SAGUNTO
Huyendo de la realidad que me
circuye vuelo a Sagunto en las alas del pájaro de la imaginación que me
transporta hacia los paisajes de mi infancia vía de las páginas gastadas de mis
enciclopedias escolares hoy arrinconadas
por los nuevos esbirros de una cultura que profanan cementerios
cristianos y tronzan cruces y tumbas en Jerusalén. Esos criminales que lo
perpetran están sedientos de sangre y desconocen la historia. Sagunto nombre de
heroicidades y de holocaustos. Un pueblo entero en armas que prefirió arrojarse
a las llamas antes que rendirse al invasor.
Primero contra Roma después
contra Cartago. Aquí quedan las ruinas testimoniales y la piedra donde Amilcar
Barca pronunció el juramento de odio eterno al invasor foráneo. Sagunto, capital
de la Edetania, es símbolo de la furia española. Luego han borrado su nombre de
los libros. Otro holocausto, holocausto de la memoria, que no es prudente
citar, pero vamos a ver lo que pasa. El año 216 Sagunto fue sometida a cerco
por Aníbal.
Mil veces sitiada y hostigada con
catapultas, helepolis, arietes y otras máquinas de asalto, mostró su rostro
indomeñable. El cartaginés tenía prIsa por pasar los Alpes para ir a hostigar a
Roma pero esta pequeña ciudad del imperio se le interpuso en el camino. La ciudad
cercada no capituló y sus moradores se inmolaron en una hoguera antes que
claudicar. En la inmensa pira sucumbieron hombres, mujeres, ancianos y niños. Un
holocausto. Prefirieron la muerte a la esclavitud. Todo un paradigma para las
tribus diversas y conversas que relinchan, gorgoritean y regüeldan de comodidad
y pasividad en la España citerior y ulterior. No quieren saber nada de la
llegada de los bárbaros. A estos las guerras púnicas les quedan muy lejos pero
la pella se viene. Se entregan a los placeres de la mesa y el vino, se
desparraman indolentes ante la caja tonta para ver los morros siliconados de la
Belén Esteban mientras escuchan el griterío de las vecindonas mediáticas. Depravación
y puterío de sietemesinos con coleta y de ese alcalde de la heroica Gerona que
es hijo de un carnicero y larga sus gargajos contra la España. De la Pili de
Rahola mejor no hablar. Pronto se van a cagar de miedo cuando vean al carnero
de la legión por las Ramblas. El honorable Pujol, un ladrón más con sus
compinches desde luego, irá a la cárcel. Sagunto es un nombre inefable que no
conviene olvidar. Aníbal lo tuvo crudo. Sucumbió, tras vencer en Trasimeno, con sus elefantes en la
batalla de Zama, y Roma quedó indemne para siempre del furor cartaginés y su odio
africano, gracias a Escipión un genio de la guerra del ejercito imperial. Fue Anibal, el hijo de Amilcar Barca, un yihadista para que nos entendamos a la antigua. Conviene recordárselo
a los desmemoriados.
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