ÁLVARO CUESTA TERÁN. METEOROS. ESTRELLAS QUE CRUZAN LA NOCHE O EL AMOR DE UN ABUELO
Siempre fue para mí un regalo la buena escritura sobre todo si se escribe desde el corazón y este libro que he leído de corrido en una noche me ha servido para reconciliarme con el mundo, desde la humildad, la bondad, de un jubilata que ha dedicado toda su vida a los áridos conceptos de Keynes, o Stuart Mill. Cantidades cantantes y sonantes. Los números, las cuentas, la macro economía y ha descubierto su vocación de escritor.
In principio erat verbum. La palabra sigue moviendo el mundo. ¡Ah esos bólidos, esas lágrimas de san Lorenzo meteoritos que nos lleva a contemplar el querido Álvaro desde las planicies de la Mocha Chica en las noches de agosto!
Cita todas las constelaciones y aprendo nociones que tenía olvidadas en nombres como Perseidas, Oriónidas, Gemidas. Que luego se transforman en dioses y diosas del Olimpo.
El autor nos hace levantar la cabeza y admirar las estrellas y meditar. ¿Vida en otras galaxias? ¡ Cuán poca cosa somos!
Profundas reflexiones que debieran ser tenidas en cuenta por una España empequeñecida, ensimismada, donde todos andamos mirándonos el ombligo sin alzar la vista hacia arriba para salir de nuestro autismo y entender que el cosmos gira más allá de los avatares de la política, de las nimiedades, envidias y catástrofes que nos sirven en bandeja los telediarios y las redes sociales.
Estamos de cieno de barrio y de limo hasta las orejas. Y no vemos más allá de nuestras narices obliterados por la ley de la trampa.
Cuesta Terán no es un moralista al uso, pero este texto me devuelve a la consideración de que un buen libro es aquel que nos impulsa a ser mejores y gozar de las buenas cosas que nos depara la vida: la amistad, el optimismo, la charla con un buen amigo, o el rugby del cual Álvaro fue implacable en el placaje. Sano y robusto deportista.
Nos explica las leyes de ese deporte un juego de villanos practicado por caballeros.
Yo le he visto calzarse los coturnos y cuando amanece montar en una bicicleta de montaña para recorrer los campos aledaños a la Cañada y Brunete bregando por las calellas que surcan campas y encinares.
Cita a Montaigne al gran psicólogo neoyorquino Rojas Marcos al que conocí en el Bellevue de N.Y, y tambien a Forest Gump con esta perla: “ la vida es una caja de bombones, nunca sabes lo que te puede tocar” con la elegancia y humildad de alguien que se resiste a hablar mal de nadie; es preciso ponerse en los zapatos del otro, asegura, teniendo en cuenta que no todos calzamos el mismo número. He ahí una observación oportuna expresada en frase feliz.
La vida es una tocata de jazz cuanto más improvisada sale mejor… busco la claridad huyendo de los agujeros negros. He aquí una admonición optimista para luchar contra el pesimismo que nos pervade. Pero fijémonos en el subtítulo: “ 92 reflexiones y pensamientos optimistas para compartir con tus hijos y nietos”. Esta frase, aunque Cuesta Terán es un joven que camina hacia un aurea senectud, me recuerda la obra didáctica de Palacio Valdés “El álbum de un viejo” de inspiración liberal y optimista, o a los proverbios morales de Dom Semtob el judío de Carrión introductor en la literatura castellana de la prosa y poesía didáctica.
Todo lo que cuesta vale pero precio, valor y coste son entidades subjetivas y diferentes.
¡Con qué ternura dedica un capitulo de su libro a su perrita Doris que vivió catorce años y medio en el hogar familiar! Esta elegancia y ternura en el lector producen embeleso.
En la Cavada y en Solares cuatro huevos son dos pares. Yo conocía otro en Sevilla y en Linares veinte mulas son diez pares. Cantabro de origen el autor vivió en Murcia nacido en los madriles se considera ciudadano del mundo. No es un regionalista aldeano ni de montera picona sino um ciudadano del mundo ajeno a los perniciosos localismos nacionalistas que conserva la impronta de la brisa cantábrica y la tramontana levantina. No eres de donde naces sino de donde paces.
Dice bien; la caja negra de un hombre se encuentra en la infancia y adolescencia, y en la suya se combinaron la huerta murciana y el sabor de la tierruca. Del Cabo Mayor al Cabo Palos. La Fuensantica y la Bien Aparecida fueron sus vírgenes tutelares.
Culinariamente saboreo las rabas, el caldero, y la marmita santanderina con el cocidito madrileño.
Hay que saber sacar partido a las buenas cosas de la vida cuadrando balances el debe y el habe.
Habla no sólo un buen padre de familia, un justo de Israel enamorado de su esposa, pero también un economista.
San Miguel el Psicagogo celeste pesa las almas en los platillos de su balanza a pérdidas y ganancias. El bien y el mal en equilibrio la virtud y el vicio constatados. El activo y el pasivo.
La economía de la salvación a la cual se refieren nuestros grandes místicos. La parábola de los talentos, lo que no es óbice para insertar un magnífico y nostálgico cuento de Navidad, la que vivimos los hombres de mi generación mirando para el árbol de Noé o yendo a comprar figuritas a la madrileña plaza mayor.
Abre la cajita de los recuerdas que nos llevan a un pasado donde como todo español hubo de vencer dificultades y navegar muchos mares con frecuencia en borrasca y viento de bolina. Entonces se ciñó a la banda.
La prosa es sencilla y bien pagada de esa difícil sencillez de los clásicos que hace legibles y amenos a los buenos libros modernos sin requilorios ni “palabros”. Muy expurgado de errores sintácticos u ortográficos, “Meteoros” ha sido editado en papel con una excelente impresión por Bubok editorial.
Al presente únicamente encontré dos gazapos sin importancia: El adjetivo solo que va sin acento esdrújulo al contrario que el adverbio sólo, con él (pag. 64).
Por su amenidad e interés se lee de un tirón. He pasado la noche en una nube disfrutando de sus cortos capítulos. Cuando una novela es buena eres incapaz de darla de mano hasta que no llegas a la palabra fin.
Estoy seguro que Álvaro Cuesta dejará a un lado su humildad y nos deleite con más entregas de libros sabrosos por su enjundia y enseñanzas, propios de quien ha vivido la vida y piensa que es maravillosa.
Tendrá tiempo de deleitarnos con nuevas entregas, porque él dice que, recién jubilado, vive un perpetuo viernes y un larguísimo fin de semana. Que se alargue, como deseo, a los cien años. Es un lujo encontrar a un escritor con tanta limpieza de alma y candor en medio de tanta morralla como sale de los tórculos globales a día de hoy, tengo la sensación de haber encontrado la luz debajo del celemín.
4 de noviembre 2021
Continuará
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