Letraherido y aterrado por la sonrisa del batracio (un sapo que me persigue
que tiene la voz gorda y los pies planos cara de chino y tez de gitano) he
acudido a la didascalia del arte románico para ponerme a cobro del enemigo y
extasiarme en los pórticos de la gloria y en los capiteles historiados,
ménsulas y girolas de las iglesias de mi país, vidas de Cristo, sus milagros, y
también gárgolas con las fauces abiertas donde el dragón que acecha estos días
está muy significado. Me he sentado sobre el respaldo de las misericordias
donde el mundo animal y vegetal está explicitado, para alivio de mis cansadas
posaderas, harto estoy de especular. Las virtudes y los vicios, el ángel y la
bestia, se dan la mano en esos poderosos frisos estatuarios que son sermones en
piedra. Parenética triunfal del arte mudo del siglo XII.
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