HISPANIA VICTRIX
Cruzo la albarrada de los laureles floridos, hay mucho yerbazo y palazón pues el invierno del año 20 fue brumoso, llovió lo suyo y ha estallado la primavera del año 21 cuando la peste recede en medio de mascarillas persistentes y anhelos de vivir.
Desciendo calella abajo por el tobogán de los recuestos del bosque a dar con los cantiles de la mar de Butiello desde mi aldea en un risco oteando el océano. Entono salmos de agradecimientos por la vida que Dios nos dio y ya en la ensenada entre las crespas olas alargo la vista. La tierra más próxima al otro lado de Gran Sol son los acantilados de Dover y es que siempre llevé a Inglaterra en el corazón un nombre de mujer coronando mi partesana. ¿Qué fue de ti, corazón?
Mes de las flores pero ya no resuenan los himnos marianos. Sin embargo yo canto “Venid y vamos todos” en los adentros de mi corazón recordando días felices de la niñez. El sonido de las olas estallando en espuma contra los cantiles es rumoroso. Hay poca gente.
España parece una sirena varada acongojada por la peste Trump gobernador a trompazos de cabellera rubia y barbitaheño igual que Judas. La vida sigue igual que la mar Ocean imperturbable en sus flujos y reflujos.
Después de leer a López de Gomara aquel capellán converso autor del “Descubrimiento de las Indias” me pregunto si no habrá otros mundos. Es la gran pregunta que salta en el pensamiento de los científicos. Nuestro planeta es una parte infinitesimal del universo.
El Talmud aduce que existen cerca de veinte mil planetas y que están muy pobladas las estrellas. ¿Algún día podremos comunicarnos con tan lejanos vecinos?
El hombre es muy poca cosa cuando contempla la mar o alza los ojos hacia el empíreo. Un rostro de mujer la de la dulce Deri aparece en la lejanía. ¿Qué fue de ella? ¿Vivirá? ¿Será feliz? La marea de los amores es un vaivén universal. Marinero, cíñete a la banda.
Sopla el viento de bolina. La culpa del pecado es arrastrada hasta la playa. Produce un sonido bronco el transporte del cascajar. Los milenios pulen la piedra. Debe de haber otros orbes como bolas tachonadas en el firmamento. Hay que salir de naja, no nos alcancen las esquirlas del meteorito de la ira de los tiranos.
Los luceros me sonríen con luz muda e invitan a navegar. Esos reinos desconocidos que albergan los espacios infinitos ¿estarán habitados por seres humanos, habrán sido redimidos por la sangre del Salvador? Cristo dijo mi reino no es de este mundo. No se refirió en sus parábolas evangélicas a otras cosmogonías. Aquí estamos varados en el dolor y sin saber a qué carta quedarnos pues todos son hipótesis, conjeturas, teorías, suposiciones.
El universo sigue siendo un enigma. Los conquistadores españoles dieron el primer paso al descubrir las nuevas flores, los animales distintos, la naturaleza ubérrima, los otros dioses al otro lado del atlántico. Vinieron diciendo de allá los rudos soldados castellanos que las indias son muy lujuriosas y paren presto.
Querían ganar la tierra de la eterna juventud. Beber en las fuentes de El Dorado como variación de las duras condiciones de vida en Europa,
La miseria aquí y la muerte, la mala suerte, las desdichas que cosechan nuestros pecados, las guerras de exterminio, representaban la realidad cotidiana de aquella generación recién salida del medioevo y embebida en la utopía, había leído demasiados libros de caballerías. Caballeros andantes querían ir más allá a lomos de Rocinante: plus ultra.
He salido de casa con dolor de ijada. Tuve que apagar el televisor al ver a esos niños masacrados por el Gran Sacamantecas que hace la guerra en nombre de Yahvé destruyendo Cisjordania. Es un messuge, un maldito, dicho sea en términos bíblicos.
Velo las armas, voy con ellas a cuestas por los caminos de la palabra. Las noticias de las matanzas en Palestina son desalentadoras pero sigo creyendo en esa Hispania Victrix que levantó el lábaro de la verdad con la cruz alzada.
El circulo diabólico de los pensamientos me tiene cogido por la garganta mientras sueño en otros mundos y veo sonreír a mi amada al otro lado del agua.
No soy más que un soñador que se revuelca en el fango de su ignorancia, nunca fui bienquisto por amar a España.
Mis enemigos me acorran flechando contra mí saetas enherboladas. Todos se ríen a sus anchas pero he triunfado, la gracia divina me sacó de las fauces del león. Salí de sus garras y escapé de los ofitas. El diablo es el amo. Siguen con su garrulería asolándonos los adoradores de la serpiente. Se ponen el mundo por montera, Ellos, sin embargo, son ínfimos. Dios, con todo lo que digan, es mayor
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