2015-10-02

EL GUZMÁN DE ALAFARACHE Y LA HISPANOFOBIA










ANIVERASARIO CUATROCIENTOS DEL GUZMAN DE ALFARACHE

 

Barcelona 1615 sale de tórculos GUZMÁN DE ALFARACHE después del Lazarillo y el Buscón gloria del género picaresco mayor contribución de la literatura castellana a la narrativa europea.

Esos sí que eran libros y no los engendros que publicaba la Carmen Bacells que la convirtieron en mujer rica.

 La efemérides desgraciadamente pasará desapercibida, en medio de esta voragine de autoflagelación y de renegados (el último ha sido ese cineasta fracasado que no vale ni siquiera para la pornografía en sus películas al que llaman “Ojo Pipa”) está de moda blasfemar contra la patria y a algunos le lloverá en los hocicos el propio gargajo.  

Se van a bañar en su propia mierda y hoy se ha muerto la Barcells esa bruja catalana que se inventó el boom. Fuese y no hubo nada. Literatura de usar y tirar. Panfletos que no pasarán a la historia. Cn todos mis respetos para los premios Nobel concedidos a dedo, mediante enredos de las logias.

El castellano es una lengua tan poderosa que sobrevivirá  a la acción demoledora de esos latinoches. Nunca conseguí terminar ningún libro de García Márquez  y a Vargas Llosa otro invento de la leridana se lo regalo a la China de la que se dice tener música en la crija. El premio Nobel no se acomoda a mi verija. Su laurel tiene bicho, se lo dieron por pertenecer a la gran organización demoledora.

 Que le aproveche, si es que puede y a los ochenta todavía se le empina. Que uno está curado de espanto. Igual que la mula del atabalero, no me asusto por nada.

No es cosa de ahora este negacionismo. El Estebanillo, el Marquillos de Obregón El Guzman de Alfarache ya aludían a él Su autor Mateo Alemán un clérigo que se hizo soldados capitán del tercio de Lombardía que acabó en galeras fue contino o cortesano en la corte de Su Majestad, caritativo con los menesterosos y beneficiario del hospital de pobres de Antón Martín, ayudó a las mujeres perdidas de la calle de Toledo y secundó ciertos movimientos místicoides de su tiempo como el de las beguinas, monjas seculares o terciarias del beaterio de la Puerta de Toledo. Estuvo muy en contacto con la miseria humana y las realidades sociales del llamado Siglo de Oro. Sus mermas le hicieron conocer la vida de los veteranos y el vagabundaje.

Al final de su libro hace una reflexión de suprema actualidad a la sazón sobre la hispanofobia “:… y si eres español por ventura dondequiera que fueres serás mal recibido aunque te pongan buena cara, que aquesta ventaja hacemos a las demás naciones del mundo ser aborrecidos de todos, cuya sea la causa yo no la sé”.

Es frase que calca Vicente Espinel en su Marcos de Obregón, e idea en la que reparan también Cervantes y Quevedo el cual llegó a escribir su “España contra todos” en defensa de la hispanidad. Hablase ahora mucho de antisemitismo islamofobia chauvinismo y cristofobia. Todos estos sentimientos  en parangón se colocan al mismo nivel que el furor antihispanico que se proyecta con la rabio de un nuevo negacionismo. Así como algunos niegan el holocausto de algunos judíos, otros despotrican contra la labor civilizadora y cristianizadora de España, viniendo sus gritos, ay, del propio seno de la iglesia romana por cuyo lábaro y enseña murieron miles de españoles en toda Europa. Y todo viene de aquel fraile flamenco hijo de padres desconocidos que se llamaba Erasmo de Rotterdam. Gue el que dijo:

▬Odiamos a España

Por lo visto los poderes ocultos del dinero la infamia y tergiversación no perdonan a La hispanidad su talante independiente.

Gran error de la historia de España es el haberse salido de los cauces entablillados a la férula del Gran Diseño.

Otro caso de  odio atávico feroz incomprensible visceral podrían ser Rusia y el imperio romano. Lo justifican sus intérpretes porque tanto en España como en Roma como bajo los zares dominó el imperio de la cruz constantiniana im hoc signo Vinces. Ese estandarte para sus jerifaltes tan detestable. Con tal baldón, con ese pasaporte escarlata de la gran coroza hemos de marchar los españoles por los vericuetos intrincados de la Historia.

