EL ARCIPRESTE DE HITA, VICTIMA DE LAS
IRAS DE SUS COLEGAS. FEROCIDAD DEL ODIO DE LAS PERSONAS QUE SE DICEN
CONSAGRADAS
Entre Los clérigos suele darse un odio
africano anejo de la envidia ▬ dígalo mi propia experiencia y no quiero hablar
de los curas de Segovia que menuda tropa pues pese a ellos mantengo mi fe y no
son óbice a mi condición católica tales precariedades tan propias de gente
ruin, chusma paleta ▬.
Como parenética o explicación de semejante
atavismo se me ocurrió una novela: “Seminario
Vacío. Los pecados mortales de la iglesia” y, salvando las distancias, Juan Ruiz
arcipreste de Hita puso el Libro
del Buen Amor negro sobre blanco
para zafarse de las invectivas de los
párrocos, las iras de canónigos y
beneficiados de Talavera que vivían amancebados
con sus respectivas coimas.
Acuden al obispo y le dicen monseñor por que
nos quitáis las buenas para que nos vayamos con las malas y luego al Papa.
Surge un tumulto al pobre arcipreste lo
corren a gorrazos y no para en su carrera hasta Roma pidiendo auxilio pero como
lleva poco dinero en la corte papal no le hacen caso y de ah se inspira en un verso pareado que ha hecho época:
“Yo vi en Roma do
es la santidad
Que todos al dinero hacen humildad”. Usura. Simonía. Los dineros de san
Pedro. La Santa Bula. Indulgencias para salir del purgatorio y entrar al cielo.
Regresa al cabo de infructuosas gestiones
ante la Curia, a su diócesis. Son tiempos revueltos y tumultuosos previos al
cisma de occidente. La corte papal ha sido trasladada a Aviñón y el cardenal
Gil de Albornoz de manera preventiva mete al arcipreste entre rejas. Trece años
sin ver la luz del sol en presidio. No sería ni el primero ni el último porque
un siglo mas tarde el cardenal Cisneros sería encerrado en la cárcel
inquisitorial de San Torcaz. Exhibiendo
su grado de conocimientos libros proclama su inocencia de esta manera en el
proemio del “Buen amor”:
“Señor
Dios que a los judíos pueblo de perdición
sacástelo cautivo
del poder del faraón
a Daniel sacaste
del pozo de Babilón
sacadme a mi
cuitado
del pozo de esta
prisión
tu que a santa
Marina libraste
del poder del
drago
y a Ester la reina
diste
tu gracia divina
ante el rey Asuero
Dame tu merced
aína, etc.”
Invoca enseguida a los santos
auxiliadores pero ¿quién podrá escuchar las quejas de un pobre
cura al cual los malvados talaveranos acusan de mal vivir aun durmiendo ellos
todas las noches con sus propias coimas pues el ama del cura me quiere mucho
que todas las noches me da calducho. “Guárdame
de traidores alta Señora – reza a la Virgen- tira de mí rencores”.
La buena literatura es la que dice verdad y se muestra verosímil como la
vida misma y al tirar de la manta Juan Ruiz descubre bajo el embozo a clérigos
hipócritas, mistureros, difamadores, cautelosos, conspiradores, soberbios,
borrachos, gente sin caridad y poco humanos, que tienen el corazón de hielo y
el alma de hormigón.
Los cimientos de esta columna falsa de la
iglesia romana se ahondan en la retórica, la superstición, el doble lenguaje,
el gesto curial y esa ambivalencia que hemos heredado los españoles tan
aficionados a pleitear y andar entre rábulas y procuradores; los sermones, los
anatemas, el secretismo y la puridad, la denuncia del soplón. La picaresca es
hija de la iglesia española.
¡Ay de aquellos, con todo y eso, que se
resistan a la acción del Espiritu Santo!
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