que vienen y van. Soy por mi parte escéptico respecto al ser pero nunca con respecto al estar, mientras me fumo un puro canario de buena vitola.
El ángel anoche vino a visitarnos y bendijo a mi familia no sé por qué soy escéptico ya los sé no he sido ni buen marido ni buen amante ni buen padre ni buen esposo ni buen hermano; carezco de sentido practico pero yo, hadado por la maldición de la escritura, digo que no es verdad que todo lo malo me interesa y lo contrasto con la bondad y la belleza a la que aspiro, mientras en la vida no encuentro más que aburrimiento y monederos falsos.
El tiovivo de los impulsos mediáticos mete caña sin darnos cuenta de que saliéndonos con la nuestra es posible que reguemos fuera del tiesto ¡Oh paradoja!
He roto con lo de afuera y me encastillo en el adarve interior. Escucho música, paseo por la corte, me siento en el bar de la estación a tomar un café cortado, y siento profunda pena y hondo rubor por los emigrantes que no tienen trabajo y por los muchos jóvenes que se suicidan. Son los que no van a las grandes concentraciones papales una juventud deprimida y para el arrastre.
Tenemos democracia y mucho blabla pero sin justicia social y una iglesia vacía con los cuernos de gigante, grandes como los de un manso.
No conviene acercarse porque el toro zaino tira derrotes y cornadas que son bendiciones e indulgencias plenarias en polaco. La masa es terrible porque congrega idiotas y, cuando brama la marabunta, las multitudes son incontrolables.
Don Pancho tiene un ojo en el Gran Dictador y otro en la vanagloria y los dineros y marcha por los campos en silla gestatoria en olor de multitudes, mientras un melacónlico de mi barrio, que mira para la tele como embobado, le dice al pinche poniendo sobre las barra los últimos céntimos que le quedan de la ayuda del paro le grita:
—Niño otra caña de cerveza y una de calamares.
—¿Tú fuiste hoy a misa, chico?-, le pregunta el camarero.
—No. Yo rezo en casa
—Entonces no sé por qué contemplas como alelado a ese hombre que trilla la parva en los campos?
El de la caña y la cerveza en el chiringuito se encoge de hombres como atrapado en su docta ignorancia
Maduran las uvas, el mundo sigue, pese a los terrores del milenario. Ese es mi gran consuelo, ya no me fío de nadie. La vida sigue y Dios está oculto tras la nube, echándoles una manita a los perdedores, a las almas ce cántaro sin trabajo.
¿Por qué lo hace? Porque es bueno el Señor y en los días y las horas bajo el sol de justicia es glorificado. Luego vienen esos sátrapas vestidos de blanco y la joden hablando en Su nombre.
A los que se las dan de profetas y tienen cara de monederos falsos no habrá que hacerle demasiado caso porque no buscan la gloria de Dios sino el poder, el orgullo y la fama por los siglos de los siglos amen.
Mañana los malos para confusión y espanto del buenismo y la confusión que nos pervade perpetrarán nuevos crímenes y atentados, y las aceras se llenarán de velas, flores y ositos de peluche en las ciudades, mostrando con embeleso al mundo sus manos limpias teñidas de sangre. Vanidad de vanidades y necedad de vanidades.
Me embarga, con todo y eso la complacencia del villano en su rincón, estoy alegre porque las uvas de la parra colorean, pintonas.
2016-09-05
TRILLOS EN TERUEL (versión corregida y aumentada)
TRILLOS CANTALEJENOS EN TERUEL
Cuando
a mi pobre padre le dolían las rodillas porque iba a cambiar el tiempo se las
atentaba y decía: "Hijo, hijo, Teruel". Se le congelaron las piernas
en la batalla del Seminario y mi pobre suegro Gabriel Tuya que también estuvo
en aquella movida cuando los termómetros bajaron a veinte bajo cero en aquel frígido
invierno del 37 murió a consecuencia de un enfisema o si se quiere cáncer de
pulmón porque le marcaron para siempre las pulmonías.
He
visitado por primera vez aquel lugar y me emocionado ante el impresionante
edificio que domina el paisaje de esta bella ciudad altiva recordando a mis
seres queridos. Ellos pertenecían a los "unos" pero también lloré por
los "otros".
No quiero
entrar en detalles (los cronistas de nuestra guerra civil ya contaron al
detalle lo que ocurrió pues sería mi deseo que nunca los españoles se mataran,
debieranselo contar a las nuevas generaciones de una forma cabal y circunstanciada
sin apasionamientos ni revanchas)
Hubo
heroísmo por ambas partes. Porque allí los cojones de rojos y azules no
faltaban. Al alférez Recellado, mi padre me contaba, una tarde le entraron
ganas de fumar y en una de las angostas calles de Teruel había un estanco con
las puertas desencajadas pero las cajetillas del mostrador estaban intactas. Se
apostó con un falangista que cruzaría la calle para abastecer de cigarrillos a
sus soldados, saltó el parapeto al grito de "maricón el último" pero
el sector no tenía desenfilada. Le arrearon cuando llenaba la petaca. No consiguió
fumarse el mixto con el que suspiraba.
