Palencia despide al precursor de la mecanografía
Alberto Gutiérrez, que llevó a hogares, empresas y ayuntamientos las máquinas de escribir y posteriormente los ordenadores, ha fallecido a los 80 años
Heredó de su padre, Daniel Gutiérrez Alonso, la vocación por el comercio, por el trato con el público, por el servicio al cliente. Desde niño se crió con la máxima de sacrificio que suponía que su madre tuviera un puesto de pescado en el mercado de abastos. Con esa actividad comercial de base, allá en la posguerra, su padre se inició también en la venta de plumas estilográficas y papelería, el germen de lo que convertiría en emblema y en seña de identidad de su negocio Alberto Gutiérrez Arija, su hijo –fallecido de un infarto cuando era atendido en el centro de salud este pasado 30 de abril a los 80 años–. Incluso en sabiduría y enseñanza, porque Máquinas de escribir Gutiérrez fue algo más que una tienda, fue la escuela de la mecanografía para varias generaciones de palentinos. Ubicados inicialmente en el edificio donde vivían, en la Calle Mayor 81, en la esquina con San Bernardo, Alberto Gutiérrez lideró el negocio de las primeras Olivetti.
La ingeniería de las máquinas de escribir Camilo Olivetti arrancó en 1908 cuando el italiano auguró un brillante futuro a su negocio. A partir de la década de 1930, la compañía abrió filiales en el extranjero, la primera filial se creó en España. Hispano-Olivetti era el 'apellido' de Gutiérrez en Palencia, en ese local de la Calle Mayor conocido también como 'la casa de Lagunilla' que abrió como academia de mecanografía y taquigrafía que sirvió de escuela a varias generaciones de palentinos, y que le hizo merecedor de reconocimientos y premios, como la Medalla de Oro de la Cámara de Comercio en 1992.
Gutiérrez vendió posteriormente receptores de radio y televisión también, manteniendo junto a su hermano el buen pulso del negocio de su padre, acelerando el paso y atento a las exigencias cambiantes del mercado.
Así, de las máquinas de escribir Olivetti que casi adoptó como apellido, pasó también de forma pionera a los computadores personales, que llegaron a finales de los 70 del pasado siglo XX a los hogares. Era conocido también Alberto Gutiérrez por lo que fiaba, por la confianza que depositaba en cada cliente para que se llevara la máquina o el ordenador a casa o a su negocio aunque el pago tuviera que demorarse. Así ayudó a muchos empresarios de la época en el reto de informatizar sus negocios e instalar modernos muebles de oficina. También lo hizo con los pueblos, porque en esos 80 y 90 no solo llegó a las casas de los palentinos, sino que vendió esos PC por toda la provincia, y llegó a los ayuntamientos a través de los concursos que convocaba la Diputación para ese desarrollo de los municipios del que ya han pasado casi cuatro décadas.
La tienda de informática se trasladó en 1993 a la Calle Mayor número 15, frente al bar Alaska, donde funcionó hasta su jubilación en 2005 y donde hoy el local comercial que funciona sigue llamándose por muchos palentinos como el de Gutiérrez, tan popular aunque ya hubieran pasado quince años de aquella despedida empresarial.
Fundador del club Espigüete
El fallecimiento de Alberto Gutiérrez deja también un vacío en el club de montaña Espigüete, del que fue uno de los fundadores. Sus hijos recuerdan que siendo niños, la furgoneta de Máquinas de escribir Gutiérrez se llenaba los fines de semana de material y aparejos con los que acudían hasta Cardaño de Arriba para la construcción del refugio del Espigüete en 1968.
La Montaña Palentina también echará de menos sus paseos, igual que el Monte el Viejo, la Calle Mayor y la Plaza de España, lugares que frecuentaba a pesar de su delicado estado de salud de los últimos años.
Muchos amigos lloran su marcha y acompañan en la obligada distancia a su viuda y sus hijos en lo que ha sido una pérdida más dolorosa en esta situación de alarma por el coronavirus.
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