2012-12-22
COMPRE LA BATALLA DE LA SED
Remember Brunete. La batalla de la sed
Reportaje novelado de las tres semanas de julio de 1937 en que las fuerzaas nacionales se enfrentaron a las de la república, integradas primordialmente por anglosajones de origen hebreo, casi todos ellos trotskistas, y que luego abandonarían el partido comunista cuando se produjo el gran cisma marxista entre Stalin y Trotsky. En la batalla de Brunete murieron cerca de 50.000 españoles. Muchos no sabían por qué morían tanto los de un ejército como los del otro. Los republicanos estaban mejopr pertrechados pero la disciplina y el ardor patrio era mayor entre las columnas franquistas comandadas por los generales Varela, Saenz de Buruaga y los requetés. Este libro demuestra que el contubernio extranjero fue desencadenante de la sangrienta lucha donde se probó por primera el combate con carros de combate. Fue una horrible carniceria en los ardores del tórrido estío. Los veteranos que sobrevivieron la llamaron para siempre La Batalla de la Sed.
Antonio Parra (Segovia, 1944), -castellano de natío y asturiano por amorperiodista, corresponsal en Londres y Nueva York de la Prensa del Movimiento. Licenciado en Anglística, Germanística y Eslavas por la Complutense. Autor de Seminario Vacío, publicado en esta editorial, Quien encontrará a la Mujer fuerte, y Lloviendo rosas. Firmó innúmeros artículos y reportajes en la prensa de toda España.
ISBN: 978-84-15093-58-9
Páginas: 230
Formatos: Edición Rústica con solapas
Comprar: Edición papel Edición E-Book
El Corte Inglés: libros bajo demanda
2012-12-13
CAMPANAS DE LA GIRALDA
Ayer fue Santa Lucía
Y las noches mayores que los días
Luz que empieza a crecer.
Escucho campanas de la Giralda
Que llaman al amor
Dulces bronces de España
Embeleso del dulce son
Hispania magna
Catolicidad acechada
Pero un día triunfará
Me pierdo por las tabernas del Arenal
Nunca comprenderán que el vino es lenitivo
Contra las bravuconadas del catalán
Campanas de Sevilla a guerra tocando están.
Soldados al arma
Defendamos la bandera constitucional
2012-11-15
2012-09-16
2012-09-14
2012-09-03
nos reunimos los del curso el día 7 a las 12am en la fuencisla, cantaremos el Veni Creator, la salve, rezaremos un responso por nuestros difuntos, superiores, allegados, y compañeros fallecidos y no faltará el himno a la Virgen de la fuencisla dandole gracias por los beneficios recibidos. Un año más
2012-04-08
2012-02-17
PEDIDOS dirigirse a bibliopolis@outlook.es para adquirir esta obra "Seminario vacío los pecados mortales de la iglesia". ES UN RETABLO DE SEGOVIA A MEDIADOS DEL PASADO SIGLO
ORGULLOSO DE MI OBRA
Me llama una amiga muy querida, Bosxosdenia- no es rusa más que de nombre- y me dice que se ha divertido mucho con la lectura de mi Seminario Vacío aunque haya a veces pasajes en clave y palabras que tiene que mirar en el diccionario. Mucho alegra a un escritor que lleva dándole a la tecla más de medio siglo una crítica tan benévola. No es por nada pero estoy muy orgulloso de mi obra que es un libro de vivencias de infancia a caballo entre El Camino de Delibes y la Regenta de Clarín. La Segovia provinciana de mi adolescencia debía parecerse al Oviedo de Leopoldo Alas, una ciudad levítica con sus ternuras y sus amarguras pero de una humanidad plena. Es un canto a mi ciudad y una alabanza a la Iglesia eterna aunque tenga que utilizar el escalpelo de la sátira para sajar el divieso de las malas costumbres. En Segovia el libro se ha vendido bastante bien. Levantó ciertas ampollas pero yo no me rindo. No me considero un enagüillas. Ni soy polilla de sacristía. El cristianismo -insisto- no es un asunto ni de faldas ni de braguetas aunque una mala educación sentimental que ha servido de carnaza a los enemigos de la Fe así lo postule. ¿Celibato? Tiene sus ventajas y sus desventajas. ¿Curas casados? ¿Por qué no? Pero nada de obispas ni de presbíteras. Lo siento. La presencia de la mujer es capital en la iglesia pero prepondera de una forma muy diferente a como pretenden las feministas. La reforma de la liturgia del Vaticano II, pésima tras haber suprimido el latín. Muchos curas así lo reconocen aunque con la boca pequeña pues nadie se atreve a colocar el cascabel al gato ni a proclamar que la sustitución del dogma del Holocausto por el de la Redención una deletrea herejía que va a acabar con la noción eclesial que quiso san Pablo.
