«Las setas llevan haciendo posible la vida en el planeta desde hace 1.000 millones de años y quedan miles de especies por descubrir». Esa es la razón por la que Herminio Lara, presidente de la sociedad asturiana de micología, desde hace más de 29 años cada temporada sale al campo con la idea de volver a casa con un cesto repleto de nuevos ejemplares.
Aunque admite que en los últimos años es más difícil dar con ellas -ya que la climatología no es favorable y las estaciones poco a poco están cambiando- las más de 3.000 especies distintas de hongos que hay en Asturias hacen que esta afición cada vez sume más adeptos.
Además de su estudio, su interés gastronómico es uno de los principales atractivos de la micología. Como afirma Lara, la mayor parte de los que se inician en esta afición lo hacen porque desean saber si las especies que se encuentran en sus salidas al campo se pueden comer o no. Y es que las hay de todo tipo, comestibles, tóxicas y algunas que, con solo probarlas, podrían causar la muerte en cuestión de minutos.
Un buen ejemplo de ello es la 'Amanita phalloides' ya que, aunque por su aspecto y tamaño puede parecer inofensiva y fácilmente confundible con una especie comestible, un guiso que la añada como ingrediente causaría la muerte de todo aquel que lo degustase. «Es un mundo apasionante pero peligroso, hay que saber que setas vas a comer y tener la capacidad de identificarlas correctamente», explica Lara. Juan Ramón González, uno de los socios más veteranos de la entidad, recordaba emocionado sus inicios en el mundo de la micología: «Fue en Galicia, yo iba a pescar ahí y coincidía con un matrimonio que iban a setas. Hicimos amistad y empecé a salir al campo con ellos, desde ahí me empecé a interesar». Aunque después de tantos años como aficionado ha probado cientos de especies comestibles, González tiene una clara preferencia a la hora de encender sus fogones, el níscalo: «A la mayoría no le gusta porque dicen que es muy seca, pero a mí me encanta y encima se puede preparar de muchas formas».
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