La
vida en aquel infernal un mixto no valía un mixto. "Hijo, hijo,
Teruel". Pero Teruel es una de las más bellas provincias de España. La he
recorrido de arriba abajo en sus castillos góticos, en sus iglesias que un día
fueron alminares y que el rey Alfonso II
el Casto de Aragón (no confundir con el monarca astur que descubrió la tumba
del apóstol en Compostela c.814) convirtió en campanarios, después de tomar la
ciudad a los almohades en 1157. Buena y hermosa gente de hondas raíces
cristianas con cierta ascendencia islámica mitad mudéjar mitad muladí con un
entronque muzárabe que desapareció tras la conquista de Alfonso II el Casto.
hijo de doña Petronila y hermano de Ramiro I el Monje el de la Venganza
Catalana de la Campana de Huesca, al que recordarán siempre los turolenses con
su monumento-fuente en la Plaza del Torico.
Me
fui a los baños de Manzanera aguas arriba del río Torrijas, que horada
impresionantes hoces coronadas de almendros, pinos, sabinas, manzanos y nogales
que allí llaman nogueras y en un pueblo abandonado de aquella ribera que llaman
el Paraíso Bajo en unas eras derrelictas encontré un trillo de Cantalejo con el
garfio de amarre, sus pedernales y aquel silex casi prehistórico que trituraba
la espiga.
Me
guardé uno de los pedernales, incrustados sobre huecos simétricos de la plancha
inferior, verdadera labor de orfebres, en bolsillo como recuerdo. Ya se acabaron
las parvas y murieron las canciones de trilla. Un mundo que se fue.
El
antiguo apero, al que solo le quedaba una tabla, guardaba el perfil en la
trasera y alabeado avante (no era fácil fabricar un trillo en condiciones, se
requería la pericia de un buen ebanista) según la técnica de los carpinteros de
Cantalejo, aquellos audaces trajinantes de cerca de mi pueblo que
suministraban a los labradores de toda
la península de instrumentos para las faenas agrícolas (bieldos, alcotanas,
azuelas, garios, besanas) y también me emocioné porque me acordé de Rufino Vírseda,
el padre de mi amigo Tomás, y me lo imaginé de recua por aquellos riscos con
una reata de mulas, de carros y de trillos transportados a cuestas de los
machos con tracción de sangre, para abastecer esta zona cercana al Maestrazgo y
a la sierra de Gudar.
¡Que
de gurrumías, cuantas penalidades! ¡Qué temple el de aquella gente! A mí me
consuela saber que Segovia mi provincia siempre tuvo alma aventurera y soñadora
ancha es Castilla, que se ganaba el pan con el sudor el polvo y los peligros de
los caminos, nunca con la usura.
Los
trajinantes de Cantalejo parlaban la gacería, una jerga autóctona que desgraciadamente
no ha sido estudiada, ni tratada con el rigor conveniente por los lexicólogos.
Está por escribirse la gran novela de los tratantes de Cantalejo, un pueblo de
emprendedores empresarios y mercaderes que se dedicaban al trato cabal y
valiente. No firmaban papeles. Bastaba con la palabra y estrechar la mano del
comprador.
Jamás
engañaban al cliente. Consumado el canje, se iban a la taberna y con mucho recacho bebían a la salud de todos. Era la robla o el alboroque, una
tradición que arranca de los romanos que se servían de estos arriesgados
intermediaros para colonizar y humanizar.
Teruel,
hijo, Teruel.
Me
acuerdo de mi pobre padre, del alférez Recellado y de mi suegro que me hablaba
de los rigores de la batalla de Alfambra donde sufrió de pulmonías, y de Rufino
Vírseda que también pasó lo suyo en aquella terrible contienda fratricida.
Escapó
milagrosamente de la Batalla de la Sed, lo apiolaron en Villanueva del
Pardillo. Dijeron que lo habían fusilado y luego apareció en Cantalejo a
finales de la guerra, tan campante, después de haberle dicho las misas
correspondientes.
Pero
Rufino era mucho Rufino para que tan pronto lo cantaran el gorigori. Una vida
heroica de novela. Así son los héroes anónimos de nuestra tierra. Pues hasta
aquí llegaron los cantalejanos y sus cuadrillas hasta estas escarpadas sierras
del Maestrazgo por donde anduvo pegando tiros Zumalacarregui con sus carlistas.
Ay
España ¡qué hermosa eres y cuan poco sabes del valor de tus hijos!
TERUEL LA BELLA
TRILLOS CANTALEJENOS EN TERUEL
Cuando
a mi pobre padre le dolían las rodillas porque iba a cambiar el tiempo se las
atentaba y decía: "Hijo, hijo, Teruel". Se le congelaron las piernas
en la batalla del Seminario y mi pobre suegro Gabriel Tuya que también estuvo
en aquella movida cuando los termómetros bajaron a veinte bajo cero en aquel frígido
invierno del 37 murió a consecuencia de un enfisema o si se quiere cáncer de
pulmón porque le marcaron para siempre las pulmonías.