Por último, intenté hacer recapacitar a la jerarquía sobre un hecho insoslayable: nosotros los ex seguimos siendo curas en el interior de nuestras conciencias. Sería un acto de reparación por parte de los obispos el que se nos llamara a formar parte de la iglesia en calidad de presbíteros o de diáconos. Puedo decir parafraseando a Graham Green England made me que a nosotros el seminario nos dio una visión del mundo muy especial en la cual estamos situados y esta impresión se detecta en todos los viejos compañeros con los que cambié impresiones. Su alma se moduló para siempre en aquellas aulas, aquellos tránsitos, aquellos cantos, aquella vida cuartelera a toque de campana en que no faltaron las miserias humanas pero tampoco la grandeza.
Estoy orgulloso de haber escrito tan controvertido libro y de haber contactado gracias a Internet con los antiguos compañeros de promoción. Antonio Valdivieso, José Antonio Alonso, Olmos y Eliseo Maroto, Tomás Virseda (a los de Cantalejo les quiero mucho y un incidente que me contó Tomás que vio llorar a su padre a las puertas del seminario me determinó a escribir el libro, no pude disimular la cólera porque lo que le pasó a Virseda fue una injusticia) Anastasio, Víctor Borreguero Virseda “Vitito”, me llaman de vez en cuando. Cabrillo, no te sulfures, tío, ni estés enfadado conmigo. Es que una vez me dieron de hostias en Aldehorno que es recio como buen pueblo de la ribera. En mis prosas quise ajustarles las cuentas a aquellos pueblos que eran los mío. Me crié en Fuentesoto culo roto siete varas y otro poco y a mí no le quieren mucho al hijo de la Juanita y del sargento. Son muy ladinos. Algo envidiosos. Y tú fuiste a pagar el pato y los desafueros de aquellas carnestolendas, olvidadas hoy.
Este último eminente catedrático y escritor publica artículos muy buenos en el Adelantado de Segovia, es profesor de la Complutense aunque un poco cabeza cuadrada como todos los de Turégano que se creen el rey de mambo y la llaman ciudad episcopal que nunca fue. Sólo porque estuvieran presos junto a Antonio Pérez y Francisco I un par de obispos.
Pero si tengo una duda en latín me dirijo a Antonio Valdivieso y si he de consultar alguna duda personal pues entonces echo mano de José Antonio Remondo que es la claridad castellana y la inteligencia en estado puro de los resineros de Remondo. Y dicho esto creo que a la vida no sé le puede pedir más. Seguiré escribiendo y provocando. Despertemos, compadres.
Mi pluma es una vara de Falaris. A veces resulta una ijada y escuece y penetra como un arpón; lo contrario sería suscribirse al club de los poetas muertos y ahí nos las den todas. Hay que aguijar a la yunta. Hay que atarse los machos. A todos, salutem plurimam.
-Et nunc et semper- me corregiría antonio Valdivieso.
España y yo somos así, señora como diría el autor de “En Flandes se ha puesto el sol”, Eduardo Marquina. Y un sol ilumina nuestras vidas en la senectud. Vamos.
Llevas razón, Remondín, a nosotros, los del antiguo régimen, no nos quieren ver ni en pintura somos los héroes del silencio, los marginados, los del exilio interior, los que siempre estan offside pues que con su pan se lo coman.
Tal observación que tú me hiciste por teléfono (gracias por tu sinceridad y por tu nobleza) me determinó a meterme en los oscuros y densos pasillos del “Seminario Vacío”, román verité dando vuelta a la memoria, agitando la moviola del tiempo. Estoy seguro, no obstante, de que este centro al que tanto amamos y aborrecimos hablarán las generaciones venideras. La obra se lee de un tirón y eso es un timbre de gloria para cualquier escritor.
