SIN STREET CALLE DEL PECADO
Sin Street había dejado de ser la calle de los
pecadores para convertirse en un lugar de altura celestial. Los despedidos eran
los nuevos mártires de la sociedad de la opulencia. Los verdugos de ahora han
guardado en el armario por obsoletos los instrumentos de tortura física. Prefieren
la psicológica. El potro, el garrote, el segur están en desuso aunque perdure
la silla eléctrica como reliquia de la barbarie vieja. Ahora las persecuciones
resultan incruentas. Lanzan un virus cibernético que borran los nombres y
entierran en vida. Para suprimir cualquier resistencia se hacen barridos de
nómina. Los nombres y apellidos cuelgan chorreando sangre en la picota. Del
fondo de ciertas cámaras secretas llegan hasta los oídos lamentos sordos de los
emparedados porque se entierra a la gente en vida. Los esbirros y capataces que
vigilan la parva y supervisan las cuadras de Alfeo en la seguridad de puertas revolvedoras vigilan por el ojo
mágico y controlan la visión nictálope una verdadera pesadilla. Un grupo de chaumeurs
y una partida de arcángeles rusos hacían el acompañamiento con voces
maravillosas del trisagio de Atanasio un telegrama de esperanza que resuena
bajo las cúpulas de la gran catedral ortodoxa
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