He
visitado por primera vez aquel lugar y me emocionado ante el impresionante
edificio que domina el paisaje de esta bella ciudad altiva recordando a mis
seres queridos. Ellos pertenecían a los "unos" pero también lloré por
los "otros".
No quiero
entrar en detalles (los cronistas de nuestra guerra civil ya contaron al
detalle lo que ocurrió pues sería mi deseo que nunca los españoles se mataran,
debieranselo contar a las nuevas generaciones de una forma cabal y circunstanciada
sin apasionamientos ni revanchas)
Hubo
heroísmo por ambas partes. Porque allí los cojones de rojos y azules no
faltaban. Al alférez Recellado, mi padre me contaba, una tarde le entraron
ganas de fumar y en una de las angostas calles de Teruel había un estanco con
las puertas desencajadas pero las cajetillas del mostrador estaban intactas. Se
apostó con un falangista que cruzaría la calle para abastecer de cigarrillos a
sus soldados, saltó el parapeto al grito del último maricón pero el sector no
tenía desenfilada. Le arrearon cuando llenaba la petaca. No consiguió fumarse
el mixto con el que suspiraba.
La
vida en aquel infernal un mixto no valía un mixto. "Hijo, hijo
Teruel". Pero Teruel es una de las más bellas provincias de España. La he
recorrido de arriba abajo en sus castillos góticos, en sus iglesias que un día
fueron alminares y que el rey asturiano Alfonso II el Casto convirtió en
campanarios. Buena y hermosa gente de hondas raíces cristianas con cierta
ascendencia islámica mitad mudéjar mitad muladí con un entronque muzárabe que
desapareció tras la conquista del rey Asturiano Alfonso II el Casto al que recordarán
siempre los turolenses con su monumento-fuente en la Plaza del Torico.
Me
fui a los baños de Manzanera aguas arriba del río Torrijas, que horada
impresionantes hoces coronadas de almendros, pinos, sabinas, manzanos y nogales
que allí llaman nogueras y en un pueblo abandonado de aquella ribera que llaman
el Paraíso Bajo en unas eras derrelictas encontré un trillo de Cantalejo con el garfio de amarre, sus
pedernales y aquel silex casi prehistórico que trituraba la espiga.
Me guardé
uno de los pedernales en bolsillo como recuerdo. Ya se acabaron las parvas y
murieron las canciones de trilla. Un mundo que se fue.
El
antiguo apero, al que solo le quedaba una tabla, guardaba el perfil en la
trasera y alabeado avante (no era fácil fabricar un trillo en condiciones, se
requería la pericia de un buen ebanista) según la técnica de los carpinteros de
Cantalejo, aquellos audaces trajinantes de cerca de mi pueblo que
suministraban a los labradores de toda
la península de instrumentos para las faenas agrícolas (bieldos, alcotanas,
azuelas, garios, besanas) y también me emocioné porque me acordé de Rufino Vírseda,
el padre de mi amigo Tomás, y me lo imaginé de recua por aquellos riscos con
una reata de mulas, de carros y de trillos transportados a cuestas de los
machos con tracción de sangre, para abastecer esta zona cercana al Maestrazgo y
a la sierra de Gudar.
¡Que
de gurrumías, cuantas penalidades! ¡Qué temple el de aquella gente! A mí me
consuela saber que Segovia mi provincia siempre tuvo alma aventurera y soñadora
ancha es Castilla, que se ganaba el pan con el sudor el polvo y los peligros de
los caminos, nunca con la usura.
Los
trajinantes de Cantalejo parlaban la gacería, una jerga autóctona que desgraciadamente
no ha sido estudiada, ni tratada con el rigor conveniente por los lexicólogos.
Está por escribirse la gran novela de los tratantes de Cantalejo, un pueblo de
emprendedores empresarios y mercaderes que se dedicaban al trato cabal y
valiente. No firmaban papeles. Bastaba con la palabra y estrechar la mano del
comprador.
Jamás
engañaban al cliente. Consumado el canje, se iban a la taberna y con mucha
ceremonia bebían a la salud de todos. Era la robla o el alboroque, una tradición
que arranca de los romanos que se servían de estos arriesgados intermediaros
para colonizar y humanizar.
Teruel,
hijo Teruel.
Me
acuerdo de mi pobre padre, del alférez Recellado y de mi suegro que me hablaba
de los rigores de la batalla de Alfambra donde sufrió de pulmonías, y de Rufino
Vírseda que también pasó lo suyo en aquella terrible contienda fratricida.
Escapó
milagrosamente de la Batalla de la Sed, lo apiolaron en Villanueva del Pardillo.
Dijeron que lo habían fusilado y luego apareció en Cantalejo a finales de la
guerra, tan campante después de haberle dicho las misas correspondientes.
Pero
Rufino era mucho Rufino para que tan pronto lo cantaran el gorigori. Una vida
heroica de novela. Así son los héroes anónimos de nuestra tierra. Pues hasta
aquí llegaron los cantalejanos y sus cuadrillas hasta estas escarpadas sierras
del Maestrazgo por donde anduvo pegando tiros Zumalacarregui con sus carlistas.
Ay
España ¡qué hermosa eres y cuan poco sabes del valor de tus hijos!
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