2012-02-06
2012-02-02
A MÍ LA LEGION
MILLÁN ASTRAY (I)
Vivo sobre una cuesta cuyos pliegues van a dar a los arribes del río Guadarrama cerca del castillo de Villafranca. Aquí se dio la batalla más furibunda de toda la guerra civil. Esto otrora fue un majuelo donde se cultivaba la uva pardilla de la que se heñía uno de los mejores caldos de Castilla la Vieja porque esto aunque jurisdiccionalmente sea Castilla la Nueva perteneció desde Alfonso X el Sabio a Tierra Segovia. Vivo sobre un montón de cadáveres. Cerca de mi casa se descubrió hace años una fosa donde aparecieron gran número de restos humanos algunos con las insignias y los pasadores del Tercio. Son calaveras que importan poco al juez Garzón pero a mí sí. A veces con las lunas fuertes y heladas de enero escucho entre el titilar lejano de los luceros la canción de los Novios de la Muerte.
Debe ser mi imaginación algo calenturienta y sola en los plenilunios que trata de dar remate a una historia sobre la Batalla de la Sed (algún extracto en esta bitácora) y es como a mi padre cuando se le movía la metralla de la pierna congelada en Teruel. Los muertos cantan y hacen preguntas, ¿Por qué? ¿Por qué? Sólo hay un analgésico contra tales interrogantes: el vino del Pardillo que era el mejor caldo de Madrid y entre lágrimas me rindo a los brazos de Erifos que es dulce y traicionero y voy por los chigres del barrio.
Trato de evitar estas tabernas donde hay gente de mente olvidadiza y mal encarada. ¿Un tinto, don Antonio? Sí y recorro las estaciones del centro. No me gustan los barrios. Porque el vino que dispensan aquí los cantineros sabe a sangre y me llega la voz inquisidoras de aquellos legionarios que dieron su vida por Dios y por España en toda esta zona de aquí. En las barras sumerjo mi dolor en busca de la tranquilidad de una amistosa charla.
Ya quedan pocas así. El cristo de la buena muerte y el manto de la Dolorosa de mi pueblo me libran de las miradas como tiros de estas tabernas nefastas. Y sobre todo cuento con la sonrisa benévola y algo triste de mi general. Él es el que lanza el grito de a mí la legión cuando algún facineroso quiere meterse conmigo. Es una protección semidivina. Nobleza obliga y yo me voy de rositas. El otro día un librero mirada hundida una gran nariz cetrino y presuntuoso que regenta una librería de lance cerca de esa parte de Madrid donde estaban las eras del Mico- se trillaba, segaba y arrejacaba casi en los mismos aledaños de la Puerta el Sol- me espetó una frase que me hirió en lo más profundo:
-Rusia y España han de ser destruidas.
Quedé pasmado y sin aliento. En otro momento hubiera sacado el arma pero un legionario o un guardia civil por mucho que sepan manejarla jamás la llevan consigo porque no somos pendencieros y asesinos. Puse pies en polvorosa porque me conozco a mí mismo pero en aquel momento a ese tipo que practica la usura cerca de la era del Mico sin caer en la tentación de poner la mano sobre el tipo porque me las llenaría de mocos bien hubiera podido arrancarle la cabeza. Aire. Fuego al muñeco pimpampun fuego con esa mona que vende libros. No me fío de tus tretas, embaucador Erifos.
Caminé, entonces, unos pasos por este Madrid azotado por la crisis y aturdido por las radios que ladran con el cuento de no acabar con la prima de riesgo… y el riego que tiene mi prima la pobre por meterse a pilungui, lleno de jubilatas y de buenas gentes que caminan por la acera como desamparados y a la espera de un redentor que les libre de las garras de ese librero de las eras del Mico; Baroja lo cuenta en uno de sus libros, “La Busca”: las eras estaban allí y también estaba el cadalso.
Este es, empero, un Madrid muy vivo al cual no le engañan los políticos ni los tertulios radiofónicos heraldos de la catástrofe. Zona de Argüelles bajé aledaños de Marqué de Urquijo donde estaban las iglesias de los jesuitas de Areneros y el Buen Suceso incendiadas por las turbas. Fueron las primeras iglesias que quemó la chusma en la ciudad de Madrid. Allí me topo de manos a boca con el espectro que de mi general. Es alto frente despejada inconfundible marcialidad que me acoge con una sonrisa magnífica y dentadura perfecta de actor de cine. Es un hombre muy pulcro cuyo atavío y ademán revelan toda la nobleza y elegancia que sabe mostrar España. Le cuelga de la guerrera la bocamanga vacía del brazo que perdió en Dar Akoba.
