ARZOBISPO
CARRILLO PRIMADO DE TOLEDO
“DON ALFONSO Carrillo —nos informa Hernando del
pulgar en su “Claros varones de Castilla—arzobispo de Toledo “fijo de Lope Vásquez de Acuña fue ome alto
de cuerpo e de buena presencia. Era de los fidalgos e de limpia sangre de
Portugal. Su abuelo era caballero portugués que vino a Castilla al servicio del
Rey don Juan el que fue vencido en la batalla de Aljubarrota. Fue primero
obispo de Sigüenza y después proveído de la sede toledana suplica del Rey don
Juan. Rezaba bien sus horas e guardaba cumplidamente las ceremonias que la
iglesia manda guardar. Fundó el monasterio de san Francisco en Alcalá. Era de
gran corazón e su principal deseo era fazer grandes cosas y tener gran estado
por haber fama e renombre”. En este retrato psicológico del controvertido
prelado una de las figuras claves para entender la España de Enrique IV nos lo
describe certero. Su ascendencia lusitana va a determinar su alineación en el
bando de la Beltraneja y de las luchas banderizas de aquel reinado que
derivaron en la batalla de Olmedo acabando con el escarnio de la “mofa de
Arévalo”.
Se trata, pues, de un obispo a la vieja usanza.
Eclesiástico ciertamente pero prevenido en frontera. “Los moros, dice el cronista Pulgar que también era converso y del
bando de Isabel en contra de la facción de su hermanastro don Enrique, son omes belicosos y astutos e muy engañosos
en el arte de contiendas e varones robustos e crueles al acecho por las
montañas” Acérrimo personaje que se curtió en las luchas contra el Islam.
Magnificente y generoso.
El cronista no nos cuenta que su corte
episcopal en Alcalá rivalizaba con el
palacio de los papas en san Juan de Letrán o en Aviñón con más lujo que el
propio alcázar segoviano donde vivió el último de los trastamaras. Se daban
fiestas y banquetes y saraos. Acogía a músicos y poetas, siendo muy amado por
sus feligreses, quienes según el refrán
eran de origen converso en su mayor parte o morisco: “alcalaino fino no
bebe vino ni prueba el tocino”... aunque le dé al cristal de vez en cuando…
porque la ciudad complutense siempre gozó en España de tolerante, muy al contrario que
Salamanca más rigurosa y levítica.
También puede ser que el propio don Alonso, al
igual que don Juan de Torquemada luego cardenal de san Sixto y Alonso de
Cartagena arzobispo de Burgos y el mismo cardenal Mendoza el cardenal de
España, proviniera de hebreos lusitanos
Tampoco se refiere Pulgar a su pasión por la
quiromancia y las artes mágicas de gran boga en la época, a su desdén por los
rescriptos y anatemas que llegaban de Roma. Cisneros al que tuve encerrado
trece años en la cárcel arzobispal de San Torcaz por causa de un beneficio por
el que pleiteara fray Francisco que por entonces no era fraile sino cura
secular y se llamaba Fernando, habiendo acudido a san Juan de Letrán para traer
una dispensa papal fue una de sus víctimas. Echó al fuego la bula papal
Carrillo y mandó encerrar al que había de convertirse en Regente de la corona.
Tenía un hijo natural por nombre Troilo al que
regalaba con solicitud paternal pero que falleció a los quince años. Y un
gozque o perrillo de aguas con cuyas gracias entretenía a sus huéspedes, a
decir del cronista Palencia en la “Cuarta Década”. En todo resulta muy humano
el perfil que de su persona esbozan los analistas de la corte de Enrique IV y
de su hermana.
No solía oficiar misa más que en las
solemnidades pero la oía a diario de labios de alguno de sus capellanes según
costumbre.
Siempre que pasaba yo camino del archivo en la
plaza de las monjas, la estatua del primado mitra báculo y capa pluvial parecía
saludarme desde su pedestal oscuro en la amanecida. Con su mano tendida sobre
el horizonte o de lo alto de su mitra donde posaba casi siempre algún pájaro
señalaba el horizonte embelesado por ese misterio que se llama España.
¡Qué alteza, cuanta magnificencia y calidad con
sus virtudes y defectos debió de encerrar aquel prelado!
Por su aspecto respondía a la imagen de lo que
debiera de ser un jerarca de la iglesia medieval que definió la Reina Católica:
“pláceme ver los caballeros en campo, los obispos de pontifical y los
ladrones en la horca”.
Generoso y hospitalario. Sin embargo, el
cronista oficial puntualiza: “Sus
pensamientos eran más altos que sus fuerzas y su gran coraçón no le dexaba
discernir ni consentía medir con las grandes empresas que tomaba, e desto se
seguían trabajos y fatigas continuas”. Luces y sombras en la vida de este
gran arzobispo que ocupó la silla primada treinta y seis años.
De una liberalidad acérrima porque en su casa
no había pobres se derivó la bancarrota de su primacía al final de sus días. A
todos cuantos le venían a visitar les regalaba, acogía, les vestía en la curia
y alimentada pero muy belicoso y amante de la guerra también era.
Después de la del obispo Gelmirez el de las Navas
la figura de Alonso Carrillo se convierte, para bien o para mal o en detrimento
de las murmuraciones de sus enemigos, en uno de los gigantes de la historia de
la iglesia española a través de su pretensión de mantener una cierta
equidistancia o autonomía respecto a Roma. “Del
Papa a veces fazía mofa pero nunca malfetría”.
No era la codicia la inspiradora de una de sus
aficiones: la crisopeya sino la caridad. Quería convertir el hierro en oro para
dárselo a los pobres y remediar así las necesidades de los pobres de Alcalá. A
causa de su manirrota largueza generosidad murió pobre y arruinado a los
sesenta años. Su sepulcro se encuentra en el trascoro de la iglesia mayor de la
ciudad complutense. Y su monumento me saludaba a través las nieblas del Henares
en el entrelubricán de la aurora complutense nada más cruzar la fachada de la
Universidad.
En parte entendía yo al verlo tan tieso y tan
rehecho la vera efigie de un arzobispo de Toledo orgulloso y triunfal sobre el
bloque de mármol las razones que se les escapan a los enemigos de nuestra fe
católica dando de lado a un hecho sustantivo que la iglesia está integrada por
hombres.
Es una institución temporal y asimismo
espiritual. Lo esotérico y lo exotérico van de la mano. La médula y cáscara se
juntan hasta fusionarse.
Por eso, continúan apedreándola los escribas y
fariseos de todas las épocas. Por eso somos pasto y comidilla de los hipócritas
y los que disparan contra la casa ajena cañonazos cuando la suya tiene el techo
de cristal. Lo malo de los españoles es que desconocen su historia dejándose
engañar por los farautes del miedo y los mensajeros de la autodestrucción. La
verdad es que somos un poco deletéreos. Un poco de flema y no ser tan
aguerridos en nuestras descalificaciones no nos sentaría mal
Antonio Parra
martes, 03 de
enero de 2017
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