RECORDANDO EL 31 DE JULIO EN EL SEMINARIO DE COMILLAS. LAS DOS BANDERAS DE SAN IGNACIO DE LOYOLA.
Un ojo en el cielo y
otro en el suelo Aquaviva dixit el prepósito que tomó el mando de ese ejercito
monacal mitad monjes mitad soldados sin espada que alzó la bandera de la
Contrarreforma en Europa reformando el catolicismo y purificándolo de las
asperezas medievales ¿arruinándolo? Tal vez porque no hubo orden religiosa más
discutida dentro de la Iglesia occidental aunque temida y respetada por los
protestantes. En ruso el término jesuítico ha pasado a ser semántica de “hipócrita”
“escurridizo”. De España fueron expulsados en dos ocasiones 1678 y 1933. Enseguida
la primera iglesia que ardió en el Madrid rojo fue la Casa de la Compañía de la
calle La Flor. Quedó también hecha cenizas su gran biblioteca. pero volvieron
siempre renacen. Fundador eres Ignacio general de la compañía real que Jesús
con su nombre distinguió” cantábamos el himno al final de su novena en los
tórridos días del verano de mi adolescencia. Yo me arrodillé durante casi diez
años en los bancos de una iglesia jesuítica la de Segovia convertida en
seminario conciliar la de san Isidoro de Arévalo hoy derruida la Clerecía
salmantina el colegio imperial de Madrid antigua catedral de San Isidro.
Todas ellas tienen la
misma traza austera del Gesú de Roma cruz latina sin adornos, numerosas
capillas para que celebren misa los padres de la comunidad que siempre eran
congregaciones muy nutridas.
El estilo jesuítico es
aguerrido y militar. Nunca quisieron ser clerigalla. Se consideran abanderados
de elite. Enarbolan esas dos banderas de los ejercicios del fundador de Loyola
estilo áspero concordancias vizcaínas pero que sirvieron de preparación para
las batallas del Señor y de Satanás también. Lenin estructuró su dialéctica en
los famosos espirituales ignacianos. Prosa sin peinar ya digo pero cargada de fuerza
doctrinal.
Esta orden triunfó en
España durante el Siglo de Oro. Los nuestros son los mejores educadores tribu
selecta de este país tan listo por una parte y tan adocenado por otro.
Sus maestros y
maestrillos no usaban la vara ni el látigo correccional pero sabían hacer daño
cuando querían con ánimo de reclutar a los mejores en sus escuelas de Gramática.
A mí me puso un capelo
que me sigue ─no pude pasar la probatio:… tú
no vales, te nos has colado ─ escociendo todavía.
Toda mi existencia me
revolví contra el veredicto de aquel clérigo diabólico para demostrarle que yo
valía.
Era un vasco petulante
y diabólico el tal Eguillor; me hizo tanto daño psicológico que estuve
a punto de tirarme al mar desde lo alto del acantilado de Peñacastillo.
Fue mi consuelo saber
al rodar de los años (algo había fallado en aquella educación selectiva, fue el
fracaso del “streaming” que suelen hacer los maestros de Oxford con pericia) que de mi curso
cuando llegó la desbandada alcanzaron el sacerdocio de ciento y pico que éramos
sólo dos y uno de los ordenados se hizo terrorista. Entró en la ETA. Había sido un gran amigo mío. Es verdad formamos parte
de una generación perdida. Eta nació en un seminario.
Menos mal que en la
compañía conocí a otros religiosos que eran la antinomia de Eguillor; santos
varones como el padre Martino, Heras, Mayor, Penagos, Taboada, Nieto, Prieto,
Cencillo el padre Teofanes cuya celda olía siempre a café etc.
Me enseñaron elocuencia,
retórica y el incentivo de la palabra.
Mi fracaso como
seminarista hizo de mi un buen escritor y creo que un eximio periodista lo digo
como lo siento, mi abuela Paula murió hace mucho tiempo. Siempre estuve viéndolas
venir.
Otro regalo que debo a
los jesuitas aparte del amor al latín y a la filología es mi devoción a la
Santísima Virgen María a la que invoqué en los trances amargos de mi vida.
San Ignacio es un
santo distinto, se parece poco a los demás porque a veces baja de su hornacina
y se lía a estacazos. El antiguo soldado de los tercios del Duque de Nájera que
recorrió media Europa a la pata coja pidiendo limosna por los cuarteles y por
los conventos, fue a Flandes, fue a Paris, cruzó el charco y estuvo en Londres.
Aprendió latines en Alcalá cuando ya era talludito, sentándose al lado de niños
de coro con los cuales compartía banco y palmeta.
Bajo las pesquisas de
la Inquisición estuvo fichado como “alumbrado”.
Grandes coincidencias de mi vivir. Me abrí a la vida en una antigua casa de la Compañía y alcancé la jubilación en Alcalá frente a uno de los primeros colegios que abrió la orden en las Atarazanas complutenses.
Se cerraba el círculo de un modo misterioso.
En los ejercicios el
alma marca el paso… un dos… un dos... un dos tres al paso de las dos banderas, las temporal y la espiritual. ¿De qué te sirve ganar el mundo si pierdes tu alma? La frase de San Ignacio a Francisco Javier cuando este navarro era uno de los más prestigiosos estudiantes de la Sorbona se me ha quedado grabada. Es la indiferencia ante lñas cosas del mundo, de lo que pasa y lo que no pasa, la "suspensio mentis" o adiaforia mística.
Gritan los cabos de guardia a formar compañía
vista a la derecha descansen un paso al frente… ar. Tras la sotana de un jesuita alienta el pecho de un soldado que lucha por ganar almas para Jesucristo.
Yo di un paso al
frente pero volví grupas cuando vi que venían mal dadas acordándome de que los judíos
son los últimos en ir a la guerra y los primeros que vuelven. En los combates
buscan el mejor agrego de la trinchera.
Dios perdone mis debilidades
y cobardías.
Por lo demás ya
sabemos las relaciones que tuvo la JHS con el dinero. Fue su mentor o sponsor
un rico mercader judío de Medina del Campo que controlaba el mercado de los
paños y de la lana en Amberes: Pedro Quadrado. Un ojo en el cielo y otro en el suelo. A Dios rogando y con el mazo dando. Sin dinero no se puede hacer nada. Los jesuitas eran pobres como ratas pero la Orden siempre fue rica. Crearon el "real state". Sus casas eran verdaderos cuarteles. Introdujeron la oración mental y no tenían coro para rezar el Oficio divino. Su liturgia a palo seco sin cantos porque siempre se inclinaron por el rezo en privado.
Un ojo en el cielo y otro en el suelo que decía Aquaviva el sucesor del de Loyola, y ahora el enigma del Papa Francisco. Es precisamente un jesuita el que está poniendo patas arriba a la SRI y al jesuitismo no lo conoce ni la madre que lo parió. Sanctus Ignatius ex Loyola ora pro nobis.
Este es un tiempo de peste y de letanías
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