En la parte alta de la mejilla su rostro casi cincelado a bisel muestra el hondón de una cicatriz profunda como un cuévano. Esa fue la marca de un blocao de Xauen. Tiene un ojo tapado. El que le arrancó la esquirla de una bala en otro combate. Su sonrisa animosa esconde la tristeza de aquellos que han vivido en fraternidad con el dolor. Lleva en la frente la marca de los que saben sufrir lo cual les hace más humanos. Todo él inspira camaradería y bondad.
-A sus ordenes mi general.
-Hola, Parrita ¿qué haces tú por aquí? Venga pa casa.
Me cuadro, hundo el pestorejo y elevo el mentón casi hacia el cielo como sólo saben hacerlo los legionarios. Mi general sonríe con timidez y me manda descanso.
-Daba una vuelta por estos desmontes cerca del parque del oeste donde creo entender que usía conoce muy bien.
-Así es. Yo por aquí jugaba de niño. Iba a llevarle la cesta de la cena a mi padre que era director de la cárcel Modelo. Organizábamos peleas con los chicos de otros barrios. Este era una de las zonas más deprimidas de la ciudad. Había gentes que vivían en cuevas. Estaba llena de pillos y pisaverdes. Siempre me apiadé de los humildes y de los que viven a salto de mata y padecen persecución por el pan y la justicia. El hampa no ha de asustarle a un legionario.
Cuando doy la media vuelta el espectro del héroe, del valiente, del monárquico empedernido, del calumniado y escupido en su memoria por aquellos a los que perdieron la guerra y no supieron vencerle en la trinchera había desparecido.
Tengo el retrato de Millán Astray en mi gabinete de trabajo. He leído mucho sobre su vida, su arrojo, su profesionalidad militar, su caballerosidad y la bondad para con el soldado. Hay pocos recodos de su biografía que sean un misterio para mí y ahora comprendo por qué escucho a veces las voces tumulares de los que cayeron en Brunete y se me mueve dentro del cuerpo toda la metralla y mi alma dolorida busca en la botella los consuelos de Erifos. No he tenido la suerte como él de quedar manco en un combate ni de perder un ojo ni de que un tiro me destrozara una de las axilas. Las balas son como las cartas-decía don Emilio Mola Vidal- cuando llevan tu nombre y dirección hay que recibirlas pero no he traicionado a mi patria, he defendido a mi patria desde el parapeto de la trinchera y del periodismo. Yo soy también un zapador entreverado de pontonero y con algo de artillero. Y el honor es mi divisa y los hombres de bien no lo llevan en los cojones ni lo pierden cuando sucumben a la tentación del divino. La mayor parte de los legionarios que perecieron en la Mocha Chica junto a un tabor de Larache eran moros o de la legión extranjera odiaban la muerte porque amaban la vida pero antes de rendirse la recibieron con los brazos abiertos. El mando aumentó la ración de aguardiente aquella nefasta tarde del 8 de julio de 1937.
el fundador de la legión conocía las debilidades del ser humano. Se crió en un penal. Su padre funcionario director de prisiones pasó por el penal de la Coruña, del Dueso, Chinchilla, San Miguel de los Reyes en Valencia, San José de Zaragoza, la Cárcel Modelo. Sabía que los hombres pueden caer en la tentación pero pueden redimirse. Son capaces de volver al camino recto aunque existan muchas manchas en su cartilla. Por eso fundó la legión donde antes para ingresar no se hacían demasiadas preguntas a los aspirantes al cuerpo. Como dice el himno de la Legión: Nadie sabía su historia más la Legión suponía que una pena muy honda le roía el corazón. Con tales mimbres, con estos hombres de desecho pudo Millán Astray constituir una de las mejores tropas de elite que ha tenido la gloriosa infantería española.
