MI ENCUENTRO CON SOR
TERESA DE CALCUTA
Una
tarde de invierno de 1971 yo era un periodista freelance, me fui a Belfast para
narrar in situ los disturbios del Ulster. Donde conocí en carne mortal a la
madre Teresa de Calcuta. Apenas la vimos unos minutos dos reporteros ingleses,
otro alemán y un servidor.
Salió
a recibirnos a la puerta de un piso en Falls Road una no go área o zona de combate. En la esquina del edificio habían
tenido lugar los acontecimientos del Domingo Sangriento o Bloody Sunday.
La
calle olía a pólvora y el lugar no podía ser más deprimente. La monja albanesa
nos saludó juntando las palmas de las manos a la manera budista ya digo pero se
negó a hacer declaraciones envuelta en su sari azul y blanco como la bandera de
Israel. Su sonrisa gélida se transfiguraba a la vista de un niño y los rasgos
de su rostro eran duros. Pobreza y patetismo alrededor. Saqué mi pentax y
apreté el obturador varias veces. Una de las hermanas acompañantes de rostro
aceitunado protestó por mi alarde, yo quería simplemente un "scoop".
Las fotos, sin embargo, se velaron. Se me frustró la exclusiva.
Un
taxista que debía de ser del IRA nos había acercado cobrándonos un dineral por
la carrera hasta la residencia donde se alojaba la madre. Sor Teresa de Calcuta
era un manojo de nervios ojos penetrantes y sonrisa forzada y misteriosa. No photos please. Sin embargo, accedía a programas
de la BBC y un famoso
escritor Malcolm Muggoridge agnóstico y de origen protestante la presentaba
como modelo a seguir en el ámbito de las personas consagradas. Se decía que
David Rockefeller había aportado importantes sumas de dinero para su fundación
en la India. Lo mismo que Henry Kissinger. ¿Querían estos patrocinadores de las
hermanas trasformar la caridad cristiana por la filantropía laica? Yo me hice
esa pregunta muchas veces cuando supe que iba a subir a los altares de forma tan
acelerada bajo la fórmula del "santo súbito". Los procesos de
canonización en la Iglesia hasta el Vaticano II tardaban decenios y a veces
siglos.
Por
aquellos días de la canción protesta Joan Baez era el numero uno del hit
parade británico con su balada “Bangladesh” y el musical “Oh Calcuta”
arrasaba en los teatros del West End.
Regresé
al hotel desolado. Belfast era una ciudad destartalada, la más fea de
Inglaterra, llena de odio y a mi modo de ver las cosas por aquel entonces,
Madre Teresa de Calcuta no representaba el modelo que yo me había forjado de la
santidad. Quedé un poco decepcionado tras el encuentro y salí a la calle
dispuesto a regresar a pie a mi hotel.
Entonces
se oyó una enorme detonación y vi correr a mucha gente. Cerca del Hotel Europa
donde me alojaba (dos noches consumieron mis ahorros) había estallado una
bomba. El centro de la calzada y las lunas de los escaparates rotos eran una
alfombra de cristales que se hicieron zarzamillo con la explosión. Un paisano
con el pelo alborotado y el rostro desencajado iba ofreciendo té a los soldados
y diciendo “I am British” (yo soy
inglés, muchachos). Debía de ser un protestante. La bomba la habían plantado
los católicos
Enristré
mi maquina fotógrafa y accioné el flash. En ese momento, venía hacia a mí un blindado de los Royal Fusilers. Enfoqué. Apareció en mi
objetivo un soldado apuntándome con un M16. Disparé y el fusilero en lo alto de
la torreta del Saraceen[1]
hizo lo mismo deslumbrado por el flash y en la creencia de que yo era un
terrorista.
En
ese preciso instante el camión blindado cogió un bache y la bala me pasó por
cima de la capucha de mi abrigo. Alcé los brazos, y, manos arriba, grité:
—Dont
shoot please, I am only a journalist. (No dispares sólo soy un
periodista)
El
carapintada me miró con rostro de odio. Dijo:
—You
bastard! (hijolagranputa)
Y el
trompy siguió su carrera. Creo que salvé por los pelos de una muerte
segura.
Ahora,
al cabo de cuarenta y cinco años de aquella noche de perros en la capital de
Irlanda del Norte, me asalta la duda de si Santa Teresa de Calcuta no hiciera
un milagro conmigo. Aquel bache me salvó la vida. Los santos del cielo son así
aunque en la tierra nos parezcan monjas insignificantes de aspecto antipático.
La experiencia de aquellos azares y gurrumías fueron contadas en mi biografía
no autorizada sobre Teresita del Niño Jesús en mi libro “Lloviendo rosas”.
Santa Teresa de Calcuta ora pro nobis.
La ceremonia de canonización de hoy domingo será el evento más importante y con mayor simbolismo de este Año Santo y combinará la tradición del rito, con sus fórmulas en latín, con las más altas tecnologías y despliegue de medios para la transmisión del evento por el Centro Televisivo Vaticano.
La canonización de la madre Teresa, que será la primera Premio Nobel en subir a los altares de las Iglesia católica, se ha preparado en el Vaticano con las misas en diferentes idiomas celebradas en la basílica de Santa Anastasia en Roma, donde fieles pudieron venerar la reliquia de la beata que mañana será trasladada al altar de San Pedro durante la ceremonia. Además, el papa Francisco celebró una audiencia con los operarios y voluntarios de la misericordia en la Plaza de San Pedro y recordó la importancia de esta canonización al invitar a imitar el ejemplo de madre Teresa de Calcuta «para aliviar el sufrimiento del mundo».
«Tendremos la alegría de ver a madre Teresa proclamada santa. Este testimonio de misericordia de nuestro tiempo se añade a la innumerable lista de hombres y mujeres que han hecho visible con su santidad el amor de Cristo», recordó el pontífice.
Y entonces pidió a los fieles imitar su ejemplo, y pedir «ser instrumentos humildes en las manos de Dios para aliviar el sufrimiento del mundo, y dar la alegría y la esperanza de la resurrección».
La madre Teresa de Calcuta es para la Iglesia católica el símbolo de lo que debe ser la misericordia sobre la que Francisco ha querido poner hincapié en este Año Santo
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