El furor hispanófobo cunde por doquier pero no es cuestión de adentrarse en los misterios de este fenómeno que constituye una de las claves del laberinto español sino solazarnos con un genero que se invento en España (Schelm Literatur de los germanos) y que imitan otras literaturas europeas: Tristan Sandy, Gil Blas, Tom Jones o Rabelais.

Con sus libros en la mano, los españoles dando un ejemplo hacemos autocrítica mirándonos en los espejos ustorios de la sátira.

El Guzmán tuvo una buena acogida, se vendieron sesenta mil ejemplares de un envite hasta el punto de que pronto tuvo émulos. A Mateo Alemán le ocurrió lo que a Cervantes con el Avellaneda. Le copìaron el libro aunque tampoco en cuyo caso segundas partes fueron buenas Causante del latrocinio fue un valenciano, tal Mateo Luján.

Seguramente fue de origen converso como la mayor parte de los literatos de su tiempo pues se ríe de las ejecutorias de hidalguías de todos aquellos que se ufanaban de ser godos de pura cepa y de provenir de la pata del caballo del Cid que se llamaba Babieca “cuando todo sabemos que su abuelo tuvo colgado un sambenito del techo de la catedral de Toledo”… que preparaban la adafina los viernes para ser olla podrida o cocido del sábado… que se santiguaban poco y cuando lo hacían sentían pavor al agua bendita y a la carne de cerdo”, etc.

En esas estamos desde entonces entre Scilla y Caribdis entre estocadas y palenques. Mateo Alemán escribía en estilo gnómico o sentencioso. Tales conversos como Lázaro de Tormes o Rinconete o el bueno de Pablillos poco tienen que ver con los renegados de ahora. Que escupen contra la cruz, ganan millonadas, aparecen a cada hora en TV y sólo creen en los Derechos Humanos con la boca pequeña. Aquellos pobres desgraciados creían en Jesucristo y eran mucho más ingeniosos que estas sotas y bustos parlantes, renoveros y tertulieros del telediario, que trillan la parva de la obviedad y el lugar común en sus comentarios sin chispa ni gracia ninguna.

Porque en vida y en muerte debió de ser un estoico. Los lances picarescos que relata en los trancos o capítulos de su libro carecen del donaire del Buscón o de las carcajadas del lazarillo. Sin embargo el estilo es depurado y perfecto. En Italia era conocido como el “español divino” príncipe de la elocuencia que sabía escribir diestramente y con elegancia. España mi natura Italia mi ventura. Perteneció a la pléyade de soldados escritores que combinaron a Marte con las musas y cayeron rendidos ante la belleza de la lengua Toscana y la belleza del paisaje y las ciudades italianas. Su descripción de Siena y de Florencia así lo avalan. En ellos las armas y las letras se hermanan en pro de una cultura clásica y humanista que es lo que les falta a los del boom.

No es extraño pues que Mateo Alemán fuese devotísimo de uno de los mayores santos italianos san Antonio de Padua cuya vida escribió. La candorosa devoción de esta hagiografía no es óbice para que despliegue en sus libros un acre conocimientos de las mermas y pecados de la sociedad de su tiempo. El mayor pecado de la catolicidad es la envidia. Alemán ya los catalogó a todos estos vanílocuos falaces desaprensivos “papelistas largos en palabras escasos en verdades”. Apuntaba sus dardos contra los frailes. Siempre tendremos estorbos, decía, y embarazos de los hombres bajos. “nunca faltará otro Gil que nos persiga” y de ahí se puede sacar toda una categoría de gilitos dominguillos. Mateo Alemán fue el primero en describir al perfecto gilipollas, espécimen que tanto abunda entre nosotros y por un nunca faltará in don gil que te persiga. Por culpa de uno de esos se pasó un lustro de su vida al remo ¿Dónde estás Raúl del Pozo? ¿Dándole a la maquina de hacer jabón y cultivando metáforas rimbombantes?

Cómitres, esparaveles, chusma. Pero la mula del atabalero nunca se espanta. No nos pille de sorpresa. Lean el Guzmán de Alfarache y se darán cuenta y razón de lo que digo: Arturo Mas es el reflejo de ese don gilito que nunca faltará que nos persigue y que Mateo Alemán retrata en su magistral libro un verdadero antídoto contra la hispanofobia  

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