Próximo capítulo: La legión vivero del honor y lugar de redención
Vivo sobre una cuesta cuyos pliegues van a dar a los arribes del río Guadarrama cerca del castillo de Villafranca. Aquí se dio la batalla más furibunda de toda la guerra civil. Esto otrora fue un majuelo donde se cultivaba la uva pardilla de la que se heñía uno de los mejores caldos de Castilla la Vieja porque esto aunque jurisdiccionalmente sea Castilla la Nueva perteneció desde Alfonso X el Sabio a Tierra Segovia. Vivo sobre un montón de cadáveres. Cerca de mi casa se descubrió hace años una fosa donde aparecieron gran número de restos humanos algunos con las insignias y los pasadores del Tercio. Son calaveras que importan poco al juez Garzón pero a mí sí. A veces con las lunas fuertes y heladas de enero escucho entre el titilar lejano de los luceros la canción de los Novios de la Muerte.
Debe ser mi imaginación algo calenturienta y sola en los plenilunios que trata de dar remate a una historia sobre la Batalla de la Sed (algún extracto en esta bitácora) y es como a mi padre cuando se le movía la metralla de la pierna congelada en Teruel. Los muertos cantan y hacen preguntas, ¿Por qué? ¿Por qué? Sólo hay un analgésico contra tales interrogantes: el vino del Pardillo que era el mejor caldo de Madrid y entre lágrimas me rindo a los brazos de Erifos que es dulce y traicionero y voy por los chigres del barrio.
Trato de evitar estas tabernas donde hay gente de mente olvidadiza y mal encarada. ¿Un tinto, don Antonio? Sí y recorro las estaciones del centro. No me gustan los barrios. Porque el vino que dispensan aquí los cantineros sabe a sangre y me llega la voz inquisidoras de aquellos legionarios que dieron su vida por Dios y por España en toda esta zona de aquí. En las barras sumerjo mi dolor en busca de la tranquilidad de una amistosa charla.
Ya quedan pocas así. El cristo de la buena muerte y el manto de la Dolorosa de mi pueblo me libran de las miradas como tiros de estas tabernas nefastas. Y sobre todo cuento con la sonrisa benévola y algo triste de mi general. Él es el que lanza el grito de a mí la legión cuando algún facineroso quiere meterse conmigo. Es una protección semidivina. Nobleza obliga y yo me voy de rositas. El otro día un librero mirada hundida una gran nariz cetrino y presuntuoso que regenta una librería de lance cerca de esa parte de Madrid donde estaban las eras del Mico- se trillaba, segaba y arrejacaba casi en los mismos aledaños de la Puerta el Sol- me espetó una frase que me hirió en lo más profundo:
-Rusia y España han de ser destruidas.
Quedé pasmado y sin aliento. En otro momento hubiera sacado el arma pero un legionario o un guardia civil por mucho que sepan manejarla jamás la llevan consigo porque no somos pendencieros y asesinos. Puse pies en polvorosa porque me conozco a mí mismo pero en aquel momento a ese tipo que practica la usura cerca de la era del Mico sin caer en la tentación de poner la mano sobre el tipo porque me las llenaría de mocos bien hubiera podido arrancarle la cabeza. Aire. Fuego al muñeco pimpampun fuego con esa mona que vende libros. No me fío de tus tretas, embaucador Erifos.
Caminé, entonces, unos pasos por este Madrid azotado por la crisis y aturdido por las radios que ladran con el cuento de no acabar con la prima de riesgo… y el riego que tiene mi prima la pobre por meterse a pilungui, lleno de jubilatas y de buenas gentes que caminan por la acera como desamparados y a la espera de un redentor que les libre de las garras de ese librero de las eras del Mico; Baroja lo cuenta en uno de sus libros, “La Busca”: las eras estaban allí y también estaba el cadalso.
Este es, empero, un Madrid muy vivo al cual no le engañan los políticos ni los tertulios radiofónicos heraldos de la catástrofe. Zona de Argüelles bajé aledaños de Marqué de Urquijo donde estaban las iglesias de los jesuitas de Areneros y el Buen Suceso incendiadas por las turbas. Fueron las primeras iglesias que quemó la chusma en la ciudad de Madrid. Allí me topo de manos a boca con el espectro que de mi general. Es alto frente despejada inconfundible marcialidad que me acoge con una sonrisa magnífica y dentadura perfecta de actor de cine. Es un hombre muy pulcro cuyo atavío y ademán revelan toda la nobleza y elegancia que sabe mostrar España. Le cuelga de la guerrera la bocamanga vacía del brazo que perdió en Dar Akoba.
