Antonio Parra tuvo un sueño: ser
corresponsal en Londres y ese sueño se materializó recién terminada su carrera
de periodista y filólogo, a los 28 años. Una corresponsalía en la capital
británica viene a ser como el mirlo blanco de los que ejercen esta profesión de
juntar palabras y contar la historia desde un punto de vista personal y sin
cortapisas. Actualmente, la figura del corresponsal diplomático ha
desaparecido.
Sin embargo, Antonio Parra, tuvo
la suerte de haberse embarcado en las tareas de una corresponsalía como el
último bucanero.
Y también tuvo la dicha de
habitar una casa con fantasma en el barrio de South Kensington. Era el espíritu
del Conde Kelly, el cual algunas noches, picaba a la puerta y daba golpecitos
en la pared, o se recogía en la bodega donde el periodista tenía el télex para
enviar sus despachos a Madrid.
De una manera oblicua, intensa y
rápida, y haciendo gala de un estilo moderno, no exento de ironía, el autor va
narrando episodios de sus vivencias en aquella Inglaterra Feliz, la de los
Beatles, la de las queimadas de Manolo Fraga en la embajada, los pactos, los
consensos y contubernios, el amor, el desamor, desde el recuerdo de un tiempo
que no volverá, sino a través de la magia de la literatura. Como dijo un primer
ministro británico, “nunca lo tuvimos tan a huevo”.
El autor aborda el tema desde
planteamientos poco convencionales y a la contra, de cómo se maneja hoy la “pulp
fiction” de novelistas garbanceros y pedestres. Antonio Parra, testigo de cargo
de aquella época, es una voz que merece ser escuchada.
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