En la parte alta de la mejilla su rostro casi cincelado a bisel muestra el hondón de una cicatriz profunda como un cuévano. Esa fue la marca de un blocao de Xauen. Tiene un ojo tapado. El que le arrancó la esquirla de una bala en otro combate. Su sonrisa animosa esconde la tristeza de aquellos que han vivido en fraternidad con el dolor. Lleva en la frente la marca de los que saben sufrir lo cual les hace más humanos. Todo él inspira camaradería y bondad.
-A sus ordenes mi general.
-Hola, Parrita ¿qué haces tú por aquí? Venga pa casa.
Me cuadro, hundo el pestorejo y elevo el mentón casi hacia el cielo como sólo saben hacerlo los legionarios. Mi general sonríe con timidez y me manda descanso.
-Daba una vuelta por estos desmontes cerca del parque del oeste donde creo entender que usía conoce muy bien.
-Así es. Yo por aquí jugaba de niño. Iba a llevarle la cesta de la cena a mi padre que era director de la cárcel Modelo. Organizábamos peleas con los chicos de otros barrios. Este era una de las zonas más deprimidas de la ciudad. Había gentes que vivían en cuevas. Estaba llena de pillos y pisaverdes. Siempre me apiadé de los humildes y de los que viven a salto de mata y padecen persecución por el pan y la justicia. El hampa no ha de asustarle a un legionario.
Cuando doy la media vuelta el espectro del héroe, del valiente, del monárquico empedernido, del calumniado y escupido en su memoria por aquellos a los que perdieron la guerra y no supieron vencerle en la trinchera había desparecido.
Tengo el retrato de Millán Astray en mi gabinete de trabajo. He leído mucho sobre su vida, su arrojo, su profesionalidad militar, su caballerosidad y la bondad para con el soldado. Hay pocos recodos de su biografía que sean un misterio para mí y ahora comprendo por qué escucho a veces las voces tumulares de los que cayeron en Brunete y se me mueve dentro del cuerpo toda la metralla y mi alma dolorida busca en la botella los consuelos de Erifos. No he tenido la suerte como él de quedar manco en un combate ni de perder un ojo ni de que un tiro me destrozara una de las axilas. Las balas son como las cartas-decía don Emilio Mola Vidal- cuando llevan tu nombre y dirección hay que recibirlas pero no he traicionado a mi patria, he defendido a mi patria desde el parapeto de la trinchera y del periodismo. Yo soy también un zapador entreverado de pontonero y con algo de artillero. Y el honor es mi divisa y los hombres de bien no lo llevan en los cojones ni lo pierden cuando sucumben a la tentación del divino. La mayor parte de los legionarios que perecieron en la Mocha Chica junto a un tabor de Larache eran moros o de la legión extranjera odiaban la muerte porque amaban la vida pero antes de rendirse la recibieron con los brazos abiertos. El mando aumentó la ración de aguardiente aquella nefasta tarde del 8 de julio de 1937.
el fundador de la legión conocía las debilidades del ser humano. Se crió en un penal. Su padre funcionario director de prisiones pasó por el penal de la Coruña, del Dueso, Chinchilla, San Miguel de los Reyes en Valencia, San José de Zaragoza, la Cárcel Modelo. Sabía que los hombres pueden caer en la tentación pero pueden redimirse. Son capaces de volver al camino recto aunque existan muchas manchas en su cartilla. Por eso fundó la legión donde antes para ingresar no se hacían demasiadas preguntas a los aspirantes al cuerpo. Como dice el himno de la Legión: Nadie sabía su historia más la Legión suponía que una pena muy honda le roía el corazón. Con tales mimbres, con estos hombres de desecho pudo Millán Astray constituir una de las mejores tropas de elite que ha tenido la gloriosa infantería española.
Próximo capítulo: La legión vivero del honor y lugar de redención
2012-01-24
remember brunete busqueda de fallecidos
ruego a la persona lector o lectora de este blog que me dijo que un tío suyo murió en el tabor de Larache en la posición Vértice Mocha a las ordenes del capitán Dema que se ponga en contacto conmigo escribiendo a esta address only-you44@terra.es pues es mi intención publicar un libro en papel sobre este tema, un cordial saludo y gracias
Suscribirse a:
Entradas (Atom)